domingo, 19 de noviembre de 2023

Hacia los Acantilados (Los Zigarros, Sábado 18/11/2023, Sala The One, Alicante)

El fiestón de Rock’n’Roll que ofrecen Los Zigarros cada vez que se suben a un escenario es algo digno de ver en vivo y en directo. Ya lo he comprobado en multitud de ocasiones, pero este año todavía no había tenido mi dosis correspondiente. Afortunadamente, nunca olvidan pasar por Alicante en sus giras, o más concretamente, por Sant Vicent del Raspeig y su The One, la única sala existente cerca de la capital que puede albergar la magnitud de sus conciertos y la masiva asistencia de público que son capaces de congregar. Precisamente, el motivo por el que aún no había podido verles este año ha sido su retirada de los escenarios hasta hace bien poco para gestar lo que ya han parido como su cuarto larga duración, un “Acantilados” que ha hecho correr ríos de tinta, como era de esperar, y también ha generado multitud de las más diversas opiniones por su controvertido y drástico cambio de sonido, seguramente influido, en gran parte, por haber contado con otro productor distinto al de los tres primeros, pero también por haber plasmado en los temas un abanico muchísimo más amplio de influencias musicales, algunas dentro del Rock… y otras no tanto. Un paso más en la evolución de la banda… y si esto es algo positivo o negativo, dependerá del juicio de cada cual. A mí, personalmente, y después darle unas cuantas vueltas al disco, me han terminado gustando la mayoría de temas, porque al fin y al cabo siguen siendo cuatro músicos extraordinarios, pero siento que está a mucha distancia de sus anteriores trabajos, demasiado blando y falto de electricidad para mi gusto. No me cabe duda de que con él van a perder a muchísimos fans de su primera etapa, pero también estoy convencido de que van a ganar otros miles.

Sea como sea, el sábado una cosa quedó bien clara, que su atractivo sigue prácticamente intacto, y la prueba más evidente es que volvieron a conseguir petar la The One hasta la bandera, una sala con un aforo de casi 1000 personas, colgando el cartel de ‘sold out’, no tan rápido como en otras ciudades, pero ya es un mérito de cojones. Una verdadera rabia que aquella noche coincidiesen dos conciertos tan cerca y tan interesantes dentro del rollo como este y el de los Corazones Eléctricos en el Loco Club de Valencia (cuyo reciente disco, por cierto, me ha gustado muchísimo más que el de Los Zigarros). A veces no se puede tener todo.

Sabiendo ya por experiencia cómo se pone el cotarro cuando los valencianos llegan a la ciudad, salí de casa con dos horas de antelación para buscar aparcamiento y sortear las largas colas que a buen seguro se iban a formar en el acceso. Llegar fue sencillo, lo jodido fue aparcar, pero tras vueltas y vueltas a la manzana, ¡Eureka!, conseguí dejar el coche justo enfrente de la entrada. Todavía quedaba una hora para el inicio, así que me lo tomé con calma, cervecita de lata, cigarrito, fisgonear en conversaciones ajenas… esas cosas. El lugar se iba petando a velocidad de vértigo, así que media hora antes, decidí buscarme ya un sitio entre las primeras filas. Con el fuego todavía en la sangre (aunque más templado que otras veces, todo hay que decirlo), os cuento lo que allí se terció.

Pero antes, una crítica. No sé por qué cojones a los de la sala se les ocurrió poner el aire acondicionado en pleno noviembre. Vale que no hacía un frío polar, pero me quedé tieso con la espera, durante la cual, por suerte, disfrutamos de buen Rock clásico, desde AC/DC hasta los Zeppelin. El escenario se iba inundando poco a poco de humo, y sobre este, veíamos ya un teclado dispuesto. Siempre dije que si incluyeran un teclista en directo, sería la hostia, y aunque no fue exactamente así, os aseguro que el instrumento dio mucho juego.

El arranque fue absolutamente explosivo, aunque tirasen de su último disco, ya que sacaron de primeras la artillería pesada, abriendo fuego con una frenética Rock Rápido que muy pocos esperábamos tan temprana, con lo que esto conllevó, un inmediato crecimiento exponencial de los ánimos del público, cantando a pleno pulmón la letra. Ovidi, por primera vez, metió unas teclas al tema sin descolgarse su guitarra, sobre la marcha, que quedaron de muerte. Sin respirar, continuaron con No Pain No Gain, puro buen rollo que me recuerda a los primeros M-Clan. Los movimientos de Ovidi fueron tan vacilones como esas guitarras, agachándose, flipándonos a todos con esa clase y desparpajo, y los coros del bajista, como en la mayoría de canciones nuevas, fueron fundamentales. Tras ese grito de ‘Bona nit Alacant!!’, Aullando en el desierto, que fue el primer single que escuchamos del “Acantilados”, también gustó muchísimo, con ese rollo a lo Tom Petty tan marcado, y Álvaro empuñando una guitarra de doble mástil que luciría a posteriori en más ocasiones. Con ella, interpretó parte de los teclados del disco, y de la otra, se encargó su hermano. Pero los que estaban deseando algún gran hit de la banda, tuvieron a continuación, posiblemente, el mayor de todos, Hablar, Hablar, Hablar…, con la cual todo despegó definitivamente como un cohete, un estallido de tamaño nuclear que nos hizo enloquecer a todos, tal como le sucedía a Álvaro, al que veíamos agitarse sin control. La batería sonaba como un puto cañón, y de Adrián, destacar ese contratiempo en el tema que me puso la sangre a hervir, y claro, a cantar junto al resto de la peña.

