miércoles, 29 de junio de 2022

¡Vuelta a los festivales! (Rock Imperium 2022, sábado 25-06-22, Parque El Batel, Cartagena)

Las asoladoras temperaturas fueron, sin duda, uno de los principales obstáculos contra los que tuvimos que pelear a capa y espada durante todo el día del viernes. Para el día siguiente, se esperaban todavía peores, por lo que tocaba embadurnarse bien con protector solar y tomar las precauciones adecuadas. Como ya dije anteriormente, son unas cuantas las mejoras que la organización debe tener en cuenta si quiere que este nuevo Rock Imperium vaya hacia delante, algunas con las que, más o menos, pudimos lidiar, otras bastante molestas, y otras intolerables. Sin embargo, incluso dejando todo esto al margen, en la segunda jornada del festival la decepción aguardaba… y no nos podíamos imaginar hasta qué punto. No voy a empezar a repartir puñaladas, porque creo que nadie salvo unos pocos privilegiados saben a ciencia cierta qué cojones es lo que pasó realmente, y ni Madness Live me han decepcionado (al menos, no al mismo nivel de otros promotores usureros y caraduras), ni tengo nada negativo que decir de ninguna banda. Como es habitual, afronté el día con muchísimas ganas, energías, e ilusiones a tope. Pero estas no iban a durar demasiado. Tan pronto accedimos al recinto echamos un trago, conversamos, visitamos los puestos y esperamos ansiosamente a que todo arrancara… todo pintaba perfecto… pero el comunicado que se emitió por las pantallas, anunciando rotundamente que Whitesnake no iban a tocar, fue un hostiazo a mi estado anímico que, a día de hoy, todavía no he podido superar del todo. Faltando el grupo por el que concretamente me había decidido a comprar la entrada, todas las expectativas estaban ahora llenas de mierda. Cabizbajo, amargado y sin ganas de absolutamente nada, llegué a pensar en coger el coche y largarme a casa, y a tomar por el culo el Rock Imperium.

Obviamente, tomar esa decisión habría supuesto un error y perderme a cantidad de bandas que me encantan, pero os aseguro que en ese momento solo podía mirar al puto suelo. Desde luego este no es mi año. Tras las cancelaciones masivas en el Monsters of Rock Cruise y la caída de Manowar en el Bcn Rock Fest, ahora desaparecían del cartel los Whitesnake, que para más inri están inmersos en su gira de despedida. Ojalá esto último fuese una excusa más, como han hecho tantas y tantas bandas a lo largo de la historia para sacar más pasta, pero aquí hay una verdad indiscutible, y es que Coverdale ya no puede cantar. La razón que nos dieron por la caída del cartel de la banda fue enfermedad grave de Tommy Aldridge, pero parece ser que hubo muy poca verdad ahí (y repito, ni acuso al festival, ni acuso a la banda). La cuestión es que, como yo, muchos nos tuvimos que joder pero bien, nos tuvimos que tragar la rabia y la frustración, y tener que hacer de tripas corazón para poder seguir (o al menos intentarlo) disfrutando el festival.

No fue nada fácil. Celtian fue la banda encargada de abrir el festival desde el escenario con nombre de birra (paso de hacer publicidad gratis), y a decir verdad, no es una banda que me disguste, de hecho les cogí bastante cariño en aquel festival que se celebró en Villena, este pasado verano, en honor a nuestro querido Leyendas del Rock. Pero ahora mismo, no era una opción que me apeteciera demasiado, ni sus coloristas melodías ni sus positivas letras tenían cabida en mis pisoteados ánimos. Aun así, les vi desde la sombra.

Sonaron realmente bien, una buena señal cuando la primera banda del día consigue una buena ecualización en un festival, y atacaron con la pegadiza Nueva era. Incluso el violín de Txus y la flauta de Diego sonaron correctísimos. Apostaron casi a partes iguales por sus dos últimos álbumes, tanto por “En tierra de hadas” como por su más reciente “Sendas de leyenda”. Desde lejos se apreciaban bailes y bastante movimiento en general sobre el escenario, algo que rápidamente contagiaron a sus más acérrimos fans. Y os aseguro que eran unos cuantos, porque para ser el primer bolo del día, a las santas 16:00 de la tarde (porque sí, para colmo los horarios llevaban una hora de retraso), había muchísima gente disfrutando de su actuación, aunque no me coge del todo por sorpresa, ya que Celtian han logrado crecer muchísimo como banda en poco tiempo. Magia de luna o Lágrimas de cera son algunos de los temas que recuerdo, con la encantadora y pizpireta Xana Lavey siempre sonriente y asomándose al límite del escenario entre bailes y saltos, muy activa en todo momento, y con una voz ciertamente deliciosa y muy potente, que llevaba al límite en Niamh (mi tema favorito de la banda) o en El hijo del ayer, dejando para el final En tierra de hadas, un tema híper-festivo que levantó los ánimos a tope de quienes estaban inmersos en la actuación.

