martes, 22 de febrero de 2022

The American Dream (Monsters of Rock Cruise 2022, Día 4, 12/02/2022)

El cuarto día sobre el crucero (ya quinto día de festival en total) fue, posiblemente, el más peculiar de todos. En el principio de los tiempos (del crucero) las excursiones extra incluidas en el viaje constaban de una parada en la isla privada de Cococay y otra en Labadee (Haití). Si os digo la verdad, no esperaba ninguna de las dos con demasiada ilusión, ya que me veía venir el percal: perdernos conciertos a cambio estar tostándonos al sol sin hacer nada. Pero unos meses antes de llevarse a cabo el festival, la organización hizo un cambio respecto a otros años, una parada que sustituía a la de Labadee por la de la isla de Cozumel, en México, que prometía ser mucho más activa y excitante. El barco llevaba ya día y medio viajando hacia allí, desde el Sail away show que hicieron los Lit el jueves. El tema del mareo, que tan mal llevé el primer día de trayecto, ahora se había normalizado bastante. El sábado amanecimos en Cozumel, donde ya teníamos contratadas las excursiones que haríamos a lo largo de la mañana. Largas caminatas para ver unas zonas salvajes impresionantes, manglares, cuevas, ruinas con sus iguanas tomando el sol incluidas y hasta hicimos un poquito de snorkel… la verdad es que fue la hostia, y mereció la pena muchísimo más que la isla de Cococay, que para mí fue simple y llanamente perder valioso tiempo de conciertos. Esta vez también tuvimos que escoger entre quedarnos a bordo o perdernos bandas como Bad Marriage (incorporación de última hora en el cartel), Red Voodoo, Electric boys (que ya vimos el primer día) o Nerd Halen, un atajo de ‘personajes’ vestidos en plan cutre versionando a Van Halen (errr… sin comentarios). Así que sin duda mereció la pena hacer esta exótica escala.

Pero no creáis que fue algo relajante para desconectar y descansar. De hecho, todo lo contrario. Nos ofrecieron una cata de tequilas de la casa ‘El Jefe’ (qué delicia, joder) y una comida local de lo más interesante. Pero las dos horas para descansar tras toda esta agotadora mañana que había planeado, se fueron reduciendo más y más. Cuando volvimos al barco, estaba literalmente hecho puré, casi durmiéndome de pie. Lo peor de todo fue que, cuando llegamos a la habitación, caí en la cuenta que las dos horas que me había propuesto descansar antes de que empezaran los conciertos se habían convertido en diez minutos, y os aseguro que estaba completamente exhausto. El primer bolo que teníamos en la agenda de hoy eran los suecos Nestor, a quienes me prometí a mí mismo ver por segunda vez. Así que me paré a pensar: ¿descansar una hora y perdérmelos, o ir a muerte ya y arriesgarme a caer desmayado al suelo de agotamiento a mitad de alguna actuación? No tardé demasiado en escoger la segunda opción. Mientras mis compañeras descansaban un rato, yo me dirigí rápidamente al escenario de la piscina.

En su primera actuación en el crucero, dos días antes, maldije mi suerte al tener que entrar con el concierto a medias, habiéndome saltado dos de los temas que precisamente más me molan de esa joya llamada “Kids in a ghost town”. Por mis huevos que eso no me iba a pasar de nuevo. Me encontré en una situación muy cómoda entre la gente. No había excesiva, a pesar de que era, además, uno de esos momentos tan mágicos en los que el barco zarpa y se puede ver el horizonte y las construcciones en movimiento. La duda que quedaba en pie, tratándose de este escenario, es si la banda sonaría como merecen… pero por desgracia, les tocó la papeleta del mal sonido en el ‘sorteo’. Al menos sí pude ver el inicio, con una deslumbrante On the run que ostenta una melodía increíble, tanto en los teclados de Martin Johansson como en la aterciopelada y agradable voz de Tovias Gustavsson. Temas como este fueron los que me atrajeron inexorablemente hasta su disco, de lo mejor que he escuchado en mucho, mucho tiempo. Si me dijesen que cortes como este o Kids in a ghost town fueron escritos por bandas como, digamos, Giant, Strangeways, Aviator… o cualquiera de la larguísima lista de bandas Hard/AOR con este sonido que surgieron en plenos 80, me lo habría creído sin dudarlo. Claro que, posiblemente, muchas de las ideas de este gran disco fueron forjadas en aquella época. Sea como fuere, y como he dicho al principio, el sonido les jugó una mala pasada. Podíamos escuchar claramente el bajo de Markus Åblad, fuerte y potente… y poco más, comiéndose las guitarras y casi la batería. El asunto mejoró con el paso de los minutos, pero no del todo. Curiosamente, la banda saltó al escenario con todos sus miembros enfundados en uniformes, portando Tovias esas gafas de rejilla tan características (y extremadamente ochenteras) del videoclip.

