Entrar en el recinto del Rock Fest, grande y tan lleno de recuerdos y experiencias pasadas que han quedado flotando en él como esencia etérea que busca de nuevo a los Metaleros para filtrarse en ellos e inducir ya de primeras el buel rollo de anteriores años, es siempre una experiencia brutal, ver como se extiende ante uno el que prácticamente será su hogar y su familia durante largos días de calor extremo y Metal. Y esto año, nada menos que cuatro días, aumentando en uno las ediciones anteriores. Todo un reto para la resistencia humana por si no lo era ya suficiente con tres jornadas. Pero como siempre, no hay vuelta atrás y solo hay un lema posible: A MUERTE. Sí señor, hasta caer de putas rodillas sin respiración. Porque la vida ya es lo suficientemente mierdosa como para que en un lugar donde solo existe felicidad no exigirse al máximo y que luego no vengan los arrepentimientos. Este año parecía haber mejorado el sistema de colas, pese que al final de estas hubo un pequeño lío a la hora de separar a asistentes con pulsera y sin ella. Al menos no tuvimos que perdernos ningún grupo. La hierba de la cuesta todavía verde, la gente con una sonrisa en la cara y muchas expectativas y un sol de justicia eran los primeros factores de los que uno se percataba.
Buscamos refugio en la sombra de un árbol. Estamos hablando de las 17:00 de la tarde y, pese a que era el día que más tarde comenzaban los conciertos, el calor era muy agobiante a falta de aclimatarnos con el tiempo, y el cartel tremendamente intenso formasen parte de él menos bandas. No pasó mucho tiempo hasta que nos encontramos con dos de los colegas con quienes más tiempo de Rock Fest íbamos a compartir: Marcos y Elena.
Los catalanes Kilmara tuvieron a la vez el honor y el gran reto de participar y abrir el festival, todavía con sus pormenores en el sonido y con una temperatura que superaba la aconsejable para sobrevivir mucho tiempo a pleno sol. Pero desde luego, no iban a echar por la borda dicha gran oportunidad de llegar a una cantidad de público que, incluso a esas horas, podría perfectamente cuadruplicar la que supuestamente pueden llegar a tener en sus conciertos de gira. Dicho esto, nos situamos a una distancia considerable del escenario, a la sombra, y presenciamos desde allí la actuación del disco. Para mí era la primera vez. Kilmara hacen un Heavy con riffs bastante contundentes y una voz particular que domina varios registros. Con cuatro discos en el terreno, ya dominan los escenarios como demostraron en Rock Fest, desplegando temas como The end of the world o una que posee su propio videoclip, Out of the darkness. De esta última, sus melodías vocales y la cadencia de los riffs me recordaron a una banda en concreto, Brainstorm, de quienes poseen claras influencias. Muy bien a nivel escénico, no dudaron en aprovechar todo el espacio del enorme escenario que se les brindaba y, aun con poca gente viéndoles, dieron el callo a base de bien, tocando varios cortes de su último disco “Across the realm of time”, pero también nos regalaron alguna de su anterior trabajo, como The Break up: de nuevo la contundencia se basaba principalmente en la batería de Éric Martínez, que le metió con ganas desplegando todas sus habilidades. Un concierto corto, tan solo media hora de actuación tampoco les dio para mucho, pero solamente con dejarse conocer ante el público de tan enorme festival ya debería ser plato de buen gusto para ellos, y salieron bastante contentos, recibiendo buenas críticas en general y un buen puñado de aplausos bien merecidos.
Clasicazos de la NWOBHM donde los haya, Raven ya saben de qué va esta movida sobradamente, y salieron al escenario a romper, con muchísima energía, los tímpanos de los que estábamos allí para verles, y no precisamente por sonar mal, ya que la claridad en el sonido fue una de las virtudes de aquel show que tiró fuerte con temas al principio como Take control o Destroy all monsters, corte que abre su “ExtermiNation”, último trabajo de una banda altamente experimentada, el nº 13 de su carrera y aun así un discazo que quita el hipo. ¡No dejéis de escucharlo! Los hermanos Gallagher se zamparon el escenario, el uno con la guitarra sin dejar de dar cabezazos y el otro sin parar de aquí para allá mamporreando su bajo, sonando a puro Metal y regalándonos también unos cuantos clásicos de los de toda la vida de una banda que, por otra parte, siempre se ha mantenido en terrenos más underground pero calidad y potencia de directo tienen para parar un tren. De hecho, incluso eché de menos algún tema más de su más reciente lanzamiento entre tanto clásico como Hell Patrol y All for One, que nos tuvo partiéndonos la chepa entre los guitarrazos de M. Gallagher y sus gritos agudos que, por cierto, conserva bastante bien, ya que es capaz de llegar a la mayor parte de las notas que exigen estos temas. La formación de Power Trio les sigue funcionando a las mil maravillas, no hay más que ver cómo se compaginan en directo. El batería es un puesto que ha tenido innumerables ocupantes, pero no por ello hemos de pasar por alto el demoledor trabajo de Mike Heller, actual músico que les acompaña. Los hermanos, por supuesto, demostraron un gran control, chocando guitarras y acercándose entre ellos para apoyarse mutuamente mientras caían una tras otra Hung, drawn and quartered, On and on y Top of the mountain. Parecía que el sol quería dar un pequeño respiro, así que la fiesta se animó bastante de cara al final, pisando a saco el acelerador con Faster tan the speed of light un tema de su segundo disco “Wipe Out” que nunca falla en directo a toda castaña y con gritos destroyer y para terminar su concierto, un medley bien bueno formado por temas como Born to be wild o It’s a long way to the top (If you wanna Rock’n’Roll) de los AC/DC.
