domingo, 24 de abril de 2022

La crónica antisocial (Hamlet, viernes 22-04-2022, Babel Live Stage, Alicante)

Dos días después de lo vivido en la Babel Live Stage, incluso habiendo dejado pasar unas horas de por medio para asentar todas las emociones que absorbí, me resulta complicado sintetizar en pocas palabras la brutal descarga de sensaciones, electricidad, rabia y magnetismo que nos ofrecieron este viernes en Alicante los incomparables Hamlet, una vez más acercándose a nuestras tierras como ya es, afortunadamente, casi costumbre en cada una de las últimas giras. El año pasado, hace exactamente 11 meses, visitaban también nuestra provincia, en la sala The One, pero de una forma muy distinta, original, y con una faceta que yo personalmente no había podido disfrutar hasta ese momento, un formato acústico que nos brindó un buen puñado de los temas más clásicos de la banda de una forma, si cabe, más intensa, pero en otro sentido al habitual. Debido a la jodida pandemia, fue una forma muy inteligente y acertada de echar hacia adelante su gira, en un concierto imprescindible que ningún fan de la banda debería haberse perdido. Pero afortunadamente, los tiempos de las sillas, de aguantarse las ganas de deslomarse en un concierto, y de las putas mascarillas, han llegado a su fin. Y Hamlet siguen al pie del cañón, más potentes que nunca y con unas ganas al límite de continuar dándonos la mejor cera, con las fuerzas puestas a punto y renovadas. Pero en esta ocasión tan especial (como ya lo fue la anterior), no solamente podíamos contar con la innegable garantía de que la banda va a dar la mejor versión de sí misma, sino que además, después de 26 años de “Revolución 12.111” y 24 de “Insomnio”, Hamlet venían con un setlist especial bajo el brazo, centrado únicamente en esos dos discos que tanto marcaron mi vida.

Por supuesto, para quienes vivimos esa época, para quienes reventamos esos dos discos a base de darles vueltas y vueltas, los que flipábamos con los riffs de Tárraga, con los cañonazos de Paco y con la brutal voz de J. Molly… este acontecimiento tenía un carácter tan especial que se salía del mapa, color de emotividad, de nostalgia incluso, algo parecido a lo que nos hicieron sentir con esa gira de recuerdo del “Insomnio” hace ya casi 10 años (joder, ¿no?) pero esta vez incluyendo también en ella el “Revolución 12.111”, indudablemente uno de los mejores discos que se han compuesto y grabado en la historia del Metal en este país, valiente, malhumorado, plagado de temazos y que, a pesar de que los avances en cuanto a producción y sonido de hoy en día podrían hacer palidecer un disco que salió en 1996, lo cierto es que sigue transmitiendo una fuerza que te tira hacia atrás, y eso es porque hubo mucho corazón puesto ahí, cuando se hizo.

En esta ocasión, nos acercamos mi colega Kurro y yo a la querida Babel, dispuestos a partirnos las vértebras si era necesario en primerísima fila. El anunciado 75% de aforo vendido no parecía tal cuando llegamos, pero poco a poco se fue formando ambiente a las puertas de la sala, y todo auguraba una noche bastante llena y movidita. Nos encontramos con varios colegas, Boix, Esteban y cómo no, mi colega alicantino Julián que es un reconocido fan de la banda. Muy buen ambiente, no demasiado abarrotado todavía, y ya todos al pie del cañón cuando, a la hora más o menos convenida, comenzó a sonar por los altavoces la introducción de Misirlou (Dick Dale) que llevan ya bastante tiempo usando.

