En comparación al día anterior, el cartel de este viernes
presentaba una menor concentración de Metal extremo y bastante más Power Metal,
para alegría de aquellos amantes de estilos más melódicos, pero también bandas
modernas de las que poco a poco van abriéndose un hueco en el Leyendas del
Rock. Aunque deteste estas últimas, sí comparto el gusto por la variedad. Que
el calor no fuese tan intenso e insoportable como el del jueves, no significa
que no hubiese momentos realmente duros, especialmente durante los primeros
compases. Apurando al máximo hasta el primer grupo que realmente me interesaba
(Napalm Death) y evitando las horas
de máximas temperaturas, salimos de casa a aquello de las 18:15 para llegar a
tiempo a la actuación de los ingleses, a partir de la cual, todo sería una
marcha casi non-stop hasta cerrar el festival, tal como hicimos el miércoles.
De nuevo, movidas y nombres para todos los gustos, entre los que, para mí, destacaban
algunos menos habituales, como Narnia,
Exciter o Twilight Force. Poner hincapié en que el sonido hizo bastante de
las suyas durante demasiados conciertos. Hace algunos años, y durante varias
ediciones, me dio la impresión de que el Leyendas del Rock mejoró notablemente
en este tema, pero en este 2023 ha dejado bastante que desear. Un aspecto que,
con la mayor de las urgencias, tienen que empezar a mirarse seriamente, porque
muchos ya estamos hasta los cojones de salir decepcionados de un concierto, y
no por una mala actuación, sino por el hecho de que esta quede completamente
deslucida por un nefasto y patatero sonido, algo que afecta especialmente al
escenario Mark Reale, donde para colmo, relegan a bandas que merecerán estar en
cualquiera de los principales, con más honores, si cabe, que otras que repiten
año tras año, hasta la nausea.
Napalm Death:
Aunque no sea una banda especialmente difícil de ver en
nuestro país, su incorporación al cartel es un loable ejemplo de cómo aumentar
la variedad estilística contando con auténticas leyendas que todavía no habían
tocado en el festival. No disponía de demasiado tiempo para ver su concierto
(hasta que comenzasen Narnia,
concretamente), pero me propuse disfrutar al 100% cada segundo de este, aun
sabiendo que me perdería los grandes clásicos de la banda. De hecho, este
primer tramo del concierto fue perfecto para ver cómo atruenan esos temas más
recientes de su discografía en directo, sobre todo del “Throes of Joy in the
Jaws of Defeatism”, y del EP “Resentment Is Always Seismic - A Final Throw of
Throes”, por los que apostaron con mucho ahínco. Un detalle que no me gustó
absolutamente nada, es que llegásemos justo a la hora establecida en los
horarios, y el concierto ya estuviese comenzado, sea de quien fuese la
responsabilidad. Por suerte, debía ser el primer tema, esa Narcissus en
la que ya vimos a Barney actuando como un terremoto devastador, como un animal
herido, retorciéndose y gritando como tal, con toda la mala baba a la que nos
tiene acostumbrados.
Los años pasan para todos, pero Barney sigue dando el 100%.
Y no solo él, ojo. Es algo tremendamente inusual que una banda con una carrera
que se acerca ya a los 40 años, haya mantenido los mismos músicos desde hace
30. Junto al vocalista, John Cooke a la guitarra (que en directo sustituye a Mitch Harris), Danny Herrera a la batería,
y Shane Embury al bajo, conforman una de las formaciones más sólidas que ha
dado nunca el metal extremo. Aunque lo cierto es que no ver al ‘Hongo’ sobre el
escenario suscitó bastantes preguntas sin respuesta. Parece ser que su ausencia
actual en el seno de la banda se debe a algo más que a una enfermedad, como en
un pricipio se anunció falsamente. Adam Clarkson fue su sustituto en esta ocasión.
Y vaya por delante que lo hizo fenómeno, con contundencia, y con partes
delirantemente rápidas, emulando a Embury de categoría. Pero sinceramente, echo
de menos al original, su brutalidad y su forma de maltratar su instrumento. Con
todo el respeto para Adam, para mí es insustituible. Sea como sea, continuaban
las carreras, el headbanging de John Cooke y las virguerías de Clarckson
mientras caían temas como Backlash Just Because o Fuck the Factoid,
levantando a su vez berridos y alguna que otra tanda de hostias entre el
público. Durante esta última, el vocalista, cada vez más cabreado, intentaba
decirle al técnico que parase ya de echar humo, aunque parece que no surtía
demasiado efecto (al principio pensé que su queja iba dirigida a la gente que
fumaba, o a la polvareda que se levantaba entre el público).
Dejando a un lado este incidente, continuaba volviéndose
cada vez más loco, agitando sus extremidades, y dando unos alaridos de traca.
