sábado, 19 de agosto de 2023

Leyendas a todo gas (Leyendas del Rock 2023, jueves 10-08-23, Polideportivo Municipal, Villena)

El segundo día (contando la “fiesta de bienvenida” del miércoles, que ya casi no se puede considerar como tal) de este Leyendas del Rock 2023 fue, y creo que mucha gente la habrá vivido de igual o similar forma, una de las jornadas más duras e insoportables que he tenido que soportar en cualquier edición, incluso teniendo en cuenta los años que se celebró en Mazarrón, San Javier, o Beniel. Ya estábamos avisados por los servicios meteorológicos, pero una cosa es la teoría, y otra la práctica. El jueves amanecí mucho más relajado y descansado que el día anterior, que fue bastante de locos, como siempre, con apresuramientos e improvistos de última hora. Pensaba que, más que acostumbrado a las abrasadoras jornadas festivaleras de verano, podría soportar bien las temperaturas anunciadas, pero no fue así del todo. El cartel de este día era atractivo y variado, con grandes nombres, algunos de ellos ya habituales en el Leyendas, y otros auténticos caramelos mucho más exclusivos. Estaba híper motivado pensando en el fiestón de Heavy Metal que me iba a correr, pero la llegada a Villena, incluyendo también los 25 minutos desde casa, fue… demoledora. Nada más bajar del coche, nos recibió con furia un calor que, en 5 minutos, nos dejó completamente aplastados. Un aire desértico, abrumador, asfixiante, con auténtica malicia, a más de 42 grados. Ni siquiera el breve refrigerio que nos tomamos en nuestro ya instalado Kampamento, bajo la sombra del toldo, y cómodamente sentados, pudo aliviarnos la tórrida sensación de que nos estábamos, literalmente, derritiendo vivos. De hecho, bajamos bastante antes de las 18:00 para llegar a ver el concierto completo de Beast in Black, pero, y lo digo con toda la sinceridad del mundo, personalmente no tuve pelotas a meterme ahí bajo ese sol amenazante para la salud.

En lugar de ello, y aprovechando que era justo la hora para que diese comienzo el concierto de los siempre infalibles Noctem, nos dirigimos, mis colegas Kurro y Elena y yo, hacia el Mark Reale donde, al menos, estaríamos protegidos del Lorenzo. Noctem: Pero lo hicimos en plan tranqui, quedándonos por detrás, sin meternos en el mogollón que, afortunadamente para la banda, se montó de mitad hacia delante, existiendo ya un buen ambiente cuando accedimos a la carpa. Como siempre, los valencianos ofrecieron un show estruendoso y mortífero, lleno de rabia y extendiendo la maldad en una atmósfera cada vez más cargada. Y no solo por el insufrible bochorno que hacía allí dentro, sino porque la banda sabe transmitir esa brutal energía a todos y cada uno de sus seguidores. Lo cierto es que estuvimos distraídos, saludando a peña y comentando nuestras cosas, y no me quedé con el setlist. Tampoco hubiese sido nada fácil, porque la verdad, el sonido era bastante engorrinado y rebotaba muchísimo en la carpa, al menos, desde nuestra posición. Pero sí hubo momentos que nos pusimos serios con el headbanging, al igual que los propios músicos, hipnotizados por esos continuos blastbeats y redobles desde la batería de Voor. Tiraron de algún recurso extra, como bases pregrabadas (las mínimas posibles) para realzar la fuerza y / o atmósfera de algunos temas, y otros como el cráneo de carnero que esgrimía Xavier Beleth al frente de sus compañeros, mientras nos lanzaba una de sus tantas miradas asesinas, como siempre, maqueado con un caótico corpsepaint. Y por supuesto, con una actitud de miedo, pisoteando fuerte el escenario, lanzando unos alaridos tan llenos de rabia como de potencia. Los encargados de las cuerdas hicieron un trabajo fabuloso, tan letal como las propias notas que escupían sus instrumentos, diabólico y hereje, continuamente dándole caña a la melena y tocando a una velocidad demencial. Son una auténtica máquina de demolición en directo, y quienes hayan tenido la suerte de verles alguna vez, creo que me darán la razón.

Cuando la banda se despidió, puño en alto, de nosotros, hicimos una retirada de nuevo hacia el campamento base para tomar un trago revitalizante. A pesar de ser poco más de las siete de la tarde, el calor seguía golpeando sin piedad alguna, convirtiendo cualquier pequeño trayecto a pie en un infierno. Allí, sacamos la artillería, unas birras, unos whiskitos y refrescos varios que aliviaron momentánea y parcialmente aquel bochornoso ardor.

