martes, 28 de junio de 2022

¡Vuelta a los festivales! (Rock Imperium 2022, viernes 24-06-22, Parque El Batel, Cartagena)

De la nada, después de dos agónicos años en los que los festivales eran ya prácticamente cosa del pasado, casi un añorado recuerdo, han surgido de golpe y porrazo, en este 2022, una cantidad de festivales de Rock y Metal casi abrumadora, desde aquellos que ya llevaban numerosas ediciones pre-pandémicas hasta otros completamente nuevos, intentando cubrir ese vacío que estos pasados veranos nos han dejado sin ilusión ni esperanzas en cuanto a música en directo. Bcn Rock Fest, Resurrection, Z Live!, Rock Arena, Leyendas del Rock, Gineta Rock, Ripollet Rock, el Move your fucking brain, Azkena Rock… y la lista sigue y sigue, y solo hablando, por supuesto, de nuestro país. Una explosión atómica de festivales que estábamos esperando como perros hambrientos, que llegan para darnos raciones de música con carácter retroactivo si es necesario, pero, seamos sinceros y claros, también a aprovechar las desesperadas ansias de muchos de nosotros para lucrarse a base de bien sin a veces mostrar ningún tipo de piedad con el consumidor. Y es que ir de festival ya no es como en los viejos tiempos. Ahora uno necesita que su cartera esté a punto de estallar si quiere vivir uno de ellos a tutiplén, o bastante llena incluso para no morir en el intento. Sea como sea, este año de la mano de Madness Live! en estrecha colaboración con Rock Beasts, nacía Rock Imperium 2022, un evento completamente nuevo que traía bastante buenas vibraciones de primeras, y con un cartel, ciertamente, de lo mejorcito que se ha visto por aquí en los últimos años, con bandas grandes y otras muy sorprendentes y no demasiado habituales, pero coronado por un triplete Hardrockero formado por Europe, Scorpions y sobre todo, por Whitesnake, que fueron los que me hicieron decidirme a comprar el abono desde su misma salida a la venta.

Antes que nada, y será el primero de muchos, quería mandar un sincero agradecimiento a mi gran amigo y hermano del Metal Popi, que fue un inmejorable compañero de batalla durante todo el festival (y fuera de él). Lo cierto es que acudíamos a la ciudad de Cartagena con ciertas reticencias, al ser un festival recién nacido, aunque con nombres muy experimentados detrás. ¿Habría caídas? ¿Qué tal estaría el sonido? ¿Sería el recinto lo suficientemente grande para tan flamantes nombres? ¿Sería el típico festival sacapasta?... muchísimas incógnitas por otra parte lógicas cuando acudes a algo nuevo de tal magnitud. Decir que, a groso modo, hubo muchas luces y muchas sombras, aunque ganaron las primeras, es un festival que tiene muchas, muchas cosas que mejorar, y que iré describiendo a lo largo de la crónica.

Llegamos a la ciudad con un calor abrasador que iba a ser la nota dominante durante los dos días, fuimos a dejar los trastos en la casa donde nos alojaríamos y sin más dilación, nos dirigimos ya al recinto con muchísimas ganas de empezar a disfrutar a lo grande de algo (para mí, al menos) vital que nos había sido privado durante dos largos años, así que ya podéis haceros una idea de con qué ilusión afrontaba este festival. Y ya mismo, dejo de daros la chapa y me meto de llenos en las crónicas. El personal, de primeras, no demostró demasiada eficiencia, pero finalmente conseguimos llegar al escenario pequeño, a 10 minutos del recinto principal, para presenciar la primera actuación bajo el impío sol cartagenero, la de los locales Turborider.

