Y al final, oigan, se nos quedó muy buena noche y lo pasamos en grande, que al final es lo importante, el objetivo de todo concierto, buena música, buenas bandas y buen rollo generalizado. Fueron tres bandas con actuaciones no demasiado extensas, pero eso sí, de una intensidad aplastante. A los colombianos Espías Asesinos (nombre digno de una película de serie Z, pero más que solventes y poderosos en directo), se les unieron los valencianos noveles Bestial Rites, y la única banda que conocía previamente, los Cannibal Ferox, también desde Valencia. Una asistencia mucho más numerosa de lo que esperaba llenó por momentos la sala, propiciando el ambiente para una liada de las guapas.
El tamaño del escenario del garito es más bien diminuto, pero como buenamente pudieron, las bandas le sacaron todo el provecho posible. Bestial Rites es una joven banda que practica un Death Metal bastante brutal adornado con algunas líneas y arreglos más propios del Black Metal. Arrancaron sin cortarse un pelo, ocupando el batería y el bajista sus posiciones sobre el escenario, y debajo de este, el guitarrista y el cantante. Desplegaron su furia sobre nosotros, desde los primeros cortes, con muros arrolladores de blast beats, doble bombo, y riffs afilados y mortales, tirando frecuentemente de recursos como trémolos de cuerdas, y una velocidad imponente, valiéndose de los temas registrados en su única demo por el momento, titulada como si de un aviso de continuidad se tratase, “First Profanation” (que data de este mismo 2023, grabada en los estudios Fireworks, y que podéis escuchar en este enlace), apabullantes y destructivos, como por ejemplo Black Fire Vomit o Repugnant Invocation, y lo hicieron directos al grano, sin desperdiciar un solo segundo del tiempo que tenían asignado. A pesar de tener que conformarse con un rincón bajo el escenario, que limitaba su movilidad, el vocalista demostró un gran nervio e intensidad a la hora de cantar, de manera furiosa y entregada al 100%. Algunos músicos parecían un tanto tensos al principio, pero esto rápidamente cambió, con ese desmelene de su bajista (con punteos cada vez más fluidos), el constante cabeceo del guitarrista o el frenético ritmo del crack tras los parches, derrochando energía, uno de mis músicos favoritos del conjunto. A parte del tamaño, el escenario era algo cutre, pero al menos la banda se sirvió del humo y los láseres para aumentar el espectáculo. Entre marcados contrastes de velocidad en algunas partes, alternando riffs muy pesados y machacantes con otros tremendamente lacerantes, y con el batería rompiendo los ritmos cada dos por tres, al tercer o cuarto tema ya habían conseguido desatar unos cuantos moshpits en las primeras filas y, sorprendentemente, fue el grupo que más llenó el garito.
Aunque lo cierto es que hacía bastante más fresquito en la calle del que había imaginado, e incluso caían algunas gotas, no se estaba del todo mal afuera, y aprovechando el rato entre banda y banda, salimos a pegar un bocado y beber algo, para llegar justo a tiempo al inicio del bolo de los Cannibal Ferox.
Una banda ya con unos añitos a sus espaldas cuyo Death/Grindcore no dejó a nadie indiferente, y tras el corto descanso, volvió a desatar las llamas del infierno en la Rock Museum. Emplearon un fragmento instrumental como apertura, más comedido en cuanto a ritmo, pero rápidamente la emprendieron ‘a palos’ en plan salvaje, sonido destructivo, y una ecualización más compensada respecto a la anterior actuación (¡que tampoco estuvo nada mal!), pero sí hubo algo que se agravó en ella, algo que me cuesta muchísimo soportar, unos acoples constantes y fortísimos que taladraban los oídos cosa fina, y que arrastraron hasta el final del concierto entre canción y canción. Me sorprendió la forma de tocar de Miguel a la batería (era la primera vez que les veía en directo), con una técnica elaborada y una pegada muy tocha que le imprimía una gran fuerza y peso sonoro a los temas, desde las partes más cavernosas y asfixiantes hasta aquellas más brutales y cochineras, que fueron las predominantes en los temas que nos presentaron. Santi, que actualmente se carga a las espaldas la labor de vocalista y guitarrista, no perdió la actitud en ningún momento, y mucho menos la voz, regalándonos unos guturales con distintas tesituras que sonaban todavía más enfermizos que en el material grabado hasta la fecha (varios EP y splits, no son novatos en esto, precisamente). Pero sin duda, el músico que más me flipó, y no solamente de ese bolo, sino de toda la noche, fue la incorporación más reciente al grupo. Absolutamente devastador ese Adrián Marín (Cienfuegos), mostrando una velocidad, un dominio de las cuerdas y una integridad que hacían difícil mirar hacia otro lado, continuamente ostentando virguerías, tocando las cuerdas de su bajo desde arriba y desde abajo, estirándolas, golpeándolas, y todo con una perenne sonrisa de lo más socarrona que no hacía sino meter más cizaña al personal, que ya de por sí, tenía bastantes ganas de liarla, sobre todo en la parte delantera. Entre sus increíbles (¡y rapidísimos!) punteos, y esos estallidos de platos desde la batería de Miguel, también con cantidad de ritmos cruzados, el ‘ruido’ que estaban metiendo se convertía en una verdadera delicia, con mogollón de temas cerdacos a más no poder y algo muy importante que se percibía desde el escenario: muchísima pasión por su movida. Para finiquitar, una versión de los míticos Terrorizer (Dead Shall Rise) que les quedó que ni pintada. Una actuación muy compacta, rabiosa y enérgica, solo lastrada en una pequeña parte por los insufribles y constantes acoples.