Me sentía cantidad de emocionado, expectante, deseoso de saber qué temas iban a formar parte de este setlist tan único y especial, ya que por solapamiento me los tuve que perder en la fecha de febrero en la Rock City de Valencia. Saludamos con vítores a cada uno de los músicos que iban saliendo a escena, y acto seguido, ahí estaba, atronadora, esa Crónica antisocial, uno de los temas que mantuvieron durante un tiempo en sus giras posteriores a la salida del “Revolución 12.111”, una canción cuya letra sigue tan vigente hoy como lo estaba en 1996, contra la prensa y los medios manipuladores. Con Ken HC y el incansable Luis Tárraga haciendo unos buenos coros y saltando hasta el techo, nos tocó a nosotros también gritar bien alto el título. Por una parte, el sonido era de gran calidad, pulcro y contundente, pero tal vez faltaba subir el volumen unos cuantos puntos para que todo sonase más compacto y violento. Tortura-Visión comenzó con esas voces limpias de de Molly que se fueron encabronando poco a poco, subiendo otro entero la intensidad del concierto mientras este no dejaba de apoyarse y pivotar en su palo de micro. Pero fue con Poseer bajo sumisión cuando, definitivamente, pusieron la sala del revés… y también mi cabeza. Porque a pesar de mis grandes expectativas, creo que ni en las mejores podría haber imaginado que fuesen a tocar un corte tan letal y al mismo tiempo tan arrinconado en su discografía, uno que siempre me ha vuelto loco y que decidieron rescatar para hacer las delicias de los auténticos conocedores de aquel impresionante álbum llamado “Revolución 12.111”, con la caña burra que ello implica, y que desató los primeros mosh. Salvaje, aplastante, la batería de Paco nos golpeó una y otra vez llevándonos al éxtasis, y Molly, mostrándose en todo momento muy cercano al público, terminó inclinándose al borde del escenario dando rienda suelta a sus más potentes gritos.

El vocalista hizo un alto para recalcar, con gran alegría y visiblemente emocionado, que los tiempos de la catástrofe en los conciertos habían quedado atrás, y ahora había que darlo todo en las salas sin ningún tipo de control ni freno. Algún problemilla en la batería de Paco, rápidamente solventado, alargó un poco su discurso, sacando su faceta más amistosa. El mismo Paco dio el pistoletazo de salida para Dementes Cobardes, que no por haberla escuchado decenas de veces en vivo resultó menos impactante, dejándonos cantar su primera parte y estallando Molly con gran furia en el estribillo. La segunda sorpresa mayúscula del setlist (para mi gusto, al menos) fue Creerse Dios, oscura, pesada, agresiva, que fue la que definitivamente terminó de despertar al público y al mismo tiempo, la locura de los moshpits generalizada, que se mantendría prácticamente en todos los temas a partir de este. Otra que nunca podría haber imaginado ver en directo, y que viví con tal intensidad que ahora mismo me parece casi una fantasía. Ojo ahí con la batería del gran Paco Sánchez, como siempre una auténtica bestia tras los palos, luciendo decenas de detalles y una pegada magnífica, pero sobre todo una entrega y una pasión digna de admirar. Los acercamientos y gestos entre J. Molly y Luis eran casi continuos. En ellos, se percibe su amistad, la inmensa cantidad de experiencias que han vivido juntos, toda una vida dedicada al Metal alternativo, al sueño que juntos llevan haciendo realidad desde hace 35 años… y por suerte, la llama nunca se ha apagado, y eso es algo que personalmente me han demostrado en las más de 30 veces que les he visto en directo.

Ellos mismos, por boca de Molly, nos contaban lo rejuvenecidos que se sienten al volver a tocar temas como estos, algunos de ellos incluso inéditos en directo hasta la fecha. Porque si con 14 años me llegan a decir que algún día podría ver en vivo Racismo es desigualdad… habría flipado, y por supuesto así lo hice aunque haya tenido que ser 26 años después. La versión más agresiva de Molly se recorría el escenario, fraseando, escupiendo la rabia que lleva implícita este tema, y esos riffs de Tárraga y Ken… joder qué puta maravilla, nos dejaron hechos puré. Otro momento de auténtico privilegio ante el que uno desea no volver a lavarse los ojos. Y seguía la retahíla de temas más escondidos con No me jodas, con el estilo más salvaje y combativo que practicaban en aquellos días. Aquí Molly, a pesar de que lo tuvo difícil con una letra tan continuada, se las arregló de maravilla para dar la talla. Los años no pasan en balde para nadie, pero parece que es algo que no se puede aplicar del todo al vocalista, que sigue yendo al límite en cada uno de los temas con un aguante vocal impresionante. Sí, bajó el ritmo de los gritos respecto al disco, y tal vez las baterías ya no fueron tan a piñón, pero aún así esa incombustible pasión estuvo presente cada segundo del bolo, también gracias a su capacidad para transmitirla. Otro escalofrío me recorrió la espina dorsal (y os lo digo literalmente) con los primeros punteos de bajo de Álvaro Tenorio, nada más y nada menos que para La tierra de Paco, de nuevo un reto para Molly a quien por supuesto apoyamos desde el público; y en el estallido de las guitarras de Ken y Tárraga, otro movidón de moshes interminables entre el público.