Y joder, vaya forma de comenzar a dar caña, a pesar del duro clima, a pesar de tocar en el escenario pequeño, y a pesar del pequeño desfase que hubo con los horarios, salieron a escena encendidos, con una ilusión y sobre todo un hambre atroz, que saciaron comiéndose el escenario a lo bestia. Una banda que sigo desde prácticamente los inicios de su carrera, pero que hasta el momento por desgracia no había podido ver en directo. Y las sensaciones no pudieron ser mejores. Si en disco me molan, en directo sencillamente lo parten. No busquéis etiquetas raras ni mierdas. Esto es puto Heavy Metal, sin más, directo al tuétano, con una actitud rebosante de fuerza y carisma, guantes de cuero y tachuelas, nada más, y nada menos. Con la introducción de su primer y único hasta el momento larga duración, empezaba el jaleo, sonando inmediatamente ya con electricidad a chorros Making Metal, mostrándose a pleno rendimiento la banda desde el principio, camelándose a la gente, levantando el puño y despatarrándose, a la que siguió Betrayer, cuyo pedazo de solo por parte del siempre entregado y vacilón Chus nos hizo terminar el tema a gritos, dando ánimo y calor a la banda.

Steel machine, uno de los temas que regrabaron desde su demo (“Machine man”) para su flamante primer disco (“Making Metal”), también arrasó con un público al que cada vez se le veía más subido de humos, y no es de extrañar, porque las continuas carreras y ademanes de Víctor Savage, los cabeceos de Miguel, las virguerías de Kifi a la batera y la inmensa actitud de Chus, no hacían más que caldear el ambiente. Este último volvió a salirse en Sky is burning, destacando también ese juego de platos de Kifi, y los extremos alaridos de Víctor. Sin dejar de comunicarse con el público, pero al mismo tiempo sin perder innecesariamente el tiempo, el vocalista fue el centro de las miradas durante muchos temas, como Crom’s mountain, y es que hay que reconocer que su aguante y resistencia con unos tonos tan elevados es de admirar… sobre todo cuando no es capaz de parar quieto un solo segundo. Incluso nos ofrecieron un tema exclusivo para aquel show, llamado Under the thunderdome, que presumo formará parte en algún momento de un nuevo trabajo (corregidme si me equivoco). De nuevo con la batería de Kifi a toda hostia y Chus saliéndose de madre con ese solo (¡qué tío más bestia!), terminaron la fiesta con Wheels of fire, que tal vez se antojó demasiado corta por tema horario, pero que fue en sí misma un derroche de actitud por todo lo alto. ‘Esto es lo que hacemos, y es lo que siempre haremos’, escriben en su página de Facebook. Y los que me conocéis, sabéis que me flipa esa actitud.

Un aspecto a mejorar del festival reside en la situación del escenario Heretic, que se encontraba fuera del recinto principal a un buen rato caminando, lo cual implicaba contar con 20 minutos entre ida y vuelta. Esto nos hizo a muchos replantearnos el festival. Ahora, teníamos que salir pitando y a paso ligerito si queríamos llegar a la actuación de Rhapsody of Fire.

Segunda ocasión que me enfrento a la escisión de la banda italiana liderada por el teclista Alex Staropoli, único miembro que se negó a volver a formar parte de la formación original tras su reunión definitiva. Sea como sea, de lo que estábamos seguros es de que íbamos a presenciar un concierto de alto nivel musical. El primer agudo, desgarrador, con I’ll be your hero ya fue una buena muestra de ello, y es que su vocalista Giacomo Voli, no es para tomárselo a broma. Un tema que se aleja de la clásica forma de componer de Rhapsody, pero que a mí me llegó de forma muy refrescante con esa genial melodía. De su último trabajo, “Glory for salvation”, cayeron unas cuantas, como Chains of destiny, ya con un doble bombo mucho más marcado y potente. Pero antes de continuar, permitidme recomendaros el citado disco. Hacía tiempo que no escuchaba atentamente un trabajo de la banda, pero este en particular me ha absorbido muchísimo. Giacomo preguntaba quién había escuchado su “The eight mountain” antes de emprenderla con la hímnica The legend goes on, cuyo doble bombo a cargo de Manu Lotter sonó como una auténtica apisonadora, y la parte del bajo de Alessandro Sala fue de lo mejorcito del corte. Evidentemente, el sr. Staropoli no iba a rodearse de músicos mediocres para continuar su legado de la banda, y no hacía falta más que fijarse en cualquiera de los músicos (sin importar cuál) para darse cuenta de que la técnica y habilidades eran de etiqueta negra.

