miércoles, 14 de agosto de 2019

Leyendas: No Pain, No Gain (Leyendas del Rock 2019, viernes 09-08-19, Villena, Alicante)

¡Ja! Ingenuo de mí al pensar que esta segunda jornada completa del Leyendas del Rock 2019 iba a ser más tranquila que el resto. Desde luego no fue la más ‘a saco’, pero ni de lejos se puede utilizar la palabra ‘relajada’ para describirla. Tal vez era la más floja de las tres principales para mi gusto por su cartel en general, pero aun así, entre tantas bandas, tanta gente que vi y conocí, y tanta carrera de aquí para allá resultó ser una jornada más, casi tan maratoniana como cualquiera aunque nos dimos un pequeño homenaje acercándonos al camping en la hora de Eluveitie (un grupo que me termina saturando un poco…) y echar unos cubatas en el PUTO SOFA que nos habíamos llevado al camping, más a gusto que na. Nivel Dios, señores. Una vez pasado el rato, ya no habría descanso. No habrá paz para los malvados, como dice la película, y el resto fue un incesante empalmar de bandas que me dejaría espalda y cuello triturados hasta el extremo y sin un segundo para poder pararme casi ni a cenar. Pero es que en un festival lo primero es lo primero, y hay que pelear contra viento y marea para terminar el día con satisfacción, algo que tampoco requirió demasiado esfuerzo debido al gran cartel que ostentaba aquel viernes, poblado a medias por joyas internacionales y bandas nacionales algo más trilladas, aunque hubo otras sorprendentes como Koma o MorphiuM (a quienes finalmente no pude ver) y por supuesto, mis queridísimos Uzzhuaïa, que dejaron un listón difícilmente superable. También hubo una importante caída que ya se anunció por adelantado, la del americano Dee Snider, cuyo lugar en el escenario principal fue ocupado por una banda como Beast in Black que, de haber tocado en la carpa, la hubiese reventado de tanto público.

Además… ¿cómo cojones iba a ser una jornada tranquila si ya de buenas a primeras empezaba con los animales de Crisix destruyendo el escenario Jesús de la Rosa? Porque lo suyo no hay mejor forma de describirlo que con esta expresión. Es cierto que no lo vi todo porque a esas horas criminales hay pocas bandas que me gusten lo suficiente para verlas a pleno sol, pero finalmente decidí acudir de mitad para adelante refugiándome en la sombra que ya daba en parte el escenario (uno de los mayores alicientes y alivios del Leyendas del Rock, impagable), lejos del barullo que se liaba con cada uno de los temas que caían. Sin embargo, también he de decir que a parte de la brutal Get out of my head, que sonaba mientras encontraba mi lugar perfecto, la cosa estuvo bastante parada, no exenta del humor que esta pandilla de cachondos siempre muestra en directo, pero que podrían haber aprovechado para tocar algún tema más. Así, nos deleitaron y divirtieron con fragmentos de algo de Black Sabbath / Ozzy y distintos temas clásicos mientras se partían la polla y presentaban a la banda. Pero cuando retomaron el ritmo, aquello fue la hostia, con G.M.M. (The great Metal motherfucher) y un sonido bastante potente para ser el primer bolo del día, formándose unos circle pits que debieron ser los más destructivos y amenazantes de todo el festival, y es que cuando uno ve a los guitarristas Busi y Albert corriendo, intercambiando posiciones y matándose a headbanging, y a su vocalista Julián comiéndose el escenario entero, es imposible estarse quieto y claro, por si no hacía ya suficiente calor infernal, la gente se puso a tono más todavía con esta actitud. Su comunicación con el público es excelente, y esto les hace ganar muchos enteros, además de ser buenísimos músicos que se dejan la piel en cada actuación desde su nacimiento en 2008 como banda, y es una de las bandas de Thrash Metal más reconocida del país (dentro y fuera de él) por méritos propios, porque cada disco nuevo que sacan es una ensalada de hostias en toda la cara que trasladan al directo con muchísima rabia y energía, y temas como Bring’em to the pit son una invitación nada subliminal a partirse el morro en esos circle pits tan descomunales que supieron montar, aparte del Wall of death en el que el objetivo era reventar globos que la misma banda arrojó entre la multitud. Al final me hicieron sudar lo mío, los muy cabrones… y me quedé con ganas de más, pero culpa mía por no haber ido desde el principio.

