La introducción épica disparada iba creando poco a poco el ambiente, y aumentando todavía más las ganas de que el tercer día del Leyendas del Rock diera comienzo en toda su plenitud. Los ocho músicos, nada menos, que forman parte de la banda se posicionaban por el escenario para abrir, a golpe de doble bombo y guitarras potentes esa The death of the god of light, en la que también nos pidieron saltos y además predicaron con el ejemplo. Ocho músicos, incluidos tres vocalistas con distintas tesituras podían dar mucho juego, fiesta casi asegurada, gozando además de un sonido bastante aceptable, sobre todo cuando hablamos de un grupo tan numeroso, que nos sorprendió tratándose de la primera banda del día (nada que ver con ediciones de hace años, en las que el sonido empezaba a ser medio decente pasada ya la tarde). Con Njord seguían con su particular fiesta vikinga de saltos y carreras, la gente en las primeras filas disfrutaba, pero los músicos también se lo estaban pasando bomba. Se les notaba muy contentos y emocionados por poder estar sobre el escenario del Leyendas y es que, además, era la primera vez que pisaban España (por lo que bromearon continuamente con aquello de ‘esta canción no la hemos tocado nunca aquí’). Muy divertidos y entregados a su trabajo, hicieron todo lo posible por mantener un ambiente bien intenso, continuando con la más powermetalera (un estilo que está bien presente en su música) Prophecy of Ragnarok, en la que nos tocó levantar bien altos los cuernos o Powersnake, donde la vocalista Ylva Eriksson tuvo varios momentos de lucimiento gracias a sus sólidos y contundentes agudos que llevaba hasta el extremo.
La parte más humorística corrió a cargo del orondo Mats Nilsson, que aparte de ofrecer unos buenos guturales para complementar el espectro musical del que hicieron gala, también se metió al público en el bolsillo desde el primer minuto con su actuación y sus palabras. Un guiño a ese Smoke on the water de los Purple les sirvió para conectar más todavía, hacer un pequeño paroncete, y entrar al trapo con Theft of the hammer, de su último álbum hasta el momento “Emblas Saga”, con el que han seguido creciendo tanto en reconocimiento como en lo musical. Los teclados (disparados) y las orquestaciones también aportaban esa fuerza épica extra imprescindible para una banda de estética tan vikinga / medieval como la suya. Indudablemente, tras una pequeña introducción por parte de Mats, Yggdrasil fue una de las grandes triunfadoras del show, y una de mis grandes favoritas, con las voces de Joakim (limpias) e Ylva coordinándose y empastando a la perfección. Ese micro corte a mitad del tema nos hizo volver a temblar, pero no pasó de un pequeño susto, y la banda siguió dando cera sin inmutarse. Tras la presentación de los músicos, The other son of Odin (su más reciente creación, de este 2022), The mead song a tres voces, durante la que nos incitaban a echar un trago, y sobre todo, la ‘manowariana’ Defenders of Valhalla nos dejaron tan a gustito que no me hubiese importado media hora más de concierto.
Otra duda se me presentaba en aquel momento, aunque no era tan grave como la del día anterior. ¿Motores o Lujuria? Si os soy sincero, no supe que hacer hasta última hora, porque en ese momento habría preferido otro rollo. Me di un rulo por los puestos de camisetas y demás, y coincidí un rato con Bea y con Richie, mis colegas valencianos, con los que amenicé la espera. Finalmente decidí quedarme un rato a Lujuria y ver la última mitad del bolo de los míticos Motores.
