martes, 31 de agosto de 2021

Vuelve el Verdugo (Ripollet Rock 2021, Viernes 27/08/2021, Parc Dels Pinetons, Ripollet

Antes de que escriba una palabra de más, antes de cualquier introducción / presentación, dejadme que grite bien alto y a los cuatro vientos que por fin, ¡¡POR FIN HE PODIDO ASISTIR A UN FESTIVAL DE HEAVY METAL!! Después de este último año y medio tan insufrible con decenas restricciones e historias, cancelaciones, esperanzas destrozadas y muchísima frustración reprimida… sí señor ¡POR FIN, JODER! Un festival veraniego en toda regla, al amparo de una cálida noche de agosto y entre más de mil personas, con barra, con puestos para comprar, y con urinarios portátiles y toda la parafernalia con la que siempre hemos convivido en estos eventos, un festival al que además le tengo muchísimo cariño como es el Ripollet Rock, del que no soy veterano, pero al que ya he asistido a cuatro ediciones consecutivas (por algo se empieza) y si nada me lo impide, pienso seguir haciéndolo. Si hace un par de semanas, en el cariñoso guiño que se hizo al Leyendas del Rock en la plaza mayor de Villena ya tuve una profunda sensación de festival veraniego, aquí fue mucho más que eso, fue jodidamente REAL, palpable, perceptible. Y no os podéis ni imaginar la felicidad que esta tarde / noche de viernes me reportó, apenas lo puedo expresar con palabras. Restricciones y medidas de seguridad por doquier, por supuesto, las jodidas sillas, mucha vigilancia por parte del personal y mucha cautela desde la organización por ser uno de los primeros festivales que se celebra en España desde hace la tira, pero esto ya es un hecho: poco a poco se va demostrando, después de una larga y dura lucha, que la cultura es segura, que la gente va perdiendo el miedo y echándole huevos y que nuestro rollo empieza a volver a respirar poco a poco.

Y tras esta introducción que me sirve al mismo tiempo para desfogar mi alegría, vamos a meternos ya en faena. Partimos desde Salou con el máximo tiempo de antelación que nos permitió el curro, acompañados mi chica y yo por nuestros colegas Josele y Ari, compañeros en incontables batallas con quienes fue un auténtico placer contar para disfrutar mucho más, si cabe, de aquel maravilloso e impagable viernes. Sobre las 18:30, media hora antes de la apertura de puertas, aparcábamos cerca del Parc dels Pinetons, donde el Ripollet Rock ha tenido lugar los últimos catorce años, dándonos cuenta de que había una enorme cola de gente esperando para acceder al recinto. Justitos de tiempo, pero sin perdernos un solo minuto de actuación, cogimos un buen aposento a la parte derecha del escenario y bastante cerca, con el sol todavía molestando pero con los minutos contados ya. Ankhara, un grupo al que le tengo un aprecio inmenso desde que era un crío, estaban a punto de descargar.

Hacía tiempo (al menos tres o cuatro años) que no les veía en un bolo completo, y el Ripollet me los puso en bandeja. Les tenía ya muchas ganas, así que para mí no fue el típico concierto de calentamiento, sino uno que disfruté con total intensidad. Y además, en esta ocasión, con un gran aliciente extra: ese pedazo de disco nuevo que hace nada que está ya en el mercado gracias a la financiación mediante una campaña de crowdfunding, un “Premonición” que, a pesar de sonar a Ankhara 100%, me ha roto un poco los esquemas gracias a unos temas más potentes que nunca y unas líneas musicales mucho más apegadas al Heavy Metal más duro.

