Myrath es una banda que siempre me ha llamado mucho la atención, me encanta cómo suenan y sin duda está compuesta por unos músicos de nivel. Y a pesar de que en estos últimos años han venido de visita con bastante asiduidad (giras y festivales), todavía no había tenido la ocasión de echarles un ojo en directo, por lo que, a pesar de las tempranas horas a las que empezaba su actuación, decidimos acercarnos, eso sí, finalmente tarde y mal, lo justo para llegar a los tres últimos temas. Insuficiente, desde luego, para escribir una crónica fiable, pero al menos tuve la ocasión de disfrutarles durante un cuarto de hora aproximadamente y comprobar lo bien que tocan y se desenvuelven sobre el escenario. Siendo la primera banda de la jornada, uno no espera demasiadas florituras escénicas, pero Myrath nos sorprendieron en este sentido, con un llamativo telón de fondo, vestimentas muy apropiadas para su rollo y fuego, mucho fuego. Si no me equivoco, llegamos con los últimos acordes de Get your freedom back. Tanto el guitarrista como el bajista daban una auténtica lección en las partes más técnicas, pero las miradas se centraban sobre todo en su vocalista, que mostraba una gran soltura sobre el escenario, y un rango verdaderamente impresionante, con esa voz tan limpia y bonita que posee, cautivándonos seguidamente en Monster in my closet, donde el guitarrista Malek, con su instrumento de 7 cuerdas, tuvo unos detalles de aúpa. A la vista está que son excelentes músicos, y ese fuerte componente progresivo en sus temas les hace brillar con luz propia. Nos gustó mucho la percusión de entrada (a cargo del bataca Morgan Berthet) para Believer, una de las más esperadas y triunfadoras, un verdadero espectáculo musical, exuberante y adictivo, con una soberbia ambientación a cargo de su teclista en determinadas partes. Tenían al público de su parte, a quienes no les importó pasar un extra de calor para disfrutarles. Definitivamente… ¡¡tengo que ver su show completo!!
Venía realmente temprano una de mis actuaciones absolutamente imprescindibles del día. Y es que uno nunca, jamás debe despreciar una actuación de una bandaza como Heathen. Ya tuve la ocasión de verles, hace la friolera de 9 años, en Hellfest, y me dejaron con el culo torcido. Esta vez iba a ser sobre un escenario y con unas condiciones más modestas, pero no me cabía duda de que los americanos se iban a lucir con ese Thrash Metal tan particular y tan técnico que siempre han ostentado, palabras mayores para mí. Desafortunadamente, me perdí unos pocos minutos, pero tras pedir algo en la barra, corrí hacia las primeras filas, donde ya atronaba a saco Empire to the blind. El sonido era aceptable, tanto las bases, guitarras y voces se escuchaban bastante bien, y esos riffs mortales en seguida me pusieron a darle cera al cuello, entre un público bastante entregado desde el principio, pero tal vez no tanto como el voceras, el mítico David R. White que se estaba comiendo el escenario a bocados, correteando de aquí para allá y volviendo a empezar, muy bien coordinado con sus compañeros, que uno a uno pasaban a tomar unos minutos de protagonismo en el centro del escenario en Arrows of agony, tremenda, uno de los temas más burros de “The evolution of chaos” del 2010, y con un solo a dos bandas que nos hizo flipar. La temperatura subía exponencialmente, al tiempo que las ganas de armarla se materializaban en pogos variados. El final del tema fue casi empalmado con gritos de ¡¡eh, eh!! por parte del respetable, muestra de que se lo habían ganado con tan solo los primeros cortes. Pero la gran putada del concierto estaba a punto de llegar, precisamente con uno de los temas más salvajes que formaron parte del setlist, Goblin’s blade.
