domingo, 20 de agosto de 2023

Leyendas a todo gas (Leyendas del Rock 2023, viernes 11-08-23, Polideportivo Municipal, Villena)

En comparación al día anterior, el cartel de este viernes presentaba una menor concentración de Metal extremo y bastante más Power Metal, para alegría de aquellos amantes de estilos más melódicos, pero también bandas modernas de las que poco a poco van abriéndose un hueco en el Leyendas del Rock. Aunque deteste estas últimas, sí comparto el gusto por la variedad. Que el calor no fuese tan intenso e insoportable como el del jueves, no significa que no hubiese momentos realmente duros, especialmente durante los primeros compases. Apurando al máximo hasta el primer grupo que realmente me interesaba (Napalm Death) y evitando las horas de máximas temperaturas, salimos de casa a aquello de las 18:15 para llegar a tiempo a la actuación de los ingleses, a partir de la cual, todo sería una marcha casi non-stop hasta cerrar el festival, tal como hicimos el miércoles. De nuevo, movidas y nombres para todos los gustos, entre los que, para mí, destacaban algunos menos habituales, como Narnia, Exciter o Twilight Force. Poner hincapié en que el sonido hizo bastante de las suyas durante demasiados conciertos. Hace algunos años, y durante varias ediciones, me dio la impresión de que el Leyendas del Rock mejoró notablemente en este tema, pero en este 2023 ha dejado bastante que desear. Un aspecto que, con la mayor de las urgencias, tienen que empezar a mirarse seriamente, porque muchos ya estamos hasta los cojones de salir decepcionados de un concierto, y no por una mala actuación, sino por el hecho de que esta quede completamente deslucida por un nefasto y patatero sonido, algo que afecta especialmente al escenario Mark Reale, donde para colmo, relegan a bandas que merecerán estar en cualquiera de los principales, con más honores, si cabe, que otras que repiten año tras año, hasta la nausea.

Napalm Death:

Aunque no sea una banda especialmente difícil de ver en nuestro país, su incorporación al cartel es un loable ejemplo de cómo aumentar la variedad estilística contando con auténticas leyendas que todavía no habían tocado en el festival. No disponía de demasiado tiempo para ver su concierto (hasta que comenzasen Narnia, concretamente), pero me propuse disfrutar al 100% cada segundo de este, aun sabiendo que me perdería los grandes clásicos de la banda. De hecho, este primer tramo del concierto fue perfecto para ver cómo atruenan esos temas más recientes de su discografía en directo, sobre todo del “Throes of Joy in the Jaws of Defeatism”, y del EP “Resentment Is Always Seismic - A Final Throw of Throes”, por los que apostaron con mucho ahínco. Un detalle que no me gustó absolutamente nada, es que llegásemos justo a la hora establecida en los horarios, y el concierto ya estuviese comenzado, sea de quien fuese la responsabilidad. Por suerte, debía ser el primer tema, esa Narcissus en la que ya vimos a Barney actuando como un terremoto devastador, como un animal herido, retorciéndose y gritando como tal, con toda la mala baba a la que nos tiene acostumbrados.

Los años pasan para todos, pero Barney sigue dando el 100%. Y no solo él, ojo. Es algo tremendamente inusual que una banda con una carrera que se acerca ya a los 40 años, haya mantenido los mismos músicos desde hace 30. Junto al vocalista, John Cooke a la guitarra (que en directo sustituye a Mitch Harris), Danny Herrera a la batería, y Shane Embury al bajo, conforman una de las formaciones más sólidas que ha dado nunca el metal extremo. Aunque lo cierto es que no ver al ‘Hongo’ sobre el escenario suscitó bastantes preguntas sin respuesta. Parece ser que su ausencia actual en el seno de la banda se debe a algo más que a una enfermedad, como en un pricipio se anunció falsamente. Adam Clarkson fue su sustituto en esta ocasión. Y vaya por delante que lo hizo fenómeno, con contundencia, y con partes delirantemente rápidas, emulando a Embury de categoría. Pero sinceramente, echo de menos al original, su brutalidad y su forma de maltratar su instrumento. Con todo el respeto para Adam, para mí es insustituible. Sea como sea, continuaban las carreras, el headbanging de John Cooke y las virguerías de Clarckson mientras caían temas como Backlash Just Because o Fuck the Factoid, levantando a su vez berridos y alguna que otra tanda de hostias entre el público. Durante esta última, el vocalista, cada vez más cabreado, intentaba decirle al técnico que parase ya de echar humo, aunque parece que no surtía demasiado efecto (al principio pensé que su queja iba dirigida a la gente que fumaba, o a la polvareda que se levantaba entre el público).