Como imaginaba, no tardaría demasiado en caer algún tema de este disco, y de hecho, ya arrancaron con mucha fuerza con Lentamente, un tema robusto y con una batería de Oskar potentísima que supo de primeras elevar la temperatura ya de por sí cálida de Ripollet, y eso que de momento el sonido no era demasiado bueno, guitarras un tanto confusas y bajos muy distorsionados, pero lo que sí quedó clarísimo, y más con este tema, fue que el estado vocal de Pacho Brea era excelente en todos los tonos que se le pusieran por delante, y el espectacular y prolongado agudo con el que nos dejó tras Un paso más, segunda y más clásica canción del set, así lo pudo corroborar, flipándonos a todos. Y es que parece que los años no pasen por él, incluso a veces me da la impresión de que canta mucho mejor que las primeras veces que les vi. Esta última canción no fue, ni mucho menos, la única de su época clásica, concretamente de su “Dueño del tiempo” que fue, de lejos, el disco más representado en el concierto. Los coros cada vez se fueron haciendo más audibles, al igual que la guitarra del gran Cecilio Sánchez, que poco a poco nos fue dejando embobados con sus solos, y es que su técnica y la limpieza con la que los ejecuta son dignas de reverencia. Cecilio junto a sus compañeros Alberto Marín y Sergio Martínez ocupaban en plan trío el centro del escenario mientras hacían sonar sus cuerdas en Demasiado tarde, al tiempo que Pacho volvía a salirse por los cuatro costados, dándonos una buena lección de lo que es cantar, con mayúsculas. Pasando ya a su “Sinergia” con Sueña, el vocalista aprovechó para, sombrero sobre su cabeza, rendir un sentido homenaje al tristemente fallecido Lemmy Peralta. Un tema que además, es realmente jodido en cuanto a la voz y no pensaba que fuesen a tocar, pero lo cierto es que Pacho dio el 100% hasta el final. ¡Vaya voz de hierro!

No podía faltar, tras este emotivo momento, un clasicazo de los más esperados como 3:40, y que, de repente, hizo que el hasta ahora tímido público levantase sus manos para entonar su estribillo a viva voz. Y es que hay que reconocer que el tema tiene mucho gancho. Y ahí estaban, Alberto y Sergio, espalda contra espalda, dando el callo en plena parte instrumental. Probablemente el tema a continuación fue el que más me gustó del bolo. Extraído del reciente “Premonición”, Esperando en la eternidad (una de mis favoritas del disco) combina lo mejor de lo mejor de Ankhara, unas bases muy duras a cargo de Sergio y Oskar, sustituto de Matt, cuya batería iba sonando poco a poco mejor, y una vez más el torrente vocal del Sr. Brea se mereció todos los aplausos que salieron desde el público y alguno más. Extraordinario de principio a fin, y lo mejor es que su voz sonó más natural que en disco, sin efectos ni aderezos. Por supuesto, como es su forma de ser, no paró en ningún momento de dirigirse a nosotros, de animarnos a apoyar a las bandas y especialmente dedicó unas palabras al Ripollet Rock, en donde ya actuaron hace nada menos que 20 años… y contarnos alguna que otra anécdota de esas de ‘viejos’ (jejeje), siempre con un sentido del humor y un carisma enormes.