Cuando parecía que el vocalista alcanzaba su punto álgido de éxtasis, llegando incluso a fijarse y a aplaudir el circle pit que se había formado en medio del recinto, el sonido nos dijo… ¡adiós! Y tanto los músicos como nosotros quedamos con cara de circunstancias. Por suerte, se hizo todo lo posible para solventar el cotarro, y tras un pequeño solo de batería de Jim DeMaria, todo volvió a su cauce. No se notó desánimo, ni frustración por lo ocurrido, la banda volvió a dar inmediatamente el 100% y el calor volvió a subir de golpe con Sun in my hand, con ese imparable headbanging por parte de Lee Atlus, miembro desde la formación original, y uno de los músicos que más me gustó de todo el concierto. Con el susto ya olvidado, Heathen recurrían a las armas pesadas de sus primeros discos, y del primero (“Breaking the Silence”) llegó como una tempestad Death by hanging, cargada de actitud, juntando hombros Lee y el bajista Jason Mirza mientras a la diestra el guitarrista Kragen nos lanzaba unas miradas de lo más desafiantes. No pararía la cosa ahí. Su bajista, rebosante de simpatía durante toda la actuación, nos dedicaba unos gestos de ánimo, y a la carga que volvían con Hypnotized, en la que un excitadísimo David R. White se dejaba la piel de rincón a rincón del escenario, o se encorvaba hacia atrás para cantar, o se acercaba a nosotros. Final explosivo, aunque a decir verdad eché en falta más temas del “Victims of deception”. Como anécdota curiosa, el público pedía a gritos Set me free, cover que hicieron los Heathen, precisamente, de una de las bandas que se cayeron del cartel, como fueron los Sweet. Así que ni corto ni perezoso, el vocalista cantó a capela un fragmento de dicho tema para dejarnos a todos más que contentos. Una lástima el apagón, pero afortunadamente, fue una cortada de rollo muy puntual, y la banda, con esos 30 años de experiencia a sus espaldas, logró volver a poner las cosas en su sitio como si nada hubiese pasado. ¡¡GRANDES!!
Momento de medio relax mientras sonaban los extraños Lord of the lost. No me gustaron mucho en disco, por lo que en principio pensaba prescindir de su actuación. Aun así, nos quedamos viéndoles de lejos mientras me tomaba unos (cuantos) cubatas, aprovechando la barra en la que se podían canjear los tokens. Y ya que estoy, hago un inciso. Los 20 tokens que el festival regalaba a quien hubiese mantenido la entrada desde anteriores ediciones no celebradas, fue un detallazo de aplauso… pero era raro que no hubiese ningún pero, y este fue que solamente se podían cambiar en una barra en la que no disponían ni de pacharán, ni de cubatas (lo mío me lo traje de casa jeje), ni siquiera de kalimotxo… por lo que para mí tenían un valor bastante reducido. En fin, menos da una piedra, y se sigue agradeciendo el detalle… Lord of the lost, dentro de su rollo, dieron un buen concierto, seguramente agradarían mucho a los seguidores del industrial / gótico, con unas pintas bastante marcadas por el género y un sonido muy moderno y machacón que me chirriaba bastante. Muy curiosa y extraña esa versión del Children of the damned de los Iron Maiden, que a raíz de lo visto, triunfó lo suyo.
Vamos a por más, y no más descansos. A continuación, uno de los mayores ‘problemas’ en cuanto a solapamientos. ¿Qué hacer? ¿Quedarme a ver a los Exodus, que siempre han sido una de mis bandas favoritas de Thrash? ¿O ir a ver a los Easy Rider, de los que puedo decir lo mismo en cuanto a Heavy Metal nacional? Puesto que, aunque suene raro, los madrileños se hacen más difíciles de ver, opté por dirigirme al Mark Reale, peeeero, no sin antes castigar de lo lindo las cervicales con los primeros temas de Exodus, que sonaron… de putísima locura, con un volumen absolutamente demencial, ensordecedor (aunque demasiado saturado) y desprendiendo energía a raudales desde el escenario, gracias a la inmensa presencia y actitud de Steve Souza al micro, y la violencia desmedida de Tom Hunting a los palos. Carreras y headbanging destructivo ya de primeras con A lesson in violence, que puso el listón altísimo e hizo que doblegáramos el cuello a base de bien. Y es que no mediaron ni una sola palabra. Fueron a saco, empalmando los primeros temas, y aunque me perdí la gran mayoría de clásicos, me conformé, y bien, con ver uno de los mejores temas que han grabado en los últimos 20 años como es Blood in blood out, en la que las guitarras cortaban la piel y Souza mostraba un aguante vocal considerable para llevarla hasta el final. Tuve que girarme repentinamente y largarme sin mirar atrás para no terminar quedándome y arrepintiéndome posteriormente de no haber visto a mis queridísimos Easy Rider.