Pero también se mostró más comunicativo esta vez, sin dejar de lado esa
contundencia en las palabras que siempre le acompañó, en frases como ‘que quede
claro que somos una banda de ruido, no de Heavy Metal’. Ahí es nada. Pero mucho
mejor fue su discurso antes de Contagion, contra la discriminación
racial y los ataques a la inmigración, aludiendo directamente a cualquier
posible xenófobo de mierda que pudiese haber entre el público. El tema en sí
fue de los que más me gustó, por el encabronamiento que llevaba Barney, por
cómo sonaron las guitarras al principio, lacerantes y furiosas, y concretamente
por ese estallido de caña burra en que todo se vino abajo. También muy curiosas
esas voces limpias de Barney en algunos momentos del corte, recordando a discos
antiguos de Fear Factory, incluso. Destrucción imparable que continuó con Everyday
Pox, del “Utilitarian” uno de los discos suyos que más me ha gustado de la
última década (lástima que no tocasen Errors in the Signal, o Quarantined…),
donde la voz de Barney sonaba menos gutural y más desgarrada que en el disco.
De Invigorating Clutch, volviendo a su último LP, me pareció muy curioso
ese inicio, con coros pregrabados y el vocalista completamente absorto en las
voces graves y sensoriales, quieto en el medio del escenario, para estallar de
un segundo a otro con ese berrido esquizofrénico, con el que todo volvió a
arder, incluyendo los circle pits bajo el escenario. Lamento no poder contar
más, pero tuve que moverme rápidamente de escenario.
Narnia:
Aunque
tampoco han faltado muchos de aquellos grupos que repiten una y otra vez en el
Leyendas del Rock, es justo decir que el cartel de este año nos ha traído a un
buen puñado de bandas bastante exclusivas, rarezas que incluso llegan a ser
difíciles de ver de gira por este país. Personalmente, creo que podría ser un
buen enfoque para que el festival siga progresando y ganando nuevos adeptos. Narnia, sin duda, fue una de esas
incorporaciones, y al mismo tiempo, otra de las imprescindibles para mi gusto.
Se presentaban en el escenario Mark Reale ante una audiencia bastante modesta,
mucha menos de la que merecieron, pero eso no les amilanó en ningún momento, ya
que, desde el principio, salieron como una bala, con un coraje tremendo,
dispuestos a darlo todo. El concierto se podía ver cómodamente desde cualquier
punto. Yo fui cambiando varias veces, de aquí para allá, evitando el sol que se
colaba por la apertura en el tejado de la carpa, y decir que desde todas las
posiciones lo escuché muy bien. Volumen moderado (después de lo de Vicious
Rumors, daba hasta miedo…), sonido algo suave pero instrumentos muy bien
compensados y relativamente nítidos. Una de las mejores mezclas que vi en ese
escenario, aunque faltase un pelín de contundencia. Me gustó mucho la elección
para abrir el setlist con Crack in the Sky, a pesar de que soy más bien
de los primeros que de los últimos discos. Los coros del bajista Jonatan Samuelsson
le dieron más consistencia a las voces de un Christian Rivel-Liljegren que se
mostró, en todo momento, pletórico de ganas e ilusión, imparable, incansable en
cuanto a movimiento y dispuesto a dejarse la piel desde el primer momento,
dando palmas, aspavientos, saltos, carreras e interactuando con palabras y
lenguaje no verbal con su público.
Solo
con verle, le subía a uno la tensión. La más melódica y moderna You
Are the Air That I Breath también fue un botón de muestra de la gran coordinación
y excelente feeling que había entre los músicos. Bromeaban Martin Härenstam y
Jonatan, y el primero, a la mínima ocasión, dejaba su teclado para saltar a
primera línea de escenario y animarnos de forma más cercana. Un clímax muy
temprano (para mí, uno de los momentazos del concierto) llegó con No More
Shadows From the Past, mirando directamente hacia su primera obra
“Awakening” (1997). El conjunto bajo / teclado / guitarra sonaron de lujo, como
digo, con una ecualización pulida, pudiéndose diferenciar muy bien las partes
de cada uno, y ya desataron algunos saltos entre el público, que hasta entonces
continuaba algo reacio a pesar de los continuos gestos, saltos y contoneos del
vocalista, siempre expresivo y empeñado en hacernos cantar o alzar los brazos.
El final, con batería al galope, nos dejó dos temas de su último disco que, a
decir verdad, me ha gustado bastante. A pesar de tener una producción más
moderna, algunos temas, a nivel compositivo, me siguen recordando a partes de
sus primeros discos. Tanto en Rebel como en Thief (y en general,
a decir verdad), el guitarrista y fundador de la banda Carl Johan Grimmark
estuvo muy concentrado en su instrumento, clavando todas las partes, y tan solo
rompiendo el hielo con algún que otro golpe de cuello. Hubo solos de teclado,
baterías contundentes y entradas con redobles, registros bastante más graves,
estrofas cantadas enteramente por su bajista, palabras de fe, buenos coros y
armonías vocales, y sobre todo, mucha, muchísima complicidad con el público por
parte de su cantante, que sin pensárselo dos veces, se ‘calzó’ la camiseta de
la selección de fútbol (o eso creo, para el deporte soy nulo).