Sudando muchísimo de los chandaleros Avatar (que ya tuve que sufrir en el Rock Fest, y eso solo oyéndoles de lejos y de fondo…) hicimos camino hacia el campground para gozar como cerdos de nuestro sofá y nuestra sombra durante el rato que ocupaba su actuación. Próximo objetivo: Delain, una de mis bandas favoritas de Metal sinfónico casi desde su concepción, que ya han venido unas cuantas ediciones al Leyendas pero que no me pierdo nunca. Aun así ya se sabe que con esto de los apalanques… mal rollo, y nos perdimos 3 o 4 temas de su actuación, llegando al final de The glory and the scum, empalmando con otro tema extraído de su último trabajo de estudio hasta la fecha, un “Moonbathers” que me gusta bastante, y es que todos los discos del grupo tienen un algo especial que hace que sean tan atractivos para mí, mucho más que los de otras bandas a quienes ya apenas sigo como sus paisanos Within Temptation. El tema en cuestión fue Fire with Fire, y la guapísima Charlotte, con su nuevo atuendo tan llamativo, hizo todo lo posible para que nadie se durmiera en los laureles.

Muy activa y con mucho gancho sobre el escenario, su voz sigue conservando ese timbre tan dulce y a la vez atractivo que tan bien suena en temas como Masters of destiny o Get the devil out of me, más compleja de cantar. Tiraron, como suelen hacer, de singles y temas bien reconocibles de su discografía, repasando todos sus trabajos menos mi queridísimo “April Rain”, del que me faltó algo descaradamente, y a pesar de esto el bolo tuvo una muy buena cadencia, solamente distraída por el rato instrumental que se marcaron entre el guitarrista (un puto máquina con un instrumento de ocho cuerdas) y el batería, que también le metió a gusto. Cuando dicho solo terminó, vimos un gran detalle, que consistió en la caída del telón para dejar ver el otro que había detrás, y quedó muy espectacular, preparando el terreno para la conocida Mother Machine y el single de su “The human contradiction”, Don’t let go, para el que contaron con la ilustre presencia junto al teclista Martijn Westerholt de su hijo que sorprendió a propios y extraños. Tras una pequeña presentación de uno de sus temas por excelencia, el We are the others comenzó a sonar, y con él las caras de alegría y los saltos desenfrenados entre el público, un hit que nunca puede faltar en sus directos y que provocó un aplauso lleno de alabanzas de más de dos minutos, con ‘oe oe’ incluidos. La cara de Charlotte y de su bajista Otto era un poema, llenos de ilusión y agradecimiento por esa muestra de cariño. La actuación terminó anunciando un tema (waaaay back) de su primer disco, el “Lucidity” que no fue otra que Pristine, en la que se nota más acentuadamente la evolución de la banda. Si no recuerdo mal, es la cuarta vez que visitan nuestro festival, y cada vez nos dejan más contentos.

Aunque nunca me han gustado, hice el esfuerzo de acompañar a mi chica hasta el concierto de Dünedain, una banda que ya lleva sus años en esto del Metal pero que a mí nunca me han calado. Me pasa lo mismo que con otras bandas similares, les veo muy faltos de fuerza, muy típicos y llenos de topicazos que otras muchas bandas son mejores a la hora de reproducir musicalmente que ellos, así que tampoco les presté mucha atención. Eso sí, tenían el escenario que no cabía un puto alfiler. Y sin querer menospreciar su música ni su trabajo durante años… el hecho de que hubiese tanta gente aquí y tan poca en una banda de una calidad tan enorme como Dark Moor, habiendo pasado ambos por el mismo estilo musical es algo que jamás entenderé… pero el público manda, que le vamos a hacer… Volví a ver a mis colegas Toni y Belén y hablamos de la inmediata caída de la banda Diabólica (otra más de esta edición, y ya iban unas cuantas…) y de las bandas que habíamos visto hasta el momento.

Me despedí de ellos y nos fuimos de nuevo al kampamento krusty a tomar algo, pero esta vez encontrándonos con varios colegas que estaban allí relajándose, y es que como nos lo hemos montado este año no ha habido otro igual. En espera de que tocaran Beast in Black, que como digo fueron desplazados al escenario Jesús de la Rosa ante la caída de Dee Snider, pasamos un gran rato que se pasó volando, ya con la caída de la noche haciendo la estancia mucho más llevadera ante el demoledor calor que nos había torturado durante todo el día.