Y es que a veces he pasado del concierto de los segovianos por celebrarse siempre a última hora del último día del Leyendas, pero también en otras ocasiones lo he pasado en grande con sus temas y su empuje a la hora de hacer un buen directo y conectar a tope con el público. Como era de esperar, y con la batería de Maikel ya sonando de lujo, Óscar saltó como una fiera al escenario, como siempre, a grito pelao y sin ningún tipo de freno, envalentonado al máximo, reivindicando el Heavy Metal, nuestro rollo, nuestra hermandad, con la aplastante seguridad que siempre ostenta el segoviano, y fueron a piñón fijo con la versión de Barricada Esta es una noche de Rock’n’Roll, perfecta para abrir y terminar de crear el clima festivo, que continuaron con su más que conocida Corazón de Heavy Metal, que siempre es un disfrute, y además, mayormente cantada por un público de lo más entregado. Del “Sin parar de pecar” nos caía encima Jekyll & Mrs. Hyde, de lo más cañero, y Oscar seguía insistiendo con su reivindicación contra el racismo, contra las fronteras y contra la hipocresía, recordando a amigos fallecidos y sin parar de hacer ademanes para que nadie entre el respetable bajase las revoluciones. Desde luego, te pueden molar más o te pueden molar menos, pero hay muy pocos frontman tan auténticos y entregados como Óscar Sánchez en este puto país, y cuando le tienes delante, te contagia, te arrastra a su estado anímico inmediatamente, que siempre es de lo más fogoso… tal como mandan los cánones de Lujuria, jeje. Con la versión de los legendarios argentinos V8, llamada simplemente Destrucción, vino la que sin duda fue mi favorita del setlist, a golpe de doble pedal, directa como un trueno, Mozart y Salieri (no sin antes hacer esas referencias sexuales que tanto le molan al vocalista) nos hizo a todos doblar el cuello, estuviésemos donde estuviésemos, escuchándose muy bien esos coros. Ya estaban por tocar algo de su “Enemigos de la castidad”, pero no fue Cinturón de castidad, ni siquiera No soy carne de cañón, que han llevado numerosas veces al directo, sino Merece la pena, para mi sorpresa (¡no sé si la he llegado a ver alguna vez!), poderosa y guitarrera, cerrando su actuación de la forma más contundente posible, con ese mensaje que todos los Heavys y Rockeros deberíamos llevar en la sangre y que predica ‘Joda a quien joda, tengo muy claro nunca voy a cambiar’ y que obligatoriamente hay que cantar con el puño en alto y el orgullo al máximo nivel. Mientras sonaba pregrabada Leyendas del Rock (ese tema que compusieron en honor al festival de sus sueños), me fui acercando rápidamente al Mark Reale.
Los Motores funcionaban ya a pleno rendimiento. No se puede decir que nadasen entre multitudes de público, pero sí que las personas que presenciaban su actuación lo estaban viviendo a tope. Cogí justo el inicio de Camino al porrón, con un sonido más que decente y con varias melenas al viento dándole recibimiento ante la acelerada batería… y cómo molaban esas baquetas rojas de Carlos Rivas. Además de este, la banda está formada actualmente por el bajista Gorio Álvarez y el que siempre fue el incansable motor principal (valga la redundancia) del grupo, aquel que ha estado más de 30 años tirando de la cuerda y llevando a la banda por toda nuestra geografía: el gran Carlos del Río. Con los sudores ya de los últimos temas, con el ambiente ya muy caliente, el maestro de ceremonias Carlos muy comunicativo y simpático, nos contaba anécdotas, como la que le llevó a componer Debajo de mi casa (bastante singular, de hecho). Solamente tres sobre el escenario… ¡pero menuda liaron! La energía de Gorio aporreando las cuatro cuerdas y vacilando por el escenario nos ponía a cien de nuevo en un abrir y cerrar de ojos, ensalzando todavía más esa sensación de buen clima reinante en el Mark Reale y, retrocediendo tres décadas hasta su primerísimo LP de 1990, todo un himnazo de la banda, todo un estandarte de nuestro Rock urbano, esa divertidísima, bailable y coreable Si quieres un amigo, cómprate un perro, a mitad de la cual, Carlos aprovechó para presentar a sus compañeros, a Gorio como la ‘bestia humana’ y a Carlos Rivas como ‘la rata asesina’ (jejeje), dándonos cada uno de ellos una pequeña demostración de virtuosismo con sus respectivos instrumentos, e inmediatamente, pasar a terminar el tema poniendo toda la carne en el asador, mostrándose Carlos muy cercano y agradecido con todos los presentes. Actualmente, siguen con esa gira de despedida para la cual grabaron el año pasado el más que recomendable “30 Años Inmortales”, pero esperemos que a pesar de esto, tengamos Motores para muchos años más y a ser posible, nos vuelvan a visitar en el Leyendas del año que viene y pueda ver su concierto de principio a fin, como está mandao.