Ante Stone cold eyes, se despojó de ellas, pero continuó con los mismos ánimos y la misma movilidad incansable, pidiendo palmas al público a las que por supuesto accedimos, cantando también ese estribillo tan magnético. La verdad es teníamos ante nosotros un vocalista enormemente carismático y con muchas dotes escénicas, encantador y capaz de mantener siempre el tono y los ánimos del personal a buen nivel. La otra parte de la ‘culpa’ la tuvieron temazos como Perfect 10 (que creo que no cayó en su primera actuación) o la hermosa balada Tomorrow, en la que de nuevo nos volvió a deslumbrar la presencia de Gabby Rae saliendo al escenario para compartir voces con Tovias al mismo tiempo que, ahora sí, las guitarras de Jonny Wemmenstedt se escuchaban un poquito mejor. Este último se acercaba a nosotros para ejecutar, entre otros, el solo de These days, otra genialidad del disco (y van unas cuantas) con una parte instrumental maravillosa, marcada por esas teclas de Johansson y el genuino ritmo de las guitarras que le dan un puntito que casi recuerda al sonido progresivo. Una lástima que de nuevo el pobre sonido desluciera un tanto el tema. Parece ser que desde un poco más atrás el sonido no era tan desastroso, pero en cualquier caso, es una putada enorme ver en esas condiciones a una banda a la que se le tienen tantísimas ganas. Sabiéndolo un tema triunfador de antemano, con esa gran sonrisa comenzó el vocalista a cantar 1989, sin duda su mayor triunfo y single (¿por qué no pondrán cosas así en la radio en lugar de la jodida porquería que echan?) pero de repente… ¡se apagó su voz! Con algo de cabreo, en seguida hizo que le cambiaran el micro, pero resulta que al final el error había sido apagarlo accidentalmente jejeje, por lo que luego pidió disculpas. Presentó a los miembros de la banda rápidamente y todos ellos la emprendieron al trapo con Firesign, batería a saco, tonos altos y riffs directos para un tema imprescindible para castigar un poco el cuello en vivo, y si suena al final como en este caso, dejar el pabellón bien alto a pesar de las dificultades con las que tuvieron que lidiar. Ojala se planteen pasarse pronto por España.

Con el concierto de Black ‘N Blue dábamos el salto a la banda, con permiso de los todopoderosos KIX, más veterana de la jornada. Era sábado y eso el cuerpo lo nota, a pesar de lo hecho mistos que me encontraba, había muchísimas ganas de seguir disfrutando y exprimir al máximo el cartel. Otra banda que tenía casi las mismas papeletas para sorprenderme para bien, o para mal, dependiendo de cómo se comportaran en vivo y el setlist que nos presentasen. Muchos les reconocerán en seguida por ser la banda donde Thommy Thayer (actualmente y desde hace 20 años en KISS) se labró un nombre en la escena por su calidad. Lamentablemente (aunque de forma ya esperada), no formó parte de la agrupación aquella noche, pero eso no fue un mayor problema. Los de Oregón salieron derechos al grano, y tras usar el tema principal de Superman como introducción, se lanzaron al ruedo con Rockin’ on heaven’s door y Stop the lightning, ambas de su clásico “Without love” para alegría y regocijo de un servidor, y así me di cuenta, ya de primeras, de que iba a disfrutar mucho con el concierto, y es que además, Jaime St. James mostraba un aspecto cantidad de glam, con un pañuelo sobre su cuello y unos modales sobre las tablas, a la hora de moverse y cantar, que recordaban totalmente a los 80s. De hecho, también Patrick Young al bajo y Pete Holmes estaban presentes desde la formación original, así que fue todo un valor extra. Tuvieron la mala fortuna de coincidir casi de pleno con la primera actuación del sr. Alice Cooper, lo que hizo que acudiese poquísima gente a verles. Una vez más eso fue positivo en el sentido de que pude ver el concierto desde primerísima fila y, por otra parte, todos los componentes del grupo se esforzaron igual que si estuviesen tocando para miles de personas. Ahí teníamos a Holmes, dando esa pegada tan sólida, o al bajista Patrick Young, haciendo muecas y coordinándose en el escenario con el guitarra solista Brandon Cook.

