jueves, 9 de noviembre de 2023

El Rugido de León (Lion Rock Fest 2023, Sábado 04-11-2023, Palacio de Exposiciones y Congresos de León)

Segundo día en plan rockero, y a muerte, en la capital leonesa, aunque para nosotros ya era el tercero de estancia en la ciudad. Sin embargo, incluso más que otros días, se percibía un ambiente único allí, y el principal motivo era que la ciudad estaba, literalmente, invadida por la peña del Rock y el Metal. Fueses donde fueses, ya caminando por sus calles, ya entrando a sus numerosos bares y locales, las melenas, el cuero y las camisetas negras estaban presentes a cada paso. Pero no era algo de extrañar. El Lion Rock Fest, que se celebraba aquel mismo sábado, reunía en un mismo cartel a algunos de los nombres más celebrados y candentes del Hard Rock melódico de la actualidad, un caramelazo al que no pudimos resistirnos pese a la barbaridad de kilómetros que nos separaban de allí. Sin duda era nuestro principal objetivo de aquel viaje, y una ocasión imprescindible para quienes disfrutamos de esos sonidos, a veces, tan poco representados en las salas y festivales de nuestro país. Con el objetivo de exprimir la jornada, volvimos a levantarnos de buena mañana para hacer un buen recorrido cultural, visitando la fabulosa Casa Botines o la catedral, entre muchos otros puntos icónicos de León (como hicimos también el día anterior con el Palacio de Gaudí, en Astorga), y por supuesto, catar a base de bien la suculenta gastronomía local. Poco a poco, se acercaba el esperadísimo momento, y con el fin de recuperar todas las fuerzas posibles para una noche tan intensa, volvimos al hostal para echarnos antes un buen siestón. Incluso tuve el placer de saludar, cerca de allí, al gran José Antonio Armero, del programa Senderos del Rock. Todo estaba dispuesto ya, pero sobre todo, lo más importante, unas ganas e ilusión indescriptibles por el arranque del fiestón final.

Abrir los ojos tras un reparador descanso, y saber que, en pocos minutos, estaríamos disfrutando del calor de la gente y de este irrepetible cartel en vivo y en directo… fue un subidón de adrenalina que me duró hasta el final de la noche. El Palacio de Exposiciones y Congresos de León, recinto escogido para la celebración del evento, nos quedaba a unos 15 minutos a pie. Ya acercándonos, nos percatamos de las grandes dimensiones del lugar. Por desgracia, no contamos con las largas colas que se formaban a sus puertas, escasos minutos antes de que, teóricamente, arrancase la primera banda, los suecos Crazy Lixx. Pero no salió demasiado mal la jugada, ya que la gente avanzaba bastante rápido y, por otra parte, el primer bolo tuvo unos cuantos minutos de retraso. Para endulzar todavía más el momento, nos encontramos con Luismi (Leather Rose) y Chema (Leather Skelter) de los Leather Boys, que se habían quedado en León para disfrutar del festival, y con quienes fue un putísimo honor compartir los primeros conciertos de la noche.

Crazy Lixx:

Al trote, y con los Crazy Lixx ya atronando el lugar, nos adentramos con la esperanza de encontrar un buen sitio desde donde ver bien el concierto, mientras sonaba Whiskey Tango Foxtrot, que ya comenzaba a darle a la tarde ese aura de fiesta desmelenada que todos estábamos deseando. Pero fue realmente complicado entre la marabunta de gente que ya abarrotaba el recinto, para mi sorpresa, muchísima más de la que pude imaginar. De momento, faltaba algo de implicación anímica (que no presencial) por parte del público, pero esto fue cambiando notoriamente con el devenir de los siguientes cortes. Empuñando el frontman una enorme banderaza americana, como mandan los cánones de su directo llegado este momento, Anthem for America fue la siguiente en caer, un tema inamovible en sus directos desde que vio la luz el que hasta ahora es su último trabajo en estudio, “Street Lethal”, y para mí, uno de los mejores de cuantos contiene. El espacio continuaba petándose más y más, y con la llegada de XIII, también calentándose el clima. Aquí el vocalista Danny Rexon salió ataviado con una máscara de Jason (Friday XIII), y con su micrófono ‘transformado’ en un machete, a lo que hay que añadir toda esa teatralidad que el músico aporta a sus actuaciones. Al bajo, Jens Anderson también vivía el concierto con bastante pasión, elevando su mástil, y desplazándose sin parar por el escenario. Las teclas pregrabadas abrieron para Silent Thunder, un tema que derrocha dinamismo, muy cañero y con un estribillo genial, perfecta para el directo y muy prestada al acompañamiento por parte del público. Sin embargo, una cosa es que disparen los teclados de forma puntual, y otra muy distinta, es que empleen coros pregrabados, algo que cantaba por soleares cuando a veces ni Chrisse ni Jens a las guitarras se molestaban en coordinarse con el playback. Lo cierto es que sí escuché, en determinados momentos, voces en directo, pero la mayoría de veces sonaban muy artificiales. Eso sí, obviamente le daban un sonido a los temas clavado a los discos.

