miércoles, 10 de julio de 2019

Only for TRUE WARRIORS (Rock Fest Barcelona 2019, Viernes 05-07-19, Parc de Can Zam, Santa Coloma, Barcelona)

Segundo día de los cuatro que íbamos a disfrutar. Como ya comenté en la primera crónica, en esta edición del 2019, el número de días pasaba de los tres habituales a los cuatro, aunque ya se ha anunciado que, en el 2020, se volverá a la primera cifra. No estoy completamente seguro el porqué de esta decisión. Bien podría ser el gran bajón de asistentes de este año, bien por el excesivo sufrimiento que se padece durante tanto tiempo… pero a decir verdad, y salvo por el gasto extra que ello conlleva al asistente (subida del importe de la entrada, alojamiento, parking, comida, priva… etc.) yo hubiese optado por mantener esos cuatro días. De hecho para mí cuantos más mejor, aunque más de uno no estará de acuerdo, pero para gustos los colores. Todo esto que os acabo de explicar se contradice precisamente por mi estado el primer día. De alguna manera, y no sé exactamente por qué, el jueves me encontré descolocado, posiblemente por el extenuante calor o por la intensidad con la que viví las bandas de aquel día, lo cierto es que llegué a casa totalmente descompuesto. No me perdí ninguna de las bandas que me interesaban, pero a la vuelta me pasó factura, sobre todo por culpa de la MIERDA del transporte público, y más concretamente de los buses nocturnos que nos tuvieron casi una hora de pie esperándoles, más dos horas y pico de trayecto. Si a esto le añadimos el brutal calor de Barcelona, la humedad y la falta de costumbre, el viernes me levanté con dudas muy serias sobre si iba a sobrevivir aquella jornada o salir del festival en camilla. En cualquier caso, las dudas no me hicieron amedrentarme, ya que el cartel del viernes se presentaba sumamente interesante desde el principio y no pensaba perderme nada interesante bajo ningún concepto, ni siquiera de salud.

Nada más llegar a Santa Coloma vía metro, comprobamos que por suerte no había cola para entrar, todo iba mucho más ligero que el jueves, y los registros eran muy básicos junto con la comprobación casi inexistente de la pulsera de turno (que por cierto, este año es horrorosa). Con este plan de promover la fluidez en el acceso, nos adentramos muy rápidamente en el recinto, bastante vacío todavía, lo cual nos permitió llegar muy adelante en el concierto de uno de los nombres imprescindibles para mí de esta edición, los británicos Thunder. Desgraciadamente tuvimos que perdernos a los escandinavos Beast in Black, pero por suerte ya habrá ocasión de echarle un ojo y varios cabezazos en el Leyendas. Pero sin duda, lo de estos ingleses es de puto libro, una actuación absolutamente fundamental. Y lo dice uno que reconoce vergonzosamente haberles conocido por primera vez en el Leyendas del año pasado… pero sin duda desde entonces ha sido una de las bandas que más ha sonado en mi equipo a todo volumen. Un grupazo increíble… ¡¡¡BUENISIMOS!!! Calidad máxima para abrir el día pese a los esfuerzos del calor para echarnos atrás. Danny Bowes se presentó ante nosotros con las primeras estrofas de Loser, con un feeling descomunal, una voz increíblemente depurada y perfecta para los años que lleva de carrera, y es que el tío sabe enamorar a primera escucha, subiendo un par de puntos incluso en Higher ground. Es un vocalista que no pasa su encanto en rápidos movimientos o piruetas varias, pero en sus gestos, en sus guiños y en su rostro se puede apreciar pasión en estado puro al cantar. Hicieron un setlist muy cambiado respecto al que vimos en Villena en 2018, lo cual es de alabar en tan poco tiempo, hay bandas que se tiran con el mismo varios años, y en cambio aquí tuvimos, por ejemplo, On the radio, del 2008, pero también Backstreet Symphony y buah… no os podéis imaginar el jodido subidón que me dio escuchar los primeros acordes, que rollazo y elegancia suprema tienen esos riffs de Luke Morley junto a los teclados de Ben Matthews… incomparables.

