Esta aventura inolvidable, en tan selecta compañía, comenzó unos días antes de la propia celebración, pero el momento determinante, claro, fue la salida, para la que nos coordinamos de lujo, cargados de energía y unas ganas incontrolables de pasarlo en grande ya a las 8 de la mañana. Para coger fuerzas (con la que, probablemente, sería la última comida caliente para alguno de nosotros hasta el regreso), paramos en la cercana localidad de Sax a tomar un almuerzo de esos que terminas casi sin poder respirar. El trayecto se nos pasó en un suspiro, con música a toda hostia, burradas varias a mansalva y calor, mucho calor, que ya adelantaba un festival muy sufrido en ese aspecto.
A pesar de que todo fue más o menos según lo previsto, entramos con el tiempo bastante pegado al culo, y finalmente no pude ver nada de la actuación de los cartageneros Ángel Negro, con quienes pensaba iniciar aquel gran fiestón de Heavy Metal. Pero lo que NI DE COÑA pensaba perderme, uno de mis objetivos principales del viernes, era el señor conciertazo que se iban a marcar los Jolly Joker.
Expectante, en pie de guerra y entre las primeras filas, bajo el sol abrasador de las 14:30 de la tarde, y con una ilusión casi indescriptible por el hecho de poder volver a ver a una de mis bandas favoritas. De esta forma comenzaba, para servidor, la extenuante maratón de bandas que iban a desfilar por los escenarios de este Rock Imperium 2023.Empleando la introducción habitual en sus conciertos, Jolly Joker invadían el escenario con una fogosidad que es marca de la casa, y a la carrera, se adelantaba su vocalista, Lane Lazy, saltando, vociferando, lanzando patadas al aire y aferrándose al palo del micro para convertirlo en una parte más de su cuerpo, mientras Yannick, iba recorriendo los trastes de su guitarra para arrancar con Rockin’ in stereo, que marcaría el inicio de aquel desmadre de Rock’n’Roll. Macarreo descarado pero con toneladas de clase, la comunión inmediata con el público y una actitud inmensa fueron las constantes de un concierto, que continuó cogiendo vuelo con la insolente Hey you, con más patadas, volteretas y demás gamberradas escénicas por parte de su vocalista, Dani aporreando sin piedad su batería y unos acertados coros de Yannick. Además, supuso el primer momento de protagonismo para el público. Se tomaron un pequeño respiro para saludar, pero ellos no llevan muy bien eso de frenar, así que volvieron al ataque, ávidos de seguir comiéndose el escenario. Se colgaba Lazy su guitarra para presentar el primer tema de su más reciente trabajo, “Loud & Proud”, que ha recibido excelentes y más que merecidas críticas, gracias a temazos como Blood Velvet. Durante el solo, disfrutamos de un cara a cara entre Yannick y su compañero Andi, quien, a parte de vivir con la máxima intensidad el concierto y desmelenarse a gusto, no pudo quitarse la sonrisa de felicidad del rostro en ningún momento.
Por mi parte, conforme caían los temas, me resultaba muy difícil contener la emoción de poder ver a mis queridísimos Jolly Joker en un escenario tan gigantesco, llevándose al público de calle, y dando el 100% de manera rotunda. Se estaban viniendo arriba sin mesura, continuamente arropados por la multitud, y en I don’t care, uno de los temas más potentes del último disco, vimos a toda la banda aprovechando al máximo el espacio, soltándose a placer, correteando y deleitándonos con esos ademanes y poses de auténticos rockstars, amén de bordar el tema por todo lo alto. La voz de Lane Lazy, hasta el momento, sonaba pletórica, y más que lo iba a hacer, en una de las pruebas de fuego de cada una de sus actuaciones, la aplastante Fuck it all, sinónimo de liada máxima. Aparcando temporalmente su guitarra, y de rodillas al frente del escenario, el cantante nos hizo una verdadera demostración de aguante vocal, ante un público que apoyó y cantó hasta desgañitarse con el dedito en alto, especialmente en esa parte central, marcada por los mamporrazos que Dani propinaba, de pie, a su batería. Pasando a registros mucho más melódicos con uno de los temas más personales que han firmado, durante Sky so high fueron tantas las muestras de actitud y saber hacer escénico como lo fueron las de calidad musical, con el continuo headbanging de Andi y un solo espectacular y explosivo por parte de Yannick, que se despatarraba a placer mientras su compañero Lazy nos incitaba a todos a saltar. La respuesta fue un gran jolgorio entre un público cada vez más numeroso.
