Lo primero, agradecer a la persona que nos permitió entrar en la sala, a pesar del evidente intrusismo, para saludar a mi colega Nando y desear suerte al personal antes de que comenzara la prueba de sonido. Posteriormente, una de las mejores partes de la noche al margen del concierto, la cena que nos metimos entre pecho y espalda en el bar de la esquina, el Va de bo, pedazo bocatas, y pedazo de compañía de lujo, con Nando, Yannick y Judy, a los que posteriormente se unieron Bill y Angelika. También tuvimos el placer de poder saludar allí a peña como Bea, Dani, Paula, Luciano, Valentín… ¡grandes! Parecía que, hasta la primera actuación, restaba mucho tiempo desde el momento en que pisamos Valencia (donde por cierto, fue un calvario encontrar aparcamiento por la zona), pero la verdad es que las horas pasaron volando, y enseguida nos vimos cómodamente sentados en los sofás del Loco Club, expectantes ante la primera banda, los Frito Pendejo, que no se hicieron de rogar, y al poco de dar las 23:00 ya estaban repartiendo leña desde el escenario.
Stoner, psicodelia, 70s y una pizquita de progresivo son los estilos que conforman el puzle musical del que hace gala la banda valenciana. Con un disco en el mercado, una pasada llamada “Bitter” (producido por el mismo Micky Stoner y del que recomiendo encarecidamente la escucha), se encuentran a las puertas de lanzar su segundo trabajo, del cual nos presentaron una buena retahíla de temas durante más de la primera mitad del show. La diferencia más notable es que estos están cantados en español, a diferencia de los primeros que compusieron. Estilísticamente no se alejan demasiado, aunque sí cabe recalcar que han aumentado en registros musicales. Las primeras muestras fueron Sal y Tortura, guitarras pesadas, un bajo muy resaltado y potente en primera línea, y especialmente en la última mitad de la segunda, una batería a cargo de Jordi Martínez muy cambiante y virtuosa, uno de los músicos con los que más disfruté. Cabe destacar que Micky, Javi (con ese increíble bajo tan clásico) y Jordi compartieron también escenarios en bandas anteriores: The Carminers, Zenner, Eirch Zann (que me flipaban) o Moisty Trap, y fue muy evidente lo bien que funcionan juntos. En esta nueva etapa, se les une como guitarra rítmica Emilio, que aportó buenos riffs, cuerpo a los temas y también mucha vistosidad escénica, muy integrado a pesar de haber entrado hace tres meses, arqueando la espalda y disfrutando con Al final o Despierta. En esta última, Micky asumió el papel vocal, obsequiándonos con matices más folklóricos y unos falsetes bien ejecutados.
Se les veía muy cómodos y contentos al tocar, pero faltaba algo: más calor del público, algo que Javi remedió rápidamente pidiendo a todo el mundo que llenase las primeras filas. Ahora sí, con toda la peña más integrada en el bolo, sonaba Un poema, con más muestras de virtuosismo y buen hacer por parte de Jordi a los palos (¡vaya crack!), riffs contundentes, y voces fantásticas, que alternaban en según qué temas entre Micky y Javi, distintas pero perfectas para esas cadencias. Toxic girl fue la primera en saltar al setlist de su “Bitter”, tal vez la más reconocida por el aumento de intensidad entre el público, y muy vivida por los músicos, especialmente en esos enérgicos y cortantes riffs / solos por parte de Emilio y Micky, y dio paso a Up in the stage, con puntazo extra de psicodelia remarcado por el (insisto) potente sonido del bajo, cuyo modelo iba cambiando Javi. A estas alturas, nos dieron la buena nueva sobre la inminente salida del segundo disco, y, haciendo referencia a la mítica cinta Warriors, que inspiró la letra del último tema del concierto (Coney Island), nos ofrecieron tras ella una parte final que no dejaría indiferente a nadie, y en la que, tanto de forma individual como colectiva, los músicos dejaron el pabellón bien alto, improvisando con constantes muestras de entrega y calidad musical, un Micky tirado de rodillas, extasiado, empalmando solos, su compañero Javi cruzando mástiles con Emilio o Jordi sacando humo de sus baquetas… alargando aquella jam session durante aproximadamente los últimos 10 o 15 minutos del bolo. Muy buen concierto, y sorprendente descubrimiento. Deseando desde ya escuchar ese nuevo disco.