Con un toque de humor, muy comunicativo y animando continuamente, Danny continuó prendándonos de su magia con la cachonda The devil made me do it, pero el resto de músicos también fueron absolutos protagonistas en Another life. DIOS, pero que puto feeling colegas… los pelos como escarpias con las guitarras semidistorsionadas de Luke y el bajo de Chris Childs guiando la soberbia melodía, lenta, con mucho soul… el que no sepa ver aquí la clase absoluta hecha rock’n’blues mejor que se dedique a pelar pipas que se le dará mejor porque es de lo más grande que vi en todo el festival. Unos minutos totalmente absorbentes que pasaron como segundos. Continuó igual el rollo pero con un poco de aceleración con I love you more than rock’n’roll (¿es esto posible? Jeje), con un sonido algo falto de volumen pero muy pulcro como el que se pudo disfrutar en la mayoría de conciertos. Iban ya justos de tiempo, pero el propio Danny nos preguntó si queríamos algo más, y acto seguido se sacaron de la manga esa Serpentine que nos encantó y con la que bailamos y coreamos junto al vocalista bajo el devastador sol de Santa Coloma hasta quedarnos secos. La anécdota vino ya hacia el final, cuando Bowes se pilló un buen cabreo mientras Rage probaban la batería. Les gritó e incluso se asomó al escenario para pedir, de forma bastante contundente, ‘cinco putos minutos más para terminar el show’. Lo cierto es que esto no fue la primera vez que ocurrió, y me dio bastante rabia. Pero pelillos a la mar, por fin la banda tuvo oportunidad de tocar como es debido, y se despidieron con Dirty love por todo lo alto, especialmente notable la ovación que les dedicamos desde el público, llena de silbidos, oes, berridos… sin duda una de las actuaciones más vitoreadas, una hora de bolo que parecieron 5 minutos, tan enorme fueron los temas y el ritmo de esta.

Rage han pisado ya el Rock Fest en varias ocasiones, en distintos formatos (incluido bajo el nombre de Refuge) pero nunca como en esta, con el acompañamiento instrumental de una orquesta, concretamente la Barcelona Rock Orquesta, lo que convertía a este en un evento imprescindible. Por inmensa suerte, a última hora hubo un cambio en los horarios, y evitaron el solapamiento entre estos y Candlemass. De otra forma, me hubiese visto forzado a perderme la actuación de Peavy Wagner y compañía que, por lo que he comprobado ya en varias ocasiones, siempre dan el do de pecho en cada actuación. Incluso con esta formación que no es tan popular como cuando Smolski o la bestia Terrana formaban parte de ella, íbamos a formar parte de un concierto excelente, con un setlist renovado, adaptado y pensado para la Rock Orquesta. Por lo tanto, estaba claro desde el principio, cuando tocaron From the cradle to the grave (a continuación de la introducción correspondiente) que el “XIII” iba a tener muchísimo peso y lo corroboramos con la melancólica Days of December. El disco en cuestión, del 1998, fue el siguiente en salir tras el exitoso “End of all days”. Por suerte tuve la oportunidad de disfrutar del concierto con un fan de la banda como Gorka, gran conocedor de la historia de la banda con quien compartí un gran momento intercambiando datos y opiniones, así como también con Porti y Doria. Siguió un compendio de las partes de Changes, en las que la voz de Peavy destacó con especial fuerza, esforzándose mucho para bordar incluso las partes más difíciles, y caminando con mucha seguridad con su bajo por el escenario. La batería de Vassilios Maniatopoulos sonó como un cañonazo, aunque con demasiada presencia ya que prácticamente se comía a la orquesta. Esta última, formada por alrededor de 30 piezas, estaba dirigida por un auténtico maestro que vivía cada golpe de batuta al máximo, dando mucho aspecto teatral al bolo y por supuesto, muy musical, sobre todo en las partes en las que las guitarras, percusión y bajo se convertían en un susurro y asomaban ahí los violines y los vientos. Hardblood, con la contundencia de su estribillo nos hizo a todos dejarnos los pulmones cantándola, y Over and Over e In vain (I won’t go down), que tuvo un precioso final orquestado, confirmaron al 100% que se estaban marcando en orden y completo el mencionado “XIII”. Immortal sin llevó a uno de esos momentos sorprendentes en el que un invitado salió a tocar el didyeridú (no estoy seguro de si era exactamente este u otro instrumento) haciendo todo tipo de sonidos graves y acompañando a la banda en su último sprint con Just alone antes de hacer explotar al gentío con la (previsible) Higher than the sky, único tema de fuera del “XIII”. A pesar de que no captamos aquí la tralla que suelen destilar los alemanes Rage, fue un concierto muy curioso, único y digno de ver, especialmente acompañado por tan buena gente.

