martes, 18 de febrero de 2020

Apostando por lo nuestro (Festival Escena Rock, Sábado 15/02/2020, Recinto Ferial IFEMA, Madrid)

Llega el momento de aclarar las ideas, hacer memoria y recopilación de temas, momentos, sensaciones y demás para intentar haceros llegar con la máxima fidelidad posible lo que fue este fin de semana en Madrid, sobre todo marcado por el festival Escena Rock. Un festival de nueva impronta que reunió en un mismo cartel a algunas de nuestras bandas más notorias, especialmente destacadas por llevar ya más de dos décadas (y algunas tres o incluso cuatro) dando guerra sobre los escenarios. A pesar de la saturación de conciertos y festivales que vivimos últimamente (lo cual se puede ver incluso como un arma de doble filo), siempre es interesante que aparezcan eventos como este que, sin recurrir a grandes nombres internacionales, monten un sarao más que digno con nombres que son (o deberían ser) conocidos de sobra por todos los aficionados a este nuestro rollo. Y además, hay que incidir en el hecho de que el festival fue un éxito absoluto a nivel de asistencia. Celebrado en el recinto ferial IFEMA, en Madrid, un lugar enorme y abierto donde nunca había estado hasta el pasado sábado, hubo momentos en ciertas bandas en las que estuvo totalmente a reventar y aunque personalmente cada vez soy menos de grandes aglomeraciones, no se puede negar que daba gusto ver cómo la peña se entregaba tanto a un festival. Nombres de élite como Dark Moor, Ñu, Saurom, Obús, Warcry, Leo Jiménez o Lèpoka conformaron un cartel lo suficientemente atractivo y a un precio que, aunque elevado, era relativamente razonable, como para que todos disfrutásemos allí como enanos. Para mí, aparte de bandas que hacía siglos que no veía, el principal aliciente fueron, obviamente, unos Dark Moor que pese a su tiempo de actuación ridículamente corto para una banda de su estatus, se salieron por los cuatro costados.

Esta afluencia masiva es casi una garantía de que el festival se volverá a celebrar, así que a partir de ahora ya puedo anotar uno más en mi agenda. Sin embargo, aunque fue el mayor aliciente para acudir a la capital, no fue el único, ya que pasamos allí unos días memorables dando largos recorridos y disfrutando de la compañía de nuestros grandes amigos Javi y Soko, que nos acogieron amablemente bajo su techo durante nuestra estancia allí, por lo que me gustaría dedicarles esta crónica (también a mi chica por estar allí peleando a mi lado), ya que esta clase de detalles de amistad para mí sencillamente no tienen precio.

Al llegar a la zona donde ya se estaba celebrando el concierto (solo pudimos llegar a ver los dos últimos temas de Lèpoka, la primera banda en actuar), tuvimos nuestras dudas, pero rápidamente nos encaminamos hacia la taquilla, pillamos entradas, y nos adentramos en el oscuro recinto donde se respiraba un clima cojonudo, y con una media de edad, tras dar las primeras vueltas por allí, bastante más baja de lo que pensé en un primer momento. Y es que el festival aglutinaba bandas para todos los gustos y de todas las épocas, atrayendo a un público bastante variado.

Mientras tanto, Lèpoka descargaba su espectáculo lleno de buen rollo, fiesta y teatralidad, sonando el tema Yo controlo, que ya identifiqué como a una de las últimas del bolo. Hay que ser justos con la verdad y resaltar que el sonido, al menos desde esa posición un tanto alejada y en ese preciso momento… era horrendo de todas, todas. Resaltaba la voz de Dani Nogués a grito pelao, cantando y animando al respetable al mismo tiempo, y arropado por toda una horda de músicos: guitarristas, violinistas… y a la batería Jaume cuyo instrumento a pesar de la pegada se escuchaba demasiado distorsionado. Con siete personas sobre el escenario, aun con todo, el desmadre está asegurado, y más con letras tan cachondas y alcohólicas como las que hacen gala sus canciones. Sin más dilación, Dani gritó ‘y ahora… ¡¡vamos a tomarnos unos chupitos!!’ y por supuesto, Chupito fue la gran protagonista del final de su concierto, en la que la peña de las primeras filas se lo curró a tope para reflejar el espíritu del tema bajo el escenario. Y es que ya les he visto en unas cuantas ocasiones y de sobra sé cómo son capaces de liarla con su Heavy / Folk que está creciendo a pasos agigantados. Para la despedida, dos monigotes hinchables enormes en tamaño se acercaron al centro del escenario para despedir junto a los músicos aquel concierto de apertura.