Como no podía ser de otra forma, Dawn of victory levantó un auténtico mar de voces entre el gentío, que cantábamos el tema ‘de pe a pa’ dejándonos la garganta, para continuar con Rain of fury, flipando ahora con las seis cuerdas de Roby De Micheli. Momento para Giacomo de presentar a sus compañeros, y lo hizo con esa perenne sonrisa y esa naturalidad escénica que le caracteriza. El mismísimo Staropoli bordó sus partes de teclado ambiental para dar cera a Son of vengeance, y Giacomo de nuevo nos dejó anonadados con esa perfecta modulación y agudos tan pulcros e impresionantes. Por cierto, se respiraba muy buen ambiente en el seno de la banda. Había un tema que todos esperábamos ya apretando los puños, y no pudieron despedirse sin ese clásico eterno e inmortal del Power Metal sinfónico como es Emerald Sword que incluso añadió ese extra de buen rollo y alegría entre el público, donde todo eran puños alzados y rostros enloquecidos ante tamaño temazo. Músicos de reverencia contando con un sonido que fue un verdadero cañonazo, especialmente a la batería. Muy complicado fallar así. Muchos echarían de menos más clásicos, pero entiendo perfectamente que la banda prefiera centrarse más en temas de la era post-Turilli/Lione. Al fin, y al cabo, están que te cagas, y creo que igualmente todo el mundo les disfrutó al máximo.

A pesar de que el festival, salvo en contadas ocasiones, sobre todo en lo referente a bandas con más recorrido, no innovó demasiado en su cartel, la distribución de los distintos estilos fue, a mi entender, bastante buena. Cambio de tercio radical, desde registros más bombásticos y melódicos a terrenos sucios, pantanosos y psicópatas de la mano del Thrash Metal de los legendarios Sodom. Desde luego no era mi primera vez con ellos, pero sí reconozco que hacía la tira que, por unas cosas u otras, no les veía en directo. Esta vez me resarcí a lo grande. Despiadados y agresivos, empezaron sin compasión a dar cera con Sodom and Gomorrah, y aprovecho para hacer el inciso: ojito con el “Genesis XIX”, su último trabajo, porque fue de lo mejorcito en cuanto a Thrash que salió en el 2020. Reconozco que no es de las bandas que más fácil me resulta escuchar en disco, pero en cuanto al directo, aquí hay tomate para repartir. Tras la desmadrada Sodomized, en la que el sr. Angelripper nos miraba cada vez con más malicia, llegó uno de los puntos álgidos del show (al menos para mí) con Agent orange, en la que nos dejamos el lomo a base de headbanging. Presentaba el vocalista a su gente, con algo de cachondeo incluido, antes de meterse en otro berenjenal con Conflagration (Conflag ‘fucking’ ration, que dijo), adornada por un solo de puta madre de Frank Gosdzik, y sustentada en la furiosa batería de Toni Merkel, que fue la última incorporación en la banda.

Recordemos que actualmente, Tom Angelripper es el único miembro original en Sodom, tras la repentina desbandada de hace unos años. De todas formas, hay que afirmar que la banda funciona estupendamente en directo, y lo demostraron continuamente, a plena ‘zapatilla’ con la más que conocida Sodomy and lust, o con algún cover de lo más curioso, comenzando por Iron fist (que curiosamente también tocaron Exciter hace solo un par de semanas), en la que Tom imitó hasta el ángulo en el que Lemmy colocaba su micrófono. Outbreak of evil nos traía de vuelta esa esencia cerda y maldita de “In the sign of evil”, uno de los discos pioneros del Black / Thrash más sucio y hereje, y si pensábamos que continuarían por ahí, nada más lejos de la realidad, porque viraron hacia otra sorprendente cover, nada menos que Surfin’ bird de The trashmen, que aunque alguno pudiera tomársela a broma, lio unos mosh y unos circle pits que flipas (la gente es maravillosa xD), y empalmaron directamente con Glock’n’Roll a todo trapo, sin dejar respirar a nadie, junto a otras como The saw is the law o Nuclear winter, acercándose ya a la recta final. Decir que, si bien el concierto no contó con un sonido tan elevado como los que habíamos escuchado hasta ahora, sí fue muy bien ecualizado para que esa ‘costra’ de las guitarras de ‘Blackfire’ y Segatz, o el bajo de Tom sonaran en toda su salsa. De su segundo trabajo, “Persecution mania”, llegó esa burrísima Bombenhagel, que con solo escuchar su demente batería, volvió a provocar unos cuantos moshpits bajo los arrasadores 32 grados que caían del cielo cartagenero. ¡¡Agüita!!