Junto a Bill y Angelika (thanks a lot for the beers, my friends!) salimos a despejarnos y a tomar el aire… en sentido figurado, ya que la noche valenciana continuaba siendo especialmente cálida para tratarse demediados de octubre. Hicimos un poco de humo, nos llamaron la atención por hablar demasiado alto (y con razón, ya que habíamos entrado en la madrugada), charlamos con la peña, y de repente, al entreabrirse la puerta de la sala, nos percatamos de que, tras muy poco rato de descanso, el bolo de Frank Suz daba ya los primeros compases, lo que nos hizo entrar escopeteados a la sala, pillar más birras, y ya meternos de llenos entre las primeras filas, afortunadamente ya bastante pobladas.
Lo del concierto, en sí mismo, y en general, fue para quitarse el sombrero… de copa. Sonando estupendamente bien de principio a fin, con una entrega bestial por parte de todos los músicos, y con un Suzuki Samurai como maestro de ceremonias y líder de la formación especialmente inspirado, que elevó las cotas de espectáculo al más alto nivel. A toda leche, No es país para viejos nos enganchaba rápidamente al concierto con ese pegajoso estribillo y corrosiva letra, y toda la banda, los ocho músicos que se encontraban sobre el escenario, brillaban con luz propia con sus instrumentos. A la gente se la notaba receptiva y con muchas ganas de fiesta, y Rafa Camós, desde su posición, se giraba sonriente hacia su compañero en la batería como diciendo: ‘¡esto va a ser algo grande!’. En lugar de continuar subiendo las revoluciones a lo loco, Louisiana Rougarou, el corte con el que abre “Mambo Voodoo”, tuvo un papel fundamental. No solamente sirvió para ponernos a todos a danzar entre las primeras filas, a sentir la música en su máxima expresión, sino que también fue ideal para que todos y cada uno de los músicos desplegaran su gran talento sobre el escenario: los marcados y tan necesarios bajos de Nando Insidious, el Hammond de Suz sonando alto y claro y por supuesto, esa increíble sección de vientos formada por tres fenómenos como son Javi Pardos al trombón de varas, Fede Fuster al saxofón, y por supuesto, el maestro Francisco Hickowski a la trompeta, a quien ver de nuevo tocar fue una auténtica gozada para los sentidos. Aprovechaba Frank para pedirnos acompañamiento en los coros antes de meterse de lleno en Mambo Voodoo (¡la hora de la fiesta!), empuñando sus maracas para darle más ‘salsa’ al tema, compaginándolas con su Hammond y por supuesto, con los vientos sonando a todo trapo.
Hace poco que Luciano Young ha salido de la banda, pero el ‘nuevo’ guitarrista de la banda es alguien que, habiendo ya colaborado en ella anteriormente, no necesita presentación alguna. Impresionante Yannick desenvolviéndose sobre el escenario como pez en el agua, en todo su esplendor. Y cuando hace piña con el mismo Frank, codo con codo, hombro contra hombro, se crea una sinergia que eleva la temperatura y la clase del concierto a una altura exponencial en cortes como la más industrial LNDLMC (La noche de los muertos calientes) o Barón Samedi, que Suzuki prefirió no tocar (en su teclado) para acercarse a nosotros, cantando con gran desparpajo y desatando nuestros ánimos y palmas. Y es que en cuanto a presencia escénica, soltura y aplomo, tiene pocos rivales. Al final del tema, arrojó su micro (literalmente) al suelo, y terminó aporreando las teclas. Abrió Nando los primeros compases de una de mis favoritas, El huerto del conejo muerto, encarándose posteriormente, en la parte instrumental con su compañero Yannick, mientras la voz de Suz, más narrada que cantada, sonó tremendamente decadente, reforzando esa cualidad del tema que tanto me mola. Con ese número de músicos en el escenario, el dinamismo en muchos aspectos está garantizado. En la susodicha parte instrumental, aprovecharon para alargar, con improvisaciones por parte de los vientos, creando un clima casi ensoñador, y con Frank Suz en el centro, tocando y al mismo tiempo, haciendo de director con su banda, subiendo y bajando el ritmo con un solo movimiento de su mano. En momentos como este, se nota la impecable coordinación de la banda en vivo, algo que todavía tiene más mérito siendo ocho sus componentes. En cada concierto de Frank Suz tengo algún (o varios) momentos de evasión de esos en los que te olvidas incluso de que estás en un concierto y la mente escapa volando. Este viernes, me sucedió a continuación, con Dueños de la noche, en parte gracias a ese hipnótico ritmo que marcaron las teclas, el descomunal solo de trombón por parte de Javi Pardos, y esas notas de Yannick (genialmente improvisadas) que doblaron la melodía, otorgándole todavía más vida.