En general, la diferencia entre la respuesta a los temas clásicos y nuevos fue bastante pronunciada, algo que se volvió a notar durante Cayendo por el Agujero. Interpretación casi redonda, incluso mejorada del disco (perfecta, de no haber sido por ese pequeño desliz en la letra), con cantidad de wahwah y actitud, y hasta Natxo Tamarit se ponía a 100 con ella, retorciéndose sin dejar de desparramar elegancia a las cuatro cuerdas. La también cantadísima Resaca (indispensable), con Álvaro adelantándose para regalarnos su solo, dio paso, literalmente empalmada, a Voy a Bailar Encima de Ti, casi al mismo tiempo que Álvaro y Natxo se coordinaban para dar el salto. Esto sí fue pura energía 100% Los Zigarros, y es que desde luego, si algo sabe esta gente, es darle impulso a los temas. La batería de Adrián, como siempre, se salió del puto mapa, sobre todo con esos estruendosos redobles entre parte y parte…¡¡Qué barbaridad de tío!!

Se tomaban un descansito para saludar al público, y para que Ovidi presentara a sus compañeros con la brevedad habitual. De hecho, de las cuatro veces que les he visto, esta fue en la que más a piñón fueron, parando lo mínimo, dejando de alargar partes, y enlazando varios temas para no romper el ritmo, y compensar así el descenso que provocaron algunas de las nuevas canciones. Me gusta Con Solo un Movimiento, pero me encanta sobre todo en directo por la potencia extra que en este le imprimen, guitarras mucho más gordas y una batería que continuaba sonando demencial, también sobresaliendo (a veces, incluso demasiado en la mezcla) los imprescindibles coros del gran Natxo Tamarit. Uno de los momentos más íntimos de la noche llegó con Barcelona, balada que inició Ovidi al teclado para, posteriormente, unírsele sus compañeros. En el solo, entre teclado y guitarra, se notó la enorme compenetración musical que existe entre los hermanos Tormo, para mí, la mejor parte del tema. Llegaba el momento de otro de sus singles, quizá el que más polvareda ha levantado, aunque es innegable que 100.000 Bolas de Cristal, con ese rollete disco, resulta irresistible, con mucho gusto por la buena melodía (saliéndonos ya de géneros), y lo cierto es que fue una de las más bailadas del concierto, con Álvaro dándole el toque maestro con el pedal de wah. La The One estaba colmada de un buen rollo tremendo, eso era algo que se podía casi palpar.

Hacían otro paroncete para saludar a los amigos que estaban en el palco, sobre todo, a Carlos Tarque, que les acompañó como público (¡ya podría haberse bajado a cantar algo con ellos!), y reanudaban la fiesta mirando hacia el “Apaga la Radio” con otro de sus temas ‘distintos’, en este caso, No sé lo que me pasa, y además, encargándose Ovidi de meter teclas mientras las guitarras de su hermano soportaban el peso del tema. Le imprimieron una movida muy fresca que me encantó, sin perder esa esencia funk, eso sí, con la melodía vocal muy improvisada… y un pedazo de solo de Natxo en donde se pudo apreciar la gran fluidez que posee al tocar. Sin duda, un bajista de 10, más que digno de una banda de tal estatus. El rugido de las guitarras y riffs de Los Zigarros en su máximo esplendor volvían a primera línea con la electrizante Dispárame. Ovidi y Álvaro siempre demuestran una gran energía con este tema, pero esta se disparó (valga la redundancia) todavía más en la parte del solo, dejándose ambos la piel, pero no solo ellos, también entre la multitud ondeaba esa gran excitación, mirases donde mirases. Tal vez el público no estuvo entregado de una forma tan homogénea como en otras ocasiones, pero el ambiente seguía siendo casi insuperable. Por esta última, se ganaron un sonoro aplauso, de los muchos que llegarían a continuación, ya traspasando el ecuador del show a lo grande con A Todo que Sí, temazo ganador de antemano que Ovidi abrió parafraseando el Ragdoll de los Aerosmith, y tras ese bestial repaso de batería que nos ofreció Adrián ‘Cachorro’ Ribes, bajaron el pulso con una triada de temas, empezando por Cómo Quisiera.