Lo dicho, siento haberles cogido en un momento tan intensamente amargo… otra vez intentaré verles con más atención porque doy fe de que puede ser un grupo muy disfrutable dentro de su estilo. Esperaba que poco a poco a lo largo del día mis fuerzas volvieran a estar a tope, pero me sentía muy machacado psicológicamente. Entre buenos colegas parece que la cosa se fue suavizando, y no dejé pasar la oportunidad de acercarme a ver a la que (y lo he dicho infinidad de veces) para mí es la mejor banda de Power Metal sinfónico que tenemos en este país. Por supuesto, hablo de los valencianos Opera Magna. El retraso se hacía cada vez más notable, y me daba miedo que, ya teniendo una ridícula media hora para actuar, todavía les recortasen más tiempo. Afortunadamente no fue así, pero igualmente la banda fue presentando sus temas a saco, por si las moscas, comenzando por uno de sus grandes hits, directamente extraído del primer EP de “El amor y otros demonios”, La herida suele ser una de las últimas en sus repertorios. Hacía demasiado tiempo ya que no les veía, y este concierto sirvió para refrescarme la memoria y esas sensaciones de que son, sencillamente, imbatibles en su terreno. La maestría escénica y vocal de Broseta, el torrente de calidad de Nula… y ese solo de bajo de Alejandro Penella fueron tan solo un aviso. Y es que cada vez los temas se iban a ir complicando un poco más. En este caso, desafortunadamente, el sonido no fue tan compacto.

Fue una completa injusticia que las guitarras de Javier Nula y Enrique Mompó no se escuchasen como merecieron. Mucho material de sus últimos EP, donde se han superado a sí mismos en cuanto a calidad. Donde latía un corazón fue un buen ejemplo de hasta dónde puede llegar técnicamente esta banda. Y a estas alturas, cuál fue mi alegría al mirar atrás y comprobar que no se veía el final de la gente. Las últimas teclas de Nacho casi enlazaron (previa presentación), con El pozo y el péndulo… y eso para mí es hablar de una de las mejores canciones de Power Metal que he escuchado en mi vida. Me vine muy arriba con ella, sobre todo comprobando el increíble estado vocal de J.V. Broseta, cuyos agudos en la parte central me pusieron los pelos de punta. Y ni siquiera sería su tope en el concierto. El doble bombo, avasallador, de Adrián, puso el resto. Para cambiar de tercio, In nomine puso la nota discordante, saliéndose de la tónica del concierto, muy sorprendente y de nuevo flipando con las cuerdas de Penella, un bajista exacto, virtuoso, disciplinado… que alterna dedos y púa, que mete unos solos hipnóticos en mitad de los temas, y además, siempre súper apasionado, como durante El corazón delator, donde Broseta dio un recital de agudos para ponerse a sus pies, literalmente inalcanzable para la inmensa mayoría de vocalistas. En un abrir y cerrar de ojos había terminado casi su tiempo de actuación, pero todavía quedaba esa grandiosa Por un corazón de piedra, en el que Nula nos volvió a dar unas clases avanzadas de cómo tocar la guitarra y al mismo tiempo, hacer magia con los dedos. A los coros, fantástico Enrique también. Y como cierre, no podía faltar Horizontes de gloria, el último vestigio en el setlist de mi adorado “El último caballero”, con la que por descontado, cantamos a pleno pulmón, disfrutamos de ese solo compartido entre Mompó y Nula y acabamos con una sudada de órdago.