Cambio de disco a mi favorito, el “Nasty nasty” con dos temas del tirón, Does she or doesn’t she y la propia Nasty nasty, enérgicas y con un rollazo enorme, en las que tan solo se echó de menos una mayor claridad en la voz de St. James. Justamente, para Nature of the beach cambió de micrófono, y la cosa mejoró ostensiblemente, y ahora sí tanto los coros de Patrick Young en Get wise to the rise como el resto de instrumentos sonaron en la misma onda. Hasta el motor pre-grabado que dio inicio a Autoblast sonó de fábula, y las coreografías de Patrick y Doug Rappoport, el nuevo guitarrista de la banda desde 2021, le dieron el toque de gracia. Del año 85 cayó también ese genial medio tiempo llamado Miss mistery (¡¡esto iba mejorando por momentos!!) y poco antes de enzarzarse con la siguiente ochentada, Wicked bitch, Doug y Brandon hicieron un espectacular (aunque no demasiado alargado) duelo de guitarras, vacilándose e intentando superarse. Ahí, desde luego, hay talento a raudales. Según el insustituible Jaime St. James, hacía mucho tiempo que no tocaban en directo Show me the night de su ópera prima, así que sabiéndolo, fue un alegrón poder escucharla. Kiss of death destacó por ser el tema más cañero y Heavy del set, y aquí vimos sudar a tope al batería Pete Holmes y rugir como nunca las seis cuerdas de Doug, pero sobre todo, el solo de Brandon. Un buen hostiazo sonoro directo al cuello antes de Chains around heaven, en el que el cantante nos pidió un gran aplauso para el batería y como punto final, su archiconocida Hold on to 18 (pura filosofía jeje). Una melodía genial para acabar con un concierto que por suerte superó, con mucho, mis expectativas, demostrando que esta gente todavía tiene (o debería tener) cuerda para muchos años, visto lo visto.

Esta vez me acerqué solo a la piscina donde ya hacía unos minutos que había comenzado el que era ya el segundo show de los grandiosos Eclipse. No tenía pensado repetir, pero lo que no haría sería quedarme sin hacer nada, así que, sabiendo que son un valor seguro al 100% en directo… ¿por qué no? Y menos mal que lo hice. Porque a pesar de coger ya el final del segundo corte, Saturday night, esta actuación en general me moló incluso más que la primera. No sabría decir si fue el rollo que tenía el escenario de la piscina, o que el sonido fue mucho mejor a todas luces, pero desde luego, lo que se veía sobre el escenario, el perpetuo movimiento, los gestos llenos de energía de Erik… parecía que volvían más frescos y animados que nunca a subirse al escenario y claro, eso siempre se nota en la respuesta del público. Además, como ya he comentado que sucedió en diversos shows, y todavía más en este caso en particular, el setlist fue casi totalmente distinto, y hubo incorporaciones de lujo, y después de la trallera The downfall of Eden (esta no podía faltar, se nota que les encanta tocarla), llegó Battlegrounds, un tema súper especial que además fue interpretada mayormente en tono acústico, Erik con su guitarra y esos evocadores arpegios de Magnus Henriksson. El mar de voces del público se escuchó casi al mismo nivel que las suyas. También Bite the bullet y Jaded, dos auténticos tiros que ya con la banda al completo reincorporada en el escenario, nos hicieron gritar y saltar como si no hubiese un mañana del subidón que nos dieron. Además, la voz de Erik sonaba alta, fuerte, y cargada de pasión.