Afortunadamente, llegué justito pero con un par de minutos de antelación respecto al inicio, que correspondió nada menos que a Perfecta creación. Ver cómo se las gastaba sobre el escenario la nueva y flamante vocalista de la banda, Dess, era uno de los principales alicientes, pero ni mucho menos el único, porque todas y cada una de las veces que he tenido el privilegio de verles en directo me han flipado a lo bestia. Ahora, con cantante malagueña, era bastante probable que incluyesen algún otro tema en castellano, y así fue. Pero no quiero adelantar acontecimientos, porque Lord of the Storm es, por derecho propio, otro clasicazo dentro de la discografía de los Easy Rider, y diría que dentro de nuestro Heavy Metal. El sonido, que al principio comenzó siendo francamente malo, evolucionó notablemente a mejor, a casi todo lo que el Mark Reale puede dar de sí, y pude fijarme en el talento y la rapidez de José A. Villanueva con el bajo, y por supuesto de su hermano, Javier Villanueva, un músico que siempre me tiene pendiente cuando estoy frente a él, y que llegó a tirarse de rodillas al suelo para meter el solo del tema. A ritmo ultra-Heavy comenzó Seven, atronándonos el batería con ese imparable doble bombo cabalgante. Tras 14 años, Rafael Díaz dejó la banda, pero que nadie se equivoque, porque el experimentado José María Roldán es de todo menos manco, y así lo demostró, a muerte. El tema en castellano al que me refería era Tiempo, obviamente del “Perfecta Creación” que tantos y tan buenos recuerdos me trae, para continuar con otro hit, en el que Dess, aparte de cantar como un animal, y tener unas dotes escénicas dignas de ver, nos instó a liarla todo lo que pudiésemos con Evilution.
Volvía a machacar los parches José María Roldán en un curro espectacular para The new Jerusalem, con ese solo corto pero intenso por parte de Javier, y en The deal, Dess sacó todo su potencial, llegando a unos tonos estremecedores en el grito final, culminando esa melodía tan guapa de la que hace gala el tema, el último single que ha registrado la banda, que formará parte de su nuevo disco con salida prevista para otoño, y que estoy que me muero de ganas por escuchar. Se levantaba de su taburete José María para ‘controlar’ al personal antes de emprenderla a golpes con Savage rage, punteos y riffs heavys hasta la médula (made in “Lord of the storm”, aunque es un tema que regrabaron hace un año con Dess a las voces) y con un trabajo constante de Daniel Castellanos a los coros. Se sinceraban con nosotros los músicos, diciéndonos lo mucho que nos habían echado de menos… para la traca final que supuso, seguida de la introducción Vampire prelude (que si no recuerdo mal, era la primera vez que veía en directo, y que me puso los pelos como escarpias), la grandiosa Stranger, en la que le tocaba a Dess mostrar, una vez más, su increíble registro emulando a Eugenio Garañeda pero con un extra de personalidad en la voz. Cuernos, headbanging, saltos, gritos y muchísima alegría por parte del público al recibir este tema que es sinónimo de Heavy Metal nacional. El momento en que Daniel, Javier y Jose Antonio se alinearon para interpretar la parte del solo ya fue jodidamente apoteósica. Con un poco de suerte, es posible que vuelva al Ripollet Rock, y Easy Rider continuarán siendo uno de mis mayores objetivos. Con el opening de la serie de la Pantera Rosa de fondo, me fui ni más contento y satisfecho de vuelta a los escenarios grandes.
En ese momento, recibí la llamada de mi amigo Nando Insidious, que me alegró todavía más el día. Fui a su encuentro y, junto a Luismi de los Leather Boys (por Dio, ¡¡no dejéis de escucharles / apoyarles!!) tuve el honor de conocer al gran Txema Bustillo, en uno de esos encuentros que te dan la vida, de sonrisas, alegría, colegueo sincero y maldades varias jeje. Mi objetivo era ver a Dry River, que siguen resistiéndoseme (¿una de mis bandas nacionales malditas? Jeje), pero encontré tan buen ambiente con esta peña (a quienes mando un fortísimo abrazo y agradecimiento, ellos ya saben por qué) que decidí esperar hasta el próximo concierto para ponerme ya serio. Aun así, dimos una vueltecita corta por el Mark Reale, y me alegré cantidad de ver como los de Castelló de la Plana lo estaban petando a lo grande.
