martes, 21 de agosto de 2018

No hay verano sin Leyendas (Leyendas del Rock 2018, Sábado 11-08-18, Villena)

Hasta ahora, y salvo parte del concierto de Sonata Arctica, nos habíamos librado de la tan temida lluvia que se pronosticaba para prácticamente todos los días de este Leyendas del Rock 2018. De hecho, en parte el cielo estuvo nublado a ratos, lo que nos vino de perlas para soportar mejor el clima veraniego. Aquella mañana de sábado ya no podía decir que me había levantado fresco, a pesar de haber dormido bien. Ya no me quedaba voz, apenas podía hablar, y no podía mover el cuello. Las plantas de los pies me ardían por estar tanto tiempo de pie y las lumbares empezaban a escocer cosa mala. Pero aun quedaba un largo y provechoso día de festival por delante, y además el último, por lo que iba a dejarme la piel en cada concierto a pesar de todo. Por suerte, esta vez no había nada interesante para nosotros en el camping que nos motivara a levantarnos antes, porque esto hubiera pasado factura seriamente. Aquel sábado tuvimos unos invitados muy especiales, Pedro y Jorge, que vinieron desde Madrid y se alojaron en el hotel de la gasolinera. Quedamos antes de la hora de comer, les recogimos, y nos fuimos a comer al campo y a darnos un buen y revitalizante baño en la piscina, mientras discutíamos de música y hablábamos sobre los futuros conciertos de esta segunda mitad del año, que por cierto, viene bien cargadita y ya me estoy frotando las manos pensando en el próximo. Tras una buena comilona al aire libre y un poco de sobremesa, tiramos para Villena guiando a nuestros colegas hacia el campo de batalla. En el cartel del sábado destacaban grandes nombres como Ross the Boss, W.A.S.P. y Doro con el setlist de Warlock, que era de lo más interesante del día.

Por supuesto, a parte de estas bestias, también hubo nombres más escondidos que ofrecieron conciertazos de aúpa, como Northland, Stravaganzza, mis idolatrados Opera Magna y otra de las mayores revelaciones que he tenido en todo el festival, los ingleses Thunder.

Y me dejo los primeros para el final. Comenzamos la jornada con los Nocturnal Rites, desde Suecia, que también estaban marcados a fuego en mi running order, siendo una de las necesidades básicas del día. Y es que este Leyendas ha sido un festival de grandes descubrimientos y también de bandas a las que persigo desde hace tiempo y todavía no había podido ver. Esta era una de ellas, y el colega Jorge también quería verles, así que a pesar del sol (y las nubes amenazantes), nos situamos entre las primeras filas para poco después verles arrancar con Before we waste away. La banda aun estaba medio aletargada, pero poco a poco fueron despegando. Y es que a esas horas y con ese calor, y el hecho de que no había demasiada gente, tampoco motivaba mucho. Además de su último disco, el “Phoenix”, del que cayeron un par de temas, el setlist estuvo repartido entre casi toda su discografía, pero solamente contando a partir de cuando entró Jonny Lindqvist, es decir, desde el “Afterlife” para delante. Del “The 8th sin”, discazo donde los haya, tuvimos Call out of the world, con un cantante ya mucho más movido, acelerando cada vez más y con unos coros que sonaban muy bien. De su quinto LP, desde el que también han llovido unos añitos, tuvimos la oscura y potente Shadowland. Fue una pena, en general, que no tengan teclista en la formación, porque en algunos temas en donde este instrumento sonaba disparado, habría triunfado, como Never trust y su adictivo estribillo. Le tenía bastante perdida la pista al grupo, al menos desde hacía 10 años, pero me puse al día y descubrí que, pese a que se van alejando poco a poco del Power más tradicional, continúan en la brecha con grandes temas. El mejor ejemplo es Still alive, que fue la más coreada de todo el concierto, puño en alto gritando el título. La cosa iba cogiendo color entre el público, y no tuve que esperar mucho para que me cogiera la sombra. Con mi kalimotxo en mano y melena al viento, aquello era gloria bendita. El bajista Nils Ericsson fue uno de los que más empeño puso para movilizar al personal, aunque la mala suerte se cebó con él y tuvo algún problema ya comenzando la segunda mitad. Por suerte todo quedó en un problemilla técnico y continuaron con más energía todavía con Never again y New world messiah. Imposible no quedarse con las pintas del guitarrista Per Nilsson, incorporado recientemente al grupo. Con su barba blanca, calvo, y esos pantalones retro ochentenos de playa a cuadros, parecía mucho mayor de lo que es. Eso sí, aparte de esto, también fue uno de los protagonistas, con su extraña guitarra y su indudable talento. Continuaba bromeando Jonny sobre esto y aquello, estuvo muy comunicativo, y cada vez cantando mejor con su particular timbre. A Heart as Black as Coal, de su “Phoenix”, y la 100%  powermetalera Afterlife lucieron de nuevo un sonido relativamente bueno y unos coros excelentes por parte del resto de miembros del grupo, mientras el cantante iba de aquí para allá pidiendo ánimos. Los 50 minutos no dieron para más, y poniendo toda la carne en el asador, se despidieron tras Fools never die.

