domingo, 2 de diciembre de 2018

Punto... y KOMA (Sábado 01/12/18, Sala Moon, Valencia)

Tan esperado era este momento, tan deseada la vuelta de una de las bandas más genuinas que ha dado la escena del Rock / Metal nacional, que por supuesto no podía permitirme faltar a tan destacada cita en uno de sus primeros conciertos de esta gira de reunión, que acogió este pasado sábado 1 de Diciembre la sala Moon, en Valencia, concretamente la séptima fecha de esta gira que por suerte ha caído relativamente cerca de casa. A pesar de que están ya confirmados para el año que viene en festivales como el Fuck The Censorship o Leyendas del Rock, nada hay como ver a una banda de semejante calibre en sala, con un setlist completo y un show que, como sucedió en esta ocasión, tuvo sorpresas muy agradables e inesperadas. Así es colegas, Koma han vuelto y lo han hecho por todo lo alto, por la puerta grande, respondiendo a esa llamada de miles de fans que no llegamos a comprender por qué una banda con tanta calidad se separó en el 2013, hace ya 5 largos años (aunque el último concierto en el que les vi, en el 2012, parece que fuese ayer mismo…). Y el éxito parece acompañarles ya de primeras. La mayoría de las primeras fechas que han hecho han terminado, mucho antes de celebrarse el concierto, en sold out, como en Valencia, donde mucha gente se ha quedado sin su entrada por dormirse en los laureles. Incluso diría que la sala Moon, a pesar de tener un tamaño y aforo respetables, se les quedó pequeña. Al final solo quedamos los buenos, casi los mismos de siempre, que a pesar de haber visto a la banda anteriormente en multitud de ocasiones (en mi caso alrededor de unas 15 veces seguro) acudimos sin pensarlo para comprobar que los pamploneses siguen en una forma espectacular.

A pesar de haber quedado a una hora muy temprana, ya sabía yo que habría varios factores que complicarían la cosa. Para empezar, un retraso en la hora de salida, falta de gasolina, paradas extra, etc. Pero el verdadero infierno fue encontrar aparcamiento en la ciudad capital. Con el tiempo pegado al culo, la cosa estaba tomando ya tintes de desesperación al ver que la hora de inicio se acercaba y todavía estábamos en el coche dando vueltas. Finalmente, como un oasis en el desierto, encontramos un parking y salimos a escape hacia la sala, de la que nos separaba aproximadamente un kilómetro. Bocata zampado en 3 minutos deprisita y sobre la marcha y asegurándome de no haberme dejado nada en el coche, por fin llegamos a las puertas de la sala para situarnos en la cola de una larga fila que, por suerte, avanzó lo suficientemente rápido como para que el ansia no me devorara y para poder coger un sitio relativamente bueno en una sala literalmente abarrotada de gente y con muchas ganas de traca en el ambiente. Ni siquiera pasé por el wc, fui directo hasta la última fila ‘practicable’ de gente y allí por suerte la espera no se hizo demasiado pesada para, al fin, escuchar la introducción y ver a la banda salir a la carrera, para situarse cada uno en su inamovible sitio y dar el pistoletazo de salida con dos cañonazos como Los niños de lapos guerra y, con esos rudos guitarrazos y cara de mala hostia por parte de Brigi, Tio Sam, a un ritmo más rapeado y mucho tapping por parte de Natxo, característicos de su primer trabajo homónimo, que data del año 1996 (poca broma). Dos títulos, especialmente el segundo, perfectos para ir abriendo boca, pero fue Jack Queen Jack el que definitivamente puso la sala patas arriba e hizo que cualquier pensamiento represivo a la hora de saltar y dar empujones quedase automáticamente eliminado. Fue este punto de inflexión el que dio comienzo a la fiesta de verdad, donde ya todo el mundo se dejó llevar sin tapujos, y continuó con la pegadiza pero un tanto desencajada El Pato o con la primera gran sorpresa de la noche a nivel de setlist (al menos, desde mi punto de vista) La revolución, en el que esas guitarras sueltas iniciales pusieron a Brigi oteando, capeando el temporal con atención desde su elevada posición, para seguidamente, estallar en el estribillo. Un tema de su “Criminal” que me encanta tanto por su cadencia distinta como por su letra. Macarrería y diversión se unen, precisamente, en los mensajes de la banda, desde La chulería (y nunca mejor dicho) a Jipis, desternillante y llamando al desmadre del personal, que levantaba las manos y entonaba cada fraseo que salía de la garganta del vocalista.