Dejando a un lado este incidente, continuaba volviéndose cada vez más loco, agitando sus extremidades, y dando unos alaridos de traca. Pero también se mostró más comunicativo esta vez, sin dejar de lado esa contundencia en las palabras que siempre le acompañó, en frases como ‘que quede claro que somos una banda de ruido, no de Heavy Metal’. Ahí es nada. Pero mucho mejor fue su discurso antes de Contagion, contra la discriminación racial y los ataques a la inmigración, aludiendo directamente a cualquier posible xenófobo de mierda que pudiese haber entre el público. El tema en sí fue de los que más me gustó, por el encabronamiento que llevaba Barney, por cómo sonaron las guitarras al principio, lacerantes y furiosas, y concretamente por ese estallido de caña burra en que todo se vino abajo. También muy curiosas esas voces limpias de Barney en algunos momentos del corte, recordando a discos antiguos de Fear Factory, incluso. Destrucción imparable que continuó con Everyday Pox, del “Utilitarian” uno de los discos suyos que más me ha gustado de la última década (lástima que no tocasen Errors in the Signal, o Quarantined…), donde la voz de Barney sonaba menos gutural y más desgarrada que en el disco. De Invigorating Clutch, volviendo a su último LP, me pareció muy curioso ese inicio, con coros pregrabados y el vocalista completamente absorto en las voces graves y sensoriales, quieto en el medio del escenario, para estallar de un segundo a otro con ese berrido esquizofrénico, con el que todo volvió a arder, incluyendo los circle pits bajo el escenario. Lamento no poder contar más, pero tuve que moverme rápidamente de escenario.

Narnia:

Aunque tampoco han faltado muchos de aquellos grupos que repiten una y otra vez en el Leyendas del Rock, es justo decir que el cartel de este año nos ha traído a un buen puñado de bandas bastante exclusivas, rarezas que incluso llegan a ser difíciles de ver de gira por este país. Personalmente, creo que podría ser un buen enfoque para que el festival siga progresando y ganando nuevos adeptos. Narnia, sin duda, fue una de esas incorporaciones, y al mismo tiempo, otra de las imprescindibles para mi gusto. Se presentaban en el escenario Mark Reale ante una audiencia bastante modesta, mucha menos de la que merecieron, pero eso no les amilanó en ningún momento, ya que, desde el principio, salieron como una bala, con un coraje tremendo, dispuestos a darlo todo. El concierto se podía ver cómodamente desde cualquier punto. Yo fui cambiando varias veces, de aquí para allá, evitando el sol que se colaba por la apertura en el tejado de la carpa, y decir que desde todas las posiciones lo escuché muy bien. Volumen moderado (después de lo de Vicious Rumors, daba hasta miedo…), sonido algo suave pero instrumentos muy bien compensados y relativamente nítidos. Una de las mejores mezclas que vi en ese escenario, aunque faltase un pelín de contundencia. Me gustó mucho la elección para abrir el setlist con Crack in the Sky, a pesar de que soy más bien de los primeros que de los últimos discos. Los coros del bajista Jonatan Samuelsson le dieron más consistencia a las voces de un Christian Rivel-Liljegren que se mostró, en todo momento, pletórico de ganas e ilusión, imparable, incansable en cuanto a movimiento y dispuesto a dejarse la piel desde el primer momento, dando palmas, aspavientos, saltos, carreras e interactuando con palabras y lenguaje no verbal con su público.

Solo con verle, le subía a uno la tensión. La más melódica y moderna You Are the Air That I Breath también fue un botón de muestra de la gran coordinación y excelente feeling que había entre los músicos. Bromeaban Martin Härenstam y Jonatan, y el primero, a la mínima ocasión, dejaba su teclado para saltar a primera línea de escenario y animarnos de forma más cercana. Un clímax muy temprano (para mí, uno de los momentazos del concierto) llegó con No More Shadows From the Past, mirando directamente hacia su primera obra “Awakening” (1997). El conjunto bajo / teclado / guitarra sonaron de lujo, como digo, con una ecualización pulida, pudiéndose diferenciar muy bien las partes de cada uno, y ya desataron algunos saltos entre el público, que hasta entonces continuaba algo reacio a pesar de los continuos gestos, saltos y contoneos del vocalista, siempre expresivo y empeñado en hacernos cantar o alzar los brazos. El final, con batería al galope, nos dejó dos temas de su último disco que, a decir verdad, me ha gustado bastante. A pesar de tener una producción más moderna, algunos temas, a nivel compositivo, me siguen recordando a partes de sus primeros discos. Tanto en Rebel como en Thief (y en general, a decir verdad), el guitarrista y fundador de la banda Carl Johan Grimmark estuvo muy concentrado en su instrumento, clavando todas las partes, y tan solo rompiendo el hielo con algún que otro golpe de cuello. Hubo solos de teclado, baterías contundentes y entradas con redobles, registros bastante más graves, estrofas cantadas enteramente por su bajista, palabras de fe, buenos coros y armonías vocales, y sobre todo, mucha, muchísima complicidad con el público por parte de su cantante, que sin pensárselo dos veces, se ‘calzó’ la camiseta de la selección de fútbol (o eso creo, para el deporte soy nulo).