Muy curioso cómo, en esa última Thief, el vocalista contó,
en el soporte de su micro, con una pantalla, supongo que para que ‘le chivara’
la letra. En general estaba siendo un concierto bastante intenso, la banda
sabía transmitir su música y sus sensaciones, y el segundo gran punto álgido
del concierto llegó con la maravillosa Long Live the King, que no podía
faltar en su repertorio, deleitándonos a todos con esos registros de Metal
Neoclásico tan presente en sus primeros álbumes. Así, con mucha colaboración
por parte de la gente, Christian seguía divulgando ‘la palabra’ (no olvidemos
que es una banda declaradamente cristiana) tras esos enérgicos teclados de
apertura, y Jonatan Samuelsson se posaba en la parte delantera del escenario,
pie sobre monitor, apuntándonos con su bajo. Otra de las partes más virtuosas
llegó con el solo de Into this Game, única manifestación de su “Enter
the Gate”, que dio paso al ‘momentum’ final. Christian, todavía completamente
desatado, bajaba al foso para compartir su mensaje y vernos cantar de cerca esa
acelerada Living Water, posiblemente la gran triunfadora del bolo, tan
intensa y vivida, que se quedó corta. Para no dejarnos así, con las pulsaciones
tan elevadas, al despedirse, nos invitó a cantar a capela un fragmento (otra
vez) del estribillo del Long Live the King. Pese a que me habría gustado ver
más clásicos en el repertorio, algo más del “Awakening”, por ejemplo, salí de
allí muy satisfecho, contento de haberme quitado esa espinita con Narnia, y a tenor de lo visto en sus
rostros, también ellos se retiraron muy contentos por lo acontecido.
Exciter:
¿Lo que dije al principio sobre bandas que no entiendo como
son relegadas a tocar en el tercer escenario? Pues Exciter es uno de esos perfectos ejemplos. El por qué meten a
bandas como Feuerschwanz o HÄMATOM en los principales, mientras que una de las
bandas pioneras del Speed Heavy Metal, con más de 40 años de trayectoria, tiene
que tocar con sonido chatarra en el Mark Reale, es algo que no me cabe en la
cabeza. En fin, si lo que quieren es abarrotar la carpa hasta el agobio, y
arriesgarse a joder un gran concierto por la ineptitud de los técnicos, o por
la terrible sonoridad del lugar, ellos deciden. Pero al final perdemos siempre
los mismos.
En particular, este no fue de los que peor sonó, tralla hubo
para parar un carro y unos instrumentos más o menos equilibrados… pero nada
comparable al año pasado, cuando les vi en durante su gira, en un conciertazo
con el que se me cayeron los huevos al suelo. En plan vacilón, los tres músicos
nos saludaban ya desde el escenario, lata de birra en mano, esperando a dar el
primer castañazo de la noche. Había una expectación ya al límite cuando de
repente, se hizo la tormenta con Stand up and Fight. La batería del
mítico Dan Beehler resaltaba por encima del resto, fuerte y amenazante, y al
centro del escenario salía Daniel Dekay, para soltarse la melena y fliparnos
con sus solo a toda leche. Así, sin vaselina, entraba directa en segunda
posición la bestial Heavy Metal Maniacs, un auténtico himno del Heavy
Metal a nivel internacional, que me cogió desprevenido.
La banda se encargó de que luciera por todo lo alto, con el
bajista Allan Johnson (por cierto, también miembro original del grupo)
dejándose la espalda y marcando fuerte, y Beehler gritando con toda su alma.
Esto, señores, es lo que se llama pura actitud. Y es que cualquier tema que
metan en su setlist va a ser con total seguridad un trallazo de los que te
dejan extasiado, como pudo ser Iron Dogs, con solos intercalados de
guitarra (sin parar Daniel de darle al headbanging) o los coros del bajista,
que la hicieron sonar todavía más ruda. Expertos también en meter un ruido
estruendoso al final de cada corte, con rápidos y letales redobles de batería
entraba al trapo Die in the city, y como siempre, todo bien aceleradito
y a la yugular. Se les veía tremendamente coordinados, tres fieras como una
sola a la hora de interpretar cada una de las partes y reventar el escenario. Y
con el volumen bastante alto, perfecto para que no pudiésemos dejar de mover el
cuello, pero sin resultar insoportable, como sucedió en Vicious Rumors. Tan
solo un pequeño parón al principio, en el que Beehler nos saludaba con las
luces enfocándonos a todos, y el resto, pura mandanga con una actitud
desbordante, y como más muestras, los pisotones del bajista al monitor,
mientras el guitarrista desempeñaba su solo en Evil Sinner, y para
terminar de redondear el ambiente, el griterío del personal, puño en alto, en
Pounding Metal dejándonos las amígdalas con ese grito de guerra.