El día comenzaba de lujo, con un buen sonido que va siendo ya algo normal en el Leyendas desde hace ya un par de ediciones. Algo deben haber cambiado respecto al equipo, porque siempre fue la asignatura pendiente. Nos fuimos alejando hacia el escenario Mark Reale donde esperaba nuestra próxima cita. De fondo, sonaban Van Canto, y vimos algún tema (el Wishmaster de Nightwish, por cierto, entre ellos), pero como ya he dicho en más de una ocasión, este tipo de grupos no me hacen ninguna gracia, porque llenan un hueco donde podría haber Metal de verdad.

Metal como Northland, que hace dos años ocuparon el escenario del camping y merecidamente este año han ascendido al Mark Reale. Y calidad no les Falta desde luego. Fue mi chica quien me aconsejó verles, y aunque en un principio no estaban previstos en mi running order, yo no sé decir que no a ningún concierto, así que allá fuimos, adentrándonos entre la gente que ya poblaba el recinto. Pillamos algo fresco para disfrutar mejor del concierto y, tras un corte instrumental, desataron la furia con Fury’s unleashed, nunca mejor dicho, de la que además tienen un videoclip chulísimo. Las guitarras cabalgantes metieron brega entre la gente, que la emprendió a empujones y a círculos de la muerte. De su primer álbum “Northland” recuperaron un corte que tiene más de Folk que de Death, llamado Inmortal forest song, que puso a botar al leyendas con sus violines y flautas. ¡Un poco de esta fiesta se agradece también de vez en cuando! Sobre todo si está también respaldada por los guturales de Pau Murillo, su vocalista. Una de las primeras cosas que me chocó, respecto a las fotos del grupo que rulan por Internet, es la diferencia de verles a todos con el pelo corto jeje. La cantidad de instrumentos que llevan son perfectos para acompañar a sus letras paganas y guerrilleras en inglés. Hablamos de una banda que ya sabe de sobra lo que es girar por Europa (Portugal, Alemania, Austria, Países bajos…) y mucho me temo que, con lo poco que sabemos apreciar a nuestras bandas de calidad, harán más bolos fuera que dentro de nuestras fronteras. Whispers in the wind vuelve a ser la combinación perfecta de Death y Folk, con un ritmo endemoniado que recuerda a los mejores pasajes de Equilibrium. A pesar de todo su empeño y la respuesta del público, hubo cosas mejorables, como el regulero sonido, demasiado emborronado. En cualquier caso, y viendo la de complicaciones que tuvieron (su guitarrista Alex se lesionó, dejando solo a Pau en el papel de guitarrista), aun podemos dar gracias por haberles visto. Les acompañaba también Dagda, flautista de Celtibeerian, que estuvieron allí un par de días antes. Me lo estaba pasando de muerte, sonando otros cortes como When nature awakes, cuando de repente caí en la cuenta de que se nos echaba el tiempo encima para el concierto de Ross de Boss, que era uno de mis fijos.