Lo realmente bueno, para mi gusto, comenzó a partir de la trallera Rise Above, de las que mejor me sonaron, con dos solos bien eléctricos por parte de Chrisse Olsson, que a nivel musical y escénico, fue uno de los grandes protagonistas junto a su compañero al bajo Jens Andersson. Diría que, con ella, mejoró incluso el sonido en general, y la fiesta continuó con Walk the Wire, estribillo facilón y muy coreable que Danny se empeñaba en hacernos gritar a piñón fijo. Esta vez, y con gran soltura, el solo corrió a cargo del rubio Jens Lundgren, dejando claro que ambos guitarristas son un par de hachas infalibles. Otra de mis grandes favoritas que no podían faltar en el show fue Blame It on Love, durante la cual, curiosamente, la iluminación cambió hacia tonos más amarillentos, dando más sensación de lleno en este sentido. También fue uno de los temas más cantados, uno de los grandes momentos del concierto, destacando, en cuanto a actuación, ese rollo tan guapo que lleva el bajista Jens Anderson a lo Rachel Bolan de Skid Row, con sus siempre contundentes movimientos y carreras. Por supuesto, la simpatía y chulería del vocalista también contaba, pero tal vez le vi algo más apagado que en otras ocasiones. Cantó bastante bien en 21 Til I Die, arrastrando una gran energía y conectando con la peña .Dedicando la siguiente a todas las féminas del lugar, estuvo brutal esa Hell Raising Women, que nos hizo crujir los cuellos a base de bien mientras Jens Lundgren se venía arriba descaradamente. Eso sí, esta vez le quedó algo grande a Danny, que tuvo que modificar varios de sus tonos para sacarla. El subidón de pulsaciones final corrió de la mano de Never Die (Forever Wild), levantando muchísimas palmas y cánticos desde público, que coreamos a viva voz cada uno de los estribillos.

Ninguna queja respecto al setlist, pero el concierto se me hizo muy corto, faltó un poco más de chicha, y no terminó de engancharme del todo, me dio la impresión de que el final llegó de forma demasiado prematura, cuando todo empezaba a calentarse de verdad. Sin embargo, fue un perfecto calentamiento físico y anímico para lo que iría llegando. De hecho, y de forma bastante exacta, puedo decir que, a lo largo de la tarde / noche, cada concierto fue mejor que el anterior. Sin embargo, en aquel momento nos encontramos con uno de los primeros problemas a nivel de organización, y es que la cola que se formaba ante el sitio para cambiar moneda era jodidamente inhumana. Poco faltó para perdernos el inicio de Eclipse, y eso habría sido imperdonable.

Eclipse:

Al igual que he comentado ya, en varias ocasiones, que el cartel del Lion Rock Fest era de esos que te hacen babear con tan solo poner los ojos sobre él, también es cierto que, en particular, las bandas que formaban parte de este han pasado ya muchísimas veces por estas tierras. Pero eso no es algo necesariamente negativo. Porque, decidme, ¿quién es el guapo que, aunque les haya visto ya unas cuantas veces, dice que no a una actuación de los suecos Eclipse? Su directo es sinónimo de temazo tras temazo, fiesta sin fin, y comunión absoluta con el respetable. Para mí era ya la novena vez frente a ellos, pero con shows de tan magna calidad, bienvenidas sean muchas más.