Hasta ahora, salvo alguna en particular, se estaban guardando su artillería pesada (algo comprensible) para más adelante. Protestantes siguió esa tendencia añadiendo, si cabe, más mala leche al conjunto, y fue además muy coreada por todo el mundo. El calor y el sudor empezaron a pesar. Como ya he dicho, la sala estaba a reventar, no cabía ni un puto alfiler y la lucha por no quedarse en la parte de atrás era constante, aunque algún puto gordo gilipollas sin camiseta se empeñara en matar de asco a los que le rodeaban. He de hacer aquí un inciso para comentar que la actitud en general de la gente respecto a los ánimos y al apoyo a la banda fue muy buena, no hay nada que reprochar, pero en cuanto al tema más personal y en cuestión de respeto, rozó el suspenso. Más gilipollas repartidos por la sala se encargaban de tirar al aire vasos, algunos llenos de bebida y otros llenos de hielo, algo que siempre he odiado. A parte, en varias ocasiones tuve que cambiar de sitio porque había algún que otro subnormal que en lugar de estar mirando y disfrutando el concierto, estaba todo el rato de espaldas hablando y mirando hacia atrás y lo que es más grave, molestando. No sé porque esa gentuza de mierda no se queda en la fila de atrás, si ni siquiera se sabe las canciones o no le interesa el bolo, o directamente se queda en su puta casa. No hay nada que odie más que alguien perturbe mi karma cuando estoy completamente sumergido y disfrutando a vida o muerte de un concierto.

Dejando a un lado estas personales (pero necesarias a nivel global…) divagaciones, no solo el calor aumentaba en cuanto a temperatura, sino en cuanto a fiereza por parte del público. Cada vez más movimiento y moshes en las primeras filas, y la banda encantadísima con ello, pero aun quedaba muchísima tela que cortar por delante. Tampoco me esperaba Vaya carrera que llevas chaval, que con un estribillo directo y agresivo, y con su ritmo cambiante, me trajo muchos recuerdos de la post adolescencia jeje. Precisamente, a parte de con mi amigo y colega de fatigas Kurro, también tuve el placer de compartir el concierto con Puça y Dani y especialmente con Luna, con quien precisamente no coincidía en un bolo desde la última vez que vimos a los Koma (Rock Arena 2012) y que en aquellos tiernos años de los inicios ‘concierteros’ fuimos uña y carne.

