Mano a mano con mi colega Popi, para quien no puedo tener palabras sino de agradecimiento por su impagable compañía y gran generosidad durante toda la ‘aventura’, hicimos la hora y media de coche desde mi pueblo hasta Murcia, donde nos reuniríamos con otro grupo de locos del Metal, junto a quienes nos disponíamos a echar las dos horas y cuarto restantes hasta llegar a Almería, en una furgoneta, peña de puta madre que contribuyó a engrandecer el momento, a quienes mando saludos y abrazos, pero especialmente a dos personas, a Carmen, por gestionarnos el tema de las entradas e informarnos, y a Juanpe de los Heavy Metal Espectros, que se pegó un currazo de reverencia al volante. Y por descontado, a la Asociación Metalmería por montar este sarao tan acojonante para el doceavo aniversario ya de su propio festival. Prácticamente todo salió sobre ruedas (salvo algún susto con el despertador, jejeje), y eso siempre es un privilegio. Una vez llegados a nuestro destino, y haciendo tiempo hasta que comenzase el festival, nos dimos un rulo por las cercanías, pegamos un bocado, recogimos nuestras entradas, y con la ilusión y los nervios ya desmadrados… ¡a hacer cola!
Nervios, en parte, porque se nos había hecho bastante tarde y supuestamente la sala iba a seguir el horario bastante a rajatabla. Así pues, todavía tuvimos suerte de poder disfrutar de un buen cacho de los madrileños Nigromante, a quienes correspondió la siempre incierta labor de abrir el festival, pero lo que sí puedo decir de antemano, es que tuvieron un apoyo incondicional por parte del público, con la sala ya petadísima en esta segunda mitad del concierto y todo el mundo entusiasmado con estos tres músicos que, por su parte, también se estaban comiendo el escenario, sonando en esos momentos (si no me equivoco…) The War of All Against All de su reciente “Summon the devil”, que lanzaron a finales del año pasado, y que fue con el que realmente les descubrí. Una formación muy interesante, con un estilo bastante propio, abiertamente épico pero apartándose de muchos cánones clásicos, Heavy Metal crudo, de niebla, candelabros y magia negra también reflejados en sus letras. Pero también me sorprendió su formación: Choco (ex-Steelhorse y actual bajista de Frenzy) a las voces y guitarra, J. Serrano, bajista de Rancor, a la solista, y nada menos que el actual guitarrista de Hitten, Dani Meseguer, como bajista en directo… ¡menudo cruce de talentos! Perfecto inicio de fiesta que continuó con una exclusiva, siendo esta la primera vez que interpretaban Evil ways en directo, que preparó el terreno con esa cadencia tan pesada, casi Doom, para seguidamente meter velocidad, con esos punteos tan rápidos de Dani. El concierto prácticamente estaba en su punto de ebullición, y la versión de Manilla Road, The riddle master, a la que Choco inoculó un estilo muy propio mientras pedía más ‘sangre’ al borde del escenario, cayó como una bomba, iniciando unos acalorados mosphits entre las primeras filas, gente por los aires incluida. Al llegar tan tarde al concierto, pasada la mitad de este, nos quedamos con muchas ganas de más, pero todavía faltaba una de las grandes, la que da título a su segundo LP, Summon the devil, potente y machacona en gran parte gracias a las bases de Dani (que se pasó todo el tema asomándose hacia el público) y Jorge, cuya forma de tocar me pareció de lo más original y aplastante, y que además contó con muy buen sonido para su instrumento. Fabuloso primer contacto por mi parte con la banda, y de la mejor forma, con una buena ecualización, peña dándolo todo y el buen rollo que se percibía en el ambiente a raudales.
