viernes, 31 de enero de 2020

Scenes from a Dream... (Dream Theater, miércoles 29/01/20, Sant Jordi Club, Barcelona)

El hecho de que este concierto se celebrase en mi queridísimo Sant Jordi Club no era sino un aliciente más de entre todos los de aquella noche, que no se podían contar ni usando los dedos de las dos manos. La sala, la excelente compañía, las horas que pasamos en Barcelona… todo apuntaba a que la velada iba a ser algo más que memorable. Pero por encima de todo, el nombre, en letras gigantescas y doradas, de los grandes colosos del Metal progresivo: Dream Theater. Y es que cuantos me conocéis bien sabéis que mi amor por la música de esta súper banda casi no tiene límites. Aunque ya les vi este pasado 2019 en el Rock Fest Barcelona (concierto que sin duda fue para mí uno de los mejores del año), la última vez que les vi en sala fue en este mismo Sant Jordi Club, pero hace ocho años. Ha llovido mucho desde entonces, demasiado para tratarse de una de mis cinco bandas favoritas de todos los tiempos. Y es que como es sabido, Dream Theater no es una banda de festivales. Una hora y poco no es el marco adecuado para que este grupo de ensueño despliegue todo su ilimitado poder. No hace falta decir que este concierto estaba marcado a fuego en mi agenda incluso desde antes de saber fecha, cuando el verano pasado anunciaron en directo una próxima gira por nuestro país. Sea donde fuere costase lo que costase, tenía clara una cosa: yo iba a estar allí. Y por muchas expectativas que tuviese, basándome en las veces que les he visto y en el casi predecible setlist que iban a traer, nunca podría haberme imaginado el torrente de emociones por el que tuve la suerte de pasar a lo largo de las tres horas que duró esta indescriptible experiencia.

Así pues, siendo la séptima vez que les veo en directo, paso a relataros la casi extrasensorial experiencia que fue lo de este pasado miércoles en el corazón de la ciudad condal. Hay quienes hacen magia con cartas, conejos o chisteras. Dream Theater, sin embargo, lo hacen con su música. Más que unos profesionales, más que unos artistas, son unos verdaderos magos de las escalas, de las progresiones y del virtuosismo más rimbombante. Si es una banda que te llega hasta dentro, apenas existe otra experiencia tan intensa como lo puede ser un concierto suyo. Y lo de este miércoles pasado, colegas, fue algo para tirar castillos de fuego y terminar con la más profunda de las reverencias. Un sueño que duró tres horas. Qué digo, muchísimo mejor que un sueño. Una visión celestial, viva y lúcida de las que impactan y se quedan marcadas para toda la eternidad en la memoria de uno. ¿Más alicientes? Para mí, el mejor de todos, es que venían, además, con una gira que era todo un regalo para los fans, la de celebrar los 20 años del “Metropolis II: Scenes from a memory” tocándolo íntegro en directo… y siendo esta tan solo una parte del concierto. Solo de imaginar esto en vivo… a veces me quedaba en casa con los ojos en blanco y formando charcos de baba en el suelo. Pero las visiones de futuro terminaron y, por fin, en este día 29 de Enero llegó el gran día D y la gran hora H.

Mi chica y yo llegamos bien temprano a Barcelona, previniendo los posibles retrasos ocasionados por buscar aparcamiento y toda la pesca. Pasadas unas horas desde nuestra llegada, habíamos quedado con nuestra colega Elena, a quien decidimos esperar tomando unos cubatitas en el primer bar que pillamos por delante. Una vez nos reunimos, fuimos tirando a paso ligero hacia la nave del Sant Jordi Club: el tiempo apremiaba. Había una gran cola para entrar al lugar. Si no me equivoco, no llegó a haber sold out, pero desde luego todo estaba a reventar de peña, demostrando una vez más que Dream Theater hace ya tiempo que dejaron de ser una banda de sala para convertirse en una de estadios y aforos muy abultados. Una vez dentro, y tras pasar por el “claustro” (como llamaban a la zona abierta) a pillar unas birras, entramos a la sala encontrándola literalmente abarrotada. Cogimos el mejor sitio que pudimos… y agarraos, que viene curva.