Como dije al principio, la jornada del viernes era donde se congregaban en el Mark Reale algunas de las bandas más interesantes de todo el cartel, y en esta ocasión, aunque todavía faltaba casi media hora para la siguiente actuación, me quedé danzando un buen rato por allí, encontrándome con un montón de colegas, como mi amigo y uno de mis grandes maestros Toni y su mujer, Belén, ambos paisanos, los siempre encantadores Manu y Mel, Cristina, el gran Aitor y finalmente entre las primeras filas, al Kolega, lugar a donde terminé yendo, puestos a ver de la mejor de las maneras a una de mis bandas de Heavy Metal nacionales favoritas como son Ankhara. Otros asiduos al Leyendas, pero no por ello menos apetecibles.
La espera fue amenizada con buena mierda de Motorhead, pero el problema vino al comenzar el concierto, con Lentamente. El sonido desde las primeras filas, entre el exageradísimo volumen y la nula claridad de los instrumentos fue tan insoportable que me tuve que retrasar varias filas para que no me estallaran mis ya maltrechos tímpanos. Unos pocos metros más atrás la cosa cambió a mejor, y al mismo tiempo, el sonido en sí mismo mejoró rápidamente, con lo que, ahora sí, tocaba disfrutar de ese setlist tan guapo que siempre nos tienen preparado. Si el batería nos flipaba al principio con ese molinillo, ahora era Cecilio Sánchez el que atraía nuestra atención en Un paso más, con sus virguerías, y es que siempre fue un guitarrista que destacó dentro del Heavy / Power Metal por su virtuosismo. Una banda muy bien cohesionada, con muchísimas ganas de disfrutar y hacer disfrutar nos presentaba el primer tema de su último disco “Premonición” que, sin que suene exagerado, para mí es uno de los mejores trabajos que han grabado en toda su carrera de más de 25 años. Trallazos como Sueña no solamente demuestran la fenomenal capacidad compositiva de los madrileños en la actualidad, sino también, en particular, el increíble y sobrehumano poder de las cuerdas vocales de Pacho Brea, que me volvió a dejar absolutamente desconcertado, agudo tras agudo, cambio tras cambio, clavando las melodías sin dejar de recorrerse el escenario… verdaderamente impresionante, cómo puede seguir cantando a ese nivel, coronándose, sin duda alguna, como uno de los mejores vocalistas de agudos en este país. Tampoco se puede obviar el gran apoyo a los coros por parte de Cecilio y Alberto. Siguieron dándonos lo que queríamos, grandes clásicos de sus primeros discos, como 3:40 (importante, el sonido continuaba mejorando poco a poco) y otros que ya han alcanzado un puesto fijo y merecido en los directos, como Sigo en pie y su genial melodía / estribillo, posándose un espectacular Alberto en el centro del escenario con sus imparables movimientos y ese chorro de energía que siempre nos transmite.