Nagasaki Sunrise fue una de las grandes sorpresas que tuve el placer de descubrir con el anuncio de esta decimosegunda edición del Metalmería, con dos álbumes lleno hasta los topes de velocidad y rabia, cuyos temas, casi con total seguridad, sonarían como un trueno en directo. Una alarma disparada (序曲) hizo las veces de introducción mientras los músicos ocupaban sus puestos sin más preámbulos… y el resto fue, sin la menor concesión, sin el mínimo respiro, una locura de la hostia, un verdadero bombardeo (y nunca mejor dicho) de Heavy Metal machaca vértebras sin piedad, con varios temas literalmente empalmados, entre ellos The day the sky cried y Land of the rising sun, con esas armonías tan chulas de guitarras, una explosión de furia desatada, de baterías enloquecidas, de un vocalista con tanta hambre de escenario que no sabía ni dónde meterse, de punteos fulgurantes… Sonaban, de momento, incluso más sucios que en disco, realzando esa faceta Thrash / Punk tan de su rollo. Tuvieron a bien presentarnos un tema nuevo que todavía no han grabado, y muy bien recibido fue Ghosts Of Iwo Jima, con coros por parte del bajista Speedfaias, que junto al vocalista Gasolizna fue uno de los mayores terremotos sobre el escenario, puro nervio. Junto a su compañero Iron fist a las guitarras, daban caña acercándose a la peña, provocando en Kommando o en uno de los temas estrella de su setlist, Distalgia. Me falló un poco la pronunciación en inglés por parte del cantante (aunque los españoles, en general, somos expertos en hacerlo mucho peor jeje), aunque es un detalle irrelevante del todo, y lo que realmente importaba era la que estaban liando… ¡qué bestias!
Inspirada en Apocalypse now, la brutal Napalm in the morning vino sucedida de otros tantos temas empalmados, la banda no perdía ni un segundo de la hora que tenían para demostrar de qué pasta estaban hechos, y desde luego, lo dejaron más que claro con otras hostias sonoras de la talla de Survive the ice, Under the crossfire o The fall of Saigon. Mientras Kiko, guitarra solista que les acompañaba en directo, se pegaba su fiesta algo retirado (pero imprimiendo electricidad y mucho movimiento al conjunto), Iron Fist y Speedfais volvían a las primeras líneas de ataque, al tiempo que el cantante seguía maltratando sus cuerdas vocales y liándola a lo bestia sin que su energía decayese un ápice. Las dos últimas fueron, para mí, de lo mejorcito, aparte de ser prácticamente mis favoritas de sus respectivos trabajos. La que cierra su último disco, Battleships, me parece un puto trallazo cuyo estribillo, épico a rabiar, no puedo quitarme de la cabeza, sangre hirviendo entre saltos, headbanging y moshpits, y por supuesto, Turn on the power que hizo honor a su nombre, alcanzando las mayores cotas de intensidad y desmadre de todo el concierto al ritmo de la espitosa batería de War Tank. Habría bandas más técnicas, más experimentadas o incluso cuyo estilo me mola más, pero a nivel de tralla, actitud y dejarse la vida sobre el escenario, para mí Nagasaki Sunrise fueron los vencedores de la tarde / noche.
Llegados al punto, el caso de Frenzy era distinto, siendo una banda que conozco bastante bien en directo, y que siempre han sido garantía de calidad y profesionalidad, tanto en disco como encima del escenario, así que el disfrute estaba asegurado, y además, con unos cuantos temas nuevos en el setlist. Lástima que, por los pelos, no nos haya pillado ya con “Of hoods and masks”, su segundo LP, en la calle. Nos pusimos mi colega Popi y yo entre las primeras filas, esperando impacientes a que el show arrancara, y lo hizo con la infalible Blind justice, ‘envenenándonos’ ya con su estribillo y sus pegadiza melodía, a pesar de que hubo problemas con el micrófono de Anthony en los primeros compases, cortándose el sonido a ratos. Durante From hell, se fue llenando de nuevo la sala, y a buen ritmo, mientras la banda se asentaba y el vocalista mostraba su irrefrenable entusiasmo encima de las tablas. Un pasote ese solo compartido entre Luis Pinedo, ya completamente reinsertado (¡¡qué alegría!!) y Billy Banzai, como es seña de identidad en la banda, y dichas guitarras seguirían rugiendo a saco con el primer tema nuevo presentado aquella tarde, Where is the joke, con el que la banda, conservando su esencia al 100%, le ha dado un pequeño toque extra de personalidad a su sonido. ¿Y qué decir de esos pedazo de agudos de Anthony? Sencillamente soberbios, y cada vez más enérgico y destroyer. Me alegré mucho de poder escuchar también Killing with a smile, otra de mis favoritas, al tiempo que seguían metiéndose al público en el bolsillo. El dichoso micrófono no volvería a dar más la lata, a partir de la sustitución, fue todo como la seda… tal vez salvo para algún gladiador, que ‘cambió la libra’ a mitad de actuación (y para quien confío en que todo quedase en un susto).