Ala, pues otra carrera a trancas y barrancas hacia el Azucena, a pillar un sitio incluso mejor que en anteriores conciertos, ya que quería ver a Ross y compañía más cerca que nunca. Es curioso, y no lo pensé hasta última hora, pero en ediciones anteriores, Rock Fest Barcelona y Leyendas del Rock han compartido gran cantidad de bandas en el mismo año, pero en esta ocasión tan solo Ross the Boss repetía. Extraño, ¿no? Solo una observación al fin y al cabo. Así pues, ya imaginaba que el setlist y el concierto en general iban a ser muy similares. No me equivocaba cuando dije que comenzarían con Blood of the kings. Marc Lopes salió tremendamente envalentonado al escenario, y mientras Steve Bolognese, reciente incorporación del grupo, aporreaba sin piedad su batería, el cantante se metía unos agudos de alucinar, y allá que seguían cayendo los clásicos como Death tone, del primer disco de Manowar, o The oath. Esta última me gustó incluso más que en Barcelona, le vi un deje, un sonido muy primario, respetando al 100% el del tema original. Seguro que la banda que vio crecer a Ross the Boss hubiese sonado 10 veces más fuerte, pero en general en este aspecto no estaba nada mal. La señal del martillo es ese icono, ese espíritu guía que nos conduce por el camino correcto del Metal, y estaba claro que no iban a olvidarse del Sign of the Hammer. Un momento muy intenso en el que, a la par que Marc, me destrocé la garganta intentando hacer agudos. Hasta aquí todo perfecto, pero poco a poco el vocalista parecía cansarse, especialmente en los tonos altos sin falsete. Y aparte, Blood of my enemies puede reventar las cuerdas vocales de cualquiera en sus partes más extremas. Tampoco sé a qué se debe, pero algunos solos, a pesar de ser todos ellos rápidos y muy salvajes, me parecieron muy distintos a los originales salvo en algún tema. Pero no creáis que el vocalista, a pesar de su visible cansancio, se rendía, porque la ira se apoderó de su voz en uno de los temas propios del guitarrista que sonaron: This is vengeance. Dudo mucho que la banda, aunque los discos que han sacado como tal son muy buenos, funcionase igual sin clásicos que hagan levantarse a todo el mundo en armas como Kill with power o Fighting the world, pero riffs como el de Fistful of hate fueron todo un cañonazo, y Ross se mostró muy motivado y activo con ella. Con sus guitarras limpias y el apoyo del impresionante Mike LePond, un himno inmortal como Battle Hymn comenzó a sonar, por si no habíamos tenido bastante con gritar a pleno pulmón los anteriores clásicos. Los gritos de Kill y Victory se extendieron más allá de las montañas que rodeaban el recinto. Hablando de Mike LePond, vaya musicazo, qué forma tan bestial de tocar el bajo, de solear con él y hasta de meter detalles extra. Vi a muchos fans de Manowar a mi alrededor e hice una buenas migas con todos, y es que estos temas son pura hermandad de Metal. Pero todavía faltaba aquella por la que la gente llevaba un buen rato clamando: Hail and kill, desatando la locura generalizada y sonando atronadora.

¿Recordáis lo que os conté sobre el concierto de Suicidal Tendencies? Pues lo que vino a continuación fue algo muy parecido. Regresábamos del escenario Azucena, yo personalmente agotado de tanto gritar y tanto mover la melena., y decidimos sentarnos un rato tras la pantalla para ver a Thunder con tranquilidad aunque odie los conciertos pantalleros y a la gente que se pega ahí todos los putos grupos del festival, pero había que afrontar el bolo de Doro con garantías. Cuando empezaron, en seguida captaron mi atención. Un estilo cantidad de rockero, muy clásico y con una clase que invadía todo el Leyendas. En las primeras frases ya no pude evitar estar inquieto, pero cuando escuché la última parte de Wonder days… esos coros, esos pianos, esas guitarras limpias, la voz y… ¡¡qué pedazo de melodía!! Poco a poco y casi sin ser consciente de ello, me fueron absorbiendo, hasta que sonó River of Pain, otro tema bestial, con un feeling acojonante, ¡¡y cuánta pasión en su melodía!! No pude contenerme más y al final me puse de pie y avancé un buen cacho para verles como ‘está mandao’ y disfrutar de lo que podían ofrecerme, ya que después de estas dos maravillas que acababan de tocar, no sabía por donde iban a salir. Me atraparon, me abdujeron completamente. Los ritmos, las guitarras de Luke Morley y Ben Matthews… y sobre todo, la inmensa garra y supurante clase de Danny Bowes al micro. De verdad, impresionante como canta este hombre. Que juegos de voces, que temple y que saber estar… Las sensaciones se volvieron a repetir con Higher ground con ese estribillo genuino. Estaba literalmente flipando, y es lo que tiene a veces esforzarse en ver conciertos de bandas que apenas conoces más que de oídas y de cuatro temas sueltos. Ahora os aseguro que me arrepiento muchísimo de no haberles visto en el Rock Fest del año pasado cuando tuve ocasión. Si el año pasado fueron Mágnum el grupo que más sensaciones me trajo, los Thunder quedarían como tal en esta edición. Auténtica elegancia inglesa, actitud hard rockera y un poder sobre el escenario que casi se podía tocar. Cambiaba de instrumento Luke Morley para pasarse a la acústica, como el sr. Bowes. Con Low life in high places no hicieron sino reivindicar la amplitud de registros que son capaces de tocar, o la refrescante y melódica Backstreet symphony, una de las que más me hizo moverme. Además, se apreciaba en Danny un toque humorístico en distintos momentos, aunque sin perder nunca el aplomo y la elegancia, dotes comunicativos y escénicos y un rollazo bestial cantando temas como The thing I want o la guitarrera y casi macarra I love you more than Rock 'n' Roll. Esa mezcolanza de hard rock de los 70 y los 80 me volvió loco, con un ritmo imparable, aunque hablemos de medios tiempos como Love walked in (de nuevo con guitarras acústicas), para seguidamente, ponerse más gamberrazos con Dirty love, una de sus canciones estrella.