Tan solo me quedaban tres bandas de interés personal por ver aquel jueves… pero qué bandas, oigan. Tres titanes, cada uno en su estilo. Y lo de los americanos Testament… no es para tomárselo a broma, me lo dice la experiencia. Así que junta toda la tropa nos buscamos un sitio cómodo para verles… ¡¡y a destruir!! Normalmente Testament es una banda que tiene por política tocar a un volumen sangrante, o al menos, casi siempre que les he visto ha sido así. En esta ocasión, este aspecto estaba bastante más moderado, pero eso sí, continuaban sonando de lujo, comenzando por ese trallazo llamado Rise up, que abría el irregular “Dark roots of earth”, un disco que no me terminó del todo pero del que hicieron una buena elección, para retroceder bruscamente en el tiempo con The new order, que ya puso a todos en su lugar con esas guitarras mega-crujientes y agresivas, aspecto que se mantuvo, por suerte, en todos los temas. La brutalidad crecía paso a paso y esto no había hecho más que empezar. Children of the next level, con esa enloquecida parte rápida o Practice what you preach, que nos hizo doblegar el pescuezo como si no hubiese un mañana fueron dos casi empalmaditas, y en la última podíamos ver fliparse a Eric Peterson levantando el mástil de su guitarra. Siempre he dicho que Testament tiene una pareja de hachas (Alex Skolnick también siempre completamente entregado a su trabajo) que es lo mejor que se puede desear en una banda de Thrash Metal: coordinados hasta el extremo, vertiginosos… letales. Y aunque siempre se suele hacer alusión a las ‘formaciones originales’, los músicos de más reciente incorporación tienen, como mínimo, el mismo valor musical que los anteriores.
Y es que, ojito, que estamos hablando de nada menos que de el legendario Dave Lombardo (que literalmente acaba de incorporarse a filas) y Steve DiGiorgio, que más que un bajista… es un puto semi-dios. Verles tocar en WWIII, D.N.R. o mi querida The formation of damnation fue algo sencillamente acojonante, una tormenta de cientos de notas traducida en brutalidad despiadada sobre nuestras cabezas y cuellos. A saco y sin concesiones a los parones, la banda continuaba demostrando por qué tienen uno de los mejores directos que se pueden ver, con 35 añazos de carrera a sus espaldas. Y lo mejor de todo, es que no han cambiado un ápice su rollo (salvo determinados discos), y cuando hacen un tema realmente bueno, no desentona en absoluto con los de sus inicios, lo que ocurrió al comparar las últimas que cayeron con un par bombazos de su primerísimo “The Legacy” como vienen a ser First strike is deadly (madre mía DiGiorgio… impresionante, qué velocidad y qué técnica…) y Over the wall, en la que Lombardo ‘enchufó’ la picadora de carne, subiendo incluso de revoluciones con la mortífera Into the pit, posiblemente MI canción de Testament, que siempre amenaza con dejarme lesiones irreversibles de cuello, speed thrash de pata negra. Excelente como siempre, impecable Chuck Billy, y por qué no decirlo, insustituible, con ese carisma siempre fluyendo hacia nosotros, esa simpatía y al mismo tiempo ese saber estar sobre el escenario que conquista en cuestión de minutos, nos invitaba a corear el que sería el último tema de su concierto, Alone in the dark, volviendo a esos sonidos más old school de sus inicios y una de las melodías más complejas para el propio Chuck que superó con mucha solvencia. Lo dicho, con un directo de este calibre… a ver quién es el guapo que puede resistirse a ellos, aunque ya se les haya visto un montón de veces como en el caso de un servidor.
