Llegamos con el tiempo demasiado justo y, entre movidas varias y aparcar, llegamos ya pasado un ratito del comienzo del bolo de Rockbender, que terminó por crecer en intensidad hasta convertirse, más que en un concierto, en todo un show. Y es que a pesar de no haberles visto desde el mismo principio, la banda nos conquistó en seguida gracias a su imparable ritmo y la actitud de los músicos sobre el escenario, que en seguida nos hicieron adictos a su sonido. Son, como reza una de sus letras, pura dinamita, sin discusión, y lo mejor de todo es que, al igual que las bandas con las que compartían cartel, se lo creen muchísimo, saben que lo son y no hacen más que demostrarlo sobradamente en directo. Tan solo un pellizquito de su concierto en la Sala 16 Toneladas el pasado Mayo, lo poquito que pudimos ver, ya les auguraba como grandes ganadores en aquella edición, y aquí optaron por repetir la fórmula magistral que consiste en combinar espectáculo visual y energía a raudales. A toda leche sonaban esas palabras de Belo con su voz gritona y aguda, Whisky, chicas y Rock’n’Roll todo un lema que ya animaba a decenas de personas, aunque la asistencia aun no había alcanzado el máximo, a estos chicos les dio completamente igual y lo dieron todo como si estuvieran ante 5000 personas y precisamente este es el secreto de una banda auténtica, otra característica que alcanzó a todas y cada una de las tres que pudimos ver aquella noche. Por ejemplo, mientras Carles (guitarra rítmica) y Alejandro con su vestimenta de camionero le daban caña al headbanging como si hubiesen metido los dedos en un puto enchufe, Alberto se posicionaba cada dos por tres en primera línea de escenario, subido a los monitores y sin parar de solear y calentarnos con sus riffs. Dedicaron a todas las chicas, a las que hicieron gritar justo antes esa La reina del Rock’n’Roll porque se lo merecen tanto como nosotros, y es que por suerte hubo mucho público femenino aquella cálida noche valenciana.
Centrándose en su por el momento único larga duración que tienen en el mercado, ese “Sube el volumen”, que está arrasando, cayeron con gran intensidad Déjame en paz, en la que Belo, que no supo parar quieto ni un segundo, cayó de rodillas al cantar una parte mientras sus compañeros le apoyaban a los coros y Carlos Martínez se desmelenaba a la batería, que aunque no tuvo el mejor sonido, tuvo a un músico encima que se la trabajó a base de bien. El vocalista es un tío, no hay más que verle, al que se le nota el Rock corriendo por las venas, y en ese momento, ya cerca del final, se bajó para darse un paseo por bajo del escenario y en seguida subir a hombros a su compañero Alberto, al que transportó a lomos hasta la barra para que continuara soleando allí con la intensa marcha de Sube el volumen, alargada en su parte instrumental y coronada con un pedacito del Johnny B. Goode de Berry y lo que consiguieron subir fueron los ánimos de la peña hasta el límite, que veían con una sonrisa en la cara el espectáculo que estaban dando estos chicos, despidiendo Belo el show con gritos de auténtico miedo. Puede que no inventen nada realmente o que técnicamente tampoco destaquen en exceso, pero su energía, la fuerza escénica que tienen, el hecho de cantar en castellano y el reconocimiento recibido en los últimos meses por sus muchos triunfos les harán llegar lejos en el panorama nacional, aunque también han hecho su carrera en el extranjero.
