Una energía que, sin lugar a dudas, nos haría descargar Angelus Apatrida en el interior de la sala The One. Una sala que, por cierto, está cogiendo carrerilla y un buen ritmo a la hora de albergar conciertos, y además de nuestro rollo, por lo que espero que siga así por mucho tiempo, ya que en los últimos años (incluso antes de toda esta mierda) me dio la impresión de que estaba injustamente desaprovechada, con la de movidas guapas que se han visto allí en su momento. Si hace mes y medio tuvimos un concierto MUY especial de Hamlet en formato acústico, esta vez cambiábamos a registros mucho más metaleros y agresivos con una banda que es valor asegurado en vivo, de las que con un par de temas ya te hacen estallar la cabeza y que además, como digo, venían con las pilas cargadas después de un tiempo sin tocar y para presentarnos esa salvajada de nuevo álbum titulado, sencillamente, Angelus Apatrida. ¿Podrían las sillas esta vez contener toda la furia de los asistentes al show?
Llegamos a San Vicente con bastante antelación, todavía con algunas dudas respecto a la hora de comienzo del show, ya que en la entrada tan solo figuraban las 21:00, pero no especificaba si era hora de apertura u hora del bolo. Tras encontrarnos con nuestra colega Cristina, nos dirigimos al local más cercano para echar unas birras e ir calentando motores, sin alejarnos demasiado tiempo de la cola que empezaba a formarse. Había ganas, muchísimas ganas, se notaba en la electricidad del ambiente. Entrar y coger primeras filas era prioritario para algunos de nosotros, y al final nos salimos con la nuestra aunque evidentemente fuese a costa de entrar con una hora entera de antelación al comienzo de la fiesta. Por suerte, y al igual que sucedió con el anterior bolo al que asistí en la The One, el punto del aire acondicionado era perfecto, refrescante pero sin pasarse de la raya, algo que hizo la espera mucho más llevadera (el calor en la calle era difícilmente soportable).
Al fin parecía que todo iba a empezar. Aferrados con impaciencia e inquietud a nuestras sillas, vimos como de repente, las luces se apagaban y el escenario se llenaba de humo. Era el momento esperado. A pesar de que ya es mi decimosegundo concierto de la era pandémica, era el primero de Thrash Metal, un género que pide guerra sin concesiones. Iba a ser duro, pero no hay otra forma, y si no se apoya la movida aun con estas limitadas condiciones, no se apoya absolutamente nada.
Ocupaba Víctor su taburete, seguido de sus compañeros para, tras una corta intro, asentarse, apuntar a la yugular, y disparar sin remilgos con Indoctrination, la primera barbarie sonora de la noche que al mismo tiempo abre su reciente disco homónimo. Tan brutal, tan rápida y tan contundente que incluso diría que cogió a la gente descolocada, muchos estaban perplejos ante aquel estallido. No era mi caso, y ya con ella comencé a darle el merecido castigo al cuello hasta casi tocar el puto suelo con la cabeza. Y es que tras tanta represión y abstinencia de conciertos, cada uno que se celebra es algo glorioso para mí, y más si se trata de un grupo con este directo tan mortífero. Poco a poco todo el mundo empezó a tomar consciencia, y a los pocos minutos ya nos tenían a todos comiendo de su mano y levantando las manos con el ‘Hey! Hey!’ que solo hacía que echar más leña al fuego, un fuego que continuó avivándose más y más con One of us. Si hubo en ella un instrumento que partió la pana, ese fue la batería, algo que no dejaría de suceder durante todo el setlist. Absolutamente atronadora, casi ensordecedora, pero con sonido pulido y preciso, una verdadera gozada. Primer alto del concierto, pero con una buena excusa, saludar efusivamente al público y darnos las gracias por invertir nuestro tiempo y dinero en su concierto. A la vista está que es una banda humilde, pero también sólida de principios y sabedora de que su directo aplasta cabezas. Al mismo tiempo, presentaban su nuevo ‘retoño’, del que a continuación desgranaban Bleed the crown, con un solazo de guitarra por parte de David Álvarez, velocidad y técnica en estado puro, el cual a cada tema se iba creciendo más y más con su actitud, su forma de coger el instrumento y a la hora de interactuar con sus compadres de banda.
Para no alejarse demasiado de los fans de los primeros álbumes, nos soltaban en toda la cara esa Vomitive llena de crudeza y agresividad, con un solo a dos bandas flipante, y casi sin dejar tiempo para respirar, arremetían con (curiosamente) el único tema de la noche que sonó de su “Clockwork”, pero que a la vez ya se ha convertido con el tiempo en un clásico del que no pueden (ni deben) prescindir en sus directos. Of men and tyrants, una canción muy crítica y combativa alimentada por unos cambios geniales de tesitura. Ahora era David quien se unía para metalear con José Izquierdo, quien a pesar de ser tal vez el músico más reservado de la banda, también guarda una ingente dosis de mala leche a la hora de hacer estallar los temas. A su izquierda, ese titán llamado Guillermo Izquierdo, un auténtico portento en cualquiera de sus funciones, tiraba de distintas tonalidades de voz en Chilhood’s End, otra bien calentita de su nuevo disco y fácilmente mi favorita de todas, como le comentaba a un colega, con un ritmo capaz de hacer que tu cuello gire 360 grados sin control, caña burra, desmesurada y directa entre las cejas, y además con unas partes instrumentales que son un auténtico deleite. Hasta ahora, sin tener en cuenta las nuevas incorporaciones y contando también con ese trallazo llamado Downfall of a nation (de su anterior “Cabaret de la guillotine”, mi disco favorito hasta la fecha), su setlist se mantenía dentro del esquema habitual, pero pronto llegaría una de las grandes sorpresas de la noche a este respecto, y ya avisaron: vamos a subir un poco las revoluciones de la noche. Pero… ¿más todavía? ¡Cojones! Y la cosa es que no iba de broma. Con Violent Dawn volverían a calentar el ambiente hasta límites inusitados, a hacer que nos retorciéramos las vértebras como animales furiosos, y a conseguir que tanto la batería de Álvaro (qué sonido, me cago en la puta) como las guitarras de David y Guillermo, totalmente encabronados, volvieran a sacar humo.