Mientras sonaba esta última, nos íbamos alejando, pensando ya de cara al concierto de Doro, llenando las botellas de agua y dando un vistazo rápido por los alrededores. Para cuando le llegó el turno a la Dama del Metal de salir a escena, ya todos estábamos en un buen lugar, desde el que se veía muy bien el escenario. Me sigue extrañando que se le continuara dando tanto bombo al nombre de Warlock, cuando lo que íbamos a ver era Doro, con su formación habitual, pero con el añadido de la presencia de Tommy Bolan, que fue el guitarrista que grabó el disco “Triumph and Agony”. Que nadie se pensara que esto iba a ser como aquel recordado Metalwäy del 2009, donde sí fue una reunión puntual pero real. Dicho esto, lo que aquí realmente importaba es que, conmemorando el trigésimo aniversario del que para mí siempre fue su mejor disco, iban a sonar todos esos temas, la mayoría desconocidos para mí en directo, y sabía que iba a ser algo muy, muy especial y emocionante. Lo que no sabía es cómo se las iba a arreglar la rubia vocalista para llegar a los tonos tan salvajes e inhumanos que alcanzaba en esa época. Pues bien comenzábamos… ¡con Touch of evil a toda hostia, probablemente la más jodida de todas! Pero Doro es una cantante con mil y un recursos, sabe modular perfectamente su voz, ahorrar fuerzas cuando es necesario y si hace falta dar algún alarido forzando la garganta. ¿El resultado? Un éxito, para empezar, aunque más celebradas fueron todavía I rule the ruins y East meets west, una cacho-fiesta con todo el mundo cantando, saltando y bailando, viendo como Tommy Bolan se desnucaba en directo y Doro no paraba de apretar el puño dirigiéndose a nosotros. ¡¡El calor subía exponencialmente por segundos!! Ya le había perdido el miedo a como sonarían los temas más exigentes, y Three minutes warning salió de maravilla, aunque os aseguro que nunca he visto a Doro forzar tanto la voz, todavía conserva un potencial increíble después de tantos años. De verdad que me dejó flipao. Cuando ella nos invitó a que la ayudásemos con el aullido… automáticamente me vino a la cabeza Kiss of death, probablemente mi favorita de Warlock… y se me pusieron todos los pelos como putas escarpias. Cuantas veces habré soñado yo despierto con ver este tema en vivo, joder, que maravilla, no me lo podía creer. Y una vez más… qué bien la sacó cantando, y que potentes sonaron las guitarras de Luca Princiotta y Bas Maas en ese riff lleno de fuerza. El solo, también espectacular.

Se notaba que ambos guitarras cedieron un pelín de protagonismo extra a Tommy (también en los solos), ya que les he visto más sueltos en bolos anteriores. Anochecía, y la iluminación era absolutamente perfecta, con tonos lilas y azules oscuros… para Make time for love. Fue como volver de golpe, por unos cuantos minutos, a los años 80, con toda esa gran ambientación y las voces del público. Aquí el guitarrista invitado tuvo su momento de gloria con un solo que fue una auténtica salvajada, tocando como le salió de los huevos, recorriendo el mástil por delante y por detrás… Tras la subida de intensidad con Cold, cold world, vinieron un par de clásicos como Burning the witches y Hellbound que se desmarcaron de la tónica del setlist. No sorprendieron, porque las suele tocar bastante en solitario, pero me encantaron, tremendamente cañeras, para ir levantando el pie del acelerador hasta llegar a Fur Immer, un momento mágico en todo concierto que suene aquello de ‘hay una promesa en el sonido…’, sin embargo, vi a Doro mucho más comedida en esta en cuanto a tonos altos. Nos contaba que se inspiraron en nuestro país para componer Metal Tango, fantástica, con la tremenda pegada de Johnny Dee, de los más veteranos. Sabíamos que el final no tardaría mucho en llegar, aunque a nadie se le veía cansado. Los tres guitarristas continuaban pisoteando el escenario de aquí para allá y el bajista Nick Douglas tan jodidamente hiperactivo como siempre. All we are, como siempre, la más cantada, después de presentar a la banda, pero excesivamente alargada en esta ocasión, cortó un poco el ritmo del concierto. Se acabó la parte Warlock, pero el tiempo aun dio para más: el nuevo tema de Doro All for Metal sonó a modo de presentación, aunque algo simplona, pero muy apropiada para el directo, y su versión que casi nunca falta, el Breaking the law de los Priest, que llevo viéndoles tocar desde la primera vez hará como 14 o 15 años. Pero claro… ¿quien se va a negar al headbanging de esta forma? Muy bonito el detalle de disparar, mientras se despedían, el It still hurts… solo os cuento que, en el viaje hacia los puestos de comida llegué a ver gente llorando mientras sonaba. Así de intenso y brutal fue aquel concierto.