Ya mucho más hidratados (pero sin que el calor diese tregua), nos fuimos derechos al escenario Azucena, donde a nivel de Metal extremo, estaba empezando uno de los conciertos más importantes de todo el festival.

I Am Morbid:

Y de una buena tanda de desgarrador Black Metal, a otra sesión de violencia sonora del más puro y clásico Death Metal de la mano de I Am Morbid. Más que una escisión de Morbid Angel, la formación se podría considerar como un homenaje en sí mismo a los grandes temas e himnos que los de Florida compusieron en sus más primerizas y, al mismo tiempo, legendarias etapas. Y la forma en que todo esto se materializa no es precisamente un tributo chapucero, ni una jugada oportunista, es portando entre sus filas la presencia, nada más y nada menos, que de dos leyendas del Death Metal como David Vincent y Pete Sandoval, quienes volvieron a juntarse, tras un mogollón de años, para perpetuar el legado de joyas como “Altars of Madness”, “Blessed are the Sick” o “Covenant”, discos en los que ambas personalidades coincidieron. Y en este Leyendas en particular (formando parte de la gira que están dando actualmente), era una ocasión muy especial para escuchar esos temas, centrándose concretamente en el “Covenant”, del que escucharíamos unas cuantas piezas suculentas. Llegaríamos al bolo con Fall fom Grace a piñón fijo, con las primeras sesiones de doble bombo matador y blastbeast crujecuellos que escucharíamos. David, saliéndose de la grabación original, nos regalaba unas voces muy graves, como si de cantos gregorianos se tratase, y vimos ya la buena sintonía entre él y el guitarrista Bill Hudson, apoyándose hombro contra hombro. Los solos, por cierto, espectaculares y mordientes, como también los escucharíamos en Blessed are the Sick, junto a unos guturales que se escuchaban bastante claros y definidos. Aunque el sonido en realidad estuvo dentro de la media (más tirando a mediocre que a bueno), hay que decir que este fue mejorando ligeramente conforme pasaban los temas.

David recordaba los 30 años que cumple el “Covenant” este mismo año, y al cual iban a rendir a continuación toda una oda, comenzando por Rapture, con toda la mala hostia posible y los dientes afilados nos lanzaba el vocalista esos gruñidos cavernosos, nos avasallaba ese doble pedal del legendario Pete Sandoval, y tuvimos el placer de ver un solo compartido entre Bill Hudson y Richie Brown. Me flipó ver a este último actuar. Sin desmadrarse mucho ni ser el más activo, derrochaba actitud por cada uno de sus poros, transmitiendo fuerza, rabia y autenticidad con sus riffs y actitud. Parecía haber algún problema con uno de los platos de Pete, pero lo cambiaron rápidamente y, continuando con el “Covenant” (aunque sin respetar el orden del disco), nos impactaba esa explosión de caña repentina que es Pay Divine, que nos puso a caldo, alucinándome de nuevo Richie con su velocidad y precisión a la hora de tocar sus riffs. Bastante emocionados, mi gente y yo nos metimos para adentro, para disfrutar más de cerca aquel aluvión de tralla, al tiempo que sonaba Vengeance is Mine, con David dejándose la garganta a base de gritos furiosos y prolongados en toda una muestra de resistencia. Haciendo una referencia ‘a la justicia de antes, y no la de ahora’ (que podría haber resultado polémica, según se mire), presentaban The Lion’s Den. Inmediatamente, Richie y Bill la emprendieron con un headbanging continuo y furioso, que finalmente nos contagiaron, dejando nuestros cuellos hechos puré. Muchos de los temas eran presentados por el vocalista. Maze of Torment, que para algarabía de muchos, apuntaba a esa obra maestra llamada “Altars of Madness”, aparte de introducir variedad discográfica en el repertorio, fue mi favorita del concierto, por la espectacularidad de su ejecución.