Llegamos un poco tarde al concierto, aunque tampoco era uno de mis objetivos principales durante el día, así que puedo darlo por aceptable. Mucha gente, a tenor de lo visto, no pensaba lo mismo que yo, y ahí es cuando pensé: ‘¡menos mal que les cambiaron de escenario!’ porque había muchísima más gente de la que me esperaba. Lo cierto es que en general fue un rato bastante divertido, disfrutando y bailando sin parar mientras me zampaba un mediocre bocata de panceta de la barra, pero eso no me impidió dejar de moverme al ritmo de cortes como Die by the blade, en el que ya nos asentamos, o True believer. Lo cierto es que el primer disco me gustó más que este reciente “From hell with love”. Tal vez lo que han pretendido con este es reforzar más su estilo, pero en mi opinión hay temas que se pasan muchísimo de discotequeros y comerciales. Un puntito está bien para mover el culo, pero demasiado me satura, como me sucede con Sweet true lies. Sin embargo, ese punto ochentero que tienen (actualizado, eso sí) creo que compensa mi falta de gusto ante lo anteriormente citado y sin duda será una banda que llegará lejos, si es que no lo ha hecho bastante ya, porque con una existencia de 4 años y solo dos discos en el mercado, ya aparecen en los grandes festivales de todo el mundo y eso ya es todo un logro. Precisamente fue From hell with love la que sonó a continuación, que fue la primera que escuché del nuevo trabajo (como single que es). Me gustan sus melodías y sus guitarras, me parece menos cargante y su vocalista Yannis hizo un buen trabajo con ella, y es que no se puede negar que tiene una voz estupenda, tanto para los cantares melódicos como a la hora de lanzar un agudo de esos que te ponen la piel de gallina por su intensidad. El estilo del batería, por cierto, también es de lo más particular, con mucha carga de espectáculo en su forma de tocar, muy visual y también efectivo. Ya imaginaba yo que esto iba a ser un triunfe desde el principio, sobre todo para la gente que quisiera desconectar por un rato del Metal más tradicional y dejar llevar las piernas por los teclados y los platillos doblados de estas canciones. Por desgracia, no podía quedarme más tiempo, ya que si no picaba suela rapidito hacia el Mark Reale iba a perderme los primeros minutos de Pestilence y eso sí que era impermisible. Me di el último bailoteo con mi chica mientras sonaba Blinded and frozen (y qué bien lo pasamos allí jeje) e hice marcha. Tampoco quedarían muchas por caer, en verdad, pero para mí el concierto finalizaba con esta última, y me apresuré a encontrarme con mis colegas en el escenario cubierto.

Entre unas cosas y otras, todavía llegué con el concierto en marcha, aunque solo fuesen unos pocos minutos. La cosa sonaba atronadoramente inmejorable, tenían ya el escenario y el recinto entero en llamas, patas arriba, en un estado de destrucción perpetua con una batería que sonaba de miedo y unas guitarras que cortaban yugulares. Solo os puedo decir, como anticipo, que para mí fue el mejor concierto de Metal extremo de todo el festival y con diferencia. E imaginaos si hubo bandas buenas… pero lo de esta gente es que es sencillamente insuperable, y no solo a nivel de tralla y del lío que arman, sino a nivel técnico, porque esta banda, especialmente desde el “Testimony of the ancients” juegan en otra liga muy superior a nivel técnico. Alegría, regocijo y caos absoluto para los fans de los primeros álbumes de la banda, ya que de entre este y el “Consvming Impvlse” sacaron todo su pútrido repertorio que a muchos nos dejó embobados durante la hora aproximada de concierto que nos regalaron. Sí, un verdadero regalo para los oídos y para la vista, no importaba en quien te fijaras o a donde mirabas, todo estaba excelentemente estudiado y compenetrado hasta rozar la perfección. Solos cada X estrofas, un bajo increíblemente rápido, batería mortal y los gritos llenos de agonía de Patrick Mameli, el verdadero padre y alma matter de la banda, y el único, con mucho, que queda desde la formación original, ya que el resto de músicos son muy recientes. Ni siquiera queda nadie desde aquella vez, hará 10 años exactos, que les vi en el que a mí me gusta llamar “Extreme Lorca Rock 2009”. Pero no importa, porque está bien claro que para tocar en esta banda hay que tenerlos bien puestos y tener un nivelón de cojones: no obstante todos ellos son músicos bastante rodados y experimentados como demostraron aquella noche.

Arremetieron con The process of suffocation, un clásico del grupo de buenas a primeras, y The secrecies of horror de su segundo álbum, alternando como os digo entre este y el tercero para ofrecernos un setlist que hizo babear a los fans de la banda, entre los que me cuento desde que les descubrí hace ya muchos años. Su música sonó sucia, maldita, pero aun así muy apreciables todos los instrumentos y una caña desmedida a nivel musical y técnico. Con la batería de Septimiu Hărşan ya a toda hostia, y después todavía más, sonaba como una puta AK-47 Cronic Infection mientras los berreos de Patrick nos ponían la sangre a hervir. La única que se salió un poco de la tónica fue Horror detox, que precisamente es del disco que presentaban la primera vez que les vi (“Resurrection macabre”) y es en particular una de las canciones que más se me quedaron. Pura barbaridad sonora que tuvo uno de sus puntos álgidos en The Trauma, con un barullo impresionante pero exquisitamente medido, unos golpes de batería que hicieron temblar todo el festiva y parecía que iba a llegar el momento en que todo iba a reventar literalmente (incluidos nuestros tímpanos) ¡¡Imparables!! Que contundencia tan arrasadora en Twisted truth y en Suspended Animation. Nunca un tema sirvió para describir mejor esta salvajada, tanto por su música como por su título como fue Reduced to ashes, y es que precisamente así nos dejaron al finalizar su concierto… pero quietos ‘paraos’ que aun quedaba la traca final de la mano de Land of tears, en donde todos pusimos hasta la última pieza de carne en el asador (también mi colega Manu de Elche, que se estaba dejando la puta vida entre los moshpits). Sudando a chorros y tras recibir algún que otro empujón, la calma se hizo de nuevo, salvo el incesante pitido de oídos en bucle que aun retumbaba en nuestras cabezas. ¡¡¡Qué señor conciertazo, la hostia!!!