Haciendo ya los últimos preparativos para no tener que preocuparnos ya de nada el resto de la tarde / noche, nos dirigimos a la barra para pillar algo, aprovechando la happy hour, que consistía en pillar una doble ración de cada bebida con precios relativamente rebajados respecto a los que habría después. Por supuesto, que nadie se lleve a engaño. Los precios eran una absoluta barbaridad (típicos de las grandes ciudades, por desgracia). Por cierto, lo que al principio me pareció una broma de mal gusto se convirtió en un detalle muy feo: la música electrónica de mierda que pusieron en aquellos primeros minutos del cambio. Las cosas como son, un festival de música Heavy tiene que tener música Heavy sonando en los cambios, y esto es así sin discusión. El cabreo y dolor de oídos ante tal profanación me duró poco, ya alentado por el comienzo inminente de la BANDA a la que nosotros habíamos ido a ver. Y sí, Dark Moor tocaron a esas tempranísimas e injustificables horas, por debajo de bandas con mucha menos trayectoria y estatus dentro del mundillo, algo que ya desde que se anunciaron los horarios me pareció una injusticia como un puto tráiler. De hecho, si no hubiesen formado parte del cartel, yo no habría asistido al evento con total seguridad. Pero… por desgracia, así son las cosas, y era acudir para verles aunque fuese un tiempo ridículo de actuación, o no hacerlo y esperar quién sabe hasta cuándo para poder coincidir con ellos. No puedo negar que disfruté a saco con todas (sin excepción) las bandas que vi esa noche, pero que conste que los 400 y pico km. desde mi casa los hice exclusivamente por ellos. Y aunque fuese poco más de media hora, y aunque fuese tan pronto, y aunque no tuviesen el mejor sonido de la noche… valió descaradamente la pena.

Una banda injustamente maltratada por la escena nacional (por ello, mil gracias Escena Rock por contar con ellos) que tan solo se deja ver de uvas a peras en nuestro país, y hay que aprovechar la oportunidad. Ya me los perdí en la Sala Cool (Madrid) en Febrero del año pasado presentando su “Origins”, pero su actuación en el Leyendas me dejó con los ojos tan abiertos que necesitaba más. De entre las rara avis en forma de banda de nuestra escena nacional, Dark Moor son indudablemente el caso más insólito (pero también sin duda, los mejores). Así que paso a desgranar con todo detalle lo que fueron aquellos escasos pero intensísimos minutos. Ante la marabunta de gente se agolpaba en la barra, nos acercamos a ella con muy pocas esperanzas de llegar a tiempo. Encontramos a nuestro colega Alberto y a su chica, y al poco de saludarles, de forma bastante puntual, escuchamos los timbales de Roberto sonar dando el pistoletazo de salida para Birth of the sun, y ahí ya no pudimos esperar más: sin bebida ni hostias tiramos para dentro encontrando una buena posición entre las filas avanzadas para presenciar todavía la salida a escena del gran Alfred y el resto de músicos, recibidos con grandes aplausos, que lo dieron absolutamente todo ya desde el principio con ese HIT de su último disco, “Origins”, perfecta para empezar, principal estandarte de este último y reconocida inmediatamente por el público, que no era tan abultado como lo sería pasadas unas horas. Pero creo que los que estábamos allí éramos conscientes de lo especial que es esta banda, y lo imprescindible que era acudir a su concierto en este festival. Enrik, apuntando al cielo con dedo extendido daba luz a su primer solo con la elegancia suprema que siempre le envuelve. La gente todavía estaba bastante parada, pero al ritmo de la rápida apisonadora que es Roberto Cappa y The Spectres Dance todo se movilizó, tanto encima como debajo del escenario, corría Enrik por él, se adelantaban Germán Ruíz y Oscar y Dani nos miraba fijamente dando caña a su bajo y entre todos lograron subir un gran punto de intensidad general (geniales también las teclas de Pablo Sancha). En el sonido ya se apreció una gran mejoría respecto a la banda anterior, sin llegar a ser perfecto, sí se apreciaban perfectamente el sonido de cada uno de los instrumentos de los siete músicos y eso con los grandes detalles que contienen todas las canciones, se agradece mucho, sobre todo para aquellos que nos conocemos cada nota.

