martes, 17 de diciembre de 2019

Made of Metal (Dragonhammer + Iron Savior, Sábado 14-12-19, Sala Paberse, Sedaví, Valencia)

Las noches de un sábado ya apenas las puedo comprender sin un buen concierto. Sea a un paso de casa o a 500 km., este año me ha regalado muchísimas noches inolvidables con sonido Heavy Metal, y esta a la que acudí el pasado 14 de Diciembre posiblemente ponga el punto y final a la temporada 2019, pero con vistas ya al año que está a punto de entrar, en el que ya tengo grandes citas ineludibles con casi todas esas salas que me han hecho disfrutar como un cosaco desde hace ya mucho tiempo. Sin embargo, aunque ahora vengan unas semanas bastante flojas a nivel de conciertos, posiblemente no podría haber deseado mayor colofón con el bestial, bestialísimo concierto que se celebró en mi querida Paberse y que reunía a dos importantes nombres del Power Metal como Dragonhammer y sobre todo, Iron Savior. Que sí, que estos últimos ya vinieron a visitarnos en la misma sala a principios del pasado año pero ¿qué coño importa eso cuando hablamos de una banda con ese nivel de calidad? Muchos no acudirían a la cita por esta razón, pero yo me meo en eso. Cada concierto en particular es una experiencia distinta, por sucesos, por setlist, por sonido, por actitud… por mil motivos, y no lo veo excusa como para no repetir. Y lo dice uno cuyos ahorros están ya tocando fondo. Lo importante es que como casi siempre, mereció todo la pena al 100%, con dos conciertazos potentes y vibrantes que nos hicieron sudar como puercos y disfrutar más todavía si cabe. Si el fin de semana hasta entonces ya había sido fantástico, nos dimos además el capricho de pegarnos una buena cena en el Bar Nicolás, un lugar idóneo para llenar la tripa antes de meterse en la faena del concierto.

Y digo lo del finde porque además el viernes mi chica y yo tuvimos el privilegio de ser invitados a una fiesta privada que celebraron los miembros de la asociación Mediterranean Metal Maniacs en la Sala Iguana de San Vicente a modo de “cena de empresa”. En esta, aparte de buena música y excelente compañía (Cristina, Pablo, Ángela, Vanessa, Enrique, Aitor, Edu… y un larguísimo etcétera, también a la gente que conocí aquella noche, un saludo muy fuerte a todos, máquinas, os lo agradezco mogollón), disfrutamos de una opípara cena casera (de chuparse los dedos) y de una jam en vivo, con músicos experimentados que se tocaron unas versioncitas estupendas, empezando por el Back for the Attack de los War Dogs, y continuando con Wrathchild (Iron Maiden), Holy Wars (Megadeth), Telón de acero (Muro) o Angel Witch (Angel Witch). Un mini concierto en toda regla donde tuvimos el gustazo de mover las vértebras a saco.

Volviendo ya al sábado de nuevo, tomamos un par de copas mi chica y yo brindando por el Heavy Metal en el bar donde nos encontrábamos y, una vez saciados, pusimos rumbo al Paberse, sabiendo que lamentablemente apenas íbamos a llegar a tiempo de ver algo de la primera banda que tocó, los Aquelarre. Mi temor se confirmó cuando llegamos y los músicos recogían sus instrumentos del escenario. Una verdadera lástima y es que aunque en disco no me convencieron demasiado, me gustaría haber visto cómo se las gastan en directo. Pido disculpas a la banda por ello, ya que es algo que no me gusta nada hacer y los que me conocen bien lo saben de sobra. De hecho, justo entramos al principio del descanso, por lo que podríamos haber tomado otra copichuela, pero no queríamos entretenernos demasiado ya que parecía que el cambio iba rapidito. Y de hecho, si Iron Savior ya era un aliciente enorme para haber acudido allí, los Dragonhammer eran, por decirlo así, mi banda de la noche. Un grupo que conocí con su primer disco, a principios de los 00’, buscando bandas en Internet al tuntún, y me gustaron hasta el punto de seguirles durante toda su carrera. De ahí la mayúscula sorpresa que me llevé cuando les confirmaron en el mismo cartel que a los alemanes.

