jueves, 15 de agosto de 2019

Leyendas: No Pain, No Gain (Leyendas del Rock 2019, sábado 10-08-19, Villena, Alicante)

Sprint final del Leyendas del Rock en este sábado. Al ser el último día, hay que exigirse todavía más para exprimir a tope el festival y las fuerzas físicas hasta el límite para que luego no haya lloriqueos una vez termine y uno se levante al día siguiente sabiendo que este sueño de cuatro días ha terminado y vuelve a faltar un año entero para que vuelva a ocurrir. Y es que no me vale eso de ‘joder, tendría que haber visto a tal’ o ‘podría haber aguantado un poco más’, es en el momento cuando hay que pensarlo, aunque ya tengas calambres en las piernas y el cuello no te responda hasta el punto de que estás más estático que una tabla. Ya habrá tiempo de recuperarse. Material de calidad había en esta última jornada para disfrutar y enloquecer de sobra, y de nuevo teníamos ante nosotros una maratoniana seguidilla de bandas imprescindibles, que no me iban a permitir sentarme ni 5 minutos. No puedo entender que haya tanta gente que se queje del cartel de este año. Aunque sí hay una cosa que me temo: mucha falta de escuchar música… creo que ese es el principal problema, apostar solo por las 2 o 3 bandas que conoces, no molestarte en ir a los conciertos de las que no has escuchado y lo más grave de todo, no dignarte ni a escucharlas por pereza. Creo que ese es el mayor pecado de todos los que se pueden cometer contra el Metal. Más de uno debería ser mandado al rincón de pensar. A mí me jode bastante esto, pero como yo no soy nadie para decirle a nadie lo que debe hacer, siempre voy a la mía y veo tantos grupos como me sale de los huevos. El resto, allá cada uno con su conciencia.

Aunque yo por mi parte también tuve que recortar un poco. Las temperaturas amenazaban con ser tan crueles y extremas como los otros días, y lo cierto es que ninguno de los primeros grupos me interesaban demasiado a aquellas tempranas horas (Saratoga y Mind Driller), por lo que este día decidimos no apurar la primera hora. También (esto sí me jodió) nos tuvimos que perder la actuación de Eric Martin en la plaza de Villena, y es que imagino que aquello sería un puto infierno a las 12:00 del mediodía y sin una sola sombra. Me resignaría pues a verle formando parte del elenco de grandes músicos de Avantasia. Desviamos el objetivo primero del día hacia los americanos Metal Church que, aunque ya no tienen el peso y la influencia que mostraron a principios de los ochenta en su época grande, sigue siendo una banda muy a tener en cuenta. Ya tuve la oportunidad de verles en el Rock Fest hace dos años y salí contento de allí, aunque no tuve la sensación de ver a la gran banda que esperaba. Algo similar me sucedió en este Leyendas pero incluso de forma más marcada. Puede que uno de los motivos fuese no ver el concierto desde el principio, perdiéndome unos temas, o por la falta de movimiento que había sobre el escenario. Y la verdad, nos ofrecieron muy buena mierda antigua, de los años 80, como Badlands, que sonaba cuando entramos, concretamente esa fogosa parte del solo de Rick Van Zandt con los dedos a toda hostia sobre el mástil. Su trepidante ritmo no fue suficiente como para animar a la gente que, aunque se apelotonaba en las primeras filas, vivía tímidamente el concierto, incluso con Start the fire, que fue uno de sus temas más emblemáticos y rápidos a ritmo de Thrash. El bueno de Mike Howe también se lo curró bastante a nivel vocal, demostrando que el tiempo ha tratado de lujo a sus cuerdas vocales. Como ejemplo, el gran grito mantenido que ejecutó una vez acabó Beyond the black, la única (al menos de las que yo vi) de su primer retoño, ese casi icónico “Metal Church”, a la que tal vez le faltó parte del entusiasmo del disco, y no porque Mike no fuese de un lado a otro del escenario o porque el batería Stet Howland no le metiera bien fuerte, sino porque en conjunto la cosa no parecía demasiado cohesionada y faltaba ese rollo de tocar por la noche. Bastante cuestionable fue también la decisión de meter By the numbers, un tema de su último disco, en la recta final, donde se supone que una banda ha de desgañitarse con sus grandes y más conocidos clásicos, o al menos con esos temas que mantienen un ritmo imparable para que no decaiga. Yo no he escuchado todavía el “Damned if you do” salvo algún tema, aunque me han dicho que en conjunto es bastante malillo.