Estuvimos tomando algo mientras comenzaba el próximo concierto (para mí el más esperado), templando un poco los nervios de la espera con unas risas y con grandes colegas que estaban allí como Carlos y Popi (sois grandes, ¡un abrazo!) a quienes veo con bastante frecuencia aunque no tanta como me gustaría. Los precios asequibles y la agradable temperatura invitaban a tomar unos cuantos litritos para fomentar todavía más el buen rollo dominante. Poco a poco se iba llenando el recinto, pero no fue hasta minutos antes del comienzo de los Jolly Joker que se formó una buena piña bajo el escenario, pero aun así sin agobios, con el suficiente espacio como para colocarme entre las primeras filas para ver a tope de ánimos, una vez más, a la que hoy por hoy es una de mis bandas favoritas en general. Y lo es por muchísimas cosas, muchos aspectos que valoro enormemente en una banda y que encuentro desperdigados en muchas de ellas, pero muy pocas veces tan unidos, concentrados y bien llevados a cabo como en estos valencianos que son los putos dueños del Hard Rock en el panorama nacional, sin duda alguna. Las ganas aumentaban exponencialmente mientras se colocaba el telón y las bandas laterales con la imagen del último disco “Never say forever”, gira en la que están llevando una parafernalia guapísima aunque por motivos obvios esta vez no estuviese el letrero de luces con su nombre. La banda ya al completo en el escenario y servidor en primera línea de ataque, lo primero que me sorprendió es la ausencia de Luke, sustituido por otro bajista llamado Andy que, según me comentaron miembros de la propia banda, ha dejado el grupo por incompatibilidades en su vida personal. Sea como sea, I am Rock’N’Roll fue un primer envite fantástico, una canción que encajó las mil maravillas por su gran variedad de registros sin salir del Rock clásico que ostentan en su último disco.
La banda no necesita calentamiento. Ya salen a matar desde el primer tema y a nivel escénico fue precisamente Andy uno de los más destacados, con mucho movimiento de melena y con las partes bien aprendidas. Se le veía disfrutar mucho en su primer concierto y con pocos ensayos detrás, su actuación fue digna de aplauso, sin desentonar con el resto del grupo, un Yannick intenso desde el primer golpe de cuerdas y un Alex que, para variar, acaparó muchas miradas por su gran estilo. Al frente, Lane Lazy como siempre en gran estado de forma, interpretando Sidewalks, un tema que nunca falta ni falla en sus directos desde su aparición o haciéndonos cantar Hey you sin dejar que el público se enfriara ni por un segundo, y ya lo creo que lo consiguió, haciendo que cada vez más peña se agolpara en las primeras filas y hubiese que pelear para mantener el sitio. El movimiento general también iba in crescendo, y es que temazos con tanto rollo y tanto feeling como Perfect Life son capaces de levantar a un muerto. Con una sudada ya tremenda, viví el concierto con tanta intensidad como cualquier otro de las tantas veces que les he visto antes, pero a partir de este momento esta subió en general hasta límites insospechados con la gamberra Full of Beans (otro exitazo que nunca debería desaparecer del setlist), en la que Yannick se creció mucho tocando el solo, agachándose, elevando su mástil y subiendo la cabeza con la pasión que le caracteriza mientras el cantante se tiraba por encima toda una lata de birra incitando al desfase. Sin avisar y sin dejarnos asimilar aquello, Alex marcó a toda mecha el inicio de la que Lane nos confirmó: ¡¡¡Fuck it all!!! En la que este último se volvió loco a dar cabezazos, contagiándonos todo ese arrebato para terminar incluso con empujones y cada uno a su puta bola dando bandazos, saltando y haciendo palmas en el momento requerido. ¡Una locura!
