La hora a la que nos subíamos al barco ya de primeras nos impidió ver las actuaciones de bandas como Rhino Bucket (por suerte les vimos en la pre-party) o Enuff Z'Nuff (pero caerán en su próxima gira por aquí, lo firmo con sangre si hace falta). Nuestras maletas habían sido facturadas y no las tendríamos hasta la noche, algo que no terminé de entender del todo. Por suerte, lo teníamos todo más o menos bien planeado. Tras pasar por nuestras habitaciones a dejar lo poco que no queríamos llevar encima, fuimos con prisas a la planta 11, concretamente al escenario de la piscina, donde iba a tener lugar una actuación de banda todavía desconocida, pero de la que rápidamente nos pispamos al escuchar una inconfundible melodía y un sonido de teclado… ¡eran los HEAT! Banda que siempre es un valor seguro de diversión. La cosa pintaba de puta madre, pero las cosas tampoco empezaron demasiado bien con los conciertos. Desde las 17:15 (hora EEUU) en que debían haber comenzado, pasó casi una hora hasta que el primer tema sonó y el barco se hizo por fin a la mar.
Ahora sí que sí, una vez ya embarcados y sin vuelta atrás, aunque un poco hartos de esperar, liberamos toda nuestra ilusión con esta banda con la que tantas veces hemos disfrutado, pero el asquerosamente horrendo sonido nos volvió a poner la cara larga. Mi primera ocasión para apreciar la voz de Kenny Leckremo frustrada por la incompetencia de los técnicos de sonido en un barullo sonoro casi irreconocible, en ese primer tema que fue One by one tras la clásica intro del grupo (The heat is on). Aún así, hicimos de tripas corazón, ya nos estábamos acostumbrando a las decepciones, y dimos los primeros saltos bajo la, eso sí, intensa actuación de los suecos que siempre son pura dinamita sobre el escenario. Tanto con esta última, como mediante Rock your body y Dangerous ground, Kenny no hizo dudar a nadie de su capacidad para transmitir y de su infinita reserva de energía a la hora de saltar, moverse de punta a punta del escenario y cantar como Dios, aunque esto último era muy difícil de apreciar con aquel descalabro de sonido. Ahora con un único guitarrista desde la marcha de Eric Rivers hace unos años, Dave Dalone se cargó a espaldas todo el peso de los solos y la rítmica, pero como de talento y actitud va sobrado, salió más que airoso en esa fabulosa Emergency, en la que nos ofreció un solo flipante en nuestras narices. Nos desgañitamos cantándola mientras Kenny se acercaba al margen del escenario, siempre entregadísimo. Para nuestra sorpresa, y a pesar de lo escuchado antes del bolo, no contaron con su teclista habitual Jona Tee por motivos que desconozco pero sospecho… Redefined, ya lo he corroborado varias veces, suena muchísimo mejor en directo que en aquella sosa grabación sin apenas guitarras del “Into the great unknown”, y además, aquel fue el mágico momento en que el barco comenzó a moverse, alejándonos cada vez más de las costas de Miami. Doblemente especial, diría, pues la que cayó a continuación hacía siglos que no la tocaban y yo todavía no la había visto en vivo, Straight for your heart nos llevó de vuelta a esa maravilla que fue su primer disco “Heat”. Crash a la batería, como es habitual, se dejaba llevar por el momento, dando una sensación de energía y desparpajo tremenda, concretamente en esos momentos en que sonaba Late night Lady, otra de mis favoritas y que fue ampliamente coreada por todos los allí presentes.
Desgraciadamente, y a pesar de la elevada temperatura que estaba cogiendo el show, debido al incomprensible retraso que sufrió tuvimos que largarnos rapidito. Había otra actuación todavía más prioritaria, y decidimos dejar a los HEAT para su siguiente turno, que sería el viernes.