¿He mencionado por ahí arriba lo de no fallar en directo? Os diré otro ejemplo de verdadero Metal asesino que jamás dan su brazo a torcer: los germanos Primal Fear, que son un auténtico batallón de la muerte cuando pisan un escenario. No dieron tregua al intenso calor de más de 30 grados y abrieron fuego nada menos que con Final Embrace, uno de los mejores temas Power que han compuesto jamás y que ya llevan unos años utilizando en esta posición, para continuar con Angel in Black, en la cual la voz de Scheepers ya terminó de coger color y potencia al 100% (es que empieza con un tema complicado, el jodío…) mientras, al ritmo que su colega Michael Ehré (quien por cierto, también está en la formación de… ¡¡Gamma Ray!!) demostraba que lo suyo es machacar a saco con Running in the dust y Face the emptiness. No hubo tregua para el poco tiempo que tuvieron, eliminaron los medios tiempos y temas más lentos de anteriores setlist, como por ejemplo el del pasado año en Madrid, y se centraron más en la velocidad, complementada por los esfuerzos del vocalista por animar y agradar, paseándose por la pasarela hasta el centro, levantando los brazos y haciéndonos cantar notas imposibles para un mero mortal, pero no para él, que es sin duda uno de los mejores de nuestros tiempos. Y por cierto, un placer compartir este bolazo con Porti y Doria, grandes compañeros de festival con quienes repetiría en varias ocasiones. De nuevo bombo sin parar en Nuclear Fire y puños levantados para recibir los solos y riffs de esa pareja de killers que son Alex Beyrodt y Tom Naumann, aunque eché de menos a Magnus Karlsson encima del escenario y la verdad, no sé por qué no estuvo. El bueno de Ralph parecía que se iba a asfixiar de calor con su chaqueta, pero nada más lejos de la realidad. Cada vez fue capaz de lanzar agudos más al límite, y con más frecuencia de lo habitual a pesar de las condiciones climáticas que parecían no afectarle. Mat Sinner se mantuvo en un discreto lugar, aunque cuando se acercaba al público, todos se rendían a sus pies, ya que es difícil encontrar un bajista con más clase que el. Estos son otro ejemplo de calidad en su último trabajo, el “Apocalypse” (100% recomendable también), del que cayeron Hounds of justice y King of madness, aunque se eliminó, supongo que por su duración el Eye of the storm que tanto me mola. De nuevo nos incitaba a cantar con The end is near, con unos coros bien hechos y en Chainbreaker, clásico a muerte, con los puños en alto y terminando los cuatro músicos, Ralph, Mat, Tom y Alex juntos para preparar el envite final con Metal is forever, pura síntesis de lo que es el estilo e ideología de la banda. ¡¡Por muchísimos años más Primal Fear, enormes!!