Agradecían a seguidores y miembros de la organización la oportunidad de poder tocar allí, precisamente, con The chance, otra muestra de la exploración de nuevos sonidos presente en su último disco, pero sin perder su identidad en ningún momento. Ritmos cambiantes muy bien interpretados en la parte central del tema, y Yannick que no podía resistirse a lucir palmito delante de las cámaras. Sobradísimo de talento y dominio del escenario, espontáneo, carismático, vacilón y con mil y un recursos, no creo equivocarme si afirmo que es uno de los mejores guitarristas que se pueden ver actualmente en nuestro país sobre un escenario. Añadida desde hace bien poco al setlist, Lazy volvía a empuñar su Les Paul para Nothing’s Sacred, en donde también volvió a llevar al límite su voz, especialmente en esos tonos altísimos, con un final de escándalo que prolongarían, tras unas últimas palabras, con I wanna go, única representante en el setlist de su “Never say forever”, en la que Andi y Yannick terminaron dando las últimas notas de rodillas.Los fans incondicionales del Hard / Sleazy debemos muchísimo a Jolly Joker. Y es que hace décadas que ninguna banda apuesta tan alto y tan fuerte en nuestro país por un género con el que es difícil triunfar, tal como lo están consiguiendo ellos. Son ambiciosos, son imparables, nunca tienen suficiente, y tocar en un festival de tal renombre y cartel ha sido un paso muy importante en su carrera que, sin duda, han sabido aprovechar.
Extasiado, y súper emocionado (qué mejor forma de comenzar un festival que viendo triunfar a lo bestia a una de mis bandas favoritas), inicié ya la maratón non-stop. Y es que tenía ganas de verlo todo y escucharlo todo, de saciar ese infinito mono de festival acumulado. Leo Jiménez no estaba entre ese planning, francamente, pero al final, y aprovechando que todavía no había demasiada gente en el recinto, mi colega Elena y yo decidimos acercarnos, tras zamparnos unos entrepanes a la sombra.
Leo ‘La Bestia’, sin duda ha sabido rodearse de un grupo de músicos a la altura de su talento, como bien demostraron todos y cada uno de ellos en este concierto. Hacía bastantes años que no le veía en vivo, y el momento fue idóneo. Primero más tranquilos, y luego prácticamente apoyados en la valla de seguridad, vimos arrancar el concierto, que abrieron, de forma sorprendente e inesperada, con Grande, de Stravaganzza, lo cual fue ya una señal de que no solamente los temas de la carrera en solitario del cantante iban a ser los protagonistas de la actuación. Guitarras gordas, muy pesadas, contando además con un sonido muy, muy potente que nos hacía llegar a la perfección también esas espectaculares baterías del grandísimo Carlos Expósito, y con gran lujo de detalles, esas melodías de Condenado. Músicos espectaculares además de talentosos, teníamos otro perfecto ejemplo en la forma de tocar y manejar el instrumento por parte del bajista Pablo Pantera, muy integrado en la banda a pesar del relativo poco tiempo que lleva en ella. La capacidad de atracción y fuerza escénica del propio Leo, por otra parte, está fuera de toda duda. Sabe ganarse al público rápidamente, y lo hace gracias a la contundencia de sus movimientos, a la cercanía de sus palabras, y evidentemente, a ese torrente de voz que todavía le acompaña, cantando como el gran maestro que es cortes como Un mundo loco, o Cielo e infierno, que en esta ocasión quiso dedicar, en un gesto muy emotivo, al pequeño Leo, su hijo.
También fue invitado a subir al escenario Mr. Korpa en Ballena Negra, un cantante al que ya recuerdo haber visto en la gira de reunión de Stravaganzza, una verdadera apisonadora de escenario que se dejó la piel cada minuto que estuvo allí, doblando el cuello como un salvaje y lanzando esos abrumadores guturales que contrastaban con el timbre de Leo. Y conste que no me gustan demasiado esas mezclas, pero al César lo que es del César, chapeau. El guitarrista Cristian Juárez (líder, por cierto, de los valencianos Dawn of Extinction, que lo están petando a tope) no solamente se lució a las cuerdas con solos fulgurantes y riffs de lo más Heavy, sino también a los coros, aprovechando su experiencia como vocalista, en temas de la talla de Del amor al odio, o una de las más celebradas del concierto, Desde niño. Me encantó que Carlos llevara una camiseta con el logo de la escuela de Kame Sennin. Continuaron aportando temas propios y de anteriores formaciones de Leo, siempre con un sonido muy contundente de su parte. La rotunda batería de Carlos volvió a brillar con luz propia en Con razón o sin razón, muy bien acompasada con las bases de cuerdas creadas por su compañero Pablo, y volvía a entrar en acción Mr. Korpa, subiéndole varios enteros de dureza a El fin del camino, que bajaron de golpe con la inclusión del cover de Cómplices Es por ti, aunque fue divertido escucharla en versión Metal. Para el envite final, fue sobre seguro para hacernos vibrar a todos al máximo, presentando esa Vientos de guerra a piñón fijo, dejando claro el vocalista que todavía puede con tonos extremadamente altos y sin dejar de ser un imparable animal devorando el escenario.
Saludo muy especial para mis colegas alemanes Bill y Angelika, a quien tuve el placer de saludar tras el concierto de Leo, y que a buen seguro lo estuvieron pasando teta en el bolazo de los Jolly Joker. Tocaba ahora, tras pasar a rellenar las botellas de agua (una rutina que repetimos hasta la saciedad), volar alto con Evergrey.
