miércoles, 2 de octubre de 2019

¡Garras fuera! (Gineta Rock 2019, Sábado 28-09-19, Salón municipal, La Gineta, Albacete)

Tras una buena ducha y ayudado por martillo, escarpe y una lija de tamaño industrial para quitarme el sudor, el kalimotxo, la cerveza y la roña que llevaba encima a kilos tras este intensísimo Gineta Rock 2019, empiezo a escribir la crónica correspondiente. Y lo hago desde el recuerdo de muchas sensaciones, todas ellas positivas, de volver un año más a uno de los festivales a los que más cariño profeso. Ya son unas cuantas ediciones acudiendo y, aunque no es un festival 100% fijo para mí (normalmente me baso en el cartel, como en casi todos los conciertos / festivales a los que voy), siempre es una inmensa alegría volver al acogedor pueblo manchego de La Gineta. En particular, este festival siempre ha supuesto para mí, por distintas circunstancias de la vida, una vía de escape en distintos sentidos, bien sea para quitarme penas, o bien para escapar de un aborrecible evento social de esos de los que me alejo como de la peste. Pero si hay una cosa en común en todos es la gente, esos colegas con los que siempre me encuentro, sea en un año o en otro, y que le dan un aliciente extra al hecho de meterme más de una hora y media de coche. En esta ocasión diría con total seguridad que disfruté de la mejor compañía (nunca fui con tantos colegas de viaje a un festival al que siempre acostumbro a ir solo), y no solo colegas del pueblo, sino gracias a nuevas amistades que nos trataron como si estuviésemos en nuestra casa, y aquí he de agradecer a Gali y a toda esa peña albaceteña su gran acogida y genial trato, porque el festival realmente comenzó incluso antes de salir los Perpetual Night a escena. Se podría decir que lo teníamos todo a favor.

Llegamos con bastante anticipación al festival, así como tres horas y pico. Habíamos quedado con nuestros colegas de Albacete, con quienes alguno de nosotros ya compartió parte de este pasado Leyendas del Rock. Y comenzó lo que vino a ser el calentamiento. Birras, aperitivos, y más birras entre planes, risas y conversaciones metaleras, anticipos de ideas de ir a nuevos y suculentos conciertos y mucho más. La comida en el Bar Chely fue una auténtica cerdada. Y no, no lo digo porque la comida fuese mala (todo lo contrario, vamos), sino por la de kilos de comida que engullimos por persona. Sin duda, malsanas a todas luces. Tras la sobremesa, sin más dilación nos acercamos deprisita al salón municipal, con la tripa tan llena que estábamos a punto de estallar. Ni de hacernos unos cubatitas tuvimos tiempo (ni espacio estomacal).

El caso era entrar a la primera actuación, que se presentaba sumamente interesante. Perpetual night se han ganado un nombre por derecho propio en la escena estatal del Metal extremo por su carrera tan nutrida de grandes temas, pero en un espacio más corto y cercano de tiempo, por haber participado en el concurso Forjando Leyendas y resultar vencedores en la edición que se celebró en Sevilla, así como, por otra parte, del concurso de bandas de este mismo Gineta Rock 2019. Escuchándoles no les faltan méritos, desde luego. Y viéndoles en concierto, otro tanto se pueden apuntar, porque a mí parecer fue algo soberbio. No tenían la mejor hora ni la mayor concentración de público, pero salieron ahí con toda su esencia, sin aditivos, tal como suenan y tal como son, con sus temas densos, lentos y agobiantes, una propuesta arriesgada para estas circunstancias. Death melódico de excelente factura, con muchísima personalidad que a veces se acerca al Doom y otras al Black, pero que tiene esa seña de identidad que les diferencia del aluvión de bandas del estilo que han surgido en estos últimos años, y mucho más cercanos a unos Insomnium que a unos Children of Bodom, por citar un ejemplo típico. No los conocía antes del susodicho concurso, pero después ya no pude dejar de escucharles. Saludaban al público cuando llegábamos, habiéndome perdido algún tema pero alegrándome de ver una entrada bastante superior a la que esperaba, para seguidamente continuar la movida con The howling, que fue la primera canción completa que escuché, envueltos en humo y en una malsana atmósfera de tonos oscuros y cargantes, su vocalista y guitarra César Ramírez, auténtica estrella del concierto para mí junto al batería, se iba acercando cada vez más al público conforme se calentaba, doblando el lomo y tocando con mucha pericia, combinando excelentes y lúgubres guturales con solos y riffs de peso.