Pequeño tirón de orejas a la banda (en lo personal, claro está, y sin maldad) por olvidarse tanto del “II” en su repertorio. Eso sí, al menos tocaron la que fácilmente sea una de mis favoritas, esa No digas nunca, cuyo mensaje siempre me aporta mucha vida y ánimo, reforzada enormemente por los graves coros de Alberto y ese perpetuo doble bombo a la batería. Nótese que, tras la salida de la banda del bajista Sergio Martínez, han reclutado para el directo a un músico de auténtico lujo como es Daniel Criado, que también desparramó actitud por todo el escenario. En este punto, desafortunadamente, comenzaron los problemas con los instrumentos de Alberto Marín. El cambio de guitarra durante Levantar mi alma resolvió temporalmente el incidente, y volvimos a verle agitando la melena a gusto durante esa parte tipo breakdown. Mientras tanto, los temas seguían haciéndonos cantar y disfrutar, No mires atrás ponía a saltar a todo el Mark Reale, que por cierto, estaba abarrotado hasta casi el final, y Pacho, con sus enormes dotes de showman, no dejaba pasar la ocasión de hacernos cantar o pedir palmas colectivas. Volvían los problemas para Alberto, que tuvo que abandonar unos segundos el escenario. Pero el desánimo no pudo con él, y a su vuelta con Hasta el fin, continuaba pateando a dos piernas el escenario y agitando el mástil de su guitarra, juntándose con Pacho o con su compañero Cecilio (vaya pareja más brutal) y lanzando miradas de complicidad. Sin duda, un puto grande de nuestro Heavy Metal. Ante las palabras de ‘un sentimiento flota en el aire’, no hubo un solo asistente que no despegara los pies del suelo como por inercia, y es que aunque Acordes mágicos sea la única representante que tocan del “Sombras del pasado”, desde luego, es una de las grandes triunfadoras en sus conciertos. Un inmenso placer volver a ver a mis queridos Ankhara en el Leyendas (y ya van tres veces solo de un año a esta parte), petándola y ganándose los aplausos del público con el sudor de su frente. Unos auténticos currantes, y un directo infalible de todas, todas.
Justo al salir de la carpa (por cierto, qué asquerosamente guarros estaban los baños y vaya pestazo a ultratumba que echaban…) me encontré con mis colegas a quien hacía unas cuantas horas que había perdido jeje. Gotthard llevaban ya un buen rato de actuación, pero no me di demasiada prisa, ya que les vi hace unas pocas semanas en Barcelona Rock Fest y con paladear los últimos temas me bastaba. Me quedé echando unas risas con la peña y ya me lancé a los escenarios grandes, más que por los suizos, por ir cogiendo una buena posición para los Blind Guardian. Puede sonar a topicazo, pero aunque el vocalista Nic Maeder lo hace fenomenal, creo que la banda perdió bastante brillo en directo tras la triste muerte de Steve Lee, hace ya 12 años, y por mi parte, he perdido un poco de interés en ellos. Aun así, es un tío que sabe transmitir y por supuesto, está acompañado por la suculenta clase tanto del guitarrista fundador Leo Leoni como del bajista Marc Lynn, que siguen ahí, incansables al pie del cañón. El buen rollo con Mountain mama me tiró todavía más hacia ellos. Además, no había excesiva peña, por lo que pude buscarme un rinconcito bien cómodo para degustarles. Como ya imaginaba, no faltaría demasiado para los grandes ases del setlist, y Lift U up cayó como un auténtico bombazo, haciendo saltar y levantar las manos a todo el mundo, bailes y mucho clima de colegueo por todo el recinto ocupado, tal vez contagiados por la energía de Nic Maeder, como siempre ataviado con su sombrero, que no paraba quieto un segundo. Con unos teclados bien presentes y audibles de Ernesto Ghezzi, y esa inconfundible cadencia, Anytime, Anywhere, también de su exitosísimo “Lipservice” del 2005 hizo las delicias y nos devolvió impagables recuerdos, sobre todo a quienes les conocimos en aquella época. Y como carta de despedida, la gran novedad que no hicieron en el Barcelona Rock Fest, un cover de la archiconocida Quinn the eskimo (The mighty quinn) de Bob Dylan con la que abandonaron, agradecidos, el escenario en esta su primera actuación en el Leyendas del Rock.