En vista de que no terminaba de cuajarnos, en el último tema nos acercamos a la barra para pedir un litro de kalimotxo e ir poniéndonos a tono para la siguiente descarga, que me resultaba aun más interesante. Y es que, sin haberles visto nunca, uno no sabe exactamente que esperar de Gloryhammer, una banda escocesa de Power Metal épico en cuya música y estructuras podemos reconocer una influencia innegable de bandas como Rhapsody. La gran particularidad son los disfraces y la parafernalia que la banda lleva en sus directos, así que cuando vi por primera vez alguno de sus videos… no sabía por dónde saldrían los tiros en directo. Sin embargo, ahora que por fin les he visto, os puedo asegurar que son muy buenos músicos, destacando Thomas Winkler a las voces, que afina y lanza agudos incluso con más contundencia que en disco. Abrían con The Siege of Dunkeld (In Hoots We Trust), concretamente con el trasfondo orquestal que suena al principio, a ritmo frenético de doble bombo y mamporrazos a la caja por parte de Ben Turk, que también fue uno de los músicos que más lució en la siguiente, Gloryhammer, en la que pudimos escuchar buenos coros, fuertes y atmosféricos, es una fórmula que llevan bien aprendida. La banda utiliza mucha sinfonía clásica en sus álbumes, creo que no fue toda ella la que trajeron pregrabada, pero prefirieron quedarse cojos en este tema y no abusar de partes disparadas. A la gente (y me incluyo) se le vio disfrutar muchísimo especialmente cantando los estribillos de Angus McFife (100% los primeros Rhapsody) y The land of the unicorns, bestia mitológica que además últimamente (a mi pesar) está muy presente en la iconografía del festival. Entre medias, salió al escenario un orco de las cavernas, al que Thomas aplastó con su martillo de Metal (que en realidad era de corcho jeje). Lo que ellos llaman Power Metal espacial está fantásticamente plasmado en Questlords of Inverness, Ride to the Galactic Fortress!, en la que incluso se vieron martillitos de pito en primeras filas y se empezaron a formar los primeros corros de la muerte en el centro, señal de que la gente acogió con muchas ganas y ansias a estos peculiares ingleses.

Con un pequeño interludio en el que sonaba Also sprach Zarathustra de Richard Strauss (conocido por formar parte de la OST de 2001: A space odyssey), muy apropiado precisamente para la temática de la banda y del tema The Hollywood Hootsman, el show cruzó el ecuador del tiempo disponible, pero aun quedaban muchas sorpresas y situaciones de lo más hilarante, por ejemplo los circle pits brutales que se formaban como si estuviésemos presenciando un concierto de Death Metal, o cuando Thomas esgrimía su martillo y nos confesaban que son una banda de Power Metal que vienen del espacio exterior. Vale, es cierto que este humor puede irritar a más de uno, pero hay una diferencia descomunal con banduchas de tercera como Gigatron o los Nanowar esos que confirmaron a última hora: esta gente sí sabe tocar, los otros son solamente bufones que además están introduciendo música enemiga en nuestro rollo como el reggaetón de mierda. En Goblin King of the Darkstorm Galaxy vi buenos detalles al bajo de James Cartwright y un aguante y templanza muy dignos por parte del vocalista, y en Hootsforce todo el mundo se emocionó saltando y cantando su poderoso y pegadizo estribillo. ¡¡No se puede ser más jodidamente épico!! Y un ritmo bailable a saco en el que ayudaba mucho la batería. Otro circle pit enorme en Masters of the universe, la peña quería disfrutar hasta el último segundo mientras Thomas volvía a levantar el Martillo de la Verdad pero no os quepa duda, el tema que más la lio fue Universe on Fire, del “Space 1992: Rise of the Chaos Wizards”, mi disco favorito. Su ritmo discotequero a lo Beast in black (por citar un ejemplo cercano en el tiempo) la petó, y puso a todo el mundo loco a bailar para culminar con la compacta y rápida The unicorn invasion of Dundee. Lo más brutal de la puta vida es que llegué a ver a alguien con una cabeza de unicornio encasquetada y haciendo moshpits con ella. ¡¡¡MOLA!!! La verdad, contentísimo con su directo.

