Tras estos dos anteriores fines de semana extremadamente
intensos en todos los sentidos posibles, que me llevaron junto a gente
maravillosa a disfrutar de sendos conciertazos en Madrid y Barcelona, tenía la
idea de tomarme un descanso a la espera del fin de semana que viene, donde nos
veremos las caras con los titanes del Thrash Angelus Apatrida. Pero la fiera
ávida de conciertos que hay dentro de mí jamás duerme, y repasando los eventos
que tenía marcados en redes sociales, recordé que también estos días estaban
bastante recargados de conciertos. A pesar de que todos ellos siguen celebrándose
con medidas de seguridad, sentados, distancia, bozal, etcétera, por fin se
puede decir que la cosa vuelve a estar en marcha, y además con un ritmo
imparable que ni siquiera en mis mejores previsiones esperaba para este 2021,
lo cual solo puede significar felicidad total para mí. Como digo, no tenía en
principio ningún plan especial para el sábado, y después del aluvión de
sensaciones, fiesta, colegueo y desmadre de los dos anteriores, se me antojaba
un día con poca chicha. Con demasiada poca. Así que sin pensarlo demasiado, y
como soy persona de excusa fácil para los conciertos (pero para acudir a ellos,
nunca para lo contrario) empecé a plantearme opciones. Por una parte, iba a
tener lugar en Valencia, en mi querida 16 Toneladas, el primer concierto organizado
tras mucho tiempo por la asociación Metal Bats, que era realmente tentador con
unos Alae Noctis y Destral. Por otra parte, otros valencianos, Sylvania, actuaban en la sala Babel
(donde repetiremos la semana que viene), otro bolo más que atractivo. Al final,
por temas económicos y sobre todo por el hecho de que tuve que ir solo, me
decidí por este último, pero ya sabía de antemano que no me iba a decepcionar.
Y por supuesto, también porque Sylvania me molan mucho. Además, la historia de siempre: ¿qué plan
mejor puede haber para un aburrido fin de semana que un concierto? Desde luego
para mí, es el mejor de lejos. Dicho y hecho, cogiendo los cuatro bártulos
necesarios, me encaminé hacia Alicante. Hacía muy buena tarde y fue un viaje
rápido y agradable. Llegué a la ‘capi’ y a pesar de las indicaciones del GPS,
que me metió en una trampa mortal (y mira que he ido veces a la sala… es que lo
mío no tiene remedio xD), llegué y aparqué fácilmente, aunque desgraciadamente
unos minutillos tarde, y ya se escuchaba rugir a los Sylvania desde las puertas de la Babel. Tras un pequeño
malentendido sin importancia con el personal, rápidamente me asignaron una mesa
para mí solo, y esa birrita por 2€ (enhorabuena a la sala por mantener esos
precios, algo muy raro de ver) terminó de conformar el plan perfecto de esa tarde
de Sábado.
Como digo, ya atronaban los Sylvania con su Power Metal desenfrenado, y lo hacían a través de
uno de los temas que me alegré de que no hubiesen tocado antes, Transylvania,
una de mis favoritas de hecho, que tenía muchas ganas de ver. Ante un ambiente
más calmado de lo habitual, el vocalista Alfonso Arróniz intentaba ganarse a un
público al que le costó un poquillo arrancar y zambullirse a tope en el calor
del concierto, pero este iba muy bien encaminado en su propósito. Hubo algo que
no me gustó demasiado en este sentido, y es que su voz sonaba demasiado difusa
y con poco volumen, y por momentos se perdía entre el resto de los
instrumentos. Algo que por suerte, iría mejorando poco a poco. Adelantaba unos
pasos Alberto Tramoyeres, auténtica alma mater de Sylvania, siempre tan comunicativo y simpático, para darnos su
mejor saludo y agradecimiento por estar ahí, y nos prometía un concierto
especial en el sentido de que iban a tocar temas que hacía tiempo que no
estaban en su setlist, o que raramente habían interpretado.
Uno de ellos fue La princesa prometida (seguramente
inspirada por la fantástica película de 1987), bastante aclamada por el gentío
e interpretada con mucha solidez, desde la potente batería a cargo de Sergio
Pinar hasta los certeros acordes de Garay. Con una intro pregrabada, algo de lo
que tiraron con bastante asiduidad y que siempre se agradece, dio comienzo a La
maldición de Dabria, un tema particularmente potente que se aparta bastante
de las melodías más pomposas y exuberantes de la banda, salvando el estribillo,
y que se centra más en los contundentes riffs de Alberto / Sergio y las duras
bases creadas por el doble bombo a piñón de un Sergio Pinar muy entregado, que
hubiese sudado la gota gorda de no ser porque el clima en la sala era de lo más
fresquito gracias al aire acondicionado (en la calle hacía bastante calor). Me
encantó como, en la parte más cañera, toda la banda se sincronizó con el
headbangind, desmelenándose a tope, y poco a poco iban contagiando su pasión al
público, en parte también gracias a los teatrales gestos y movimientos de su
vocalista.