Este fue sin duda uno
de los conciertos más intensos que viví en aquel escenario en todo el leyendas,
aunque después del concierto de Valencia en 2022, ya imaginaba por dónde iban a
ir los tiros. Esta gente no falla ni queriendo. Un sonido de puro Heavy Metal,
una auténtica delicia escuchar como restallaban esos platos de Beehler en Beyond
the Gates of Doom (que levantó una liada de miedo entre el público), un
circle pit que no se hizo sino todavía más grande y descontrolado en Violence
and Force, tal como requería un temazo de esta envergadura. Si la voz del
batería hubiese sido más fuerte y clara, ya habría sido la hostia. Aun sin
Heavy Metal Maniacs, todavía tenían, como demostraron, muchísimos ases en la
manga para ponernos a caldo, a base de desenfreno y cadencias rabiosas, y la
aniquiladora Long Live the Loud vino a poner uno de los grandes
colofones de la noche, mientras el guitarrista se desgañitaba en otro de sus
encarnizados solos. Pero no solo vinieron de cosecha propia, sino que además,
para poner un punto y final que se nos quedaría grabado a fuego, arrancó Beehler
a toda mecha, imitando más que bien a Lemmy con su voz en el cover de Iron
Fist y haciendo destacar su instrumento. Allan y Daniel, por su parte, se
apoyaban entre ellos en un final sublime… y muy estruendoso, como debía ser.
Tan ardiente fue el concierto de principio a final que, al menos a mí, se me
hizo cortísimo. Y no dudaría en verles por tercera vez de un año a esta parte
si tuviese la ocasión. ¡¡La hostia en vinagre, colegas!!
Twilight Force:
Tras la somanta de palos que nos soltaron los brutales Exciter, y tras un pequeño descanso por
mi parte en la anterior franja de actuaciones, ya estaba de nuevo al pie del
cañón entre las primeras filas que ya se
formaban en el escenario Mark Reale, preparado para una descarga de Power Metal
épico que esperaba con muchas ansias.
El recinto se iba llenando a tope, y durante su puesta a
punto, ya pudimos atisbar, entre bambalinas, túnicas, pelucas, capas, orejas
élficas, cuernos… todo pintaba de lujo también en cuanto a imagen. Sin embargo,
los más de 15 minutos de retraso del concierto fueron un mal presagio que,
desgraciadamente, se hizo patente un rato después. Era más que palpable que las
cosas, a nivel de sonido, no iban como debían. Tras la intro, las primeras
estrofas cantadas por Allyon (aka el descomunal Alessandro Conti) en Dawn of
the Dragonstar no se escucharon absolutamente nada hasta pasado un buen
rato, cuando ya pudimos degustar algunos de sus altísimos agudos, pero en
general, todo sonaba muy apagado, muy flojo, un sonido de juguete, inmerecido
para una banda volcada desde el primer corte. Lo mejor de todo es que a pesar
de esto, supieron conectar inmediatamente con nosotros. Faltaba mucho ‘punch’
en ese doble bombo, manejado a las mil maravillas por el batería De'Azsh (Isak
Olsson) durante Twilight Force, en verdad, uno de los temas más potentes
del repertorio. Y no obstante, las posturas de Aerendir (Anders Joakim
Johansson), con su guitarra tan subida, y esos solos que cortaban el viento,
nos hacían por momentos olvidar el cabreo por el sonido. La amplia y constante
sonrisa de Borne (Christer Björn Mikael Lundkvist) al bajo, o los duelos de
teclado y guitarra, virtuosismo en estado puro, conseguían ir elevando nuestros
ánimos. Y ojo a ese último agudo de Allyon, para flipar.
Recuperando ese espíritu épico / sinfónico de mediados y
finales de los 90’, lo suyo es un Power Metal absolutamente descarado, que tira
sin ninguna vergüenza ni tapujo de tópicos y expresiones ya totalmente
machacadas para sus letras, atestadas de dragones, espadas, sabios y tierras
mágicas, y sin embargo, sin inventar realmente nada nuevo, han sabido darle
otra capa de brillo al género a base de poderosas y adrenalínicas subidas de intensidad
en sus puentes y estribillos, y con tan solo 10 años de existencia, se han
ganado ya un importante hueco en la escena Power. Nos avisaban de ‘ciertos’
problemillas técnicos (como si todavía no nos hubiésemos dado cuenta…), e
hicieron un pequeño parón, que a consecuencia, provocaría recortes de setlsit.
Sí se notó cierta mejoría tras la vuelta, con la llegada de Dragonborn,
con esa introducción tan pizpireta. El bajo continuaba comiéndoselo casi todo,
pero las guitarras de Aerendir y Lynd ya se escuchaban algo mejor, y
especialmente los solos ya dieron mucha más vida a los cortes. También en estos
momentos comenzaba a quedarse sobre el escenario Kristin Starkey, la vocalista
femenina que acompañó a los temas con un rango vocal de lujo y gran presencia.
El teclista Blackwald (Daniel Beckman), en modo storyteller, fue narrando los
acontecimientos antes de cada tema. Fue un buen comunicador (tal vez,
demasiado) que contribuyó enormemente a crear una atmósfera épica, presentando
a continuación Thundersword, de aires tan happy como medievales, buenos
coros del teclista, dibujos chulos de bajo y una verdadera masterclass de
agudos por parte de Conti que, de nuevo, volvió a demostrar que su límite es el
cielo. Impresionante lo de este hombre. Continuando con las sorpresas, lanzaron
al público su sagrado dragón de zafiro (un flotador hinchable con forma de
dragón, jeje) con gran cachondeo pero siempre metidos en su papel.