De Power Metal épico de doble bombo y sinfonía pasábamos a otro de mis géneros favoritos, el Heavy Metal tradicional. Y a día de hoy muy pocas bandas con su trayectoria saben hacerlo como mis queridos e infalibles Hammerfall. Mi chica y yo nos desplazamos rápidamente de punta a punta hacia el otro escenario para quedarnos ya en una buena posición, relativamente cerca del escenario, esperando a que comenzaran. Y desde los países nórdicos, se escuchaba un estruendo lejano. A toda velocidad, el Martillo de la Verdad se precipitaba hacia el suelo para purificar el Leyendas y aplastar a bandas de mierda y falso Metal como Megara o Unearth. El Metal volvería a prevalecer de nuevo como dueño y señor del festival de la mano de estos curtidos guerreros, cuyo primer golpe de espada tuvo nombre de Legion, y ya pudimos ver alternando distintas partes del solo entre sus dos guitarristas, Pontus Norgren y Oskar Nordjak, este último verdadero padre del grupo que continúa apostando por ellos contra todo pronóstico mientras apestosos haters les dicen que han de cambiar o renovar su estilo. Pero el Heavy Metal auténtico corre por sus venas y eso no se puede ningunear ni negar. Oscar sacó en este momento su famosa guitarra con forma de martillo para entonar los primeros acordes de Hammer High, un himnazo acojonante que ya tiene su puesto fijo en los directos, la lástima es que fuese el único tema en caer de un disco casi redondo como “Built to last”, que me flipa muchísimo.

También me faltó, fuera del tema del setlist, un sonido mucho más depurado y potente. Los instrumentos sonaban bastante claros, cada cosa estaba en su sitio pero le faltaba muchísimo volumen. Cuando escucho este tipo de Heavy Metal quiero salir con los oídos pitando del concierto, y desgraciadamente no fue el caso. Pero poco a poco al final uno se adapta y disfruta igual con la retahíla de temas más que conocidos como Renegade (con esa intro de sonido de moto rugiendo) o Riders of the Storm, una de mis favoritas de siempre, en la que el bajista Fredrik Larsson se unió a sus compañeros en una triple sesión de headbanging con coreografía bien medida. Fuimos dando saltos entre disco y disco para situarnos ahora en el “Chapter V: Unbent, Unbowed, Unbroken” con el tema emblema de este, Bloodbound, o cosas más recientes como Any means necessary, pasando por el clasicazo Hero’s Return del “Crimson Thunder” (que conservo original con su cómic incluido). Aquí la voz de Joacim se notó algo cansada a nivel de tonos altos, pudiendo ser esta una de las más exigentes y que más castigó las cuerdas del cantante, aunque a nivel de comportamiento estuvo como siempre fantástico, incluso ahora se le ve mucho más suelto que en sus primeros tiempos (aquellas míticas giras del “Renegade” con las armaduras, que fueron las primeras que vi, donde se le notaba algo tímido incluso). Gracias que los coros de sus compañeros llenaban mucho las melodías. Algunos ya la habíamos escuchado en un video que circula por la red, pero igualmente nos presentaron como nueva One against the world, que formará parte de su inminente disco “Dominion” (que ardo en deseos de escuchar). Temas más alejados de su estilo como Last man standing se aunaban con fuerza con otros inmediatamente reconocibles como Let the Hammer fall, en el que hicieron la coreografía pertinente y una gran sorpresa que estuvo ausente, imagino que por tema de tiempo, en las otras actuaciones que les he visto en los últimos años. Los 70’ con los que contaron esta vez les permitieron incluir Templars of Steel, otra declaración de filosofía propia, y también del nuevo disco(We make) Sweden Rock, un tema simple pero muy efectivo que tiene pegada en directo, aunque ni de lejos como Hearts on Fire, que convirtió el Leyendas en una olla a presión, en el que todo el mundo se dejó la garganta… y nos acabaron doliendo las manos de tanto aplaudir por el conciertazo que se marcó, una vez más, esta gente.

Algo desmotivado por el cambio, me acerqué al Mark Reale para ver el concierto de las brasileñas Nervosa, un power trio que está pegando muy fuerte dentro del Thrash moderno y ya es la segunda vez que visitan nuestro país en el Leyendas (para el resto de la geografía, también habrá una gira de conciertos). Suerte que sonaban bien fuertes y contundentes, porque me encontraba bastante lejos debido a la masiva asistencia de gente a su concierto, que metía moshpits entre las primeras filas como si no hubiese mañana mientras Fernanda Lira gritaba con rabia ¡¡Never forget, never repeat!! Sabiendo llevar perfectamente las riendas del concierto. No son especialmente técnicas ni músicas espectaculares, pero de rabia, actitud y carisma rallan a un gran nivel, aunque destacando en lo primero su nueva batería Luana Dametto por la mantecaza que le metió a los palos, que acabarían reventados, casi tanto como los cuellos de los que se agolpaban delante cuando anunciaron Into moshpit, el tema que clausuró la actuación, dejando el Mark Reale ardiendo y a las tres músicas tan satisfechas que esperaban volver a tocar pronto en el Leyendas.