Ametrallaba Alberto Tramoyeres con el riff de apertura de Testigos
de las estrellas, donde dejó a las claras su influencia de guitarristas
como Luca Turilli. De hecho, el tema es muy del rollo Rhapsody, algo que para
mi gusto siempre es un placer inmenso. A la parte de (nuestra) izquierda, se
seguía viendo el apoyo mutuo y la coordinación del guitarrista Sergio Garay y
bajista Álvaro Chilarón, mientras en su parte central, el tema fue coronado con
un sobreagudo bestial por parte de Alfonso, que se salió con esa interpretación
tan agitada y bien llevada. Poco a poco se había ido calentando y su voz ya
lucía al 100%, entre esos cálidos tonos graves y las altísimas notas que es
capaz de alcanzar, completo y versátil. Seguían justificando esa calificación
de ‘show especial’ con otro tema que llevaba tiempo olvidado en sus actuaciones
como fue La tentación del mal (de hecho, era la primera vez que servidor
la disfrutaba en directo), de nuevo con un Alfonso muy acertado en las notas
más agudas. Parece que a estas alturas (o tal vez fue algo que llevaba
sucediendo desde el principio) hubo algún problema con el bajo de Álvaro, que
el staff de la sala intentó solventar rápidamente. Sin perder ni un minuto, y
solo distanciadas entre sí por los jocosos comentarios del sr. Tramoyeres, el
concierto llevaba un ritmo encomiable a nivel de canciones, estas caían
seguidas y muy bien escogidas, como Finis Templarii y Espíritu de
fuego, donde precisamente los dibujos de Álvaro en este último tema son muy
elaborados y aportan mucha tela a las guitarras de Garay y Tramoyeres. Este
último volvía a bromear sobre el tema a continuación (otra que nunca les había
visto), y no fue otra que su particular cover de Mónica Naranjo y su Desátame,
que aunque obviamente a nivel vocal ni se acerca a la original, la adaptan
bastante bien, y por supuesto, también el público la disfrutó (y la bailó,
dentro de lo que se puede hacer en una silla) a saco.
Con todo, estaba quedando un concierto mucho mejor que la
última vez que les vi, si no recuerdo mal en el Gineta Rock del 2019, de donde
salí con buena impresión pero al mismo tiempo esperaba más de su directo. En
esta ocasión de Alicante, me atraparon desde el principio, todo tuvo un flow
mucho más compacto y en general el sonido fue bastante mejor que en aquella
ocasión… aunque lejos de ser perfecto. La voz seguía sin convencerme (demasiado
apagada) y la batería sonaba demasiado ‘seca’, pero aun así disfruté mucho de
cada tema, ya que al fin y al cabo estamos hablando de todos unos musicazos de
alto nivel que dan el callo sobre el escenario, de una banda además que siempre
ha destacado por su espíritu de lucha y supervivencia desde sus turbulentos inicios.
Mediante otra introducción instrumental disparada, arrancaban con el tema más
largo que sonó aquella noche, los casi 10 minutos de Por nuestra libertad,
donde uno puede encontrar casi todas las facetas musicales del grupo
comprimidas. Con el sonido acústico en la guitarra de Alberto, la intensidad
del concierto volvía a subir conforme pasaban los minutos del tema, la voz
ligeramente rasgada de Alfonso y las apasionadas bases formadas por Álvaro y
Sergio Pinar nos llevaron hasta ese pedazo de estribillo tan descaradamente
powermetalero en el que es prácticamente imposible no alzar los puños y agitar
la melena mientras se corea. Y con la entrada de los clavicordios, todo el
mundo les arropó con sus palmas mientras Tramoyeres dejaba claro con su solo
que es un perfeccionista y un auténtico virtuoso de la guitarra, acompañado por
Sergio con sus armonías. Probablemente… ¡la mejor interpretación de toda la
tarde!
Un tema que me puso a tope y en general subió muchísimo los
ánimos de un público que no superaría las 35 personas. En estos tiempos… es lo
que hay por el tema de las restricciones, pero desearía y me encantaría que
cuando estas terminen no tengamos que volver a ver salas medio vacías. En
general vi una entrega por parte de la gente bastante moderada, y me acojo a algo
que dijo la banda en sus primeros temas: el hecho de estar sentado no implica
que uno no pueda cantar, gritar o levantar los cuernos, o moverse dentro de las
limitaciones, o animar, o… Pero vaya, que para concluir esta pequeña reflexión,
diré que sea como fuere todo el mundo disfrutó a su manera del bolo, que al
final es uno de los puntos fundamentales.
Ahora sí, y ya encarando el sprint final del bolo, llegaba Luna
quebrada, una que suele ser fija en sus actuaciones desde que se lanzara su
segundo trabajo en el que está incluida, ese “Recuerdos del mañana” que para mí
solo es superado por el último disco, esa gozada llamada “Testigos de las
estrellas”. La fuerza de su estribillo levantó otro puntito los ánimos de la
gente, un tema bastante bailable y cañero al mismo tiempo. Con su gran devoción,
voz y personalidad escénica, Alfonso terminó de redondearla. Con una alegría e
ilusión que se reflejaba en su cara, se despedía de nosotros Alberto en nombre
de toda la banda, pero aún les quedaba una bala en la recámara, otro tema que
sus fans reconocen a la primera llamado Vivo en tu memoria. La batería
de Sergio, destilando Power Metal a piñón fijo, nos volvió a poner la sangre
caliente mientras levantábamos las manos para despedirles como se merecieron,
además del gran aplauso que recibieron por parte de todos a modo de adiós.
Y al final, como no podría haber sido de otra forma, mi
elección de disfrutar el sábado con un concierto genial como el que nos
ofrecieron Sylvania en la Babel fue
sin duda la correcta, incluso con la sensación de que el concierto se me había
quedado algo corto. Pero claro, si fuera por mí, no terminarían nunca jeje. Mucha
gente se quedó allí a tomar un trago, pero para mí el aliciente ya había sido
cumplido, así que con tranquilidad (y con buena música a toda hostia, como
siempre), me fui haciendo la horita de vuelta a casa. Una alegría enorme a
nivel personal por ver cómo, tanto bandazas como esta, como salas tan queridas
como la Babel van resurgiendo y volviendo a la actividad poco a poco incluso en
situaciones adversas como aquella en la que nos encontramos. El resto, es cosa
nuestra. Apoyar, apoyar y apoyar, es lo mejor y más sano que podemos hacer por
nuestro rollo.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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