Ya son
dos grandes alegrías las que la mítica sala / bar La Gramola me ha dado en lo
que va de año, dos noches súper especiales que he podido disfrutar con una
intensidad máxima. Una de ellas fue la de Pölvora, a mediados de febrero, y la
otra, este viernes 19, la de los gaditanos The
Electric Alley, siendo ambas mis
respectivas primeras veces frente a dichas bandas en directo. Con cada ocasión
en la que he pisado el lugar, me he sentido más cómodo, y es que La Gramola no
tendrá la mejor sonoridad, ni el mejor escenario, ni la mayor capacidad, pero
es una sala donde el ambiente es, sencillamente, inmejorable, una sensación de
familiaridad, de cercanía, de buen clima y de bar de toda la vida increíbles, y
ya solo por eso siempre es un placer hacer la hora y veinte minutos que me
separan de ella, aunque tenga que hacérmela solo como en esta ocasión. Pero
mereció la pena, vaya que sí. Normalmente, cuando me apasiona una banda, como
es el caso de la de esta noche, evito en mayor o menor medida ver vídeos de
actuaciones en directo para preservar todo lo posible el impacto de verles en
persona, en vivo y en directo, de empaparme de esas sensaciones únicas e
incomparables de primera mano. Y realmente al ser mi primera vez, no puedo
compararla con ninguna otra. Pero os aseguro que me van a faltar las palabras
para describir con fidelidad lo visto y lo escuchado anoche, de una calidad tan
desorbitada, de un talento tan arrollador, de una intensidad y pasión tan
colosales, que por una parte me arrepiento de no haberles visto antes, y por
otra, si ya estaba enamorado de ellos en disco, a partir de ahora juro
rendirles pleitesía eterna. Una bendita locura.
Tras un
viaje tranquilito y sin sobresaltos, llegué a la ciudad de Orihuela, aunque
calculé mal la hora y llegué con el tiempo muy justo… en teoría. Aparqué
deprisa y corriendo en una zona de carga y descarga, y me acerqué a la puerta
de la sala a pillar mi entrada. Afortunadamente, el inicio del show se retrasó
media hora y aún me lo pude tomar con calma, pero al mismo, tiempo con muchas
ganas. Porque creo que, por muy altas que tenía las expectativas, nunca podría
haber adivinado aquel diluvio torrencial de calidad, aplomo y energía que se
vivió encima del escenario.
Sobre
las 23:00, La Gramola estaba ya abarrotada, y el humo comenzó a inundar el
escenario, en el parche del bombo se podía leer, entre luces de led, Fighting
for Rock’n’Roll, e inmediatamente, la banda saldría a ello, con uñas y dientes,
abriendo el set de la mano de Apache, tras una parte instrumental. Tal
vez el público aún estuvo algo parado en ella, pero eso cambiaría radicalmente
con unos pocos temas más, y Hurricane saltó como un auténtico trallazo,
más temprana de lo que la esperaba, siendo para mí uno de los mejores temas que
han compuesto en toda su carrera, entre miradas cómplices de Jaime y Nando,
bailes, los primeros coreos de la noche y esa melodía que me vuelve
completamente loco. Con el nivel de entrega creciendo a grandes zancadas, tanto
encima como debajo del escenario, continuaban presentando, comenzando con esos
arpegios por parte de Jaime, temas de su flamante y descomunal “Apache”, esta
vez dándole cancha a One lasting line, en donde el cantante tuvo apoyo vocal
de Nando y Sergio, terminando con un final arrasador gracias a la potencia de
Rafa en la batería.
Llegado
a este punto, con solo tres temas, ya me di cuenta de que lo de esta gente no
es normal… ante unas interpretaciones tan increíblemente pulidas, meticulosamente
exactas, y sobre todo, haciendo gala de una pasión casi estremecedora. Y
hablando, en concreto, de Jaime Moreno… de verdad que me faltan las palabras
para expresar cómo suena su voz en directo, lo de este hombre es demencial.