Unos cuantos de la enorme peña que nos juntamos (por momentos, aquello parecía ser Valencia jaja) nos desplazamos, directamente, a ver el concierto de Blaze Bayley. Reconozco que esta fue mi primera vez ante él en directo, y no me iba a ser demasiado difícil sumergirme en este con el setlist que viene presentando en esta gira, basado en temas de su etapa en Iron Maiden. Apostaba por que empezase con The sign of the cross (no fue así, y de hecho ni siquiera sonó), pero oigan, Lord of the flies también es un temazo como un camión, y encendió la llama, de primeras, de los allí presentes. Todavía me gustó más (tal vez por lo inesperado) esa Judgement of heaven, en la que Blaze se soltó definitivamente, en sentido escénico, pero sobre todo en el aspecto vocal, cantando las partes altas con bastante acierto, tal como igualmente hizo en Virus. También se le veía mucha unión con sus compañeros, destacando entre ellos el bajista Karl Schramm, cuyo papel de “Harris” fue muy apreciado. La interpretación de los solos tampoco se quedó atrás, y el trabajo de los hermanos Appleton, cada cual con su hacha, fue también encomiable. The Clansman, como cabía esperar, fue una de las grandes estrellas del show, que subió también la intensidad entre el público, un puñado de melenudos disfrutando de uno de esos temas eternos en el Heavy Metal. Blaze supo conquistar con mucho talento y experiencia al gentío. El hombre de las grandes patillas blancas se acercaba de repente, nos hacía cuatro gestos, y ya nos tenía en el bolsillo. Posiblemente fue ese tremendo carisma lo que le llevó, entre muchas otras cosas, a ser vocalista de una de las bandas más colosales de la historia. Lo estaba pasando incluso mejor de lo que pensaba, intentando enterrar la desgracia de los Whitesnake en lo más hondo de mi subconsciente, centrándome en detalles y temas del concierto para mantener la cabeza ocupada. No sabía si caería, pero finalmente, llegó mi favorita de la época Bayley con Man on the edge. Aún a riesgo de sufrir un golpe de calor (no os podéis imaginar cómo quemaba la piel el sol), la viví a tope, con el cuello sacando humo, y además, esa batería tan cañera sonó de putísima madre, algo que fue nota común en casi todos los conciertos. Los gritos y aclamaciones hacia el bueno de Blaze se hacían cada vez más fuertes, y él nos pedía que le ayudásemos con los temas (aunque no sería por falta de voz, ya que lo hizo realmente bien), en esta ocasión concreta, y ya para despedirse, que pusiésemos toda la carne en el asador para corear Futureal. Eché en falta unos cuantos temas, pero, lógicamente, 40 escasos minutos no daban para más. Aún así, más que satisfechos, pero la próxima vez espero verle con un buen setlist propio, con temas de ese “War within me” que tanto me gustó.

De escenario a escenario, y tiro porque me toca. Sin parar, intentando vivir a tope cada concierto y perdernos lo mínimo posible. Ese fue el espíritu y mi objetivo principal durante el festival, y fue algo tan intenso que con muy pocas personas aparte de con mi amigo Popi podría haber conseguido. Y es que cuando se juntan dos enfermos de los conciertos, cualquier cosa es posible jeje.

Y particularmente, lo de los 91 Suite fue algo… absolutamente sensacional en todos los sentidos. A pesar de que hablamos de una banda nacional, no se prodigan todo lo que me gustaría sobre los escenarios, y su actuación era una de mis necesariamente imprescindibles de todo el festival. También ellos, como Whitesnake, fueron un cebo principal para comprar la entrada de salida, solo que los murcianos sí le echaron cojones de sobra para actuar sobre el enorme escenario del Rock Imperium. Y lo hicieron con tal carga de energía, con una calidad técnica tan pulcra e insuperable… que nos dejaron a todos rotundamente impresionados, desde a quienes les llevamos ya muchos años siguiendo, hasta quienes los descubrían por primera vez. Os digo desde ya que fue uno de los tres mejores conciertos de todo el festival. Ante una enorme pantalla con el logo de la banda, pronto salió a escena la banda al completo, con muchas ganas de gustar y dejar el pabellón bien alto.

El tema escogido para abrir fue Times they change, con un sonido prácticamente perfecto y grueso que elevó a la enésima potencia todo lo que sonó, aumentando esa frescura y dinamismo que contiene todo lo que nace de la discografía de esta gente. Hubo temas de su primer álbum homónimo, del magnífico “Times they change” y de su último EP, “Starting all over”, y este concierto les sirvió como pretexto perfecto para presentar su más reciente obra (que tan solo contaba con unos pocos días en la calle). Seal it with a kiss, aparte de por su deliciosa melodía y esa elegancia que destila, nos enamoró por esa nota sostenida antes del estribillo por parte de Jesús Espín, en toda una ostentosidad de estado vocal, y dando unos coros perfectos Dani Morata, cuyo teclado a su vez es clave en el sonido de 91 Suite. Saludaba al público el vocalista, para extender a todo el mundo su visible felicidad por poder estar de nuevo tocando en directo, y continuaron desgranando esos temas que nos hicieron soñar despiertos, como Starting all over, en la que escuchamos el efecto wahwah en el micro de Paco Cerezo y les quedó espectacular. Cada componente, cada músico tiene una calidad individual de miedo. Los arreglos de teclado en All for love, el virtuosismo y entrega de David Koto a la batería en Give me the night o los solos combinados y alternados de Paco e Iván González en Perfect Rhyme… te transportan directamente al cielo de neón del Hard - AOR, y por cierto, este último… vaya jodido TEMAZO, y qué contundencia ganó en directo.