Aunque se adivinaba llenazo (o casi) en el Paberse, todavía habían bastantes huecos entre la gente, incluso cuando los italianos Dragonhammer entraron en escena. Y no se puede decir otra cosa: lo hicieron arrasando con todo. No se lo tomaron con calma y fueron subiendo poco a poco de intensidad, o estuvieron tímidos al principio. Entraron al trapo con The eye of the storm, con un sonido EXCELENTE y un volumen altísimo que satisfizo inmediatamente a mis machacados tímpanos. Desde la zona en la que estábamos, todo se escuchaba perfectamente, pero destacando sobre todo el sonido de la batería de Marco Berrettoni, un músico brutal que para mí fue una de las grandes revelaciones de la noche, a pesar de que tan solo lleva desde noviembre en la banda. Para que luego alguien se excuse con que su batería “toca mal porque solo lleva dos meses en el grupo”. ¡Menuda bestia tras los palos! Hacía retumbar toda la sala con gran precisión. El músico más reciente de una formación que poco o nada tiene que ver con la de sus inicios, quedando de estos tan solo el bajista Gae Amodio… y esto por cierto se notó cantidad, porque el mismo hacía un gran esfuerzo para crear amistad con el público, siempre saliendo a primera línea y tocando con gran soltura. La ausencia más sorprendente fue la del teclista Giulio Cattivera, y aunque los teclados disparados chirriaban un poco, aportaban el toque necesario para Seek in the Ice. También el vocalista Max Aguzzi, quien estuvo desde el primer disco, abandonó el grupo hace aproximadamente un año, pero se podría decir que su substituto (que todavía no ha grabado ningún álbum) Lucia Micioni estuvo a la altura como mínimo, cantando muy bien sin salir de sus posibilidades, sin precipitarse en las frases, sin perderse y sobre todo, ofreciendo un gran espectáculo en cuanto a movimiento, animando, pidiendo palmas y confraternizando con sus compañeros.

Se le veía totalmente integrado en la banda y además muy contento de estar en ella. Y no olvidemos al par de hachas formado por Flavio Cicconi y su larguísima melena y Alessandro Mancini; juntos dieron unos solos rápidos y bastante técnicos, interpretados con maestría. Me encantaron especialmente los gestos tajantes de Flavio al ejecutar cada parte de los solos. ¡Demoledor! Alternando precisamente las partes más virtuosas en temas como Under the Vatican’s ground (también con las teclas disparadas) y Legend, una pequeña joyita de su primer disco, esa que todos los que les conocemos hemos cantado alguna vez con los puños en alto, y me hizo muchísima ilusión verla en directo. Decir que Lucia a las voces estuvo especialmente pletórico en ella, casi me gustó más que el trabajo original. Poco a poco iban atrayendo a más público, porque dueños del escenario lo fueron desde el primer tema. Muy intensa Children of the sun, (que gustazo ver a Flavio y Alessandro desmelenarse y dejarse llevar por la pasión) o Fear of a child, que el joven Marco y Gea bordaron en su base rítmica. Todo daba impresión de estar muy bien coordinado, y es que con músicos de ese nivel es difícil que algo falle, el brutal doble bombo al final de Obscurity o el épico estribillo de Blood in the sky fueron una auténtica delicia. Y es que como veis, nos tocaron desde temas de su primer “The Blood of the Dragon” hasta cortes más actuales de su “Obscurity” del 2017 y lo mejor de todo es que hablamos de una banda que no ha hecho sino crecer en cuanto a fuerza y calidad compositiva. Ya con la gente bastante suelta y totalmente integrada en el concierto y los músicos haciendo guiños y sudando la gota gorda, destaparon la que fue la guinda del pastel con Dragon Hammer, la cual solo con los primeros y veloces riffs y el vertiginoso doble bombo ya emocionaron al respetable y crearon todo un mar de headbanging para despedirles con muchos aplausos, como se merecieron. Tenía muchísimas ganas de por fin poder verles en directo y sinceramente, sobrepasaron mis mejores expectativas. ¡¡Bravo por esos italianos!!