Un solo ejecutado por Billy, muy rollo Malmsteen, abrió Velocity, otro tema que me flipa, de las que lleva el concierto a un nuevo nivel, golpeando sin piedad su batería Pablo ‘Tato’. Estaba deseando ver también Uncompromised, otra de reciente factura, cuya melodía me dejó muy sorprendido (que nadie se pierda tampoco ese videoclip tan guapo), con la que Anthony volvió a dejar el listón por las nubes con una interpretación soberbia. A continuación fue Tato quien nos puso a caldo con su doble pedal en el inicio de We are the future, que la sala entera coreó junto al vocalista, y los espectaculares coros de Choco, que no dejaba de alzar el mástil de su bajo. La última nueva, el ‘chapter 1’ de esta retahíla de temas que formarán parte del “Of hoods and masks”, fue la potente Doomsday, luciéndose especialmente la sección rítmica con Choco y Tato a la cabeza, pasando el protagonismo, en Change to green, al guitarrista Billy, con unos solos y una presencia de primera división. Nos preguntaba Anthony si queríamos seguir escuchando material del primer EP, y aunque me faltó Sin City calls, quedé más que satisfecho con la homónima Lethal protector, sin duda uno de sus temas insignia. Muy bien recibida Save me, en la que Choco, aparte de dar coros, también cantó algunas partes. Entre aplausos y ánimos, se decidían a ir a por la última de su set, Shred or die, con Tato sudando hasta la última gota en ese sprint final y el vocalista, birra en mano, pasándoselo en grande, siempre sonriente y encantador con su público.
Estos tres bolazos nos habían dejado en llamas. Y pensar que todavía quedaban dos de las bandas más potentes del día, hicimos un pensamiento de ir a comer algo, y de paso, aprovechar nuestra estancia en Almería (mi primera visita a la ciudad, de hecho) y sacar partido de la cocina local, así que nos fuimos a tomar unas tapitas ‘de mar’ que entraron como el puto DIOS con el hambre que teníamos. El maremágnum de tralla que acechaba, bien lo merecía.
Aun yendo todo lo rápido que pudimos, entramos al Berlin Social Club con el concierto de Cancer ya comenzado, aunque por el tiempo de actuación que vimos, no debieron de haber sonado más de dos, tres temas como mucho. Estando la sala completamente hasta los topes, nos fuimos un poco hacia detrás, sacrificando un mejor sonido (la verdad es que no era demasiado espectacular) por una mayor comodidad, y por suerte, visibilidad, porque los que tuvieron que quedarse tras los pilares no dirían lo mismo. A partir de Ballcutter, que cogimos por la mitad, presenciamos un concierto tremendamente sólido, con un ritmo imparable, que destiló muchísima calidad (la que ostentaban los propios músicos y la de los temas escogidos), continuando con Into the acid. John Walker, único miembro original que queda en la formación y perenne líder de la misma, se mostraba concentrado en clavar los temas, tanto a las guitarras como con esos alaridos tan crudos y primitivos, en The infocidal, aunque poco a poco fue empatizando más con la gente, que a estas alturas (alguno más ebrio que otro) ya mostraba un empuje y unas ganas de lío enormes, como se podía ver especialmente en las primeras filas. Una de las mayores sorpresas y particularidades del concierto fue saber que, desde hace bastante poco además… ¡todos los músicos que acompañan a Walker son españoles! Algo verdaderamente inaudito. Hechas las pertinentes presentaciones, no tardaría mucho en llegar la deseada Death shall rise, uno de los puntos álgidos del concierto, revoluciones altísimas, y un solo ardiente a cargo de Miguel Ángel, que demostró una actitud implacable, en sus gestos, movimientos y contundente forma de tocar durante todo el show. Esgrimiendo un imponente modelo Warlock, Daniel, de Eternal Storm, daba una cera impresionante a sus cuerdas, viniéndose arriba por momentos, y lanzándose a primera línea de escenario en temas como Garrotte que, con un desgarrador grito alargado al final, enlazarían despiadadamente con Witch hunt.