Jesús sudó hasta la última gota sobre el escenario, lo recorrió entero y siempre tuvo detalles para sus fans y, como digo, esgrimió un talento vocal de quitarse el sombrero. Imposible emplearse más a fondo. Sabía que era un vocalista fuera de serie, pero no imaginaba tal perfección en directo. Un poco más al fondo del escenario, Antonio Muñoz se encargaba de esas fascinantes líneas de bajo, siempre con la elegancia suprema que le caracteriza. Tocando ya el final, y tras agradecer (en español y en inglés, como debe ser en un festival internacional) a todo el mundo con una gran sonrisa en su rostro, sacaron definitivamente la artillería pesada, comenzando por el que es mi tema favorito de la banda, Wings of fire. Pasión a raudales en esa melodía y toda la banda funcionando como una maquinaria absolutamente pulida y perfecta, sin el más mínimo desliz. No hace falta decir que en nuestro país ninguna banda del estilo puede toserles. Y a pesar de que aquí el AOR no es precisamente música de multitudes, ellos siempre han estado ahí, desde hace 25 años y apostando por lo suyo, con el respeto añadido que ello conlleva. Para llegar al éxtasis absoluto recurrieron a un tema de su “91 Suite” que no deja de encantarme como Hard rain, que nos invitaron a corear de principio a fin. Aunque la gente no se mostró demasiado enérgica, todos, absolutamente todos aquellos con los que hablé señalaron una actuación prácticamente perfecta en todos los sentidos. Fue tal el asombro en algunos, de hecho, que incluso alguna lagrimilla se escapó por ahí. Y no es para menos. Con ese repertorio, con ese derroche de talento y clase, y acompañados por un sonido impecable… un concierto así es apostar a caballo ganador.

Y hablando de buenos vocalistas… pocos como el ‘ogro noruego’ Jorn Lande en vivo y en directo, que dio un concierto de lo más variado y atractivo, incluyendo en el setlist tanto temas propios como versiones, aunque a decir verdad estas últimas ganaron por goleada, sin saber muy bien por qué, ya que tiene pepinazos de sobra en su discografía para triunfar sin tener que recurrir a los covers. Sea como sea, la verdad es que lo disfrutamos bastante, aunque personalmente, todavía tenía rodando por la cabeza la divina actuación de los 91 Suite, que me llegó hasta el tuétano.

El sonido, por poco, no alcanzó las cotas de solidez ni de claridad de otros conciertos, pero eso no nos impidió gozar de su setlist. Por una parte, los músicos que le acompañan son un auténtico bombazo, desde el mismísimo Alessandro del vecchio (reconocido pluriempleado de la ‘marca’ Frontiers jeje), el batería de Voodoo Circle Francesco Jovino, hasta el ex-Arcturus Tore Moren. Pero a mí personalmente, quien más consiguió impresionarme fue el joven Adrian SB, una verdadera bestia de las seis cuerdas el cual, cada vez que llegaba su momento, se lucía en plan salvaje como si del mismísimo Zakk Wylde se tratase. Excelente equipo, faltaba ver cómo funcionaba la máquina. Over the horizon radar, que también es el título de su último disco, y Life on death road fueron como una muestra de que todo iba a ir a las mil maravillas. Covers bien seleccionadas y algunas no demasiado habituales como Too scared to run de los Uriah Heep se intercalaron con creaciones propias ya tan reconocidas como Walking on water, a la que el teclado atmosférico de Del vecchio dio el toque definitivo. No podía pasar el mismo Jorn sin presentar a su flamante banda y continuar con otra mítica como The mob rules, de los Black Sabbath, y el subidón de la peña se notó de aquí a la China. La contundencia de la batería y ese soul inmenso que emana de la voz de Lande fueron las principales armas para defenderla en directo.

Por cierto… no sé a qué se debe y yo no lo pude ver de cerca, pero me llegó una información de una colega sobre que el mismo Jorn estaba leyendo casi todas las letras desde una libreta donde estaban anotadas. Extraño, ¿no? Lo que no se puede negar es que, en cuanto a voz, sigue yendo tan sobrado como siempre con esas poderosas cuerdas vocales a pleno rendimiento. A veces da la impresión de que no pasen los años por ellas, y solo por verle cantar, sea lo que sea (con Avantasia dio un concierto estratosférico) ya merece toda nuestra atención. El calor, y concretamente en estas horas era sencillamente insufrible, y a última hora incluso padecí para poder terminar el concierto, sintiendo cómo se me recalentaba el cerebro minuto a minuto. Por suerte, pisaron fuerte el acelerador con Lonely are the brave y esa magnífica y guitarrera versión del Are you ready? de los Thin Lizzy, otra gran influencia de Jorn (y de quién no…), y finalmente volví a coger la cadencia del concierto y conseguí olvidarme por un rato más del brutal calor. Y ya puestos, una ración de Rainbow in the dark (Dio) para terminar, con la que nos fuimos más alegres que unas pascuas, muy bien ejecutada y con unos teclados muy en primera línea como mandan sus cánones.