Excelente elección esa Sigo en pie, en mi opinión el gran ‘hit’ de su “Sinergia”, con uno de esos estribillos que, de no tener que estar sentados, nos hubiese puesto a todos a saltar. Pero ya se encargó Alberto de hacer el cabra y desmelenarse con sus característicos saltos y pateos al escenario. No me cansaré nunca de decir cuánto he admirado a este músico, su actitud, su forma de tocar tan agresiva, su comportamiento en el escenario… me encanta. Con los ánimos muy subidos y sin perder ese toque de humor, siguieron con la (desafortunadamente) única canción de su segundo disco, aunque eso sí, una de las más aptas para el directo y también de mis favoritas, No digas nunca. Los coros fueron de lo mejorcito, gruesos y tan necesarios para este pedazo de tema. ¡Me pone la sangre a hervir! Menudo trío de ases acabábamos de disfrutar, y todavía faltaba la recta final, en la que empalmaron clásico tras clásico entre los chascarrillos de Pacho. En No mires atrás, incluso nos dejaron a todos nosotros, el público, para que cantáramos el estribillo para culminar el tema con un espectacular solo de Cecilio con mucha alma. Otro himnazo que nos acercaba al final, Hasta el fin, y otro que nos hizo darlo todo desde nuestras sillas, colaborando con Pacho junto a sus compañeros Sergio y Alberto a los coros. Pero no dijeron adiós hasta usar su último cartucho, único en sonar del “Sombras del pasado” (como viene siendo habitual en esta segunda etapa del grupo), Acordes mágicos: caña a tope en la batería y en el bajo y por supuesto esa bonita melodía del estribillo perfectamente clavada por Pacho, quien a pesar de tener pinta de no querer despedirse, finalmente nos dijo que hasta pronto junto a sus compañeros y tras la típica foto de rigor. La verdad, les echaba de menos. Pero por suerte, no tardaré ni dos meses en volverles a ver, esta vez (recordad y tomad nota) en la sala Babel de Alicante el 9 de Octubre.

Y por si alguien todavía no se había calentado la sangre a gusto, o no había podido llegar a tiempo al concierto de Ankhara… más le valía agarrarse bien a su silla. Porque un ciclón destructivo de nombre Angelus Apatrida se acercaba por el horizonte, y no dejaría una puta piedra sobre otra. Y es que ya sabemos la mala hostia que se gastan, pero es que con este último disco de nombre homónimo… han conseguido ir todavía más allá en términos de agresividad, de potencia y de técnica. Una banda que todavía no ha alcanzado, ni de lejos, su límite, así como tampoco lo ha hecho en cuanto a sus directos. Este pasado julio tuve el privilegio de verles en Alicante… y creo que allí me dejé alguna vértebra por el camino. Ahora tocaba repetir la experiencia (aunque pensándolo bien, ya van 15 las veces que les he visto en directo) pero por todo lo alto, al aire libre y con esa esencia de festival veraniego rodeándonos.

El día anterior tocaron en el Resurrection Limited 2021, el de después lo harían en el Metal Paradise de Málaga. Pero ni por asomo mostraban el más mínimo signo de cansancio. Angelus Apatrida nunca van con medias tintas. Si aparecen sobre un escenario, golpean, arrasan, se marchan y dejan tras de sí un camino de destrucción. Y para sostener este argumento, solo hizo falta ver cómo empezó su concierto, nada menos que (tras una introducción ambiental) con Indoctrinate y con todos los miembros del grupo ya echando humo, zampándose el escenario. La presentación fue breve. Un bona nit Ripollet, unas cuantas miradas cómplices y One of us continuaba la senda del caos que habían iniciado. Ahora sí, breve parón para saludar y darnos las gracias, a nosotros y a la organización por todo lo que habían currado para sacar esto adelante, y a continuar con la tralla desmedida de Bleed the crown, segundo tema de la noche y single de su reciente engendro, ese “Angelus Apatrida” que no se puede tildar de otra cosa salvo de auténtica animalada. Guitarras de Guille y David, el dúo infalible, pesadas, machaconas, contundentes… ¡¡en llamas!! Incluso, ya de primeras, a José Izquierdo se le veía muy animado, dando vueltas y dándole cera a su melena. Of men and tyrants aportó el puntito melódico de su estribillo, un tema que ya conocemos como fijo en cada directo… y nos advertían que nos aferrásemos fuerte a nuestras sillas, porque el tema que venía a continuación era criminal: Chilhood’s end, es además mi favorita del “Angelus Apatrida” y la disfruté como un auténtico perro en celo, deseando hacer volar mi silla en mil pedazos. Y es que tal como me empleo yo en los bolos, ver una banda del calibre y potencia de Angelus Apatrida sentado es duro, realmente jodido.