Y es que Buckcherry es una banda que solo con escuchar su nombre me vuelve loco sin poder evitarlo. Otra de esas rara avis de ver en España cuyo directo ya tuve el privilegio de ver hace unos cuantos años. En aquella ocasión me encantó y mi amor por la banda salió muy reforzado, pero esta vez, en el Royal Theater… joder colegas, se salieron de madre, de todas todas, en todos los aspectos que uno pueda imaginar. Para acceder, teníamos delante de nosotros una laaaarga cola, lo que olía a otro retraso, y así fue. La cantidad de gente que se acumulaba en fila a las puertas del Royal Theater casi nos llevó a la desesperación, pero yo no pensaba echarme atrás pasase lo que pasase. Tras más de media hora, por fin avanzó, y una vez en el teatro, cogimos un buen sitio, relativamente cerca, para presenciar uno de los mayores fiestones que tendríamos el placer de ver en todo el festival. Y además, de pie. Lo que pensábamos que sería uno de los peores escenarios terminó siendo el mejor de todos por varios factores, por poder estar levantados y por el sonido y la visibilidad. Buckcherry sonaron de miedo.
No se anduvieron con demasiados preámbulos, gritando Josh ese 54321 y empezando el desparrame sirviéndose de un tema reciente incluido en su “Hellbound”, que me ha conquistado hasta el tuétano. No es el tema que más me emociona, mucho mejor esa So Hott que abría el guitarrista Billy Rowe, última incorporación al grupo, pero os aseguro que se le veía como en casa, suelto e integrado a tope, y qué decir del filipino Stevie Dacanay… fue una de las principales atracciones del show, con esa actitud desafiante en cortes como Out of line (en la que Josh cogió sus sonajas), tocando y batiendo el cuello dándonos su perfil y con su cresta arriba y abajo. Momentazo para enmarcar, aquel en que Josh, caliente como un perro ya, nos gritaba en perfecto español, a pleno pulmón, un sonoro ¡¡me gusta la cocaína!!, regocijándose en el momento, y posteriormente, dándole ceraca a Lit up, uno de los grandes hits de su carrera, con una actitud absolutamente gamberra, sucia y desafiante, poniendo su voz más allá del límite (había momentos que le costaba mucho mantener el tono en los temas de los dos primeros discos). Jodidamente brillante, y a partir de aquí todo fue a más, masturbando su micrófono sobre nuestras cabezas al final de Hellbound con esa media sonrisa tan cabrona, contoneándose con un estilo descomunal en Somebody fucked with me (y atribuyendo el tema a la pérdida de inocencia) y provocando a todo el mundo con No more lies.
Too drunk… fue algo acojonante. Mientras Kelly LeMieux se pavoneaba a las cuatro cuerdas, el vocalista continuaba con sus movimientos perversos, cantando otra de mis favoritas que arrancó sin medida las palmas de los espectadores. No os podéis ni imaginar el calor que desprendía el escenario con esta gente encima. Con ese punto macarra, arrogante y gamberrazo tienen uno de los mejores directos que se puedan ver hoy en día. Son casi insuperables en su terreno, y eso lo dejaron más que claro de nuevo con la provocadora Gluttony (pfff… ¡de infarto!), pero no sin antes ponerse un poquito serios para interpretar esa preciosa balada llamada Sorry, en la que Josh se hizo valer como el enorme cantante que es. Gun, el último corte en caer de su “Hellbound” dio paso al momento más esperado por muchos de la noche, con esa sobrada de tema llamada Crazy Bicth, de nuevo presentada en español por Josh Todd al grito de ¡¡Puta Loca!! En ella, hicieron un interludio que fue una puta locura, algo que quedará para siempre grabado en mi mente, tocando partes de clásicos como Jungle boogie (Kool & the Gang), Proud mary (Credence) y Bad girls (Donna Summers) al tiempo que el cantante presentaba a la banda y, debo hacer inciso en ello, se juntaba con ambos guitarristas al fondo del escenario para deslizarse los tres de lado a lado con unos resultados increíblemente sorprendentes, hipnóticos, como si estuviesen sobre hielo. Esto, junto a los acordes menores que sonaban, le dieron al show un acabado absolutamente perfecto y un ambiente de esos que te hace sentir en el jodido paraíso, empapado en sudor y con electricidad en las venas ante tal bestialidad de concierto. Como ya dije en la entrada de las impresiones generales, uno de los mejores tres conciertos de todo el festival. Me tienen a sus pies, y como les dé por venir a España, voy a estar ahí a muerte.