Uno de los temas más crudos de aquella temprana tarde fue Nothing remains, que además es uno de mis temas favoritos. Le noto mucho sabor a Dark Tranquillity, y eso para mí son palabras muy mayores. Rápida y agresiva, tanto en las guitarras de Raúl como en las voces de César, a pesar de que el sonido de la voz de este iba y venía más de lo deseable. El sonido, a pesar de todo, era decente, aunque no todo lo bueno que me hubiese gustado para disfrutar mi primer concierto frente a ellos (que ganas ya había de sobra). Pasajes sombríos y melancólicos dejaron pasar a Between light and darkness (incluida en un cd recopilatorio que agrupa sus dos primeros trabajos más este tema) y posteriormente, a Wild, donde Luis Rodríguez, su batería actual desde hace unos meses, que se dejó las manos en sus palos. Como he dicho, uno de los músicos más espectaculares del concierto. Más que de dejarse las cervicales, Perpetual Night es un grupo que merece más la admiración de la belleza de sus composiciones. Canciones llenas de matices, de contrastes, de sentimientos transformados en notas. Con su concierto me terminaron de enamorar, con temas como The white wolf con una motivación extra de César, que se volvía a adueñar de las primeras filas del escenario. Culminaron su brillante actuación con Absence of reality, el que según ellos (y de acuerdo estoy), es el tema más profundo que han compuesto nunca, aunque la voz de César dejase de escucharse en momentos muy destacados, una lástima, pero en valoración global, se llevan por mi parte un notable bien alto.

Una actuación que, como suele pasar con aquellas cosas que te dejan tan buen sabor de boca, se terminó casi sin darse uno cuenta. Ahora sí, nos merecíamos un cubatita con tranquilidad, así que nos fuimos hacia donde teníamos el coche apalancado, bastante cerca del recinto, por cierto (es lo que tiene llegar tan temprano). Allí nos relajamos y desparramamos un rato hasta que se nos fue la cuenta del tiempo. Bloodhunter, una de las bandas revelación dentro del Death Metal melódico de los últimos años (aunque con un estilo mucho más convencional que Perpetual Night), sonaban ya a toda mecha sobre el escenario del Gineta Rock. Llegamos por un lateral con el concierto a pleno rendimiento, mientras una invitada lucía unas vestimentas de monja y una buena caracterización sangrienta. Ella era Hynphernia, vocalista que se ha incorporado muy recientemente a las filas de la banda zaragozana Death & Legacy, y se notó mucho buen rollo entre las dos féminas. Abandonando esta última el escenario, Diva presentó la siguiente canción, Embrace the dark light, dedicándola, como suele hacer, a alguna personalidad del Metal cuya presencia se echa de menos ya en este mundo. Decir que, pese a que la ejecución del tema fue más que correcta, el sonido no llegó a alcanzar una calidad digna de este, pero los esfuerzos de los músicos tratando de levantar a todo el mundo fueron de aplauso, aunque esto ya no debería sorprendernos a quienes les hemos visto ya alguna vez.