Precisamente por bandas como la que acabábamos de disfrutar es por lo que os digo que de tranquilito no tuvo nada el día. Seguidamente, íbamos a cambiar de tercio de forma bastante radical. Y aunque lo de los australianos Airbourne siempre es sinónimo de caña, fiesta y Rock’n’Roll desenfrenado, me costó bastante asimilar un cambio tan bestia. Menos mal que con Cheap Wine & Cheaper Women y Bottom of the well esos riffs marcadamente eléctricos y gritones comenzaron a desplazar poco a poco a los blastbeat y los guturales que aun rodaban por mi cabeza. Cuando me di cuenta, ya estaba con el headbanging sin poder parar. Aunque estábamos un poco lejos (el recinto estaba abarrotado de peña a estas alturas) el concierto se escuchaba a la perfección, y podíamos distinguir bien los saltos y carreras que se sucedían sin parar sobre el escenario, algo que ya forma parte de la propia esencia del grupo. Airbourne es energía, son riffs adictivos y litros de cerveza (y si es la lata que siempre abre Joel O’Keeffe con la cabeza, mejor que mejor jeje). Sus nuevos trabajos aportan más matices a su música, que de otra forma tal vez habría empezado a resultar repetitiva, aunque haya gente que no comparta mi opinión.

Ahí están, por ejemplo, esa Breakin’ out of hell, que da nombre a su disco más reciente, o It’s all for Rock and Roll, que cierra el mismo, destellos de Rock guitarrero y juvenil, canalla e inconformista que llegan a la sangre de cualquier Metalero, incluso aunque no te guste precisamente este estilo. Y es que Airbourne no necesitan montaje: la fiesta ya se la curran ellos, uno solo tiene que poner ganas y pasión por esta música, y creo que al menos yo voy sobrado de ambas, por lo que es extremadamente fácil vivir a saco cada conciertos suyo, las piernas se van solas a su aire. Y más cuando esas dos notas, cada vez más aceleradas, dan comienzo a Stand up for Rock’n’ Roll y la explosión de energía que supone gira el escenario entero del revés, y tanto Justin Street al bajo y Matt Harrison, a quien ya se le ve más que integrado en la banda, empiezan a cruzarse y a echar carreras como si no hubiese un mañana. Para los bises, sacaron una sirena con una manivela que Joel comenzó a girar alocadamente con todas sus fuerzas para dispararnos Live it up seguida de Raise the flag (que me recuerda bastante al Girls in Black, por cierto). Muy pocos descansos o parones se permitieron, ni siquiera para dedicarnos a nosotros, aunque su simpatía estaba presente en su misma música y en la forma en que se comportan, no pueden parar, son puro nervio (y eso que ya no tanto como en sus inicios…) y eso es extremadamente contagioso; piezas del calibre inflamable de Runnin’ Wild son victoria asegurada de brazos levantados y coros al aire que se escuchan desde aquí a la puta China. Los cabezas de cartel del viernes salieron triunfadores con uno de los conciertos más aplaudidos del día.

Con Warcry me sucede lo mismo que con esas bandas que escuchaba en mis inicios con el Metal nacional más extendido: suelo pasar de ellas pero en cuanto me toquen 2 o 3 clásicos, ya me engancho para todo el concierto. Por eso preferí poner pies en polvorosa hacia el Mark Reale de nuevo, antes de arrepentirme por no haber ido.

Pero en esta ocasión, cuento con la lujosa e inestimable colaboración (cosa muy poco frencuente en el blog, ya sabéis) de mi gran amigo Juanma Heteróclito, que sí se quedó para ver a los asturianos más veteranos de la historia del Leyendas y me escribió una crónica fantástica que os cuenta con todo lujo de detalles lo que fue su concierto, lleno de grandes clásicos inmortales, mucho espectáculo y algún que otro mensaje enigmático que tendremos que esperar un año para ver si es lo que muchos pensaron.