Remarcar que en este concierto tuve el placer de encontrarme con algunos colegas como Carlos, Iván o Quillo (muchas gracias, fenómeno, por reservarme las entradas anticipadas), con el gran fotógrafo Pedro J. Delgado (un puto placer) y por supuesto con la gratificante y amable presencia de Pablo y Ángela (espero volver a veros pronto). ¡Qué peña tan de putísima madre! Así da gusto. Por supuesto, también mil gracias a Rafa Vida por montar todo este tinglado tan dabuten y a toda la peña involucrada. Sin su constancia nuestras vidas y fines de semana serían más tristes. Por último, no faltaría más, a mi chica por acompañarme.

Charlando con unos y con otros, el descanso se me pasó en un santiamén (es lo que tiene la buena compañía) y muy pronto acechaban los Iron Savior, estrellas de la noche, banda de peso innegable en la historia del Power Metal europeo que regresaban al Paberse después de casi dos años, esta vez presentando ese pedazo de disco que se han marcado, el “Kill or get killed”, que no creo que haya decepcionado a nadie que les siga porque además han vuelto a hacer lo que mejor saben hacer y no tienen porque cambiar: Power de grandes melodías, virtuosismo y una carga notable de estruendosas baterías. Ni más, ni menos.

El propio Piet Sielck, gran maestro de ceremonias, charló a modo de introducción con nosotros, ya demostrando un gran sentido del humor desde el principio y concluyendo con un ‘pues si todo está ya preparado… ¡EMPECEMOS!’. Y lo hicieron con la contundente y acelerada Way of the blade, aunque en verdad parecía que no estaba todo preparado del todo. Aunque disfrutamos el tema (se notaba a la legua que había muchísimas ganas de volver a verles en acción) la voz principal sonaba demasiado baja y no queríamos perdernos detalle de una voz tan potente y gruesa como la de Mr. Sielck, así que este hizo caso a nuestros apuntes y pidió que le subiesen mucho los niveles. Tras hacer una pequeña prueba, siguió la mandanga con la llena de alegría Starlight con un gran trabajo de Jan-Sören Eckert, y no solamente a los bajos, sino en los coros y a la hora de motivar al personal para que se acercasen más al escenario. Desde luego, se podría decir que hizo parte del trabajo de frontman durante todo el concierto, pues su figura fue muy agradecida durante la hora y media que tocaron. Sus músicos no estuvieron tan hiperactivos como los de Dragonhammer, pero aun así la fuerza de su carisma nos llegaba a raudales mientras sonaban Roaring thunder o Kill or get killed, anunciada previamente como la primera en sonar de su recentísimo trabajo y debo añadir que muy acertada. Como comentaba con mi colega Pablo, lo mejor de esta gente es escuchar algo de su “Iron Savior” y algo de su “Kill or get killed” y poder reconocer que su esencia no ha cambiado ni un ápice, su estilo sigue siendo firme y sus principios invariables. Auténticos maestros en lo suyo, como digo. Seguía el cachondeo y el Metal a partes iguales con Gunsmoke, tras la cual a modo de outro Piet silbó como si de una canción del lejano oeste se tratase (de hecho, así es) y, sin detenerse en exceso, le dio caña a Stand up and fight y su potente estribillo hizo que levantásemos los puños al unísono al tiempo que, a estas alturas del bolo, ya no podíamos dejar de mover la melena.