Al ritmo de ese compás tan adictivo, esa perfecta armonía entre las baterías ‘Pantereras’ de Víctor (que hizo un trabajo monstruoso durante todo el show) y los ritmos de David y Guillermo en Downfall of the nation, me era imposible dejar de machacar el cuello, y es que empalmaron una tras otra, a cada cual más salvaje, incluyendo también Violent Dawn de “The Call” que también sonó en aquel pedazo de bolo que se marcaron hace poco más de un mes en Alicante. Aludiendo continuamente a la necesidad de apoyar a las bandas y a los festivales, especialmente en estos tiempos tan difíciles, We stand alone les vino al pelo, también para terminar de presentar su reciente “Angelus Apatrida” cuyos temas son absolutamente explosivos en directo. Bestiales esos coros de Jose y David, que levantaron más de un puño en el aire, y ese ‘deslome’ de Guillermo en medio del breakdown del tema. Contentos y agradecidos de estar aquella noche sobre el escenario, la banda se mostró, aunque no es ninguna novedad, como una máquina cuyos engranajes funcionan de forma milimétricamente precisa, engrasados, perfectos en cualquier tesitura que se propongan, porque para ello son unos auténticos maestros del Thrash, y gracias a ello hace mucho que se convirtieron en mi banda nacional favorita dentro del estilo. Y además, con diferencia. Otra que me encantó escuchar fue End man, caña tritura-pescuezos con esa personal melodía vocal en su estribillo que de forma tan característica interpreta Guillermo. Y más tralla. Y más cera. Y más hostias sonoras con Give’em War, clasicazo impepinable que nunca falta en sus sets y que por supuesto nunca defrauda, que es capaz de encabronar hasta al más apalancado de los asistentes. Y aun así, había gente a mi alrededor totalmente estática. De verdad, no sé cómo pueden, yo no soy capaz de contenerme ante tamaña barbarie musical.

El escenario se sumió en la oscuridad, presagiando ya lo más surtido de la recta final. El sonido de la cuchilla desgarrando la carne me dio un escalofrío en la espina dorsal. Sharpen the guillotine es un tema que me pone la sangre a hervir de mala manera desde que lo estrenaron, y por suerte aun siguen tocándola en directo. Esos coros, esos cambios de ritmo, la melodía vocal… ¡es jodidamente per-fec-to! Y además, profundamente reivindicativo. Por no hablar de los enloquecidos juegos de luces que metieron durante la parte más rápida. Imposible terminar de escucharlo en vivo y no acabar necesitando un collarín ortopédico. La banda puso toda la carne en el asador pero por supuesto guardaron energía para el último ataque mortal sirviéndose de You are next, otra suculenta ensalada de hostias con la batería de Víctor más enrabietada que nunca con la que el concierto llegaba a su fin, pero los músicos no se piraron antes de hacerse la foto de rigor y, de nuevo, agradecer a todo el equipo y la organización del Ripollet Rock.

Por supuesto, también quiero mandar un sonoro agradecimiento desde El Antro del Metal hacia toda esa gente que hizo posible que volviésemos a sentir esa emoción y esa alegría inmensa de estar de nuevo, por fin, en un festival. Sin embargo, no todo me gustó en esta edición. No quiero entrar demasiado al trapo ni extenderme en detalles, pero hubo muchas cosas en el sistema ideado para llevar a cabo el evento con seguridad que no me convencieron nada. Entiendo que es una situación muy delicada, que son tiempos muy complicados… pero creo que muchos aspectos fueron enormemente mejorables. Yo de veras lo siento, pero yo voy a los festivales casi exclusivamente a ver a las bandas, no a beber, y si encima llega un punto en el que es casi obligatorio escoger entre ver un grupo que me mola o pegarme media hora en la barra esperando más otra teniendo que beber y fumar en una zona aislada… yo lo tengo claro. Pero igualmente tengo que decir que todo, absolutamente todo el personal, desde l@s camarer@s hasta l@s encargad@s de seguridad, se metieron un currazo que se ganaron el paraíso por méritos propios.