Precisamente a Blind Guardian también les vi hace tan solo unas semanas en Barcelona, pero mientras que el concierto de los Gotthard (por referencia anterior) me dejó algo frío, el de los alemanes, por intensidad, por setlist y por los músicos me llegó muchísimo, tal vez más que la mayoría de veces que les he visto anteriormente. Tenía muchas ganas de repetir, aun a sabiendas de que el concierto sería muy similar, si no idéntico. Me desplacé desde el escenario Jesús de la Rosa hasta el Azucena, donde todavía no se había formado una muralla impenetrable de gente, para ver la actuación en condiciones. Había, sin embargo, mucha expectación, porque ya es un secreto a voces el hecho de que están interpretando el “Somewhere far beyond” completo, y es un disco que a muchos de nosotros nos ha marcado cantidad.
La única canción que rompió con la dinámica fue la primera, pero os aseguro que, aunque ya sabía lo que había, me volvió a poner los pelos de punta esa intro, War of wrath, continuada por la majestuosa Into the storm, durante la cual salió a escena Hansi Kursch, muy animado aunque, como todos sabemos, es solo un espejismo inicial. Pegó muy fuerte entre el público, muchas voces y manos al viento cantando. El que sí ha vuelto en todo su apogeo es el guitarrista Marcus Siepen, que tuvo que ausentarse en Barcelona, lo cual, además de traernos mayor cuerpo en la sección de cuerdas, aportó un mayor dinamismo al concierto, y para rematar, algún que otro cambio positivo en el setlist. Hansi se dirigía a nosotros en pseudo-español (aunque se agradece el detalle) para saludarnos y presentar el concierto, el leit motiv de este, que iban a ser todos los temas del “Somewhere far beyond”. Y sin más preámbulos, arrancaron la maquinaria a tope con Welcome to dying, rauda y potente (buen sonido en el Azucena, como de costumbre) y tras dirigirse de nuevo a nosotros, Time what is time, un par de trallazos que sonaron de miedo y en los cuales el batería Frederik Ehmke no dio un solo segundo de tregua. Hansi por su parte pues… no voy a descubrir nada si digo que no da el más mínimo espectáculo como frontman, y lo que es peor, cada vez canta menos y peor, todas las partes altas por debajo y, en mi opinión, de forma bastante desganada. Pero a un concierto de Blind Guardian, y particularmente a este, siempre voy por los temas y por los músicos. Si no, habría dejado de verles haría años. Muy guapo el solo de André Olbrich, que alternaba miradas entre su instrumento y el público en Journey through the dark, levantando grandes ovaciones, y en la más relajada Black Chamber se notó cuando Hansi está dentro de su registro, entonando mucho más, incluso gesticulando, acompañado únicamente por el piano de Mi Schüren, que tuvo pocos momentos de protagonismo, pero muy intensos. Bonito momento, y tendríamos muchos más así. Si en Rock Fest me quedé con ganas de ver un tema, ese fue Theater of Pain, que descartaron debido a la ausencia de Marcus, pero esta vez sí sonó en toda su grandeza, de hecho, para mí es uno de los puntos álgidos del disco con esas melodías tan guapas. Hablando de Marcus, saltaban a la vista, con todo su movimiento y desmelene, las ganas que tenía de volver a estar ahí arriba, muy contento y activo durante todo el bolo.