Un gran aplauso en particular para el sonido y los técnicos, que supieron hacer su trabajo de una forma magnífica. La banda sonó como un cañón de principio a fin, bastante fuertes en cuanto a volumen pero con una definición que ya quisieran muchos para sus instrumentos. Guitarras con cuerpo, batería metálica y una voz que nunca quedó por debajo de ninguno de los anteriores. Además, no hubo ningún tipo de altibajos, incluso más adelante al cambiar de ‘formato’, la homogeneidad continuó siendo la marca de aquella noche. Un gustazo inmenso, en el que uno disfruta 10 veces más solo degustando ese gran sonido y sin preocuparse por problemas técnicos, solo absorber música y vivirla como si no hubiese un mañana. Los graves, por ejemplo, sonaron fantásticos en la divertida y ‘tanguera’ El muro de Berlín, e incluso los coros de Rafa Redín al bajo se escucharon perfectamente distinguidos en El catador de vinagre, dándole ese punto extra de fuerza a la ya de por sí personal melodía. La voz de Brigi sonaba en todo su esplendor sin perder detalles de su timbre único, y además hay que decir que hizo un trabajo para quitarse el sombrero. No solo tocó con actitud y seguridad su guitarra, sino que cantó de la hostia incluso los temas más complicados y como frontman directamente se salió. Tanto en los registros más melódicos de Marea gora, ese tema tan particular que cierra “El Infarto” como en un trallazo como Menos mal, que nos pilló a todos desprevenidos y fue una auténtica locura encima y debajo del escenario, incluso Brigi, haciendo uso de una buena técnica, tuvo que coger aire varias veces, pero no falló ni una puta frase. La caña siguió imparable en La almohada cervical, que usaban para cerrar sus bolos en la anterior gira (aunque esta letra ya no me guste tanto)… hasta que la banda salió del escenario. Todos nos preguntábamos… ¿qué nos aguarda ahora?

No tardaron nada los pipas en sacar dos taburetes. Según nos comentó el propio vocalista, mucha gente se lo había pedido, y al final tomaron la iniciativa de hacer un par de acústicas en medio del directo (villancicos, bromeaban), tan solo acompañado por su guitarra y la de su inseparable compañero Natxo. Mano a mano, con sendas acústicas, dieron comienzo a la parte más íntima y personal del show con esos acordes casi disonantes de Deprimido singular, para mí el tema más especial que la banda ha compuesto nunca. Creo que no recuerdo haberla visto nunca en directo, y os juro que se me pusieron los pelos de punta, cantándola con los ojos cerrados. Ver a Brigi entonando el tema fue algo que me caló muy hondo, pareció que el tiempo se hubiese detenido o incluso vuelto atrás por las sensaciones que me produjo. Casi me hacen llorar, los cabrones. Seguidamente, algo menos nostálgica pero no por ello con menos feeling, continuaron con Buitres (a su alrededor), del “Sakeo”. La forma de volver al ritmo que llevaban hasta ahora de forma paulatina no pudo ser mejor calculada, interpretando Por los siglos de los siglos, una de las canciones más escondidas de su “El Infarto”, en lugar de pasar a la caña burra de golpe con A ostia limpia o Los clavos. Alguno, echó en falta de este disco Un país bananero. Otra especie de ‘puente’ que utilizaron para modular esa subida progresiva de intensidad fue Me vacío, con ese principio a ritmo de reggae (que alargaron ligeramente) hasta que Natxo, con una actitud bestial, saltó al extremo del escenario, flipándose, blandiendo el mástil de su guitarra ejecutando el solo inicial, encarándose al público y poniendo todo tipo de divertidas expresiones en su cara. El bajo de Rafa también sonó de película aquí. Y ahora sí, ¡a piñón fijo! Volviendo atrás la vista para recuperar un par de temazos de su primer álbum “Koma” como Caer, de nuevo con muy buenos coros por parte de Rafa y Natxo (y la consiguiente respuesta por parte del público, cansado pero no acabado) y la thrasher El Pobre, que sí fue un auténtico desfile de desparrame, especialmente encima del escenario en las partes instrumentales. Juan Carlos Aizpún martilleó cegado su instrumento, con un bombo muy contundente y un sonido impecable, dejándose los putos brazos y demostrando su estatus. Momento de caña burra y porque no decirlo, bastante programada solo para encabronar más todavía al respetable. En las primeras filas, el barullo de colisiones y saltos era imparable, el sudor caía casi a chorros del techo por la condensación y cuanto más se liaba la cosa, más ganas había, y Imagínatelos cagando contribuyó a mantener ese estado de ánimos, aunque sobre todo, al grito por parte de Brigi de ¡¡Sakeo!! que fue de lo más destructivo y amenazante para mi integridad física de todo el concierto. Ya solo faltaba la trasnochada El Sonajero para que la banda se permitiera un descanso de unos poquísimos minutos antes de salir a dar los bises correspondientes que, a tenor de lo visto, iban a estar muy pero que muy concentrados, ya que el concierto superaba ya la hora y media y todavía quedaban muchas grandes por tocar.