Estábamos a mitad del concierto y creo que ya había sudado hasta la última gota. Una más habitual en sus directos fue Muérdesela, un auténtico espectáculo sobre el escenario, con Ken saltando al mismo tiempo que rasgaba su instrumento, Álvaro dejándose el cuello y Tárraga mostrándonos esa expresión de mala leche tan característica, encendiendo la mecha para pedir, en la última parte, un wall of death ante el que la peña respondió de maravilla. Con las siguientes, El pequeño dictador (joder, ¡¡otra sorpresa mayúscula!!) y Dónde duermo hoy de nuevo con Álvaro sorprendiendo con su gran habilidad a las cuatro cuerdas, la banda continuó con sus grandes gestos de colegueo, tanto para con ellos mismos como para el público, mientras se dejaban la puta piel. Una maquinaria que no para, no se detiene, siempre hay un salto por aquí, una carrera por allá, un abrazo o muestra de amistad por el otro lado… dicen que están viviendo el mejor momento de su carrera, y viéndoles en directo, uno sabe que no se están marcando un farol al asegurarlo. Ante los gritos por parte del respetable aclamando al gran Paco Sánchez, Molly aprovechó para presentar brevemente a sus compañeros, como es costumbre, pero no dejaron que la cosa se enfriara ni un ápice, saltando ahora la brutal Hombre del 2000, que recientemente han remasterizado (y hacía muchísimo que no tocaban en directo) y para contrastar tanta metralla, nos sumían ahora en esa hipnótica El color de los pañuelos, posiblemente uno de los temas más íntimos y diferentes que ha compuesto la banda.

Y qué placer tan enorme es ir a disfrutar a un concierto y saber que, toquen lo que toquen, uno lo va a cantar de pura memoria, casi por inercia, aunque en mi caso particular haga mucho tiempo que no escucho algunos de los temas. Es lo que tiene cuando algunos de ellos, como el que sonaba, te han marcado tanto y son por sí mismos casi definición pura y dura de toda una época de tu vida. Con Tenorio como máximo protagonista, esa subida paulatina de intensidad y dramatismo del tema fue una puta gozada y por supuesto, de las más coreadas de todo el show, llegando al límite de intensidad, a mi parecer, en esos punteos tan sentidos de Luis Tárraga.

Pero todavía quedaban muchísimos momentos como este, como la parte final de la sorprendente Odio (que pone punto final a esa joya llamada “Insomnio”), en la que las guitarras sonaron lacerantes, explosivas, y Molly con esa maestría escénica supo conquistarnos de principio a fin más allá de su potente voz, como digo más comedida de lo habitual por la enorme exigencia de algunos de los temas, pero igualmente fuerte y con gran feeling. Y ya nos gustaría llegar a los 57 años teniendo la mitad de la forma física de este hombre. Impresionante. Los saltos, las carreras, cómo se mueve y se contonea… siempre fue y sigue siendo un animal imparable en directo, como hizo ver, una vez más, en la arrolladora Habitación 106, con un ritmo algo cambiado respecto al disco pero manteniendo toda su esencia de bestialidad. Las partes rápidas, con Paco machacando su batería, se reflejaron en una auténtica batalla campal debajo del escenario, que Luis observaba medio sonriendo con gran satisfacción desde su posición. Cabeza contra cabeza, este y Ken iniciaron los acordes de otra pieza fundamental en su discografía, Egoísmo… y ojalá nunca la quiten de su repertorio, porque es una canción que me llega muchísimo, y no solo por su letra, también por las partes instrumentales, como ese punteo medio ‘bluesy’ de Tárraga. Quizá pudimos ver aquí las voces más graves y guturales que Molly nos regaló en todo el concierto, mientras corría de un lado a otro del escenario sin parar.