Pequeño descanso para cosas imprescindibles, como pasar por los baños (que, creedme, a estas alturas ya estaban guarrísimos) o buscar algo de sombra para reponer líquidos. Eso sí, sin entretenernos demasiado, porque nos teníamos que volver a hacer los 10 minutos de pateo hacia el escenario Heretic. Afortunadamente, en esta ocasión sería para ver dos actuaciones seguidas, además, dos de las que más ilusión me hacían de toda la jornada.

Una de ellas fue The vintage caravan, una banda medianamente joven que, sinceramente, no había escuchado más allá de los últimos meses antes del festival… pero ojo cómo se me clavaron entre pecho y espalda. Indagué, escuché todos sus álbumes y me frotaba las manos, mientras sonaban esos ritmos entre el psicodélico, el stoner y el progresivo, pensando en cómo iba a ser su actuación. Pero ni en la mejor de mis expectativas habría esperado algo tan bestia como el conciertazo que nos dieron. Alegría, interpretación impoluta, energía, temas de la hostia y actitud en una mezcla perfecta. Whispers nos conquistó a todos con unos solos acordes. Y no solamente por ese maravilloso estribillo, ni por la perfección con que fue ejecutada, sino también por el comportamiento de aquel power trío sobre el escenario. ‘Let’s get crazy!!’ nos gritaba el vocalista antes de darnos otras dosis de su medicina con Reflections o Crystallized, durante las cuales, Óskar Logi nos brindó un espectáculo a base de correr por todo el escenario, saltar, dar vueltas con su guitarra, y sobre todo, cantando fenomenal. Torrente de energía que no solamente se reducía al cantante, porque su bajista Alexander Örn también se comía las tablas de mala manera.

Vinieron a probar que en Islandia también saben hacer buen Rock, y nos dejaron más que convencidos, siguiendo la retahíla de temas, a cada cual más adictivo y cargado de pasión, Dark times (de su último álbum “Monuments”), On the run (con unas partes de bajo fantásticas) o Reset (con su batería Stefán Ari especialmente agresivo en su forma de tocar) nos volvieron a poner en el sitio. Tanto conocedores del grupo como noveles, todos estábamos alucinando, literalmente, con su directo, sin duda uno de los mejores de aquel viernes. Babylon fue el único tema que escuchamos de su “Arrival”, y Can’t get you off my mind volvió a presentarnos uno de esos estribillos que se quedan dando vueltas en la cabeza, mientras todo el mundo saltaba y aclamaba a la banda, que se ganó nuestro respeto por méritos propios. El recibimiento no pudo ser más acalorado, y además, el sonido del que disfrutaron difícilmente pudo ser mejor. Con Alexander tremendamente inquieto y Stefán haciendo una demostración de su talento con las baquetas, Expand your mind fue el colofón final, durante el cual a Óskar le saltó una cuerda por los aires, cosa que poco le importó para seguir tocando, y el mismo Alexander acabaría en el foso confraternizando con los asistentes. Entre gritos y aplausos, la banda se despidió con reverencias, habiéndose entregado al 100% y con todos sus miembros mostrando una amplia sonrisa de satisfacción.

Sin salirnos del escenario pequeño más que para pillar algo de priva, nos quedamos entre las primeras filas esperando a que comenzara la actuación de los Night Demon, con un sol de pura justicia que empezaba a abrasar la piel. En este caso, sí es una banda que llevo mucho tiempo escuchando, y su setlist me pareció más que acertado. Temas muy directos, cañeros y sin apenas parar entre unos y otros hicieron de su concierto uno de los más intensos del viernes. Heavy Metal que recuerda a la New Wave, pero con mucha personalidad propia, con ese toque melódico tan genial que ya percibimos en Screams in the night, la primera en caer. Y se puede decir algo parecido a lo que comenté con Turborider, la banda salió a matar desde el minuto uno. No les hizo falta precalentar. Un buen número de asistentes disfrutábamos de ese acontecimiento tan especial. Empires fall y Full speed ahead, como indica el título de esta última, fueron dos temas que no dieron tregua. En formato power trío, su bajista y vocalista Jarvis Leatherby fue una de las principales estrellas del concierto. No se limitó, ni mucho menos, a quedarse quieto delante de su micro, y siempre que podía, aprovechaba para ponerse en mitad del escenario, con su bajo a cuestas, a meter headbanging, o acercarse a su compañero Armand, que vivía el concierto con gran intensidad, regalándonos unos solos de lo más espitoso, haciendo honor a los principios de su rollo con Heavy Metal head, y encontrándose en toda su salsa en The howling man, donde se le vio muy suelto sobre el escenario, y muy contento con el público, al que no dejaba de hacer guiños.