Gritos malignos a porrillo, Bill levantando su mástil en plan bestia, y ese rabioso solo de Richie nos llevaron a un final de locura. Para romper un poco la seguidilla, Bill inició un solo de aires folklóricos / flamencos, al que se unió su compañero Richie para darle unos aires más barrocos. Sorprendente “intromisión” en aquel mar de caña y blastbeats que no duraría demasiado, antes de que el concierto volviera por sus derroteros más salvajes con Dominate, que subió muchísimo los ánimos generales, mientras Bill se flipaba con el solo y sus poses. Aquí, la peña respondió de lujo a esos EY! que nos lanzaba David, y en su parte central, todos nos desnucamos al unísono. El sonido seguía ofreciendo claroscuros. Respecto a David, mientras su voz se escuchaba bien, su bajo apenas nos llegaba en condiciones. Sea como sea, la compenetración de este último con Sandoval en la base rítmica fue absoluta y letal en la siguiente Blood on My Hands, y no bajaban una sola escala de intensidad con God of Emptiness, aunque sí de ritmo, en cierta medida, con algunos compases casi Doom, bordados por la infernal voz de David. No dejaron de verse tampoco algunas miradas de complicidad, como aquellas entre David y Bill. Para despedirles a lo grande, la peña les lió un circle pit en medio del recinto, aunque hay que decir que fueron ellos los que nos fueron encabronando con World of Shit (The Promised Land), cruda y descarnada, en la que el solo, con varios tipos de técnica por parte de Bill me pareció de lo mejorcito. Todo un conciertazo, muy contento de mi decisión de ir a verles.

Arch Enemy:

Para no tener el cuerpo muy allá por culpa del calor… menuda sesión de cera me estaba metiendo entre pecho y espalda (y cuello) en esta primera mitad del día jeje. Lo cierto es que pensaba apalancarme un ratillo por ahí, a la espera de que comenzara mi actuación más esperada del día, pero qué cojones, ¿a quién amarga un dulce? Disponía de algo más de media horita para ver a los suecos Arch Enemy, y bien sabido es que sus directos son sinónimo de destrucción sin mesura.

Y sin duda, así fue el rato que pude disfrutarles, más o menos la primera mitad del concierto. El sonido nos llegaba de primeras como una auténtica vorágine de agresividad imparable, con Deceiver, Deceiver, atronadora, y con registros gravísimos y monstruosos desde las cuerdas vocales de la bestia Alissa White-Gluz, desatada por todo el escenario, hambrienta y sedienta de sangre, pidiendo la nuestra propia. Se nota (siempre ha sido así), que es una banda a la que no le gusta estancarse, y la gran mayoría de los temas que sonaron en el intervalo que vi, pertenecieron enteramente a sus tres últimos álbumes, que tengo algo desubicados, y esto me vino como anillo al dedo para ver cómo sonaban en directo. La respuesta, es rotunda: absolutamente criminales, tanto como el brutal circle pit que se montó (recordemos que estamos solo en el segundo tema) en mitad de War Eternal, de nuevo, con unos guturales de espanto, un Michael Amott que no dejaba de recorrer de punta a punta el escenario, provocándonos mientras tanto, y un Daniel Erlandsson que me volvió a demostrar lo que siempre pensé: que es un batería sencillamente ilimitado. El fuego de la pasión continuaba consumiendo al público, que seguía atentamente cada movimiento de Alissa, una frontwoman excepcional que en tan solo unos minutos ya nos tenía comiendo de su mano, por no hablar del espectacular y vistoso traje en el que iba metida. La cantante se muestra imparable en el escenario. Se agacha, hace molinos con su pelo, corre, brinca… con una energía digna de ver.

En House of Mirrors (del último álbum, “Deceivers”, demostró todo esto y más con creces, una verdadera bomba. Como tal, el sonido era potente, a un volumen bastante elevado, pero a mi entender, poco claro. Todo me llegaba (estando yo entre ambos escenarios), muy apelotonado y embarullado. Me costaba percibir los matices en la voz de Alissa, en los bajos de Sharlee D'Angelo (que me dejó boquiabierto con su forma de tocar) o en las siempre afiladas guitarras de Michael y el ex-Nevermore Jeff Loomis. Pensándolo bien… la formación actual consta de unos musicazos de puta locura. Primer vistazo a discos con unos añitos, concretamente al “Doomsday Machine” de 2005, con My Apocalypse. Me encantó, a pesar de la escasa definición del sonido en general, lo bien que lucían esas guitarras limpias de Jeff Loomis, y lo que contrastaban con esa tormenta de hostias sonoras que se desprendía del escenario. La vocalista nos gritaba: ¡no seáis tímidos!, y acto seguido, todos levantábamos las manos al aire. Otro de los puntos que más me gustaron a nivel de contrastes musicales fueron esas guitarras iniciales de The Watcher, justo antes de que Erlandsson machacara su instrumento como el animal que es. Este mismo, pedía palmas para que no decayese el asunto antes de darle cera a The Eagle Flies Alone, que aunque bajó el tempo un poquito, nos ofreció toda una exquisita colección de distintos registros por parte de Alissa, más saltos y cabriolas escénicas de una mujer que, también respecto a su forma física, es impresionante.

