domingo, 12 de febrero de 2023

Mecha... ¡y a correr! (Pölvora, sábado 11-02-2023, Sala-Bar La Gramola, Orihuela)

La provincia de Valencia, y es algo que ya he repetido hasta la saciedad, ha sido cuna, lugar de nacimiento de algunas de las bandas de Rock y Metal nacional que más me han marcado e influido a nivel de gustos musicales, y no solamente en el pasado, también en época reciente. Y aun así, no todos los días se produce un hecho tan importante como el nacimiento de la que, sin exagerar, podríamos calificar como una auténtica súper-banda valenciana. Pölvora ha causado un gran revuelo en la escena, y no es para menos, ya que son el resultado de una combinación absolutamente magistral, una receta de cinco tenedores integrada por componentes de (entre otras formaciones) Uzzhuaïa, Jolly Joker o 13 Millas. Si siempre he citado a las dos primeras como mis bandas favoritas de la historia de ‘la terreta’, y a 13 Millas como una banda increíble de la que me quedé con muchísimas ganas de más, os podréis imaginar con qué ansia acogí este nuevo proyecto que hoy ya es toda una realidad, y además, ha empezado pisando fuerte y con pasos de gigante. La recepción que el público les ha brindado en las fechas ya celebradas, según ellos mismos me contaron, ha sido bestial. Cuatro conciertos en Valencia, Zaragoza, Barcelona y Avilés en los que, no me cabe la menor duda, han dejado el pabellón bien alto. No pude estar en su concierto de presentación… y eso me dolió, pero tampoco pensaba quedarme de brazos cruzados, y su concierto de este pasado sábado en la ciudad alicantina de Orihuela era la ocasión perfecta para resarcirme y disfrutar como un salvaje en directo de un disco que, de lejos, ha sido el que más ha sonado en mi casa en los últimos meses. Lo dicho: mecha… ¡y a correr!

“Fuego y ceniza”, que así se llama el primogénito del grupo, contiene todos los ingredientes que uno puede esperar en un gran disco de Rock con mayúsculas, con marcadas influencias de cada uno de sus miembros, calidad compositiva y musical a raudales, elegancia, clasicismo, melodías subyugantes, una capacidad de adicción cuyo límite todavía no he visto a pesar de las incontables vueltas que le he dado y, por qué no decirlo, una portada que fue amor a primera vista. Y con músicos de tan enorme, estatus, experiencia y rodaje como Lane Lazy (voz), Izzra Ferrer y Álex Simón a las guitarras, José Lï en la batería y Rubén Lozano a las cuatro cuerdas, aquello prometía ser una velada de ensueño. Pero hubo más, mucho más. La compañía de la que pude disfrutar aquella noche fue de lujo, el ambiente en La Gramola, una puta maravilla, y para coronar, el setlist estuvo lleno de sorpresas que, casi literalmente, me hicieron derretirme de gusto.

Coche petado de grandes amigos como Kurro, Nando y por supuesto, mi chica, llegamos a Orihuela con el suficiente tiempo como para explayarnos e ir sin prisas, y encontrarnos allí con peña tan de puta madre como Catapunk, Yannick o Judy que engrandecieron todavía más los preliminares. Copa, cena y puro, en ese orden, y un poco antes de la hora de arranque ya estábamos a las puertas de la sala, igual que algunos de los músicos, dando un último respiro antes de meterse en faena. La noche tenía el sello de “calidad y disfrute garantizados” incluso antes de comenzar, pero el grueso, el concierto, fue algo ya de locura.