Turno de otro alemán, más perro viejo incluso que los anteriores y con más mundo rodado, el bueno de U.D.O. Dirkschneider, de nuevo con su formación reciente y olvidando ya definitivamente los temas de Accept que durante tantos años llevó en su setlist. Sí, sé lo que vais a pensar algunos: son las bandas de siempre. Puede que tengáis razón, pero no me negaréis que siguen triunfando allá donde vayan. Como podéis ver, el cartel del jueves estaba plagadito de Leyendas, y que mejor que el pequeño gran hombre formara parte de este. De nuevo con mi chica, Porti y Doria empezamos disfrutando a piñón, con muy buen ambiente, de Tongue Reaper que forma parte de su último lanzamiento “SteelFactory”, cuya portada ilustraba el telón de fondo, y otras como Mastercutor (que ya se ha convertido en una fija en sus shows) o Independence Day. Caña frenética, aprovechando cada minuto de su actuación, la formación brilló a gran nivel, desde los guitarristas Andrey y Dee Dammers hasta Sven, hijo de Udo, quien ocupaba el puesto a la batería. Desde luego ha heredado la energía de su padre en su momento, porque estuvo muy activo, con mucha actitud y gozó de un sonido fantástico para su instrumento. Se nota que el público adora al icono del Heavy Metal, pues ante cada guiño de este, todo el mundo respondía con gritos y manos en alto, aunque también en Vendetta, que fue igualmente una de las más coreadas con ese estribillo tan facilón pero efectivo. No, la gente no se cansa de verle en directo. Por mi parte, todos los conciertos en los que le he visto han sido excelentes, y para este no tenía menores expectativas. Siguiendo con temas propios (y no escucharíamos otra cosa), cayeron la reciente One heart one soul mientras todos los músicos se acercaban vacilando hacia la pasarela para encararse con nosotros, continuando con la centelleante Animal House que subió un par de grados la temperatura. Si bien a nivel vocal sigue siendo aceptable, el movimiento del vocalista en el escenario es cada vez más limitado, aspecto que equilibran y cubren de maravilla su bajista y los mencionados guitarristas, que se recorren el escenario de punta a punta y cambian posiciones continuamente para crear más sensación de energía. Y desde luego, sabe de sobra de quién rodearse, pese a que la formación es relativamente nueva, se interpretaron de maravilla en la recta final Holy, Man and Machine y They want war un tema del 88 ya conocido de sobra por todos sus fans con ese inicio tan épico y tan cantado y con las partes pregrabadas incluidas mientras los guitarristas hacían su numerito con los mástiles. UDO es uno de esos imparables luchadores del Heavy Metal que tiene el éxito que con tan dura pugna ha conseguido ganar.
Y ojo, que se acercaban tres de los conciertos más esperados de la edición, realmente los que subían el interés varios enteros de este jueves en relación a que no son bandas tan sencillas de ver. La primera es ni más ni menos que Demons & Wizards, la banda fundada por Hansi Kürsch (Blind Guardian) y Jon Schaffer (Iced Earth), dos músicos punteros en su estilo y con un carisma que está de más recordar: lo suyo era verles actuando en vivo. Desafortunadamente, el hambre y el cansancio nos obligaron a parar el carro en algún momento y este coincidió con los primeros temas del concierto, entre las que escuché con mucha rabia por estar perdiéndomelas Rites of Passage o Poor man’s crusade. Desde las pantallas obviamente no se pudo apreciar gran cosa, pero se podía distinguir entre la sobriedad de Jon en directo y una mayor carga de movimiento en su compañero Jake, también en Iced Earth, que se cargó los solos a la espalda. Cuando por fin nos acercamos, vimos su impecable forma de tocar, mientras que se me hizo rarísimo ver a Schaffer con el pelo corto, muy envejecido y un tanto apático. En cualquier caso, su peso en la banda está fuera de toda duda, al igual que sucede con Hansi, como siempre tan sobrio y tan correcto con pinta de padre de familia pero que por alguna razón consigue encantar a su público. Por cierto, he de hacer un inciso en este punto, y es que el alemán cantó a las mil maravillas, con unos agudos enormes que hacía mucho tiempo que no le escuchaba, y afinando bastante bien, nada que decir en su contra, aparte de que se encargó de ser el frontman, eso sí, con mayor o menor acierto. Creo que cayó alguna más, pero de Iced Earth me encantó I died for you, uno de los temas más personales de toda su carrera, cantada por Hansi con mucho sentimiento y sorprendiendo por lo bien que se manejaba en este terreno el vocalista. Hasta ahora los temas habían sido más o menos técnicos, con una batería potente que retumbaba gracias al doble bombo tan compacto, pero llegaba el momento de la caña sin más pretensiones, esa que te obliga a agitar la melena como si estuvieses poseído: ¡¡Valhalla!! El griterío general fue de escándalo y la gente, algo estática hasta el momento, explotó de alegría, tanto que todo el mundo cantó todas y cada una de las notas del tema, incluso cuando la alargaron con el estribillo y Hansi con sus palmas. No sé hasta qué punto cuajaron entre el público. A mí en concreto me gustan sus dos discos, y creo que la elección de los temas fue buena por lo escuchado, pero lo cierto es que nunca les he tenido como una banda icónica ni me han llegado a enganchar a morir como lo han hecho los propios Blind Guardian o incluso Iced Earth en su momento. Lo que no se puede negar es que era el caramelo del día junto a la siguiente actuación. Pero antes de ponerme con esta, quedaban los bises, esa Blood on my Hands que tanto gustó y por supuesto, la tierna Fiddler on the green, mi mayor amor de esta banda. Pese a ser dos temas bien distintos, encajaron a la perfección el uno con el otro y dejaron un buen sabor de boca general pese a que el sonido fue bastante mejorable (las teclas de Van Den Broek apenas se escuchaban a ratos).