Se toman otro respiro, cortito, conciso, para volver a agradecernos el haber acudido a la cita y volver a repasar lo catastrófico de la situación en la que se encuentran multitud de salas y bandas con esta mierda de restricciones. Pero al final, lo importante es que estábamos allí, en persona, sudando, disfrutando, gritando y pasándolo como fieras. We stand alone volvió a recurrir a su nuevo trabajo (de verdad, una bestialidad, no dejaré de recomendarlo), con unos coros que inflamaron a la peña, que levantaba sus manos entre cabezazo y cabezazo. Sonido cercano a los Pantera en su segunda etapa musical, esa que tanto les gusta. End man, el que fuese primer single de su “Hidden Evolution” representó, a nivel de caña y destrucción masiva, uno de los picos de la noche, seguida por la casi más rabiosa todavía Serpents on parade (del mismo disco, por cierto), haciendo gala tanto David como Guille de una actitud demoledora, puro Metal, puro acero forjado, arrasando el escenario y arropados una vez más por el brutalísimo sonido de la batería de Álvaro, quien machacaba sin un gramo de compasión todo lo que pillaba de por medio. Claro que, a partir de ahora… todo iba a seguir ese ritmo y esa intensidad hasta el final. Porque Give’em war, de su segundo trabajo, tampoco nos la podemos dejar atrás, uno de los grandes bombazos de su carrera, merecedora de encontrarse siempre entre los últimos cartuchos del grupo. Gran aportación de José también a los coros (y esa digitación tan perfecta y certera que tiene) y una masiva participación del público que nos estábamos poniendo muy calientes con tanto hostiazo sonoro. Versus the world nos transportó a aquellos inicios de la banda a mediados de los ’00, en donde podemos darnos cuenta fácilmente de la evolución que ha tenido la banda en su sonido. Las partes más agudas suponen uno de los mayores retos vocales para Guille que sin embargo salva con gran elegancia y aplomo; por lo demás, es un tema que tanto ellos como sus seguidores seguimos disfrutando como si fuese la primera escucha. Además, si no lo percibí mal, le dieron un puntito extra de velocidad para más inri, lo que se notó especialmente en los enfurecidos solos que alternaron Guille y esa bestia llamada David G. Álvarez.
Llegaba la primera despedida, aunque al menos quedaba un tema que no podían dejar en el tintero. Tras unos escasísimos minutos, volvían al escenario, entre la oscuridad y el humo y bajo una introducción que, a la primera nota, reconocí como ese tema al que casi ya le había perdido la esperanza de escuchar, ni más ni menos que Sharpen the guillotine. Sin miedo a equivocarme (y creo que pocos me lo podrán discutir), uno de los mejores temas que se han compuesto en este país dentro del Thrash Metal. Y que os voy a decir, me volvió completamente loco. Y cuando digo loco me refiero a que casi hago pedazos mi silla. Los coros, (de nuevo) la batería, el potente bajo… y sobre todo, luciéndose por todo lo alto, la voz de Guillermo, todo sonó absolutamente perfecto, como una bomba de demolición que dejó la The One hecha cenizas. Algún ‘jeta’ en primera fila se tomaba las libertades de levantarse de la silla (pero recordemos, las normas son igual para todos) sin más repercusión que un toque de atención por parte del staff de la sala. Y ya para rematar la jugada, arrasando con todo, You are next nos hizo crujir las cervicales a lo bestia (de hecho, más tarde me costó bastante conciliar el sueño debido al dolor de cuello), con la banda ahora desperdigándose por todo el escenario, ahora juntándose de nuevo, y David exponiéndose en primera línea de escenario para lanzar su último solo de la noche.
Una hora y media de concierto (lo habitual con estas condiciones es no llegar a esa duración) explosivo en todos los sentidos, con un sonido que te atravesaba los tímpanos, una actitud de puta locura y un setlist que va a matar sin consideraciones. Fue lo esperado de Angelus Apatrida y un poco más si cabe. Un bofetón en toda la boca con la mano abierta que nos dejó temblando hasta bien avanzada la noche. Y aquí llegaría, por decirlo así, la segunda parte de la fiesta, aunque mucho más breve. Estaba claro que aquella noche iba a encontrarme con gente que hacía siglos que no veía, y solo por ello ya hubiese valido la pena acercarse a Alicante. Mi queridísimo Aitor (y su señor padre, ¡menudo crack!), Pablo, Ángela, el puto Manu (com et vull tio), Vanessa, Enrique, Javi, Avul, y por supuesto mis amigos Kurro y Kolega con quienes compartí viaje. Y unas disculpas para quien se me pueda haber olvidado, pero fue bestial, muchísima gente, un buen rollo colosal, sensación de volver a ser el de siempre y sobre todo, Metal a mogollón, eso que no nos falte nunca.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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