Y eso que el concierto lo vi desde un punto relativamente alejado, pero incluso allí se vivía un ambientazo increíble, frenético, aunque no pudieran escucharnos desde el escenario seguíamos cantando y dándolo todo. Erik Mårtensson estaba, literalmente, que se salía, la forma en que cantaba, en que dominaba el escenario a cada paso, en que alzaba y volteaba su habitual palo de micro de color rojo… una auténtica fuerza de la naturaleza sobre un escenario, y Runaways, que no es precisamente moco de pavo, subió unos cuantos grados la temperatura de la ya de por sí templada (aunque muy ventosa) noche. El concierto corría a una velocidad enorme, síntoma de lo mucho que estábamos disfrutando y de la intensa entrega del grupo: los gestos y la potencia con que Philip Crusner machacaba su batería eran tan solo otra muestra de ello. Novedad tras novedad, es como si estuviésemos en un concierto totalmente distinto al que dieron dos días antes. Por cosas así tuve sentimientos encontrados con el hecho de que casi todas las bandas tocasen dos veces: dos ocasiones distintas para combinarse las actuaciones, pero también el riesgo de perderse temas que a uno le vuelven loco y solo toquen, posiblemente, en una de las dos. Sea como sea, Never look back encajó de auténtica delicia entre el público, que seguíamos dando tanto coros como estribillos a piñón, ¡lo que hiciese falta! Aunque sigo echando mucho de menos esa Breaking my heart again, lo cierto es que su ausencia no duele tanto cuando los setlist que suelen tocar son de tal calidad, y Twilight supuso la gran alegría final, a un ritmo imparable y dejándonos a todos con la sonrisa y tarareando esa melodía de la novena sinfonía de Beethoven incluida en ella. Eclipse nunca, nunca, jamás decepcionan, toquen lo que toquen, y su secreto es, sin duda, la inconmensurable pasión que ponen en sus directos, y eso es algo que ya he podido corroborar en siete ocasiones.

Y ahora, voy a escribiros la última crónica en profundidad de la noche (con Beasto Blanco haré un repaso más superficial), pero me vais a permitir que me explaye a gusto… porque lo de KIX aquella noche del viernes, sencillamente, fue de otro puto planeta. A pesar de que conozco bastante bien a la banda (especialmente sus cuatro primeros álbumes), nunca había visto nada en directo de ellos. Supongo que para la gente que les tiene más vistos (algo que en España pocos podrán decir, ya que ni siquiera sé si han pisado nuestro país alguna vez en sus 45 años de existencia) el grado de sorpresa sería menor que el que me llevé, pero lo que vi yo aquella noche fue mucho más que un concierto, fue un espectáculo grandioso a todos los niveles, con una clase, una pasión y una actitud escénica simplemente desbordantes como para asimilarlo todo de golpe. Sin numeritos, sin artificios, sin elementos que nos pudiesen distraer de la música pura y dura. Simplemente un talento que no cabe en el puto mapa. Jamás esperé, ni en mis mejores expectativas, presenciar algo así con ellos, pero si de algo estoy seguro es de que no lo olvidaré en la vida. Amigos y amigas, bienvenidos al mejor concierto de TODO el festival.

Un concierto que, por sí solo, ya habría justificado para mí el viaje a EEUU y las 20 horas de avión, y os lo digo sin exagerar. Muchísima tela que cortar. La monstruosa cola que se formó en los alrededores del Studio B ya daba una idea de lo deseado que llegaba a ser este evento. Tras hartarme de esperar, aparté una de las sillas que habían puesto como barrera y me colé en la fila sin complejos. Me negaba en redondo a quedarme detrás del todo. Una vez dentro, esperé con ansias frente al escenario, muy cerca de él. El retraso que llevaban empezaba a ser serio, pero cuando las luces se apagaron, ya solo quedaba dejarse llevar y disfrutar… aunque nunca esperé hacerlo a tal nivel. Saltaron todos juntos a la palestra con Poison ante una gran expectación general. La gente les conoce sobradamente allí y ya saben de lo que son capaces. No habían llegado aún a la mitad del tema cuando de repente tanto los guitarristas como Mark Schenker al bajo se cayeron de rodillas, dejándonos ante un Steve Whiteman que fue, más que nadie incluso, el verdadero culpable de que yo saliese de allí flipando en colores. Salió completamente encendido, puro nervio, sin dejar quieto el pie de micro, correteando, saltando, haciendo ademanes… y para el final de Red lite, green lite, TNT, nos dio una muestra de su habilidad con la armónica y un buen chorrazo de la pasión que guarda dentro. ¡¡Este hombre es pura dinamita!! La más ochentera (hasta el momento) en cuanto a sonido fue Scarlet Fever, en la que a un extremo del escenario Mark, y al otro Steve, se encaraban y se echaban miradas, sin poder contener la excitación del directo, iban y venían, se cruzaban… yo no daba crédito ante tan gigantesco saber hacer y actitud. Como curiosidad que me resultó muy extraña, el único disco clásico del que no sonó ni un solo tema, ni siquiera Body talk ni Burning love, fue “Cool Kids”. Sin embargo, y por supuesto, sí recurrieron infinidad de veces a su mega-clásico “Blow my fuse” y como ejemplo la siguiente No ring around Rosie.