Tercer bolo programado para el día, y de momento estábamos siguiendo nuestra agenda a rajatabla, exprimiendo la jornada todo lo que podíamos. Cambio de tercio radical a nivel de música para sumergirnos por completo en la mayor de las exquisiteces y técnica instrumental que nos proponía ahora la banda del inconmensurable Richie Kotzen, otra personalidad que no podíamos perdernos. Me centré al 100% en el concierto, porque esperaba cosas muy grandes de él y no tomé demasiados apuntes, así que puede que falle algún tema o el orden no sea del todo correcto. Vamos allá. En forma de power trio se presentaban delante de nosotros (porque además estuvimos muy cerca) Richie acompañado de su baterista Mike Bernett y el excelente bajista Dylan Wilson, una alineación que funcionó engrasada a tope sobre el escenario. Todos a un nivel colosal. Desde los primeros cortes, Riot, Your Entertainer o Bad situation, el aplomo y la extraordinaria técnica de Kotzen se fusionó con la increíble forma de tocar de Dylan en todo un espectáculo musical digno de ver para los oídos más exigentes y sibaritas. Y mucho ojo con la voz de Kotzen… ¡qué maravilla! Me encanta cómo canta este hombre, en el registro que le dé la gana (especialmente en Bad situation…). Pasión y elegancia suprema encima de un escenario, algo que también se puede aplicar, por supuesto, a Mike Bernett que, a los palos, hizo un curro de quitarse el sombrero, exacto como un reloj con cortes de la talla de War paint o Doing what the devil says to do, que fue una de las que sonaron de su “Into the black”, mi disco favorito.
Había comunicación con el público y había un rollo excelente, pero sobre todo me atraparon los momentos más técnicos a nivel musical, como el solo de bajo de Dylan o en ese emotivo medio tiempo llamado Remember. Pero con lo que más alucino es con la forma de tocar de Richie. ¿Cómo puede desarrollar esa habilidad y ese sonido tocando sin púa, solamente con los dedos? Un caso de estudio, sin duda. Hubo aquí algunas palabras de agradecimiento y para conectar con la gente, y alguna referencia a sus otros trabajos (como la reciente colaboración con Adrian Smith de Iron Maiden). ¿Es incluso posible que hiciesen alguna versión de Winnery Dogs? A ver si alguien puede sacarme de dudas. Mientras tanto, ya metidos en faena de nuevo, tanto Kotzen como Wilson se pegaban el uno al otro, con frecuencia, para coordinar solos y las partes más complejas, aumentando así el lucimiento de ambos. Para el fragmento final del concierto, y ante un público ya rendido a sus pies, nos prepararon una selección de chuparse los dedos, con Venom, Peace sign (convenientemente presentada… y vaya un feeling de cojones) y You can’t save me, que fue para mí de lo mejorcito del concierto, entre ellas con algunas de las partes más técnicas, y casi progresivas, del show. Un concierto para ver vestido de etiqueta, porque no todos los días se puede acudir a algo que junta tantísima calidad en un solo escenario / actuación.
Aprovechamos el ratito que teníamos para llenar el buche, tampoco demasiado, las comilonas salvajes vendrían en días siguientes y, sobre todo, en los buffets de cada mañana, donde aproveché para ponerme como un gorrino. Así he llegado a casa, con 5 o 6 kg. más. Pero que me quiten lo bailao. Nunca hay que dejar pasar la ocasión de practicar el noble arte de abusar descaradamente de los buffet libres.
Andábamos cerca del Pool Stage y decidimos echar un vistazo, porque precisamente a esas horas tocaba otra de las llamadas “surprise band”, que al final sencillamente (o al menos, de las que tuvimos conocimiento) no eran más que las bandas ya incluidas en el cartel pero en plan ‘actuación extra’. El tema es que si la primera que ‘descubrimos’ fue HEAT, esta me tocó todavía más la fibra ya que se trataba de nada más y nada menos que Tokyo Motor Fist, una de las bandas que era absolutamente prioritaria para mí. Todavía tendríamos dos ocasiones más para verle, pero no pudimos evitar quedarnos un rato… y menos mal. Porque este tema de las actuaciones sorpresa no me moló un pelo. A parte del hecho de que realmente no aportaban nada nuevo al cartel, uno podía fácilmente saltarse alguna actuación imprescindible, al no desvelar en ningún momento de qué grupo se trataba.