La duda sobre si finalmente tendría o no lugar la actuación de los suecos Evergrey en el escenario Estrella Levante se alargó casi hasta última hora. Tenía muchísimas ganas de volver a verles en acción, pero la pérdida de todo su equipo en el aeropuerto fue un duro golpe que les puso contra la espada y la pared. Afortunadamente, y gracias al apoyo y solidaridad de otras bandas, todo quedó en un susto, al menos para sus seguidores, y dicha incertidumbre se disipó del todo cuando, aliviados, les vimos subir al escenario.
De hecho, les recibimos con un gran cariño y ambiente mientras sonaba la introducción disparada, preludio al primer tema de la tarde, la contundente Save us. El sonido, sobre todo al principio, no era demasiado compacto y faltaba algo de nitidez, pero esto no fue ningún handicap para los músicos, que a pesar del desagradable incidente que tuvieron que padecer, salieron a demostrar su profesionalidad, su entrega, y por descontado, su enorme virtuosismo. Ya con los primeros compases de Weightless, nos contagiaron su imparable headbanging, y la poderosa batería de Jonas Ekdahl, aunque se comía en parte otros instrumentos, sonaba con una potencia avasalladora. Él mismo, pedía palmas, levantado tras su instrumento, para seguir calentando ánimos. Tras una breve explicación de lo ocurrido con su equipo, y un cambio de guitarras, la melodía principal de Call out the dark, iniciada por el teclista Rikard Zander, levantó más y más voces de entre el acalorado público.
La banda mostró su mejor cara, con ambos guitarristas muy centrados y un inquieto Johan Niemann que también puso su voz, en forma de coros, al servicio de cortes como Eternal Nocturnal, mientras el técnico de la banda todavía andaba por el escenario intentando solventar ciertos problemas con la batería. Para amenizar los tiempos entre tema y tema, la banda se mostró comunicativa, y Tom S. Englund, con su profunda y característica voz, nos hizo corear esa fantástica melodía de Midwinter call. Su solo de guitarra, al que se unió para las armonías su compañero Henrik Danhage, fueron una de las partes más destacadas del tema, plagado de detalles técnicos y muestras continuas de virtuosismo que encandilaron a todos los amantes del Metal con marcados toques progresivos. Algunas partes, incluso, sonaron más gruesas que en el disco. El agua que se lanzaba con las mangueras desde el foso nos vino que ni pintada para aliviar el sofocante calor de aquellas horas, y darnos todavía más fuerzas para arropar a la banda. En todas las veces que les he visto en directo, me ha encantado cómo consiguen crear, en directo, ese clima tan sólido e intenso que nos hace doblegar el cuello de lo lindo, al unísono, a base de riffs contundentes y machacones, perfectamente coordinados, y ritmos adictivos, como es el caso de Where August Mourn.
El vocalista no podía disimular la gran acalorada que llevaba encima, y aun así, continuaba con unas ganas imparables. Tras otro cambio de guitarra, el sonido había mejorado un poco, y llegó uno de los temas con los que más disfruté, A Silent Arc. A pesar de sus 8 minutazos, su cantidad de ritmos distintos, esas bases tan guapas de teclado (que sonaron sorprendentemente bien), y esos arranques progresivos de guitarras y batería, de nuevo con una coordinación magistral entre los músicos, me sonaron de lujo en directo, por no hablar de la interpretación vocal de Englund, posiblemente la mejor de todo el concierto, pasando con gran fluidez de unos registros a otros. Por cierto, si no me equivoco, en algunos momentos contó con la ayuda de voces pregrabadas, pero no es algo que le quite mérito a lo dicho.
Todavía quedaban algunos de los cortes más conocidos en el tintero, pero se tomaron unos minutos para saludar a sus fans y reconocer la suerte de haber podido actuar pese a las adversidades. Y a partir de aquí, si cabe, el concierto ganó todavía más en intensidad, cayendo como un verdadero trueno esa My allied ocean, cuyas guitarras pusieron de nuevo en marcha el headbanging generalizado, flipándonos especialmente con ese encarnizado solo de Henrik Danhage, y continuando con un ritmo más pausado de la mano de A touch of blessing, cuya variedad de tempos, y esas pausas tan meticulosamente medidas entre riffs, volvieron a resaltar la faceta técnica y la perfecta coordinación entre músicos, y claro, esa conocida melodía que todo el mundo coreó a viva voz. Como no podía ser de otra forma, y aunque eché de menos temas casi imprescindibles en sus setlist, como Recreation Day (ni un solo tema de este álbum) o Leave it behind us, King of errors vino a poner un punto y final sobresaliente, que tuvo un sonido de bajo muy destacado.