Sorpendente esa The sun goes down, cover de Thin Lizzy que forma parte de su último trabajo, que más bien es una recopilación de los singles y covers que han grabado en los últimos años, y que por supuesto fue recibida con los brazos abiertos, al igual que Vysteria, una de mis favoritas de toda su carrera. Incluso se dieron el lujo de interpretar un corte instrumental, Flight of the manticore, en la que pude centrarme en sus respectivos trabajos como instrumentistas, y la verdad… aquí hay nivel del bueno. No es por casualidad que han sido una de las bandas más aclamadas en su rollo en los últimos años. La batería, sonaba muy contundente, algo habitual en cualquier escenario del festival, y eso le valió a Dusty Squires para lucir a gusto toda su gran pegada. Una lástima que, como digo, los escenarios principales estuviesen tan lejos, ya que solo nos dio tiempo a disfrutar de un último tema antes de hacer marcha hacia la inminente salida a escena de Black Label Society, pero por suerte pudimos quedarnos para The chalice, en la que la mismísima parca abordó el escenario, mirándonos de forma amenazante e interactuando con los músicos.

Y es que lo de Black Label Society para mí era uno de esos puntos álgidos de todo el festival en los que no podía permitirme perderme ni un solo segundo de actuación. Por suerte, llegamos a buena hora para situarnos relativamente cerca del escenario, expectantes ante la aparición del inconmensurable en todos los aspectos Zakk Wylde y sus huestes. La brutal y desmesurada muralla de amplificadores de más de dos metros a espaldas de la banda auguraba un sonido / volumen del copón bendito que todavía me daba más ganas de que todo comenzase. Y efectivamente, cuando los ritmos pantanosos y el sonido crudo de la banda se hicieron dueños del escenario, todos flipamos con el aluvión de decibelios que nos cayó encima con Bleed for me, ¡¡aquello sonaba de la hostia!! Lástima que en general y en particular en algunos momentos, la voz de Zakk Wylde no se escuchase con la claridad que uno habría deseado. El primer tramo del bolo fue a saco. El bajo de John DeServio se escuchaba, por el contrario, cortante y agresivo, con esas cuerdas rojas tan llamativas en Demise of sanity, destacando también el acojonante palo de micro de Wylde, con una montaña de calaveras. Escénicamente fue un espectáculo total. La pantalla mostraba portadas de los discos (que no siempre coincidían con los temas que sonaban). Primera cambio casi general de instrumentos para Destroy & conquer, primer tema del “Doom Crew Inc”, su más reciente obra, que me ha gustado bastante. Solazo de guitarra espectacular a cargo de Dario Lorina, que aprovechó el increíble sonido del escenario para regodearse a base de bien.

Y esto era solo una muestra de lo que vendría después, porque a nivel instrumental, la cosa fue apocalíptica. La pared sónica continuaba maltratando nuestros tímpanos, pero entre el público solo veíamos headbanging, pasión y ganas de disfrutar. Cada tema tuvo algo especial que me hizo quedar atónito. El solo de bajo para Heart of darkness fue una bestialidad (joder con John DeServio, casi nada…) y la siempre furiosa y entregada actitud de Wylde en A love unreal no cambió ni un ápice desde aquel lejano 2007 cuando los vi por última vez. Y qué maravilla es que las cosas buenas no cambien nunca. Luciendo un kilt muy nórdico, larga barba y su melena al viento, Wylde se posicionó en el mismo centro del escenario y bien al frente, desde donde en ningún momento se cansó de dar cabeceos o maltratar su guitarra con esa forma tan diabólica de tocar que le caracteriza. Sin embargo, hubo un momento (para muchos, EL MOMENTO) en el show que se sentó tras el teclado para interpretar In this river, aclamadísima, en uno de esos intervalos de tiempo que se quedan anclados para siempre en la memoria, increíblemente emotivo y sentido, con imágenes en pantalla de Vinnie Paul / Dimebag Darrel y Eddie Van Halen, músicos con los que el vocalista ha compartido momentos de amistad. De hecho, las voces del público casi se hicieron las dueñas del momento.