Normalmente, las bandas modifican o adaptan partes para el directo, es algo
normal y comprensible. Pero escuchar a Jaime es escuchar el disco, tal cual,
sin faltar ni sobrar nada, clavando cada maldita nota y alcanzando la
perfección en cualquier registro, sin cortarse, sin frenarse, de una forma que
pocas veces en mi vida he tenido el placer de escuchar.
En el
año 2016 ya pisaron La Gramola, y nos comentaban, tomando un respiro, los
pormenores de la gira en la que están embarcados, y que les llevará a países
como Francia y Alemania. Sin más dilación, Standing estuvo cargadísima
de soul, y con ella se ganaron todavía más el respeto de todos, con unos
aplausos cada vez más generales y sinceros, pero para emocionante, What's
going on?, que me llegó hasta el tuétano, en gran parte gracias a las
sentidas guitarras y la descomunal voz de Jaime, todo apoyado por una batería
impecable de Rafa, y ese potente bajo de Sergio, que me dio la impresión de
escucharse mucho más y mejor que al principio, y a partir de ahora tomó
muchísimo protagonismo. Pero la cosa fue todavía a más. Porque sin ninguna
duda, Can we have some love between us? marcó uno de los momentos
álgidos del concierto. No solo ya porque el tema lo tenga todo, esa ensoñadora
aura bluesy, esos riffs que beben del stoner y del Rock de los 70, o ese
impresionante trabajo a la batería de Rafa, aun echándose de menos el Hammond.
Es que, además, lo alargaron con una parte instrumental de órdago, con un solo
de varios minutos por parte de Nando que nos dejó petrificados, y todo, absolutamente
todo, alcanzó un clímax, una dinámica y un nivel de pasión tan astronómico que
fue como evadirse a otro mundo. Y cuando se es capaz de volar tan alto en
directo, inmediatamente sabes que estás ante algo muy grande, ante una banda
que merecería estar llenando estadios. Y si en La Gramola ya sonaron así, no
quiero ni imaginarme con más medios. Como no podía ser de otro modo, la ovación
que les dedicamos fue mayúscula.
Como si dicho momento hubiese marcado una especie de
reinicio en la actuación, cambiaron de derroteros musicales con Last letter,
de su segundo álbum “Get Electrified!”, más oscuros y pausados, en la que de
nuevo pudimos apreciar esa gran compenetración entre los músicos, con risas
entre Rafa y Sergio, y otro grandioso solo por parte de Nando, tirando esta vez
de wah-wah. La amabilidad y la comunicación de la banda con el público fue
constante pero sin excesos, todo en su justo punto. Y tras un rápido brindis
con todos nosotros, Make it through the night, con esa melodía tan
melancólica, sonaba para cautivarnos de nuevo, viéndose reflejada la enorme
pasión con la que la banda vive cada instante en esos ojos cerrados de Jaime al
cantar ciertas partes, o esa tremenda actitud de Nando sacudiendo el mástil de
su guitarra. No se quedaba atrás Rafa tras la batería, con esa serenidad pasmosa
a la hora de tocar que, al mismo tiempo, se reflejaba en una pegada precisa y
sólida en Thunderbird or vulture, donde una vez más destacaron esas
cuerdas de Nando en el solo.
Gran motivo de alegría conocer la noticia de que su “Apache”
ha vendido ya 1000 copias. Pocas me parecen para un trabajo tan redondo y de
una calidad tan soberbia (para mí, el mejor de su discografía), pero en los
tiempos que corren, es un logro importantísimo. También mola mucho que hayan
reeditado en vinilo su primer disco, el “Backwards States of Society” del que,
por supuesto, tampoco se olvidaron en directo, especialmente en ese ardiente
final que nos tenían preparado. Afortunadamente, todavía quedaba trecho hasta
entonces, y seguidamente, nos sorprendieron a todos con un cover de los Thin
Lizzy, ni más ni menos que Cowboy song, en una adaptación excelente,
elegante, respetuosa con esos aires casi country, pero llevada a su terreno, y lo
que más me gustó de ella fue, sobre todo al principio, esa sonoridad tan
deslumbrante entre el bajo de Sergio y ambas guitarras. Lo dicho, si consiguen
sonar así en salas pequeñas… me muero de ganas por verles en un festival. Con
Rafa golpeando fuerte, volvieron a sacar a relucir el Rock’n’Roll clásico que
les corre por las venas con Celebration, como ya nos tenían
acostumbrados, pasión por las nubes y una actitud (ese Nando alzando el mástil
de su guitarra, y Sergio que no podía parar quieto) de sobresaliente alto.