Fuimos a pillarnos un par de hamburguesas de las más baratas y un litro de kalimotxo, a dar el último bocado / trago del Leyendas. Justo entonces, volvimos a encontrar a Ramón y a Tere, también buscando algo que papear. Charlamos un ratillo y continuamos la marcha hacia delante. Había bastantes huecos a media altura del recinto, ideal para terminar de cenar mientras veíamos el bolo. Ya nos habíamos perdido On your knees, The real me y desgraciadamente, una de mis favoritas que es L.O.V.E. machine haciendo cola. Blackie Lawless salió a tope, encarado al público y cantando con muchísima energía, algo extraño incluso en él, que fue un auténtico bala perdida en los 80, un icono del Heavy Metal más salvaje y demoledor, que a día de hoy se ha desinflado bastante (todo lo contrario que físicamente jajaja), pero que sigue teniendo una gran voz para llegar a tonos altos y cantar bastante bien, aunque ha tenido noches y NOCHES, como todo el mundo. En cuanto a esto último, normalmente yo le he visto siempre cantar bastante bien, con alguna ida de olla o alguna parte un poco desafinada, pero poca cosa, tal como fue su concierto del sábado. La cantidad de temas melódicos fueron una prueba para el orondo vocalista, que salió aprobando con bastante nota, en mi opinión. El sonido y volumen general del concierto también se llevaron una nota bastante alta, incluso desde lejos la claridad era patente. ¿Fue todo excelente, entonces? Lamentablemente no. Tal como decía, Blackie empezó la movida muy animado, pero fue decayendo poco a poco. La enorme cantidad de tiempos medios y baladas seguidas que tocaron tampoco ayudó demasiado. Crazy mantuvo un buen ritmo, con un siempre contundente Brian Tichy (actual batería del grupo). Por cierto, increíble la cantidad de bateras que han pasado por aquí… Pero con The Idol, aunque nadie pone en duda que es un temazo casi imprescindible, comenzó la decadencia en cuanto a intensidad. La gente, entre los que me incluyo, la cantó y la disfrutó muchísimo (de hecho, fue de los mejores momentos), pero Take me up bajó demasiado las revoluciones, y Miss you de más de 7 minutos, convirtió todo el fuego prácticamente en brasas. Demasiados temas lentos y mal repartidos, ya que sonaron todos de golpe.

Arena of pleasure fue un estupendo antídoto contra el aburrimiento y los bostezos que muchos comenzaban a sufrir, momento de desmelene que podría haber sido incluso más sentido si no se hubiese cortado el rollo de esa forma. Pero otra vez el mismo error, llegó Heaven’s hung in black, de nuevo con más de 7 minutos de duración y dio al traste de nuevo con el ritmo. A su favor, hay que decir que vocalmente estuvo muy conseguida, modulando el sr. Lawless su voz con mucha maestría, aunque con una actitud bastante apática. Y especialmente es de obligada mención el sr. Doug Blair, que estuvo absolutamente fabuloso durante cada uno de los temas, tocando con un sentimiento de otro planeta, levantando el mástil, acariciando las cuerdas, matando con sus riffs… ¡pura pasión!. Si todos hubiesen tenido su actitud, la cosa habría sido muy distinta. Yo siempre me he considerado aficionado a las baladas, también en directo con moderación, pero esto ya es pasarse tres pueblos. Además, ni estuvo Sleeping in the fire ni Hold on to my heart, que son dos de las mejores que han parido nunca. Ni la selección ni el reparto estuvieron bien hechos, incluso los casi continuos chorros de fuego y chispas, que pudieron haber contribuido a un buen espectáculo, se quedaron en meros adornos cuando la caña abandonó el escenario durante tanto tiempo. El colmo de los colmos ya fue un parón de casi 10 minutos sin sentido, en el que la banda salió de escena (según tengo entendido, mosqueados con el técnico de Amorphis). Hasta yo comencé a bostezar. Por suerte, volvieron a salir y encarrilaron bien el final del concierto, explotando desde cero con Chainsaw Charlie (Murders in the New Morgue) y todo un icono del Hard/Heavy como es Wild child. Por cierto, siempre me he fijado en lo desaprovechado que está el “The Last Command” en directo, solamente tocan esta última y Blind in Texas (que por cierto, no sonó). La temperatura volvió a subir a última hora, con mucha más gente cantando y viviendo el momento a tope… pero quizá ya fue demasiado tarde, a pesar de que I wanna be somebody triunfara como lo hace siempre. Tampoco digo que sea el peor concierto que les he visto, pero sí el más lento y el peor estructurado.