Más que con palabras, como digo, la banda al completo ejercía su comunicación con la peña a través de su actitud, de su perpetuo movimiento, de esos gestos que denotaban pasión. Y no sé hasta qué punto lograron conectar con todo el mundo, pero desde luego, la peña se lo estaba pasando de locura, empujones, headbanging, individuos lanzándose del escenario casi en cadena, y otros surfeando sobre el mar de cabezas del mogollón. O lo que es lo mismo, un ambientaaaaazo de miedo. Afortunadamente, pasaron de los discos más alejados musicalmente de sus orígenes, predominando los grandes clásicos de sus “To the gory end” y “Death shall rise”, y haciendo lo que mejor saben hacer y no deberían dejar nunca, el Death / Thrash. Y es que hoy día, con tanto moderneo blandengue y llorón, es un verdadero privilegio poder ver en directo a unas leyendas de la talla de Cancer (fuckin’ Cancer!!) repartiendo metralla clásica, ruda, primigenia y alejada diametralmente de cualquier tendencia ‘modernita’. Meat train, única en sonar de su brutal “The sins of mankind”, es uno de los mejores ejemplos. Encendiendo cada vez más el clima con los tajantes cambios rítmicos en medio de sus temas, pasando de tempos cavernosos y agonizantes a la más salvaje tralla, y cada vez más metidos en el concierto, Down the steps o Body count, bien seguiditas, permitieron apreciar el contraste entre lo más antiguo y casi lo más reciente de la banda, que en 2018 volvió a la palestra sacando un discazo llamado “Shadow gripped”, con el que la banda pretendía (y conseguía) resarcirse de anteriores pasos en falso. Peligro de muerte a partir de aquí. Hung, drawn and quartered era uno de esos cortes destinados a reventar la sala a golpe de riffs asesinos y baterías desbocadas, e incluso tuvimos que retrasar algún paso para que no nos alcanzara la locura de moshpits que, tras la vuelta de la banda a escena tras un corto descanso, se enfurecieron todavía más con To the gory end, que sonó como un puto tiro entre ceja y ceja para dejarnos a todos exhaustos.
El punto final y, al mismo tiempo, uno de los momentos más esperados de la velada, vendría a cargo de los barceloneses Legion, uno de los nombres más pioneros que ha dado nuestro Thrash Metal, que de no ser por su discontinuidad de casi 30 años (por las inverosímiles circunstancias que la mayoría conocemos), podría ser también una de las bandas más grandes de nuestra historia, porque talento y temazos, desde luego, nunca les faltaron mientras estuvieron en activo. A la espera de que se decidan a grabar un nuevo LP, esta ya es la segunda vez que he podido verles en directo. Y si en Leyendas 2022 su concierto me pareció el mejor de aquella jornada, decir que este fue, en casi todos los sentidos, mejor todavía. Pero antes de comenzar con la mandanga, los miembros de la Asociación Metalmería nos dedicaron unas palabras, tanto de agradecimiento, como de recuerdo hacia aquellos que ya no están con nosotros, en un momento muy emotivo.