Obviamente, el tema escogido no podía ser otro que Flight
of the Sapphire Dragon, doble pedal a la carrera, un verdadero papelón de Kristin
Starkey a las voces y armonías, y un duelo de guitarra y teclado, a cada cual
más fulgurante. Y muchísimas más virguerías técnicas en Enchanted Dragon of
Wisdom, destacando especialmente los constantes detalles de guitarra de
Aerendir entre riff y riff. Al final de esta, todos quedaron ‘congelados’ por
una maldición que el propio Allyon rompió con un agudo de locura. Este
teatrillo tan divertido les seguía valiendo gritos y ovaciones cada vez más
fuertes. El vocalista nos hacía seguir las líneas que él cantaba, preludio a la
poderosa Winds of Wisdom. La diversión entre los músicos era total, la
simpatía entre ambos guitarristas, que se repartían el solo en esta ocasión, o
los bailes que se marcaba el bajista, subían el nivel de buen rollo que ya de
por sí se respiraba. Y uno de los momentazos para mí (como amante acérrimo de
los JRPG clásicos de consola) llegó con Sunlight Knight. Y es que, si el
videoclip es impagable, no lo fue menos su interpretación, arrancando cánticos
su estribillo, en toda una demostración de vigor técnico. Y ese final tipo
Calipso puso la guinda al pastel. Otra buena ración de estribillos alegres,
luminosos y tremendamente épicos y pegadizos de la mano de At the Heart of
Wintervale, que da título a su último trabajo de este mismo año, y The
Power of the Ancient Force, donde vimos a ambos guitarristas y a Conti
saltar al unísono, invitándonos a que nos dejásemos los pies para terminar a lo
grande. Se puede tomar a risa su puesta en escena, sus conceptos o sus letras, se
les puede tachar incluso de ser ‘excesivamente juveniles’. Pero lo que no se
puede cuestionar es su impresionante calidad técnica, y su innegable chispa
compositiva. De no ser por el desastroso sonido, habría sido uno de mis
conciertos favoritos de todo el festival.
Dragonforce:
Para los amantes del Power Metal, y que conste que yo no le
hago ningún asco al género, la jornada del viernes era, sin duda, la que
ofrecía una mejor oferta de las cuatro. Bandas como Dynazty, Narnia, Twilight
Force, o estos que descargarían a continuación, los ingleses Dragonforce, el súmmum de la velocidad.
Debido al retraso que sufrieron Twilight Force, llegué ya con los últimos compases de Highway to
Oblivion, tema que abre su más reciente disco hasta la fecha, el “Extreme
Power Metal” (2019). Me dio bastante rabia, pero por el contrario, la alegría
llegó por otros frentes: los ingleses tenían una parroquia numerosísima ya de
primeras y, por otra parte, por la inmensa ostentosidad que lucía el escenario.
Entonces, llegó el subidón máximo de Fury of the Storm, mi canción
favorita de la banda. Los primeros compases fueron una tormenta perfecta,
formada por baterías a la velocidad del trueno, guitarras rindiendo al 100% y
un Marc Hudson absolutamente sobrado incluso en los tonos más extremos,
respirando a la perfección, bordando cada nota, sin saturarse ni perderse, como
sucedía cuando les vi con el anterior vocalista, ZP Theart. Pausas y tempos
clavados desde cualquier ángulo, y Herman Li que ya empezaba a lucirse como la
gran estrella del concierto. Contar con Marc ha sido una de las mejores
decisiones que la banda ha tomado en su carrera, y para más Inri, el tema fue
interpretado casi al doble de velocidad respecto al disco, algo prácticamente
imposible de imaginar si no se vive en directo. Acompañado por la batería de Gee
Anzalone, el vocalista se dirigía a nosotros para presentar la siguiente, The
Last Dragonborn, inspirada en The Elder Scrolls V: Skyrim. Y es que otro
motivo por el que me gustaron más que nunca fue que el escenario entero era un
verdadero homenaje a los videojuegos. Con imágenes guapísimas en la gigantesca
pantalla de fondo, el lugar se convirtió en un auténtico espectáculo, en
consonancia con la velocidad de los temas, con movimiento perpetuo, músicos
cruzándose, el headbanging, entrega y coros de la bajista Alicia Vigil… y las
peticiones constantes del cantante para que balanceásemos nuestras manos.
