Hastiados por quedarse en dique seco, algo que debe de ser particularmente jodido para una banda que nunca han querido ni sabido parar como Hamlet, decidieron embarcarse, más que en una gira, en una aventura que les va a llevar a recorrer gran parte de nuestra geografía en fechas muy exclusivas. Lamentablemente, nuestra fecha en Alicante, que iba a ser una de las primeras en suceder tras la de Zamora, se tuvo que posponer nada menos que más de un mes (que se me ha hecho más largo que un día sin pan) por razones que no acabo de tener claras, hasta este 22 de Mayo. En esta mini gira íbamos a escuchar a unos Hamlet distintos. Pero distintos en sonoridad y presentación, jamás en esencia. La potencia de sus directos y su intensidad podrían ser bastante difíciles de digerir estando anclados a una jodida silla, por lo que decidieron desenchufar algunos de sus instrumentos para la ocasión y hacernos llegar sus canciones de una forma nada habitual en ellos. Mientras algunos solo han visto inconvenientes en ello, yo lo he tomado como una oportunidad. Una ocasión de darle la vuelta a algunos de sus temas, una ocasión para darme cuenta de cómo estos podían transmitir desde un formato semi-acústico y por supuesto, la oportunidad de escuchar temas que muy pocas veces o nunca había visto antes en vivo. Y esto solo es una pequeña parte de lo que nos deparó el bolo. Como comenté ayer, más que un concierto, fue toda una experiencia única.
Con una sala The One a reventar (joder, qué puto gustazo poder decirlo), no sé si llegarían a hacer sold out, pero más de un 90% de las entradas vendidas… eso garantizado. Con unos minutos de retraso respecto a la hora estipulada, los miembros del grupo empezaron a ocupar sus posiciones… y de repente, esa ansiedad contenida, esas ganas irrefrenables que teníamos de concierto, se revelaron en forma de un estruendoso aplauso que duró un minuto entero, incluso antes de que tocaran la primera nota. Muy agradecidos, emocionados y visiblemente sorprendidos, Hamlet vía Molly nos dedicaron unas palabras (porque era obvio que el vocalista en todo momento habló en nombre de toda la banda) y sin más demora, arrancaron con la primera. Ni yo personalmente, diseñándome un setlist para mí mismo, hubiese escogido otra mejor que Serenarme (en la desolación), una pieza que me toca muy, pero que muy hondo, tanto por mis recuerdos con ella como por la relación de su letra con aspectos muy personales. Un inicio que ya consiguió emocionarme hasta el límite (literalmente) y que ya pronosticaba un concierto tremendamente emocional, pero no necesariamente en una vertiente amarga, sino de hecho lleno de potentes vibraciones muy positivas a pesar del tono general empleado. También como cabría esperar, álbumes como “Syberia” o “El Inferno” iban a tener un protagonismo especial, dos discazos inmensos (le pese a quien le pese) en los que el grupo se apartó un poco de las líneas más contundentes que mostraron hasta su momento. Por lo tanto, Desaparecer sería la continuación natural en el setlist. Mientras que el primer corte sí mostró una batería más pesada de lo esperado, cortesía de Paco, en este segundo el ambiente se relajó, terminándolo J. Molly con una nota alargada hasta el infinito y enlazando con Miénteme, todavía más tranquila en la que los susurros del vocalista y la suave percusión, junto a la melodía del tema pisaron terrenos casi pop en este formato que nos presentaban. En este primer tramo, me fijé en la vida y la musicalidad que las notas agudas, en casi todo momento, del bajo de Álvaro aportaban en este semi-acústico.
Y siempre empleo el término semi-acústico con toda la intención, porque algunos instrumentos como el bajo y la batería, podían sonar a toda potencia si así lo requería el momento, y de hecho algunos temas sonaron bastante más potentes de lo que uno esperaría. Hacía Molly un pequeño alto para agradecernos el hecho de que estuviésemos formando parte de esto, y reflejó en él un sentido de coherencia: ‘cuando vosotros podáis estar levantados, Hamlet también lo estaremos’ fueron las palabras del frontman. Dedicando también el siguiente tema a aquellas personas afines a la banda que ya no están entre nosotros, En silencio desplegó todo su carisma y emotividad, y Perdóname (siguiendo con la coherencia del significado) sin duda supuso uno de los momentos más intensos en cuanto a emociones. Un tema que, por cierto, no escuchaba desde la gira de “El Inferno”. Hubo cortes en el setlist que requirieron de una especial adaptación al formato semi-desenchufado, siendo una de ellas No me arrepiento, que transformó esos riffs tan bestias de Tárraga y esos iracundos alaridos de Molly en una melodía que, preservando la esencia original del tema, consiguió transportarnos muy lejos, mientras que la batería de Paco no llegó a perder toda la contundencia. Ahora sucedía lo contrario que al principio. La intensidad iba in crescendo, y Salvajes, directamente extraído de su última obra “Berlín”, propició más de un cabeceo, siendo también muy bien adaptada al sonido de aquella tarde. En ella, Molly nos regaló el primer (pero no el último) grito del show. Y es que poco a poco el vocalista se iba soltando por el escenario. Imagino lo duro que sería para un tío como él mantenerse sentado durante la casi hora y media de concierto, por eso de vez en cuando se acercaba, se sentaba al borde del escenario, y se arrancaba con algunos movimientos bruscos y repentinos que nos recordaron al Molly de toda la vida. También a Tárraga en ocasiones le faltaba silla, y es que en algunos temas le vimos como se desquitaba a gusto incluso desde su aposento. Su guitarra fue la que más fuerza adquirió, pero no podemos dejar a un lado a Ken HC, cuya labor a las rítmicas fue fantástica, incluso diría que más importante que nunca para dar cuerpo a los temas.