Volviendo al “Never say forever”, del que tocaron muy buena mierda, Nasty habits volvía a ese rollo más vacilón que tanto les mola, un tema corto pero muy dado a la participación del público que no bajó un ápice la movida que teníamos abajo. Incluso allí en medio conocí a Vicent, que no hizo falta que me dijese que es también un grandísimo fan de la banda. Nos fuimos al borde del escenario para seguir allí con aquella fiesta que había calentado un ambiente ya de por sí lleno de ganas e ilusión. Lane cogió sus sonajas, que le dieron un ritmo más vibrante todavía a Believe, si es que el solo inicial de Yannick no le hace a uno ya de por sí empezar a bailarla a gusto. Trabajo ‘chapeau’ de Andy, con mucho movimiento mientras el guitarrista se iba hacia la batería de Alex para terminar tocando juntos el tema. Siguiendo más o menos con la misma cadencia, Set my soul on fire es un tema que cada vez que lo escucho me gusta más, le saco más sabor, y me alegró especialmente que sonara aquella noche, creando una atmósfera muy elegante (y ese charles que tanto destaca por parte de Alex). Saltos, patadas, headbanging… Lane Lazy es un torbellino sin freno sobre el escenario, que conquista, convence y además te hace engorilarte más todavía, que se adapta a cada tema para hacer su actuación física y además ahorra fuerzas y adapta líneas vocales con mucha inteligencia. A estas horas su garganta ya estaba al 100%, si bien parece que al principio le costaba un poquillo, no dudaba en pegar grandes gritos y soltar agudos sin problemas. Además, su carisma es algo que se sale del puto mapa, es un vocalista de 10 en todos los aspectos… ¡incluso repartiendo Jack Daniels entre la gente! Unos traguitos de whisky y a seguir con la movida, de nuevo Alex aporreando su batería y haciendo todo tipo de gestos que delatan lo bien que lleva esto del directo, apuntando con su baqueta y dejándose la piel en todo momento, esta vez concretamente con I wanna go.
Hay dos cosas que me ponen muy bruto de este tema, una es el teclado (en esta ocasión lamentablemente no pudo acompañarles Frank Suz) y otra son las fantásticas armonías que le dan un rollo tremendo, y aquí Yannick no falló en absoluto, por no hablar de que me encantan sus partes de guitarra. Este último, especialmente al final, no dudaba en subirse a los monitores a ejecutar sus solos, moló muchísimo verle tan de cerca en Rockin’ in Stereo, que hizo saltar a todo el mundo con su pegadizo estribillo, un gran hit del grupo que garantiza momentos muy destroyer y que al mismo tiempo (tristemente) augura la recta final del concierto. Si no me había desgañitado lo suficiente con este último tema… ¡imaginaos con Dressed to kill, una de mis preferidas! Ardiente feeling en los punteos de Yannick, que estaba justo en el centro del escenario subido al monitor y Lane que no daba abasto cantando y abocando los últimos chorros de Jack Daniels,. Una vez más poder ver el solo de guitarra justo delante de mí me puso los pelos de punta. Pero como siempre les gusta hacer alguna que otra versión currada, y además rara vez las repiten, esta vez la sorpresa fue mayúscula cuando entonaron los primeros compases del Love removal machine de los The Cult (también versionada en su día por los Great White), una elección exquisita como es costumbre del grupo, culminada con un extenso y frenético solo de Yannick que se quedó absolutamente con todo el mundo. Al terminar la actuación, con una empapada de muerte, le dije al propio Lane (de coña claro, no me lo creería ni yo jajaja) que no les volvía a ver más en verano y en Valencia, porque la acalorada que me pillé fue de órdago… ¡¡y con todo ya estoy deseando verles otra vez!! Próxima parada: Ripollet Rock 2019. E-N-O-R-M-E-S.
Momento de descanso mientras me hidrataba junto a mis colegas Kurro, Tere y Kolega y nos echábamos unas risas hablando de absurdeces. Iba a necesitar reponer algo de fuerzas porque el concierto de los Joker me había dejado K.O. Nada, sin embargo, que no se pueda solucionar, aunque es cierto que la panzá que me di en el Rock Fest pesaba. Uzzhuaïa era también un gran aliciente para habernos movido a Picanya, por cierto, a una horita y poco de casa, bastante cerca, así que tendré en cuenta este festival para futuras ediciones. Me quedé algo extrañado cuando un chico me dijo: hostias, ¿y venís desde Banyeres hasta aquí? No sé exactamente qué le parecía tan raro. Será que donde él vive tienen muchos conciertos, porque vamos, aquí o mueves el culo o te comes un mierdón. Y yo no puedo vivir son conciertos. No valdría la pena.