Debido a acontecimientos relacionados con lo arriba comentado, los primeros temas de Tierra Santa los vimos desde la zona destinada a beber y a fumar. Nerón, la trepidante Tierras de leyenda y Sangre de reyes sonaron altas y claras, con un sonido quizá no tan abrumador como el del bolo de los Angelus Apatrida, pero muy apropiado para el estilo de la banda. Todo estaba en su sitio, sin mezclarse ni emborronarse. Durante Apocalipsis, un soplo de aire fresco dentro del setlist, nos fuimos apalancando en nuestras sillas tras terminar nuestros vasos a toda mecha, y ya por el camino disfrutando de ese gran estribillo y de las guitarras de Ángel San Juan y Dan Díez, bien compaginadas durante todo el show especialmente a nivel de armonías, a las que favoreció enormemente el nítido y compensado sonido. Le metieron un puntito más de velocidad y pasión con Indomable, una de las que comenzó ya en serio a hacer reaccionar al respetable con la energía necesaria. Y es que ya se veía a la legua. Este iba a ser uno de los grandes bolos de Tierra Santa, uno de los realmente buenos, de los que apuestan a caballo vencedor y ponen sobre la mesa sus mejores cartas, los temas más aguerridos, con más gancho, y lo hacen sin dar un momento de respiro. Aunque sí hubo silencios entre corte y corte (la verdad, no es una banda demasiado comunicativa como todos sabemos), lo cierto es que el ritmo fue frenético y no dio lugar al aburrimiento como en otros shows más desafortunados que les he visto. Las armonías de guitarra que he mencionado se hicieron de nuevo patentes en Juana de Arco, otro recuerdo a su grandísimo “Sangre de reyes”, el disco que definitivamente me atrajo hacia ellos, y de qué manera. Tanto el bajo de Roberto Gonzalo como, casi por primera vez en el show, las teclas de Juanan cobraron una luz especial en La momia, otro de esos temas que tirando de la más pura esencia Maiden y sin ser realmente nada especial a nivel instrumental, son capaces de envalentonarme de lo lindo y hacerme levantar el puño bien arriba. Y en definitiva, esa es para mí la magia de Tierra Santa: temas muy sencillos pero que enganchan cosa mala, y cuya épica cobra todavía más fuerza en directo. Pero qué gozada de estribillo, señores.

Hasta ahora habían sonado tan solo temas de sus primeros cinco álbumes, desde el “Medieval” hasta el “Apocalipsis”, garantía de traca y comunión con sus fans más antiguos. Pero para mí hay una de su “Caminos de fuego” que nunca debe faltar en directo, uno de sus temas más inspirados en los últimos diez años: La leyenda del holandés errante, que por suerte también pudimos disfrutar en Ripollet alta, clara, y potente. Muy bien Ángel a las voces (igual que en el anterior corte) y en el tema de las dos guitarras, otro notable. Este último, en sus contadas palabras hacia el público, presentaba algunos de los temas narrando el contexto que hay tras ellos, y también, en un guiño hacia nosotros, nos da casi siempre la oportunidad de cantar las primeras apariciones de los estribillos. Una intro suave a base de arpegios y teclados dio paso a toda la caña de La sombra de la bestia, a partir de la cual se enzarzaban en una retahíla de temas de lo más fogosos y conocidos, en los que casi era obligatorio cantar a pleno pulmón, como lo fue Pegaso, que me puso a cien con esa batería tan Heavy a cargo de Víctor, o Alas de fuego, posiblemente la más coreada de todo el concierto. Tierra Santa no es una banda que ofrezca un gran virtuosismo, ni espectáculo visual, ni siquiera una gran empatía con el público a nivel comunicativo, pero eso sí, lo que hacen, lo hacen de lujo, y cuando se ponen en este plan, son difícilmente superables. Y clásicos tienen para parar un tren. Me gustó mucho cada ocasión de escuchar el teclado de Juanan, y El laberinto del minotauro fue una de ellas, y además le quedó como anillo al dedo a su tesitura más rockera y melódica. Tal vez la más melódica de todas, de hecho, pues no hubo una sola balada ni casi medios tiempos en todo el set.