Con la primera mitad superada, a partir de aquí, caña y más caña, y varias sorpresas, como el fragmento de guitarra de Trampled down below que Dario Lorina interpretó con un arco de violín, o más cambios de instrumentos tras Set you free, que nos llevaba de nuevo por la senda del “Doom Crew Inc”. Aquí salió a relucir la artillería pesada, y Fire it up, con los grandes hostiazos a la batería por parte de Jeff Fabb y el efecto wahwah en los micros, llegó para arrasar con todo, para subir muchos grados la temperatura y ponernos a todos a doblegar el lomo, al tiempo que enormes chorros de humo nublaban el escenario y el cielo se llenaba de globos. La banda se vino arriba. La gente estaba como loca. La coordinación entre los músicos fue absolutamente perfecta, pero especialmente entre Zakk y Dario, en ese solo de casi 10 minutos, tocando la guitarra de espaldas, haciendo coreografías… ¡Qué puta pasada! Sin duda, otro de los ‘momentums’ del concierto. Y es que no hay nada como ver a estos dos pedazo de guitarristas destrozarse los dedos tirando de shredding. Como esperábamos, la inconfundible Suicide Messiah del “Mafia” (por siempre, mi disco favorito de Black Label Society) fue uno de los grandes broches, correspondiendo el definitivo a Stillborn, que fue aclamada con un intenso griterío por parte del público. Entre ellas, otro momento instrumental para que los músicos luciesen todo su potencial técnico. A esto lo llamo yo triunfar, pero es que se lo ganaron a pulso. De lo mejor de todo el festival.

Con los oídos pitando a tope, abandonamos el escenario para pasar rapidito por barra y situarnos ante otra de las actuaciones más esperadas de la noche, la de los siempre bienvenidos Avantasia, que ya he perdido la cuenta de las veces que he visto en vivo. El talento compositivo de Tobias Sammet parece no tocar nunca a su fin, ofreciéndonos trabajos que pueden gustar más o menos que los primeros, pero que son en sí mismos toda una experiencia musical. Y en directo, con el portentoso y dilatado elenco de músicos con los que cuenta, sus actuaciones no se pueden calificar de otra forma que de espectáculo grandioso. Tomando una birra, y desde bastante lejos con mi colega Marta, vimos el inicio del bolo con Twisted mind. Y es que ese riff ya es capaz de calentarte de primeras, pero si además, y de forma casi empalmada, le unimos esa frescura y luminosidad Power Metal de Reach out for the light (para mí, una de las mejores de la historia), aquello ya se convierte, con un par de temas, en una auténtica fiesta, saltando al escenario Ralpf Scheepers en su primera intervención en directo con Avantasia (con esta gira, me refiero), y cubriendo las partes vocales más extremas con un aplomo y una resistencia impresionantes. Siempre he dicho que este hombre es fascinante. Se quedó para una de las grandes sorpresas, The wicked rule the night, recentísimo single que estrenaron hace apenas unos meses y que, francamente, no esperaba. Entre Tobias y Jorn Lande, que aparecía ante grandes reverencias, se combinaron la difícil tarea de cantar The Scarecrow y sus 10 minutos de duración. El noruego, aunque se perdió en las últimas partes aceleradas, dio el do de pecho como siempre.