Y es que los de Erik Mårtensson han ido cogiendo, conforme ha progresado su carrera, una velocidad imparable, un estatus considerable, y el punto perfecto tanto con la evolución de su sonido como con sus directos, cada vez más perfeccionados y arrolladores. El que nos ofrecieron a continuación fue una buena muestra de ello, aun sin ser la mejor de las veces que les he visto, no dejaron piedra sobre piedra en este Lion Rock Fest, y fue uno de los bolos más disfrutados y multitudinarios de todo el festival. La reputación que se han ganado en nuestro país no ha sido cosa precisamente fortuita. Mientras nos dirigíamos al mogollón, arrancaban con Roses on Your Grave, mantenida en este puesto desde la gira de su penúltimo álbum, “Wired” que es un trabajo auténticamente redondo. Erik se colgaba la guitarra ya desde el inicio, y rara vez se desprendería de ella en todo el concierto. Para calentar sus cuerdas así, a lo bestia, qué mejor que el grito que se soltó al principio de Got it!, apostando ahora por su último disco, ese “Megalomaniac” con el que pretenden darle un nuevo giro de tuerca a su sonido, pero siempre sin perder la esencia. Esta en particular, y a falta de darle más vueltas al CD, me sonó más punk que nada que hayan grabado anteriormente, ese sabor Offspring y esa energía directa y sin paliativos nos llegó como un huracán, y también se desparramó por encima del escenario, en forma de saltos y volteretas, como las que daba el bajista Vicke Crusner, también durante la triunfadora Saturday Night (Hallelujah), recordándonos el vocalista que estábamos en un puto sábado y había que exprimirlo hasta sus últimos minutos y consecuencias. Comenzar de esta forma un concierto es sembrar la victoria por anticipado, y dicho sea de paso, es algo que al grupo se le da de muerte. Rápidamente, volvieron a contagiarnos con estribillos de esos que es imposible quitarse de la cabeza, y Erik, ya a tope, se divertía cantando, tocando, y también echándose unos bailes durante Run For Cover, concretamente durante el solo, con su colega Vicke.

Una verdadera lástima el que para mí fue uno de los poquísimos puntos negros de su concierto: el sonido, demasiado apelotonado y saturado, ojo, al menos, desde donde yo me encontraba. Fue algo que iría mejorando, pero sin llegar a ser perfecto como, digamos, el que tuvieron Gotthard. Otra nota de originalidad extraída desde su novísimo “Megalomanium” llegó con The Hardest Part is Losing You. Se nota que aquí la banda se ha soltado la melena compositivamente, arrojando los prejuicios musicales por la borda. El vocalista nos contaba la trágica llegada a nuestro país, durante la cual, perdieron desde algunos instrumentos hasta la ropa. No obstante, en ningún momento se les notó el más mínimo bajón anímico, de hecho, todo lo contrario, estuvieron radiantes en cada uno de los temas. Tanto en Anthem, en donde la voz principal y las bonitas notas de Magnus Henriksson brillaron por encima del resto en su melodía, como en el torbellino de energía que supuso la imprescindible The Storm, pusieron toda la carne en el asador, dejando en esta última Erik la guitarra para sacar su lado más indomable, pidiéndonos ayuda en los coros, saltando y sonriendo… y tras él, a la batería, un músico de primera que no dejaba de hacer filigranas con sus baquetas entre los dedos. Pero se trataba, en esta ocasión de Robin Nilsson (batería de The Cruel Intentions), que sustituirá a Philip Crusner hasta entrado el próximo año por temas familiares. Lejos de dedicarse a cumplir y a guardar las formas, se le vio a tope de ganas, destacando en muchos momentos y aportando ese rollo tan sleaze tras los palos en cortes como Runaways, y luciéndose también en registros más suaves como los de Hurt, que comenzó con esas preciosas notas clásicas en las guitarras de Erik y Magnus, sin duda, uno de los momentos más emotivos del show. De hecho, hubo muchos de ellos, en forma de fragmentos lentos (y muy sentidos), aunque en ocasiones, especialmente hacia el final, me pareció que rompían demasiado el ritmo, como volvió a suceder con el inicio de Hearts Collide, aunque rápidamente fue revolucionada por la batería de Nilsson y por el griterío del público, consistencia que siguió creciendo con Children of the Night, y es que Erik ya nos preguntaba antes si estábamos preparados para un poco de Heavy Metal.