Legendario fue toda una llamada a darlo todo, a dejar el pabellón bien alto, tanto para la banda como para el público, un tema que pide necesariamente ser cantado lo más alto posible. De nuevo, las armonías de guitarra entre Dan y Ángel San Juan fueron lo mejor a nivel musical (de verdad, creo que nunca antes de este concierto me habían sonado tan bien en directo). Pero lo que arrancó (aunque no literalmente, claro) de sus aposentos a la gente fue la llegada de La canción del pirata, ese poema en forma musical que hicieron suyo hace ya mucho tiempo, y que se ha convertido desde entonces en el broche perfecto de sus conciertos, contrastando entre la fiereza de la primera parte y la mayor emotividad de la segunda. Este es ya el quinto directo que les veo desde su vuelta a los escenarios en 2010, y al menos el cuarto con uno de esos setlist con los que no fallan ni haciéndolo adrede. Tierra Santa, ASÍ SÍ.

Habían sido ya tres actuaciones, y las dos últimas las había vivido con especial intensidad. No puedo evitarlo. Cuando un grupo me encanta, lo tengo que disfrutar a muerte, al 100%. Y parece mentira, pero al final sentado resulta hasta más agotador (al menos para mí), sobre todo porque tenía todos los hierros de las incómodas sillas clavados ya en el cuerpo. Casi agradecí que la última banda de la noche fuese, por así decirlo, mi menos favorita. Aun así, por supuesto, nos quedamos a ver la actuación completa de los también riojanos Zenobia, pero ya más relajados. Y lo mejor de todo, esta vez en rigurosa primera fila, ya que muchos de los asistentes o bien habían abandonado el recinto o bien se habían apalancado en la zona de fumadores / bebedores. Una banda que ya he visto anteriormente en alguna ocasión y que, a pesar de que en disco nunca me entraron demasiado, tienen un directo enormemente disfrutable. Sobre ellos recayó la dura tarea de resucitar a un público ya bastante cansado, pero creo que a golpe de carisma, comunicación y buen rollo, consiguieron su propósito.

Con media hora de retraso acumulado a lo largo de la jornada, aparecían al completo sobre el escenario, siendo Jorge Berceo sobre el que más miradas se posaron de primeras, y es que demostró que el escenario es su terreno, donde se siente como pez en el agua, moviéndose de forma sutil pero acaparando todo el escenario mientras ya golpeaba Sin perder la pasión. El sonido no era del todo malo, pero no se podía comparar al de las dos anteriores actuaciones. Un bajo sobresaturado y demasiado fuerte en volumen diluía el resto de instrumentos hasta el punto en que durante los primeros temas resultó algo molesto. Por el contrario, el teclado de Ernesto Arranz se escuchaba de primera. Pero en cuanto a actuación, nada que desdeñar. Además el sonido se fue volviendo cada vez más homogéneo, poco a poco, mientras sonaban cortes como Hoy manda el corazón, que subió muchos puntos de intensidad al bolo (y consiguió que muchos volviéramos a levantar las manos en alto) o Último bastión, estupenda, con unos coros geniales por parte de Marcos Lorente, y con la que hacían referencia a su último disco llamado “VI” que desde el 2020 ha tenido una gran acogida. Se presentaban rápidamente y aseguraban que llegaron a Ripollet para darlo todo, y doy fe de que así fue, aun con el delicado hándicap que supuso la faringitis que el vocalista Jorge lleva arrastrando un tiempo, según nos contaba. No le impidió cantar lo mejor que pudo, y desde luego ganas y motivación no le faltaron en ningún momento, tampoco para seguir conectando con el público o para presentar todos y cada uno de los temas. Vuelta a su segundo álbum, aquel que los lanzo a la fama, presentaban Ícaro, una canción que no es otra cosa que un canto a la libertad, y seguidamente, anunciaban la gran sorpresa que nos tenían preparada: iban a contar, para Corazón de hielo, con la vocalista catalana Nika, frontwoman de la banda Rising Core a quienes vi con mucho gusto en la edición del 2017 en aquel mismo escenario. Hasta el mismo Jorge lo reconoció, fue llegar y revolucionar el concierto con una actuación súper suelta, muy bien preparada y que logró empatizar con la gente, dirigiéndose a nosotros en català.