Salvo en el Leyendas, creo que es el mayor escenario sobre el que los he visto, con el añadido de la gran pantalla de fondo, que mostraba vistosas imágenes del nombre de la banda. Druidic Creed es uno de los temas más folk del disco, pero con ese puntito en la melodía de Rock clásico. Muy atrevido Alfred con ella, la presentó y la abrió casi a capela para que el resto de músicos emprendieran con la melodía desde el principio. Absolutamente brillante, el vocalista (tal vez un poco al límite en los primeros minutos) no escatimó en partes altas, y es que su voz se ha vuelto enorme con los años, poderosa, única y absorbente que junto a sus movimientos escénicos le convierten en uno de los mejores, incluso si hablamos de fuera de nuestras fronteras. Como banda siempre se ha caracterizado, especialmente en su última etapa, por hacer lo que les da la gana, cómo y cuándo les apetece y siempre sin dejar de lado su toque personal, aunque en ocasiones esto haya jugado en su contra, pero es algo que yo personalmente admiro muchísimo y les reafirma como mi banda nacional favorita desde hace casi 20 años, cuando les conocí. Siguiendo esta tendencia, y como se veía venir, el setlist estuvo basado casi enteramente en su nueva obra, “Origins”, del que están muy orgullosos como ya demostraron sobradamente en el Leyendas del Rock 2019. El maravilloso trabajo de Alfred y por supuesto del MAESTRO Enrik, que junto a su compañero Dani saltaba en la parte final del tema para animar al gentío, continuaron con And for ever. Y mira que teniendo tan poco tiempo de concierto y siendo un tema pausado, me encantó, especialmente (de nuevo) por las atrevidas partes a capela de Alfred, que se arrancó con todas, intentando que siguiésemos la letra del estribillo. Su guitarra acústica hizo aquí acto de presencia para no quitársela ya casi hasta el final del concierto. El momento en que Enrik y Cappa se unen al tema le dio una fuerza extra con esa melodía 100% Dark Moor. Antes que he nombrado el Leyendas… precisamente allí fue donde grabaron su último videoclip, y se encargaron de recordárnoslo con Crossing through your heart, y claro, estuvo plagada de buenos recuerdos y sensaciones.

Dani con pose chulesca se asomaba al público y pedía aplausos para acompañar sus punteos y el ritmo del estribillo. Otra a la que le veo un trasfondo de Rock clásico delicioso (como también me podría referir a In the middle of the night, que aun siendo esperada, no cayó aquella noche). Si uno se fija, el sonido de la guitarra de Enrik ha ido cambiando paulatinamente hasta llegar a carices semi-acústicos que le vienen de perlas especialmente a los temas del último disco. Los músicos en ningún momento desistieron de animar, aunque la respuesta del público fue incomprensiblemente fría. Eso sí, hubo momentos de subidón para todos, sobre todo con Raggle Taggle Gypsy, una que en concierto da muchísimo juego, y que puso a todo el mundo a bailotear de aquí para allá mientras Alfred y su acústica no paraban de moverse, alzando el mástil y casi bailando con ella. Me encanta como también en directo este último imita esa pronunciación tan marcada en ciertas consonantes al estilo escocés. La gaita de Germán y el violín de Óscar tuvieron una fuerza imprescindible en este último corte, pero fueron los teclados de Pablo los que despuntaron, mientras Alfred se despedía de nosotros (¿¿YA?? ¿¿DE VERDAD??) anunciando el cierre con una de las canciones que más alto les ha subido en los últimos discos, y no hablo de otra que La canción del pirata, versión musical con letra de uno de los más célebres poemas de José de Espronceda. Ya sin acústica colgando, Alfred se mostró más suelto que nunca y su voz… su voz llena de profundidad y cuerpo, con ese estilo casi operístico, me puso los pelos de punta, al tiempo que Cappa, desplegando toda su potencia (más que en cualquier otro momento), nos hizo vibrar a lo grande, cantando hasta quedarnos sin voz. Enrik, muy ágil también, daba vueltas y se colocaba en el centro del escenario para ejecutar el solo sin perder un ápice de su elegancia. La guinda la pusieron de nuevo los teclados de Pablo, que suscribieron una actuación injustamente corta pero bordada que a la mayoría de los que sabemos apreciar la excelente calidad de su música nos dejó con muchísimas ganas. Diría sin temor a equivocarme que dentro de la relatividad del tiempo, fue el concierto más corto de toda mi vida. BRA-VO Dark Moor.