Aquí os dejo su crónica, ¡¡disfrutadla porque vale la pena leerla con detenimiento!!:

Sus discos posteriores al "Directo a la Luz" no han estado tan omnipresentes en mi vida como los anteriores, pero es una banda a la que siempre rendiré culto y tenía ganas de verles tras unos cuatro años desde la última vez. Empezaron con La Luz del Norte antes de que pudiese acercarme un poco al escenario, pero ya encendieron mis ganas de llanto bélico. En el fondo del escenario había una pantalla que mostraba frases de las letras, aunque el público de ésta banda por lo general corea cada estrofa como propia, como ocurrió con las siguientes del set-list Nuevo Mundo y Quiero Oírte.

Durante la cuarta canción (que Víctor presentó como "esta") el fuego surgió literalmente del escenario al ritmo de la música, mientras unos visuales llenos de fuego y pájaros me hipnotizaban. La iluminación estaba muy cuidada, iluminando al público en los instantes más coreables y en los momentos más relajados musicalmente, como las primeras estrofas de Devorando el Corazón. La sexta canción fue todo un clásico: El Guardián de Troya me sonó especialmente bien y durante el sólo de guitarra volvió a salir fuego del escenario. Entonces Víctor bromeó con el frío que estábamos pasando en el festival y nos presentó un tema que habla de pasar frío, uno de mis favoritos de la banda, Capitán Lawrence, en el que el guitarrista cantó perfectamente las frases que se solapan en las estrofas, y hacia el final de la canción, fue bastante flipante el potente disparo sorpresa de mogollón de ligeras serpentinas doradas desde el escenario que enseguida sirvieron para dar un toque de color a los atuendos de much@s fans que las partían y se las ataban al cuerpo de diversas maneras.

Entonces Víctor dijo que estaba cansado, y aunque es cierto que el tiempo ha pasado por su voz, mantiene una dignidad vocal muy envidiable. Para la octava canción nos presentó "una baladita", aunque Aire no es precisamente una balada, pero tiene una de las mejores letras de la banda, que se nos mostró en la pantalla sobre una carretera en movimiento, y que por supuesto fue vívidamente coreada por miles de personas (yo también me emocioné gritando "me quema, me quema, me quema..."). Al sonar la última nota el público empezó a jalear con pasión el nombre de la banda, hasta que Víctor lo silenció diciendo que tenían poco tiempo, y aprovechó para entonar la frase ‘bailar pegados es bailar’ (curiosamente yo siempre he encontrado similitudes entre la voz de Víctor y la de Sergio Dalma...). Entonces, tras esa intro tan dramática del teclista, Víctor empezó a cojear por el escenario para cantar Ardo por Dentro, cuyo sólo de guitarra me gustó especialmente.

Después llegó otro de los momentazos para l@s viej@s seguidor@s con imágenes muy acertadas en la pantalla; Víctor nos presentó "la cucaracha" y sonó la grandiosa Alejandro, y aunque yo eché un poco de menos la segunda guitarra, dio igual gracias al incandescente ambiente... y en el momento "oh,oh,oh!" volvió el fuego. El show llegaba a la recta final, cuando Víctor amenazó con no volver al festival manifestando que los cambios son buenos y repitiendo ‘nunca se sabe’ ante la confusión de la gente. Fue entonces cuando empezó a recitar un himno que para mí es imprescindible en mi propia historia del metal. ‘Nada hay bajo el sol....’ El público entró en comunión con Tu mismo enmudeciendo al cantante, que le acercó el micro al bajista hasta que llegó el clímax del temazo que se alargó con deliciosos punteos de bajo que dieron paso al punteo de guitarra (con espirales en la pantalla) antes de dejar que el teclado se saliese hasta incluso después de volver a entrar la voz; fue maravilloso, creo que TODO EL MUNDO coreó el himno al final, sólo con la batería de fondo.

Para terminar se hinchó una mano de más de dos metros en el escenario (en posición cornuda, por supuesto) y tocaron Hoy Gano Yo en cuyo estribillo volvimos a ver fuego, y antes de acabar, un nuevo disparo dorado, ésta vez de confeti, decorando el lugar para dolor de los servicios de limpieza.

(Fin de la colaboración, estupenda ¡¡MUCHAS GRACIAS JUANMA!!)