No puedo contaros más, ya que me tocaba escaparme hacia el Mark Reale para ver a mis queridísimos Vicious Rumors, que debían estar a puntito de comenzar. Aunque la verdad, ya estaba metido en el concierto de Arch Enemy y me dio hasta lástima pirarme.

Vicious Rumors:

La de los californianos Vicious Rumors era una de esas actuaciones absolutamente imprescindibles en mi running order personal, y creo que en el de cualquier aficionado al Heavy Metal acelerado. Otra de esas rarezas que brillaban con luz propia en el cartel, esperando a ser paladeada de principio a fin en el escenario Mark Reale. Dado el éxito de su actuación, y el numeroso público al que lograron congregar, esperemos que no sea la última vez que pisan el festival. Tras esa introducción de aires apocalípticos, prendieron la mecha nada menos que con Digital Dictator, hecho que se pudo interpretar como toda una declaración de intenciones, saliendo a la carrera un Brian Allen completamente entregado, abriendo los brazos y poniéndonos inmediatamente a dar cabezazos al aire, ultra motivado, pletórico de energía y también de voz. No satisfechos con ello, pisaron todavía más el acelerador valiéndose de la bestial Minute to Kill, con desmadre incluido de Larry Howe tras la batería, y ambos guitarristas abriéndose de piernas. Actitud con mayúsculas. Sin embargo, poco duré entre todos aquellos congregados en la parte delantera. De hecho, no entendí cómo se quedó tanta gente. No sé si se debió a la sonoridad de la carpa o a una pésima ecualización por parte de los técnicos, pero lo del volumen en este concierto no tuvo nombre. Absolutamente insoportable, desmedido y saturadísimo, y no de los que te suben la adrenalina, sino un sonido de esos que hacen mucho daño a los oídos… hasta tenía que girar la cabeza cada vez que Brian daba un agudo para que no se me perforasen los tímpanos. Incluso con tapones puestos. Una auténtica aberración. Así pues, bastante cabreado, y muy a mi pesar, me tuve que retirar unas cuantas filas. El setlist, sobre todo para los seguidores de los primeros trabajos de la banda, fue prácticamente perfecto.

Hasta los topes de clásicos, y todo temas muy cañeros, que convirtieron el concierto en una auténtica fiesta de headbanging y puños de cuero. “Soldiers of the Night”, “Vicious Rumors”, “Digital Dictator”, “Welcome to the Ball”… y pare usted de contar. Del último mencionado, la única representante fue Abandoned, un trallazo de guitarras gruesas y eléctricas, con agudos de infarto por parte de un Brian Allen, que se salió de madre por los cuatro costados, en todas y cada una de sus facetas. Se nota lo bien que le ha sentado entrar en Vicious Rumors tras la baja de su anterior cantante, Ronny Munroe, y a la vista está que a la propia banda también le ha sentado de maravilla. Recuerdo que la última vez que les vi, hace la friolera de 17 años, me gustaron mucho con James Rivera al frente… pero lo de Brian Allen ha subido mucho el listón. No menos eufórico se mostraba el guitarrista Gunnar DüGrey, quien se marcó una actuación digna de reverencia. Sus constantes idas y venidas por el escenario, esas paradas provocadoras en primera línea de escenario, el continuo headbanging… hicieron que terminase por ser una de las grandes estrellas del concierto, en temas como On the Edge, donde destacó especialmente. Un torbellino imparable que contrastaba, en ese sentido, con un más comedido Geoff Thorpe, el padre fundador de la banda (y casi de un género), más concentrado en sus solos, pero sin dejar de acudir junto a su compañero para marcarse duelos de cuerdas, o meter unos solos flipantes, como el de Soldiers of the Night, que fue recibida con gran jolgorio. Incluso estando por el centro de la carpa, me resultaba insoportable el volumen y la saturación, así que tuve que irme prácticamente al final, pero sin despegar un ojo del concierto.