Dos enormes muebles arcade se erigían a cada lado, y harían
las veces de plataformas. Además, también contaban con fuego y chispas en el
borde del escenario. Se adelantaba hasta allí mismo Sam Totman para recrearse
con sus partes de guitarra, un virtuoso acojonante que poco tiene que envidiar
a su colega Herman. Ashes of the Dawn nos volvió a traer la mejor
versión de Marc, aunque esta vez no tan perfecta, perdiendo el compás
ligeramente en el estribillo (cosa perfectamente humana), pero eso sí, muy
apurado en cuanto a afinación. Las virguerías de Sam y Herman, y no hablo
solamente de ese impresionante solo que se marcaron, hablaban por sí solas de
su talento. El setlist nos trajo un par de temas de su primer disco “Valley of
the Damned”. Una fue Black Fire, que levantó un estruendo colosal,
gracias entre otros aspectos a la implacable batería de Gee, quien también hizo
los coros del tema, al igual que Alicia, Herman y Sam. Ambos guitarristas
ascendían a la parte superior de los muebles arcade para seguir dando cera,
mirándonos desde las alturas, mientras se emitían por pantalla más imágenes de
videojuegos. No abandonarían ahí sus pretensiones de espectáculo, ya que miles
de papelitos blancos volaron por el cielo, dejándonos predispuestos a disfrutar
y cantar Cry Thunder, mientras perseguíamos inevitablemente con la
mirada a Herman Li. El guitarrista se desmadró por completo, blandiendo su
melena, tocando de las formas más imposibles, e incluso devolviendo su
instrumento al sitio a base de rodillazos… se hacía dueño y señor del
escenario. Grandes recuerdos me atraparon cuando sonó Valley of the Damned,
para continuar un show en el más estricto sentido de la palabra. Li, de nuevo,
dando el cante con sus volteretas en el aire y su forma de tocar las cuerdas
por delante del mástil, Marc completamente despatarrado al límite del
escenario, chorros de chispas y un videojuego de carreras en la pantalla.
La gracia de la noche vino cuando Sam entonó con su guitarra
el ‘oeoe’, y tardamos medio segundo en seguirle. Como anécdota, más que otra
cosa, se tocaron también un cover del My Heart Will Go On de Céline Dion
a toda hostia, como es marca de la casa, y con bases electrónicas disparadas.
No es que me volviese loco… pero funcionó perfectamente… ¡hasta crearon un
circle pit entre el público! Antes del gran colofón, empuñaba Li el micro para
contarnos que había perdido todo su equipaje en el aeropuerto, pero solamente
por poder contemplar lo que tenía frente a él, ya merecía la pena estar allí.
Amables palabras antes de abocarnos a otro maremágnum de mil notas por minuto
con Through the Fire and Flames. Ante nuestra sorpresa… apareció el
mismísimo Angus McSix en el escenario para cantarla junto a Marc, subiendo los
dos a las plataformas. Una lástima que la voz de Angus no se escuchase ni de
casualidad… pero si lo que querían era envalentonar al personal, doy fe de que
lo consiguieron. Sam, Herman y Alicia en línea durante casi toda la parte
instrumental, dieron un recital de virtuosismo para quitarse el sombrero,
coronado por otro estallido de papelitos y serpentinas que blanquearon el
recinto. Ya me alejaba de allí con las magníficas sensaciones de haber
disfrutado como un niño. Al igual que he criticado incisivamente el sonido de
otros conciertos, también he de reconocer que el de este en particular estuvo,
probablemente, entre los tres mejores que vi. Virtuosismo exacerbado, simpatía
y un montaje de ensueño. Pero con la genial idea de disparar, a modo de outro,
el tema del ending del Street Fighter II… ya se ganaron mi corazón definitiva y
eternamente.
Angelus Apatrida:
Ya lo habían anunciado con anterioridad… y lo cumplieron a
rajatabla. El jueves 10 era el día del estreno del nuevo videoclip de Angelus Apatrida, y muchos estuvieron
atentos a las redes para no perderse el gran momento. Sin embargo, pocos imaginábamos
que, en una jugada magistral, lo presentarían justo a las 00:00 horas del
viernes, valiéndose de las pantallas gigantes del festival. Esto levantó
todavía más expectación por verles en directo, a la siguiente jornada, y es que
estamos hablando de una banda de la que puedes afirmar, al 100% y sin temor a
equivocarte, que no van a fallar, sin importar la hora ni el lugar.
Ni siquiera a la 1:30 de la madrugada del viernes, con todo
el cansancio acumulado, dejaron a nadie indiferente. Mediante otro inteligente movimiento,
volvieron a mostrar por las pantallas el susodicho vídeo. Se trata del tema
Cold, que formará parte de su próximo disco “Aftermath”. Eso sí, podrían
haberse cortado un poco con el volumen, porque me dejaron completamente sordo… Casi
enlazándolo con otra corta introducción, con Bleed the crown comenzó la
ensalada de tortas. No sé si fue por el contraste del volumen entre vídeo y
concierto, pero la verdad es que de repente el volumen me pareció más bajo de
lo habitual. Esa bestialidad llamada Indoctrinate, con inconfundible
aroma a Pantera, que me recuerda a su segundo álbum, levantó aún más los humos,
y no me refiero solo a los del escenario, que a su vez, se inundaba de luces
rojas. Los punteos de guitarra brillaron con luz propia, uno de ellos
compartido entre David y Guillermo. Poco a poco fue creciendo el calor entre el
público (al tiempo que lo hacía también el nivel de volumen), y estaba más que
claro que aquello acabaría siendo, como siempre, un cataclismo de destrucción. El
bajista José Izquierdo, más moderado en los primeros compases, comenzó a perder
la compostura de forma exponencial, dejándose la nuca en los cortes que cayeron
a continuación. Guillermo, entre tema y tema, metía chascarrillos y
provocaciones varias (¡vamos a hacer un poquito de cardio!) que nos hacían
hervir todavía más la sangre, y ya tardaban en aparecer los primeros circle
pits, cada vez más peligrosos y demoledores, conforme sonaban One of us
o Vomitive, especialmente esta última, cantada de una forma súper agresiva
por parte de Guillermo.