Solamente fue un fragmento, aunque mi visita al Mark Reale en realidad buscaba otro objetivo, el de los titanes e infalibles Candlemass, una de mis bandas más esperadas y favoritas de todo el cartel… y siempre suele ser así, toquen donde toquen y coincidan con quien coincidan, nunca me los pierdo por nada del mundo porque me alucinan cosa mala. Esta vez SÍ pude ver The well of souls, aquella legendaria canción que abre su “Nightfall” y a la que no llegué en el Rock Fest de este mismo año. Y os aseguro una cosa: la pasión que se vivía en las primeras filas fue casi indescriptible. No sería el concierto más petado del festival, pero los que estábamos delante del todo sabíamos apreciar la enorme calidad de la banda y el talento de sus músicos, que desprenden a partes iguales técnica y esa oscuridad innata en cada una de sus notas, compositores acojonantes que sacan un discazo tras otro sin descanso. El auténtico y verdadero Doom Metal está en ellos como una marca casi religiosa. Batería aplastante de Jan Lindh y guitarrazos de pura maldad por parte de Lars Johansson, siempre en su rincón, siempre serio, ni una sola sonrisa. Su imagen es algo que va ligado a Candlemass, al igual que la de su padre creador, Leif Edling, de nuevo en los escenarios, al que se le vio bastante envejecido en aspecto pero más activo y protagonista de lo que llegué a imaginar. Así pues, el martillo del auténtico Doom siguió aplastando el escenario del Leyendas con clásicos antiguos como Mirror Mirror, en la que siguió la extrema pasión en las primeras filas, y Leif se paseaba triunfante por todo el escenario, esgrimiéndonos su bajo, siempre a su rollo, y sorprendentemente, la larga Astorolus – The great octopus.

Candlemass, con “The Door to Doom”, lo han vuelto a hacer. Han vuelto a sacar al mercado un disco atemporal, con riffs oscuros, agónicos, atmósferas agobiantes y densas y esas ligeras melodías marca de la casa, pero si hay algo que me ha encantado de sobremanera ha sido el volver a escuchar cantar a Johan Längquist, la voz que grabó el mismísimo “Epicus Doomicus Metallicus”. No me emocionaba tanto con un nuevo cantante desde que Robert Lowe grabó el “King of the grey islands”… además su tono vocal es muy parecido al de este último, sin llegar a la excelencia (por supuesto) de Messiah Marcolin pero devolviendo a la banda a sus registros más oscuros y graves. Y en directo, y creo que todos estarán de acuerdo conmigo, se salió con creces. Tras la niebla mortuoria que de vez en cuando se extendía por el escenario, creando una ambientación demencial, precisamente fue A Sorcerer's Pledge, del primer disco, la que nos encandiló a continuación, con un Johan prácticamente llorando, entonando las primeras frases con muchísimo feeling para luego explotar en varios agudos y Jan aplastando la batería. Increíble como mantiene el estado de su voz después de tantos años. Tuve el gran placer de compartir el concierto con mi amigo Kolega y con Pedro que junto a Jorge desde Madrid se apuntaron a esta última jornada del Leyendas del Rock 2019. Quitando sus constantes cambios de cantante, Candlemass mantiene una formación bastante antigua, lo cual también es de agradecer. Nos helaron la sangre con las primeras notas de Solitude, infalible y creadora de la más oscura de las ambientaciones. Aunque Johan se mostró simpático y activo en todo el concierto, en esta se le vio muy metido en el papel, sin un mínimo atisbo de alegría y centrándose en bordar tan magno tema. Ya solo quedaba un corte y, a diferencia de su concierto en el Rock Fest Barcelona, aquí la escogida fue Crystal Ball, que nos devolvía a los primeros tiempos del grupo a mediados de los 80. Posiblemente la vuelta de Johan ha motivado a la banda a escoger temas de tan atrás, aunque de vez en cuando también me encantaría escuchar algo del “Candlemass”, del “Dactylis Glomerata” o del injustamente olvidado “Death Magic Doom”, uno de los mejores discos de toda su historia. Aun así, ni una sola queja, pues todo rozó la perfección (incluso el sonido) para quitarse el sombrero y caer de rodillas ante los True Candlemass.