Lo mejor de todo es que no paraban, iban a degüello, casi enlazando un tema tras otro, a cada cual más demoledor, y la presión atmosférica no dejaba de subir y subir. Ya me puedo imaginar si el sonido, para rematar, hubiese sido medio decente… Brian nos presentó debidamente Ride (Into the Sky), que para nada me esperaba, siendo esta la primera vez que la interpretaban en nuestro país. Otra recompensa para quienes no nos quisimos perder su actuación bajo ningún concepto. Salvando el mencionado barullo sonoro, la batería sonaba como una apisonadora, y el Sr. Allen no escatimaba en absoluto con los agudos, un palpable ejemplo de la estupenda forma física y vocal en la que se encuentra. Se le subieron los humos a Geoff Thorpe durante Down to the Temple, mostrando una actitud muy agresiva, dándole cera al cuello, tocando de forma muy contundente e incluso golpeando sin piedad las cuerdas de su instrumento. No cederían hasta el final en su empeño por mantener la ardiente intensidad, entrando ahora, como una avalancha, Hellraiser, afilada y mortal, donde el líder de la banda mantendría esa fogosidad a la hora de tocar. Ya puestos, durante una pequeña parada, aprovechaba él mismo para dedicarnos unas frases (bastante ronco, por cierto), recordando que ya son 44 años los que llevan al pie del cañón. Dos temazos nos separaban del fin. Pura dinamita Out of the shadows, siguiendo con el ritmo abrasador del show, caña sin concesiones, como la que daba a su melena el guitarrista Gunnar DüGrey con esos bandazos, y por supuesto, no podía faltar Don’t Wait for Me, en donde ya extasiado, Allen saltó directamente al foso para compartir calor y sudor junto con sus fans, al mismo tiempo que Geoff, Gunnar y el bajista Robin Utbult, casi pegados encima del escenario, rendían sus armas una y otra vez ante el estruendo sonoro que ellos mismos habían creado.

Megadeth:

Las huestes del legendario David Mustaine pisaban por segunda vez las tierras de leyenda, tal como ya hicieron en el año 2017, solo que ahora, venían con esa pequeña maravilla llamada “The Sick, the Dying... and the Dead!” bajo el brazo, del que esperaba que cayeran varios cortes. Contando con los más de 10 minutos que el concierto de los Vicious Rumors me pisó la actuación de Megadeth, sabía que no llegaría al inicio. Pero si os digo la verdad… tampoco tenía una prisa loca. Como he dicho anteriormente, el golpe de calor inicial de la tarde me dejó física y mentalmente algo descolocado, y sinceramente, Megadeth no era la banda que más me apetecía en aquel momento. Para colmo, al llegar sonaban los últimos compases de Angry Again… ¡Nooo! ¡Maldición! Esta en particular me apetecía mucho vivirla en directo. ¡Cuántas veces me tragué de crío esa Last Action Hero! Esto casi me desanimó todavía más, y afrontaba el concierto con pocas esperanzas de que me elevara los biorritmos. Al menos, con la siguiente We’ll be back, se cumplió mi deseo de escuchar algo del nuevo álbum (que sería la única, por cierto), luciéndose, con esos movimientos y especialmente en la parte del solo, el inconmensurable Kiko Loureiro, maestro del shredding, portador de velocidad, cuya actitud y maneras me resultaron una de las partes más destacadas del show. Show, por cierto, en término estricto. Una enorme pantalla cubría toda la parte trasera del escenario, mostrándonos unas imágenes lo más impactante, que cambiaban con cada tema. La peor parte del sonido se la llevó la voz del propio Mustaine, desgraciadamente. Si además de que, ya de por sí, canta muy escondido, el sonido no es capaz de realzar sus melodías… pues apaga y vámonos.

Del resto de instrumentos, ninguna queja, bajo en su sitio y batería muy contundente a cargo de ese Master que es Dirk Verbeuren, creando ambos unas bases de lo más estable y sólido, como quedó patente en Wake up Dead, especialmente en esos segundos iniciales que las resaltaron. Ya que no sonaban muy bien sus frases, al menos pudimos disfrutar de una buena versión de Mustaine en el plano escénico. Se le notaba con relativo empuje, hasta contento en algunos momentos, siempre dentro de sus límites. Como guitarrista, pues como siempre, muy metido en su papel pero solvente al 100%. Seguían cayendo temas, algunos más triunfales que otros entre el público, como In My Darkest Hour (con la pantalla al máximo nivel de espectacularidad), Conquer or Die! o Dystopia, cuya parte, especialmente en la recta final, me puso a tope, sobre todo por el virtuosismo en las guitarras y la pulcra ejecución de los solos, que nos llegaron muy claros. La pegada de Trust no pasó desapercibida para nadie, y con A Tout le Monde se apuntaron otro tanto, conquistando todavía más a sus fans, incitándonos Dave a que cantásemos. Aunque no es mi tema favorito, ni de lejos, lo cierto es que fue esta la que empezó a despertarme ya en serio del ligero sopor que me invadía a esas horas, especialmente por la gran motivación que veía crecer a mi alrededor, incluso estando algo lejos del escenario. Ahora eran James LoMenzo y Verbeuren quienes pedían palmas en alto, y obviamente no nos iban a decepcionar, metiéndonos entre ceja y ceja esa Sweating Bullets, destacando la impresionante iluminación del escenario en ella, con cantidad de matices. Ojo, ¡y bastante bien Mustaine entonando las partes más difíciles!