Impresionante griterío y jolgorio el que se formó en el momento en que, minutos después, se apagaron las luces y se encendió la enorme pantalla de fondo de escenario. Poco a poco fueron apareciendo, desde Mangini hasta LaBrie, los grandes maestros integrantes, y estalló Untethered Angel, primer corte de su “Distance Over Time”; debo añadir que es uno de los mejores temas que han compuesto en mucho tiempo, con unas partes ultra técnicas de impresión, de las que a uno, especialmente al verlas interpretadas en directo le hacen preguntarse… ¿Pero cómo cojones…? Claro, que estamos hablando de auténticos DIOSES de la música, y eso queda clarísimo con verles durante 20 segundos, sea cual sea el tema y la parte que estén tocando. Prometedor inicio, aunque no sorprendente por el corte elegido, y si acaso con un LaBrie que todavía no estaba dando el 100% sea cual fuere la razón. Un detalle que iba a darse la vuelta radicalmente. Lo mismo pasaría con el sonido de forma eventual, que resultó un poquito rebotado, aunque muy notable ya de primeras. Acertadamente rescatada, A nightmare to remember ya nos hacía pensar que en el repertorio que llevaban no iban a cortarse ni un pelo a la hora de llevar al directo temas que rondaban los 15 minutos como en este caso. James, ahora muy activo físicamente, se desplazaba de un lado al otro del escenario, conectando con su público y dando un salto cualitativo notable en su forma de cantar. Fue él quien llevó al directo las voces que en su día grabó Portnoy, y más allá de eso, las terminó con un estremecedor grito, que devolvió a su voz de forma perfecta y natural a terrenos más melódicos. Primera salida, aquí, de Jordan Rudess con su keytar a fliparnos con sus dotes técnicos. La parte media progresiva, llegando al final, fue casi estremecedora.

Seguían apostando fuertemente, como ya hicieron en Rock Fest (y supongo que en otras fechas de la gira) por su último disco, que tan buenas críticas ha cosechado (en mi opinión, uno de los discos del 2019 sin lugar a dudas) con Paralyzed, y me encantó la forma en que el tema sonó, con esa dureza intrínseca que escuchamos en la versión de estudio, las mismas guitarras, la misma intensidad en la batería de Mike, incluso la voz fue prácticamente clavada. Y es que eso de llevar los temas al directo en toda su integridad, no solo conservando plenamente su esencia, sino además calcando todas y cada una de las partes… es algo de lo que muy pocas bandas en la Tierra son capaces de vanagloriarse. Con imágenes en la pantalla gigante cada vez más espectaculares y sabiamente escogidas para encajar visualmente con cada tema que sonaba, hizo su aparición Barstool Warrior. Mientras Myung y Petrucci se posicionaban uno al lado del otro, como ostentando a ver quién puede más, el inicio fue perfectamente reconocido por todo el mundo, una muestra más de que el “Distance Over Time” ha tenido una fantástica acogida entre sus fans, y me temo que se quedará durante mucho tiempo en sus futuros repertorios. Sin embargo, para mí la mayor sorpresa en este primer set del concierto fue In the presence of enemies part 1, un tema guapísimo extraído del “Systematic Chaos”, largo y con multitud de registros distintos, nueve minutazos de pura técnica, introducción incluida en la que destacó de nuevo la maestría de Petrucci. Gran ovación tras la parte más furiosamente rápida que nos dejó temblando de placer. J. LaBrie aprovechó para descansar sus cuerdas hasta que llegó su gran momento, haciendo una sublime interpretación, como cabía esperar.

Muy evocadoras las imágenes en pantalla para el trallero inicio de Pale Blue Dot, una de las piezas más contundentes y a la vez brutalmente técnicas de su más reciente disco. En el Rock Fest la utilizaron para terminar, y aunque allí no me caló al 100%, aquí la aprecié mucho más. La actuación de Mangini fue lo que se dice impecable, machacando de cabo a rabo cada parte de su batería a unas velocidades de vértigo (me encanta su magistral dominio del doble pedal en este tema) siempre concentrado pero mostrando en más de una ocasión sus salidas emocionales en forma de caras y movimientos más bestias. Y con esto llegó el final… de la primera parte jeje. Una hora completa, seis temas que, sin embargo y a pesar de su grandeza, no eran más que la punta del iceberg de lo que íbamos a presenciar aquella noche. Tal como imaginaba, harían un buen descanso para diferenciar las dos partes de las que constaba el concierto. Y qué hostias, también para descansar, que mantener ese ritmo de intensidad técnica tiene que ser agotador. Suerte que son gente sana (como ya han manifestado en varias ocasiones). Y es que es completamente imposible que un músico drogado o en mal estado pueda ejecutar piezas de ese nivel con ese estatus de concentración y precisión absoluta. Completamente imposible.