Una canción contra toda dictadura, rezaba J. Berceo al presentar El sueño de un loco, probablemente mi favorita de todo el setlist. A grito pelado nos dejamos la garganta para ayudar al cantante en su tarea y hacer que no decayeran los ánimos en Ripollet, que ya se habías puesto otra vez por todo lo alto con este tema. En el inicio de este, el bajo del virtuoso Héctor Hernáez (que debutó hace un par de años en la banda) se escuchaba muchísimo mejor, y al tiempo dejaba paso a una mayor claridad para los solos del no menos talentoso Mario Suárez. Su compañero Marcos tuvo una sonrisa perenne en la cara durante todo el concierto, y bromeaba a estas alturas para que no dejásemos de privar y apoyásemos los ingresos del festival. La inspiradora Borraré tu nombre fue una de las más cañeras de todo el show, pudiendo distinguirse la potente batería de Javier Herrero como un auténtico cañón y haciéndonos mover la melena ya casi tocando el final del concierto. La verdad es que lo estaba disfrutando mucho, más de lo que imaginé por las horas y por tener ya toda la tarde a las espaldas. La otra sorpresa inesperada del bolo llegó con Jamás, otra de su último disco hasta la fecha, en la que decidieron sacar una cámara para grabar fragmentos del tema. Ni que decir tiene que esto animó enormemente al respetable, y junto a la gran personalidad de Jorge sobre las tablas, nos arrancó un buen puñado de aplausos. Estoy deseando ver el resultado si lo emplean en algún clip. El vocalista seguía empleándose a fondo aun con las limitaciones debido al estado de su garganta, y no iban a terminar su actuación sin esa más que reconocida Lo llevo en la sangre, en la que ya se le notaba flojear en los tonos altos, y aun así nos soltó un par de buenos agudos de los que quitan el hipo. Con la voz ya bastante tocada, casi al límite, se despidió de todos nosotros entre aplausos más que merecidos, deseándonos un buen final de noche y volviéndonos a animar para que nunca dejemos de apoyar estos eventos. Sin duda con este concierto se ganaron un poco más mi confianza, y seguro que no es la última vez que me encuentro cara a cara con ellos.

Y así, la gran velada tocaba a su fin. El sueño por fin materializado de un FESTIVAL se hizo realidad en Ripollet Rock 2021, tras incontables meses de penurias, y solo por ello ya me sentía extasiado. Un 10 para todo el equipo responsable por su empeño y pasión, y por hacer que la vigésimo octava edición (ojo, que se dice pronto) del festival fuese tremendamente especial por haber salido adelante en tan negras circunstancias. Tras radicales cambios en el cartel y serias dudas sobre su celebración en este año, finalmente ahí estuvimos todos, esas 1100 personas con corazón de Heavy Metal que en determinados momentos apenas nos podíamos hacer a la idea de que todo aquello fuese por fin real. Esperemos con toda el alma que el año que viene, para el 29º Ripollet Rock, podamos reencontrarnos y disfrutar de Eclipse, Sister Sin, Kilmara y Evnen entre otros. Pero mientras tanto, esta edición ya nos ha inyectado gasolina como para aguantar hasta entonces.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_



Ripollet Rock 2021 (Viernes 27-08-21, Parc dels Pinetons, Ripollet)

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