Asimilando y comentando el concierto, ahora sí con toda la tranquilidad del mundo (lo siento, pero el concierto de Leo Jiménez no me interesaba lo más mínimo) aguardamos en la barra hasta ser atendidos. Dentro de los abusivos precios, estudiamos lo que saldría mejor y nos deleitamos con dos litros de vodka con limón en las mesas de la zona descubierta, donde uno podía hablar, fumar y comer con tranquilidad. Comentábamos el despropósito de que una banda tan distinguida, con tan dilatada carrera y con tanto cuidado por su música y sus detalles ocupase un lugar tan secundario en el running order. Es algo que no me cabe en la cabeza.

Así pues, el plato principal para nosotros dos ya había sido bien digerido, pero había que seguir disfrutando del concierto. Y Saurom fue el próximo objetivo. Una banda que en mi orden personal de gustos ha subido muchísimo de posición. Es cierto que me siguen resultando excesivamente fiesteros (lo suyo es un folk más orientado a esta clase de clima que lo que hacen actualmente Dark Moor) pero sus directos, todo hay que decirlo, son impecables, y la energía y la fuerza con la que saben llegar a su público es algo digno de elogio. Bastante contentos y desinhibidos por el descanso, entramos tan punto escuchamos los primeros compases. La primera pieza en sonar fue escogida a lo grande con La posada del Poney Pisador (con Miguel sujetando su guitarra acústica) y eso es casi sinónimo de gritos y jolgorio entre el público, a lo que hay que unir esa magia que destila el vocalista, que supo meterse en el bolsillo a todos y a cada uno de los asistentes ya desde los primerísimos minutos del show. Un concierto que, además, contó con una retahíla de cortes mucho más movidos y distribuidos de forma mucho más homogénea a las últimas veces que les he visto, así que la fiesta no paró de regenerarse con temas como La Leyenda de Gambrinus o Músico de calle (con unos coros excelentes por parte de Raúl, José Gallardo y Santi a los teclados, cuyo instrumento se fue haciendo más y más de notar con el transcurso del concierto). En las pantallas laterales, fuera del escenario, se alternaban imágenes del propio concierto con otras especiales que creaban una buena ambientación dependiendo del tema. Y además hubo magníficas sorpresas, ya que tras El saltimbanqui, durante Noche de Halloween, apareció un demonio y un gigante (con zancos) que no dejaron a nadie indiferente y que contribuyeron a afianzar ese rollo medieval de fiesta que tanto gusta a la banda y a sus fans. Ya sin la guitarra, Miguel siguió comentando los temas y empatizando perfectamente con su público, que bebían de sus palabras.

José al bajo es un crack auténtico, que vive cada momento a piñón, solo hacía falta ver cómo saltaba y se giraba en La batalla con los cueros de vino, una de las más coreadas por cierto, o en esa canción plagada de felicidad como es ¡Vive!, que tiene un ‘groove’ que me encanta y que no pude dejar de bailar, dedicada a la lucha contra el cáncer infantil, como nos explicaba el cantante. Un nuevo video deslumbrante nos llamaba la atención poderosamente en El carnaval del diablo. Esta tal vez marcó el punto de intensidad máxima del concierto, con los músicos sudando tinta y la gente vociferando el estribillo hasta tal punto que llegaba a ser ensordecedor. Ahí, por ejemplo, se puede observar la gran medida en la que saben llegar a la peña, que les adora, o también en Dracum Nocte (tema dedicado a la leyenda del dragón y a las fiestas de Montblanc, donde más efusivamente se celebra) cantando frases en perfecto català. Nótese que la iluminación de esta y otras canciones fue de lo más espectacular. Narci Lara es un culo inquieto que no puede parar, y lo mismo coge la guitarra rítmica que el violín o la flauta, dominando lo que le pongan delante con gran elegancia y saber estar, y además es uno de los músicos más visuales sobre el escenario. A estas alturas, El círculo juglar o Fiesta (con Raúl Rueda y José Gallardo ocupando el centro del escenario, sin dejar de sonreír) nos hicieron disfrutar de lo lindo, en parte del concierto, en parte por el bestial ambiente que se vivía entre miles de personas, que tuvo su broche cuando Miguel se despedía de nosotros cuando aparecía en escena un malabarista con sus mazas girando por los aires durante La Taberna.

El concierto fue algo más reducido de lo que les he visto en anteriores veces y por este hecho me faltaron unos cuantos temas que me encantan (como Vida, y sobre todo Sueños perdidos, que siempre me pone la carne de gallina). Pero en cualquier caso disfruté de este incluso más de lo que esperaba, y se me pasó en un santiamén.