De hecho, los últimos 10 minutos de los suecos se solapaban con el concierto de Avantasia, pero incluso ante ellos Candlemass tienen preferencia absoluta. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que en cuanto terminaron estos últimos no me fuese corriendo como alma que lleva el diablo hacia el escenario Azucena, ya que estos dos grupos eran prioritarios al máximo. Mi novia, que ya estaba allí metida en materia, me comentó cuáles eran los temas que me había perdido (un par del “Moonglow”), y justo cuando llegué, comenzaba esa introducción celta de The Scarecrow. ‘He llegado en el momento perfecto’, pensé, y desde el primer segundo me dejé llevar por la magia de este tema de más de 10 minutos, bastante acelerado en sus partes ya de por sí rápidas en disco que pusieron a prueba la resistencia de Jorn Lande. Este lo hizo de lujo, pero centrándome en Tobias Sammet, si alguna de las últimas veces le he visto bastante flojo en tonos altos, esta vez he de afirmar que estuvo pletórico, lanzadísimo y con unos registros maravillosos, casi tanto como en los viejos tiempos y eso ya es mucho decir. No tendrían 3 horas para tocar como en su gira por salas, pero las 2 que les contrató el festival fueron suficientes para desplegar un gran setlist y mucho más variado que en la gira, por lo que he podido contrastar, no centrándose tanto en su última obra “Moonglow”, aunque sí, en general, en este y en el “Ghostlights” sus dos últimos discos, lo cual no es necesariamente malo, porque cada composición suya tiene una calidad escandalosa. La baladita Lucifer, cantada entre Tobias y Jorn de nuevo, hizo relucir a ambos, pero también al teclista "Miro" Rodenberg por la condición de esta. Hasta el teclado se escuchaba con una perfección absoluta, ¡y desde relativamente lejos como estábamos! Y es que la producción de cada concierto de Avantasia está cuidada hasta el más mínimo detalle, la ensoñadora ópera Metal de Tobias Sammet es algo que todo el mundo debería presenciar, al menos, una vez en la vida, le guste o no el género. Pero obviamente es en temas como Reach out for the light, que nos transporta de nuevo a aquella mágica obra llamada “The Metal Opera Part I” cuando la gente más se activa y se mueve, más vibra y sobre todo, más disfruta del momento. Aquí la corista Ina Morgan tuvo que echarle una manita a Tobias, y sus voces empastaron a la perfección.

Alchemy y la tierna Invincible, aparte de ser las últimas del setlist extraídas del “Moonglow” marcaron la salida, muy aclamada, de la estrella Geoff Tate. Los años han pasado por él, pero mucho menos por su voz, que continua siendo una casi inexplicable maravilla de la técnica. Tobias dijo en un momento ‘no es una ilusión, no es una alucinación… es… ¡¡Geoff Tate!!’ signo de la admiración que este le profesa. Lo cierto es que canto de maravilla, incluso mejor que la última vez que le vi con su banda propia. Mágico, siempre mágico y para mí imprescindible es ese momento de mirar a las estrellas con The story ain’t over, y si encima presentan al inconmensurable Bob Catley (Magnum) para que la cante… que queréis que os diga, a mí me dan hasta escalofríos en mitad del concierto. Tanto las coristas como Herbie Langhans hicieron un trabajo de apoyo fantástico, incluso diría que esencial en algunos temas como Dying for an angel, aunque este contó también con la presencia de uno de mis vocalistas favoritos de entre los que han pasado por la ‘formación’. ¡¡El mismísimo Eric Martin!! Aquí es cuando me tocó resarcirme con él al no haber ido a su presentación esa misma mañana en la plaza de Villena. Volviendo a las coristas, ya se sabía que en sustitución a Amanda Somerville estaría la morenaza Adrienne Cowan, que suplió algunas partes mejor que otras pero destacó al igual que sus dos compañer@s, siempre en la parte derecha del escenario. Sin abandonar Eric Martin este, se le unió Tate para formar una pareja de oro cantando Twisted Mind… y flipando me quedé al fijarme en el batería Felix Bohnke (que pertenece a Edguy)… ¡¡pero que jodido animal!! Mucho ha cambiado en estilo y actitud respecto a sus inicios, y os aseguro que para mejor.