Muy curioso cómo, en esa última Thief, el vocalista contó, en el soporte de su micro, con una pantalla, supongo que para que ‘le chivara’ la letra. En general estaba siendo un concierto bastante intenso, la banda sabía transmitir su música y sus sensaciones, y el segundo gran punto álgido del concierto llegó con la maravillosa Long Live the King, que no podía faltar en su repertorio, deleitándonos a todos con esos registros de Metal Neoclásico tan presente en sus primeros álbumes. Así, con mucha colaboración por parte de la gente, Christian seguía divulgando ‘la palabra’ (no olvidemos que es una banda declaradamente cristiana) tras esos enérgicos teclados de apertura, y Jonatan Samuelsson se posaba en la parte delantera del escenario, pie sobre monitor, apuntándonos con su bajo. Otra de las partes más virtuosas llegó con el solo de Into this Game, única manifestación de su “Enter the Gate”, que dio paso al ‘momentum’ final. Christian, todavía completamente desatado, bajaba al foso para compartir su mensaje y vernos cantar de cerca esa acelerada Living Water, posiblemente la gran triunfadora del bolo, tan intensa y vivida, que se quedó corta. Para no dejarnos así, con las pulsaciones tan elevadas, al despedirse, nos invitó a cantar a capela un fragmento (otra vez) del estribillo del Long Live the King. Pese a que me habría gustado ver más clásicos en el repertorio, algo más del “Awakening”, por ejemplo, salí de allí muy satisfecho, contento de haberme quitado esa espinita con Narnia, y a tenor de lo visto en sus rostros, también ellos se retiraron muy contentos por lo acontecido.

Exciter:

¿Lo que dije al principio sobre bandas que no entiendo como son relegadas a tocar en el tercer escenario? Pues Exciter es uno de esos perfectos ejemplos. El por qué meten a bandas como Feuerschwanz o HÄMATOM en los principales, mientras que una de las bandas pioneras del Speed Heavy Metal, con más de 40 años de trayectoria, tiene que tocar con sonido chatarra en el Mark Reale, es algo que no me cabe en la cabeza. En fin, si lo que quieren es abarrotar la carpa hasta el agobio, y arriesgarse a joder un gran concierto por la ineptitud de los técnicos, o por la terrible sonoridad del lugar, ellos deciden. Pero al final perdemos siempre los mismos.

En particular, este no fue de los que peor sonó, tralla hubo para parar un carro y unos instrumentos más o menos equilibrados… pero nada comparable al año pasado, cuando les vi en durante su gira, en un conciertazo con el que se me cayeron los huevos al suelo. En plan vacilón, los tres músicos nos saludaban ya desde el escenario, lata de birra en mano, esperando a dar el primer castañazo de la noche. Había una expectación ya al límite cuando de repente, se hizo la tormenta con Stand up and Fight. La batería del mítico Dan Beehler resaltaba por encima del resto, fuerte y amenazante, y al centro del escenario salía Daniel Dekay, para soltarse la melena y fliparnos con sus solo a toda leche. Así, sin vaselina, entraba directa en segunda posición la bestial Heavy Metal Maniacs, un auténtico himno del Heavy Metal a nivel internacional, que me cogió desprevenido.

La banda se encargó de que luciera por todo lo alto, con el bajista Allan Johnson (por cierto, también miembro original del grupo) dejándose la espalda y marcando fuerte, y Beehler gritando con toda su alma. Esto, señores, es lo que se llama pura actitud. Y es que cualquier tema que metan en su setlist va a ser con total seguridad un trallazo de los que te dejan extasiado, como pudo ser Iron Dogs, con solos intercalados de guitarra (sin parar Daniel de darle al headbanging) o los coros del bajista, que la hicieron sonar todavía más ruda. Expertos también en meter un ruido estruendoso al final de cada corte, con rápidos y letales redobles de batería entraba al trapo Die in the city, y como siempre, todo bien aceleradito y a la yugular. Se les veía tremendamente coordinados, tres fieras como una sola a la hora de interpretar cada una de las partes y reventar el escenario. Y con el volumen bastante alto, perfecto para que no pudiésemos dejar de mover el cuello, pero sin resultar insoportable, como sucedió en Vicious Rumors. Tan solo un pequeño parón al principio, en el que Beehler nos saludaba con las luces enfocándonos a todos, y el resto, pura mandanga con una actitud desbordante, y como más muestras, los pisotones del bajista al monitor, mientras el guitarrista desempeñaba su solo en Evil Sinner, y para terminar de redondear el ambiente, el griterío del personal, puño en alto, en Pounding Metal dejándonos las amígdalas con ese grito de guerra.