Prácticamente lo mismo me pasó con los Ñu, banda más que mítica de nuestro panorama donde las haya, con la diferencia de que a estos de antemano ya les tenía muchísimas ganas, y es que debe hacer (si no recuerdo mal) como diez o doce años que no les veía en vivo. ¡Demasiado tiempo! Así que a cumplir redención tocaba. En cuanto echamos el cigarrito y el kalimotxo, volvimos entre el calor de la gente, muy justos de tiempo pero recién empezada Viejos himnos para nuevos guerreros destilando ese aire clásico, tan de nuestro rock y a la vez tan ligado a una banda tan legendaria como Ñu. Fue un auténtico subidón verles de nuevo tocando ante mí, y lo mejor de todo es que nos encontrábamos en una posición muy cómoda, con mucha gente pero sin agobios y mirando en línea recta al escenario. Una formación de lujo, constituida por viejos rockeros, auténticos, que todavía tienen muchísimo que decir, comenzando por supuesto por José Carlos Molina hasta llegar al grandísimo, inconmensurable, genio y figura… Manolo Arias, cuya presencia en el escenario y siendo uno de mis músicos nacionales favoritos… ya era suficiente para acudir al concierto desde el primer segundo. No me convenció nada el sonido al principio. Sonaba demasiado flojo y le faltaba consistencia, haciendo que algunos cortes como No hay ningún loco, pese a la destacada presencia de flauta y viola, no acabara de transmitir todo lo que tiene en su interior. Pero tal vez solo fuese un problema de adaptación auditiva, ya que en sí el sonido era genial y equilibrado, tan solo pasaron unos minutos y al normalizarse el volumen todo fue como la seda. El bajo de César moló cantidad en La granja del loco, una de las creaciones más locas y cachondas que ha escrito el genio J. C. Molina, quien por cierto, cantó muy bien durante todo el concierto, con una voz limpia, directa y tan afilada como su propia lengua. Lo cierto es que esta banda cada vez se deja ver menos, así que también era una ocasión muy especial y por descontado merecían estar entre los puestos más altos de este festival.

Grandes músicos todos ellos, como demostraron sin duda, la presencia de Manolo Arias iba creciendo más y más, su guitarra tornándose más poderosa y de forma gradual, se fue haciendo el dueño del escenario, en algunas partes como Preparan estuvo absolutamente fenómeno, sin perder ese brutal feeling que le ha acompañado en toda su carrera. Llámale aura, llámale chispa, grandeza intrínseca o como te de la real gana, pero lo cierto es que este hombre tiene un rollazo que impresiona, cuando mete sus solos con toda la pasión del mundo, cuando se despatarra con su guitarra entre las piernas o cuando levanta su mástil en el final de algún punteo con los ojos cerrados… es un guitarrista incomparable en toda su esencia, con una sangre en sus venas que sigue bombeando toneladas de sentimiento ochentero con cada uno de sus movimientos. Para cubrir ciertas necesidades, salimos durante un breve momento (que se alargó demasiado) y nos perdimos algún que otro tema (espero que no fuese Cuentos de ayer y de hoy o Tocaba correr, que me encantan a lo bestia), pero justo un momentazo fue nuestra vuelta con El tren azul, también conocida de la época de Leño simplemente como El tren. Aquí directamente, en el estribillo, guardaba silencio Molina y el respetable se cantaba a grito pelao unas frases tan clásicas y tan legendarias como nuestro propio Rock.

Una auténtica gozada poder vivir estos minutos en vivo y en directo, y es que además la combinación de flauta, viola y teclados fue soberbia, casi tanto como el inicio de El flautista, que levantó de sopetón a todo el mundo en un entorno de buen rollo casi insuperable; aquí todo fueron bailes, nostalgia y voces al unísono mientras José Carlos seguía llevando la batuta con esa gran maestría que siempre le rodea. Vacilaron un momento a la hora de continuar, no sé por qué motivo, pero llegó sin mucha demora Más duro que nunca ya para chapar el setlist… pero a lo grande, con gran colaboración por parte de la peña y con un solo del gigantesco Manolo Arias que una vez más dejó embobados a sus fans, incluido a un servidor. Debido a nuestra repentina salida en la parte media no pudimos ver todo el show, pero si la mayor parte de los temas y os puedo asegurar que el rollo que crearon los Ñu fue algo fantástico, sobre todo para los más ‘talluditos’ que les seguimos desde hace tiempo.