Ahora sí que sí, con la pantalla de luces mostrando bien grande el nombre de Legion, y tras una introducción formada por cantos étnicos, Jonathan Dolcet y los suyos salieron a tope de ganas, y con la clara intención de triunfar desde el primer acorde, y así lo consiguieron tirando de Lethal liberty, al trapo, con el doble pedal de Miguel Ángel atronando explosivo, tanto como en Dark force (¿puede que perdieran el compás unos segundos?), que subió las revoluciones otro punto más, y que dio protagonismo, no solo a la increíble voz de Jonathan, sino también a sus contundentes punteos de bajo en mitad del corte. Como sonido, estamos hablando posiblemente del mejor de todo el festival, lo que es algo muy positivo, ya que en general hubo buen nivel en este aspecto. Caña cerda que hizo temblar la sala Berlin, alternada con riffs de lo más machacón a cargo de Toni Rodríguez y el gran Quimi Montañés (fundador de la banda junto con Jonathan), y con un solo a cargo de este último, Beyond betrayal dio paso a Eternal youth, presentada con ese gesto tan simbólico y personal del cantante, quien rayó a un nivel excelente, con una potencia vocal, y sobre todo, un aguante a la hora de frasear encomiable, pero sin duda, el mejor momento que nos dejó en este sentido, fue el fragmento cantado a capela antes de Feel the pain, que os juro que me puso los pelos de punta. Desde luego, no se puede negar que el tiempo le ha tratado de puta madre, lo que a su vez es un indicativo de que tendremos Legion para rato. Ojalá sea así, y ojalá continúe con una formación tan sólida y tan capaz, mucho más engrasados y fortalecidos que la anterior vez que les vi. A matter of greed siguió haciéndonos thrashear como animales, culminada con un fragmento del We will Rock you de los Queen, que acabaron interpretando íntegra.
Y no digo que no fuese apropiada, animó cantidad a la peña, pero yo hubiese preferido otro tema propio antes que esta versión (grabada en su “Mind Training”, por cierto). La que todos la deseábamos escuchar como perros, y cuya caída volvió a desatar la locura incontrolada entre los asistentes, y casi con total seguridad, fue el tema más cantado de todo el XII Metalmería, fue Mili KK puños en alto, reivindicando, gritando, sintiendo ese gran momento. No sería, además, la única cantada en castellano, y es que casi por sorpresa, y seguidamente, interpretaron La ruina, de la que francamente ni me acordaba, más melódica y bailable, y por pedir, habría preferido Nada sin fe, pero al mismo tiempo, fue casi ideal para tomar un último respiro antes de emprender el sprint final temazo tras temazo. Muralla sónica desde la batería de Miguel Ángel (¡cómo sonaba aquello!) para darle mecha a Rhythim Rider, de su primerísimo trabajo, y otra muy celebrada como fue This can’t be real, de nuevo con Jonathan mostrando una resistencia vocal envidiable. Para separar los bises, hicieron uso de la introducción disparada del tema que volvería a incendiar el local, They call me war, solazo a toda hostia destacado, y Toni Rodríguez acercándose a los asistentes, metiendo headbanging a muerte, y quedándose allí prácticamente el resto del bolo, calentando más los humos. Su particular versión metalera Level Yell (vamos, el Rebel Yell, de Billy Idol), como era de esperar, triunfó lo suyo, y cuando todos creíamos que sería la última, Jonathan, tras preguntar si queríamos más traca, nos regaló una demoledora Possessed, sin que nadie pudiese resistirse a levantar el puño y cantar, a grito pelao, aquello de I’m possessed by his black power!! No sé hasta qué punto su vuelta a los escenarios, como dicen algunos, ha sido oportunista o por determinadas necesidades, pero desde luego, lo que no se puede negar después de verles en acción es que siguen brillando, treinta años después, a una altura sobresaliente, y eso ya es algo digno de admiración.
Tras ir despidiéndonos sobre la marcha de viejos y nuevos conocidos (¡un saludo también a Marcel, qué puto gustazo verte y compartir esos momentos contigo, tío!) fuimos a morir al primer sitio donde pudimos sentarnos, esperando ya a que el grupo ‘de la expedición’ con regreso a Murcia se juntase de nuevo. Si soy sincero, a pesar del inmejorable final con Cancer y Legion, me habría saciado del todo ver una banda más, pero por otra parte, tampoco era plan de reventarnos más todavía, ya que tras dos horas y pico de viaje (gracias de nuevo a Juanpe, a toda esa peña de la furgo y a quienes se involucraron en la organización de toda esta movida), mi colega y yo, todavía teníamos que coger el coche una hora y media más, desde Murcia con destino al pueblo. Finalmente llegamos de puta madre, y por supuesto, henchidos de satisfacción y tremendamente felices por la experiencia de nuestro primer Metalmería. De hecho, ¡¡esperemos que no sea el último!!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
Metalmería Fest (Sábado 01-04-23, Berlin Social Club, Almería)
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