No por ser una de las más esperadas dejó de sorprendernos El color de los pañuelos, claramente una de las que mejor se prestó a aquel sonido, empezando por un el bajo de Álvaro, que fue muy protagonista, hasta los distanciados baquetazos de Paco, una jodida máquina tras la batería. Es una de esas canciones (y es que hay muchísimas así en su discografía) que consigue abrirme en canal emocionalmente, recordándome a una de las épocas más turbulentas de mi vida. Y debo añadir, una de las más coreadas por todo el mundo, que poco a poco nos lanzábamos a cantar los temas cada vez más altos. A pesar de la extrema tranquilidad en algunas de las partes de Tiempo, Molly volvía a levantarse y a recorrer el escenario, sin gestos bruscos, intentando darle al tema la calidad escénica apropiada. A pesar de no mostrarnos más que algún gutural que otro y optar por su vena más melódica (de otra forma, no hubiese cuadrado con el concierto), no quiere decir que no demostrase calidad a raudales. No hay duda que, en su estilo, es uno de los más grandes cantantes que tenemos en este país. Terminando el tema, nos dedicó otro set de palabras, en todo momento hablando de la situación, de agradecimiento hacia nosotros, de la banda en general, y sobre todo, de la palabra clave que ha sido siempre el leitmotiv de la banda: CONEXIÓN entre Hamlet y el público, entre el público y Hamlet, algo por lo que siempre han peleado desde sus inicios.
Olvidaba comentar que durante todo el bolo, tuvieron a sus espaldas una pantalla muy vistosa que nos mostraba imágenes a veces casi aleatorias, a veces relacionadas con los temas. En este caso, para una de las grandes baladas de Hamlet, mostraban ecografías e imágenes directamente relacionadas con el nacimiento. El tema en cuestión fue No soy igual, posiblemente, en cuanto a letra sobre todo, el tema de la banda con el que más me identifiqué en su día y lo sigo haciendo hoy. Palmas por doquier para acompañar el tema que seguirían casi sin descanso para un trallazo espectacular como es No sé decir adiós, hoy por hoy mi tema favorito del “Berlín”, que aúna toda la filosofía Hamlet, su brutalidad, sus partes melódicas, su creatividad, la profundidad de sus letras… Puede que perdiese fuerza eléctrica, pero como sucedió con la gran mayoría de las que sonaron, su esencia perduró intocable hasta el final, en donde tuvo un pico de intensidad con el último estribillo que consiguió ponerme (otra vez) los pelos de punta. Menos mal que las sillas suelen ser resistentes, porque si no, a pesar del sonido semi-acústico, os juro que la reviento. Tras el single de “Berlín”, nos decían adiós, pero como bien expresa el tema, no podían despedirse, no sin tocar algunos hits que quedaban en el setlist (aparte de que tan solo llevaban hora y poco de concierto).
Así pues, para los bises muchos ya pudimos adivinar los temas faltantes, pero no por ello dejaron de emocionarnos. La lógica, por lo que supuso la canción para la banda y por su prestación al formato semi-acústico, indicaba que era cuestión de tiempo que Antes y después hiciera acto de presencia, y de hecho ahí la teníamos sonando en casi toda su plenitud, una melodía que nos encanta y se mete bajo nuestra piel, sonando obviamente más melódica que nunca pero haciéndonos cantar hasta desgañitarnos junto a Molly, que no pudo contenerse de volver a pasearse por el escenario con su gran presencia, para terminar sentándose frente a nosotros mientras sonaba Imaginé, otro single imprescindible que ya suelen tocar en los conciertos eléctricos y que, por ende, no podía faltar aquí. Me dio la impresión, eso sí, de que su voz sonó bastante alta en ella, eclipsando parcialmente los instrumentos de cuerda. Aunque pensaba que aun les quedaría algo en el tintero, el tema de su “Syberia” dio por finalizada la actuación. Eso sí, hay que puntualizar que se tomaron su tiempo para despedirse, inclinándose, saludando, con abrazos entre HC y Paco, acercándose a nosotros en la medida de lo posible… en definitiva, agradeciéndonos de corazón el haber estado allí, algo que sin duda, fue recíproco desde nuestra parte.
Tal como esperaba, me encantó esta forma de presentar los temas. Tengo una fe absoluta en lo que respecta a Hamlet sobre un escenario y no iba a ser esta ocasión la que me hiciera cambiar de idea. Para mí, esa visión infantil de ‘cuanto más cañeros mejor’ ya hace tiempo que desapareció, y gracias a ello creo que supe disfrutar del concierto como se merecía, cada minuto con total intensidad de esa faceta más melódica e íntima de la banda.
A pesar de que las últimas semanas han sido relativamente pródigas en conciertos, a nivel personal uno no deja de sentir que falta todavía mucho para que las cosas vuelvan a su cauce, pero tampoco deja de apreciar cada uno de los conciertos como si pudiesen ser el último. Solo decir que al salir de la sala, tuve inmediatamente una sensación que hacía mucho tiempo que no experimentaba, la de sentirme VIVO, cada vez más, de tener todavía latente un concierto súper intenso, orgánico, diferente, emocionante… con una participación encomiable de la gente que tuvo las agallas necesarias para acudir, un comportamiento durante el show totalmente ejemplar y dejando claro una vez más que la cultura es segura, que SÍ SE PUEDE, y que ahora más que nunca necesita nuestro apoyo. También saqué la conclusión de que con las medidas, mucha gente va perdiendo el miedo y adaptándose, y después de tanto tiempo de deprimente sequía y amargura, se va viendo poco a poco la luz al final del túnel.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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