De todas formas, salí de allí con una sensación bastante agridulce, como que W.A.S.P. no habían dado todo lo que podían de sí. Para quitarnos esta sensación, nada mejor que un concierto de Opera Magna, una de las bandas que tiene una probabilidad del 100% de arrasar allá donde vayan. Tenía la duda sobre si la gente habría optado por quedarse a ver Amorphis, pero se disipó en cuanto llegamos al Mark Reale, con público hasta debajo de las piedras. Y aun me pareció demasiado poco para la inmensa calidad que poseen los valencianos. Con una iluminación algo caótica y un sonido no demasiado bueno, comenzó a sonar Rojo escarlata, a modo de introducción instrumental tocada. Para calentar ya va bien… porque es igual o más técnica que la mayoría de sus temas. Pero… ¡¡horror!! El bajo de Alejandro, que es uno de mis músicos favoritos, sonaba muy poco, muy escondido. Esperaba que poco a poco estos problemillas fueran arreglándose. Mientras tanto, salía Jose V. Broseta a escena, ante el griterío general, siempre tan animado y con toda la actitud del mundo, comenzó haciendo planear su voz con Para siempre, y calentándola a base de bien en el estribillo. Bastante jodido el tema, sin duda, pero lo sorprendente es que la usen para abrir. Debido al poco tiempo que tuvieron, fueron a destajo, metiendo ya de primeras algunas de sus mejores composiciones, o directamente para mí la mejor, que es El pozo y el péndulo, virtuosismo en estado puro y un reto increíble para Broseta en cada concierto que logra superar con un sobresaliente alto, tal es el potencial de su voz, con un rango vocal que haría enrojecer al 90% de los vocalistas de bandas nacionales. Siempre que suena este tema me pongo frenético por la cantidad de sensaciones que me transmite, y nunca sería lo mismo sin el colosal virtuosismo de esa máquina de matar llamada F. Javier Nula, impresionante, a mí me deja siempre boquiabierto y no puedo evitar pasarme la mitad del concierto mirando como toca. Un genuino mago de la guitarra. Otro que le dio mucha presencia a esta y a la siguiente Horizontes de gloria fue el teclista que… ¡no era Rubén! José nos presentó más tarde a Nacho, pero no estoy seguro de si es un cambio definitivo o temporal. Lo cierto es que, menudo pieza el tío… que manera de tocar cien mil notas por segundo, ¡que velocidad! No hace falta ni decir, por cierto, hasta qué punto triunfó el único tema que cayó de “El Último Caballero”, cientos de manos en alto y a botar todo el mundo con una entrega absoluta. Los ánimos seguían candentes en este escenario hasta última hora, más que en ninguna edición anterior me dio la impresión. Una banda que año tras año consigue captar más y más fans, a pesar de que ya va echándose de menos la tercera entrega de “Del amor y otros demonios”. Y no lo hacen a base de florituras o trucos escénicos, sino a base de unos conciertos directos y épicos, de unos músicos con un talento desbordante y en particular, un vocalista que entra dentro de los 3 mejores que hemos tenido en la historia del Metal en nuestro país.

A partir de aquí, nos hicieron una selección idéntica en número de cada uno de sus tres últimos trabajos, comenzando por Dónde latía un corazón, un tema bastante oscuro en su concepto y su música, compuesta por Enrique Mompó que no se queda atrás respecto a sus compañeros. Resaltar la complicidad entre Alejandro Penella y este, acercándose continuamente. El sonido parecía haberse aclarado, especialmente respecto a las partes orquestales, y precisamente Después de ti goza de una de las mejores de toda la discografía de Opera Magna, ensoñadora, un medio tiempo para cerrar los ojos y disfrutar de su hipnótica cadencia y esos teclados tan oscuros. De nuevo José Broseta nos demostraba su grandiosa técnica vocal, desde agudos inalcanzables hasta tonos más operísticos o rasgados. En los últimos temas, como el Corazón delator del “Poe” se le vio algo cansado, pero es que el último fraseo de este tema es… ¡¡inhumano!! Y aun así siempre lo ha cantado en el tono original. De verdad que una vez más me tengo que quitar el sombrero ante él (por cierto, este año no le vi para hacerme una foto jeje). Bromeó respecto al inicio del concierto de Stravaganzza, para quien quisiera verles, pero yo no dudé un instante en quedarme hasta última hora con ellos, y más cuando llegaban himnos épicos como Hijos de la tempestad, perfectos para seguir con el buen clima que reinaba en el Mark Reale. Y J. Nula seguía haciendo barbaridades con su guitarra, con esos solos a la velocidad de la luz ejecutados con una perfección milimétrica. Incluso las letras de Opera Magna son superiores a la media, solo hace falta fijarse en las de Edgar Allan Poe, con las que sin duda rindieron homenaje al mítico escritor. A golpe de doble bombo, la ametralladora Adrián Romero machacaba su batería arropado por los teclados de Nacho para dar salida al último tema de la noche, La herida, que ya es una fija ocupando este puesto, pero es que es perfecta por la capacidad de participación que tiene y su espectacular melodía central. ¡¡¡Queremos, NECESITAMOS a estos colosos el año que viene en el escenario grande!!! ¡Es lo mínimo que merecen!