Hacía rato que alguien entre el público pedía Fireworks, y a pesar de
que dijeron que no la incluirían en el set, finalmente cayó… y de qué manera. Con
los primeros acordes, me pregunté a mí mismo cómo cojones, especialmente por la
parte vocal, se atrevían a interpretar esto en directo. Pero tras el primer
estribillo, y os juro que me puso los pelos como escarpias, lo vi claro, pero
al mismo tiempo, me hizo dudar sobre si Jaime realmente posee un chorro de voz infinito:
mantiene hasta donde le da la gana, llega hasta donde quiere, y no se despeina por
el camino. Vuelvo a insistir: pocas veces he podido ver tal grandiosidad en una
interpretación vocal, tan profunda, tan perfecta. Esto es sencillamente
extraterrestre.
Un pequeño parón anunciaba indirectamente los bises. Y ya
nos podíamos agarrar fuerte, porque venían curvas de infarto. Up in flames
fue, simple y llanamente, un estallido nuclear de caña desbocada, adrenalina a
chorros, incendiando La Gramola y desatando un maremagnum de energía sobre el
escenario, guitarras sucias y agresivas, unos coros y dibujos de bajo por parte
de Sergio de la hostia, y Rafa machacando su batería que daba gusto, a la que
siguió la más melódica pero no menos intensa Get electrified!, que
también puso a bailar a toda la sala, con todo tipo de alardes musicales y endiabladamente
cañera, poniendo el broche Nando tocando las últimas notas con los dientes, y
Rafa golpeando de pie. Sudando a tope y con la serotonina a chorros, nos
dijeron el primer adiós, pero el público se negaba en redondo a dejarles
marchar, entre gritos y aplausos, así que, amparados entre el humo que volvía a
llenar el escenario, volvieron a la carga, de nuevo con Rafa a todo trapo para
el inicio de No control, regresando a los inicios de su carrera con el “Backwards
States of Society”, perfecta para cerrar la fiesta lo grande, armonías vocales,
ritmo de locura con ese toque más Punk y desmadrado. Y por supuesto, Jaime nos
obsequió con otra interpretación vocal absolutamente celestial. Me habría
encantado, eso sí, que hubiesen echado la típica foto-finish para inmortalizar
ese momento, aunque en realidad, sé que no la voy a necesitar para recordar,
una y otra vez, esta increíble noche.
Para rematar, justo antes de salir por la puerta, me
encontré con el mismísimo Francis Sarabia (que, al loro, está dándole los
últimos toques a su próximo disco en solitario) y tuve el gran placer de
charlar un rato con él.
En un
determinado momento del concierto, Jaime Moreno se dirigió a nosotros para
pedirnos que, si estábamos disfrutando del concierto, si nos estaba gustando
aquello, lo contáramos a los amigos para que el Rock’n’Roll no muera y siga
funcionando. Pues bien. Yo no quiero contárselo solamente a mis amigos. Quiero,
desde aquí, hacer una llamada que espero que llegue a todas las personas
posibles, para recomendar con insistencia, y de todo corazón, que a nadie jamás
se le ocurra perderse, siempre que tenga la ocasión, a The Electric Alley en directo bajo ningún concepto. A pesar de todo
lo dicho en esta pobremente expresada crónica, sigo sin palabras respecto a lo
visto anoche. Yo me inclino ante ellos con mi mayor reverencia. Bravo, bravísimo
hasta el infinito.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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