Completaba el triplete de su último “Megalomanium” esa High Road, muy cantada por el bajista Vicke Crusner, que como digo, estaba aquella noche que se salía, haciéndose el puto amo del escenario por momentos. Tras el cañero final, con la batería a toda hostia, enlazaron con otro valor seguro, y es que Battlegrounds fue, sin lugar a dudas, la más coreada de todo el festival, con mecheros y móviles en alto, momentos a capela, Erik muy inquieto con su acústica, y mucho feeling en el ambiente, seguida de uno de los temas favoritos del vocalista como es The Downfall of Eden, con Vicke correteando por el escenario sin parar. Aprovechando la pesada cadencia de Black Rain, introdujeron el primer fragmento del Heaven and Hell de los Sabbath antes de meterse de lleno con ella… y también un solo de lo más electrizante por parte de Magnus Henriksson, un músico cuya actitud también brilló en lo más alto. Eclipse es una banda a la que no le gusta estancarse en canciones antiguas, y renuevan constantemente sus setlist, dando mucha cancha a sus últimos trabajos. Muestra de los temazos que contienen, es que la recta final estuvo concentrada en ellos. Never Look Back puso tremendamente caliente al personal, y hasta Erik se despojó de su instrumento para coger libertad de movimiento, animándonos a saltar y a participar, algo que también fue la tónica en ese tema tan especial llamado Twilight, un verdadero torrente de sensaciones positivas, con Vicke y Erik marcándose juntos el paso del pato y correteando a sus anchas como críos, aunque debido al sonido, el final quedó algo deslucido cuando esa melodía final hubiese dado para mucho más. Erik se situaba al frente del escenario, poniéndose la mano en la oreja (un gesto que repitió innumerables veces) para escucharnos gritar por última vez antes de meterle a un tema que, especialmente en España, es apuesta segura: Viva la Victoria, que puso a botar a toda la sala, pero también a los propios músicos con gran entusiasmo.

A pesar del frío que hacía en el exterior, los de Estocolmo nos hicieron sudar la gota gorda, y a pesar de que el sonido no fue el mejor (insisto, al menos, desde donde yo estaba), consiguieron arrasar el Palacio de Exposiciones y meterse al público en el bolsillo. Su último disco, “Megalomanium”, está petado de joyas que se van a convertir en clásicos de directo, y por primera vez pude disfrutarlos de la mejor forma, quedando más que contento y satisfecho.

La organización del festival tuvo tanto puntos fuertes como negativos, algo en parte comprensible y perdonable por ser la primera edición. El recinto, desde luego, fue una pasada, amplio, resguardado, con zona de fumadores y con bastante buena acústica (después ya, cada banda con sus técnicos sonó mejor o peor). La asistencia que lograron congregar fue mucho mayor de la que yo me esperaba, con cifras que la sitúan alrededor de las 4000 personas. La distribución de los elementos, como escenarios, barras y demás, estuvo muy bien estructurada, a pesar de mi primera idea al ver los planos generales. Para el cambio de moneda, si es que realmente era necesario, creo que deberían haber ampliado las ventanillas, porque las colas eran espantosas, y podían hacerte perder muchísimo tiempo. Y bueno, el tema de los precios… esto sí fue para echarse las manos a la cabeza. Un atraco a mano armada. Al menos tenían kalimotxo, cosa que siempre suele faltar, pero eso de vender un ‘Lion’ por dos euros y medio, huele a kilómetros a estrategia ‘sacapasta’ total. Los que no podemos permitirnos pagar esos precios, y siento decirlo, tendremos que valorar formas 'alternativas' de beber en próximas ediciones, porque pagar dos euros y medio por una botellita de agua me parece de juzgado de guardia cuando se trata de una necesidad vital. Al menos había comida, algo igualmente imprescindible para un festival de tantas horas, pero de nuevo, pagar once euros y medio por una pizza que apenas supera el palmo… es para echarse a llorar.

Be For You:

Entre salir a tomar el aire, hacer cola para pillar los dichosos Lions, otra cola para pedir la manduca, papear, etc. tuvimos que cometer un doloroso sacrificio, perdernos la actuación entera de los locales Be For You, en donde por cierto, milita como batería Jesús “Chuspy” Marcos, artífice principal de este gigantesco evento a través de su agencia Artisti-k Producciones. Una banda que ya lleva unos cuantos de años de rodaje y dos discos de estudio que me han gustado mucho (les he conocido, literalmente, por este festival). Sin duda un gran descubrimiento cuyo directo me gustaría disfrutar en el futuro con más dedicación. Consiguieron atraer a bastante público en su actuación, aunque no tanto como las bandas internacionales. Antes de irnos por otros menesteres, pudimos ver el primer tema de su actuación. Be For You salieron a escena muy crecidos ante su público, con Nothing Lasts Forever sonando bastante bien, y con Ángel, su vocalista, que no perdía ocasión de comunicarse con los asistentes, apuntando buenas maneras al cantar. También reconocí, entre bocado y bocado, y ya hacia el final, April Rain, de su primera obra “Beyond Love & Compassion”. Estoy seguro de que su Rock melódico fue muy apreciado en general, y lamento de veras no haberles podido prestar atención, pero esto de los dos escenarios es lo que tiene, cuando se empalman conciertos sin apenas tiempo de descanso, algo hay que perderse casi a la fuerza.