Este fue sin duda uno de los conciertos más intensos que viví en aquel escenario en todo el leyendas, aunque después del concierto de Valencia en 2022, ya imaginaba por dónde iban a ir los tiros. Esta gente no falla ni queriendo. Un sonido de puro Heavy Metal, una auténtica delicia escuchar como restallaban esos platos de Beehler en Beyond the Gates of Doom (que levantó una liada de miedo entre el público), un circle pit que no se hizo sino todavía más grande y descontrolado en Violence and Force, tal como requería un temazo de esta envergadura. Si la voz del batería hubiese sido más fuerte y clara, ya habría sido la hostia. Aun sin Heavy Metal Maniacs, todavía tenían, como demostraron, muchísimos ases en la manga para ponernos a caldo, a base de desenfreno y cadencias rabiosas, y la aniquiladora Long Live the Loud vino a poner uno de los grandes colofones de la noche, mientras el guitarrista se desgañitaba en otro de sus encarnizados solos. Pero no solo vinieron de cosecha propia, sino que además, para poner un punto y final que se nos quedaría grabado a fuego, arrancó Beehler a toda mecha, imitando más que bien a Lemmy con su voz en el cover de Iron Fist y haciendo destacar su instrumento. Allan y Daniel, por su parte, se apoyaban entre ellos en un final sublime… y muy estruendoso, como debía ser. Tan ardiente fue el concierto de principio a final que, al menos a mí, se me hizo cortísimo. Y no dudaría en verles por tercera vez de un año a esta parte si tuviese la ocasión. ¡¡La hostia en vinagre, colegas!!

Twilight Force:

Tras la somanta de palos que nos soltaron los brutales Exciter, y tras un pequeño descanso por mi parte en la anterior franja de actuaciones, ya estaba de nuevo al pie del cañón entre las primeras filas que ya se formaban en el escenario Mark Reale, preparado para una descarga de Power Metal épico que esperaba con muchas ansias.

El recinto se iba llenando a tope, y durante su puesta a punto, ya pudimos atisbar, entre bambalinas, túnicas, pelucas, capas, orejas élficas, cuernos… todo pintaba de lujo también en cuanto a imagen. Sin embargo, los más de 15 minutos de retraso del concierto fueron un mal presagio que, desgraciadamente, se hizo patente un rato después. Era más que palpable que las cosas, a nivel de sonido, no iban como debían. Tras la intro, las primeras estrofas cantadas por Allyon (aka el descomunal Alessandro Conti) en Dawn of the Dragonstar no se escucharon absolutamente nada hasta pasado un buen rato, cuando ya pudimos degustar algunos de sus altísimos agudos, pero en general, todo sonaba muy apagado, muy flojo, un sonido de juguete, inmerecido para una banda volcada desde el primer corte. Lo mejor de todo es que a pesar de esto, supieron conectar inmediatamente con nosotros. Faltaba mucho ‘punch’ en ese doble bombo, manejado a las mil maravillas por el batería De'Azsh (Isak Olsson) durante Twilight Force, en verdad, uno de los temas más potentes del repertorio. Y no obstante, las posturas de Aerendir (Anders Joakim Johansson), con su guitarra tan subida, y esos solos que cortaban el viento, nos hacían por momentos olvidar el cabreo por el sonido. La amplia y constante sonrisa de Borne (Christer Björn Mikael Lundkvist) al bajo, o los duelos de teclado y guitarra, virtuosismo en estado puro, conseguían ir elevando nuestros ánimos. Y ojo a ese último agudo de Allyon, para flipar.

Recuperando ese espíritu épico / sinfónico de mediados y finales de los 90’, lo suyo es un Power Metal absolutamente descarado, que tira sin ninguna vergüenza ni tapujo de tópicos y expresiones ya totalmente machacadas para sus letras, atestadas de dragones, espadas, sabios y tierras mágicas, y sin embargo, sin inventar realmente nada nuevo, han sabido darle otra capa de brillo al género a base de poderosas y adrenalínicas subidas de intensidad en sus puentes y estribillos, y con tan solo 10 años de existencia, se han ganado ya un importante hueco en la escena Power. Nos avisaban de ‘ciertos’ problemillas técnicos (como si todavía no nos hubiésemos dado cuenta…), e hicieron un pequeño parón, que a consecuencia, provocaría recortes de setlsit. Sí se notó cierta mejoría tras la vuelta, con la llegada de Dragonborn, con esa introducción tan pizpireta. El bajo continuaba comiéndoselo casi todo, pero las guitarras de Aerendir y Lynd ya se escuchaban algo mejor, y especialmente los solos ya dieron mucha más vida a los cortes. También en estos momentos comenzaba a quedarse sobre el escenario Kristin Starkey, la vocalista femenina que acompañó a los temas con un rango vocal de lujo y gran presencia. El teclista Blackwald (Daniel Beckman), en modo storyteller, fue narrando los acontecimientos antes de cada tema. Fue un buen comunicador (tal vez, demasiado) que contribuyó enormemente a crear una atmósfera épica, presentando a continuación Thundersword, de aires tan happy como medievales, buenos coros del teclista, dibujos chulos de bajo y una verdadera masterclass de agudos por parte de Conti que, de nuevo, volvió a demostrar que su límite es el cielo. Impresionante lo de este hombre. Continuando con las sorpresas, lanzaron al público su sagrado dragón de zafiro (un flotador hinchable con forma de dragón, jeje) con gran cachondeo pero siempre metidos en su papel.