La intención de este día estuvo clara desde el principio: no parar ni para respirar. Y aprovechando un rato muerto tras la actuación de los Evergrey, pasando olímpicamente de Steve’N’Seagulls, mi colega y yo nos fuimos a dar un rulo por el escenario pequeño, a ver qué se estaba cociendo por allí, pero yendo con la intención de curiosear y poco más, nos encontramos de frente con los japoneses Melt4, y os aseguro que al menos a mí me dejaron con el culo torcido en los últimos temas que pudimos ver. Era tanta la caña y el ambientazo que estaban metiendo, que no dudamos en acercarnos a las primeras filas, donde la gente estaba muy metida en faena, tanto como la propia banda. Lo primero con lo que me quedé fue con la electrizante forma de tocar de su batería, levantándose de su asiento, pegando con una fuerza tremenda y una actitud tajante. Ritmos rápidos y guitarreros, rollo bastante old school, y en las primeras filas, un clima cantidad de guapo y algún que otro empujón, todos muy volcados con la banda que no cesaba en su empeño por hacer piña con nosotros. Lamento no nombrar ningún tema, porque es que ni siquiera les conocía, pero fueron una sorpresa gratísima, una actuación cañera a más no poder, alternando partes Thrash (que es verdaderamente lo suyo) con ritmos más Heavys, punteos a toda hostia, baterías al galope, y desmelene continuo en el escenario, sobre el cual, el guitarrista y bajista terminaron por los suelos de forma simultánea para despedirse de todos nosotros. Además, mostraron mucha simpatía, acercándose, tras la foto del final, a saludar cada uno por su lado y a repartir púas a destajo.
Teníamos media horita para volver a la carga. Mientras tanto, nos quedamos por las mesas, escuchando de fondo a la siguiente banda de ese escenario. Unos Fixation que, a pesar de sonar muy progresivos, con ritmos muy complejos, no me terminaron de gustar por su estilo tan modernote. Lo mejor fue reencontrarnos con Popi y con mi también colega valenciano Quillo, y pasar un rato de puta madre mientras aprovechaban para papear.
Tampoco estaban en mi running order personal, pero al igual que me sucedió con Leo, hacía bastante que no veía en acción a Saratoga, y por la amplia experiencia que tengo con ellos (les habré visto, seguro, alrededor de 20 veces en mi vida), es una banda que rara vez ha fallado. Y la permanencia en el seno de la banda de dos de sus figuras fundadoras, como Jero Ramírez y Niko del Hierro, dos músicos más que legendarios en el Heavy Metal de marca nacional, le daba un aliciente extra.
En la confección del setlist, tiraron a lo seguro, sin arriesgar demasiado, pero no vamos a engañarnos, a nadie amarga el dulce de escuchar, del tirón, e interpretados con tanta pasión, tantos temas clásicos como hubo aquí. Y caminando a la marcha desde el escenario secundario, llegamos justitos para ver de lejos el inicio, con una Tras las rejas que me supo a gloria, casi a nostalgia. Y es que “Agotarás” fue durante muchos años uno de mis discos favoritos del Heavy Metal español. Con Niko del Hierro ya ostentando toda su colección de virguerías al bajo, y un Tete Novoa que salió cegado a comerse el escenario a mordiscos, con esa aplastante contundencia escénica que le caracteriza, y que se hizo todavía más patente en A morir en su faceta como cantante, con una voz que, conforme ha ido ganando callo con el tiempo, y sin perder ni un ápice de su rango, siempre consigue dejarme atónito. No hay duda de que estamos ante uno de los mejores vocalistas que tenemos en la península. Otra cosa ya es que me guste su forma de vestir o actitud en ciertos aspectos. Las sobradas de Niko con ese punteo abrieron No sufriré jamás por ti, del Secretos y Revelaciones, un álbum que cumple ya 14 años, pero que me sigue pareciendo una de las obras cumbre de su carrera… aunque yo personalmente habría escogido algún otro representante, como Deja Vu o El planeta se apaga. Cada vez más ‘encabronado’, los alucinantes gritos en Maldito Corazón, alternados con algún que otro gutural, pusieron en movimiento a las miles de personas que presenciaban su actuación, ganándonos cada vez más. De su recientemente incorporado batería Arnau Martí, decir que se le adivina un gran músico, tocando de fábula todas las partes y con la lección muy bien aprendida. El siguiente paso es aportar su propia identidad.
Saratoga no iban a ser menos con el tema de las sorpresas, pero la mayor de ellas no me la esperaba en absoluto. Nada menos que invitar al escenario al ex-vocalista de la banda, el gran Leo Jiménez, para cantarse esa barbaridad de tema que es Vientos de Guerra. Y aunque era la segunda vez que la escuchábamos ya en un intervalo de tres horas, a nadie pareció importarle, visto lo visto: puños en alto, gente dejándose las amígdalas con ella, y encima de las tablas, una sincronía enorme entre maestro y alumno, sensación de colegueo y ganas de petarlo. Diría que es la primera vez que veo cantar a Leo con ellos desde que se separaron tras el “Tierra de Lobos”, lo cual fue una alegría considerable. No me convenció demasiado Morir en el bien • Vivir en el mal, sobre todo por su letra, aunque hay que reconocer que es un tema original en cuanto a cadencia. La que me voló la tapa de los sesos, como todas las veces que la han tocado en directo, fue A sangre y fuego, en la que Tete subió todavía más el nivel, llevando su voz a unos límites de resistencia y agudos increíbles. Lástima que, desde hacía un rato, la calidad del sonido fuese en caída libre. Los platos de Arnau, por ejemplo, no se escucharon en todo el concierto (al menos, desde mi posición), y la guitarra de Jero, por mucho que se esforzó y dio el callo, quedó muy deslucida, hasta el punto que tuvo severos problemas técnicos y tuvo que parar de tocar en varios fragmentos.