Un placer enoooorme encontrarme y conversar largo y tendido, en estos momentos, con mi gran colega Jose de Vallecas, siempre en todos los tinglados cueste lo que cueste, y siempre tan amable, sencillo y sobre todo, auténtico. También nos topamos, aquí y allí, con bastantes caras conocidas, como Diego “Eder” (Eder Pullhammer) o José Antonio Armero (Senderos del Rock) dando caña en los conciertos. Aunque por otra parte, había tantísima gente apelotonada que también dejamos de ver a muchos más que andaban por allí.

Gotthard:

Una vez preparados ya para la siguiente acometida, era el turno de los suizos Gotthard, banda que también he visto en muchas ocasiones, y sin embargo, a pesar de que les tengo algo dejados de la mano, fueron para mí la gran revelación de la noche, una de las dos mejores actuaciones de este festival. Y es que para nada esperaba un show tan frenético, tan compacto y con una entrega tan enorme. Comparado con las últimas veces que les vi, donde me dejaron algo frío, aquí se comportaron como un auténtico volcán en erupción. Mientras nos acercábamos a la carrera, para finalmente situarnos alrededor de la mesa de mezclas, (desde donde vimos y escuchamos de lujo toda la actuación), arrancaban con Every Time I Die, el único corte que sonaría en toda la noche de su último disco, “#13”, y aprovechando esa ascensión rítmica, supieron hacérselo de puta madre, dándonos con ese Hush en todas las costillas, poniendo automáticamente a todo el mundo a cantar, a bailar y a corear ese ‘nanana’, haciendo gala de unos fantásticos coros (y esta vez, reales) y el primer gran solo de Leo Leoni. Eso sí que es hipnotizar al público desde los primeros minutos, con esa energía, esas vibraciones positivas que nos inculcaban, y ese ‘salir a por todas’. El setlist se movió fluidamente por toda su discografía, pasando por Bang!, en donde el incansable vocalista Nic Maeder saltaba al tiempo que blandía su aro, y Leoni nos volvía a dejar alucinados con su pasión, o Feel What I Feel, también de su “Bang!”, que conquistó sin ser necesariamente cañera. Porque aquí la cosa no iba de temas más o menos rápidos, sino sobre el rollazo y la soltura que desprendía la banda, muchísimo feeling ahí metido, Nic haciendo de director de orquesta con nuestras voces y Leo y Freddy, a las guitarras, encarándose por primera vez.

No os digo más que, tras estos pocos temas, ya levantaron entre el público unos sonoros y largos ‘oes’, que se transformaron en palmas y saltos, poco después, con la adictiva Top of the World, ante la encantadísima mirada de Nic, que se acercaba una y otra vez a sus compañeros. Según este último, llegaba la parte ‘cardio’ del concierto, o sea, más saltos y algarabía de la mano de What you Get. Eché de menos más volumen en el teclado, y es que apenas lo escuché en ningún tema, salvo hacia el final, y también en este justo momento, cuando Ernesto Ghezzi se marcó un fragmento en solitario, de sabor muy clásico. Ahora, las luces nos alumbraban a todos, añadiendo aún más fuerza al momento de Master of Illusion. Tras los parches, veíamos a un Flavio Mezzodi (ojo, también batería actual de los legendarios Krokus) cuya cara de emoción y nervio al golpear su instrumento hablaban por sí solos de cómo se lo estaba pasando. Nic se dirigía al público, tirando de carisma y simpatía. Y es que, a pesar de que la sombra del inmenso Steve Lee siempre será muy alargada, creo que con el tiempo ha conseguido hacerse un hueco en nuestros corazones. Lo siguiente fueron algunos de los minutos más sensibles de todo el festival: Freddy Scherer y Leo Leoni, ambos con guitarras acústicas, sentados en la plataforma de la batería, interpretando esos arpegios y punteos de One Life, One Soul. Lo de que fue cantada a mil voces, incluso a capela por momentos, es algo que os podéis imaginar sin esfuerzo. Perfecta para marcar el ecuador del concierto la también emotiva Remember It’s Me, con Nic colgándose la guitarra acústica. En ciertas partes, se dejaron también entrever esas notas de teclado que le dieron un punto especial.