Obviamente, el tema escogido no podía ser otro que Flight of the Sapphire Dragon, doble pedal a la carrera, un verdadero papelón de Kristin Starkey a las voces y armonías, y un duelo de guitarra y teclado, a cada cual más fulgurante. Y muchísimas más virguerías técnicas en Enchanted Dragon of Wisdom, destacando especialmente los constantes detalles de guitarra de Aerendir entre riff y riff. Al final de esta, todos quedaron ‘congelados’ por una maldición que el propio Allyon rompió con un agudo de locura. Este teatrillo tan divertido les seguía valiendo gritos y ovaciones cada vez más fuertes. El vocalista nos hacía seguir las líneas que él cantaba, preludio a la poderosa Winds of Wisdom. La diversión entre los músicos era total, la simpatía entre ambos guitarristas, que se repartían el solo en esta ocasión, o los bailes que se marcaba el bajista, subían el nivel de buen rollo que ya de por sí se respiraba. Y uno de los momentazos para mí (como amante acérrimo de los JRPG clásicos de consola) llegó con Sunlight Knight. Y es que, si el videoclip es impagable, no lo fue menos su interpretación, arrancando cánticos su estribillo, en toda una demostración de vigor técnico. Y ese final tipo Calipso puso la guinda al pastel. Otra buena ración de estribillos alegres, luminosos y tremendamente épicos y pegadizos de la mano de At the Heart of Wintervale, que da título a su último trabajo de este mismo año, y The Power of the Ancient Force, donde vimos a ambos guitarristas y a Conti saltar al unísono, invitándonos a que nos dejásemos los pies para terminar a lo grande. Se puede tomar a risa su puesta en escena, sus conceptos o sus letras, se les puede tachar incluso de ser ‘excesivamente juveniles’. Pero lo que no se puede cuestionar es su impresionante calidad técnica, y su innegable chispa compositiva. De no ser por el desastroso sonido, habría sido uno de mis conciertos favoritos de todo el festival.

Dragonforce:

Para los amantes del Power Metal, y que conste que yo no le hago ningún asco al género, la jornada del viernes era, sin duda, la que ofrecía una mejor oferta de las cuatro. Bandas como Dynazty, Narnia, Twilight Force, o estos que descargarían a continuación, los ingleses Dragonforce, el súmmum de la velocidad.

Debido al retraso que sufrieron Twilight Force, llegué ya con los últimos compases de Highway to Oblivion, tema que abre su más reciente disco hasta la fecha, el “Extreme Power Metal” (2019). Me dio bastante rabia, pero por el contrario, la alegría llegó por otros frentes: los ingleses tenían una parroquia numerosísima ya de primeras y, por otra parte, por la inmensa ostentosidad que lucía el escenario. Entonces, llegó el subidón máximo de Fury of the Storm, mi canción favorita de la banda. Los primeros compases fueron una tormenta perfecta, formada por baterías a la velocidad del trueno, guitarras rindiendo al 100% y un Marc Hudson absolutamente sobrado incluso en los tonos más extremos, respirando a la perfección, bordando cada nota, sin saturarse ni perderse, como sucedía cuando les vi con el anterior vocalista, ZP Theart. Pausas y tempos clavados desde cualquier ángulo, y Herman Li que ya empezaba a lucirse como la gran estrella del concierto. Contar con Marc ha sido una de las mejores decisiones que la banda ha tomado en su carrera, y para más Inri, el tema fue interpretado casi al doble de velocidad respecto al disco, algo prácticamente imposible de imaginar si no se vive en directo. Acompañado por la batería de Gee Anzalone, el vocalista se dirigía a nosotros para presentar la siguiente, The Last Dragonborn, inspirada en The Elder Scrolls V: Skyrim. Y es que otro motivo por el que me gustaron más que nunca fue que el escenario entero era un verdadero homenaje a los videojuegos. Con imágenes guapísimas en la gigantesca pantalla de fondo, el lugar se convirtió en un auténtico espectáculo, en consonancia con la velocidad de los temas, con movimiento perpetuo, músicos cruzándose, el headbanging, entrega y coros de la bajista Alicia Vigil… y las peticiones constantes del cantante para que balanceásemos nuestras manos.