Nueva presentación, esta vez para esa guapísima The quest for Tanelorn, con buenos coros y una implicación total de la peña (Hansi, sorprendentemente, cantando muy bien) y una introducción de lo más tétrica y con predominio de luces rojas para Ashes to ashes que le dieron una gran ambientación al escenario. Pero sobre todo caña, mucha caña, de cuando hacían ese Power Metal con toques Thrash, que te daba directo entre ceja y ceja. Hasta ahora, al menos desde donde yo me encontraba, un sonido impecable que hacía relucir todavía más a los excelentes músicos. Momentazo muy, MUY especial ahora, cuando Marcus y André empuñaban sus acústicas, sentados en la plataforma de la batería. Incluso antes de sonar la primera nota, ya tenía la piel de gallina solo de pensar en The Bard's Song - In the Forest. Y es que en este tipo de lentas, Blind Guardian fueron imbatibles en su momento. Todo, absolutamente todo el recinto del Leyendas cantó su letra, incluso a capela en la primera parte. Fue un momento muy intenso y emotivo, con cánticos y alabanzas hacia el grupo en forma de ‘oeoes’, justo antes de entrar como un trueno su segunda parte, The Bard's Song - The Hobbit y marcar ese momento en todo concierto de Blind Guardian en el que Hansi, a pesar de moverse lo mínimo, reacciona vocalmente y comienza a dar algún que otro agudo. Las gaitas pregrabadas de The Piper’s Calling fueron preludio de la rapidísima y atronadora Somewhere Far Beyond, más Power / Thrash con la batería de Frederik sacando tanto humo como nuestras propias vértebras. Ya no esperaba sorpresas a nivel de repertorio, y de repente… ¡¡Lord of the rings!! Otro impacto emocional en forma de tema que me llegó muy adentro, y de nuevo toooooda la gente cantando a grito pelao. Pero por supuesto, no terminó ahí la cosa, porque Mirror Mirror fue un auténtico desparrame, un fiestón en el sentido estricto de la palabra. Un ambientazo como pocos llegué a ver en todo el festival. Exquisita, como siempre, las partes instrumentales (especialmente las de guitarra) para dar paso al envite final con Valhalla, un corte que me flipa, que siempre me ha flipado, pero que en directo me acaba resultando pesada por la de veces que Hansi nos hace repetir una y otra vez el estribillo. Aun con lo bueno y lo malo del show, muy contento.
Tenía 45 minutos para llegar al Mark Reale. Parece una barbaridad, pero en el Leyendas del Rock… nunca se sabe jeje. De hecho, en este punto me volví a encontrar con mis amigos en el mismo lugar que la primera vez. Ni hecho adrede jeje. Estuve echando unos tragos, y me encontré también con mi gran colega Popi, que andaba por allí en toda su salsa. Una lástima que se me perdiera, porque ver lo que venía a continuación con él, habría sido la hostia. Posiblemente, y mira que hubo actuaciones cojonudas, el mejor concierto del día y uno de los tres mejores de todo el festival. Los Heavy Pettin me volaron la puta cabeza pero a lo grande. Y no sé por qué, pero es algo que de algún modo ya me esperaba. Sí, dinosaurios del Heavy Metal y todo lo que uno quiera, pero con una actitud y una fuerza escénica que ya quisieran bandas que han conseguido mucho más renombre. Y eso que Get back to you, del último EP que grabaron en 2020 (“4 Play”) no consiguió atraerme del todo pese a que la banda salió como un auténtico cañón, pero ya con Roll the dice o Break it down subieron, y muchísimo, el listón y las revoluciones del concierto, consiguiendo crear inmediatamente un ambientazo increíble, con un sonido que, aunque lejos de ser perfecto, hacía honor a toda la clase que emanaba desde el escenario, con Gordon Bonnar en primera línea de frente, contoneándose, y ese David Boyce con estética tan retro, supurando magia ochentera por todos los poros de su piel. Solazo a las seis cuerdas de Dave Aitken, ocupando el centro del escenario, y al trapo con Rock me, que pese a bajar un poco la velocidad al concierto, fue muy recibida, cantada, y vitoreada al final, siendo grandes protagonistas, entre otros, esos coros por parte de Dave y Boyce. La cosa estaba que ardía, y cada vez más peña se acercaba a las primeras filas para disfrutarles más de cerca. En un momento dado, el vocalista intentó sin éxito abrir una botella de Jack Daniels, bastante divertido. Obviamente, este último fue una de las grandes estrellas del concierto, ganándose a pulso ese título.