A todo esto, eran casi las 19:30 de la tarde y todavía no había comido. Y es que cuando estoy en un festival, tengo más hambre de conciertos que de un bocata, jejeje. No obstante, fuimos a la zona de sombra a sentarnos en cualquier esmirriado hueco que encontramos, y a papear algo y refrescarnos. Lo siento por Doro, porque sé que en alguna ocasión ya he empleado su tiempo de actuación para hacer un parón en la batalla, pero al final la realidad es que viniendo como viene a España, tres o cuatro veces cada año, suele ser la mejor opción. Así que poco puedo contaros de su concierto, más que ofreceros el setlist: I rule the ruins / Earthshaker Rock / Burning witches / Raise your fist / Blood, sweat and Rock’n’Roll / Fur Immer / Hellraiser / All we are / All for Metal. No es ni de lejos el mejor ni el más original que le he escuchado, desde luego, aunque por contra metió bastantes temas de cosecha propia, quitando algunos muy típicos de Warlock como East meets west o mi querida True as steel. Por lo que escuchamos, el sonido fue bastante potente y limpio.

Había descansado un rato, y además en la mejor compañía de mis colegas Popi, Doria y Porti. El tema es que no estaba excesivamente cansado, pero el calor era tan aplastante que te iba minando las fuerzas a cada paso que dabas. Sea como fuere, era hora de continuar. Desde la desoladora caída de Whitesnake, y según palabras del propio festival, Europe se habían convertido en los cabezas de cartel. En principio, tampoco me hacían una ilusión desmesurada, pero al final dieron un show tan cojonudo que resultó ser una buena terapia de choque. Porque a día de hoy cuando uno se planta frente a los suecos, espera que toquen un pequeño porcentaje de temas ochenteros frente al resto de su segunda etapa. En esta ocasión, los temas fueron si acaso a la par, incluso diría que predominaron los clásicos. Desconozco si esto fue, de alguna forma, para compensar el descalabro de Coverdale y compañía, o porque mantienen esos temas en toda su actual gira, pero en cualquier caso, disfrutamos de ellos a lo grande.

A pesar de la enorme distancia que nos separaba del escenario, Walk the earth nos atrapó rápido, con eso ritmos más machacones, y un sonido súper contundente que fue una maravilla. Se les había brindado la ocasión de duplicar la duración de su concierto, y a la vista estaba que no lo iban a desaprovechar, saltando tempranísima esa Rock the night que puso a todo el mundo a saltar, con un Joey Tempest que le puso muchísimas ganas al asunto, siempre zarandeando su palo de micro blanco, dándole vueltas, llevándoselo consigo… fue un frontman con muchas dotes escénicas, y si bien el tiempo le ha arrebatado mucho rango vocal, temas como la colosal Scream of anger (que siempre disfruto a lo bestia en directo) o la edulcorada Carrie siguen sonando prácticamente con el mismo espíritu original. Se hace de notar también esa formación prácticamente original, con John Norum siendo la mano derecha de Tempest y tocando como Dios, con esa personalidad y técnica tan suyas. Caían ahora un par de temas algo más modernos como Firebox, mucho menos melódica, y Last look at eden, una canción que me enamoró de salida por esa cadencia y estribillo. Su potencia en directo resaltó gracias a las compactas bases formadas por la batería de Ian Haugland y el teclado del gran Mic Michaeli, aunque este último no se prodigó (o al menos, se escuchó) tanto como nos hubiese gustado. Pero para mí el primer gran bombazo llegó con Sign of the Times… y es que ya solamente esos pianos iniciales me catapultan a las estrellas. Contrastando con otros conciertos que les he visto, Tempest rayó a un nivel muy, muy superior, aguantó el tirón de los tonos altos y afinó de categoría. Más o menos, la tendencia era ir alternando temas de ambas épocas, y la combinación estaba gustando mucho.