A la percusión disparada pronto se unió Juan Carlos, dando un pequeño solo de batería que desembocó en algo obvio: ¡Sé dónde vives! ¡Locuraaaaaa y a doblegar el jodido cuello a ritmo de ese riff tan groove, tan machacón y crudo hasta que se desatornillara del cuello! Qué pasote, en serio. Cuánto tiempo y qué ganas había de escucharla. Brigi salió renovado al escenario con una voz muy sólida y por supuesto, esas miradas de perturbado tan características suyas, aunque siempre ha demostrado que es un cachondo mental. En la parte más calmada, las guitarras con menos electricidad sonaron absolutamente idénticas al disco, tal es la fidelidad sonora que se consiguió en el concierto a lo largo de toda su duración. ¿Y qué se les ocurrió a continuación? Pues ‘empotrar’ algunos de sus más sonados éxitos, de esos que son capaces de levantar los cimientos del recinto / sala por si solos, como la descarada y cuchillera (en todos los sentidos) El marqués de txorrapelada, fusionada con bastante solvencia con Aquí huele como que han fumao y sin encantarse un segundo, terminaron el medley con la primera parte de Mi jefe, que mucha gente gritamos con mucha rabia, ya que muchos somos conscientes de a cuántos HIJOS DE LA GRAN PUTA hay que aguantar en esta vida. Todo esto en unos minutos que representaron un verdadero delirio de energía sobre las tablas, Natxo sonriente, Brigi teatralizando y tocando de muerte, Rafa muy entregado y Juan Carlos como siempre sacando humo a su batería concentrado al 100% sin fallar una.

Volvieron a retirarse tras una sincera despedida, y muchos de entre el público hicieron lo mismo, aunque yo sabía a ciencia cierta que esto no acababa ahí… precisamente porque todavía no había sonado El Infarto. Fue todo un detalle mantenerla fuera del medley que se curraron y tocarla entera, ya que nuevamente insufló en la gente un empuje tremendo, volviéndose a abarrotar las primeras filas conforme se aceleraba el tema a saco, con todo el mundo saltando y cantando esa letra que es otra puta realidad de esta mierda de sociedad. Como dice uno de los temas que me faltaron… ¡¡a hostia limpia!! Porque se avecinaba ese huracán hecho canción, y que comenzó tal cual, con esas guitarras y ese aire sureño que rápidamente, y al grito de Brigi, desembocaron en una frenética batería destructora que sembró la locura de nuevo, esta vez sí de forma definitiva. ¡Sálvese quien pueda! Cegado como un burro, me metí hacia delante para darme de palos con la gente y aprovechar esa movida tan guapa hasta el último segundo. En una de las frases del estribillo se les coló ese ‘bienvenidos a Valencia’, y yo deseo y espero que no sea la última vez que escuchemos eso, lo cual pareció corroborar el propio vocalista con esa frase que lo dejó bien claro… ¡Seguiremos viéndonos!

Con los huesos molidos, el cuello humeante y los pies reventados, salimos a las puertas de la sala para echar el penúltimo cigarrito de la noche y concienciarnos, una vez más, de que todo lo bueno tiene un final y la hora de llegar a casa había llegado… y lo cierto es que era lo que más me apetecía en ese momento, aunque la cosa se alargó un poco más de lo debido jeje. No podría haber nada posterior al concierto que fuese a superarlo, fuese cual fuese el plan, porque lo de Koma aquella noche había estado, incluso después de seguirles la pista y verles en directo desde hace casi 20 años, estuvo sencillamente a otro nivel. ¡¡¡Grandes, grandes y GRANDES!!!

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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