Dos enormes muebles arcade se erigían a cada lado, y harían las veces de plataformas. Además, también contaban con fuego y chispas en el borde del escenario. Se adelantaba hasta allí mismo Sam Totman para recrearse con sus partes de guitarra, un virtuoso acojonante que poco tiene que envidiar a su colega Herman. Ashes of the Dawn nos volvió a traer la mejor versión de Marc, aunque esta vez no tan perfecta, perdiendo el compás ligeramente en el estribillo (cosa perfectamente humana), pero eso sí, muy apurado en cuanto a afinación. Las virguerías de Sam y Herman, y no hablo solamente de ese impresionante solo que se marcaron, hablaban por sí solas de su talento. El setlist nos trajo un par de temas de su primer disco “Valley of the Damned”. Una fue Black Fire, que levantó un estruendo colosal, gracias entre otros aspectos a la implacable batería de Gee, quien también hizo los coros del tema, al igual que Alicia, Herman y Sam. Ambos guitarristas ascendían a la parte superior de los muebles arcade para seguir dando cera, mirándonos desde las alturas, mientras se emitían por pantalla más imágenes de videojuegos. No abandonarían ahí sus pretensiones de espectáculo, ya que miles de papelitos blancos volaron por el cielo, dejándonos predispuestos a disfrutar y cantar Cry Thunder, mientras perseguíamos inevitablemente con la mirada a Herman Li. El guitarrista se desmadró por completo, blandiendo su melena, tocando de las formas más imposibles, e incluso devolviendo su instrumento al sitio a base de rodillazos… se hacía dueño y señor del escenario. Grandes recuerdos me atraparon cuando sonó Valley of the Damned, para continuar un show en el más estricto sentido de la palabra. Li, de nuevo, dando el cante con sus volteretas en el aire y su forma de tocar las cuerdas por delante del mástil, Marc completamente despatarrado al límite del escenario, chorros de chispas y un videojuego de carreras en la pantalla.

La gracia de la noche vino cuando Sam entonó con su guitarra el ‘oeoe’, y tardamos medio segundo en seguirle. Como anécdota, más que otra cosa, se tocaron también un cover del My Heart Will Go On de Céline Dion a toda hostia, como es marca de la casa, y con bases electrónicas disparadas. No es que me volviese loco… pero funcionó perfectamente… ¡hasta crearon un circle pit entre el público! Antes del gran colofón, empuñaba Li el micro para contarnos que había perdido todo su equipaje en el aeropuerto, pero solamente por poder contemplar lo que tenía frente a él, ya merecía la pena estar allí. Amables palabras antes de abocarnos a otro maremágnum de mil notas por minuto con Through the Fire and Flames. Ante nuestra sorpresa… apareció el mismísimo Angus McSix en el escenario para cantarla junto a Marc, subiendo los dos a las plataformas. Una lástima que la voz de Angus no se escuchase ni de casualidad… pero si lo que querían era envalentonar al personal, doy fe de que lo consiguieron. Sam, Herman y Alicia en línea durante casi toda la parte instrumental, dieron un recital de virtuosismo para quitarse el sombrero, coronado por otro estallido de papelitos y serpentinas que blanquearon el recinto. Ya me alejaba de allí con las magníficas sensaciones de haber disfrutado como un niño. Al igual que he criticado incisivamente el sonido de otros conciertos, también he de reconocer que el de este en particular estuvo, probablemente, entre los tres mejores que vi. Virtuosismo exacerbado, simpatía y un montaje de ensueño. Pero con la genial idea de disparar, a modo de outro, el tema del ending del Street Fighter II… ya se ganaron mi corazón definitiva y eternamente.

Angelus Apatrida:

Ya lo habían anunciado con anterioridad… y lo cumplieron a rajatabla. El jueves 10 era el día del estreno del nuevo videoclip de Angelus Apatrida, y muchos estuvieron atentos a las redes para no perderse el gran momento. Sin embargo, pocos imaginábamos que, en una jugada magistral, lo presentarían justo a las 00:00 horas del viernes, valiéndose de las pantallas gigantes del festival. Esto levantó todavía más expectación por verles en directo, a la siguiente jornada, y es que estamos hablando de una banda de la que puedes afirmar, al 100% y sin temor a equivocarte, que no van a fallar, sin importar la hora ni el lugar.

Ni siquiera a la 1:30 de la madrugada del viernes, con todo el cansancio acumulado, dejaron a nadie indiferente. Mediante otro inteligente movimiento, volvieron a mostrar por las pantallas el susodicho vídeo. Se trata del tema Cold, que formará parte de su próximo disco “Aftermath”. Eso sí, podrían haberse cortado un poco con el volumen, porque me dejaron completamente sordo… Casi enlazándolo con otra corta introducción, con Bleed the crown comenzó la ensalada de tortas. No sé si fue por el contraste del volumen entre vídeo y concierto, pero la verdad es que de repente el volumen me pareció más bajo de lo habitual. Esa bestialidad llamada Indoctrinate, con inconfundible aroma a Pantera, que me recuerda a su segundo álbum, levantó aún más los humos, y no me refiero solo a los del escenario, que a su vez, se inundaba de luces rojas. Los punteos de guitarra brillaron con luz propia, uno de ellos compartido entre David y Guillermo. Poco a poco fue creciendo el calor entre el público (al tiempo que lo hacía también el nivel de volumen), y estaba más que claro que aquello acabaría siendo, como siempre, un cataclismo de destrucción. El bajista José Izquierdo, más moderado en los primeros compases, comenzó a perder la compostura de forma exponencial, dejándose la nuca en los cortes que cayeron a continuación. Guillermo, entre tema y tema, metía chascarrillos y provocaciones varias (¡vamos a hacer un poquito de cardio!) que nos hacían hervir todavía más la sangre, y ya tardaban en aparecer los primeros circle pits, cada vez más peligrosos y demoledores, conforme sonaban One of us o Vomitive, especialmente esta última, cantada de una forma súper agresiva por parte de Guillermo.