Y no quisiera que se alargara excesivamente esta crónica… pero de verdad que lo de Warcry, banda que continuaba con la gran fiesta del Escena Rock, fue algo memorable. Y eso que tengo que reconocer que como banda han ido perdiendo mucho interés para mí en sus últimos años, y que debe hacer como 3 o 4 años que no veía un concierto entero de ellos, pero este en particular, lo que hicieron con las dos señoras horas que les pertocaban de actuación… fue algo que quedaría en mi memoria aunque solo hubiese sido por algunos momentos concretos, pero la intensidad y el buen hacer se extendió a lo largo de cada minuto. De hecho, no me hubiese podido perdonar el no haberles visto, más allá incluso del hecho de que este fuese su último concierto antes de tomarse ese tiempo indefinido de descanso que ya habían anunciado varios medios especializados. Os cuento con detalle.

No creo que nadie dudase que Warcry fuesen los cabezas de cartel de aquel festival. Un evento tan especial como era su último concierto hasta nueva orden, de una banda que comenzó a respirar ‘en serio’ a principios de los 2000 y que desde entonces no han dejado de pelear por toda la península con varias giras fuera de ella. Y es que, a pesar de que su estilo no es el que más me gusta, su mensaje y su coherencia siempre ha sido la misma, y eso es algo que tengo que admirar, se llame como se llame el grupo en cuestión. Tras un momento de descanso durante el cambio de grupo (por cierto, ‘chapó’ por el festival en el tema de los baños, bastante limpios, 100% funcionales y cómodos, y bien distribuidos), tomamos el aire y nos sentamos durante unos minutos para prepararnos convenientemente para el asalto final (para nosotros) que serían estos Warcry. Tal vez no fuese lo que más me apetecía en aquel momento, pero también me conozco de sobra y sé que cuando me meto en un concierto de los asturianos con ganas, no hay quien me pare, debido a que les he seguido desde el primer hasta casi el último disco.

Todo preparado sobre el escenario y con una expectación monstruosa, con un recinto literalmente a punto de reventar, los teclados de Santi hacían ya presagiar algo especial, y Luz del norte abrió de forma espectacular el setlist, apareciendo en ella todos los músicos sobre el escenario, una forma magnífica de conquistar a aquellos que les seguimos con atención ya en aquel primer “Warcry” del año 2002. Víctor salió con muchísimas energías, pero algo más comedido de lo habitual. Sabía que durante las dos horas de concierto tendría que dosificar sus fuerzas, y sobre todo en un setlist que fue un auténtico tour de forcé para él (algo que, de momento, desconocíamos, obviamente).

Y claro, para una ocasión tan renombrada no iba a faltar un repertorio sembradito de clásicos de la banda que, sin alejarse en exceso de los que suelen hacer habitualmente, sí inyectaron algún que otro que hacía tiempo que no escuchaba, y sinceramente, me tocaron mucho la fibra. Contra el viento, una habitual en sus bolos, ya nos hizo elevar las voces casi hasta el infinito. Solo de ver a Roberto y su enloquecido headbanging ya daban unas ganas irrefrenables de soltarse la melena, tan apasionado como tocaba su instrumento. Y es que en este sprint final en su carrera, lo que tenían claro es que iban a poner toda la carne en el asador, alternando también montajes escenográficos como columnas de chispas y fogonazos de esos que se notan hasta en la parte más alejada del escenario. Temas más recientes como Rebelde, con teclados muy altos y sin distorsión en la voz se dieron de la mano de otros ya más consagrados como Alma de conquistador (de su “Alfa”), con una nueva dosis de llamaradas, por si hacía falta subir la temperatura del concierto más todavía. Fogonazo, pero esta vez en forma de canción, fue Nuevo mundo, con esa letra que desgraciadamente sigue tan vigente, y que en directo me golpeó bien fuerte mientras Víctor hacía coreografías con Roberto. Hasta ahora, picoteaban de aquí de allí, de entre su surtida discografía, tocando ahora su “Inmortal” con uno de sus temas emblema como es Quiero oírte… ¡y vaya si nos oyeron! La gente se volcó desde el minuto cero con ellos, cantando ‘de pe a pa’ todas las canciones. En esta en concreto, Pablo nos vacilaba con su gran rapidez en el solo, situándose en el mismo centro, justo ante la temblante batería de Rafa Yugueros y ya desde ahí, casi sin tomar aire, le metió cera a Cielo e infierno. Precisamente la mezcla de teclados y guitarras de este tema fue lo que más me llamó la atención (era la primera vez que la escuchaba).