Con tantos músicos y tanto cambio, era difícil seguir el juego, aunque ahora nos tocaría solazarnos con otra pieza de más de 10 minutos, que no fue otra que Let the storm descend upon you, deliciosa, mágica a cada minuto que pasaba con esos cambios de melodía y de nuevo el dueto Tobias / Lande cantándola como dos señores. Una lástima que, durante todo el concierto, por la pantalla solo salieran proyecciones, y no imágenes del concierto o el público, creo que hubiese quedado mejor alternar ambas. Cuando terminó el tema y todo el mundo estaba encantado, sacaron a la palestra otra que gustó a todo el mundo, y es que hay discos como el “Ghostlights” que ya están asumidos por el público en general. El tema en cuestión fue el que abre dicho cd, Mistery of a blood red rose, con la que todo el mundo saltó como condenados. Nos comentaba el genio creador de todo este genial artificio que se estaban quedando cortos de tiempo (y aun así, casi habló más de lo deseable) para presentarnos uno de sus temas más… ‘peculiares’, Lost in space, aunque una vez le coges el puntillo no está tan mal, melódica, tranquilita y de nuevo con buenos coros (e infalible esa pareja Oliver / Sascha). Farewell sigue siendo una completa maravilla, pero a decir verdad en esta eché muchísimo de menos a los dos grandes ausentes de la gira: Michael Kiske y Amanda Somerville, sobre todo en las frases solapadas del final, donde siempre me ponían los pelos de punta de placer. En cuanto al final, siguen utilizando la misma fórmula desde la primera vez que les vi hace 11 años. Si funciona… ¿para qué van a cambiarla? En esta ocasión, al comenzar los teclados de Rodenberg para Sign of the cross, Tobias bromeó cantando el Heaven and Hell de los Black Sabbath, pero poco después retomó la melodía hasta mitad del tema, y de repente empalmó con el estribillo de The Seven angels (aceleradísimo, por cierto) que repitieron cuatro veces mientras todos, absolutamente todos los invitados del show se subieron al escenario para cantarla al unísono y aportar cada uno su granito de arena y personalidad. Tanto saltaban ellos como nosotros, muy emocionados con los recuerdos que nos trae esta melodía a unos y a otros. Séptima vez que les veo en vivo y, como no puede ser de otra forma, su espectáculo sigue siendo una auténtica fábula de ensueño, sobre todo pensándolo entre los millones de papelitos de colores que lanzaron al aire para despedirse por todo lo alto.

Sé que ha sido una parrafada mortal… pero me siento incapaz de abreviar, sobre todo de describir las sensaciones que me produce cada ocasión en que puedo verles. Soñé tanto con esto en su día, con los primeros discos, que una vez se hizo realidad gracias a la constancia y el talento de Sammet (aunque a veces no esté de acuerdo con muchas de sus ideas y actitudes) juré que les vería siempre que pudiese.

Para evitar caer a plomo desmayado en una de estas, me acerqué a la barra a pillarme un bocadillo de longanizas que, aunque bastante cutre como siempre, me supo a gloria después de 12 horas sin probar bocado. Tanta genialidad en un mismo cartel es lo que tiene, que hasta se me olvida cenar (y no es la primera vez que me pasa).

Bocata en mano y litro de kalimotxo en la otra, nos acercamos ya con un poquito más de tranquilidad a vivir el último concierto que se haría ya en todo el festival en el escenario Azucena, las hordas del infame para unos y genio para otros Glen Benton. Su nombre puede haber sido objeto de críticas por ciertas historias del pasado, pero no hay duda de una cosa al menos: en directo se emplea como si le fuera la vida en ello, y además tiene una actitud y unos gestos que implican autenticidad y mucho gusto por lo que hace hoy como lo ha hecho toda la vida: Death Metal de corte clásico, siendo la banda extrema de este rollo por excelencia del cartel, una oportunidad que nadie debía dejar pasar, aunque entiendo que la coincidencia con Brainstorm pudo ser un gran lastre (yo mismo estuve dudando entre las dos durante algunos momentos). A esas horas y con aquel cansancio de muerte, probablemente se me hubiesen hecho más llevaderos los powermetaleros alemanes, pero Deicide son leyendas entre los suyos, así que al final me decidí por estos (es lo que tiene que te gusten todos los géneros del Metal). Y si su objetivo era producirnos una lesión cervical, yo diría que lo hicieron de puta madre. La primera en caer cuando estuve allí fue They are the Children of the Underworld, presentada por el propio Glen, igual queSerpents of the light.