El polivalente vocalista, cambiaba la acústica por la eléctrica, solamente para la siguiente Starlight, también del “Firebirth”, con la que volvieron a pisar el pedal, brillando esas potentes bases construidas entre Flavio y el bajista Marc Lynn, los pulidos coros, y ese rollo ligeramente southern del principio, acelerando todavía más con la ya clásica y celebradísima Mountain Mama, con un rollazo tremendo en la forma de cantar de Nic, con Leoni flipándose en su solo a mástil alzado, y un final de lo más estruendoso, al que inmediatamente sucedió un solo de batería. Que ojo, estuvo de puta madre, pero al final fue la banda que más se saltó a la torera los horarios, y podrían habérselo ahorrado, pese a lo bien recibido que fue… aunque no tanto, obviamente, como ese pelotazo llamado Lift U Up, que literalmente, arrasó, y la mejor demostración de ello, fueron las palmas y coros desde el público antes de cantar Nic un solo fraseo. Eso sí, me pareció un detalle feo que esas primeras baterías fueran disparadas, seguramente, para traernos el sonido exacto al disco. Aquí apuraba Nic su voz al máximo, llevándola hasta el extremo, y dejándose las piernas de tanto saltar, algo que nos contagió hasta el final del tema, que a su vez, fue a parar a los primeros bises, tras un corto descanso. A estas alturas, para que os hagáis una idea, ya se habían pasado holgadamente de su tiempo de actuación, y todavía quedaban dos temas. Me imagino que los murcianos 91 Suite no estarían demasiado contentos con esto, y con toda la razón del mundo.

Ahora bien… ¿quién puede resistirse, con esta corriente imparable de ventisca rockera, a más temas? El primero de ellos fue la preciosa Heaven, un baladón que nos reblandeció el alma, abierta por el teclista Ernesto Ghezzi, complementada por unos coros deliciosos de Marc Lynn, una interpretación fabulosa de Nic, y alargada en sus últimos compases, en donde el vocalista nos invitó a ondear las manos en el aire. Yendo ya a por los grandes clásicos de su discografía, y recuperando el pulso del concierto, qué mejor que Anytime, Anywhere, de aquel “Lipservice” que les catapultó al estrellato… y que puso patas arriba el lugar. Los teclados aquí sí se escucharon en su justa medida, y vimos disfrutar a saco a Freddy y Marc, metiendo cera cara a cara, desplegando buen rollo, y bordando el tema. Ante el gran retraso acumulado, muchos pensábamos que marcaría el final de actuación, pero… sí, todavía volvieron a salir para un segundo bis, que en esta ocasión, correspondería a la tan versionada Mighty Queen, que como sucede con Hush, han ido haciendo suya con el tiempo. Por supuesto, nadie quedó impasible ante tal hit, brincando y voceando, pero si no lo digo reviento, y es que justo delante de nosotros había un tipo que, ni corto ni perezoso se puso a bailar breakdance, dándolo todo con el tema, y tirándose por el suelos pataleando. Os juro que casi acaba conmigo tal descojone que pillé allí mismo gracias a él, y se ganó mi más sincera admiración.

Anécdotas a parte, no sé si fue la atención extra que les presté, el excelente sonido del que gozaron, la inmensa pasión de sus músicos, el setlist… pero siendo esta la sexta vez que me plantaba ante Gotthard, diría sin temor a equivocarme que es el mejor concierto que les he visto nunca, teniendo en cuenta incluso aquellos con Steve Lee al frente. Todo muy pulido, con un ritmo muy bien medido y una ejecución extraordinaria, pero eso sí, también hay que decir que se pasaron tres pueblos con la duración de su actuación (solo de batería, dos bises, partes alargadas…), y eso no es muy elegante que digamos, habiendo todavía dos bandas esperándoles.

De hecho, el final de Gotthard y el inicio de 91 Suite fueron una sola cosa, literalmente. No dimos dos pasos atrás, y ya estaban los de Murcia inundando el escenario con esa suprema clase y elegancia presentes en sus melodías. Desafortunadamente, tuvimos que atender la “llamada de la naturaleza” y demás… y volvimos con el concierto ya empezando, aunque por poco tiempo.

91 Suite:

Aprovechando que no había tanta gente como en otros conciertos (ellos se lo perdieron, porque fue un recital absolutamente brutal), me infiltré más cerca del escenario, entre quienes ya disfrutaban con la magia de su directo. Y es que 91 Suite, no me canso de decirlo, es una de las grandes JOYAS, así, con mayúsculas que tenemos dentro del Rock melódico en la península, un manjar que se ha de degustar siempre que se tenga ocasión. En las tres veces que he podido verles en vivo, he disfrutado como un animal, y desde luego, a pesar de las particulares condiciones que tuvieron para tocar, no fue esta la excepción.