Sé que puedo encontrarme con mis adorados Jolly Joker en cualquiera de las decenas de veces que voy a verles, pero me apetecía darme el homenaje y pasar a saludarles durante su sesión de firmas en la carpa TNT Radio, y aprovechar para sonsacarles unas firmitas para mi Loud & Proud, aunque fuese a costa de los primeros temas de Kreator. Además, junto a ellos estaba otro artista al que admiro muchísimo, el gran Frank Suz, que colaboraría con ellos aquella noche (doble aliciente. O triple.). Cuando mi colega Kurro y yo tuvimos el gusto de hablar un ratillo con ellos, nos desplazamos tan solo unos pasos para centrar la atención en el bolazo que se estaban marcando los míticos colosos del Thrash Metal alemán, Kreator. Otro directo que, siempre que tengo la ocasión, no me pierdo ni loco, porque son sencillamente unos animales. De hecho, ya se les echaba de menos por el Leyendas, aunque hay que reconocer que son bastante abonados al festival jeje. Desde lejos ya escuchaba toda una declaración de intenciones con Violent revolution, y es que comenzar así es una buena señal. Mientras hacíamos cola en las firmas, cayeron otras avasalladoras, como son Hate über alles, que da título a su recentísimo álbum de este mismo año o Phobia, con toda esa rabia emanando de la garganta de Mille Petrozza, que a estas alturas del concierto se encontraba ya en toda su plenitud vocal. La descaradamente blasfema Satan is real (con esos riffs tan guapos, cabalgantes y llenos de detalle por parte de Mille y Sami Yli) dio paso al que para mí fue uno de los highlights del concierto con la demoledora Hordes of chaos, todo un canto a la destrucción vertebral, incluido ese brutal breakdown con Ventor dándole matraca a la batería, un tema que incita a dejarse la piel bajo el escenario, mientras Sami se asomaba hacia el borde del escenario con picardía en la mirada.
Continuaban, sin bajar el ritmo pero todavía conteniendo un poco las revoluciones, dentro de lo que cabe, con Hail to the hordes, la más reciente 666 - World Divided, ese single que grabaron casi por sorpresa en 2020 tras unos años de relativo silencio, o la atronadora Awakening of the gods, entre continuos cabeceos y llamaradas que brotaban amenazantes del escenario (y que calentaban lo suyo). Si en otra época comenzaban el setlist con Enemy of god, ahora la habían colocado, prácticamente para iniciar la recta final con toda la mala hostia posible, aunque aquí Mille flojeó el ritmo vocal ante tanta intensidad. Ojo al dato, llegaron a tocar temas de hasta 11 discos distintos en todo su repertorio (dejando como siempre fuera los más experimentales, como el Endorama), incluido ese “Coma of souls”, representado por People of the lie, un tema que no recuerdo exactamente si he visto en alguna ocasión. La pequeña intro Mars mantra ya anunciaba de nuevo tormenta con la furiosa Phantom Antichrist (como me flipa que la lleven al directo, es que arrasa), seguida del segundo y último tema de su “Hate über alles”, Strongest of the strong para sacar ya las principales armas de destrucción masiva, clamando el vocalista aquello tan típico pero tan imprescindible en sus shows ‘It’s time to raise… the Flag of hate!!!’ y veeeenga otra vez a meter cera, y de nuevo circle pits brutales en medio del público, que cada vez nos hacían apretujarnos más a quienes no queríamos pillar cacho. Para colmo, el mismo Mille pedía una última ‘pared de la muerte’ para Pleasure to kill, al final de la cual, Sami, el bajista Frédéric y el vocalista disfrutaban, juntos los tres, de la que estaban liando. Una explosión de miles de papelitos color sangre cubría el cielo de Villena para poner punto y final a aquel show que nos dejó completamente baldados, medio sordos, y bien calentitos.