Sus temas, blasfemos y cuchilleros, hacen llover mierda del cielo cuando son ejecutados con tal violencia como lo hicieron aquella noche, a pesar del destroce general, en las primeras filas aun se podía ver bastante alboroto, y este se fue expandiendo en tamaño con el paso del tiempo. Lo cierto es que yo ya no estaba para esos trotes, pero sí me quedé junto a mis amigos en un buen lugar para visionar con calma (pero sin dejar el piececito quieto ni el headbanging jeje). Ritmos como el de Once upon a cross (de las más demoledoras del concierto) o Oblivious to Evil despertaron la maldad en muchos de nosotros mientras nos tomábamos los últimos tragos y apurábamos esa pasión que solamente dura lo que dura el festival… y por desgracia estaba llegando a su fin. La forma de cantar de Glen, como digo, fue de lo más agresivo, poniendo los ojos en blanco, echando la cabeza hacia atrás y de vez en cuando soltando algún alarido de dolor que nos encabronaba, tanto como la violencia sonora que salía de la batería de Steve Asheim, el otro miembro original que sobrevive en el seno de la banda. Y es que había momentos de una locura insana, con un barullo sonoro que era capaz de hacerte explotar la cabeza, y lo mejor es que todo sonaba a un volumen insultante. Los cambios de luces entre roja y azul, alternando y mezclando, hacían todavía más fácil perderse a uno en ese maremágnum de demencia y destrucción entre los gritos infernales de Dead but dreaming. Nos quedamos un rato más, disfrutando de los últimos blastbeats y solos infernales, y nos retiramos justo tras la última canción en busca del último concierto, el último objetivo… ¡¡¡EL ASALTO FINAL Y DEFINITIVO!!!

… que por cierto, no podía ser más atractivo para mí, y es que hablamos nada más y nada menos que de los grandiosos Rata Blanca. Aun con imágenes del soberbio concierto que se marcaron el año pasado en el Rock Fest Barcelona pululando por mi cabeza, fui con una ilusión y expectativas gigantescas (aunque físicamente ya casi rozando la enfermedad, con un tirón en la pierna izquierda bastante amenazante). De hecho, pocas bandas habrían conseguido mantenerme con la intensidad con la que estuve al pie del cañón allí, pero los argentinos eran una de ellas sin duda. Con la Tormenta eléctrica, de su último disco homónimo, comenzó aquella gran fiesta de Rock’n’Roll con los típicos elementos que tanto nos gustan a algunos, Walter tirando de chulería máxima, el nuevo bajista Pablo Motyczak bien despatarrado y el teclado sonando realmente bien, aunque hubo un problema, la voz de Adrián no se escuchaba absolutamente nada y el conjunto bastante flojo, lo que le restó enteros a la primera parte, también en un temazo tan intenso, rockero, vibrante y 100% coreable como Los chicos quieren Rock. Poco a poco se fue arreglando, muy progresivamente, eso sí, en ningún momento dejaron de escucharse los inhumanos agudos de Adrian Barilari, que salió hecho una furia al escenario, una auténtica bestia descosida que gritaba y gritaba, y su voz no parecía tener límites. Verdaderamente impresionante este hombre, ya quisieran cantantes más famosos de la época cantar como él… En Solo para amarte nos dejó alucinados con su potencia y su técnica vocal, llegando a tonos que ya me parecían alejados de sus posibilidades… me estaba sorprendiendo tanto o más que en aquel Rock Fest, incluso que en anteriores veces que les he visto. Y por supuesto, el puto Walter Giardino… uf… que pasada con los solos, ¡¡es que son hipnóticos!! A muy pocos guitarristas he visto en mi vida tocar como él. Quizá al cantante le pasaron un poco factura los excesos del principio, y en El círculo del fuego se le notó más comedido incluso algo inseguro. El tema es cojonudo, de mis favoritas, pero es que el solo es… indescriptiblemente apasionado, tocado a la velocidad del rayo durante un minuto y medio absolutamente espeluznante, pura pasión desenfrenada en la que Giardino hace hablar a su guitarra en todos los idiomas posibles y para mí supuso un momento de éxtasis puro y sin adulterar. Me pegué tal sudada que cualquiera diría que lo interpreté yo jajaja, pero es que puede conmigo.

Además de talentoso como pocos, Adrián es también un grandísimo frontman y comunicador. Nos explicaba los más de 15.000 kilómetros que se habían recorrido para estar allí esa noche y no iban a permitir que decayera el ritmo, a lo que siempre añadía ‘¡esto es una fiesta!’. En Rock and Roll Hotel (también de su “Tormenta Eléctrica”) nos instó a hacer palmas sin parar, y el por su parte predicaba con el ejemplo, tomando el palo del micro y yendo de aquí para allá, solo mirarle cansaba. Flipante, absolutamente ensoñador el teclado de Danilo Moschen (que Barilari llevaba también en su formación en solitario) con sonido heredado de los mejores Deep Purple en otro de los momentos más intensos y sentimentales de la noche con Aun estás en mis sueños, un tema que me chifla, me encanta por muchísimos motivos, por su cadencia, por el feeling del cantante, por esos mismos teclados y por los detalles de Giardino… para muchos puede ser una ñoñería, pero yo desearía que nunca dejasen de tocarla, porque es de las que me hacen cerrar los ojos en directo por lo que significa para mí.