Kiko Loureiro dando muestras sobradas, otra vez, de que es un auténtico hacha de las seis cuerdas que puede dejarte embobado con cualquiera de sus solos (aunque, hostias, ¿cómo se les ocurre no tocar Tornado of Souls?). Los guitarristas no dieron ni dos acordes juntos del Symphony of Destruction, cuando ya tenían ante sus narices a toda, TODA Villena saltando y gritando como posesos aquello de ‘aguante Megadeth’, más fuerte incluso que la letra, mucho más fuerte que la propia voz de Mustaine. Un subidón inmenso en la temperatura general que no dio tregua, tras esos primeros compases de Dirk Verbeuren / LoMenzo, para Peace Sells. Hay temas que nunca fallan, y este es uno de ellos, intensísimo en su último tramo. Salían del escenario unos breves segundos para volver a atacar, sin avisar, con una Mechanix (aka, The Four Horsemen) que sonó brutal, con un solo de Mustaine rebosante de energía y electricidad, tanta como se percibía en las voces del público, y sin respirar siquiera, el bombazo final de la mano de Holy Wars... The Punishment Due, con multitud de imágenes y vídeos distintos en pantalla, alumbrándonos a todos con un estallido de color, y Kiko viniéndose arriba elevando su guitarra al culminar el solo. Aprovechaba Mustaine para presentar a su banda, y terminaban de marcarse un tema que fue otro de los valores seguros del concierto, tirando a matar. Eso sí, un poco extraño que terminasen antes de su hora. Pero en términos generales, tengo que decir que el concierto me convenció, ofreciendo la banda una de sus mejores facetas, especialmente en la segunda mitad.

A las 00:00 en punto, y simultáneamente en las redes sociales y distintos medios, saltaba por las pantallas del Leyendas toda una sorpresa que muy pocos esperábamos, el nuevo videoclip, en primicia, de los titanes Angelus Apatrida, que concentró la atención de todos allí presentes.

También nos quedamos a ver un ratito del Folk Metal festivo de los Feuerschwanz, su espectacular puesta en escena, sus primeros cortes, y la cantidad de instrumentos que hicieron que aquello sonase más refrescante de lo que imaginaba. Pero el siguiente objetivo del día, en realidad, tendría lugar en el escenario Mark Reale: la actuación de los blackers épicos Keep of Kalessin.

Keep of Kalessin:

Iniciamos la marcha hasta el susodicho escenario, mientras escuchábamos a la gente pasarlo en grande con los vikingos alemanes, y nos quedamos directamente en las gradas, cogiendo un poco de aliento hasta que pasaran los escasos minutos que nos separaban de Keep of Kalessin, todo un descubrimiento en directo que apenas había escuchado antes salvo temas sueltos.