Ya estábamos algunos frotándonos las manos de pura impaciencia y placer por ver de nuevo al Rey Diamante en acción después de 3 años de su paso por estas mismas tierras en un concierto que dejó huella en nuestra memoria por el decorado, la escenografía, las actuaciones, los extras… y este año en este sentido auguraba ser mejor todavía. Y desde luego, pinta tenía. Lo prometido es deuda. Un escenario de ¡¡3!! pisos, con cantidad de detalles, juegos de luces, puertas, escaleras, murallas… lo tenía absolutamente todo para crear un ambiente magnífico, pero lo que más destacó de todo fue ver a Diamond ya de primeras como esperándonos sobre el escenario. Ya os podréis imaginar la cantidad de tontomóviles que había grabando durante la introducción. Increíble… (y lo digo en tono despectivo). Yo tenía los ojos como platos y pronto mis oídos se pusieron al mismo nivel cuando sonó The Candle y otra tan clásica como Voodoo aunque sin duda poco esperada, y el espectáculo empezó a lo grande, rebosante de ostentosidad y medios, con una corista en el primer piso y una actriz de lo más polivalente que sirvió a King Diamond y los suyos para dar vida a las composiciones que sonaron. Arrival me volvió literalmente loco, y más cuando estábamos viendo cosas como una muñeca diabólica, una monja poseída o al propio Rey saliendo de un ataúd en un espectáculo brutal. Me odiaría a mí mismo si me hubiese perdido algo así… no daba crédito a lo que veía. El estado vocal de Diamond es brillante. Tal vez no llegue al 100% de los tonos de toda la vida, pero su registro vocal sigue siendo fino, variado e imprevisible. Y por supuesto, único en el mundo, le pese a quien le pese, es inimitable. También en el segundo piso teníamos a un monstruo de la batería como Matt Thompson, que a mí me consiguió impresionar. A su instrumento desde luego no le faltaba ni un solo añadido, y se le vio disfrutando enormemente, es de la clase de baterías que me flipan en directo por su empuje.
Tralla pura, Heavy Metal con sabor añejo de la mano de A mansion in the darkness dio paso a la archiconocida Behind these walls. Muchos me comentaron que el setlist les descolocó un poco, pero a mí me encantó, porque para escuchar los temas de “Abigail” ya le tuvimos haciendo la gira aniversario de dicho disco. Y aun así como veis más de una cayó. La tercera en discordia la guardó para el final. De momento, y desde su siempre idolatrado “Fatal Portrait”, Halloween sacó los mayores alardes del vocalista, mientras mano a mano, cada uno a un lado del gigantesco escenario, Mike Wead y el portento Andy Laroque impartían quintales de maestría a las guitarras, junto al no menos hábil Pontus Egberg con su bajo, realzando la oscuridad reinante con sus punteos que se escuchaban de lujo. Gran sorpresa cuando King nos dijo que iban a tocar un tema que aparecería en su próximo doble disco de estudio, y se llamaba Masquerade of Madness. En las melodías y el halo de clasicismo se nota a la legua que la banda no pretende cambiar su sonido ni un ápice, lo cual siempre es de aplaudir. Mike estuvo lidiando incluso… ¡con dos guitarras distintas! El vocalista tenía buen fuelle y muchos ánimos, ya que no dejó de subir y bajar por aquellas escaleras de locura mientras entonaba de forma muy eficiente temas como Welcome home o The invisible guests, culminando con una sorpresa inesperada como The lake, la cual según nos comentó el frontman danés, habían interpretado muy poco en sus directos. Otro dulce para el paladar de los amantes del “Fatal Portrait” entre los que me encuentro. Lo cierto es que todavía eché de menos varios temas de este. La actriz, ahora en el piso de arriba, hacía bailes exóticos sirviéndose de dos adornos, mientras en la planta baja, la banda interpretaba Burn (muy pocas también del “The Eye”) y, haciendo honor a una de sus frases, en la parte superior de las escaleras, el vocalista, con el corpsepaint habitual, bigote y unos andares calculados al milímetro, lució su gran variedad de registros por última vez con la ‘Abigailiana’ Black Horsemen. Que no os quepa duda, este concierto fue un espectáculo bestial en todos los aspectos, la iluminación, el humo, la vista tenue del escenario, la seguridad de Diamond, los músicos… tal vez un setlist con alguna carencia pero igualmente insuperable en conjunto. Lo más grande de aquella noche.