Mientras el colega que suscribe la crónica anterior vibraba con los grandes himnos de siempre de la discografía de los Warcy, servidor ya estaba pelándose el cuello de nuevo en el escenario pequeño con tralla de esa que te deja el cuello como una butifarra cocida. Unleashed es una banda que me encanta desde hace muchísimos años, cuando les conocí en un Atarfe Rock (Granada) en el año 2006. Allí ya les cogí el gustillo, pero la evolución de la banda dentro de mis gustos musicales no ha tenido freno desde entonces, ni tampoco la tralla que han metido en las dos veces más que les he visto, una de ellas en este glorioso Leyendas del Rock 2019 que por fin se ha dignado a traernos. Como veréis, de nuevo un cambio drástico en cuanto a estilos, y eso es bueno, porque hace más variada todavía, si cabe, la seguidilla de cada día. Como es natural en ellos, los suecos nos escupieron a la cara un buen puñado de himnos recogidos de varios discos. Las hordas vikingas emprendieron este viaje de muerte y destrucción sonora con Blood of lies y Dead forever, sin parar, pegadas y tras una rápida presentación, dos hachazos más en el cuello titulados Don’t want to be born y Lead us into war. Johnny Hedlund ha sido siempre el viejo capitán de este barco, aunque sus compañeros Tomas Olsson (guitarra), Anders Schultz (batería) y en menor medida Fredrik Folkare (guitarra también) le acompañan desde sus inicios en una formación que se ha mantenido bastante sólida durante toda su carrera. Parecía que cuando Hedlund repetía una y otra vez los estribillos de The longships are coming y Stand your ground, la gente se iba engorilando cada vez más, la batería de Anders sonaba más asesina y el recinto entero se estremecía ante tanta potencia y calidad al mismo tiempo.

En este último tema, el mismo Fredrik interpetó un solo bestial, levantando el mástil de su guitarra mientras tanto y en primera fila de escenario. Se portaron muy bien con su público, sin excesivo discurso y con mucha tralla, temas prácticamente empalmados desde el principio que prendían fuego con cada comienzo. Hammer Battalion fue un verdadero punto de inflexión, con una traca descomunal, esperadísima y recibida con moshpits de un poder destructivo inimaginable. Me volví a encontrar con mi colega Manu de Elche, que estaba curtiéndose la piel en pleno fragor de la batalla. Yo preferí (aunque intentó arrastrarme jajaja) quedarme un poco atrás para no perder ningún miembro del cuerpo y disfrutar con headbanging destroza-cuellos de las siguientes The dark one y I have sworn allegiance, tremendas. De vez en cuando, y viendo la que estaban liando, Hedlund nos lanzaba una mirada maliciosa como diciendo: ¡¡os voy a sacar hasta el hígado!! También, entre tanto clásico, cayó material nuevo como The hunt for White Christ, aunque como cada disco que sacan lo bordan, apenas hubo diferencia de intensidad con otros de toda la vida como Into glory ride (himnazo de su primer disco “Where no life dwells”). Tras esta, y tras dejarnos a todos muertos de cansancio, el frontman sacó su cuerno, lo levantó, nos dedicó unas palabras y se pegó un laaaargo trago que lo dejaría finito… y listo para afrontar con toda la violencia posible el final con Death Metal víctory, un corte jodidamente épico y furioso.

No podía más, pero al mismo tiempo, no podía parar. Tras la descarga de estas bestias humanas, me había quedado con las fuerzas justitas para andar, pero no podía permitirme desfallecer aun, porque quedaban dos de mis bandas favoritas de aquel día. La que venía a continuación, nada menos que los Koma, actuación vencedora incluso desde antes de salir al escenario. Tal vez habría alguno que se extrañaría de que dicha formación encajase en el festival, pero lo cierto es que los navarros pueden con lo que les echen, les da igual participar en un evento de punk rock que en algo metalero como es el caso (y sobre lo cual hicieron alguna que otra broma, jejeje). Y para demostrarnos que saben lo que es bueno, no se les ocurrió abrir de mejor forma que entre la velocidad de Menos mal y la contundencia con esas guitarras más secas por parte de Natxo y Brigi de Tío Sam. Incluso sin conocer apenas nada de la banda, puede ser muy fácil divertirse con ellos.