Esta parte fue la única que se me hizo un poco larga por lo irregular de su ritmo y sus temas menos clásicos, pero evidentemente todos los músicos disfrutaron a lo grande interpretándolos, por no hablar de los ‘die hard fans’ de las primeras filas. Las luces añadían el toque mágico a algunos momentos del concierto. Santi comenzó con su instrumento, inmerso en una intensa luz roja, y de repente toda la banda implosionó al tiempo con Ardo por dentro, durante la cual Víctor no se cortó a la hora de pedir aplausos a su entusiasmado público. Incluso temas que había escuchado menos me parecieron enormemente sentidos e interpretados con mucha fuerza, en parte gracias al sólido sonido que (salvo tal vez en menor medida, en la batería de Rafa) sonó alto y muy poderoso. Las últimas en caer hasta el momento no fueron precisamente fáciles para el vocalista, por lo que con mucha sorna le dijo a su teclista: ‘ahora una fácil, Santi’, pero le descubrimos la ironía cuando arrancó la que es una de mis preferidas del “Revolución”, Coraje, tema que desprende una fuerza arrolladora especialmente en las partes más elevadas del estribillo, en donde Víctor se volvió a cubrir de gloria él solito. Estaba dispuesto a dejarse las cuerdas, de eso no había ninguna duda, a superar sus propios límites si era necesario. Tanto esta, como la siguiente Aire supieron tocarme la fibra, y de nuevo el vocalista supo aguantar del tirón como un auténtico gladiador, gritando cuando era necesario y manteniéndose muy firme en las partes altas. Hacía muchísimo que no le veía a ese nivel de rendimiento. Pero lo mejor aun estaba por llegar, y os adelanto que fue un momento de ensueño con todas las letras.

Para ir cogiendo aire, Devorando el corazón siempre es un momento muy sensible en cualquier concierto de Warcry, una balada a medio tiempo que me devuelve desde los momentos más felices a los más amargos. Para mí siempre fue lo mejor del “Revolución”, un disco por otra parte bastante flojo en mi opinión. Para deleite de todos los que piensan como yo, fue alargada instrumentalmente. Tras este descanso de intensidad, tampoco fue especialmente llevadera para Víctor esa Huelo el miedo que suelen llevar en sus conciertos desde la salida del “Inmortal”, pero el vocalista asturiano seguía en sus trece de no ceder ante ninguna dificultad. Fue intensamente precedida por los teclados de Santi. Según veíamos en las imágenes de fondo, la procedencia de los temas se podía adivinar a través de estas. Pero hubo uno en concreto, cuando Víctor nos contó que querían hacer algo especial para este último concierto… que no hubiese imaginado ni en mis mejores sueños cuando concluyó que iban a tocar una versión. Incluso me decepcionó en un primer momento que no rebuscaran algo inédito en directo de su primera etapa. Pero cuando empezó a sonar… en cuanto la reconocí… casi entro en shock, y no pude evitar que se me saltaran las lágrimas. Porque AQUÍ ESTARÉ de Avalanch es algo tan especial para mí que casi no puedo describirlo. Es un sentimiento, es la sensación absoluta de que esta, dentro del Metal nacional, con su música, su letra, su mensaje… es mi canción, ¡¡¡MI PUTA CANCIÓN!!! sí, esa que ya hace años perdí por completo la esperanza de ver algún día en directo, y mucho menos cantada por la voz original… estaba sonando allí mismo, en ese preciso instante, ante mis incrédulos ojos y oídos. Fue algo prácticamente ensoñador, tan sorprendente e impactante que ese momento quedará para siempre jamás en mi memoria, cantándola emocionadísimo, con los pelos como escarpias y lleno de orgullo porque puedo encajar todas y cada una de sus frases en mis ideales personales. Cuando terminó, con bestiales agudos de Víctor, casi no podía creer que esto hubiese sucedido de verdad.