Ahora le tocaba al público el turno de colaborar, con un medley en el que Adrián nos hizo dar palmas casi de principio a fin, y mira que era una tarea jodida a esas horas, pero lo consiguió, al ritmo de fragmentos de Smoke on the water, Enter sandman, Sweet child of mine (durante más tiempo), Jump o Highway to Hell. Tal vez se alargó demasiado, pero daba gusto ver al frontmal ir con cada uno de sus compañeros, abrazarlos, chocar esos cinco en una demostración de complicidad y buen rollo total. Terminado el medley, otro de sus medios tiempos más conocidos como Volviendo a casa, que siempre suelen dedicar a las féminas y Guerrero del arco iris, con ese regustillo neoclásico tan característico de las composiciones de Giardino que me encanta. Se podría decir que a estas alturas el sonido estaba ya bastante estabilizado y lo suficientemente potente para sacarnos algunos cuernos y cabezazos más. Recta final del concierto y del festival que había que apurar al máximo, con grandes clásicos de sus primeros tiempos como la mundialmente conocida Mujer amante (uno de sus primeros grandes hits), más melódica y apacible y La leyenda del hada y el mago, la que muchos estaban esperando (aunque yo me volví loco en todas y cada una de ellas), con ese rollo épico y destacando el imparable ritmo Heavy y el estilazo del batero Fernando Scarcella, que en cuanto a carisma también estuvo a la altura del resto (salvo Walter, que no nos miró ni para decir hola jeje). Sorprendentemente, este último, tan pronto se despidieron, cogió y estampó su guitarra con violencia contra los amplificadores, algo que nunca le había visto hacer, aunque desconozco si fue por puro espectáculo o porque estaba jodido por algo en particular; de todas formas, salió a despedirse con el resto del grupo entre grandes y merecidos aplausos.

Y que os voy a decir… aunque quedaba todavía la actuación de Lujuria, para nosotros el festival había terminado, y para mí además de la mejor forma posible con un grupo que adoro con toda mi alma y que ojalá vinieran más a menudo a visitarnos. Ya con la sensación de tristeza y de despedida entrando al cuerpo, nos arrimamos para decir adiós a nuestros colegas, que estaban ya en nuestra súper acampada de lujo. Ayudamos, como no, a desmontar toldo y recogimos las cosas, dejando tan solo la furgoneta y el triste sofá que iba a ser abandonado tras los impagables servicios prestados… pero no teníamos hogar para él xD. Así pues, junto a nuestros colegas Jorge y Pedro, buscamos durante un rato el coche hasta que nos hicimos con él y, sin echar demasiado la vista atrás (no sea que aun cayera alguna lagrimita) emprendimos el camino a casa despidiéndonos del lugar que había sido prácticamente nuestro hogar durante aquellos cuatro intensos y mágicos días que han hecho de esta una de las mejores ediciones, para mí, de todos los tiempos.

Y por supuesto, como fuisteis también parte del Leyendas a mi alrededor, no puedo dejar de agradeceros la compañía y todo ese buen rollo a vosotros: Juanma, Kurro, Kolega, Momo, Dani, David, Tere, Ramón, Conchi, Corvo, Toni, Belén, Molina, Chely, Indio, Costera, Pakete, Marcial, toda esa peña de Banyeres y alrededores, y también por supuestísimo a Popi, Álvaro, Cristina, Rebeca, el sr. Pirata, a la peña del Camilo SesThor Team de Alcoy (Gremlin, Dani, Marian…), al Manu de Elche, a toda esa peña de Albacete tan de puta madre y a Pedro y Jorge (a ti también por el regalazo que me hiciste, ¡¡eso no se olvida!!), que se vinieron desde Madrid a la última jornada… y a todo aquel que se me haya olvidado, aunque solo fuese un minuto lo que compartimos.

SIEMPRE A MUERTE

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

Leyendas del Rock 2019 (sábado, 10-08-19, Villena, Alicante)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado la crónica, estuviste allí o quieres sugerir alguna corrección, ¡comenta!

2