No sin antes hacer partícipes del concierto a todos los técnicos de la banda, el gran Ovidi se sentaba de nuevo frente al teclado. Las luces fueron perfectas para ambientar ese clima tan único que creó el tema, el sonido añejo de la guitarra fue clavado al del disco, y los bajos de Natxo fueron unos de los grandes protagonistas del corte, al que sucedió la siempre bien recibida Desde que ya no eres mía, con Álvaro flipándose de nuevo con su guitarra de dos mástiles, siempre con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando a saco, y, en esta ocasión, encargándose Ovidi del solo. Nota con nota, la empalmaron con otra de las que ha terminado siendo una de mis favoritas del “Acantilados”, Mis Ojos. Puede que se aleje bastante del rollo al que nos tenían acostumbrados, acercándose más a bandas como Leiva (productor del disco, por cierto) o Sidecars, pero como melodía, me parece soberbia, inspiradísima y adictiva como pocas han compuesto. Afortunadamente, y al contrario de lo que suele hacer, Ovidi respetó al 100% esa melodía vocal original… aunque no todos parecieron disfrutarla al mismo nivel que yo. Y sin salir de terrenos más melancólicos, Tenía que Probar nos hizo, como dice la letra, bajar a los infiernos, ambientados metafóricamente con esas luces rojas que oscurecieron el escenario. También pudimos disfrutar en ella de esos caóticos movimientos de Álvaro, del rasgado de cuerdas de Natxo y de toneladas de humo que terminaron de redondear aquella atmósfera tan inmersiva. Acantilados, con ese estribillo tan refrescante y canalla que te incita a cantar sin parar, sonó como un trueno (entre otras cosas, gracias al poderoso bombo de Adrián), triunfó casi más que ninguna otra del disco homónimo, y sirvió de primera despedida.

Pero todos sabíamos que era demasiado temprano para el fin de fiesta, y quedaban demasiados temazos por sonar. Mientras tanto, Tarque, desde el palco, acaparaba todas las atenciones, bromeando con lanzarse. Pero no tardamos mucho en volver a girarnos hacia el escenario. Los Zigarros habían vuelto, y esta vez, dispuestos a quemar los últimos cartuchos. Antes de meterse de lleno en la vorágine de sus grandes clásicos, Ovidi volvió a ponerse a las teclas para interpretar, él solo, y en toda su duración, El Monstruo. Los pianos quedaron geniales. La letra… no tanto, porque se le olvidaron varias partes que, sin embargo, improvisó con gracia. Esta sirvió de primer escalón para el estallido final, compuesto de cuatro temas, que ya hasta el final, elevaron la tensión hasta su máximo apogeo, tomándose un taponazo los del grupo, y atacando con Apaga la Radio, que instantáneamente levantó manos y voces desde el público, para seguir reconquistándonos con el riff rocanrolero de Malas Decisiones. Volvía a entrar en ebullición toda la banda, con la fuerza esperada y deseada, y con la compenetración habitual, pudiendo verse esas miradas cómplices entre Adrián y Natxo hacia el final. Dentro de la Ley no falló a la hora de desatar una auténtica locura de cánticos, saltos locos y chorros de adrenalina generalizada, pero lo que más me flipó fueron esas teclas de Ovidi, que le dieron un rollazo descomunal al tema, y ya nos tenían dando palmas y comiendo de su mano para cuando sonó aquello de ‘… yo llamo al 091…’.

Para poner la guinda al pastel, qué mejor que lanzar el pelotazo final, otro de sus grandes hits y otra gran triunfadora, como fue ¿Qué Demonios Hago yo Aquí?, que pegó muy, pero que muy fuerte, todos la bailamos mientras veíamos a Natxo pavonearse por última vez aquella noche, o a Álvaro dirigiendo la ‘orquesta coral’ desde el borde del escenario. Se despidieron dejándonos con el Keep a Knockin' de Little Richard sonando a todo trapo, con la cual, el último tema interpretado guarda más de una ‘similitud’ jeje.

Y es que a pesar de que, como he dicho al principio, “Acantilados” no me haya gustado con tanto énfasis como sus discos anteriores, sé que Los Zigarros nunca dan una de cal y otra de arena en sus directos, y también sabía ya de antemano que esta no iba a ser la excepción. Me lo pasé de puto miedo, cantando hasta quedar afónico y sudando a tope cada tema de los 23 que tocaron. Crema pura, señores. Como decían Barricada, esto fue una noche de Rock’n’Roll, una de esas en las que la euforia persiste incluso una vez terminado el concierto. Poco más que contar, tan punto crucé las puertas de la sala, acalorado, solo, y con el fresquito que hacía en la calle, no me quedaban demasiados alicientes para quedarme allí, así que me largué rapidito y con la música a toda hostia para celebrar aquella gran velada.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


Los Zigarros (Sábado 18-11-23, Sala The One, Sant Vicent del Raspeig)

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