Así pues, y tras perderme el primer corte (que casi seguro, debió ser Times They Change), y ya en el meollo, me dejé llevar desde el principio al 100%, sabiendo de antemano que sería un concierto bastante corto. Y aunque al público en general todavía le faltaba un pequeño empuje anímico, con el paso de los temas, los de Murcia tiraron de todo su talento, saber estar, y calidad técnica para terminar conquistando plenamente a todo el mundo. Conmigo lo consiguieron desde el primer tema que vi, la magnífica Seal it With a Kiss, en la que me quedó clarísima, sobre todo, una cosa. Tendrían poco tiempo, sí, pero se notaba a la legua de que su objetivo iba a ser exprimirlo hasta el último segundo, poniendo toda la carne en el asador, yendo a muerte de principio a fin. Algunos, como Antonio Muñoz, tiraban de ese feeling y distinción que les envuelve, otros, como su compañero a las bases David, eran una auténtica fiera desatada, aporreando cada tema como si le fuese la vida en ello… y qué decir de Jesús Espín, indudablemente, una de las figuras más destacadas del concierto por su absoluta devoción, y de paso, uno de los mejores cantantes del estilo que tenemos aquí… y el por qué esto es así, se extrae de conciertos como este. El no menos carismático Paco Cerezo, tirando del wahwah en su micro, y con gran soltura en sus movimientos y riffs, iniciaba Starting All Over, soberbia melodía que, a su vez, también abre su último disco hasta la fecha, ese “Back in the Game” que cumple un año ya, que los volvió a elevar hasta lo más alto del AOR / Hard melódico nacional, y para el que solo puedo tener alabanzas.

Si Jesús posee un timbre y rango colosales, verle en directo, aunque parezca imposible, mejora lo presente. Cantó de miedo, y en esta ocasión, paseando de aquí para allá el palo de su micro y acercándose al público siempre que tenía ocasión. Escogieron muy bien sus temas para un horario tan apretado, y lo hicieron de lujo a la hora de concentrar la energía de un show largo en menos de tres cuartos de hora, tirando de caña, sin renunciar a la melodía, con All For Love, y de nuevo, Jesús se hacía dueño y señor del escenario, merendándose cada centímetro de este, haciendo piña con el guitarrista Iván González mientras este último salía al centro del escenario para lucirse con sus seis cuerdas, sobre todo, en la parte del solo. El vocalista, seguía buscando la complicidad, contando anécdotas con ese inconfundible humor murciano. Tal vez habría cabido un tema más en directo, pero creo que esa empatía también fue importante para subir la intensidad de forma acorde al poco tiempo del que disponían. Viajando ahora a su primer disco, que por cierto, acaban de reeditar, disparaban Give Me the Night, que se apoyó en la portentosa base rítmica de Antonio y David, pero sobre todo, llamaba poderosamente la atención la furia y desmelene con que este último machacaba su batería en la parte final. La actuación de Jesús, sencillamente perfecta, llegando con solidez hasta los tonos más difíciles, y todo ello sin parar quieto un segundo. También fuimos testigos del buen rollo imperante en el seno de la banda, con Antonio e Iván bromeando entre ellos, o Jesús cantando, casi apoyado, en su amigo Paco, en esa bestialidad llamada Perfect Rhyme, sin duda, una de mis favoritas de toda su carrera, melodía AOR de manual, y técnica interpretativa indiscutible, contando también esas sabrosas teclas de Dani Morata.

Ahora que el concierto había llegado a su punto álgido, había que sacar el resto a lo grande, y lo hicieron comenzando con una sección puramente instrumental, una vez más, derrochando talento y sofisticación con cada uno de sus instrumentos, hasta que definitivamente arrancó Wings of Fire, de su “Times They Change” con una participación ahora mucho más notoria desde el público (gracias al constante empeño de Jesús en hacernos cantar) y una parte central que fue una verdadera delicia, arropada de nuevo por esas teclas de Dani y los bajos de Antonio Muñoz, todo excelentemente coordinado. Convirtieron la última canción de la noche, la más que conocida Hard Rain, en una auténtica fiesta. Como un jodido trueno, el doble pedal de David abría el tema, y Jesús no tardó demasiado en bajarse al foso a interactuar con sus fans, a pedir que coreasen el estribillo varias veces, para terminar arriba, agitando la melena y saltando sin descanso. Mi mayor alegría, después de un concierto absolutamente impecable, fueron esas peticiones de “¡otra, otra!”… que desafortunadamente, no dieron sus frutos debido a lo apretado de los horarios. Personalmente, se me hizo terriblemente corto… y es que las ganas de verles en directo eran brutales. Por último, os confesaré algo. El hecho que definitivamente marcó mi decisión de venirme hasta León para este festival, en lugar de ir a ver a H.E.A.T y Crazy Lixx a Murcia (que me quedaba como cinco horas y media más cerca), fue la incorporación al cartel de estos 91 Suite. Así de claro y conciso. Y aunque solamente fuesen 40 minutos de concierto, no me arrepiento en absoluto de mi elección. Pero eso sí, quiero, o más bien, necesito volver a verles lo antes posible.