Si Hole in my pocket fue bastante bien acogida, Let the good times rock levantó numerosas manos de público que la cantaba a grito pelao. Por su parte la banda… bueno, sobre todo Joey, se mostró muy amable y comunicativo, bromeando y mostrándonos su mejor sonrisa. Y aunque no es un mozalbete ya, tuvo energía como para parar un tren. Todavía quedaba alguna que otra sorpresa escondida en el setlist, ¡aunque vaya por delante que me desilusionó que no tocaran Days of Rock’n’Roll o Seven doors hotel! Personalmente habría metido cualquiera de las dos en lugar de War of kings, aunque tampoco estuvo nada mal. Con el tiempo he aprendido a degustar también estos temas más oscurillos y noventeros. Heart of Stone fue una pequeña sorpresa inesperada de entre las que quedaban, pocas veces la he visto en directo, y fue mi favorita del “The final countdown” durante mucho tiempo, disco que por cierto, había tenido muy poca presencia hasta ahora en el setlist, inesperadamente. Pero todos sabíamos que eso cambiaría conforme se acercase el final. Las dos siguientes fueron una alegría inmensa. No recuerdo si he llegado a ver alguna vez en vivo Open your heart, pero desde luego, es una de mis baladas favoritas del grupo. Para tan señalada ocasión, Tempest se colgó la guitarra acústica, y las armonías vocales me parecieron geniales. Y volviendo al “Wings of tomorrow”, Wasted time supuso otra gran rareza en su repertorio… ¡casi no me acordaba de ella! Bases más heavys y cabalgantes que de costumbre, moló muchísimo escucharles en esos registros más metaleros después de tanto tiempo. Ahora Joey se colgaba la eléctrica para seguir dando caña con Ready or not. Aquí su voz (también bien apoyada por coros) se vio bastante al límite, casi a punto de quebrarse por momentos, pero ahí es donde se nota la técnica y la experiencia se hacen de notar para acabar bordando un tema que, por otra parte, nos hizo desmelenarnos a tope.

Triplete final, y la verdad es que las casi dos horas de concierto se me habían pasado en un pestañeo. Como supondréis, la tormenta de clásicos estaba a punto de caer, comenzando por Superstitious, con John Levén e Ian Haugland dándolo todo a las bases (y es que no sé por qué, siempre le vi un toquecillo funk a este tema), arrancando bailes y jolgorio entre el público hasta el mismo final del tema, en el que introdujeron, no sé si por lástima por nosotros, o porque les apeteció, un fragmento del Here I go again, que aunque muy bien traído, solo consiguió hacerme saltar las lágrimas por la inmensa rabia y frustración de no poder ver a los auténticos Whitesnake en ese mismo escenario… Por suerte, seguí sumergido a tope en el concierto, y Cherokee todavía me hizo crecerme más, un valor ganador en directo, con esas teclas de Mic sonando altas y claras. Por último, como no podía ser de otra forma, The final countdown puso punto y final a la actuación, y lo puso a lo grande. Pocas veces en mi vida he visto tal estallido de gritos y manos levantadas al sonar la primera nota de Mic al teclado, esa legendaria melodía que ha trascendido ya todos los límites habidos y por haber… y por supuesto, miles de imbéciles ‘disfrutando’ tan sagrado momento a través de la pantalla de sus putos móviles (y lo que es peor, tapándome la visión). A pesar de tener claro que no deberían haber sido los Europe a quienes tenía que estar viendo en aquel momento, intenté olvidar ese hecho todo lo posible, y reconozco que disfruté muchísimo de una actuación que, posiblemente, sea la mejor que les he visto desde aquella primera en el ya lejano 2004.

En estos momentos, la masificación de gente que sufrimos desde primerísima hora había llegado a unos límites completamente desbocados. Estuvieses en el punto del recinto que estuvieses, la sensación de sentirte atrapado y no poder dar dos pasos seguidos sin encontrarte con un nuevo ‘tapón’ de gente llegaba a ser bastante desagradable y agobiante. Nunca pude entender, por muchos Scorpions o Whitesnake que estuviesen en el cartel, cómo demonios se pudo haber metido a tantísima gente en un recinto tan relativamente reducido para un evento de estas características. Entre que no estaba en mi mejor momento (una migraña empezaba a amenazarme…), continuaba algo bajo de ánimos por lo de Whitesnake, y era prácticamente imposible avanzar más allá de la mitad del recinto hacia el escenario (y por supuesto, estando como sardinas en lata en el mejor de los casos)… creo nunca afronté un concierto de Scorpions con tan poca ilusión, y es que cada vez me cuesta más disfrutar viendo a los músicos como hormigas, y muchísimo menos a través de las pantallas.

Porti, Paula y yo nos adentramos todo lo que pudimos, a base de codazos, empujones y pisotones involuntarios, pero no llegamos más allá de la mitad del recinto. Nos quedamos allí, empotrados entre la marabunta humana, esperando a que comenzara el espectáculo de la banda alemana de Rock más grande de la historia, que por otra parte, suele ser también un valor seguro. Casi sesenta años, se dice pronto, lleva esta gente en la carretera. Realmente increíble. Y ojo, con un directo de lo más solvente, nunca les he visto fallar desde la primera vez que les tuve delante, en 2003. Este se presentaba ya como el último gran acontecimiento del festival, por lo que a pesar de la situación, había que intentar vivirlo al 100%.