Más o menos a las 00:00 de la madrugada daba comienzo la banda que se erigía como cabeza de cartel aquella noche de desmadre sin frenos, los Espías Malignos. Desde Colombia, y con un gran lienzo con su nombre presidiendo el escenario, puro Thrash Metal embrutecido, clásico y visceral a más no poder con una banda que demostró muchas ganas de gustar y mucha comunicación con la peña. Inexplicablemente, su actuación fue la menos poblada de la noche, y a pesar de ser sábado, muchos se habían retirado ya del lugar. Pero eso no amedrentó a los sudamericanos, que pusieron toda la carne en el asador, preparados para hacernos sudar desde la primera nota. Su repertorio estuvo compuesto, mayormente, por canciones extraídas de su (por ahora) único trabajo con esta formación, pero también hubo presencia de temas de la legendaria banda Darkness, de la cual Rodrigo Vargas fue uno de los padres allá a mediados / finales de los 80. En consecuencia, un setlist para dejarnos las vértebras ardiendo. Una buena colección de riffs pesados por parte de Rodrigo y Diego R. Cruz (ambos fundadores del conjunto) sirvieron como introducción, al tiempo que el mismo Diego ya se soltaba la melena sobre el escenario, un grito de guerra que empalmaron sin dilación con uno de esos temas rescatados de sus primeros tiempos como Darkness, la homónima Espías malignos, donde ya se pudo apreciar claramente la enorme mejoría de la ecualización / sonido, mucho más pulido, refinado y asentado, a pesar de tratarse de cuatro músicos. Todavía estaba algo vacía la sala, y no obstante, ya conseguían elevar algunos puños al viento con sus mensajes, su cercanía, y sus constantes ánimos.
Temas potentes y al mismo tiempo, viscerales en cuanto a sonido y estilo, como Cruel y Traumática, nos pusieron a caldo, y nos contagiaron con esos estribillos y ese headbanging al unísono que practicaban Diego, Rodrigo, y Jon Alba, bajista de reciente entrada en la banda, que destiló buenas maneras y actitud con su pie siempre apoyado en la tarima. Letras convencionales, pero con esa particular fuerza old school que también poseen sus riffs. Tampoco están carentes de mensaje social y combativo, y el mismo Rodrigo, buen comunicador, nos lo transmitió con un pequeño discurso previo a la cabreada Asesinados en nombre de... y otra rescatada de los primeros días de Darkness, Neurótica, en la que destacó ese inicio, mano a mano, entre Jon y Diego, con sólidas bases rítmicas a todo trapo. A estas alturas ya se vivía más calor, la sala volvía a estar concurrida, y el calor que entre todos aportábamos creaba el caldo de cultivo perfecto para más mandanga de la buena, como esa Buitres, en la que Rodrigo seguía haciendo gala de su entrega y esos variados registros vocales tan ásperos e incisivos. El mismo, nos hablaba de su actual gira, viniendo de Marruecos, y preparados para dar caña en unos cuantos puntos de nuestra geografía. La canción del videoclip, Oscura, fue una de las más tralleras de su directo, volviendo a formar un torbellino humano, y preparando el lugar para dar el golpe de gracia. Una breve presentación de la banda, agradecimiento a la sala y a Julio por hacer aquello real… y vuelta a los orígenes y a ese sonido primigenio, mediante la reconocida Metalero, con la batería de Diego al galope, y Falacia, antes de la cual Rodrigo nos hizo pregonar de nuevo el estribillo de Traumática como calentamiento al envite final, en el que Diego R. Cruz se bajó del escenario con su guitarra, para dar los últimos cabezazos entre nosotros. Siempre animados, y siempre tratando de animar, Espías Malignos (también por preferencias estilísticas personales), fueron para mí lo mejor de la noche, el punto y final idóneo.
Visita rápida al baño, y sin hacernos demasiado los remolones, practicando el siempre noble arte del ghosting, nos piramos hacia el coche, y de ahí, a la piltra. Una noche de esas que molan por lo inesperado, por lo repentino y espontaneo (hasta dos horas antes del concierto, ni siquiera tenía pensado acudir) pero ante las cuales uno no puede (ni debe) decir que no. Buena dosis de Metal extremo, que para mí, de vez en cuando no está nada mal, un gran acompañamiento, e importantísimo, todo por un precio más que asequible. A ver si continúan haciendo más movidas guapas en la Rock Museum, porque creo que pronto tendremos ganas de repetir.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te ha gustado la crónica, estuviste allí o quieres sugerir alguna corrección, ¡comenta!