El doble bombo sonaba destructor, sin ser la mejor vez de
las que les he visto, pero más que suficiente para aniquilarnos las cervicales.
La pareja infalible de hachas formada por Guillermo y David cada vez se veía
más compenetrada, especialmente a la hora de dividirse los solos. Uno de mis
momentos favoritos siempre cae con Of Men and Tyrants, encabronada como
ella sola. El control en la ruptura de ritmos por parte de la bestia Víctor
Valera fue total, nada se le escapaba, ni un solo fallo en ese doble pedal. Y
qué bien sonaban los coros de José, que se dejaba el cuello sin piedad, junto a
su compañero David en Childhood’s End, de lo mejorcito de su “Angelus
Apatrida”. El humo invadía el escenario mientras el guitarrista, pletórico,
ejecutaba algunas de sus partes tocando por encima del mástil. Las puertas del
infierno se habían abierto, y ya no había marcha atrás. La retahíla de temazos
que continuó, no tuvo desperdicio. Violent Dawn, resaltando unos
instantes ese sonido tan metálico en el bajo de José, o la explosiva We
Stand Alone, con coros estruendosos, David y José intercambiando
posiciones, y un mensaje lleno de rabia y reivindicación, fueron dos perfectos
ejemplos. Entre tanto, Guillermo salía al escenario esgrimiendo una bandera que
mostraba la portada de su próximo disco (guapísima, por cierto) y haciendo un
poco de marketing. Si os digo la verdad, esperaba escuchar ese Cold en directo,
pero también es lógico que todavía no la tengan bien preparada. No existen las
medias tintas con Angelus Apatrida.
O lo hacen todo al nivel de los mejores, o no lo hacen. Siempre ha sido así en
los más de 15 años que llevo viéndoles en vivo. ¿El resultado de esa actitud?
Haber llegado a ser la mejor y más grande banda de Thrash Metal nacional.
Unas simples palabras de Guillermo sirvieron para abrir un
hueco abismal entre la gente, que próximamente se llenaría de carreras y
moshpits con los primeros riffs de Give 'Em War. Ni corto ni perezoso,
David le echó huevos para bajarse del escenario y ver todo aquel espectáculo de
demolición desde bien cerca. Y no dejaban de echar leña al fuego. Ni siquiera
abandonaron el escenario antes de los bises, simplemente dispararon la intro de
Sharpen the Guillotine, y en uno de los inicios más violentos que han
compuesto nunca, se lió una batalla campal de miedo. Muy bien esas voces
limpias de Guillermo, y ese espectacular final con David elevando su guitarra,
bien cargado de furia y motivación a partes iguales. No hubo ningún cover en
esta ocasión, pero Guillermo nos regaló un amago del Holy Wars de Megadeth, y
más tarde, un riff del Cowboys from Hell de Pantera. No sé si los fotógrafos
opinarían igual, pero el uso de las luces fue impresionante, para crear
atmósfera, y al mismo tiempo, representar con cientos de destellos las partes
más revolucionadas, algo de lo que Serpents on Parade va sobrada. La
batería de Víctor sonó como un auténtico tiro, dejándonos el cuello hecho puré,
y el vocalista empleó su simpatía (con ese puntito siempre de mala leche manchega,
jeje) para despedirse de nosotros, enorgulleciéndose de sus giras, deseando
volver a vernos pronto, y echando el resto en You are Next, con el pie
apoyado en el monitor, desafiante, cabreado e implacable, actitud que siguieron
a pies juntillas también sus compañeros.
El Altar del
Holocausto:
El viernes daba sus últimos coletazos. Y aunque el calor nos
había dado una pequeña tregua (sobre todo, comparando con el infierno del
jueves), el cansancio era indisimulable. A priori, pensé que El Altar del Holocausto, para cerrar el
día, se me harían algo difíciles por su particular modo de entender la música,
ritmo, y representación, pero contra todo pronóstico, al final esos fueron
precisamente los elementos que hicieron de su concierto una de las experiencias
más únicas del día.