Venían a nuestro país muy resueltos a defender sus temas y sus discos en el Leyendas, y así lo demostraron plenamente con Dragon Iconography, con un sonido, por desgracia, bastante sucio que no permitía escuchar por igual todos los instrumentos. Aunque hay que decir que poco a poco se fue ‘asentando’. Sorprendentemente, el recinto estaba bastante lleno, y es que en cuanto a Black Metal (aunque este no fuese de corte 100% tradicional), había bastante poco de donde escoger este año en el cartel. Tras un sentido agradecimiento por parte de su vocalista, líder y fundador de la banda, Obsidian Claw, que se mostró fiero e implacable con su instrumento y sus cuerdas vocales, arremetieron con Hellride, de su último álbum “Katharsis”, creyendo en sus composiciones, y transmitiéndonoslas con aplomo y belicosidad. Aquí, los blastbeats se convirtieron en protagonistas, tan potentes, que retumbaban en la carpa y hacían temblar el suelo del lugar. Mucha rabia concentrada en su siguiente corte, Dark Divinity, Robin "Wizziac" Isaksen al bajo torturando sus cuerdas a toda hostia (verdaderamente rápido), voces en tonos más épicos, pero también gritos rabiosos de Obsidian que nos hacían levantar los puños, y algo que fue común a varios temas, el empleo de bases corales pregrabadas. Con todo, creo que sobre la marcha se estaban ganando a propios y extraños. A mí personalmente, me estaba encantando, y me situé más hacia el centro para poder degustarles mejor. Y en qué buen momento, pues Crown of the Kings fue la que más me gustó del show, con toda la banda tirando de headbanging, en uno de esos momento que surgen espontáneos y sin preparación. El doble bombo, que sonaba bastante aceptable, los coros del bajista, y las impías guitarras de Obsidian y Roger Isaksen (¿es hermano del bajista?) creaban unos pasajes oscuros y repetitivos que sin remedio te sumergían en la atmósfera, cada vez más intensa y estruendosa.

Para contribuir a esta última, un muro de humo casi tapaba el escenario, sobre todo, con la llegada de Introspection. Los coros épicos antes mencionados resaltaban, y mucho, la faceta épica del tema, convirtiéndose en uno de sus mayores rasgos de identidad, con esas melodías de fondo que le daban más colorido a los temas. Lástima que otros detalles, como el solo de Roger, quedase un poco por debajo del conjunto. Con temas elaborados a la vez que bastante largos, la cosa iba llegando a su fin. Hasta el momento, habían hecho un buen popurrí de sus más recientes discos, “Amada”, “Epistemology”, “Katharsis” y “Reptilian”, entregándose en cuerpo y alma a la ejecución de sus temas. Sin embargo, algo que enfrió un tanto el concierto fue la falta de comunicación entre ellos, ni visual, ni verbal, ni con gestos, cada uno iba a su rollo y estaba en su mundo. Al menos, Obsidian sí nos dedicaba alguna que otra palabra. Tras presentar su más reciente trabajo, titulado de forma homónima al tema de a continuación (Katharsis), Wanja Gröger a las baterías se puso de nuevo en ‘modo destrucción’ con blastbeats irrefrenables y agresivos. Bravo por ese solo de Obsidian, y a destacar una melodía de lo más personal que han compuesto en toda su carrera. Más caña todavía sobre el escenario con Dark as Moonless Night, durante la cual vimos a todos los miembros de la banda arqueando el lomo al ritmo de las potentes bases, y para terminar, el que fue su tema más reconocido y celebrado (otra de las que más me moló), Ascendant. A pesar de que la voz también sonaba completamente enguarrada, a pura lata oxidada, el cantante nos supo transmitir muy bien sus sensaciones en ella, a través de sus movimientos, gestos y ese soberbio solo de guitarra tan melódico y dramático al mismo tiempo.

Tierra Santa:

Como ya se ha dicho por activa y por pasiva (de hecho, debió ser uno de los principales temas de conversación de aquel día), el calor que todos los asistentes al Leyendas padecimos aquel jueves fue, literalmente, inhumano. Un aire desértico, seco y recalentado, bajo un sol de justicia, fue una combinación que a la mayoría nos dejó hechos polvo. Ya acercándonos al final de la noche, el concierto de Tierra Santa podía, o bien terminar de hundirme en un absoluto sopor, o lograr infundirme esa energía extra de la que andaba tan necesitado. Por suerte, y siguiendo la tendencia de las últimas veces que les he visto en vivo, consiguieron revitalizarme al 100%.

Tierra Santa siguen siendo una banda muy querida en cualquier festival que se precie, y en el Leyendas del Rock 2023 se les dio una grandísima y merecida recepción. Mucha gente esperaba con ganas su directo, siendo esta la última actuación del día en el Azucena Stage. A base de actitud, velocidad, y un setlist infalible, nos pusieron a caldo ya desde el primer tema, Pecado de Ángel. Durante ella, ya se percibía ilusión en los componentes de la banda, con un Ángel San Juan especialmente motivado, que intentó darle rasgos de personalidad vocal a cada estrofa, arrancando fuerte y prosiguiendo del mismo modo con trallazos de batería aplastante, como Indomable. Si en lo personal tengo que destacar algo en concreto acerca del sonido del concierto, que por cierto, fue fantástico del primer al último tema (de los mejores del día, de hecho), eso sería la constante presencia del teclado de Juan Antonio San Martín, un instrumento que a veces les queda muy por debajo en la mezcla, y que en aquel concierto le dio una sonoridad exquisita a temas de la talla de Por el Valle de las Sombras, como muchos de su último trabajo “Destino”, llamado a ser un nuevo clásico en sus futuros repertorios. Y es que este disco me parece de lo mejor que han sacado en más de una década. Afortunadamente tuvimos el placer de escuchar unas cuantas… Obviamente, sin dejar atrás sus primeros discos, aquellos repletos de temazos que todos conocemos y hemos cantado hasta la saciedad, como Sangre de Reyes, apreciándose una gran unión entre Ángel y su compañero Dan.