Ahora sí, una vez degustado con calma y hasta el final ese exquisito plato que es cada concierto de los valencianos, nos acercamos hacia el escenario Jesús de la Rosa para apretar los dientes e ir a muerte hasta el final con el gran show que nos tenían preparado los Stravaganzza, un show muy especial, casi incluso más que aquel que vimos en Valencia a finales del año pasado. Llegamos tan pronto como pudimos, y nos reencontramos con Pinxo, Kurro y Momo después de unas cuantas horas sin verles, unidos ya en la batalla final. Incluso los que no estaban acostumbrados a ver más de dos conciertos seguidos aguantaron como putos campeones jeje. Justo a la salida del Mark Reale sonaban los últimos acordes de Dios y tras ella… ¡por fin! ¡Miedo! Siniestra e inquietante, pensaba que ya se habían desecho de ella en los directos tras la pequeña decepción por no escucharla en Valencia. Y Leo a última hora lanzando unos guturales abrumadores. Mientras Pepe estaba muy atento tanto a su instrumento como al gran despliegue de coristas que llevaban para la ocasión, el segundo guitarrista, Migueloud, que proviene de una banda tan brutal como Wormed, le apoyaba en todo momento. Continuaron con Pasión, y poco a poco uno se fue dando cuenta de hasta qué punto la parte coral afectaba a los temas, como les daba más vida y profundidad, hasta convertir aquel concierto en algo totalmente distinto. Al menos 25 personas, ocupando la parte derecha del escenario, se encargaban de las partes ambientales con sus voces perfectamente coordinadas y orquestadas por el maestro de ceremonias, Pepe Herrero. Cada detalle, con músicos invitados, coreografías y bailes, estaba perfectamente cuidado. A continuación, Cuestión de fe contó con la versión más versátil de Leo, al que se notaba más agresivo de lo normal, cantando fenomenal en todos los registros de su voz, desde los más rasgados a los más sutiles, y con unos agudos bestiales, interpretó también Dolor.

Pepe expuso una vez más sus dotes como director de orquesta guiando al grupo de coristas en Deja de llorar, mientras Migueloud daba caña al riff principal. Un show espontáneo, sorprendente, y que no siguió ningún orden en particular respecto al setlist. Volvió a repetir Korpa, en la segunda parte de Impotencia, y dotó de aires muy bestias al tema, tanto por su voz como por su actitud, destrozando el escenario a cada paso y con unos berridos tremendos. Cada tema traía consigo una sorpresa. Patricio Babasasa no solo hizo un gran papel al bajo (que se escuchó de lujo), sino que también introdujo sus propios momentos teatrales con su particular forma de andar y moverse por el escenario. El sonido para todos los instrumentos fue uno de los mejores del día, espectacular, tanto como los coros. Y en cuanto a setlist, no dispusieron de tanto tiempo como en su gira de salas, pero la elección fue casi inmejorable, y no podía faltar Máscara de seducción, una de sus grandes obras maestras, con una melodía 100% inquietante que transmite gran cantidad de emociones, y aun más con la inclusión de violines en directo. Dos paraguas girando pusieron la nota teatral en Sin amar, segundo y último corte en sonar de su “Raíces”, o el disco fantasma, como les gusta llamarlo a ellos. Pero si hay un tema que, sin duda, ha trascendido incluso a su propia carrera, y que prácticamente ya han hecho suya, esa es la versión de Mecano del Hijo de la luna, dotada de un sentimiento brutal y que en directo no pudo funcionar mejor con todos los arreglos extra de aquella noche. Lo que estaba consiguiendo Stravaganzza era que aquella noche final del Leyendas se transformara en algo mágico y oscuro con ese Requiem de última hora, bordado por Leo Jiménez y la demoledora batería de Carlos Expósito. Pero creo que su idea no era terminar el concierto con esa sensación de tristeza, sino todo lo contrario, convirtiendo el escenario en una gran fiesta, donde todos bailaron y saltaron al ritmo de Eloise, otro cover en esta ocasión del visionario Tino Casal. Personalmente la habría sustituido por alguna otra, eché en falta Mi tempestad, y un Arrepentimiento se hubiese salido de madre, pero al menos, y doy infinitas gracias, no se pusieron a tocar Mónica Naranjo ni Camilo Sesto.