Aprovechando el descanso, fuimos a echar un pis (yo estaba a punto de reventar), echar un cigarro y a pillar unas birras, a unos precios para echarse a llorar como era de esperar. Pero es lo que hay. No puedo dejar de agradecer a mi colega Elena su grata compañía durante el concierto. Y es que no existe compañía mejor para un concierto que me flipa a rabiar que alguien que sepa apreciar y sienta también la inmensa magia que desprende esta banda. Pasado un buen rato (el descanso calculo que duraría una media hora), volvimos con más ganas todavía que al principio y buscamos un mejor sitio, más cerca del escenario y con mejor visibilidad. Lo que venía a continuación era como un nuevo comienzo. Volvieron a apagarse las luces y la voz en off que presenta la cuenta atrás del inicio del “Metropolis II: Scenes from a memory”, Regression sonó tal cual, y los focos del escenario empezaron centrándose en Petrucci pero se extendieron hasta todos los músicos, también para LaBrie, que empezó esta vez con muy buen pie. La sensación de tener todos los pelos del cuerpo de punta fue estremecedora. Esto para mí fue prácticamente un sueño cumplido. Se fue engrasando poco a poco de nuevo la maquinaria en Overture 1928, que no es otra cosa que un compendio de partes y melodías que iban a sonar de forma extendida en las próximas horas. Podíamos ver también una guitarra acústica preparada para cuando el maestro J. Petrucci quisiera disponer de ella. Pero no fue hasta Deja Vu cuando la locura general estalló de forma repentina, con los primeros riffs de guitarra. Los pelos como putas escarpias, el volumen a tope… y a disfrutar como locos del principio de la historia que nos cuenta este disco conceptual, en mi caso especialmente en la parte en que la batería se va volviendo más y más técnica. En particular, es una canción que llevo media vida esperando a ver en directo, así que imaginaos el pedazo de subidón que tuve… como si fuese la última canción del mundo. Through my words fue ni más ni menos que un minuto y poco a tope de emociones, que continuó fluidamente con Fatal Tragedy. En ella, James supo hacerse con el mando de forma espléndida, cantando de lujo y teatralizando el tema con sus movimientos, subiendo el ritmo poco a poco y acabando por recorrerse todo el escenario, de derecha a izquierda y de arriba abajo gracias a la pasarela superior con escaleras. Parte instrumental de puto escándalo, con esas intervenciones de teclado clavadas en tempo, cronometradas al milímetro. Con esta clase de virguerías son con las que más disfruto yo. Pero, ¿qué se puede esperar sino de unos músicos de tan salvaje nivel? Rudess salió de nuevo a corretear con su keytar, para regocijo de sus fans al verle tocar más de cerca. La última parte, la más veloz… fue sencillamente BRUTAL, con Jordan martilleando el teclado con dedos de ambas manos y Petrucci subiendo a la plataforma, ejecutando el solo y terminando con los ojos cerrados y gritando al cielo de placer en la parte final de este.

Sin contenerse en absoluto en cuanto a caña, con ese inicio que incluso a veces me recuerda a algún tema punk, y con un sonido excelente, Beyond this life fue la siguiente en la lista, continuando con el orden de los temas del disco. Y por supuesto, sonando exactamente igual, incluido ese efecto de cristalización de la voz y una parte de batería demencial a cargo de Mangini que poco a poco iba cobrando más protagonismo visual. LaBrie tampoco se echó atrás en los gritos, ni en las partes más altas de la canción. A estas alturas del bolo, su voz había mejorado una barbaridad, estaba en un estado casi pletórico. Jordan, que le había cogido el gusto a eso del keytar, volvió a darse un rulo por el borde del escenario, y los coros de Petrucci, aunque bastante bajos en volumen, pusieron la guinda al conjunto. Perfecta para relajar un poco los músculos (salvo el corazón, que seguía bombeando a tope), los coros pregrabados junto a las notas profundamente sentidas de Petrucci en Through her eyes lograron formarme un nudo en la garganta. James cantaba sentado, con un feeling arrebatador, y Petrucci fue alternando entre eléctrica y acústica. Hubo momentos en este tema que fueron PURA MAGIA. De nuevo, faltó algo de potencia sonora a los coros pero su esencia quedó bien diseminada por todo el Sant Jordi Club. Al terminar el corte, James juega con su (y nuestra) voz, potente y sostenida, pidiéndonos que en el próximo tema gritásemos bien fuerte el estribillo, y este no fue otro que Home. ¿Qué puedo decir de ella? Definitivamente, una de mis favoritas del disco. De claro estilo árabe, esto le añade un plus a las partes más progresivas, que desbordaron técnica absoluta a raudales. Especialmente el bajo de Myung me dejó patidifuso una vez más, para mí uno de los mejores del mundo con su instrumento. Headbanging a saco en las partes más duras y la otra mitad con los ojos cerrados, porque este es uno de esos temas que hay que sentir con el corazón. Partes altas muy lúcidas y sólidas a cargo de James. Mención especial para la parte progresiva del final, tan intensa que me sacó de mis casillas.