Aún con todo, no dejaron de sonar temas rotundamente triunfadores, como Mi ciudad, en donde se levantó todo un mar de cuernos entre el público y Tete hizo gala de todas sus habilidades teatrales, y el momento, de lejos, más emotivo del show con Si amaneciera. Y lo fue tanto, que ni siquiera Tete pudo contener las lágrimas, arropado por los arpegios de Jero y el piano disparado. Cosa normal, ya que es una canción que si te pilla bajo de defensa, es capaz de desmontarte. Para subir radicalmente el ritmo de nuevo, Como el viento, extraído de su “Morir en el bien, vivir en el mal” retumbó entre los límites del recinto gracias a la poderosa batería de Arnau, con la gente muy acalorada pero viviéndola al máximo, pero menos que Perro Traidor, que fue uno de los puntos álgidos de esta última parte, y Resurrección, acudiendo de nuevo al “Agotarás” para dejarnos una interpretación vocal impresionante, furiosa, imparable, al final de la cual, el propio vocalista se lanzó a surfear sobre el público, dándose un baño, tanto de multitudes, como de manguera.
Veinte escasos minutos teníamos antes de que comenzara la actuación de los míticos powermetaleros Blind Guardian, lo justito para echarnos una carrera hasta las fuentes, llenar las botellas, y cambiar de dirección hacia el escenario Cartagena Stage, bastante lleno en la parte delantera, pero razonablemente cómodo yendo un poco más para atrás, donde nos situamos.
Blind Guardian siempre ha sido una banda que, en general, ha rehuido de las grandes parafernalias y rebuscados trucos de escenografía a la hora de presentar sus temas ante el público, y su concierto en este Rock Imperium no fue una excepción. Sin embargo, como suele ocurrir, se centraron en algo muchísimo más importante y valorable, algo a priori tan sencillo como contentar a sus fans tirando de algunos de sus mejores temas, sobre todo de sus discos más célebres, muy bien distribuidos para dar un concierto de lo más cañero en el que todo salió rodado.
Al contrario de lo que hicieron en sus dos últimas actuaciones en España, para la ocasión dejaron de lado el setlist mayormente basado en su “Somewhere far beyond” para extender el repaso de temas a toda su discografía. Si bien no ofrecieron nada realmente extraordinario en este aspecto, fue un cambio bien recibido para quienes ya les vimos en Rock Fest y Leyendas del Rock del 2022, por aquello de la variedad. Y qué mejor forma de comenzar a lo grande, y meterse ya al público en el bolsillo, que hacerlo con Imaginations from the other side. Lo que realmente me sorprendió, al menos de primeras, fue ver a un Hansi Kürsch muy activo en cuanto a movimientos y empatía con el respetable, moviéndose de un lado a otro, señalando, sonriendo, dejando cantar… La otra gran novedad respecto a la formación es la vuelta, por fin, de Marcus Siepens a la guitarra rítmica, lo que imprimió mucha más musicalidad a temas que, sin él, quedaron algo cojos en los citados conciertos anteriores. Así pues, centrándonos ya en los temas, Welcome to dying jugó un papel fundamental a la hora de llevar el ritmo a otro nivel, por si quedaba alguien que todavía no se hubiese soltado la melena, con la batería de Frederik Ehmke cabalgando a saco. Como hizo antes de todos y cada uno de los temas, Hansi nos presentaba ahora Nightfall, un tema que a buen seguro llenó a más de uno de nostalgia. De nuevo, me encantaron las baterías de Frederik, especialmente las partes más técnicas. La imagen de fondo del escenario, por cierto, cambiaba según el disco interpretado.
¡Cuánto tiempo sin escuchar en directo The script for my requiem! Otro tema que siempre fue de mis favoritos, y otra calificación alta para Hansi que, aun evitando las notas más extremas, salió muy bien parado… al igual que en los distintos registros, incluyendo gritos prolongados, en The Quest for Tanelorn, otro de esos estribillos que resonaron en toda Cartagena gracias a las voces que el público desplegó al unísono, y en general, una atmósfera maravillosa, como tantas que lograrían crear los alemanes. El setlist, de momento, les estaba quedando para chuparse los dedos, y a partir de aquí se volvió todavía más emotivo, sin perder garra, pero llegando con partes más lentas o temas más antiguos al corazón de sus seguidores. Uno de los mejores ejemplos fue Lord of the Rings, que nos hizo cantar y emocionarnos en las partes más sosegadas, para terminar saltando, puño en alto, en aquellas con más carga eléctrica. Volvieron a demostrar con creces que, cuando dan un concierto inspirado, son irresistibles, y como músicos, también tienen muchos puntos fuertes. El trabajo, tanto de las bases como de la voz y los coros en Time stand still (at the iron hill) fueron tan geniales como el virtuosismo de Frederik en los platos, tan interesante de ver en directo, pisando un puntito más el acelerador en Ashes to ashes (ahora sí, del “Somewhere far beyond”) y Traveler in time, pura dinamita Power / Thrash directamente desde mi disco favorito, el “Tales from the twilight world”.