Con ellos y tras un concierto muy completo y disfrutado, perfecto para la ocasión, dimos por terminado el Leyendas del Rock 2018, sentados, agotados, pero jamás derrotados, mientras esperábamos a los colegas Pedro y Jorge para acompañarles de vuelta a su alojamiento. También nos reencontramos con Kurro, Pinxo y Momo, que estaban en el Mark Reale presenciando esa barbaridad inclasificable llamada Igorrr que no termino de encuadrar en un festival como este, sinceramente. Nos contaron que como espectáculo fue de lo mejorcito de todo el festival.

Los Lujuria no se hicieron de rogar, en su ya habitual misión de cerrar el festival por todo lo alto. En esta ocasión, salieron al trapo con No soy carne de cañón, y me pareció raro que no Óscar no diera su clásico discurso de entrada (que yo digo mucho, pero al final acabo aplaudiéndole como el que más, porque es un tío que le hecha un montón de huevos al asunto). Pero creo que nadie de nuestro grupo estaba ya por la labor de quedarse a verles. Cuando estoy motivado, me acaban aburriendo con tanto palique, y aquella noche que, tras cerca de 30 conciertos en 4 días (y contando solo los que vi enteros), estaba hecho astillas, suenan espectaculares y empiezan a dejar caer temas de alto voltaje como Sin parar de pecar o Mozart y Salieri, uno tras otro… ¡Nunca estoy sincronizado con ellos!, y creo que ya les voy debiendo unas cuantas, a parte de las que ya les he visto.

Ahora sí, un año más, tocaba dejar atrás aquel recinto, aquel castigado césped, aquellas miles de personas con las que, directa o indirectamente, habíamos compartido tantos conciertos y sensaciones. Siempre es un momento muy triste, pero a este año se le añade el factor incertidumbre. Me pregunto si el año que viene volveremos a disfrutar de esas magníficas instalaciones, de ese clima de buen rollo, de un sonido renovado y de esa cercanía de casa… o nos veremos obligados a viajar a Benidorm, lleno de guiris, entre festivales para pijos repelentes, con un calor playero asqueroso e insoportable, con precios seguramente hinchados, y sin que quepa un alfiler en ningún hotel. En septiembre u octubre tendremos la respuesta, pero sé que muchos haremos lo que esté en nuestras manos para que el Leyendas no se mueva de la tierra que lo hizo grande y le abrió las puertas al mundo de los principales festivales de Metal: Villena.

Por otra parte, haciendo una valoración general del festival, y dejando a un lado los aciertos y las cosas a mejorar, se ha observado una caída bastante drástica en la asistencia, sobre todo en comparación al 2017. Habiendo leído multitud de opiniones al respecto, la mía personal es que este año ha sido algo nunca visto en nuestro país en cuanto a festivales, de una calidad y variedad imposibles de soñar hace tan solo unos pocos años, poniéndonos casi a nivel europeo e incluso mejorando en algunos casos los carteles de festivales hasta ahora intocables. La oferta ha sido enorme, y la competencia brutal, y claro, el bolsillo llega a un punto que no da para más. De todas formas, hay mucha gente que lo ha achacado al cartel. Vamos a ver… por mucho que os joda a algunos, el Leyendas no va a traer a Scorpions, ni a Judas, ni a Maiden, pero hay que saber valorar las perlas que nos regalan año tras año, como en este caso Praying Mantis, Mr. Big, Thunder o incluso los Júpiter y no cegarse solo en grandes nombres y viejas glorias que más pronto que tarde, desaparecerán como grupo. Para mí, y sé que voy en contra de la mayoría, teníamos un señor cartelón, grande y variado, el sonido está a años luz de lo que era en sus primeros años, y los precios de las bebidas son medianamente razonables y no un robo a punta de pistola como en otros festivales. Pero sigo leyendo por las redes sociales: yo es que si no traen a Maiden no voy. En fin… cuanto cabeza-bloque. Veremos dentro de 15 o 20 años, cuando todos esos monstruos duerman en las profundidades de la jubilación, a qué festivales va esa gente que no se molesta en escuchar más que esos cuatro grupos reventados hasta la saciedad.

Y recordad: EL LEYENDAS NO SE TOCA. EL LEYENDAS NO SE MUEVE. EL LEYENDAS NO SE VENDE. EL LEYENDAS SE QUEDA EN VILLENA.

¡¡LARGA VIDA AL LEYENDAS DEL ROCK!!

¡¡Hasta la próxima, peña!!

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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