El doble bombo sonaba destructor, sin ser la mejor vez de las que les he visto, pero más que suficiente para aniquilarnos las cervicales. La pareja infalible de hachas formada por Guillermo y David cada vez se veía más compenetrada, especialmente a la hora de dividirse los solos. Uno de mis momentos favoritos siempre cae con Of Men and Tyrants, encabronada como ella sola. El control en la ruptura de ritmos por parte de la bestia Víctor Valera fue total, nada se le escapaba, ni un solo fallo en ese doble pedal. Y qué bien sonaban los coros de José, que se dejaba el cuello sin piedad, junto a su compañero David en Childhood’s End, de lo mejorcito de su “Angelus Apatrida”. El humo invadía el escenario mientras el guitarrista, pletórico, ejecutaba algunas de sus partes tocando por encima del mástil. Las puertas del infierno se habían abierto, y ya no había marcha atrás. La retahíla de temazos que continuó, no tuvo desperdicio. Violent Dawn, resaltando unos instantes ese sonido tan metálico en el bajo de José, o la explosiva We Stand Alone, con coros estruendosos, David y José intercambiando posiciones, y un mensaje lleno de rabia y reivindicación, fueron dos perfectos ejemplos. Entre tanto, Guillermo salía al escenario esgrimiendo una bandera que mostraba la portada de su próximo disco (guapísima, por cierto) y haciendo un poco de marketing. Si os digo la verdad, esperaba escuchar ese Cold en directo, pero también es lógico que todavía no la tengan bien preparada. No existen las medias tintas con Angelus Apatrida. O lo hacen todo al nivel de los mejores, o no lo hacen. Siempre ha sido así en los más de 15 años que llevo viéndoles en vivo. ¿El resultado de esa actitud? Haber llegado a ser la mejor y más grande banda de Thrash Metal nacional.

Unas simples palabras de Guillermo sirvieron para abrir un hueco abismal entre la gente, que próximamente se llenaría de carreras y moshpits con los primeros riffs de Give 'Em War. Ni corto ni perezoso, David le echó huevos para bajarse del escenario y ver todo aquel espectáculo de demolición desde bien cerca. Y no dejaban de echar leña al fuego. Ni siquiera abandonaron el escenario antes de los bises, simplemente dispararon la intro de Sharpen the Guillotine, y en uno de los inicios más violentos que han compuesto nunca, se lió una batalla campal de miedo. Muy bien esas voces limpias de Guillermo, y ese espectacular final con David elevando su guitarra, bien cargado de furia y motivación a partes iguales. No hubo ningún cover en esta ocasión, pero Guillermo nos regaló un amago del Holy Wars de Megadeth, y más tarde, un riff del Cowboys from Hell de Pantera. No sé si los fotógrafos opinarían igual, pero el uso de las luces fue impresionante, para crear atmósfera, y al mismo tiempo, representar con cientos de destellos las partes más revolucionadas, algo de lo que Serpents on Parade va sobrada. La batería de Víctor sonó como un auténtico tiro, dejándonos el cuello hecho puré, y el vocalista empleó su simpatía (con ese puntito siempre de mala leche manchega, jeje) para despedirse de nosotros, enorgulleciéndose de sus giras, deseando volver a vernos pronto, y echando el resto en You are Next, con el pie apoyado en el monitor, desafiante, cabreado e implacable, actitud que siguieron a pies juntillas también sus compañeros.

El Altar del Holocausto:

El viernes daba sus últimos coletazos. Y aunque el calor nos había dado una pequeña tregua (sobre todo, comparando con el infierno del jueves), el cansancio era indisimulable. A priori, pensé que El Altar del Holocausto, para cerrar el día, se me harían algo difíciles por su particular modo de entender la música, ritmo, y representación, pero contra todo pronóstico, al final esos fueron precisamente los elementos que hicieron de su concierto una de las experiencias más únicas del día.