Aunque ya no posee ese timbre tan agudo del que hacía gala en los 80, como se pudo apreciar sobre todo en temas extraídos de su primer disco “Lettin Loose”, durante las que sonaron de este se comportó de una forma espectacular, y no solo a la hora de cantar tan bien, sino a la hora de imbuir el escenario con esa chulería y ese andar rebosante de actitud. Durante Shout it out, por ejemplo, le vimos paseando junto a su palo de micro, levantándolo, dándole vueltas, haciendo volar su pañuelo… joder, me encantó. De las más deseadas del repertorio fue Soul survivor, y la banda parecía incluso atónita ante nuestra respuesta. David Boyce parecía el más alienado, siempre en su mundo con sus bailes y sus movimientos de bajo, transmitiendo un rollazo tremendo y tocando como Dios. Tanto Dave como Gordon (miembro fundador de la banda) continuaban su buen hacer con los coros en Victims of the night, y el primero se lució especialmente con el solo de Rock ain’t dead, guapísimo. A todo esto, el vocalista Steve "Hamie" Hayman no dejaba de animar y subir la tensión. Coincido plenamente con lo que me dijo mi amigo Diego en nuestro breve encuentro en mitad del concierto: estas cosas a mí me dan la vida. Steve continuaba flipándose a tope con el pie de micro, casi como si de un videoclip se tratase, en Hell is beautiful, que abrió el batería Michael Ivory con el doble bombo a todo trapo, en uno de los cortes más Heavys y contundentes de la noche. A estas alturas, creo que no había nadie ya que no estuviese comiendo de su mano. Entrando ya en los bises, In and out of love, otra de las más conocidas, volvió a traernos esos contoneos de Sveve Hayman y por supuesto, esas melodías tan guapas que calaron hondo, y para poner punto y final a aquella gran fiesta (nunca mejor dicho), Throw the party y el vacilón solo de Dave fueron el colofón perfecto de un concierto de esos tan intensos y brillantes que te hacen redescubrir, por sí solos, a toda una bandaza como Heavy Pettin. Siento lástima por quien se perdiese este pedazo de show. ¡BES-TIA-LES!
Aunque hasta ahora me encontraba bastante bien de fuerzas, a pesar de ser el tercer día (y con los ánimos a tope, eso siempre), los Heavy Pettin me exprimieron a saco, y para mi gusto personal quedaba ya poco interesante de aquel día… salvo, por supuestísimo, una de las bandas que más ganas tenía de ver de todo el festival, los gigantescos The Darkness, y de paso, resarcirme de aquel Leyendas del año 2015 en el que, por coincidencia con los Reckless Love, no pude ver su concierto entero a falta de un par de temas.