Pero también en Mirar a las estrellas volví a tener esa sensación. Dedicada, en uno de los momentos más emotivos de la noche, a la memoria de su amigo Angus, el clima que creó fue maravilloso, con Rafa y Frank compartiendo voces y momentos de colegueo. No iba a haber más temas lentos aquella noche, pero desde luego, esa ya se ha convertido en una imprescindible. La última parte fue muy movida y cañera, y disfrutamos como cosacos. Un Yannick desbordante de clase y descaro se arrimaba a las primeras filas, contoneándose y retorciéndose, en Incubus (el depravado), haciendo hablar su guitarra al amparo de la potente base de vientos que nos llegaba desde el fondo del escenario, y las habituales ‘salidas vocales’ de Frank Suz respecto a las melodías originales. Pero para depravada, esa Inferno, que el murciano Tomás Ureña a la batería abrió a gatillo. Excelente fichaje y primera vez que le veía actuar, un batería sólido, con ritmo y buena pegada, que demostró su valía de principio a fin. Yannick se crecía, se flipaba… ¡¡incendiaba el tema todavía más!! Nos avisó el mismo Frank de que esta noche no habría versiones ni extras musicales (lo visto ya fue uno enorme, en sí mismo), pero el caramelo con el que terminaron su actuación no fue otro que la cachonda En babilonia, con Nando pateando el escenario ya de primeras. Frank, micro en mano y alejándose de su Hammond, volvió junto a su público para pedir palmas y coros, y fue un gustazo ver cómo respondió toda la sala, casi a capela. El ‘Nuevo diablo’ iba, volvía, se recorría el escenario con ese nervio que siempre le acompaña, compartía micro con su colega Rafa, y antes del gran final, presentó y dio rienda suelta a sus músicos para que improvisaran un buen trozo, con solos varios (marcándose el gran Hickowski un fragmento de ‘La Marsellesa’), virguerías instrumentales, muestras apasionadas… y para culminar la jugada, estampó su teclado contra el suelo para, desde allí, dar las últimas notas, con el consiguiente regocijo del personal.
Un concierto que, a pesar del tochazo que os acabo de soltar, se me hizo exageradamente corto, pero como contrapartida, intenso hasta decir basta. Y es que cuando el artista cree firmemente en lo que hace, pone alma y corazón en ello, cuando se deja la vida sobre el escenario, cuando defiende tan bien su música en directo (gracias también, por supuesto, a ese impresionante elenco de músicos que le acompañan) y más todavía, cuando todo ello se ve, se escucha, y se percibe de forma casi extrasensorial, el resultado tiene que ser, por fuerza, tan extraordinario como sucedió este viernes. Y al mismo tiempo, es justo cuando uno se da cuenta realmente de que el Rock’n’Roll no puede ser otra cosa sino un modo de vida en sí mismo.
Me gustaría mandar un último saludo de agradecimiento a toda la gente que enriqueció todavía más la noche, a Yannick y a Judy por esa pedazo de cena tan divertida, a Nando (qué gusto conocer PERSONAS como tu), a Dani Piercer, a Jesús, a Susu Pétalos (pareja y fan nº 1 del artista), a Bill y Angelika por la compañía y las birras, por supuesto, al propio Frank Suz (eres sencillamente enorme, tío), y a todo el que no haya mencionado durante la crónica y se me pueda haber olvidado. ¡Nos volvemos a ver pronto!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
Frank Suz + Frito Pendejo (viernes 14-10-22, Loco Club, Valencia)
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