Si queréis que os diga la verdad… llegados a este punto ya no os puedo decir si la gente estaba animada, o si estaban atentos, o cómo hostias estaban. En estos momentos yo ya estaba completamente sumergido en cada tema, en cada parte, siguiendo mentalmente y con los ojos la dramática historia que cuenta el disco, totalmente integrado en esa época que narra, en ese mundo de donde no podía ni quería salir… y casi sin darme cuenta, de repente aparecieron las primeras notas de Dance of Eternity, uno de mis temas instrumentales favoritos de toda la historia. Si en Rock Fest me puso absolutamente desbocado, en un concierto con tantas emociones acumuladas me dejó, directamente, casi en trance. La musicalidad que le imprimía un Rudess salvajemente bestial y su rapidez en esa parte más jazzística contrastaba con el oscuro solo de Myung, que de nuevo se volvió a salir del puto mapa. Este último estuvo codo con codo con Petrucci en gran parte del tema. QUE-PUTA-BESTIALIDAD de músicos. En las partes más agresivas, un poco más y se me rompe el cuello, pero por suerte no llegó a ese extremo, y empalmaron sin parar un segundo con ese otro momento de pausa musical llamado One last time, donde bajaron el ritmo pero subieron el nivel de sensaciones al máximo, de nuevo con James sentado, dando más sensación de relax todavía, y con esa preciosa melodía clavada, y apoyada por el público en las partes de falsete de James. Pletórico Rudess, transmitiendo emociones a borbotones con su teclado giratorio mientras todos disfrutábamos de esa suave y casi hipnótica base progresiva. Aunque si hablamos de momentos emocionales… creo que muchos estarán conmigo en que The Spirit Carries On se llevó la palma de oro. Momentazo de subidón casi indescriptible, y es que a pesar de ser una balada fue de las más intensas de todo el concierto, y ese es el tipo de magia que la banda sabe transmitir sea cual sea el estilo que toquen. De principio a fin fue algo monumental, espléndido, James la cantó sentado, como si se dirigiera especialmente a su público. Las guitarras de Petrucci rayaron a un nivel celestial y la parte más elevada de tono del final fue una avalancha desmedida de intensidad que puso el punto y final a una de las mejores baladas de todos los tiempos y en la cual me dejé la garganta con ganas. Las vibraciones, por llamarlo de alguna forma, con las que este tema es capaz de impregnar el ambiente… es algo que no se puede expresar con palabras. Lástima que no se escuchasen los coros del disco, y aun así fue una experiencia casi de otro mundo.

Tras la voz en off, Rudess y Petrucci abrieron Finally Free, último acto, última escena de la historia del disco, que a muchos nos pilló con los ojos húmedos. Una mezcla de tempos, emociones y técnica colosales. La parte sinfónica junto a las imágenes en la pantalla volvieron a dejarme sin aliento ante tanta grandeza. Disfruté absolutamente cada nota individual de este temazo de doce minutos, y eso que se pueden contar casi por miles. Un James LaBrie rebosante de feeling le puso el lazo de oro al tema, sabiéndole imprimir a la perfección ese aire trágico que rodea a todo el minutaje. Cuando todos pensábamos que el espectáculo tocaba a su fin (y más que un espectáculo, yo calificaría lo que acabábamos de ver como una experiencia incluso más allá de la propia música), los cinco maestros volvieron a salir al escenario para cerrar con un último tema a modo de adiós, una pieza escogida de su más reciente álbum llamada At wit’s end. A alguno le sorprendería cómo fue encajada para clausurar, pero lo cierto es que como despedida fue ideal para fijarme, por última vez en la esplendorosa técnica de estos titanes del Metal, empezando por la virtuosísima batería de Mike Mangini, pasando por el perfecto trabajo de Myung y terminando por un LaBrie al que no parecían pesarle excesivamente las casi tres horas de concierto.

Terminados sus casi diez minutos de duración, ahora sí, todos se acercaron a primera fila de escenario para despedirse de sus fans, lanzando púas y recuerdos que, por lo que fue aquella noche, deberían valer miles. Atónitos y con ojos casi incrédulos por lo que acabábamos de presenciar, esperamos hasta última hora y, concluyendo que entonces SÍ llegaba el final definitivo del concierto, nos hicimos la idea para salir de allí rapidito antes de que se formara una aglomeración de la hostia en la parte de la salida o el guardarropa.

Normalmente los buenos conciertos llegan a quedárseme, con muchos de sus detalles incluidos, varios días en la cabeza, pero la intensidad con la que disfruté este concierto, la electricidad que me inyectaron por todo el cuerpo, la majestuosidad y exquisita elegancia con la que todo fue presentado y sobre todo, la grandiosa técnica de sus músicos y su forma de transmitirnos emociones a través de su música, es algo que no olvidaré mientras viva. No me queda sino agradecer a mi chica por haberse combinado el día conmigo y por las maravillosas horas que pasamos en Barcelona, y a mi colega Elena por su perfecta e inestimable compañía durante el concierto, y también por las fotos que acompañan a esta crónica, la cual que espero que disfrutéis tanto leyéndola como yo lo he hecho escribiéndola.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

Dream Theater (Miércoles 29-01-20, Sant Jordi Club, Barcelona)

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