Por su parte, Hansi se había apalancado bastante respecto al principio, pero a decir verdad, cantaba mejor todavía, lo cual compensaba esa pasividad tan corriente en él, algo que se notó también en Violent Shadows (pidiendo ‘perdón’ por tocar un tema nuevo, en plan cachondeo). No importa cuántas veces la toquen, porque cuando uno ve aparecer las dos guitarras acústicas en el escenario, y a André y a Marcus sentarse tras ellas, uno sabe de antemano que se acercan momentos de esos que te ponen los pelos de punta. The Bard's Song - In the Forest marca siempre uno de los momentos más íntimos y vibrantes de sus conciertos, tanto por la sensibilidad que destila como por las miles de voces gritando sus letras. Y ahora sí, con dos guitarras compartiendo armonías, algo que ya se echaba mucho de menos sin Marcus Siepen. Pero no pudimos explayarnos demasiado en ese relax, porque la apertura de teclas por parte del teclista Michael Schüren para Majesty alertaba ante un nuevo bofetón de tralla de la vieja escuela, con punteos electrizantes de Marcus y André.
Un tanto predecibles, llegaron los bises, y la nota disonante (en el buen sentido), la puso Sacred Worlds, único ejemplar del que posiblemente sea su disco más sinfónico, “At the Edge of Time”, de la que, tras la introducción, pronto restallaron potentes guitarras y esa adictiva melodía de su estribillo. Y, a tenor de lo visto en su rostro, ¡cómo disfrutó Frederik con ella! La infalible Valhalla también formó parte de esta recta final, siempre disfrutable, siempre conectando instantáneamente con el público y con un Marcus totalmente entregado al headbanging... pero con una parte alargada demasiado pesada para mi gusto, sobre todo cuando la has visto tantas veces. Y entonces… llega Mirror Mirror, y todo explota. La batería a toda mecha, los coros (a los que se apuntó también el teclista), esos punteos a la velocidad del rayo, los saltos, los bailes, las voces cantando incluso esa parte instrumental, inspirada como pocas otras en la historia del Power Metal… y te deja sensaciones inmejorables de un fiestón por todo lo alto. Ese, como decía al principio, es el modus operandi de Blind Guardian, y esto último, por lo general, suele ser el resultado.
Y se acercaba inexorablemente, al fin, uno de los momentos cumbre para un servidor de todo el festival, la llegada de las ‘Calabazas Reunidas’, como ellos mismos se autodenominaron en el vídeo de introducción y en el primer single que sacaron tras la reunión. Era ya la tercera vez que les veía con este line up (Helloween siempre fue, y siempre será uno de los grupos de mi vida), pero igualmente, la excitación no podía ser mayor. Casi independientemente del contenido del propio setlist, y sabiéndolo ya por experiencia, el concierto prometía ser un viaje mágico de música, imágenes, gestos, recuerdos… Porque puestos a volver, había que hacerlo a lo grande, convertir su show en uno de los mejores que puede ofrecer, hoy por hoy, una banda de Heavy Metal.
La ostentosa batería, con nada menos que cuatro bombos, asentada sobre una gigantesca calabaza que ocupaba un espacio considerable del escenario, ya era sinónimo de espectáculo a gritos. Aunque para gritos, los que todo el mundo exclamó ante la salida del grupo, mientras el montaje visual mostraba combinaciones de varias portadas de sus discos. Ante Skyfall, el escenario se convirtió en un verdadero teatro con 7 músicos paseándose por él, y es que la emoción de ver juntas a estrellas como Michael Weikath, Kai Hansen o Michael Kiske es tan emocionante que abruma. Un tema largo, y para mí inesperado, con el que todos y cada uno de ellos pudieron lucirse, alternando las tres voces en medio del escenario, y un movimiento continuo e hirviente. Y puesto que el repertorio iba claramente enfocado a los grandes clásicos… ¿qué tal un Eagle fly free, así, de primeras? Normalmente, me encanta como Deris canta cualquier tema, pero particularmente esta la prefiero mil veces con Kiske. La reacción del público no se hizo esperar ante la colocación de esos cuatro astros de las cuerdas en línea, con un solo magistral de Markus (siempre lo digo, uno de mis bajistas favoritos de todos los tiempos), un grito sostenido que nos hizo babear y ese amago del Painkiller a cargo de Dani Löble al final. El bueno de Deris se dirigía a nosotros, como siempre, cargado de amabilidad y humor, haciéndose la picha un lío con el inglés y el español.
Con el primer cambio de guitarra para Sasha, siempre carismático y con una actitud que cautiva, llegó también Mass Pollution el segundo tema de la noche de su último disco, ese “Helloween” homónimo que, por cierto, fue número 1 de ventas en España durante un tiempo, e inmediatamente, cayó como una bomba esa ‘felizoide’ Future World, que volvió a levantar llamas de pasión y saltos incontrolables entre los fans, cantada muy bien por Kiske, que parecía tener una muy buena noche, y con unas coreografías muy divertidas entre Weikath / Sasha. Hasta ahora, en cada tema iban alternando vocalista, y por supuesto, nadie como Deris para cantar esa majestuosa Power, en donde el doble bombo de Dani Löble volvió a golpear las murallas del recinto con furia, y la peña definitivamente enloqueció, masas de gente en las primeras filas al unísono, cantando y levantando las manos… y estar allí en medio, captando todo ese calor y esa energía positiva… fue algo a lo que no se puede poner precio. Nos puso el corazón a mil, y no estaban por la labor de rebajar la intensidad con Save Us, de nuevo la batería arrollando, y Kiske que esta vez sí se las vio canutas (pero lo consiguió, doy fe) para llegar a esos agudos tan extremos.