Son una fuerza de la naturaleza, están ganándose a pulso el respeto y el reconocimiento y no solo por sus discos, no solo por la belleza de Diva Satánica, su presencia o su gran voz, sino por tener una carrera en la que la coherencia y la lucha sin descanso son dos valores que pretenden llevar a cuestas hasta la muerte. Y cada vez se va notando una ligera evolución de sus composiciones, como por ejemplo en All these souls shall serve… forever, que posee en sus casi cinco minutos de duración unos cuantos cambios de tesitura, ritmos que te sacuden el espinazo, guitarras graves y poderosas por Dani Arcos, padre de la banda, y Guillermo… y una batería que roza la demencia a cargo de Marcelo, a quien ya pudimos ver en la penúltima edición del Leyendas. ¡¡Brutal de necesidad!! Sorprendentemente, la primera que vimos no fue la única incursión teatral en el escenario, ya que Laura Black (colega de la banda y alumna de la misma Diva Satánica) saltó al escenario con una chulada de máscara, diseñada por cierto por Ix Valieri. El sonido fue bastante regulero durante todo el concierto, al menos desde donde estábamos, a la altura de la mesa a mano izquierda, algo que para mi gusto ensombreció un tanto el concierto. Cayendo ya en la recta final Possessed by myself, la claridad en las guitarras brillaba por su ausencia y el bajo de Dani apenas se distinguía… pero eso en principio no tuvo nada que ver con la banda, que dejó bien claro el nivelón y las ansias de comerse el mundo que corren por sus venas. Aun con todo, su actuación en el Leyendas del Rock 2018 me pareció más fluida, más natural, por así decirlo. Es posible que el cansancio también hiciese algo de mella en su actuación, pero insisto y reinsisto: ¡¡muy grandes Bloodhunter!! Deseando verles de nuevo y no volver a perderme ni un puto tema de la próxima actuación en la que tenga la oportunidad.

Tras un largo descanso, esta vez haciendo nuevos colegas como Fabián y Marcos, que tampoco se pierden ni una movida, nos refrescamos la garganta tras tanto grito y volvimos a la carga. Sylvania era el próximo objetivo, tras ver que ya no llegábamos ni de coña a la actuación de Somas Cure, y esta vez por mis huevos que iban a caer. Ya me los perdí en el Storm Rock Fest del 2017, y eso que lo mío (más antes que ahora, la verdad) siempre fue el Power Metal, y siendo vecinos (Valencia) es mucha casualidad que nunca antes haya coincidido con ellos frente a frente. Había llegado el momento. Mi chica y yo dejando atrás al resto del grupo, nos metimos para adentro para intentar verles de cerca. Otra vez el sonido era traicionero, e incluso peor que en anteriores actuaciones, que entre aciertos y fallos tuvo más pase. Sangre sudor y lágrimas era el tema con el que llegamos ya dispuestos a meter headbanging hasta el final. A su favor, los valencianos tenían un abultado público bastante entregado, un horario bastante bueno y tres cuartos de hora disponibles. No carente de simpatía, su vocalista Alfonso empleó el tiempo justo pero necesario en comunicarse con su público, más de 1000 personas viéndoles, lo que según ellos mismos marca el record de toda su carrera en este sentido. Se lo merecen, y además se marcaron una actuación al nivel esperado. Recurrieron, para ello, a la guapa Transylvania, o a temas más antiguos como La princesa prometida, de su primer larga duración “Lazos de sangre”, en la que tanto Alberto como su colega Sergio alternaron como solistas, siempre con las piernas apoyadas en los monitores para dar buena actitud.