Sea como fuere, el concierto ya estaba avanzado y he de decir que con un ritmo increíble. Y es que la tremebunda calidad que hay en el seno de esta superbanda llega a dar miedo, con músicos de auténtica élite de los que otro día hablaré más en profundidad. Lo bueno y lo malo, al mismo tiempo, de tener varias actuaciones de las mismas bandas era que cada una de ellas había preparado varios setlist distintos. En la que nos ocupa, por ejemplo, flipé a saco cuando escuché que sonaba ese Horny S.O.B. de los Danger Danger, mis ojos como platos y el corazón que se me salía del pecho ante tal temazo y la rabia de no haber estado allí antes. Por suerte vivimos el momento, porque no la volverían a tocar. También esperamos a ver algún tema de cosecha propia, de esos dos increíbles discos que tienen hasta el momento, como Love, que Ted Poley dedicó efusivamente al amor hacia los animales, como persona comprometida que es con el movimiento. Es una de las tantas y tantas cosas que adoro de este artista. Otra más de Danger Danger, como era previsible, cayó justo antes de irnos, esa icónica Bang Bang que causó furor en los años 80. Aunque técnicamente no era el objetivo del momento, casi tuvieron que sacarme de allí a rastras.
Pero teníamos una parada obligatoria en el Star Lounge, el escenario más pequeño, que tendría el honor de recibir a la única banda española de todo el cartel, los grandísimos Stop Stop!. Un verdadero orgullo para todos los que amamos el Hard Rock en este país, pero solo se puede decir una cosa ante esto: no podrían merecérselo más, y se lo han ganado a pulso. Su historia es una historia de amor al Hard Rock, a dejarlo todo por vivir un sueño, y para mí no puede haber nada en este mundo que me inspire más respeto que eso. Tras muchísimos años dejándose la piel en los escenarios, les llegaba el turno de entrar por la puerta grande en el Monsters of Rock Cruise con todos los honores. Y lo cierto es que éramos pocos y la cabida del escenario no daba para más. Pero la liaron y triunfaron, ya lo creo que lo hicieron. Fue un puto placer y un honor enorme poder asistir a su primer bolo, y nos lo pasamos tan destroyer que volveríamos a repetir. De momento entramos sonando el tema Poser, que ya mantenía bien calientes a todos los que había en primera fila, con su vocalista Jacob haciendo aspavientos sin parar y demostrando un dominio absoluto del escenario. Que Stop Stop! es un grupo que cuida muchísimo absolutamente cada detalle no es algo difícil de apreciar. Se puede observar en todo el merchandising que llevan, en su web y redes sociales, en sus geniales coreografías y sobre todo en la cantidad de conciertos que dan cada año en su lugar de residencia, UK. Pero también se les da de auténtico lujo improvisar.
Y es que entre temazo y temazo como son Big vaccine o la calentorra Join the party! se metían al público en el bolsillo bromeando entre ellos o provocando hasta el límite. El show se basó principalmente en su última obra (para mí lo mejor de su carrera), el “Low cost life” que espero que esté cosechando el éxito que merece. Heart-On fue un buen ejemplo de su potencial a la hora de llevarlo al directo, o la incluso más cañera Let me fill your void… ¡a saco! Como digo no éramos muchos, pero los que estábamos, les agradecíamos cada gesto de actitud, como ese Jacob pateando el suelo con rabia, o esos fantásticos coros de Vega y Danny en Banana que se escuchaban muy bien a pesar de que el sonido no era de 10. Este último tema fue el que nos pasamos medio crucero canturreando jeje. Hablando de amor… pero sin remilgos, saltó esa pasada de melodía de Turned my life around, seguida de la provocativa In ‘n’ Out. Si los temas eran cojonudos, la banda ponía todo su empeño en mejorar todavía más el ambiente, dirigiéndose a nosotros con mucha chulería y desparpajo, algo que cautivó más y más al personal. Tras esto, llegó el desmadre total, que comenzó con un medley incluyendo fragmentos de los clásicos Proud Mary y Thunderstruck, casi empalmando (tras algunas fanfarronadas guapísimas) con The last call y uno de sus temas emblema, Stop Stop!, en donde se presentaron como banda y la liaron que dio gusto verlo, bajando los tres del escenario (Danny se quedó solamente con una caja) y dando toda la vuelta al club, terminando tras la barra tomando unos tragos (todo ello mientras seguían tocando y haciéndonos corear el Knockin' On Heaven's Door) y volviendo al escenario para terminar el tema y, a grito de Stop Stop!! quedarse todos fritos sobre el escenario. ¡¡Vaya espectáculo, colegas!!