Rápidamente, nos fuimos poco antes de la despedida hacia las barras a refrescarnos con agua, que era para lo único que nos daba el presupuesto. Y es que el cartel del viernes ofrecía muy poca tregua, daba miedo de lo petado de grupazos que estaba y claro, uno no puede quedarse quieto ante nombres tan colosales como los siguientes en orden: Turilli / Lione Rhapsody, simplemente Rhapsody a partir de ahora, ya que no es más que la formación original (Fabio, Lucca, Dominique, Patrice y Holzwarth) pero sin el teclista Staropoli, instrumento que llevaron pregrabado. El calor era durísimo, y aunque podría haberse notado para mal en la actuación, Luca y los suyos de nuevo nos hicieron morder el polvo a base de grandes temas, aunque eso sí, con una selección y orden algo raros y arriesgados, por qué no decirlo. Bastantes temas del nuevo disco “Zero Gravity (Rebirth and Evolution)” que a pesar de ser una joyita, dejó descolocados a la mayoría de los asistentes, y algunas carencias de clásicos (cosa que a mí a estas alturas me la suda, prefiero escuchar casi temas más rebuscados que los mismos de siempre) provocaron que el concierto no terminase de triunfar como lo han hecho algunos anteriores en los que he estado. La misma introducción del Phoenix Rising sirvió como lo propio para el concierto, mientras un gigantesco telón con la portada del disco adornaba el telón ante el cual los músicos de Rhapsody desplegaron todo su potencial. Fabio se dejó la piel, literalmente, bajo el sol abrasador, sudando a chorros, pero sin dudar un segundo si salir a la pasarela a recibir y animar a sus fans. Y por supuesto, como siempre, dando lo mejor de sí mismo con su voz. Parece que no pasen los años por él.

Me encantaron las partes más arabescas de la intro de Zero Gravity, para la cual la banda grabó un videoclip. Por suerte para el ritmo, Dawn of Victory no tardó demasiado en llegar y todos a brazo alzado gritaron aquello de ‘gloria perpetua’ tan fuerte que ensordecían a la propia banda, caída como agua de mayo y contando también con que su sonido no era el mejor. Incluso costaba reconocer algunos temas, al menos desde el centro donde nosotros estábamos. Observar a Patrice Guers es una absoluta delicia, la rápidez con la que toca y los movimientos que mete siempre lo han convertido en uno de mis favoritos, al igual que su compañero Dominique, mucho más que un apoyo para Luca, encargándose de muchos solos y compartiendo virtuosismo técnico. La mayor sorpresa del setlist vino temprana, con Sea of fate, que hacía mucho tiempo que no veía en directo. De nuevo, su parte instrumental fue de órdago, una lástima que los teclados fuesen disparados, porque son sumamente interesantes en este tema. Más tarde caería otra del mismo disco “Frozen tears of angels” como es la más habitual Reign of Terror, en la que Fabio da unos cambios muy dramáticos de registro, de los ásperos gritos del estribillo al grácil grito del puente… nadie puede hacerlo mejor que él. El sonido mejoró levemente, pero tanto instrumentos como voces sonaban confusas, como perdidas y lejanas, no acabábamos de escuchar el tono compacto que esta banda necesita. Muy temeraria la inclusión de un tema largo y no especialmente conocido como The Wizard’s Last Rhymes seguido de otra de su último disco, D.N.A. (Demon and Angel) aunque sirvieron para que la banda se quedara a gusto mostrando su virtuosismo, especialmente el maestro Turilli, que bailoteaba de aquí para allá, viviendo cada nota que salía de su guitarra e incluso estando en varias ocasiones al lado de Fabio cantando los temas. Por suerte, se le ve muy entregado y contento con el grupo. Punto de inflexión ahora (y de pelos como escarpias) con Lamento Eroico, un baladón inmenso en cuanto a profundidad y sensaciones, una melodía épica a rabiar y una actuación vocal por parte de Lione impresionante, mostrando sus mejores dotes operísticos. Intro plagada de fantasía y épica la de Winds of Eternity, tema de su mítico “Symphony of enchanted lands” y doble bombo por parte de Alex (a quien vi un poco menos centrado que de costumbre) para descuajaringarnos las vértebras, ahora sí, a disfrutar de un tema de esos tan directos y bestiales que componían en sus inicios. Y además, dedicada a un gran amigo de la banda: Christopher Lee, en un bonito detalle. El punto y final lo puso Unholy Warcry en lugar de la habitual Emeral Sword. Algún rollo de derechos debe haber por ahí o algo, porque es muy extraño. Sin embargo, a mí me encantó porque es una que nunca debería faltar en sus directos, y fue muy bien recibida. Mientras sonaba una pieza orquestal rebosante de elegancia, Turilli y los suyos se despidieron con una sonrisa de sus fans. Deseando verles de nuevo, y es que Rhapsody, en cualquiera de sus múltiples formaciones, siempre ha sido una de mis grandes bandas favoritas de todos los tiempos, aunque no tuviesen su mejor día.