Los temas que compusieron en sus inicios, como Heartache, gozaron de una nueva dimensión en directo gracias entre otras cosas a la potencia del dúo guitarrista y a los zambombazos de Jimmy Chalfant tras la batería. De hecho, casi podríamos haber visto a la formación original que grabó el mismísimo Kix del ’81, exceptuando claro está al bajista Mark Schenker, y de no ser porque Ronnie Younkins se encuentra luchando contra sus adicciones. Su sustituto desde hace un tiempo ya es Bob Paré, que todo hay que decirlo, nos dejó fulminados con esa elegancia, formando un equipo infalible junto al gran Brian Forsythe. Y es que era verdaderamente impresionante verles actuar, pese a que no interactuaron demasiado, el feeling de sus combinaciones era algo que se podía percibir. Para el inicio de Cold shower cogía sus baquetas gruesas el sr. Chalfant, y acto seguido, tanto Mark como Brian y Bob se ponían a cantar y hacer armonías en un mismo micro junto a Steve, para después desplegarse con una vuelta y… a seguir haciendo magia y conquistándonos sin límite con temas de la talla de She dropped me the bomb (con un solo fantástico de Bob Paré), o Cold blood, en la que, en otro derroche de estilo, todos volvieron a caer de rodillas con sus instrumentos, mientras Steve nos pedía a gritos que cantásemos junto a él el estribillo… y ni uno solo de nosotros pudo negarse. Había que estar allí para entender el clima que estábamos viviendo, increíble. Llegaba el momento de ponernos un poco románticos con Don’t close your eyes, uno de los mayores éxitos de su carrera que les llevó a su punto álgido a mediados de los 80. Como hizo en varias ocasiones, tirando de recursos y experiencia, Whiteman sorteo esos tonos más difíciles con muchísima gracia, bordando absolutamente todo lo que cantaba y sin dejar de liarla y armar espectáculo, comiéndose a trozos cada centímetro de escenario con una energía a sus 65 tacos que ya quisieran algunos con 20 años menos que él.

El tema más actual, pero un jodido temazo, fue Wheels in motion. Ahí vimos el potencial a tope de Chalfant desmelenándose en la batería, e incluso por encima, a Whiteman haciendo gala de un aguante vocal envidiable, casi sin respirar. Se les notaba como en casa, y es que si no me equivoco, KIX es la única banda que ha formado parte de todos los carteles en la historia de este festival, y no me extraña nada. Todos querrían tenerles en cualquier cartel que se precie, y por otra parte, también se entiende el enorme cariño que les profesa la gente allí. Llegaba el final y Whiteman no paraba… no se cansaba… ¡¡no se cansa nunca!! Y al loro, porque cuando llegó el final de la divertidísima Girl Money, el vocalista se puso, en medio del escenario, a girar sobre sí mismo agitando las extremidades descontroladamente ante el estruendo final que armaba Jimmy en la batería… ¡PRODIGIOSO! Incluso a mitad de Blow my fuse, ante el calor que le daba el público sin dejar de cantar, cuando ya no sabía qué cojones hacer, dio un salto girándose hacia el lado, encarándose con Forsythe… y se partió de risa consigo mismo. Otra mítica, la explosiva Midnite Dynamite, fue la escogida para terminar con aquel grandioso espectáculo, y ante el reprís final del tema, arropado por los guitarreos de Bob y Brian y la tormenta de golpes en la batería, el cantante volvía a ponerse a girar sobre sí mismo como si se hubiera vuelto loco, arrancando una ovación ensordecedora, con todo, absolutamente todo el público rindiéndose a sus pies ante tan colosal demostración de talento, clase y maestría escénica. Ya me daba igual lo que viniera después aquel día. Sabía que aquel concierto lo iba a tener en la cabeza, ya no el resto de la noche, sino el resto del festival… y más allá. Hasta ahora me encantaban. A partir de ahora, me fascinan hasta los huesos. ¡¡ARROLLADORES!!