Quedaban ya muy pocas bandas en el cartel para la primera jornada, pero la noche era demasiado joven como para retirarse. Y aunque no es una banda que conozca demasiado, lo que he escuchado me ha enganchado muchísimo. Me refiero a los Electric boys, banda nacida en Suecia a finales de los ochenta, con un rollo que te cagas, mezclando Hard Rock, glam, algo de esencia setentera por aquí y mucha carga Funk por allá, creando una amalgama de sonidos y estilos que demostraron ser muy, pero que muy solventes en vivo, entre los primeros Ted Nugent y Extreme. Por supuesto, tampoco le hacían ascos al rollo más sureño, y Psycedelic Eyes fue la primera en sorprendernos. En el escenario Studio B, donde tenía lugar el bolo, se podía respirar a gusto, sin demasiado barullo de gente. Gran carga de bajo, que además se escuchaba realmente bien, para Super God y Ready to believe, dos temas con dos tesituras muy distintas pero que empalmaron a la perfección. Encima del escenario se percibía mucha compenetración entre sus miembros, las agitadas y virtuosas baterías de Niklas Sigevall empastaban a la perfección con el dinámico bajo de Andy Christell, uno de los protagonistas musicales de aquel show. ¡Ah! Y todos ellos ejecutando unos coros de fábula, como sucedió en Mary in the mistery world, que fue primer single de su “Groovus Maximus”, y una de mis favoritas y que disfruté a piñón, Tumblin dominoes, con ese inconfundible estribillo. Lástima que a la voz le faltasen varios puntitos de claridad.
Con su vocalista tirando de maracas puntualmente, se pusieron de nuevo manos a la obra con Bad motherfucker, incluyendo unas partes instrumentales alargadas bien ejecutadas por Andy "A.C." Christell y su siempre chocante aspecto, con sus pendientes y su sombrero, quien por cierto, también estuvo en la última formación de los Hanoi Rocks con su compañero Conny Bloom. Así que calidad había como para parar un tren, y se demostró por activa y por pasiva. De hecho estas partes instrumentales fueron de lo mejorcito del concierto, creando un rollo único. Llegaban ya hacia el final del show sin haber perdido ni un ápice de su gran actitud y su ejemplar comportamiento en el escenario, además de su ímpetu por tocar, y con Captain of my soul llegó otro punto álgido, con bastante movimiento, seguida de Twang 'em & Kerrang 'em que prácticamente nos obligó, con su adictivo ritmo y estribillo, a colaborar con las palmas brazos en alto. Con la introducción disparada, si no recuerdo mal, de Lips ‘n’ Hips, terminaron de poner toda la carne en el asador y nos hicieron bailar de lo lindo, y es que ante tal temazo y ese groove tan brutal, si eres capaz de quedarte quieto, deberías hacértelo mirar. Se nota a la legua que es una banda cuya formación no ha cambiado apenas en más de 30 años, porque tienen un directo prácticamente redondo. Damas y caballeros, menuda sorpresa mayúscula con esta gente. Imprescindibles.
El primer día no había sido precisamente fácil. A los golpes anímicos que, al menos en lo personal, recibí con la primera tanda de cancelaciones / desapariciones, se le une el desgaste físico por haber estado pateando unas cuantas horas antes de subirnos al barco. Aun con todo, nos fuimos a dormir muy satisfechos por haber cumplido totalmente con la agenda que nos programamos para aquel miércoles, y eso al final es con lo que hay que quedarse, unos conciertos de puro lujo entre los cuales destacaría especialmente los de Buckcherry (qué locura, joder) y el del soberbio Richie Kotzen, pero que en general nos hicieron disfrutar a un nivel máximo, cada uno en su rollo y con su propia esencia. Primer contacto con el festival bastante positivo, un sobresaliente también para la organización de Royal Caribbean, que nos trataron a cuerpo de rey y solventaron rápidamente los problemillas que nos surgieron con el camarote. Ahora tocaba descansar, porque al día siguiente teníamos que pegarnos el madrugón: nos esperaba la primera parada del barco en la isla de Cococay.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
The American Dream (Monsters of Rock Cruise 2022, Día 1, 09/02/2022)
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