Saltando de un disco a otro, la más melódica Dying for an angel, que contó con la lujosísima colaboración de Eric Martin y los coros de mr. Oliver Hartmann, daba paso a Invoke the machine, con una bestialidad de Felix Bohnke tras la batería que hizo temblar Cartagena entera. Cómo le mete este tío, de locura. El escenario lucía una auténtica superproducción. Pantalla gigante, mucho atrezzo, y una iluminación de fábula contribuyeron a que aquellas dos horas fuesen todavía más mágicas. A pesar del cansancio acumulado del día, algo así hay que verlo con los ojos bien abiertos y con los sentidos al 100%.Muy sorprendentes los arranques thrashers en la voz de Adrienne Cowan para Book of shallows, supliendo que daba gusto las partes del disco del mismísimo Mille Petrozza con una habilidad fuera de duda. Siempre he dicho que, por muchos años que pasen, The story ain’t over nunca debería salir del setlist. Para mí, siempre supone un momento mágico, sin importar dónde y cuándo

suene. Con la combinación de las tres voces de Tobias, Bob Catley, e Ina Morganándole toque femenino, fue toda una invitación a soñar despierto, y atesoré cada minuto de ella. Ahora, Tobias, ante las desternillantes miradas de sus compañeros, posaba en plan cachondeo para recibir fotos antes de comentarnos que una de sus canciones favoritas estaba a punto de sonar, contando por segunda vez en la noche con uno de los invitados imprescindibles y que más ganas tenía de escuchar, y es que la voz de Ronnie Atkins es celestial. Así, Let the storm descend upon you estuvo grandiosa en sus más de 10 minutos de duración, con un sonido excelente en las guitarras de Sascha y Hartmann en las que cada crujido, cada nota, se escuchaba cristalina. Por su parte, Jorn Lande también aportó talento a raudales, en esta última y también en Promised Land, en la que por si no fuese suficiente este temazo tan powermetalero, compartió un dueto con Eric Martin. Lo que fue una lástima es que, en conmemoración de los 20 años de los dos “Metal Opera” no hiciesen algo especial mirando aquellas dos insuperables obras. Eso sí, en el tramo final tuvimos repertorio de estas, sonando bajo los teclados de Miro Rodenberg la ensoñadora Avantasia que puso a las más de 10.000 personas congregadas a saltar, o la dulce Farewell en la que Adrienne Cowan nos mostró sus registros más melódicos, al tiempo que toooodos nosotros acompañábamos con nuestras voces. Y todavía quedaba un buen mosaico de registros musicales por delante. Con Ralph y Bob Catley (curiosa elección, este último), Shelter from the rain fue una de las grandes triunfadoras antes del cierre, otra vez esa faceta Power que es la que más me mola de la banda, la elegancia de Mistery of a blood red rose (con mr. Catley, de nuevo), o Lost in space, que ya me gusta menos. Ina Morg

an se hizo cargo de las voces femeninas, y faltó un poco de volumen al teclado de Miro… claro que yo estuve un poco lejos. La llamada a filas de Tobias a todos sus compañeros fue algo apoteósico. Uno tras otro, Ralpf, Ronnie, Bob, Eric, Jorn… desfilaron ante nuestra iluminada mirada para interpretar Sign of the cross, aluvión de nostalgia para mí, que por suerte se ha convertido en una fija de sus directos, aunque si hay algo que pueda superar esto, incluso, es esa parte final con el estribillo de The seven angels, con todos los músicos cantando al unísono, y millones de papelitos de colores cayendo del cielo. Uno de esos momentos en los que realmente te das cuenta que prácticamente cualquier sufrimiento es compensado por conciertos como este.