Aunque el concierto de Adventus era relativamente apetecible, necesitaba tomar un poco de aire y recuperar un poco las fuerzas para la que se nos venía encima. Nos dimos un rulo por Diabulus in música para curiosear, más que nada, y me sorprendió una banda que no era, para nada, lo que yo esperaba, con una mezcla de folk, Metal sinfónico y guitarras contundentes. Tras un ratillo, nos esperaba el sofá de la zona de acampada, que para algo estaba jeje. Allí, tomamos unos traguitos y nos relajamos mi colega y yo antes del maremágnum que sabemos de sobra que supone un concierto de los valencianos Jolly Joker. Mi alegría cuando les confirmaron para el Mark Reale no tuvo límites, y es que además, uno sabe ya de antemano que van a triunfar, donde sea, frente a quien sea, o a la hora que sea. Así que hicimos todo el acopio de energía (rondaba ya la 1:30 de la madrugada, con unos cuantos conciertos enteros ya a las espaldas) y nos dirigimos con tiempo de sobra para pillar un buen sitio, a ser posible, en la misma valla.
Allí, en el escenario pequeño, se congregaba lo mejor de lo mejor, lo más selecto, o como dijo Luismi de los Leather Boys, la Joker Army. Txema, Cristina y Manu, Vicent, su chica Anna, Diego, Sergio de Rock, The Best Music, Mauricio… y por supuesto, mis amigos Kolega y Kurro entre muchos otros fans acérrimos de la banda, que estábamos deseando verles por fin allí. Aferrados a la valla, esperamos pacientemente hasta que, por fin, sonó la divertida introducción y los 4 Jolly Jokers saltaron a escena, apasionados, hambrientos de Rock’n’Roll y deseosos de triunfar por todo lo alto, misión que emprendieron a tope con Rockin’ in stereo, comiéndose el escenario a bocados desde el primer acorde, como digo, tremendamente animados, con un Yannick vacilón que desprendía glamour por todos sus poros mientras ejecutaba ese solo. El fuego se había extendido, y la energía se había contagiado ya a todos sus admiradores, que poco después, cantábamos el estribillo de Hey you, dejándonos con ella la garganta, junto a Lane Lazy que estaba muy arriba vocalmente, al límite, con unos gritos de locura, al 100% y sin dejar de moverse, agachándose y dando patadas al aire, poniendo ya sobre la mesa todas sus jugadas y mostrándose como lo que es: uno de los mejores frontman que existen hoy por hoy en nuestro país. Cogía a continuación esa preciosa guitarra que le mantuvo más cerca del micro para Blood velvet, la primera en caer de esa reciente joya de disco llamado “Loud & Proud”, mientras un remolino formado por Yannick y el bajista Andi giraban a su alrededor, luciendo a tope este último melena y gritando las frases hacia nosotros. La entrega del público aumentaba exponencialmente, pero es que ante un concierto de Jolly Joker, esto es del todo inevitable aunque uno esté cansado o incluso aunque nunca les haya escuchado. Si el sonido hubiese sido malo, habría sido la primera en más de veinte ocasiones que les he visto, pero desde luego, no fue el caso. Los agudos sonaban tremendos, la batería de Dani era una autentica apisonadora (y más con el poderío con que golpea este hombre) y las cuerdas sonaban también de maravilla. Igualmente los coros se escuchaban altos y claros, como en I don’t care, ese vacile de tema que continuó por la senda del “Loud & Proud”, poniendo otra vez a todo el mundo a levantar el puño y Lane que continuaba con la voz al límite, incluso más de lo habitual, cantando como una auténtica bestia.