La cosa estaba que ardía, Kai arrodillándose en el solo, Markus haciendo locuras con su bajo… hasta Weikath nos dedicaba alguna sonrisa. Entre miles de voces cantando aquello de ‘Happy happy Helloween’ Deris presentaba al HOMBRE, al PADRE, al Sr. Kai Hansen que, ataviado con un sombrero rollo cowboy, sin guitarra, y paseando el palo del micro, nos regaló con su voz, espléndida, por cierto, toda una retahíla de fragmentos de temas de los inicios, comenzando por Metal Invaders, continuando por Victim of Fate (joder, qué burro me puso esta…), y ya con la guitarra colgada al cuello, Gorgar, un pequeñito fragmento de In the Hall of the Mountain King, Ride the Sky (insisto, muy bien cantada) y para concluir, un himno de la historia de nuestra música como es Heavy Metal is the Law, donde volvimos a ver a Kai, Markus, Weikath y Sasha en línea, cada uno con sus movidas, pero perfectamente compenetrados. WEW!!! Uno de esos momentos que se le quedan a uno en la retina para siempre. Cuando vi que sacaban taburetes al escenario, y escuché sus primeros arpegios… se me pusieron los pelos como escarpias de emoción. Forever and One (Neverland), tan cargada de feeling, de armonías entre Kiske y Deris, que me puso la patata del revés. Magia, señores, magia.
Tras un pequeño pero intenso solo de Sascha Gerstner, se unían de nuevo las tres voces, jugando entre ellas con distintas líneas y desparramando buen rollo en la positiva Best time, volviendo otra vez a ese “Helloween” que tantas alegrías nos ha dado. Cuando una banda con 40 años de historia logra grabar algo de tal magnitud, ya sabes que son capaces de cualquier cosa. Muy divertido ese bailoteo que se marcó Andi Deris con Markus Grosskopf, mientras este último volvía a alucinarnos con esa forma de tocar tan depurada, tan perfecta. Y divertidísimo también, como siempre, Dr. Stein y el vídeo que acompañó el tema, con mucha mala baba y humor descacharrante. Encima, Kiske y Markus abandonaban el escenario cogiditos de la mano. Imposible no agarrarse un buen descojone. Y es que en eso de crear ambientes de buen rollo infinito, Helloween no tienen rival. How many tears fue un (primer) final de órdago, vibrante hasta el límite, tanto en lo musical como en la actitud. Volvimos a ver a los cuatro jinetes en fila, partes limpias, armonías a tres guitarras, guiños entre los músicos, sonrisas, y sobre todo, mucha, mucha caña, con una batería de Dani, sobre todo en la parte final, al rojo vivo. Abandonaron el escenario, pero sabíamos que el final, por suerte, aún andaba lejos. Reanudaron con Perfect Gentleman, con esas notas grabadas que ya nos volvieron a poner en marcha, viendo a Deris luciendo una elegante chaqueta roja de lentejuelas, y haciendo lo que mejor sabe hacer, aparte de cantar, conquistarnos con sus ademanes, sus acercamientos y sus miradas. En cuanto a voces, en este concierto Kiske y Deris fueron a la par. Pero en cuanto a la faceta de frontman… Andi se llevó la palma con muchísima diferencia.
Entre broma y broma entre ambos vocalistas principales, Keeper of the Seven Keys fue un pelotazo que muchos no se esperaban, bastante arriesgada a estas alturas del concierto, pero de la que no hay que dudar que funcionó a las mil maravillas, con ambos cantantes dándolo todo, impresionantes solos de Weikath y toda la variedad rítmica que el corte implica, dándole un final de lo más emotivo. Se tomaron su tiempo y buen humor para presentarse entre ellos, dándole esa chispa al momento, perfecta como antesala para hacer estallar todo el puto Parque del Batel con la deseadísima I want out, saciando todo el mundo esa energía contenida en forma de unos gritos que eclipsaban incluso al trío vocal. Kai demostró que se le da de muerte entonar la parte al ritmo de reggae, y para terminar aquel espectáculo de ensueño, tras corear unas cuantas veces el estribillo, decenas de globos naranja y miles de papelitos volaron por el aire, para algarabía de todos los presentes.
Dejando atrás a la marabunta de gente, incomprensiblemente obstinada en buscar una púa entre el mar de tierra que era la parte delantera del escenario, yo preferí continuar disfrutando de la música, de lo poco que quedaba ya para cerrar el día, pero que era de una magnitud tan gigantesca como la de los propios Rotting Christ.