Con un gran grito de Alfonso en la más pura y vieja escuela del Power Metal, dio comienzo El reino de los sueños, seguida de La maldición de Dabria, que está incluida en el disco más reciente del grupo, el “Testigos de las estrellas”, un paso más en la difícil escalada hasta el estrellato del Power Metal nacional. Y es que, a lo tonto, ya son 13 años de carrera los que llevan a sus espaldas, y eso significa experiencia y tablas sobre el escenario, como las que precisamente demostraron Álvaro (bajista) o Sergio con ese empuje. En verdad no fue la última que cayó de su último disco, le siguió de hecho la homónima Testigos de las estrellas, con un rollo Symphonic Epic Metal a lo Rhapsody muy guapo, con una batería inicial de Sergio Pinar aplastante. Buena acogida de los temas más frescos. Anunciaban a Luna quebrada como “la canción de Metal más bailable que existe” a modo de cachondeo (no han escuchado Gloryhammer o Beast in Black… jajaja) y lo cierto es que lo pasamos de lujo con ella moviendo el culo. Dejaron medios tiempos y baladas a un lado y se centraron en temas cañeros y con gancho para mantener un buen ritmo, y viendo como saltaban y se movían las primeras filas, doy fe de que lo consiguieron a golpe de melodías más o menos fáciles, a golpe de doble bombo y sobre todo, gracias a los ánimos y al carisma de Alfonso. Su voz (y es increíble que sucediera en tres de cuatro conciertos) se apagó en los primeros compases, pero se notó la aceptación de su nuevo trabajo desde el momento en que se escuchaban las voces de toda la peña en sustitución a la del vocalista, que finalmente pudo lucirse con Vivo en tu memoria. Salvo alguna nota un tanto desafinada o alguna pérdida muy puntual de ritmo, fue un buen concierto, aunque en líneas generales poco sorprendente.

A pesar de que los horarios suelen cumplirse bastante bien en todas las ediciones del Gineta a las que he asistido, los 30 minutos que de momento llevaban de retraso comenzaban a pesar. El retraso no fue culpa de Rhapsody of Fire, pero los que lo sufrimos sí que fuimos nosotros. Estamos hablando de la que para mí (y para muchos) era LA ACTUACIÓN de la noche a pesar de las circunstancias y particularidades. Y con esto último me refiero a que, aunque fijo que más de uno se quedaría con un palmo de narices por no tener ni puta idea, la versión de Rhapsody que íbamos a presenciar sobre el escenario es la que lleva entre sus filas tan solo a Alessandro Staropoli como miembro de la formación original (llamándose la otra escisión Turilli / Lione Rhapsody), que se negó a formar parte de la reunión dando lugar a dos formaciones que tienen ya discos propios. De todas formas, y salvando el hecho de que estos temas a mí me hacen bastante poca gracia, ninguna queja por mi parte, ya que así puedo decir que ya he visto tres formaciones con tres nombres distintos jejeje. Fuera bromas, la tensión por la espera fue igualmente sentida. Tras una introducción totalmente épica con orquesta, coros y toda clase de florituras, y aunque a mí me hubiese gustado más una Seven heroic deeds, Distant sky, del “Into the legend” estalló junto a mil luces al unísono, dejando ver a todos los músicos aun por calentar, y la voz de Giacomo Voli demasiado baja como para reconocer vocalmente el tema hasta pasados unos minutos, donde todo se equilibró bastante. Y por fin pudimos disfrutar de una claridad y sobre todo, un volumen brutal a la altura, un doble bombo perforador y unos solos muy cerca de ser cristalinos. La base rítmica en particular sonaba fantástica en The legend goes on, aunque vi todavía poco movimiento entre el público, todo lo contrario que entre los músicos, aunque estos en ningún momento abandonaban del todo la gran concentración necesaria para interpretar temas tan complejos. Eso sí, los coros pregrabados, como siempre. Hay cosas que no cambian jeje.