Parada obligatoria, sin un solo minuto que perder, en la carpa, donde los Dioses del Doom Metal habían enviado a sus más fieles súbditos en La Tierra: los brutales CANDLEMASS. Una banda de esas que, coincidan con lo que coincidan, no puedo perderme bajo ningún concepto, porque han conservado a lo largo de tantísimo tiempo desde su fundación y tras muchos cambios de formación su esencia más pura, desde el “Epicus Doomicus Metallicus” hasta el recentísimo “The Door to Doom”, un disco pesado, deprimente y fantástico donde los haya. La densidad se apoderó inmediatamente del escenario secundario (increíble que les hicieran tocar ahí siendo tan grandes como son…) con los primeros guitarrazos de Well of souls, en toda una declaración de intenciones temprana: iban a hacer un setlist dedicado especialmente a los fans de los primeros trabajos de la banda. Y esto no puede ser casualidad respecto a la vuelta al grupo de uno de los miembros de la primerísima formación, el gran Johan Längqvist, que puso su voz en el venerado e imprescindible primer disco, de vuelta tras… ¡¡33 años!! Está claro que con Messiah Marcolin la cosa no fructificó más allá de un disco que tampoco fue el mejor de su carrera, así que esperamos que con este nuevo cambio la cosa vaya para largo. Y no diría esto si no hubiese comprobado en vivo y en directo que su voz está en un estado verdaderamente impresionante, y es que la banda sueca siempre se ha surtido de lo mejorcito en cuanto a cantantes. Suplía a quien se le pusiera por delante, tanto al mismo Messiah en Mirror Mirror (de su tercer álbum, “Ancient Dreams” y por supuesto, sonaba fresquísimo cantando obras del nuevo trabajo, como Astorolus - The Great Octopus (uno de los primeros temas que adelantaron de este). Ambiente oscuro y sonido… ¡genial! Nunca la carpa del Rock Fest había sonado como lo estaba haciendo este año, por lo que obligatoriamente se ha de aplaudir a la organización por la gran mejora en este sentido.

Aunque estábamos lejos, el bajo de Leif Edling, lo que me lleva a celebrar que por fin ha vuelto a la banda, ya que en el anterior Rock Fest en que tocaron se le echó de menos, y es que es una pieza fundamental en el engranaje de la banda. Así pues, todo sonaba como su nombre merece: batería agresiva pero oscura, guitarras bien cargadas de Metal y como digo, un vocalista a la altura de las circunstancias que me sorprendió muy para bien, aunque ya se conoce que el último disco de la banda suena a las mil maravillas. Nos fuimos unos minutos a cargar birra Juanmi y yo, gran maestro con quien tuve el privilegio de ver a una de nuestras bandas favoritas para volver justo cuando el aura negra de Bewitched inundaba el recinto a golpe de la contundente batería de Jan Lindh. Es cierto que la renovación del setlist ha sido notable. Ya no encontramos por ejemplo Emperor of the void ni Crystal Ball, pero ahora podemos disfrutar de otras ausentes en giras anteriores como Dark are the veils of death (joder, me encanta). Otra alegre sorpresa fue la presencia de A sorcerer’s pledge en el que el mismo batería da a entender cuánto controla las distintas fases rítmicas del tema para acabar crujiéndonos el tema con su doble bombo. La peña se portó de lujo con ellos, abarrotando la carpa mucho más incluso que en otras bandas de renombre y armando bronca sobre todo en las primeras filas. Para unir por última vez presente y pasado, nos dedicaron Black Trinity, con esas guitarras destrozadas y melodía decadente, y por supuesto, la enfermiza Solitude cuya esencia fue captada a la perfección por Johan quien terminó las últimas frases del tema ‘a capella’. Bravo, estos son mis idolatrados Candlemass. En el Leyendas más.