Mística, íntima, emotiva, espiritual… estas son algunas de las palabras que mejor podrían definir la actuación que los salamantinos El Altar del Holocausto nos regalaron el viernes, o su particular homilía, como a ellos les gusta llamar a sus representaciones en directo. Una ofrenda para su Dios sin palabras, en donde las citas, salmos y versículos están en los títulos de sus canciones, y solo mediante la música instrumental expresan esos sentimientos de fe. Y lo hacen de una forma que, después de haberles visto en acción, es prácticamente imposible que deje a nadie indiferente. Todavía sigo con momentos y pasajes que se cruzan por mi cabeza, y que me hacen recordar la intensidad con la que viví todo el concierto, a pesar de estar triturado. Una música densa y etérea, que puede pasar de las partes más brutales y contundentes a otras rebosantes de sensibilidad y colorido en cuestión de segundos, enarbolando en todo momento la bandera del Post-Rock y del Stoner / Doom, con fragmentos que no rechazan la experimentación, y otros mucho más sencillos pero intensamente evocadores. Una música creada y enfocada expresamente, según sus deseos y palabras, para despertar y moldear emociones. Y aquí os voy a contar las mías. El escenario quedaba dominado por unas luces rojas tenues, una gran cantidad de humo, y finalmente, unas campanadas marcaron el inicio del primer corte, que ya nos hizo surcar un variado y amplio mar de sensaciones. El primer acto de su “-I T-”, llamado Because evident is God's wrath from heaven against all impiety and injustice of men, that they stop the truth with injustice, fue también el primero del show. Hay que resaltar la exactitud y la meticulosidad con la que nos hicieron llegar cada una de las partes, el cuidado que ponen en cada uno de los distintos pasajes, ya sean arpegios limpios, punteos, partes machaconas…

Para el segundo tema, la temperatura sobre el escenario subió de forma considerable. Porque el hecho de que sean profundamente creyentes, no implica que se comporten como alguien que nunca ha roto un plato. Sus maneras ahí arriba pasan por la mayor de las contundencias. Movimientos salvajes, headbanging hasta el suelo, vueltas y golpes al aire. No solamente se les veía en plena forma, sino además, disfrutando al límite de todos y cada uno de los momentos del concierto, increíblemente apasionados. Al final de Resvrrectionem, incluso quedó de pie el batería Reaper Model, dándole unos golpes de aúpa a los parches, con una energía pletórica. El sonido fue moderadamente bueno, suficiente para apreciar esos contrastes de intensidad, bajadas suaves y subidones vertiginosos de caña. Si acaso, era demasiado alto y estridente, algo que resultaba un tanto molesto a aquellas horas. Entraban de nuevo en éxtasis divino con la profunda y densa atmósfera de CRVCIS, que por momentos sí se acercaba bastante al Doom, tramos largos y repetitivos, casi asfixiantes, pero también vibrantes y plagados de feeling. Espectacular aquí la base rítmica, sonando muy potente, los bajos de Skybite y la batería de Reaper Model se combinaban magistralmente, siendo los protagonistas del tema. Precisamente fue también el bajista uno de los músicos más activos en cuanto a movimiento, pero lo cierto es que, mirases donde mirases, siempre había algún gesto, alguno de ellos levantando el puño, otro retorciéndose violentamente, o dando vueltas por el escenario… Su única comunicación verbal con el público fue a través de una grabación, aunque no de carácter religioso, como cabría esperar, sino orientada a agradecer el apoyo a la música en directo, un detalle que les honra.

Gestos como este, el de no soltar palabra, el de presentarse de forma anónima vestidos con trajes de cofrades, son pura simbología de su forma de concebir su música y sus directos: lograr que nos dejemos llevar tan solo por sus melodías y sus pasajes, sin más elementos que distraigan nuestra atención. Del carácter atmosférico pasaban a los más crudos riffs, como sucedía en Love your enemies, do good to those who hate you, bless those who curse you, pray for those who insult you. If someone hits you on one cheek, offer them the other one, o De Euforia, registrada en su último EP del 2022, saltando de arpegios luminosos y místicos, a baterías ultra aceleradas y aplastantes en un santiamén, y manifestando todo ello con una exuberante devoción, más que un rito puramente religioso, una celebración de la vida misma. Incluso en uno de los últimos temas, además, una de mis favoritas (El Que Es Bueno, Es Libre Aún Cuando Sea Esclavo; El Que Es Malo, Es Esclavo Aunque Sea Rey), no di crédito a mis ojos cuando, de repente, uno de los guitarristas, el que ocupaba la parte central, dejó su instrumento, pidió que nos separásemos en dos mitades, para posteriormente, bajarse del escenario y vivir de lleno un wall of death junto a sus fans. Guardaron para el final la melancólica Lucas I, 26-38, que nos elevó sensorialmente a lo más alto, un momento de evasión de los que por sí solos son capaces de marcar un concierto. Para despedirse de nosotros de la forma más cercana posible, bajaron al foso para estrecharnos la mano. Para mí, y tal vez por lo inesperado, una de las experiencias más conmovedoras e intensas del festival. Pienso repetir con ellos tan pronto como pueda.

4 y pico de la madrugada. Sabiendo que al día siguiente me tocaría estar allí a primera hora, la decisión más sabia era retirarse cuanto antes, descansar todo lo posible y también ir haciéndose a la idea de que mañana sería el último día de Leyendas, y tocaría exprimirlo al máximo. Que luego vienen los arrepentimientos y los lloros, y toca esperar 365 días para otra dosis.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


Leyendas del Rock 2023, viernes 11-08-23, Polideportivo Municipal, Villena

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