Pero hablando precisamente de esto, si hay algo que tengo que aplaudir de esta facción de los Rhapsody es que han continuado el camino como si nada hubiese pasado en el plano musical, con el mismo espíritu guerrero y base grandilocuente y épica, temas sobrecargados de doble bombo y un estilo en las guitarras muy reconocible. No han vendido su sonido ni cambiado sus principios musicales, y para mí eso es ley. El que quiera ver saltitos, lloricas y pantalones de chándal, a otra parte, esto sigue siendo Epic Symphonic Hollywood Power Metal, esto sigue siendo Rhapsody, cualesquiera que sea el nombre que adopte. El primer tema más reconocido fue un auténtico regalo para los fans, Dargor, Shadowlord of the Black Mountain y flipé con ella entre otras cosas porque nunca la había visto en directo. Para nada me desentonó la voz de Giacomo, que hizo un papel soberbio en todo el concierto. Su voz es distinta a la de Fabio, aunque comparta algunos matices. Tal vez no tenga el cuerpo ni la personalidad en el timbre de Lione, pero su rango me atrevería a decir que es incluso más amplio. Y lo que es importante: vocaliza muy bien. Muy orgullosos con su último redondo, “The eighth mountain”, nos avisaron de que iban a caer unas cuantas de este, cosa normal que quieran familiarizarnos con él, porque no se puede negar que es un discazo. Como casi todo lo que han hecho los italianos, qué cojones. The courage to forgive fue la primera de este en caer con su heroica letra, y el medio tiempo March against the Tyrants fue tal vez un poco mal calculado, amansando excesivamente los ánimos del personal. Aquí destacar por supuesto la labor tanto de Alessandro y su bajo de 6 cuerdas y a Roberto De Micheli que dejó a más de uno boquiabierto. Al primero fue un puto placer verle tocar, no todos los días se ve a un bajista con esa soltura y técnica, y lo de Roberto fue simplemente una demostración de que es un discípulo enormemente avanzado de Turilli. ¡¡Que crackazo!! Para quitarse el sombrero. Pero otra ‘March…’ estaba de camino, en particular The March of the Swordmaster (que ya nos habían spoileado al principio jeje) con la que se me fue la puta calabaza, apretando los puños y gritando como un descosido ante una composición tan brutalmente épica que te pone los pelos como escarpias, coros de fondo incluidos. Nunca me cansaré de escucharla y sentir su gran fuerza en directo.

Fue un momentazo descomunal, también ese solo a cargo de Roberto… uf. Pero no acabó ahí la cosa, porque el grifo de los clásicos se había abierto para lanzar a continuación y sin casi descanso los primeros y triunfales acordes de Dawn of victory, y la gente se volcó completamente con ella, cantándola a pulmón. Aun no llegaba el final del concierto ni mucho menos, pero yo ya tenía encima una sudada que casi no me dejaba ni abrir los ojos. Y es que Rhapsody siempre fue una de las bandas de mi Top 10 (también actualmente, se llamen como se llamen). Si digo que a continuación tocaron una balada muy lenta con Giacomo prácticamente a capela, más de uno pensará que fue una cortada de rollo, pero en realidad fue donde más gente embobada vi, ya que el tema en cuestión fue The wind, the rain and the moon, de “The eighth mountain”… ¡pero cantada en castellano! Y además muy bien entonada y pronunciada. Con esta el vocalista, además de muchos brazos en el aire haciendo figuras, se ganó una surtida colección de aplausos bien merecidos. La canción fue renombrada para la ocasión como Sin un adiós, y se puede escuchar en varios videos del ‘tubo’. Para que el contraste fuese notable, arrancaron, cuando terminaron las ovaciones, con la contundente Rain of fury. Curiosamente, en el fragor de la batalla me encontré con Oli, guitarrista de Kilem, banda de Metal bastante interesante de Caudete. Pero poco más tiempo había para distracciones con Holy Thunderforce echándosenos encima… joder… ¡qué puto temazooo! Me dio la sensación de llevar años sin escucharla en vivo y aquellos minutos que duró fueron algo soberbio y muy intenso, y se solucionaron a tiempo ciertos problemas con el sonido de Staropoli. Y de nuevo con el sudor entrando a chorros en mis ojos, agitando el puño tan fuerte que creí que iba a perder el brazo. Atracón de épica que fue a parar, tras un discurso de agradecimiento, en Emerald sword, que echamos de menos en el Rock Fest de este mismo año con la otra versión del grupo, y que fue cantada al viento por mil y una voces. Para muchos, los grandes triunfadores de la noche. No solo tuvieron a su favor el mejor sonido, sino que los músicos asombraron a propios y a extraños, derrochando virtuosismo, a pesar de que el setlist (como yo ya esperaba) estuvo muy basado en temas recientes.