No es descabellado afirmar que a veces un gran porcentaje de lo que disfrutas un concierto es gracias al buen ambiente y la buena compañía con la que te sepas rodear. En este caso junto a Porti, Doria y mi chica, y tras hacer una gran juntada de peña con Johnny, su mujer, Elena, Marcos y el resto de gente con la que nos fuimos encontrando a lo largo del festi (uno de esos momentos mágicos en el que se juntan los astros), fuimos con el tiempo pegado al culo para ver el inicio de Gamma Ray, que nos pilló por el camino con Heaven Can Wait, absolutamente perfecta para el buen karma que se respiraba en ese preciso momento. Llegamos los cuatro justo en el estribillo y fue posicionarnos y empezar a disfrutar como cochinos, desmelenándonos, saltando y cantando a muerte los temas que iban cayendo, uno tras otro, sin adornos ni esperas, como Gardens of the sinner o la Speed Power Man on a mission, que hacía bastante que no veía en directo. Cada temazo era una bocanada de aire fresco para nuestras receptivas mentes, y nos fuimos viniendo arriba y mi compañero flipaba con el setlist que se estaban marcando. Junto al vocalista Frank Beck, que ya lleva un tiempo encargándose de la mayor parte de las letras, se les veía frescos, animados, entre un Dirk Schlächter que destilaba simpatía al bajo y Henjo Richter que, por muy bueno que sea Hansen a la guitarra, este se lo come con patatas. Un músico impresionante, solo hay que ver la rapidez con la que ejecuta los solos: como le sale de los huevos.

Algún tema más reciente, como Masters of confussion, y vuelta a los grandes tiempos de los alemanes, con Heavy Metal Universe, en la que Kai, radiante, nos animaba a cantarla y nosotros no éramos quienes para desobedecerle. Lo mejor de todo es que teníamos una posición muy cómoda y bastante cerca, y además el sonido era (para variar) excelente. Con el fundador del grupo dedicándose casi en exclusiva a la guitarra, Frank intentó camelarnos tanto con su voz como a la hora de transmitir sus dotes de frontman. No es que sea la cara visible perfecta, pero no se puede negar que se esfuerza y (faltaría más), es capaz de cantar todas las notas que le vengan. Tras la conocida Intro de tintes apocalípticos, Dethroned Tyranny fue su única mirada atrás al “No world order!” un disco que ya está (¡flipas!) a puntito de cumplir sus 20 años de existencia. Un tema que nos hizo apretar todavía más nuestras maltrechas cervicales por la caña que metía Michael Ehré, a quien vimos por segunda vez en el festival. Cuando Kai avisó de que venían seguiditas dos canciones del “Land of the free”, todos nos temíamos lo mejor, y nos frotamos las manos del gusto con Rebellion in Dreamland, que personalmente a mí me puso los temas como escarpias, y no solo por el buen sonido o por su melodía, también por poder cantar puño en alto ese himno a la rebelión y, por supuesto, Land of the Free sin dejarnos ni un momento para respirar. Esta ya le costó un poquito a Frank, pero la sacó sin problemas respaldado por los coros de sus compañeros. Una puta pasada, señores, hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan teta con una banda que siempre fue santo y seña del Heavy Metal para mí y a la que en las dos últimas ocasiones, contando esta, he visto en una segunda juventud en directo tras algunos conciertos mucho más descafeinados. Como colofón y para que definitivamente nos dejásemos las amígdalas, nos hicieron berrear el Send me a sign, que se ha convertido con el tiempo en el broche a sus conciertos ¡¡Los tiempos de los Rayos Gamma han vuelto!!

Powerwolf, desde Alemania, es una de las bandas que más ha revolucionado el concepto del Power Metal, y cada vez se les ve más formando parte de grandes carteles como este. En España se les adora, y le pese a quien le pese, son una banda destinada a encabezar más de uno y más de dos festivales cuando los grandes monstruos desaparezcan. Muchos les critican, muchos incluso les llaman impostores del Power Metal. No puedo decir que sea mi banda favorita ni mucho menos, pero hay algo que no se puede discutir: han encontrado un camino por el que nadie había pisado tan fuerte, y lo están exprimiendo al máximo. Así pues, era muy difícil que algo saliera mal. La primera en encerarnos bien el cuello fue Fire and Forgive y después Army of the night, en la que ya pudimos ver a Falk Maria Schlegel paseándose por el escenario con gestos muy teatrales, lo cual animó más aun al gentío, que disfrutó desde el primer minuto hasta temas como Incense & Iron. Fijaos que ya habían caído dos temas de su último cd de estudio (sin contar este último Metallum Nostrum de versiones que no sé a cuento de qué viene…) el “The sacrament of sin”, y es que sin duda con el tiempo se seguirá haciendo un buen hueco entre el setlist, porque es una delicia en cuanto a composición y producción, el punto álgido de su carrera hasta el momento. Poco a poco, Attila (cantante) fue interactuando con nosotros. Primero era repetir algunos coros. Luego pronunciar algunas frases. De esta forma, se aseguraba de que ya estuviésemos preparados para afrontar los próximos temas. En esta ocasión estuve mucho más animado que el año pasado en el Leyendas y en este aspecto se me hizo mucho más llevadero.