Sus letras son muy cachondas, de acuerdo, pero guardan un toque ácido muy corrosivo si se leen entre líneas, precisamente algunas como El pato o Protestantes, ellos van contra todo lo que intenta jodernos, el capitalismo, las religiones, los caraduras, la explotación laboral, pero siempre desde un punto de vista ligero e irónico. Disfruté enteramente de este bolo por la música, pero también por la compañía de mis colegas Kurro, Momo y Dani que también estuvieron dándolo todo. Aluvión de recuerdos y destroce de garganta con Vaya carrera que llevas chaval, justo cuando pensaba que se la iban a saltar. Y mira que les habré visto veces en mi vida… tres de ellas solamente desde que volvieron a los escenarios el año pasado. Tienen algo que me enciende, siempre lo tuvieron. A Brigi le noté la voz un poco cansada. Siempre responde, también aquella noche, de lujo, pero me dio la impresión de que evitaba esos registros más bestias y carrasposos en detrimento de las melodías con El muro de Berlín o un tema que vino al pelo, La almohada cervical, que habla precisamente de LO NUESTRO, siempre en clave de humor. Natxo, al igual que su compañero de cuerdas Rafa estuvieron de lo más compenetrado y afilados en esos chirridos o en esos momentos en los que tanto destaca el bajo, por ejemplo en Caer, que es de lo más grave que han compuesto nunca, o El pobre, a toda hostia, ambas directamente desde su primer álbum Koma, muy humorísticas, pero no tanto como Imagínatelos cagando, todo un desfase de letra con el nos partimos la polla en directo mientras bailábamos a empujones y porrazos entre mi colega Kurro y yo, y una canción que seguro cobró un nuevo significado en lo personal desde hace poco para nosotros, y gritamos a pulmón aquello de ‘¡atentos al Sakeo!’.

Koma bien se puede calificar como una banda de Metal, aunque lo suyo apuesta por la parte más alegre de este, y lo mejor de todo el asunto es que saben transmitirlo de puta madre, con chistes cabrones, con miradas cómplices y coletillas que te hacen caer al suelo de risa. Se nos volvían a poner rumberos con El sonajero, una de esas ralladas mentales que probablemente haya salido de la mente de Brigi o Natxo, tras lo cual, como llevan haciendo desde su primer concierto de reunión, nos regalaron un medley con constó de: El marques de Txorrapelada, Aquí huele como que han fumao o la desternillante pero ‘malafolla’ Mi jefe, que muchos hubiésemos querido escuchar entera, pero quedó sobradamente compensado este hecho con El Infarto, dedicado a todos esos putos subnormales que viven su vida pegándose 12 horas metidos en una fábrica. Por cierto, el cantante se equivocó con la segunda estrofa. El ritmo galopante y el tono de poblado sureño se hicieron los amos del escenario, amansando un poco a la bestia que se nos tiró al cuello por última vez con la esperadísima Bienvenidos a Deguelto que nos dejó la espalda hecha mistos de tanto saltar y hacer el salvaje, y Brigi cambiando la última palabra por ‘Leyendas’ o ‘Villena’, según le venía. Dentro del punk, dentro del Metal, encuádralos donde te salga de los huevos, pero ten por seguro algo: Koma nunca van a defraudar.

Siete conciertos a las espaldas, y solo en lo que iba de día, y precisamente el último de ellos era uno de los más interesantes para mí de todo el día y de casi todo el festival. Salté de alegría en el momento en que les confirmaron para el cartel y es que Uzzhuaïa se convirtieron desde el día en que conocí su música en uno de los mejores grupos de Rock que han salido nunca de la capital valenciana. Por su estilo, por personalidad, por su capacidad para enganchar de forma casi inmediata, por su carrera y los incontables temazos que encierra su discografía es un grupo al que no puedo dejar de adorar, incluso tras los muchos (demasiados) años que han pasado alejados de los escenarios, eso sí, cada uno con sus bandas y proyectos musicales. Estoy cansado de decir que no hay que buscar tanto súper bandas fuera de nuestras fronteras cuando tenemos grupazos de este calibre tan enorme al lado de casa. Incluso me pareció tremendamente injusto que les relegaran a última hora en el Mark Reale. Al menos, pensaba, que tengan el sonido que merecen. Algo que de primeras falló en parte pero pronto se puso al nivel esperado.

Sobre aquello de la media tarde, tuve la suerte y el inmenso placer de encontrarme y poder saludar a Pau Monteagudo y Álex Simón, cantante y guitarrista respectivamente, desearles lo mejor y prometerles que estaría en primera fila viendo su concierto hasta caer de rodillas si era necesario. Y no solo estuve allí por la promesa… sencillamente lo necesitaba. El conciertazo que se marcaron en Picanya hace justo un mes vuelve a mi cabeza una y otra vez cuando escucho su música, incluso más que aquellos en los que les pude ver hace mucho más tiempo.

Último bolo del viernes, o lo que es lo mismo, Uzzhuaïa… o lo que es lo mismo, cómo hacer un concierto cuasi perfecto en todos los sentidos. Lejos de estar agotado y deseando irme a la piltra, me encontraba junto a mi chica y mi amigo Juanma muy cerca de la valla del foso bastante ansioso por empezar a liarla. Pau apuraba los últimos tragos de su cerveza, mientras Jose preparaba su batería al punto y Alex esgrimía un chaleco en el que se podía leer en grande ‘Capitan Booster’ (por cierto, que ganas tengo de escuchar material nuevo de estos chicos…). Reunidos todos alrededor de la batería, el mismo Jose empezó a darle al platillo para iniciar Baja California, y en ese momento, aunque la voz apenas se escuchaba, todo explotó con las ganas acumuladas que tenía de volver a verles al mismo tiempo que Álex e Isra alternaban las líneas vocales del tema y Pau cogía el aro de sonajas con ganas. Debido al limitado tiempo del que disponían, el grupo no podía explayarse todo lo que les hubiese gustado con el público, aunque agradecieron en cada canción nuestro apoyo, y continuaron sonando una tras otra Santos y Diablos, excelente single, y Cuando ya no quede nada, en la que la complicidad entre Isra y Alex volvió a salir a la palestra mientras juntaban los mástiles de sus guitarras, al igual que el buen estado de forma vocal y física de Pau.