De la paliza que me pegue en este concierto, terminé completamente agotado, nadando en sudor con el calor tan agobiante que hacía dentro de la nave. Salimos a respirar un poco y a airear las sobaqueras. Nos reunimos toda la peña y nos tomamos unos litritos bien frescos, esperando la actuación de los también italianos Wind Rose, última incorporación al cartel y una de las más inesperadas. Su sonido, pese a su procedencia, se podría relacionar más con bandas de Death-Folk escandinavas como Fintroll o Trollfest, por citar algunos ejemplos. Sonido oscuro, pero muy bailable, guerrero, pero también muy fiestero. Así pues, la diversión estaba garantizada.

Me costó cogerles el rollo con el tema en el que entramos, pero poco a poco fui recuperando la movilidad con Mine mine mine!. El tema es bueno, pero es que además los músicos estaban poniendo ya toda la carne en el asador. No sé si debido a que el frío empezaba a picar fuera en la calle o porque realmente la gente les tenía muchas ganas, fue una de las bandas que más audiencia congregó… ¡y no veáis la que se lió en las primeras filas! Un gustazo escuchar temas como The returning race y ver las primeras líneas de público saltando sin parar y levantando los puños en alto al más puro estilo vikingo. Lo cierto es que yo les conocí hace muy poco, pero eso no significa que me entregara a mitad gas al concierto, pese a que lo vimos desde un poco lejos: no quería meterme en todo el mogollón y morir deshidratado, ya que aun quedaba por desatarse la última y grandísima locura… pero eso es otra historia. Continuando con el concierto y el calor que estaba generando, con cada vez más gente entrando para adentro, en The breed of durin los músicos continuaban destilando energía, himnos guerreros y exhibiendo las pieles que cubrían todos sus cuerpos (están colgados, vamos… con el calor que hacía dentro…). Y no creáis que ellos no saltaban al mismo ritmo que el público. Solo hacía falta ver al teclista Federico Meranda, dándole al headbanging mientras construía una buena base para cada uno de los temas, dándole un regustillo muy folk, muy polka incluso en determinados cortes.

Su último single, incluido en su último disco “Wintersaga”, es una genialidad, aunque en realidad es un cover de un grupo de comedia llamado Yogscast. El tema en cuestión se llama Diggy diggy hole, y como digo, es una jodida fiesta en sí mismo y estoy convencido de que se convertirá en una fija en sus bolos, porque la que lió fue tremenda. Imposible parar de bailar y cantar con ella, claro, con el extra metalero de esta versión. Aunque dejaron martillos y hachas en la recámara, tanto Claudio (guitarrista) como Cristiano (bajista) se emplearon a fondo para dar el espectáculo. Headbanging y carreras de aquí para allá dieron mucha vida al escenario y consiguieron comulgar por completo con la peña que, a pesar de las horas y el cansancio acumulado, dieron la imagen de lo que debe ser un gran público en concierto. Ojala todos los conciertos tuviesen aquel movimiento. ¡¡Era contagioso!! La banda ya estuvo por estos lares a mediados del año pasado, y pronostico que no tardarán demasiado en volver por el rollo que tienen en vivo y la gran aceptación. Nos tuvieron un buen rato gritando ¡uh! ¡ah!, caldo de cultivo perfecto para To erebor, que no dejó que nadie se durmiera en los laureles. Y si no me equivoco (estaba hecho polvo y no me dejaban parar jajaja), Drunken Dwarves (perfecto el título) puso el broche de oro a la actuación. Si te mola el rollo Turisas, Metsatöll, etc. con tipos rudos y peludos gritando al son de instrumentos festivos, rurales y folklóricos, no dudes en darles una escucha, porque tiene pinta de que su nombre va a sonar fuerte en los próximos años. A mí me convencieron plenamente con su directo.