Además, aquí por fin pudimos ver el montaje completo del show que prometieron y al final no llevaron a Villena, un verdadero espectáculo para la vista con un attrezzo muy cuidado y una iluminación cuadrada al milímetro que a veces era de tonos de un azul mortecino y otras convertía el escenario en el mismo infierno gracias al color rojo. La última en caer del “The sacrament of sin” sería una de mis favoritas, Demons are a girl’s best friend, con un estribillazo super adictivo y a partir de ahí fueron ya todas las imprescindibles del directo con las que todos les hemos conocido, como Armata Strigoi o Blessed and Possessed, sin dejar a un lado el cachondeo irónico con Resurrection by erection, sin duda creada para la colaboración del público. Técnicamente no son un asombro, pero los hermanos Charles y Matthew Greywof cumplen de sobra, aprovechando en esta ocasión el amplio escenario (el mayor de todos los que se pueden ver en festivales nacionales) para echarse alguna carrera, sobre todo en momentos de mayor desfase. Aquí Attila volvió, obviamente, a buscar la colaboración del público con Werevolves of Armenia. Gran melodía la que se marcaron aquí aprovechando nuestros coros, destacando particularmente Van Helden a la batería. Continuaba, en sus ratos ‘libres’ haciendo sus apariciones el teclista junto al cantante (incluso nos instó a pronunciar sus apellidos) en la recta final, justo cuando We drink your blood se transformó en el punto final de aquella gran fiesta que disfruté muchísimo más de lo que esperaba con la compañía de mi chica.

Desde Houston, Texas, los abanderados por excelencia del Rock’n’Roll con intenso sabor sureño y macarrería. Dos barbudos y sus instrumentos, siempre con las gafas de sol, siempre más chulos que dos ochos. Te escupen a la cara auténticas odas al Rock’n’Roll más perdonavidas y se quedan como si nada hubiese pasado. No hace falta más presentación para adivinar que hablo de los inmensos ZZ Top. A pesar de todo, de la gran expectación que creaba su presencia, fue una de las confirmaciones más criticadas del festival. Por mi parte perfecto, pero mucha gente alegaba que no arrastran la suficiente cantidad de fans para ponerles como cabezas de cartel, pero si esta misma gente hubiera visto cómo se cantaban y bailaban sus temazos desde el primer hasta el último tramo del recinto, se convencería de sobra de que no hace falta conocer al dedillo la discografía de la banda para disfrutar como un puto enano con sus directos. Yo ya tuve la suerte de verles en Hellfest 2013 y ciertamente me impresionaron con su rollo y la chulería barata que destila cada nota de sus instrumentos, desde el mítico batería Frank Beard hasta la imagen viviente e icónica de la banda, Dusty Hill y Billy Gibbons, perros viejos en esto de juntar el sabor a whisky añejo con el Rock’n’Roll de indiscutible procedencia y estilo tejano. Absolutos maestros en lo suyo, apostaron fuerte desde el principio con grandes himnos como Got me under pressure del deseado “Eliminator” o Waitin’ for the bus del gran éxito del grupo, que el mismísimo Lemmy Kilmister consideraba el mejor disco de Rock de la historia: el “Tres Hombres”. Ya os digo que es absolutamente imposible escuchar estos temas sin mover aunque sea la punta del pie… y si no no sé qué haces allí, así de claro. Para quien todavía tenga alguna duda, su sonido fue absolutamente cristalino, subidito de volumen pero con unos instrumentos que sonaban de puro estudio, una batería muy limpia y unas guitarras a las que se podía escuchar hasta crujir. Sí, incluso desde lejos.