Con el humo ya mezclándose entre los instrumentos, saltaron a escena Jose, Alex, Izzra, Rubén, y por último, ante el ya animado público, Lane Lazy, desparramando clase y actitud por sus poros, y la emprendieron con Mirar atrás, estando la voz de este último perfectamente respaldada por los coros de Izzra. Los firmes pateos de Álex sobre el escenario durante Nada que hacer me vuelven a recordar que es un terremoto, un músico incapaz que quedarse quieto que vive con una pasión extraordinaria cada minuto allí arriba, y es algo que también repercute a la hora de transmitir a la peña ese entusiasmo, tal como ya se veían las primeras manos en alto y a muchos cantando esos estribillos tan pegadizos y potentes. La primera gran alegría para mí (y es que pensaba que algunos temas del disco quedarían fuera del setlist) fue Polvo, hoy por hoy, mi favorita del disco, un tema empapado de agridulce nostalgia y una de las mejores melodías del redondo, que disfruté a muerte en primera fila, cambiando rápidamente de registro con Cuchilla y plomo, que esta vez me recuerda a otra banda que también me enganchó de lo lindo: Capitan Booster, con ese rollo de perdedores y maleantes callejeros que tanto me mola, y ese puntito más punk. Lazy no dejaba en absoluto que el público se enfriase, creciéndose cada vez más y pidiendo jaleo. Cambió sus gafas de sol por maquillaje, tal vez para diferenciar un poco su imagen de la que encarna con Jolly Joker, pero sea como sea, en esencia deja de ser otro que el frontman y cantante que tanto me flipa en directo. Y los ánimos se hicieron todavía más efectivos en Verte caer, tras ese último solo de Izzra, pie sobre el monitor, en nuestras caras, muy cantada, y con fantásticos coreos de él mismo y Rubén, quien tras estar un buen rato peleando por encontrar un buen sitio en el minúsculo escenario, se posicionó junto a su compañero para apoyar en las labores vocales, dando paso, tras unas palabras de presentación, a uno de esos momentos que, lo reconozco, casi me salta las lágrimas.

Era probable, era imaginable incluso, pero aun así, no me había hecho la idea de escuchar repertorio de Uzzhuaïa en aquel directo, y Baja California me cayó encima, de repente y por sorpresa, como un auténtico bombazo. Ver a tres de sus miembros originales tocándola y a Lane emulando al grandísimo Pau Monteagudo con su pedazo de chorro vocal… creo que es uno de esos cúmulos de sensaciones que no olvidaré por mucho tiempo que pase. Esta vez fue Álex, con ese empuje tan canalla que siempre demuestra, quien terminó el tema al borde del escenario. Y no quedaría ahí la cosa, porque Perdido en el huracán (¡¡cuantísimo tiempo sin escucharla!!) continuó haciendo las delicias de los adoradores de Uzzhuaïa, con la banda cada vez más entregada. Dispuesto a ladrar, nos acercó también una de las mejores facetas de Jose Lï a la batería, con ese aplomo y esa pegada tan medida como en pocos baterías he visto. Los continuos movimientos y gestos de Lane Lazy (y esas miradas directas a su chica, que también ocupaba las primeras filas) nos hicieron envalentonarnos aun más, ya con una sala a reventar. De hecho, de los conciertos a los que he acudido a La Gramola, este fue sin duda el que más la petó. Volviendo a sacar esa vena Punk, sonó Quémalo uno de los cortes más genuinos del disco, directo, refrescante, posiblemente la más bailable como tal y con una parte central que puso a toda la sala a meter headbanging. Ahí fue donde me acordé de las palabras de mi querido Nando: “ya verás, lo hacen exactamente igual que en el disco”, cosa que no pude sino corroborar desde el mismo principio.

Versión al canto, pero esta vez internacional, tirando de unos clasicazos inmortales como AC/DC y su Rock 'n' Roll Damnation que desató muchos, muchos bailoteos y cánticos, que adaptaron con cierta dureza extra en directo, y que me resultó irresistible. El tema que cierra “Fuego y ceniza”, Nunca más, fue una de aquellas en las que más entrega vocal vi por parte de Lazy, destacanto también esos pulcros cambios rítmicos a cargo de Jose. Aquí es obligatorio hacer hincapié en el descomunal buen rollo que se respiraba entre los músicos. O bien se apoyaban unos en otros, o bien se lanzaban miradas cómplices, se sonreían, “macarreaban”, sacudían las melenas, cambiaban posiciones... y tocando / cantando siempre de forma impecable. Segunda y agradecida tanda de temas de Uzzhuaïa, que volvieron a ponerme el corazón a mil, siendo la primera Santos y diablos, con Álex maltratando su guitarra en el aire (¿he dicho ya que me encanta esa forma tan bestia y primitiva que tiene de rasgar las cuerdas?) y soberbios coros de Izzra y Rubén. El bajo de este último, por cierto, sonó bastante elevado durante todo el show, pero sin ahogar el resto de instrumentos, lo que a veces le daba un toquecillo más ‘garajero’ a los temas, y su actuación escénica tampoco quedó precisamente atrás respecto a la de sus compañeros. Y después, pura tralla con No quiero verte caer. Escuchando cómo suenan de bien, y sobre todo, lo perfectamente que combinan tanto los temas propios como los de Uzzhuaïa, no me sonaría a disparate si alguien me dijese que Pölvora es la continuación natural de estos últimos.