Cierto, me sentía completamente triturado. Pero con el subidón que acababa de coger… estaba yo como para irme a la cama. Como los Enuff Z'Nuff ya estarían casi al final de su concierto (ya les veré cuando decidan hacer esa gira española que lleva tiempo posponiéndose), y aprovechando que no hacía en absoluto mala noche, nos acercamos a la piscina para apurar un poco más la jornada y ver a los Beasto Blanco, una banda bastante desconocida para mí. Entramos, diría más o menos, a mitad de su concierto, pero lo vimos desde un punto alejando y disfrutando de unas bebidas, las últimas del día. La formación que tienen es bastante interesante, y desde luego, de lo más eficaz, porque su directo fue bastante salvaje en todos los sentidos. Para comenzar tenemos a Chuck Garric, voz masculina, guitarra, y fundador, que también es actualmente bajista en Alice Cooper. Y otro hecho (que no es casualidad) es que su vocalista femenina, y principal atracción de la banda, como cantante con esa gran voz y con esas enormes dotes escénicas, es Calico Cooper, la hija de Vincent Furnier. Tuvieron uno de esos sonidos que, literalmente, hicieron retumbar el suelo de la cubierta del barco, hasta desde donde estábamos se escuchaba altísimo y potente, algo a lo que la banda sacó partido, haciendo vibrar a la peña con temas como California (cuyo estribillo triunfó a saco) o Solitary rave, en la que Calico nos mostró su faceta más melódica, pero en general el concierto tuvo un ritmo de lo más desmadrado, siendo esta última un auténtico torbellino sobre el escenario, guerrera y provocativa, saltando al trote y dando unos headbanging de muerte. Y en muchas ocasiones, ambas voces contrastaron de lujo. Contaban con un batería llamado Sean Sellers, una auténtica bestia como nos demostró, que es la última incorporación al grupo, y que no dejó piedra sobre piedra en su instrumento. De lejos veíamos cómo machacaba, literalmente, las cajas en la frenética We got this mientras todo se aceleraba exponencialmente. Su estilo, no lo voy a negar, no es santo de mi devoción. Ese toque más industrial me echa un poco para atrás, Rock bastante moderno, con mucha producción artificial (no digo que sea mala, ojo), y demasiado frío en general para mi gusto, pero aún así lo que vimos se me pasó volando debido, sobre todo, por la locura que se vivía encima del escenario, contagiosa y adictiva. Otro de esos grupos que desde que se formaron no han dejado de subir y subir de status. La prueba es que aquí les teníamos, nada menos que en el Monsters of Rock Cruise 2022, cerrando la noche ante todo estruendo de aplausos por parte de su público tras la bailable Breakdown, su punto final al concierto.

Si hubo un día que caí especialmente muerto en la cama, fue aquel sábado. La excursión de seis horas que nos hicieron por México de buena mañana resultó agotadora, aunque muy gratificante, y también muy entretenida gracias al máquina de Fernando, nuestro guía, muy agradable y muy simpático, y con quien hicimos muy buenas migas. Todo ello me dejó completamente destruido incluso antes de empezar los bolos, pero por suerte mi cuerpo aguantó el tirón (por el puto Rock’n’Roll, SIEMPRE, pase lo que pase) y además pude disfrutar de la que para mí fue la mejor actuación en los seis días de festival, la de unos KIX con la que todavía estoy flipando. Afortunadamente, al día siguiente, el último del crucero, podíamos levantarnos a una hora decente, no había excursiones ni grupos de primera hora, así que dormí como un verdadero tronco hasta que pude.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


The American Dream (Monsters of Rock Cruise 2022, Día 4, 12/02/2022)

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