Mística, íntima, emotiva, espiritual… estas son algunas de
las palabras que mejor podrían definir la actuación que los salamantinos El Altar del Holocausto nos regalaron
el viernes, o su particular homilía, como a ellos les gusta llamar a sus
representaciones en directo. Una ofrenda para su Dios sin palabras, en donde
las citas, salmos y versículos están en los títulos de sus canciones, y solo
mediante la música instrumental expresan esos sentimientos de fe. Y lo hacen de
una forma que, después de haberles visto en acción, es prácticamente imposible
que deje a nadie indiferente. Todavía sigo con momentos y pasajes que se cruzan
por mi cabeza, y que me hacen recordar la intensidad con la que viví todo el
concierto, a pesar de estar triturado. Una música densa y etérea, que puede
pasar de las partes más brutales y contundentes a otras rebosantes de
sensibilidad y colorido en cuestión de segundos, enarbolando en todo momento la
bandera del Post-Rock y del Stoner / Doom, con fragmentos que no rechazan la
experimentación, y otros mucho más sencillos pero intensamente evocadores. Una
música creada y enfocada expresamente, según sus deseos y palabras, para
despertar y moldear emociones. Y aquí os voy a contar las mías. El escenario
quedaba dominado por unas luces rojas tenues, una gran cantidad de humo, y
finalmente, unas campanadas marcaron el inicio del primer corte, que ya nos
hizo surcar un variado y amplio mar de sensaciones. El primer acto de su “-I T-”, llamado Because
evident is God's wrath from heaven against all impiety and injustice of men,
that they stop the truth with injustice, fue también el primero del show. Hay
que resaltar la exactitud y la meticulosidad con la que nos hicieron llegar
cada una de las partes, el cuidado que ponen en cada uno de los distintos
pasajes, ya sean arpegios limpios, punteos, partes machaconas…
Para el segundo tema, la temperatura sobre el escenario
subió de forma considerable. Porque el hecho de que sean profundamente
creyentes, no implica que se comporten como alguien que nunca ha roto un plato.
Sus maneras ahí arriba pasan por la mayor de las contundencias. Movimientos
salvajes, headbanging hasta el suelo, vueltas y golpes al aire. No solamente se
les veía en plena forma, sino además, disfrutando al límite de todos y cada uno
de los momentos del concierto, increíblemente apasionados. Al final de Resvrrectionem,
incluso quedó de pie el batería Reaper Model, dándole unos golpes de aúpa a los
parches, con una energía pletórica. El sonido fue moderadamente bueno,
suficiente para apreciar esos contrastes de intensidad, bajadas suaves y
subidones vertiginosos de caña. Si acaso, era demasiado alto y estridente, algo
que resultaba un tanto molesto a aquellas horas. Entraban de nuevo en éxtasis
divino con la profunda y densa atmósfera de CRVCIS, que por momentos sí
se acercaba bastante al Doom, tramos largos y repetitivos, casi asfixiantes,
pero también vibrantes y plagados de feeling. Espectacular aquí la base
rítmica, sonando muy potente, los bajos de Skybite y la batería de Reaper Model
se combinaban magistralmente, siendo los protagonistas del tema. Precisamente
fue también el bajista uno de los músicos más activos en cuanto a movimiento,
pero lo cierto es que, mirases donde mirases, siempre había algún gesto, alguno
de ellos levantando el puño, otro retorciéndose violentamente, o dando vueltas
por el escenario… Su única comunicación verbal con el público fue a través de
una grabación, aunque no de carácter religioso, como cabría esperar, sino
orientada a agradecer el apoyo a la música en directo, un detalle que les
honra.
Gestos como este, el de no soltar palabra, el de presentarse
de forma anónima vestidos con trajes de cofrades, son pura simbología de su
forma de concebir su música y sus directos: lograr que nos dejemos llevar tan
solo por sus melodías y sus pasajes, sin más elementos que distraigan nuestra
atención. Del carácter
atmosférico pasaban a los más crudos riffs, como sucedía en Love your
enemies, do good to those who hate you, bless those who curse you, pray for
those who insult you. If someone hits you on one cheek, offer
them the other one, o De Euforia, registrada en su último EP del
2022, saltando de arpegios luminosos y místicos, a baterías ultra aceleradas y aplastantes
en un santiamén, y manifestando todo ello con una exuberante devoción, más que
un rito puramente religioso, una celebración de la vida misma. Incluso en uno
de los últimos temas, además, una de mis favoritas (El Que Es Bueno, Es
Libre Aún Cuando Sea Esclavo; El Que Es Malo, Es Esclavo Aunque Sea Rey),
no di crédito a mis ojos cuando, de repente, uno de los guitarristas, el que
ocupaba la parte central, dejó su instrumento, pidió que nos separásemos en dos
mitades, para posteriormente, bajarse del escenario y vivir de lleno un wall of
death junto a sus fans. Guardaron para el final la melancólica Lucas I,
26-38, que nos elevó sensorialmente a lo más alto, un momento de evasión de
los que por sí solos son capaces de marcar un concierto. Para despedirse de
nosotros de la forma más cercana posible, bajaron al foso para estrecharnos la
mano. Para mí, y tal vez por lo inesperado, una de las experiencias más
conmovedoras e intensas del festival. Pienso repetir con ellos tan pronto como
pueda.
4 y pico de la madrugada. Sabiendo que al día siguiente me
tocaría estar allí a primera hora, la decisión más sabia era retirarse cuanto
antes, descansar todo lo posible y también ir haciéndose a la idea de que
mañana sería el último día de Leyendas, y tocaría exprimirlo al máximo. Que
luego vienen los arrepentimientos y los lloros, y toca esperar 365 días para
otra dosis.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
Leyendas del Rock 2023, viernes 11-08-23, Polideportivo Municipal, Villena
domingo, 20 de agosto de 2023
Leyendas a todo gas (Leyendas del Rock 2023, viernes 11-08-23, Polideportivo Municipal, Villena)
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Ubicación:
03400 Villena, Alicante, España
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