Grandes detalles de Dani a la batería, que se preparaba para lo que más le mola, machacar sin la más mínima piedad sus parches en la arrolladora Fuck it all, con Lazy ya ‘liberado’ de su guitarra y volviendo a transformarse en el torbellino imparable que es, arrodillándose, dando agudos como un cosaco y desafiándonos a todos, mientras Andi se dejaba el cuello. Me encanta particularmente el solo de Yannick en directo, que todavía le añade más notas en pos del virtuosismo. Una pequeña pero sorprendente improvisación del guitarrista nos conducía a Motor, en la que los movimientos sensuales y el descaro más absoluto reinaron en el escenario, contrastando con la potencia que batería imprimía al corte, y uno de esos estribillos que apetece gritar hasta quedar afónico. El que no estuviese allí no se puede hacer una idea de la intensidad con la que se estaba viviendo el concierto, tanto arriba como debajo, en una comunión perfecta entre banda y público nada habitual en otras formaciones. Ver a mis Jolly Joker arrasar de ese modo se transformaba en felicidad y en pura adrenalina. The chance, pese a su cadencia más dura, fue uno de los momentos en que más movimiento se vio en el escenario, y en cuanto a sonido, destacaron las cuerdas de Andi en perfecta sincronía con el ritmo marcado por Dani y por supuesto, esos armónicos de Yannick que le dan identidad al tema (y ese despatarre a la hora de meter el solo). Un tema ideal para quedarse sin cuello. El vocalista ‘disimuladamente’ nos lanzo una petaca que no estaba precisamente vacía jeje. Esperadísimo punto y seguido en el concierto aquel en el que hizo acto de presencia el incomparable Frank Suz, invitado especial en este bolo (y un aliciente gigantesco, al menos para mí) que le dio todavía más valor al show al encargarse del teclado en los siguientes temas. Y es que cuando Suz se sube al escenario, se transforma en el Nuevo Diablo, y la juerga está servida. Pero lo mejor de todo es que el primer tema en sonar con él a las teclas fue Sky is so high, al mismo tiempo que Lane Lazy cogía su aro para acompañar. Uno de esos estribillos que calaron hondo desde el minuto uno entre la gente, y con esa parte media, más calmada, resaltó cantidad el Hammond de Frank, ¡¡dándole un rollaaaaazo bestial!!
El Rock’n’Roll más desenfrenado y clásico llegaba de la mano de New Orleans, en la que tanto Yannick como Andi se vinieron arriba (junto con todos nosotros), espectaculares arreglos de teclas (ahí es cuando Frank saca todo el fuego, y el artista descomunal que lleva dentro) y Lazy ingeniándoselas para sacar de puta madre el tema pese a su dificultad. El final, un desparrame. Suz lanzando su teclado al suelo, castigándolo, zarandeándolo, y cargándoselo a los hombros para dar las últimas notas. No solo hizo un papel descomunal con su instrumento, sino que además, salió entre tema y tema a primera línea de escenario para animar y pedir palmas. El cierre del concierto se aproximaba, y parecía que tan solo habían pasado cinco minutos, pero os puedo asegurar que I wanna go fue, de entre todas las canciones que cayeron, la que más disfruté en directo, armándose un follón sobre el escenario para flipar, una intensidad punta de cojones, con Dani abriendo el tema a golpetazos, Yannick tirado por el suelo, un Andi extra apasionado (más todavía, y eso que estuvo muy arriba durante todo el show) y el vocalista bordándola, acercándose a nosotros, recorriendo el escenario de punta a punta… y como colofón, poder vivir el tema como en el disco, con esas notas de Hammond que tanto me gustan. Y de nuevo, con esas patadas aéreas, llegó una de mis favoritas, de mis imprescindibles diría, Dressed to kill, ante la algarabía del público, que todavía nos alegramos más cuando Lane, con su descaro y desparpajo habitual, bajó del escenario a repartir Jack Daniels a granel, mientras sus compañeros repartían, a la par, la última dosis de Rock’n’Roll de la noche. Se quedó corto, por supuesto que se quedó corto. Si con hora y media nunca tengo suficiente, imaginaos con 50 minutos… eso sí, exprimidos hasta el extremo. Lane, Yannick, Andi, Dani y Suzuki se acercaban para decir adiós y echar la última foto. Lo dicho: verles triunfar así en un festival como el Leyendas, es algo que para mí no está pagado con dinero. Un final de noche absolutamente inmejorable. No podían ser otros.
A las 3 de la madrugada pasadas, estábamos para el arrastre. El día más largo del Leyendas había tenido su insuperable broche de oro, pero ya no dábamos para más. Un placer, por cierto, encontrarme con Susu Pétalos a la salida del Mark Reale. Nos acercamos a nuestro oasis privado en el camping para terminar de dejarlo todo listo para el día siguiente, e hicimos marcha hacia casa, donde tendríamos ya un justo descanso. Pero como siempre, las imágenes, los sonidos y los recuerdos de cada día todavía persistían vívidos en la memoria. Los conciertos, los colegas con los que me encontré (gracias de nuevo Nando, Luismi y Txema) y las experiencias vividas aquel jueves me acompañarían hasta cerrar los ojos, y aún continúan conmigo, tal como os las he contado.
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