Curiosa elección para dar arranque con Gas in the tank, aunque por otra parte, estaba claro que iban a presentar varios temas de su reciente y flamante nuevo disco “Rock believer”. Poco a poco fueron cayendo cortes clásicos, queridos, y bastante habituales en su directo, con un sonido muy apurado que, sin tener un volumen bestial, llegaba con mucha fidelidad y calidad. Make it real, The zoo (siempre me ha encantado escucharla en vivo) o la instrumental Coast to coast, momento de lucimiento en solitario del gran Rudolph Schenker, fueron animando escalonadamente al personal en un show que ya se percibía de altos vuelos, con una producción por todo lo alto y una gigantesca pantalla que nos iba transmitiendo imágenes según los temas. Seventh sun fue la segunda en caer de “Rock Believer”. No me parece el mejor disco que hayan sacado en 20 años (como me comentó alguien), pero sí tiene temas con bastante gancho que funcionaron bastante bien en directo, siempre con ese puntillo comercial ‘made in Scorpions’, tal como fue también Peacemaker, con un lujoso vídeo acompañándola y haciendo las delicias de todos nosotros. Un concierto, por el momento, no demasiado sorprendente pero eso sí, muy espectacular. Con Bad boys running wild dieron el primer petardazo de la noche, y la gente se rindió a sus pies. Klaus Meine, a sus 74 años, se muestra en una forma vocal mucho más que digna, sin los desatados agudos que daba en su juventud, pero afinando perfectamente, algo que siempre ha cuidado mucho, y que le convierte en uno de los mejores cantantes en activo con más de 50 años a sus espaldas encima de un escenario. Y ese mérito hay que contárselo. Se mueve poco, pero nunca pierde esa actitud tan rockera. Ahora abandonaba el escenario, y si Rudolph tiene su Coast to coast, ahora le tocaba a Matthias Jabs, junto al resto de músicos, interpretar Delicate dance, una pieza instrumental bastante movidita, con imágenes distorsionadas de su persona en pantalla, bastante psicodélicas.

El momento más bonito a nivel musical, en mi opinión, llegó a continuación con Send me an angel, y es que ese tema me parece puro feeling, tanto en las guitarras como en la suave voz de Klaus. Siempre es emocionante verla en directo. Lejos de volver a pisar el pedal, otro tema cargado de emotividad salió de sus instrumentos, y no fue otra que la archiconocida Winds of change cuya letra, además, adaptaron ligeramente para lanzar un canto en contra de la guerra de Ucrania. Ahora sí, subía el ritmo poco a poco con la bailable Tease me, please me, en la que Klaus mostró energías renovadas y por fin Mikkey Dee se pudo desfogar a gusto (impresionante a todos los niveles, menuda bestia). Rock believer ha sido posiblemente uno de los singles mejor recibidos en los últimos tiempos, así que de ninguna forma podía faltar. Fue también de las más cantadas del último disco. Hablando de Mikkey Dee, tras un pequeño fragmento instrumental junto a sus compañeros, nos obsequió con ese siempre bienvenido solo de batería, un derroche de energía y actitud a raudales, esos típicos movimientos de melena, esa pegada salvaje e inigualable… y además, estuvo montado de forma original, ya que por la pantalla salía, al mismo tiempo que maltrataba su batería, una ruleta de jackpot… que finalmente dio premio jejeje. Muy divertido, pero sobre todo, un enorme placer ver al puto Mikkey Dee en acción.

Ahora sí que sí, a fondo con Blackout, Klaus bordándola a lo grande, alcanzando buenos tonos, levantando su palo de micro, y las 15.000 personas que habría allí congregadas (como mínimo…) gritando el estribillo y retorciéndonos de placer, casi tanto como Rudolph y esos alaridos que se marcó al final del tema. Además, a continuación, la que siempre fue una de mis favoritas, Big city nights, sabor ochentero en su melodía y uno de esos estribillos que han pasado a los anales de la historia del Rock en cualquiera de sus vertientes. La cosa apuntaba ya a recta final (también por el horario), y tarde o temprano caerían aquellas que definitivamente les convirtieron en colosos del Rock a lo largo de su historia. No es habitual que el tema más solicitado y aclamado de una banda sea una balada lenta, pero… ¿quién es el guapo que se resiste a Still loving you? Imposible no cantarla y sentirla a tope, y más contando con que cualquier actuación en la que les veamos puede ser la última. Se despedía Klaus de sus fans, siempre con tanta elegancia, siempre con tan amables palabras, pero de fondo ya se escuchaban rugir como demonios las guitarras de Matthias y Rudolph para ponernos de vuelta y media con Rock you like a hurricane, que a todos nos hubiese encantado que durase 10 minutos más. Pero el tiempo mandaba, y diría que, sin hacer un show demasiado especial o exclusivo, Scorpions volvieron a demostrar por qué están donde están, en una posición que, para bien o para mal, nunca nadie les va a arrebatar.