Al parecer, tanto esta última como la actuación de los Rhapsody of Fire fueron ligeramente recortadas para que los horarios volvieran a coincidir con los establecidos en un primer momento y no alargar demasiado el festival. Recordemos que todavía faltaban dos bandas para clausurar. La parte positiva es que Angelus Apatrida, que llegaban a continuación, tendrían como una hora y cuarto para tocar (teóricamente). ¿De qué me suenan estos tíos? ¡Ah, ya sé! De aquellos tipos que fui a ver en el Viña Rock 2006, esa banda de Thrash Metal muy joven aun, que me dejaron flipando aunque no conocía ni sus nombres, que he visto ya más de una docena de veces, que no puede faltar en ningún festival de Metal que se precie (tanto nacional como internacional) y que SON LA PUTA MEJOR BANDA DE THRASH QUE HA NACIDO EN LA HISTORIA DE ESTE PAÍS. Ah, sí... esos.

Pues esta gente, señores, tocaban en casa, en su tierra, con su gente, en plan casi familiar… y se plantaron un conciertazo que nos dejó la cara girada y el culo temblando. Así de rotundo. Para que luego menospreciemos a las bandas que tenemos cerca. Como digo, para mí no tienen rival en territorio nacional y no creo que nunca deje de pensar esto. Podrían ir de estrellitas, de sobraos, podrían hacerlo por las vueltas al mundo que han dado y por su estatus, pero nada más lejos de la realidad: aquí su único lema es destruir todo escenario que pisen, y les da igual que sea en La Gineta o en el jodido Vaticano. No se hicieron demasiado de rogar y en algunos casos, probaron ellos mismos sus instrumentos. Saludando a caras conocidas, divirtiéndose a pesar del cansancio (llevaban horas sin dormir) pero, cuando ocuparon el escenario… poca broma con esta gente. Sharpen the guillotine fue ya en los primeros compases una cuchilla que pasó a ras de nuestros cuellos, y en la parte de batería en la que se les cruzan los cables, la peña se desbocó hasta tal punto que era difícil mirar al escenario sin recibir alguna hostia si estabas cerca de las primeras filas (como era mi caso). En ocasiones, los bolos empiezan fuerte en los primeros temas, pero se relajan con el paso del tiempo. Este no fue el caso, ni de coña. One of us solamente sirvió para subir más aun la temperatura, y la bestialidad de Immortal, que ya es un clásico en sus directos, ni os cuento. ¡¡Pa habernos matao!! A todo esto… un placer ver cómo la gente se jugó la integridad física entre las primeras filas, apoyando a sus paisanos con sangre y sudor. Fue una auténtica locura desde el principio. Yo les tenía muchas ganas, pese a que les vi en Mayo en Alicante con un setlist muy similar a este, en el que no faltó una miradita hacia atrás a su “Give 'Em War” con Vomitive o al Clockwork” con Of men and Tyrants. Por cierto, cada vez veo a este disco más olvidado en directo, y mira que tiene temazos… aunque por otra parte, viendo cómo se las han gastado con “Cabaret de la guillotine” les faltan horas para poder tocar un setlist con todos sus grandes temas. Vaya señor disco. Para mí, junto con el “Give ‘Em War” el mejor disco que han puto parido en toda su carrera. Brutal, se mire desde el lado que se mire. Pura inspiración y pura rabia.

Y os digo, no me extraña nada que continúen tan en forma, pues todo se refleja en el escenario. Cómo disfrutan, lo pasan como críos, ríen, chocan las manos, se cruzan entre ellos, saltan, se lanzan miradas… a eso se le llama complicidad y buen ambiente, y eso imagino que es fundamental que exista en grandes dosis en el seno de una banda. Porque cuando a José J., enorme bajista por cierto, se le atisba esa sonrisilla frente al público, sabes que alguna cabronada están preparando. Cuando te das cuenta de que David Álvarez levanta el mástil de su guitarra mientras ejecuta un solo, sabes que a su alrededor no existe nada más importante que sentir a muerte ese mismo momento. El encabronamiento en general y las ganas de disfrutar se podían percibir, y no solo eso, se podían sentir en las mismas costillas, como cuando en Downfall of a nation besé el duro suelo entre una maraña de hostias imparable, o en End man (single de su “Hidden Evolution”) la propia banda tuvo que decirnos que fuésemos al loro con la gente que caía. ¿Os imagináis a David haciendo parte del solo de Serpents on parade con los dientes? Pues también, ahí estuvo. Todo un espectáculo, y pareja perfecta de Guillermo a las seis cuerdas. De nuevo la combinación y coordinación es sencillamente insuperable. Cayó incluso una de su primer retoño (aunque fue predecible): Versus the world, que nunca deja de funcionar en directo. Thrash basado en el riff y en la que Guille peleó algo más de lo habitual con su voz para interpretar las partes limpias.