Uzzhuaïa… joder, cuánto tiempo. Solo su nombre me evoca muy buenos recuerdos de hace bastantes años, los mismos que llevaba sin verles en directo hasta este Picanya Rock que me los ha devuelto a los escenarios, aunque es verdad que ya llevan un tiempo girando de nuevo, es la primera ocasión que he tenido de volverles a ver, al menos, 8 o 10 años. Precisamente debían estar haciendo la gira del “Destino perdición” aquel último bolo, y ahora, como homenaje a aquel gran disco que le dio un buen empujón a su carrera, vuelven a su terreno, a los escenarios, para recordar hits de aquel disco y de otros, sobre todo de los últimos que grabaron. Fue una banda que justamente se separó cuando definitivamente les cogí el punto y me engancharon cosa mala, así que la acumulación de ganas que tenía de verles estaba a punto de hacer explosión.
Utilizaron una versión del tema principal de la película Terminator, que para mí siempre es un himno de guerra y me vengo arriba. Pau aparecía fumándose su último cigarrillo y preparando su acústica, que tocaría en varios temas. Y como no podía (ni debía) ser de otra forma, Baja California pegó el petardazo de salida por todo lo grande, cuando Pau entonaba aquello de… ‘Tierra naranja… arena de mar…’ se me pusieron los pelos como escarpias al escuchar de nuevo esa voz en vivo y me dejé llevar, corriendo hacia las primeras filas, más concurridas que en los primeros conciertos pero aun así bastante fáciles de atravesar. La alegría se respiraba en el ambiente, cantando todo el mundo a pulmón roto Santos y Diablos o Cuando ya no quede nada, en la que Pau saltaba junto a alguno de sus compañeros y se dejaba la voz (a ratos incluso justa con tanta emoción jeje) con muchísimas ganas. La banda mantuvo en todo momento una actitud brillante, como diciendo: aquí estamos de nuevo y vamos a haceros enloquecer. Jose L. García a la batería disfrutaba un huevo, moviendo la cabeza y cerrando los ojos, e imagino que dándose un buen baño de sudor por el ambiente, sin duda un músico de primera. No intentes volver atrás era una que no me esperaba, pero la que me cayó casi como un shock fue La mala suerte... subidón increíble, ¡¡qué temazo, qué estribillo, y qué directazo!! Uno de esos momentos en que te da igual dejarte el cuello en el suelo y la garganta de gritar. Tal como yo pensaba, todo un recorrido por recuerdos y nostalgia. Y es que, al presentar 13 veces por minuto ya lo dijo Pau: hay canciones que se pegan y otras que se QUEDAN (o algo similar), gesticulando sin parar durante el tema y contagiando ese buen rollo al público que por supuesto también inundaba a sus compañeros Álvaro, Izzra y Alex. A estos dos últimos les vi no hace tanto tiempo en su otra banda, Capitan Booster, que como ya he dicho muchas veces por aquí me gustan mucho. Y es que básicamente, este festival vino a demostrar con pruebas que en Valencia se hace un Rock clásico y también moderno absolutamente descomunal, por no nombrar otras bandas como estos Capitan Booster, 4 Bajo Zero, Hysteria, Erotic Psycho, Seventh Hell… y un largo etcétera. Lo que hace falta es apoyo, mover el puto culo e ir a sus conciertos para que todas ellas puedan labrarse un futuro.