Bueno, damas y caballeros. Después de dos años sin poder acudir a un gran festival de masas en las condiciones deseadas (sin contar el MORC 2022), esto iba terminando, y la verdad es que, a pesar de todas las penurias que nos tocó sufrir, daba mucha lástima, porque lo habíamos pasado de auténtico lujo. Aun quedaban, sin embargo, dos actuaciones que no quería perderme, y la siguiente era la que darían Eric Martin (Mr. Big) junto a Oliver Hartmann (Hartmann, ex–At Vance, ex–Iron Mask, etc.), ambos compañeros en Avantasia, y currantes natos en cualquier banda o proyecto que hayan pisado, pero por encima de todo, como volvieron a demostrar aquella noche, amantes incondicionales de la música. Lo suyo fue una actuación acústica, con un par de guitarras, sus inconmensurables voces y un buen setlist mayormente basado en la discografía de Mr. Big (para regocijo de a quienes nos vuelven locos). Luces envolventes, mucho colegueo y comunicación muy distendida con el público mientras caían temas de esos que te hacen cerrar los ojos, inmejorablemente interpretadas como Alive and kickin’ (con la que llegué), el cover del Wild world de Cat Stevens, o el medio tiempo Just take my heart. Aunque Hartmann, y siempre lo he dicho, tiene una voz absolutamente deliciosa y versátil, las partes vocales correspondieron a Martin, que sigue teniendo mucho magnetismo y un tono, por muchos años que pasen, inimitable. Con mucho más soul incluso, Take cover o la preciosa To be with you (no podía ni debía faltar) nos pusieron a todos a cantar y bailar, pero en esta ocasión con mucho más espacio para disfrutar y movernos, ya que tras el brutal agobio que habíamos soportado durante Scorpions, esto era como un paraíso. Para el final, algunas que no esperaba, y por ello me gustaron todavía más, como Superfantastic (del “Get it over”) o Shine, pasando por un tema de cosecha ‘Hartmanniana’ (en cuya grabación, por cierto, también colaboró Eric Martin) llamada Simple man, muy relajante y melódica y con una perfecta armonía entre ambos músicos. Pero desde hacía un rato, y dejando a un lado que en aquel momento, literalmente, no podía hablar por la total afonía, mi maldita migraña también empezó a hacer de las suyas otra vez… y tuve que empezar a valorar la retirada, aunque todavía quedasen en el tintero los Pain of salvation, que me apetecía mucho ver.

Al final, entre unas cosas y otras, mi colega Popi y yo nos quedamos despidiéndonos de la gente de nuestro alrededor con la que habíamos pasado tan buenos momentos. No me atrevo a mencionar a todos aquellos con los que me encontré durante el festival, porque estoy convencido de que me voy a dejar muchos nombres olvidados y no sería justo, pero creo que ha sido uno de los que más caras conocidas me he encontrado, consecuencia sin duda de las terribles ganas que todos teníamos de festival. Diferentes opiniones generales en las cosas positivas y negativas que han acontecido en este Rock Imperium, gente que está deseando que llegue ya la edición 2023 (en la que por cierto, ya están confirmados los Deep Purple como uno de los cabezas de cartel) y otros que aseguran que no volverán más. Excelente sonido (en el 99% de los conciertos), recinto con buen entorno pero excesivamente pequeño y con mala distribución, posibilidad de entrar comida limitada pero precios totalmente abusivos, muy buen cartel y dando cancha a bandas relativamente jóvenes y / o underground y, a modo personal, diría que encontrarme con tantos y tantos colegas fue uno de los puntos álgidos del festival. Lo de Whitesnake… lo dejaremos aparte. Ahora es el momento de que cada uno saque sus propias conclusiones. Pero antes que nada, para hacerlo, hubo que estar allí, y una cosa está clara: nosotros exprimimos cada minuto del festival como si no hubiera un mañana. Y sin embargo, lo hay, porque al tiempo que doy esta crónica por finalizada, el Barcelona Rock Fest está a menos de 24 horas de distancia.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


Rock Imperium (sábado 25-06-22, Parque El Batel, Cartagena)

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