Sin salir de su primera época, y ya en el punto de no retorno hasta el final, hasta dejarnos las vértebras en el huracán de Metal que se había formado llegó, tras alguna que otra petición, Thrash Attack, en la que Víctor lució en plena forma, aporreando la batería como siempre ha hecho, quedando ya lejano el problema de salud que le apartó durante unos meses de la banda. Y por supuesto, desembocó un nuevo combo de tortazos en forma de rolling pit que todos sufrimos con gusto (bueno, algunos más que otros jeje), muy divertido. Es cierto que alguna canción, sobre todo hacia el final, la tocaron prácticamente sin luz, pero los de iluminación se estaban pasando de la raya. La banda detuvo repentinamente el siguiente tema para pedir que las encendieran, y volvieron a empezar desde el principio uno de sus temas más devastasdores: You are next, que también indicaba el final del concierto a falta de una última sorpresa… ¡que la hubo! Y es que mientras Jose J. se despedía soltando besos con cachondeo al público y el resto de componentes colgaban los instrumentos, volvieron a empuñarlos para echar un cover que tuvieron abandonado mucho tiempo: el Domination de Pantera. De hecho, no la reconocí inmediatamente, pero el torbellino humano que se formó instantáneamente indicaba ya algo gordo jeje. Intentando no morder el suelo por segunda vez (poco faltó), me reventé la espina dorsal en la parte del riff machacón en uno de los momentos más brutales de todo el día (y al loro con esos gestos de David haciendo el solo). Ahora sí se habían desquitado a gusto y al contrario de lo que muchos hubiésemos querido… no había tiempo para más. Habíamos disfrutado tanto haciendo el cabra como ellos incitándonos a hacerlo. Nada fuera de lo habitual, vamos… si uno considera habitual salir de un concierto necesitando un collarín.

Al salir, destrozados, del concierto de los Angelus Apatrida, nuestros cuerpos daban ya para poco más, aunque no iba a ser yo el que diera la idea de retirarse ya. En realidad lo hicimos por votación y como me imaginaba, mi gente no estaba por la labor de quedarse a ver a Lèpoka. Tampoco yo, sinceramente, estaba de mucho humor después de semejante reventada, imposible de superar. Por otra parte, aunque era buena hora, nos quedaba hora y media larga hasta casa, por lo que el veredicto fue que una retirada a tiempo es una victoria, como se suele decir. Eso sí, el camino se hizo cortísimo con una panzada a reír insana, sacándole punta a todo y compitiendo para ver quien soltaba la burrada más gorda. Así da gusto. Para un Gineta Rock que no me toca ir solo…

Eso sí, antes de dar la crónica por finiquitada, me gustaría lanzar un saludo (o un manotazo en la espalda, como prefiráis) a toda la peña con la que coincidí. Creo que nunca había sociabilizado tanto en un Gineta jeje, empezando por mis colegas Kurro, Kolega, Tere, y mi chica, y como he dicho ya al principio, a Gali y toda su gente; que de puta madre tíos, así se siente uno en casa. También a la gente con la que compartí algún momento como Popi (como no jeje, estás como una puta chota pero te quiero un huevo tío, ya lo sabes), Álvaro, César, David, Ana, Miguel Ángel, Cristina, Lucas, a Diego de Prhølapsus, a Oli de Kilem, al Faraón, a Fernan, al Quillo, a Marcos y a Fabián… y a los que se me olvidan también.

Stay True. Never Change. Not for Anyone.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado la crónica, estuviste allí o quieres sugerir alguna corrección, ¡comenta!

2