Su show era prácticamente obligatorio, y casi también, de antemano, un valor seguro, a sabiendas que nos iban a llover clásicos de aquel álbum que durante unos años puso el mundo del revés, “Permission to Land” y otros singles y temas posteriores que, aunque nunca llegaron a igualar el éxito de la opera prima, también rebosan calidad. El concierto de Heavy Pettin me pisó unos pocos minutos, así que salí como un rayo hacia el escenario principal, sonando ya una de mis favoritas de toda su carrera, Growing on me, que ya me puso los niveles de buen rollo al máximo, cantándola mientras llegaba y cogía un buen sitio, para disfrutar de One way ticket, donde la banda continuó cogiendo un vuelo de altura, con una confianza y comodidad a tope sobre las tablas. Primer cambio (de muchos) de guitarra para Justin, a quien se le veía absolutamente pletórico, bromeaba y se echaba unas risas junto a nosotros, y ofrecía actuaciones tan hilarantes como durante la cañera y casi Heavy Motorheart, algo extraña, pero muy apropiada para el directo, que culminó lanzando con violencia su guitarra al suelo. La hímnica Open fire, del “Last of our kind”, guitarrera y directa, fue proseguida por Givin’ up, y que queréis que os diga, me vuelve loco ese puto tema, abierto por los guitarrazos de Dan Hawkins y coronada con ese solo tan fresco y divertido que nos hizo volar alto. Un invitado sorpresa se subía con ellos llevando una guitarra acústica, junto a quien interpretaron Heart explodes. El músico no era otro que Ian "Softlad" Norfolk, el técnico de guitarras de la banda, con una fugaz pero buena interpretación. A pesar de ser una de las últimas bandas del día, su Rock tan vivo y alegre me quitó el cansancio de un plumazo, ya desde los primeros temas. El escenario vibraba con ellos, la gente se lo pasaba en grandes, propios y extraños que ya les habían visto en varias ocasiones o primerizos, no importaba.
El ambientazo era total. Justin sigue teniendo un dominio tremendo de su voz, falsetes altísimos y un tono y una forma de cantar que siempre fueron únicos. Y lo demostró de sobra en Barbarian, uno de sus grandes singles. El frontman se mostró extremadamente comunicativo (para algunos demasiado, no para mí) y nos dedicaba unas palabras de cariño verdaderamente bonitas antes de una de las grandes baladas de la noche, esa inmortal Love is only a feeling, momento infinitamente tierno para echarse un bailoteo y, sin salirse de su “Permission to land”, cambiar radicalmente la cadencia con Black Shuck, con unos bajos muy notorios de Frankie Poullain y una potente batería de Rufus Taylor que pusieron a hervir de nuevo el Leyendas. Con el mismo Frankie en el centro del escenario, lanzaron Japanese prisioner of love (tan divertida como cabría esperar) y aquí vino una de las mejores anécdotas de la noche, cuando alguien dio al vocalista un dibujo que había hecho un niño pequeño, con una Flying V dibujada. Con el cachondeo de que Dan nunca había empuñado una, a partir de este momento, el vocalista empezó a insertar las palabras ‘Flying V’ incluso durante algunas partes de sus temas. Tronchante. Tal como hizo en Solid Gold, provocando que algunos nos desternilláramos de risa. Un solo de batería muy guapo por parte de Rufus (y más cachondeo con la Flying V) nos llevaron hasta la maaaaravillosa Get your hands off my woman, durante la cual, el vocalista hizo el pino y comenzó a aplaudir con las piernas. Bromeando con su hermano, y al final juntándose con él para interpretar el último tema, I believe in a thing called love, que fue una pasada: todo el mundo saltando y cantando con una alegría indescriptible, la misma que nos había contagiado la banda desde el principio. Sin duda, de las dos veces que les he visto, me quedo con esta. La hostia en vinagre, colegas.
Tenía tan solo una banda más marcada en mi horario personal, los Ktulu, que actuaban en el escenario pequeño. Pero, aunque no suele pasarme, el cambio estilístico se me antojaba demasiado radical para las alturas de la noche, y a decir verdad, hace mucho tiempo que dejé de escucharles, y el interés por dicha banda ya no tiene nada que ver como cuando tenía 18 o 20 años. Al final, fui tirando hacia el coche para regresar, con una pequeña espinita en la conciencia que se disipó por completo cuando mi amigo Kurro, que sí se quedó a verles, me dijo que sonaron como una puta mierda. Lo siento por ellos, pero así me arrepentí menos de no haberme quedado. Llegaba a casa sobre las 2 de la madrugada y, esta noche sí, caí frito en menos que canta un gallo.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
Leyendas del Rock 2022 (viernes 04-08-22, Villena)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te ha gustado la crónica, estuviste allí o quieres sugerir alguna corrección, ¡comenta!