Imposible dejar de bailar con ellos. Y el hecho de que estos dos tíos barbudos permanezcan tranquilos e impasibles ante tanta buena mierda, por alguna razón, aun te hace desmelenarte más. ¿Quién no ha visto el videoclip de Gimme all your lovin’ y automáticamente se ha puesto a bailar con una guitarra imaginaria en sus manos? Entonces es imposible resistirse a hacerlo allí, entre tal ambientazo y cortes como este Beer Drinkers & Hell Raisers o la enorme Sharp dressed man, pura actitud jodidamente chulesca. Y es que los riffs y punteos de Billy y Dusty respectivamente traen consigo el auténtico calor infernal de la mismísima Texas. Nosotros por nuestra parte nos acercamos al rincón del festival donde se daba muestras de Black Label con tónica Ginger, nada mejor para acompañar la música de estos jefazos con unos buenos tragos de Whisky. Y no, no me pagan por hacer publicidad. Los modelitos de guitarra que sacaban eran para echarse las manos a la cabeza, algunos realmente increíbles, en formas cuadradas, ovaladas, ¡¡o incluso algunas de ellas peludas!! Para los bises, se atisbaba la locura. Dusty le dijo a Billy ‘ey Billy, me mola tu camiseta’ (iba ataviado con la nueva equipación del Barça para meterse a los seguidores en el bolsillo más todavía) y ahí empezó el gran desmadre con La Grange. Si mirabas a ras de la gente, el jolgorio era absoluto, con miles de cabezas saltando al unísono, moviendo los brazos, haciendo el paso del pato… cada uno a su manera pero todos hechizados irremediablemente por esta gran obra de Rock, a la que siguió otra grande como Tush mientras ambos se fumaban un jodido puro de a palmo de largo. Brutal, señores, brutal sencillamente. Y aunque podrían haber escogido algo menos convencional para cerrar, fue la archiconocida Jailhouse Rock la que puso punto y final a una hora y media que se les quedó corta a todas luces. Solo os digo que mucha gente seguía canturreando los temas después de haber terminado la actuación…

Y ahora, amigos, me vais a permitir que directamente me la saque para escribir la crónica del que para mí fue uno de los tres conciertos más alucinantes de todo el Rock Fest, donde inmensa calidad, puta clase maestra y un sonido brillante se unieron para dar nacimiento a uno de los shows más intensos e increíbles que he visto en mi puta vida: El de Michael Schenker Fest. Todavía pronuncio el nombre y me da escalofríos. Y hago especial hincapié en lo de ‘Fest’ ya que no hablamos de MSG, ni de Michael Sckenker Temple of Rock ni MacAuley Schenker, sino de una formación especial con la que el reconocidísimo guitarrista junta a lo más florido (o casi) de toda su carrera y que va ya a por su segundo trabajo que saldrá en Septiembre y se llamará “Revelation”. De todas formas, ni mucho menos se centró en el “Resurrection” a la hora de escoger los temas del setlist, sino que lo hizo de entre su casi innumerable discografía, desde UFO (muy pocas, afortunadamente, que había muchas ganas de escuchar material propio) hasta sus grabaciones con McAuley. El cambio se hizo larguísimo. Al cansancio acumulado de dos días completos hay que añadir la más de media hora que tardaron en dejarlo todo afinado y ecualizado. Pero os aseguro que valió la pena sobradamente. Nada más caer el telón y aparecer Michael, nos dedicó unas palabras sobre su pasado, comentando sobre todo sus inicios en UFO y Scorpions y sin más preámbulos, la casa por la ventana… ¡¡Doctor Doctor!! ¡¡Yeeeeah!! Desmadre absoluto entre las primeras filas donde me encontraba. A pesar del cansancio la peña respondió de auténtico lujo, y ante nuestros atónitos ojos fueron desfilando en este orden Doogie White, Gary Barden y el inconmensurable Robin McAuley que alcanzó el nivel de Dios en las partes y temas enteros que cantó.

No se detuvo mucho rato, pero tuvo un momento para presentarnos a su actual banda, a Chris Glen al bajo y a Bodo Schopf a la batería, junto a Steve Mann, que se encargaría tanto de la guitarra rítmica como de los teclados, fundamentales en algunos de los temas que sonaron, músicos con los que ya ha contado en más de una ocasión el mago de la Flying V. Aun así, se dio un buen baño de protagonismo tocando varios temas instrumentales con unos solos bestiales, el primero de ellos Into the Arena, que desembocó nada más terminar en Armed and Ready, con un Gary Barden que no está en su mejor estado de forma vocal, pero que se merienda cinco veces seguidas el escenario, acercándose, imponiendo presencia y dando giros allá por donde pasa, ofreciendo espectáculo visual a raudales. En esto desde luego no se le puede cuestionar, Messin’ around también le quedó francamente bien aunque su voz sonaba algo apagada (y no sé si sería por su micrófono) y en Attack of the mad axeman, que nunca nunca falla, el bueno de Robin McAuley tuvo que poner cartas en el asunto y echarle una mano para cantar la parte más aguda a dos voces. Mientras uno hace muchos años ya que no llega, el otro lo hace con una facilidad y una soltura que te dejan con los ojos como platos. Una vez ya habían calentado sus tres vocalista, de nuevo el loco alemán nos brindó una joyita instrumental, Captain Nemo, que fue un placer escuchar con ese regustillo Heavy y neoclásico a partes iguales, incluida en su “Built to destroy” del 83. Schenker alzaba el mástil de su guitarra mientras Chris llevaba unas surrealistas gafas con láseres como si de un personaje de cómic se tratase. Caña ochentera a la batería de mano del sustituto del tristemente fallecido Ted McKenna, Bodo Schopf y ahora el turno de Robin McAuley de salir a la palestra y dejarnos una vez más anonadados con su poderío vocal. Este hombre debe haberse criogenizado, porque lo suyo no es normal. Tiene un tono natural increíble para alcanzar notas con las que vocalistas con menos años que él solamente sueñan con mantener. Así, fue sobradísimo en Save Yourself mientras se acercaba a sonreírnos al borde de la pasarela… joder, ¡¡si es que lo tenía justo delante!!