Sin perder esas potentes guitarras, atacaban con Apocalipsis, otra que nunca falta, y que sin esfuerzo es capaz de levantar un auténtico mar de voces entre el público. Respecto al último concierto que les vi hace unas semanas, encontré a Ángel mucho más afinado en las líneas vocales, incluso más acertado a la guitarra. Y en Tierras de Leyenda nos dio otro ejemplo de ello, uno de esos arranques que te pone a 100, con la batería repartiendo estopa a piñón, tras la que por cierto, si no me equivoco, volvió a estar Álex Alonso. Ya iban unos cuantos empalmados, y concretamente, El Dorado es uno de mis favoritos del mencionado “Destino”. Si bien supuso un bajón de velocidad, las poderosas guitarras y el pulido sonido de la batería le dieron muchísima vida. Me flipa, casi tanto como la propia Destino con la que prosiguieron. También en esta se aprecia ese viraje hacia el sonido / estilo de sus primeros álbumes que les hizo grandes, pero también una evolución en lo musical, que también atañe al directo. Sin ser ningunos portentos de la técnica, al menos, lo que hacen, lo hacen de fábula, ¡que no es poco! Drácula volvió a saciar nuestra hambre de clásicos inmortales de la banda, levantando innumerables cánticos a aquellos a quienes todavía nos quedaba voz tras un día tan intenso. Tal vez por eso mismo, los músicos se mostraron especialmente enérgicos para, a pesar del cansancio, lograr transmitirnos ese empuje. El bajista Roberto no dejó de dar vueltas, adelantándose hasta nosotros continuamente, igual que Dan Díez, a veces muy concentrado, pero otras sacándole partido al escenario.

La Leyenda del Holandés Errante, convenientemente presentada, ya caló hondo, pero Pegaso fue, directamente, uno de los puntos álgidos del concierto, heavy, afilada, triunfal, con todo el recinto levantando el puño, gritando su letra, y un Ángel completamente entregado a la pasión… a pesar de que sus primeras notas en el tema no sonaron nada bien. Es en piezas más calmadas y de regusto AOR, como El Laberinto del Minotauro, donde las teclas se hacen todavía más imprescindibles, y por ende, en esta ocasión sonó increíble. No nos daban tregua, ya que continuaban empalmando una canción tras otra, exprimiendo como nadie el tiempo de actuación, sin dejar atrás ni la pasión, ni la velocidad. También es algo que ya les va bien, porque no es que sean demasiado comunicativos entre tema y tema. En lo vocal, Alas de fuego fue un reto, aunque también contó con el apoyo de los coros de Dan (y los nuestros, qué demonios). Al grito de Legendario, arrancaba uno de sus temas más poderosos y queridos al mismo tiempo. Aunque como digo, Ángel cantó muy bien en general, le noté más forzado de lo habitual en las partes altas, y aun así, cumplió plenamente con el tema, aunque no se atreviese con el agudo. Al mismo tiempo, esta marcaba el principio del fin, y tan solo restaba en el setlist La Canción del Pirata. Ángel y Dan, codo con codo, nos animaban a darlo todo, y su segunda parte, con el escenario en penumbra, fue algo tremendamente intenso, con arpegios y punteos muy claros, y miles de voces recitando al maestro Espronceda.

Ya no podía con mi alma. El único grupo que podría haberme algún salto de los que quedaban hubiera sido Mind Driller, pero quedaba mucho festival por delante, y preferí recortar la noche. Al menos, lo peor respecto al terrible calor ya había pasado (en teoría), y en el viernes y sábado, con un poco de suerte, hasta podríamos disfrutar un poco de esas bajadas de temperatura de las noches villenenses.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


Leyendas del Rock 2023, jueves 10-08-23, Polideportivo Municipal, Villena

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