Durante Cobarde, con el discurso incluido, e incluso durante un tema tan emotivo y lacrimógeno como El amor de una madre, estuve prácticamente digiriendo la intensidad de lo vivido hacía unos minutos, pero sin dejar de prestar atención, y es que especialmente esta última hace que se me mueva algo por dentro (en parte compasión por la historia, en parte odio contra esos malnacidos sabandijas que están en contra y castigan la eutanasia) hasta que Señor, otra de esas que me llegan hasta las entrañas, me despertó de mi ensueño con un headbanging y una tensión emotiva casi involuntaria, casi culminada con ese demoledor y agudísimo grito que retumbó en cada rincón del enorme recinto, y eso sin nombrar el solo de Pablo, que fue preciso y frenético hasta decir basta. Me alegré muchísimo de que la rescatasen tras tanto tiempo. Y es que, de hecho, su primer disco “Warcry” fue el más representado de todos. Así soy no es ni más ni menos que una declaración de intenciones en los ideales del grupo, aunque a continuación viniera (para los que aun no lo supieran) la triste revelación de que la banda se iba a tomar unas vacaciones sin tiempo definido. Fueron merecidamente aplaudidos por todo lo que nos han dado hasta ahora… pero no fijó ni mucho menos el final del concierto, aunque a partir de aquí los temas (no todos, ojo) ya fueran más predecibles. Al ritmo que marcaba la batería de Rafa con su bombo, todo el mundo entonó junto al vocalista el estribillo de Tu mismo, pieza imprescindible en su setlist como verdadero himno que es. Como os podéis imaginar, las voces de todo el mundo gritando al mismo tiempo te ponían los pelos de punta. Genial la parte central, con solo incluido de Roberto al bajo.

El murmullo de la gente entre tema y tema era ya tan exaltado que apenas se diferenciaba de cuando cantaban, así que imaginaos el tremendo ambiente que se vivía en esos momentos. Como casi era de ley, rescataron otra casi legendaria como es Trono del Metal y todos a pleno poder la coreamos con el puño en alto porque se trata ni más ni menos del más puro sentimiento de nuestro rollo, incluida la parte a capela por parte de Víctor que creo que emocionó a más de uno. Pero lo que no esperaba ya a estas alturas, contando el agotamiento que debían arrastrar ya los músicos, era un tema tan técnico, veloz y enrevesado como El guardián de Troya. Una puta pasada sobre todo en lo instrumental, en los solos y en parte progresiva central con bajo y teclado solapándose en armonía. Y como ya no cabía esperar otra cosa, un Víctor dando el 100% e incluso saliéndose de madre al alargar más de lo habitual el grito final. Con lo destrozada que yo tenía la garganta a esas alturas, imagino lo que sufrirían los músicos interpretando la que por cierto, es una de las mejores piezas que han compuesto en toda su carrera. Pero aun apuraron más. Aun quedaba Hoy gano yo, el envite final, el arranque definitivo, el más contundente mensaje que se puede dar a alguien cuya religión es el Heavy Metal y que lo vive hasta sus últimas consecuencias. Por último, las dos horas se completaron con un final de puro espectáculo, con los compases de la Marcha Imperial de Star Wars sonando mientras llamaradas salían del borde del escenario hasta casi tocar el techo; Víctor lanzaba un grito atronador al tiempo que millones de papelitos de color dorado caían sobre nosotros.

Ni en sus primeros tiempos ni en sus etapas siguientes, muy pocas veces puedo decir que haya disfrutado a esos niveles con los Warcry, y mira que sin exagerar les habré visto más de una docena de veces. No esperaba tal intensidad, un setlist tan completo y sobre todo, una pasión tan latente en todos y cada uno de sus músicos y esa versión del Aquí estaré que me transportó directo al paraíso. Y no lo digo, ni muchísimo menos, por ser su último concierto ni por vacilar de haberlo visto (paso hasta el culo de esas mierda de postureo), sino porque fue un concierto espectacular y soberbio a casi todos los niveles, y decir otra cosa sería faltar a la verdad. Cualquiera que estuviese allí, incluso si como me sucede a mí, si no es fan a muerte del grupo, lo podrá corroborar.

Ahora, después de refrescarnos un poco tras la brutal sudada que nos habíamos pillado con el concierto, la gran duda era cuál sería el último paso. No es que estuviésemos triturados del todo, pero lo cierto es que Obús me apetecían más bien poco. Y es que cuando le pierdo el respeto a alguien (en este caso a Fortu, pero no hablo solo de músicos o personalidades conocidas), es muy difícil que lo vuelva a recuperar. Por otra parte, la hora límite de cierre de metro estaba a la vuelta de la esquina, y como ya habíamos quedado más que contentos con las actuaciones de Dark Moor, Saurom, Ñu y Warcry, dimos el festival por concluido por nuestra parte. Caímos bastante rendidos en la cama, sin cenar. Y a partir de aquí y sin quitarme el festival de la cabeza (y es que disfruté, en general, mucho más de lo que habría imaginado), ya encaramos el fin de semana de forma más relajada para disfrutar de la bonita Madrid en casi todos sus facetas.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_

Escena Rock 2020 (Sábado 15-02-20, IFEMA, Madrid)

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