Esperaba, debido a que tenían muy poco tiempo (algo así como una quinta parte de lo que me hubiese gustado jeje) que gran parte de su repertorio fuese del “Destino perdición” que es el disco al que rinden homenaje en esta gira, pero por supuesto no faltaron grandes hits de otros discos como 13 veces por minuto (del disco homónimo, hay que ver cómo triunfa este tema en vivo) o Una historia que contar (“Santos y diablos”, el último disco de estudio que sacaron, en el 2013). Pau estaba de todo menos cansado, al igual que el resto de sus compañeros que, conscientes del escaso tiempo de actuación que tenían fueron a piñón fijo, soltándose las melenas, sin parar de aquí para allá ni siquiera en los temas suaves… aunque de estos últimos la verdad es que no hubo muchos, probablemente por este mismo motivo. Si en algunos temas de la banda como Una historia que contar se aprecia mucha luz, adrenalina y una perspectiva positiva, en otros como En blanco y negro se atisba algo peligroso, oscuro y a flor de piel, y fue esta última precisamente en la que vimos más apasionado a Pau (que nos la presentó antes de que sonara), probablemente porque la letra habla sobre algo muy personal y muy cercano a la banda, como nos comentó el polifacético vocalista. Estuvo casi enloquecido y llevando su voz al límite, pero solo se le puede dar un sobresaliente en este sentido por cómo lo hizo de bien. En cualquier caso, es un tema que me gusta a rabiar y me transmite muchísimo con su música y su letra: nunca debe faltar en sus directos. Posiblemente quisieron crear adrede este contraste anteriormente mencionado. Ahora vamos con la ‘tranquila’ que curiosamente fue una de las que más triunfó, una de las que más voces y brazos hizo levantar al viento.

Magnífico fracasado es otra obra de poesía y música como solo Uzzhuaïa pudieron componer, apoyada por la acústica de Pau y los grandes detalles de Jose a la batería. Creo que la poca voz que me quedaba desapareció con este tema, pero valió la pena, ya que fuimos decenas de personas las que gritamos al unísono todas y cada una de sus frases. Pau parecía de todo menos cansado. De hecho, mostró un aguante vocal impresionante en los temas más complicados y una afinación apuradísima, y no dejó el culo quieto ni un segundo, de izquierda a derecha, cogiendo las sonajas, la guitarra, subiendo a los monitores, animando, saltando, perdiendo la compostura en los momentos más salvajes y mostrando gestos con sus compañeros, complicidad que también se notó a la legua entre el bajista Álvaro y Álex en más de una ocasión, quienes también se curraron unos buenos coros durante toda la actuación. Una lástima que quedaran fuera temas que me vuelven loco como La mala suerte, Bailarás en el infierno o Desde septiembre (por suerte, sí pude verlos en Picanya y flipé con ellos por todo lo alto) pero las dos cartas que les quedaban en la manga eran ases ganadores, mezclando esa profunda melancolía que se percibe en las notas de Destino perdición y un himno a nuestro rollo como es Nuestra revolución que cerró el concierto y el escenario Mark Reale por aquella noche y por todo lo grande. Para no arriesgarme a que echaran algún bis, me esperé un rato en las primeras filas pero finalmente me resigné y volvimos hacia el coche con los huesos machacados, listos para volver a casa.

Jornada más tranquila, pensé al principio del día… los cojones. Al final, como todos los días, empalmando grupos a saco y extrayendo fuerzas de donde ya no quedan para aguantar contra viento y marea. Un día bastante duro marcado sobre todo por un calor espantoso y mucho cambio de zona de escenarios, pero al menos para mi gusto todos los solapamientos estaban bien hechos y no me vi forzado a perderme a nadie que me interesara. Mucho Metal extremo, rock clásico, thrash… un cocktail explosivo de los que no se ve todos los días, una prueba de resistencia en sí misma que culminó con unos Uzzhuaïa fuera de serie como inmejorable colofón para el tercer día de leyenda.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

Leyendas del Rock 2019 (Viernes, 09-08-19, Villena, Alicante)

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