Llegó el primer (y único) descanso antes de los bises, pero por suerte todavía quedaba mucha leña que repartir. De hecho, uno de los mayores subidones de adrenalina fue la que volvió a romper el silencio, esa 1998 (sin duda, mi favorita del “Insomnio”) que me trae unos recuerdos y unas sensaciones casi indescriptibles, y con una parte instrumental guapísima que sonó especialmente lúcida aquella noche, y nos obligó a todos a dejarnos el puto cuello con cada riff. No menos emotiva, por supuesto, fue Antes y después, grandísimo hit en su carrera que casi marcó, precisamente, un antes y un después en esta. Tampoco el vocalista podía esconder esa emoción, esbozando una sonrisa mientras cantaba, ya no solo el hecho en sí mismo de interpretarla, sino por contemplar cómo cantábamos y disfrutábamos. Momentos de gritos, de saltos, de pasión, de miradas entre ellos, de alegría inocultable… un auténtico valor seguro en directo que cobró todavía más peso, si cabe, en una noche y setlist tan especiales. Tras ella, y de forma más que merecida, todo ser viviente de la sala se deshizo en gritos de Hamlet, Hamlet ante la agradecida mirada del grupo. Tu medicina con los años se ha ganado su derecho a ser de las más esperadas, y al igual que sucede con El color de los pañuelos, esa intensidad creciente sube la temperatura hasta límites insospechados, y todo ello se acaba traduciendo en saltos, empujones y gritos por doquier. Una vez más, chapeau Álvaro a las cuerdas, uno de los mejores bajistas nacionales que uno puede ver en escena. El colofón a tal cantidad y magnitud de sensaciones estaba más que claro: J.F. Tan claro tiene Molly que la conocemos de pe a pa, que nos dejó a nosotros cantar casi toda la primera parte, para darnos a continuación el último repaso de palos, también con Tárraga agitando su mástil, Ken saltando y dando vueltas y, en general, un auténtico desmelene encima y debajo del escenario, incluso con algún salto accidentado desde este, y en última instancia, desatándose el vocalista, haciendo una verdadera maratón de carreras sobre el escenario y deleitándonos con sus mejores y más desgarradores gritos.

Este concierto no solo resultó en una actuación impecable por parte de la banda, sino que además, tuvo un valor sentimental incalculable para mí. Hamlet es una banda que marcó algunos de los mejores años de mi vida, y su música va inevitablemente ligada a ellos. Precisamente la mayoría de esos temas fueron los que sonaron este pasado viernes. Sobra decir que los conciertos son algo imprescindible que valoro muchísimo en mi vida. Si es un concierto de Hamlet, la cosa se vuelve todavía más necesaria. Pero si además llevan un setlist que va a suponer todo un viaje por miles de recuerdos y sensaciones… uno sabe ya de antemano que va a estar entre los mejores conciertos que va a vivir en este 2022. Porque con esta banda, dejando a un lado lo dicho, la duda sobre si van a dar o no el 100% no existe, es algo que ya no puede preocupar lo más mínimo.

Aunque habría deseado que el concierto no terminase nunca, todavía tuvimos el gran placer, antes de hacer marcha, de poder saludar en persona y conversar un rato con Paco y Molly, hacernos unas fotos y agradecerles infinitamente otra noche inolvidable frente a ellos. También me encantaría, antes de concluir esta crónica, mandar un saludo a toda la gente con la que disfrutamos codo con codo, y también especialmente a Isa, de la sala Babel, cuyo trato, cariño e infinita amabilidad no serán olvidados. La hora ‘de cierre’ se alargó más de lo previsto entre charlas y saludos, entre gente nueva y gente conocida, fotos y despedidas, pero sin duda cada minuto que pasamos allí mereció la pena, pero por encima de todo, por un concierto y unos temas que siempre quedarán grabados en mi memoria.

P.D. Algunas de las fotos que completan la crónica las tomaron mis colegas Kurro y Julián. ¡Gracias!

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_



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