En general, he de decir que por poquito me gustó más el setlist que hicieron en 2018, pero como nuevamente comentábamos Pablo y yo, esto es casi lo de menos en una bandaza de tal calibre. Por supuesto, también hubo temas inesperados que me enloquecieron, como Beyond the Horizon. Esos coros… esas melodías… me transportan a otra época y lugar de forma casi instantánea, aunque al mismo tiempo, seguía estando totalmente inmerso en el concierto. Las partes altas fueron muy bien suplidas por el bajista Jan que de nuevo se lució en sus múltiples tareas, al igual que en Never stop believing también de su última obra. Estribillo, de nuevo, pegadizo y fantástico en el sentido más literal de la expresión. Comenzaban a caer poco a poco esos cortes más esperados, como Hall of the heroes, con muchísimas voces coreando las partes álgidas del tema y por supuesto, The Savior, bajando un poquito la velocidad pero aumentando la potencia gracias al contundente doble pedal de Patrick Klose, miembro que se incorporó al grupo hace dos añitos. Un puto TEMAZO, con todas las de la ley, de lo mejor que han compuesto nunca, donde la melodía es su fuerte y el estribillo te hace desbocarte puño en alto. Gran sabor de boca nos dejó. Ahora Piet limpiaba el sudor de su cabeza y de sus orejas, y Jan se cachondeaba con que aquello siempre era un momento especial en todo concierto. Pero Piet, aun tomándoselo (obviamente) a broma, insistió en que había que continuar sin demora. Posiblemente este fue uno de los mayores ‘parones’ del concierto y lo entrecomillo porque estos fueron prácticamente inexistentes.

El show fue como encender una locomotora a vapor, un castañazo tras otro con una intensidad imparable y de nuevo, a un volumen bastante elevado. Ahí se nota la experiencia y el amor que tienen por lo que hacen. Y qué decir de Piet Sielck… todo un icono del estilo, que brilló con luz propia al frente de su banda, estuvo sereno y cuidadoso con los detalles pero al mismo tiempo muy apasionado. Como muestra, el botón de Heavy Metal never dies, en la que nos hizo repetir varias veces el estribillo a grito pelao y jugó con las dos mitades del público para que fuésemos cogiendo vuelo para la próxima en sonar, turno de Revenge of the bride (curiosamente la única que sonó de su “Rise of the Hero”) ante la cual no pudimos sino seguir castigando nuestras vértebras. El guitarrista Joachim Küstner que siempre mantiene bastante discreción aparte de apoyar a Piet en los solos, se arrancó ahora también con los coros junto a su compañero Jan. Y el solo por cierto… ¡de fábula, colegas! Se notaba el calor de la gente (nos estábamos asando, de hecho) en los últimos cortes de la noche, en la poderosa Break the curse, donde también repetimos estribillo varias veces, o la infalible Atlantis Falling, que no debe faltar en ninguno de sus shows porque es puro magnetismo. Y si no habíamos terminado lo suficientemente calientes con ella (ya se había cumplido el plazo de tres temas que nos anunció Piet antes de terminar), la empalmaron casi inmediatamente con un cover del Breaking the law de los Priest… ¡que puso la sala patas arriba! Locura generalizada y Piet y su equipo mirándonos con una sonrisa mientras todos nos soltábamos la melena en el envite final totalmente glorioso.

Pensaba que tras esta ‘dura’ batalla iba a morir de sed. El calor que hacía dentro del garito era casi insoportable, y rápidamente salimos a respirar aire puro (o casi) al exterior. Nos despedimos de Carlos y su chica, con quienes hablamos de posibles bolos para este 2020 que está llamando ya a la puerta, y hicimos un pequeño resumen de lo que fue este año a nivel de conciertos. También nos despedimos de Pablo y Ángela, y de toda la peña en general. De hecho, mi nivel de ganas de fiesta seguía en la cumbre, pero ya se sabe… si se tiene que volver mejor no beber más que no estamos para ir pagando multas jejeje. La vuelta fue un suspiro a pesar del cansancio, con música a toda hostia como siempre y reviviendo grandes momentos del fin de semana mientras nos acercábamos al pueblo, donde terminaría definitivamente esta gran aventura de fin de semana.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

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