Dentro de las esferas más extremas del festival, y concretamente, dentro de los más tenebrosos círculos del Black Metal, había muy poco de donde escoger en el cartel de este año. Por lo tanto, se podría decir que la presencia de Rotting Christ cobraba todavía más valor. Si a eso le añadimos que, además, es mi banda favorita del género junto a Emperor, ya estamos hablando de que ni las tardías horas, ni el cansancio, me iban a impedir disfrutar de un show tan exquisito y soberbio como el que siempre dan los griegos. Una banda con la que me cuesta ser objetivo, pero no creo ser el único que pensó que, literalmente, se salieron aquella noche.
La intro a base de cantos paganos creaba una ambientación tan negra como la noche que se cernía desde hacía horas sobre Cartagena, y los músicos se encontraban ya sobre el escenario, envueltos en humo y una luz tenue que presagiaba la inminente destrucción sonora. 666 nos puso a caldo ya de primeras, a agitar el cuello como animales, y también expuso uno de los aspectos más fundamentales que marcarían el bolo: el sonido era, incluso, mejor del que muchas bandas tuvieron en los escenarios grandes, contundente, estruendoso pero definido. Y de los ritmos tan machacones y segmentados de la anterior, fueron directamente a matar con Kata Ton Daimona Eaytoy, con pasajes de devastadores blast beat, cambios de tempo a cada cual más salvaje, i guitarras afiladas como cuchillos. La actitud de Kostas Heliotis al bajo, y Kostis Foukarakis en la guitarra fue, en todo momento, agresiva, demoledora, con molinillos continuos, levantando el mástil de sus instrumentos, retorciéndose, encarándose al público y saltando al mismo tiempo con sus compañeros en temas como Fire, God and Fear, pudiendo apreciar en ella esas notas graves por parte del gran Sakis Tolis, que destacaban entre esa muralla sonora de cuerdas, y que también puso todo de su parte para que el ritmo no decayese ni un minuto.
dub-sag-ta-ke, con tiempos muy bien cuadrados, que demuestran la experiencia y encaje entre sus músicos, dio paso, tras otra pequeña introducción pregrabada, a Demonon Vrosis, con un sonido de batería más rudo y Heavy, y a la cover que les acompaña desde hace tanto tiempo en sus directos, Societas Satanas, de Thou Art Lord, que terminó por desparramar la pasión de los asistentes, desatando unos moshpits de auténtico terror. Sakis Tolis intentaba chapurrear español con bastante acierto, y eso nos acercó todavía más a ellos. Y es que de carisma van sobrados, y más todavía de calidad musical y potencia, como la de ese doble bombo a piñón fijo durante In Yumen-Xibalba, para la que volvieron a emplear otra introducción. Un gustazo, por otra parte, ver a un público tan entregado a esas horas, y no hablo de impetuosidad alcohólica, sino del apoyo al grupo que se respiraba, sobre todo, entre las primeras filas. La sonoridad particular que otorga a sus canciones el idioma griego, es una de sus señas de identidad, pero también lo es el hecho de que, con cada álbum, se han ido alejando más y más del Black Metal más ortodoxo, introduciendo cantidad de pasajes góticos y étnicos, canciones plagadas de detalles musicales cada vez más amplios y desacomplejados.
Kostas Heliotis y Kostis Foukarakis, siempre flanqueando al líder de la banda, volvieron a entrar en estado de locura (exactamente igual que el público) durante Grandis Spiritus Diavolos, en mi opinión, uno de los grandes Highlights del concierto, casi el epicentro del terremoto, con el guitarra solista ‘colándose’ en medio del escenario para ejecutar el solo bien abierto de piernas. También se les da de fábula motivar, y con tan solo unos gestos, volvían a tenernos a todos puño en alto para The raven, de su último disco hasta el momento, el fantástico “The Heretics”. Muy buen rollo y coordinación entre Sakis y Kostis, hombro contra hombro, antes de presentar el último tema de la noche, Noctis Era, y con ella, nos incitaban al mismo tiempo a darlo todo, a terminar la primera jornada por todo lo alto, ya cerca de las 2:00 de la madrugada, con enfurecidos gritos de Sakis y una caña bestial en la batería de Themis Tolis que, para variar, sonaba prácticamente perfecta, tal como sucedió con todos los instrumentos durante todo el show. Sin duda, el mejor que les he visto dar junto al que ofrecieron el pasado año en la difunta Paberse Club de Valencia.
Terminado el bolo de los griegos, y despidiéndonos poco a poco de los colegas que había por allí, fuimos a la marchita hasta donde habíamos dejado el coche, aceptablemente lejos teniendo en cuenta que en los alrededores del recinto era prácticamente imposible aparcar. Y la opción de aparcamiento dada por el festival, con todos mis respetos, me pareció nefasta. 25 minutos aproximadamente nos separaban del descanso, trayecto que, como todos los días, se hizo bastante entretenido comentando los momentos clave del día. Cansados, pero con muchísima ilusión por devorar los dos días enteros que nos quedaban por delante.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
Algunas de las fotos que podéis ver en esta crónica fueron disparadas por mis amigos Popi, Elena y Kolega, a quienes quiero agradecer también ese detalle.

Rock Imperium Festival 2023, viernes 23-06-23, Parque El Batel, Cartagena
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