Porqué tal vez, y solo tal vez, podrían haber sido esos GRANDES los mismísimos W.A.S.P. que tocaban a continuación. Eso sí, para que esta suposición se cumpliese, antes nos tendríamos que ir al menos 20 años atrás en el tiempo. Porque ya lo demostraron en el Leyendas del Rock del año pasado y en Rock Fest me lo corroboraron: los americanos no están ni de lejos en su mejor momento. Actualmente me parece flojísima la gira en cuanto a setlist, actitud y montaje para una banda de su estatus. Técnicamente se nos presentaron como los cabeza de cartel de aquella noche, pero sin duda no tuvieron nada que hacer frente a actuaciones tan notables como la del citado King Diamond o la de Primal Fear. La cosa es que el concierto abrió de forma muy prometedora con una explosiva On your Knees que sonó fuerte y arrolladora, batería descomunal y guitarreo intensivo, con un Blackie que parecía bastante animado, aunque en seguida perdió fuelle. Cantó bastante bien L.O.V.E. Machine, uno de los mayores trallazos de la noche que encendió al respetable, bastante numeroso a pesar de las horas. Pero con Crazy, a pesar de ser una balada muy currada, la cosa empezó a decaer y no por el hecho de que el concierto perdiera velocidad, porque The Idol estuvo rebosante de feeling, con grandes coros a cargo de Mike Duda y Doug Blair, quienes hicieron una actuación espectacular en todos los sentidos, mientras Mr. Lawless desaparecía momentáneamente del escenario en la parte instrumental. Uno de esos cortes en los que no puedo evitar que se me ponga la carne de gallina.
El problema es que Blackie iba empeorando a cada paso a nivel vocal y esto fue haciendo mella en el desarrollo del concierto. Apenas se movía, daba pasos cansados adelante y atrás para encararse con el batería y volver a su posición, todo lo contrario que Mike al bajo, que estuvo electrizante durante la hora de show, dando carreras, saltos, girando la melena… una actitud de pura juventud a pesar de sus años y una actuación técnica de 10 que dio mucha luz a la parte visual en temas como el cover I don’t need no doctor (John Mayer) o la potente Arena of Pleasure. Por suerte el setlist estuvo escogido con más gracia que en la actuación del pasado año en el Leyendas y eso le imprimió muchísimo más ritmo al bolo. Tras un pequeño parón, reaparecían a golpe de motosierra con Murders In The New Morgue (Chainsaw Charlie) que nos devolvieron instantáneamente las ganas de saltar y corear a lo loco (y es que me encanta la contundencia de su estribillo). Ya con Wild Child, otra de mis favoritas, los problemas de voz de Blackie se ponían de manifiesto, fallando estrepitosamente en las partes altas y comiéndose varias estrofas… y en I wanna be somebody, la gran estrella de sus conciertos a nivel de reconocimiento por parte del público, el frontman no podía ya con su alma y prácticamente nos dejó cantar todo el tema para ocultar sus carencias. Menos mal que la potente batería de Brian Tichy (músico de directo para las fechas europeas) permitió que nos fijásemos en su gran calidad y no en los puntos negros. En definitiva un show correcto, con un sonido muy irregular y músicos muy ardientes, pero muy lejos de otras veces que les he visto, en donde han conseguido que me desgañitara cantando (y ya deben ir como 8 o 9).
Supuestamente, día de presentación del Rock Fest Barcelona 2019, pero no por ello menos intenso. Un gran manjar de bandas clásicas con un sonido muy bueno en general salvo puntos concretos y uno de los mejores recuerdos: toda la peña con la que nos encontramos allí, que le dio un extra de aliciente a los conciertos. Siento que no haya crónica de Ankhara, para mí eran los de menor interés del día y encima a última hora... mala combinación. A pesar de mi extraño “descoloque” en algunos grupos, lo pasé de destripe, aunque luego la vuelta a casa fue una auténtica pesadilla: más de 40 minutos esperando al N6 (bus nocturno), que además casi revienta de tanta gente. Una mala organización en el transporte que añadió mucho tedio a nuestras ya de por sí extintas fuerzas, provocando que llegásemos a casa pasadas las 3:30, con lo que teníamos muy poco margen para descansar y reponer energías para el día siguiente que, para más INRI, comenzaba bien temprano e iba a ser uno de los más intensos de todo el festival.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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