Hecha esta aclaración que me ha salido del alma (jeje), prosigamos con el concierto de Uzzhuaïa, los cabezas de cartel de la noche. El sentimiento en los temas en la banda cuenta lo mismo que esos cortes más cañeros y desenfrenados, pero siempre sin perder esa esencia de Rock clásico. Una historia que contar, muy cantada también (y muy bailada por un público ‘on fire’) y batería a tope por parte de José, más concentrado ahora dio paso a un rato más relajado en el que sonaron temas como La flor y la guerra o Magnífico fracasado, ambas llenas también de ese halo de melancolía en las que Pau cogió la guitarra para acompañar a Alex e Isra. Y por cierto, qué bien toca, no lo recordaba pero es cierto que haga lo que haga la pasión siempre le acompaña. Subiendo un poco las vueltas, pero no demasiado, tocaron otra que, pese a ser uno de los singles del disco, no esperaba tampoco, Bailarás en el infierno. ¡Cojonuda, si señor! Un tema que se sale incluso de su estilo, pero que tiene un pulso de puta madre (mejor de lo que pensaba) incluso para el directo. Aquí moló mucho el solo de Israel Ferrer, pero más todavía en Blanco y Negro, que puso otra vez a Pau al límite de su voz pero que el vocalista sacó con gran talento. Goteo de clásicos que comenzaba a caer mientras disfrutaba como un cosaco junto a mi colega Popi, como la esperadísima Destino perdición (qué queréis que os diga… los pelos de punta) y No quiero verte caer, que fue un bombazo para hacer explotar al público mientras Alex e Isra se flipaban y juntaban sus mástiles llenos de energía. Las sonajas de Pau, de nuevo, le dieron un ritmo extra vibrante al tema, si esto es posible. Cuando salieron tras el telón, a algunos no nos cuadraba la cosa ni por temas ni por la hora, y de hecho no tardaron demasiado en salir, con un discurso de Isra bendiciendo el Rock’n’Roll y Pau repartiendo camisetas mientras algunos entre el gentío pedían la baqueta de Jose, que de repente empezó a darle cera a su instrumento, y aquello olía a… ¡¡Desde Septiembre!! ¡Buaaaah que locuraaaa! Pau se esforzó mucho en ella, usando ya sus últimos cartuchos, y por supuesto, sus grandes dotes artísticos, que brillaron con luz propia durante todo el concierto, aunque la colaboración del público también fue casi ensordecedora (también tenemos que ponernos alguna medallita, ¿no? Jeje). ¡A toda hostia! La ovación fue enorme y merecida, pero todavía guardaban un as en la manga, un single archiconocido llamado Nuestra revolución, en la que incluso el cantante giró el micro hacia nosotros para que la cantásemos, cuando no estaba en un lateral del escenario pasándoselo a una niña pequeña a quien intentaba enseñarle el estribillo. Seguimos apostando por el Rock’n’Roll.
La ración de aplausos, oes, y gritos de ¡otra, otra! fueron más que merecidos, ahora que nos habían metido ese chute de Rock lleno de clase e irrepetibles melodías en vena no podíamos parar, pero desafortunadamente la hora había llegado, al tiempo que Pau, Isra, Jose, Alvaro y Alex se despedían tremendamente agradecidos por el calor y la compañía. Ciertamente, después de esta subida de adrenalina lo último que me apetecía era conducir, así que nos quedamos un rato haciendo el monguer por el recinto y saludando a colegas. Por cierto, ¡al final pude hacerme una foto con Lane Lazy y Alex Rayder de Jolly Joker! Les pillé justo cuando ya se piraban, y es que ayer sábado tocaban nada menos que en el Can Mercader Festival de Barcelona… Una hora de su música se me quedó cruelmente corta, pero en no demasiado tiempo repito. Respecto a Rockbender, un enorme aplauso para ellos por encender el fuego de la noche y liarla tan parda, y de Uzzhuaïa… solo decir una cosa. En el Leyendas no pienso perdérmelos por nada del mundo. Han vuelto con unas ganas tremendas, y mi mayor deseo es que sea para quedarse. Al menos ya me pude quitar ese monazo de tantos años, pero como decía antes, necesito mucho más.
Estas son las noches que le dan la vida a uno. Calor, cielo abierto y Rock’n’Roll electrizante. No creo que pueda haber algo más gratificante y revitalizador a pesar de las curradas rompe-vértebras que me pego. Y si lo hay, yo no quiero saberlo.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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