Ya no hacía un calor tan exagerado a aquellas horas de madrugada, pero aún así, salí acaloradísimo (y literalmente, del todo afónico) de tanto cantar y saltar con Avantasia. Sin embargo, podría relajarme a gusto con la última actuación de aquel día, una elección muy controvertida y arriesgada, que situaba a los noruegos Leprous como encargados de cerrar el viernes. E imagino que los que se quedaron a verles ya sabían lo que había, porque puede ser una banda muy difícil de asimilar y, de no poder hacerlo, con el cansancio acumulado, es fácil que más de uno se durmiese de pie a los cinco minutos de empezar. Pero ahora os voy a contar mi experiencia personal e intransferible. Leprous fue una banda que, en su día, me costó muchísimo de entrar, tuve que dedicarle tiempo y muchos intentos desde hace más de 10 años, porque les veía un ‘algo’ pero nunca supe percibirlo exactamente (dejando a un lado el hecho de que a mí todo lo que suene a progresivo me flipa pero a lo bestia). Actualmente, devoro cualquier cosa que saquen, pero nunca había podido verles en directo. Y puedo aseguraros que aquella noche, en el Rock Imperium, acabé de enamorarme de ellos definitivamente, de su inmensa sensibilidad y talento a partes exactas. La voz de Einar Solberg, en ese inicio casi silencioso, pausado, de Out of here ya derrochó mil emociones subiendo el tono en el estribillo, que fue el punto exacto en que la maquinaria de Leprous comenzó a rodar al 100%. Y precisamente, hablar de exactitud en esta banda es referirse al leit motiv de la misma. Aquí la gente, obviamente, estuvo muy tranquila, aunque no faltó algún que otro arqueo de espalda cuando la banda se ponía en plan burro, con los tajantes riffs de Robin Ognedal y Tod Oddmund, miembro fundador junto al vocalista. Todo, absolutamente todo en Stuck volvió a ser perfecto, perfiladísimo, apurado hasta límites casi enfermizos, incluyendo esos teclados y su momento de protagonismo. La precisión instrumental que demuestra la banda en directo da auténtico miedo… y una interpretación vocal magistral en todo momento. Jamás pierde el tono. Ni una sola vez se quiebra o desentona, ni siquiera en las partes más agudas o difíciles, como en The cloack, que no fue precisamente moco de pavo, y además es una voz y una forma de cantar inconfundible.

Más excentricidades técnicas: en Below, ambos guitarristas dejaron durante un tiempo sus instrumentos y, a cuatro manos, interpretaron una parte del tema sobre el teclado, ante mi asombro, volviendo a sus respectivos sitios para seguir haciendo coros. Músicos polivalentes y eficientes hasta el límite en cualquier faceta. Rock vanguardista, pura matemática instrumental que cada vez me dejaba más absorto, y es que lo de Leprous fue casi una experiencia casi extrasensorial. La progresión de baterías Baard Kolstad dio movimiento a The Price, pero para hablar de este hombre en profundidad necesitaría una página más entera, porque su forma de tocar me dejó sin respiración. A pesar de ser brutalmente técnico, en ningún momento daba la impresión de que actuase como un autómata, todo era pasión y personalidad. Tras unas bromas en lo que a la rivalidad de Murcia / Cartagena se refiere (el vocalista lo traía bien estudiado jeje) en Running low (segunda y última de su último disco, “Aphelion”) presentaron a Pedro, un trompetista local que hizo arreglos en el tema, incluso nos dedicó unas palabras. A todo esto, la iluminación acentuaba más esa aura mística e íntima que tuvo todo el concierto. Y de nuevo ambos guitarristas a los teclados para Alleviate, dejándonos con un palmo de narices. Aprovecharon el mensaje de la preciosa From the flame para dedicar aquel momento a Ucrania, y reivindicar un no a la guerra. A pesar de su tranquilidad, fue el tema que más movimiento levantó entre el público, ya de cara al final, que redondearon con Nighttime disguise, una canción para cuya composición contaron con la colaboración de sus propios fans. No conseguí contrastar mi opinión sobre el concierto con ningún conocido, pero desde luego, para mí, fue una de las grandes actuaciones de todo el festival. Etérea, emocionante hasta el límite, suave pero intensa al mismo tiempo, cósmica y que si bien al principio estaba convencido que no era ni el lugar ni el momento para ellos, mis ideas se revirtieron por completo al terminar el show.

Al tiempo que los seguratas ya estaban planeando cómo echar al personal del recinto (y esto lo escuché en primera persona), fui en busca de mi compañero Popi, bastante cansado físicamente, para emprender la marcha a la casa donde nos alojábamos, que además se encontraba a 20 minutos de Cartagena, cerca de La Manga. Antes de dar carpetazo al viernes, quisiera elogiar a mi colega Jose de Vallecas, que decidió venir prácticamente el mismo día, sin ni siquiera tener un techo para dormir y pernoctando en la calle hasta el día siguiente. Eso son huevos, sí señor. Nuestra vuelta transcurrió sin ningún percance, y caímos muertos en la cama a la espera de volver a darlo todo para el que, en teoría, iba a ser el día fuerte de este Rock Imperium.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_



Rock Imperium (viernes 24-06-22, Parque El Batel, Cartagena)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado la crónica, estuviste allí o quieres sugerir alguna corrección, ¡comenta!

2