Era casi como estar en un sueño con todo aquello alrededor y yo en primera fila. Igualmente impresionante fue Heard and Soul… aquello fue de otra puta galaxia, sin parar, sin ahogarse ni detenerse, cantando de lujo, un portento sin igual. En Madrid ya se me cayeron los huevos hace un par de años cuando comprobé su estado vocal, y en Barcelona no pude sino corroborarlo. Está muchísimos pasos por delante de Doogie White y directamente… a años luz de Gary Barden, que es el más perjudicado de todos por el tiempo. Tras esta descarga directa al cerebro, no amainaba el ritmo aunque tiraba hacia tonos más ochenteros con Love is not a game, recuerdo que la tocaron también en Madrid pero esta vez la flipé más todavía, con esos pedazo de teclados que se escuchaban de maravilla creando una ambientación perfecta… ¡¡y con los tres vocalistas implicados en ella!! Lugar ahora para la última instrumental del concierto, pero al mismo tiempo la más deseada, Coast to Coast. Hasta la melodía central tarareo la gente. Turno ahora de Doogie en solitario, quien fuera vocalista de Michael Schenker’s Temple of Rock y acompañante del guitarrista en varias giras para lucirse, y decir que también era capaz de dar el do de pecho, como demostró con un carisma enorme y pidiendo palmas continuamente en Vigilante Man y en The girl with the stars in her eyes; se nota que esta última la compuso especialmente para su voz, ya que a mi entender fue su máximo lucimiento en el concierto. Parecía que iba a haber una buena dosis del “Resurrection” de Michael Schenker Fest, y así fue, con Barden y McAuley turnándose para cantar Take me to the Church, y a quienes se unió White para bordar los tres Warrior, también de nueva impronta, mientras Michael destilaba su magia a la guitarra, siempre con un foco exclusivamente alumbrándole a él. Tuve que frotarme los ojos en varias ocasiones, aquello fue un espectáculo musical sin precedentes. Y mira que le he visto veces, pero nunca de forma tan intensa. Robin / Gary salieron tras el mini descanso con una sorpresa bajo el brazo, un temita nada menos que del 72 llamado… ¡Rock Bottom! O lo que es lo mismo, una de mis favoritas de UFO. Al final se les unió Doogie, y no sería la única en caer de la legendaria banda, ya que, como pronosticaron los dos colegas que tenía delante, Lights out vino para arrasar, cerrando aquel maravilloso e irrepetible concierto en el que estuve pensando hasta el mismo momento en que me dormí, y es que esto sucede una sola vez en la vida. ¿O no? Lo único que me resta por decir: si en lugar de Doogie White llega a venir Graham Bonet… uf, ya se me va la olla definitivamente jeje.

Ante el desastroso tema del autobús nocturno que tantas calamidades nos hizo sufrir la noche anterior, decidimos apostar por un valor seguro: el taxi. Por la cercanía a la que estábamos alojados no salieron mal los cálculos, y por 10 cochinos euros no pensaba padecer más allá de lo justo y necesario en los conciertos. Salimos de Santa Coloma mucho más tarde que el jueves y llegamos mucho antes. Ahí os lo digo todo. En fin, solo cuento estas cosas por si alguien puede aprovechar esta experiencia en un futuro. El resumen es que me fui a dormir con dos ex: extenuado y extasiado (no vayáis a pensar mal jajaja), hecho picadillo tras ocho conciertos casi seguidos, apurando al máximo la resistencia sin pensar en si mañana me pasaría factura, solo viviendo el momento a muerte, sin mirar ni atrás ni adelante. Parecía que el viernes iba a ser insuperable, pero todavía quedaba más de la mitad de Rock Fest Barcelona por delante.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

Rock Fest Barcelona 2019 (Viernes 5-07-19, Santa Coloma

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado la crónica, estuviste allí o quieres sugerir alguna corrección, ¡comenta!

2