La banda suena tremendamente empastada en directo, es algo que se percibe desde el primer tema, y no solamente por la incontestable calidad de todos sus músicos. Posiblemente, uno de los secretos de ello reside en la caoba de todos esos Gibson, fundamentales para alcanzar esa gloriosa y particular resonancia. Y moló muchísimo escuchar, aunque solo fuese durante Ceniza y vino, tres guitarras en directo, empuñando Lane Lazy su electroacústica para darle más feeling si cabe al tema, mostrándose más comedido en esos minutos para volver a desmelenarse (y apurar la lata de birra sobre su cabeza) con Sicarios, diría que junto a Polvo, mis actuales favoritas del álbum. Guitarrera a saco y con Jose metiendo cera de la buena con sus palos, ritmos cruzados, contundencia, melodía sensacional, intensidad inundando e incendiando cada centímetro de La Gramola, azufre que caliente la pólvora… ¡¡Explosión!! La banda no podía ocultar su felicidad por lo acontecido aquella noche, y las sonrisas en sus caras hablaban por sí solas. Se despidieron, no sin antes interpretar uno de los estandartes del disco, Una vida sin más, que supuso (de momento) el último gran reto a las cuerdas vocales de un Lane Lazy que brilló a un nivel cósmico. Después de haberle visto tantas veces en directo, lo normal sería que ya no sorprendiese tanto su descomunal actitud y dominio del escenario, pero no es así: siempre consigue dejarme anonadado.

El primer ‘adiós’ fue difícil de creer, seamos sinceros, y más después de las palabras que nos dedicó Izzra, que tampoco cesó en su empeño de provocar y calentar los ánimos del personal a grito pelao. En unos minutos, teníamos la que muchos deseábamos como perros hambrientos, la que faltaba, esa brutal Ciudad de lobos que fue una inmejorable carta de presentación del disco, clavada en directo y celebrada a lo grande por todos los presentes, dejándonos la voz durante su estribillo. Y para culminar, un suculento cover del Love removal machine de los The Cult, que durante bastantes conciertos también han interpretado Jolly Joker, arrolladora, engrosada por esos fantásticos coros, y acelerada hasta la locura en ese arranque final que nos puso de vuelta y media.

Dicen que las primeras veces son las que mejor se recuerdan, y ya que no tuve el honor de acudir a su concierto inaugural en el Loco Club de Valencia, me saqué en La Gramola una espina enorme, disfrutando de cada minuto como si fuese el último, escuchando por fin en directo los temas de ese disco que tanto me ha atrapado desde su salida. Y el resultado no podría haber sido mejor. Les queda mucho camino, muchas fechas por delante, y las que han de venir después. Y por mi parte, ojalá tengan como banda el futuro y el éxito que se están labrando, porque aquí hay algo muy grande entre manos. Quien no me crea o dude de mis palabras, no tiene más que acercarse a la próxima sala donde vayan a descargar. Y no le quedará otra que darme la razón.

Finalmente, aunque la idea era ahuecar el ala poco después del bolo, nos quedamos un rato haciendo el gamba por dentro y por fuera de la sala. Pero muy a gusto, oigan. Tuve el placer de conocer, saludar y agradecer en persona a algunos de los músicos (muchísimas gracias por esas púas, Manu), y tampoco nos podíamos largar sin despedirnos de toda la peña guapa, parte también indispensable de esta gran noche.

Nos leemos pronto, ya que este fue el primero de una larga lista de conciertos que están por llegar, y que me van a dejar más arruinado que una rata. ¡¡Pero todo sea por el puto Rock’n’Roll!!

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


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