H.E.A.T:

Y ahora sí, haciendo acopio de las fuerzas que nos quedaban (que estaban ya marcando reserva), después de tantos y tan movidos conciertos, tocaba afrontar el envite final con el que para muchos era el plato fuerte de la noche. Y es que la ascensión de H.E.A.T como uno de los principales grupos de Rock melódico, tanto en su Escandinavia natal, como a nivel mundial, ha sido meteórica, situándoles a día de hoy como casi imprescindibles en cualquier festival (de este rollo, o no) que se precie. Se están comiendo el mundo a bocados, y en su rollo, hay muy pocos que puedan plantarles cara. Y es que, lejos de vivir de rentas, cada nuevo disco es un auténtico puñetazo al estómago, petadísimo de melodías arrebatadoras y atmósferas incomparables, y su rodaje encima de un escenario sigue creciendo como la espuma. La sustitución de Erik Grönwall (actualmente en Skid Row) por Kenny Leckremo, que tantas dudas suscitó en su día, resultó ser el empujón definitivo para que la banda acabase dando el salto a las más altas esferas, si es que no lo habían dado ya. Y sí, toda esta teoría escrita está muy bien. Pero es que, aquella noche del pasado sábado, lo demostrarían todo con creces y sobradísimos, reventando el escenario con una actuación aplastante. Curiosamente, y al igual que con Eclipse, esta era ya la novena vez que me quedaba pasmado con su directo.

Todos en sus puestos, el Palacio de exposiciones a reventar, mucha tensión y ganas en el ambiente… y tras encenderse las luces del escenario (esta vez no recuerdo que sonase como intro el The Heat Is On, de Glenn Frey), arrancaron sin vaselina, emprendiéndola con esa bestialidad llamada Demon Eyes, probablemente, la composición más Heavy que han parido en toda su carrera. Me cago en la hostia santa, ¡¡vaya forma de arrancar!! Y para colmo, volumen a todo trapo, sonido impoluto y potentísimo, iluminación acorde, y esa maquinaria engrasada que son H.E.A.T sobre el escenario a pleno rendimiento, imparables como un jodido tifón. La explosión fue inmediata, y se dejó notar entre el público, formando un auténtico maremágnum de gritos y manos levantadas que no se calmaría precisamente con la provocativa Rock Your Body. Puta locura desatada ya con solo dos temas, que Kenny Leckremo se encargaba de alimentar, echando leña al fuego, saltando y blandiendo su melena a lo bestia, con un nivel vocal impresionante y un estado físico más que evidente. También perfecta para no dejar de subir la intensidad fue Hollywood, una de esas destinada a ser fija en sus repertorios, no solo por el imparable ritmo que le imprime Don Crash a sus parches, o por ese rollo tan macarra en la guitarra de Dave Dalone, sino porque da muchísimo juego a que el público la cante, es absolutamente adictiva (como muchas otras de su “Force Majeure”) y su estribillo te pone la sangre a hervir. Chorros de humo brotaban del escenario, mezclándose entre los cuernos y puños que todo el mundo levantaba, ya irremediablemente poseídos por el espíritu H.E.A.T… no había vuelta atrás. Downtown fue una arriesgada elección, en representación de la vertiente más AOR de la banda. La cuidada iluminación y la importancia de los coros entre Jimmy Jay y Dalone lograron sumergirnos de pleno en esa ambientación de neón, que tan bien acompañaba el telón de fondo, portada de su última obra. También, imagino, fue un pequeño relax para la voz de Kenny, que aquella noche fue puesta a prueba al límite, obteniendo una nota de excelente alto. Él mismo nos hablaba de la gira actual, y de la gran acogida que está teniendo.

Pero hasta aquí llegaron los momentos de reposo, porque One by One volvió a incendiarlo todo, enloqueciendo a todos los presentes, pasando de nuevo de cero a cien con Kenny pateando el escenario a cada paso, y Jimmy y Dalone cambiando posiciones. El último nos obsequiaba con un pequeño solo de guitarra, sin llegar a cortar el ritmo, antesala de un tema de su primer álbum, Never Let Go, y una de mis tres favoritas del “H.E.A.T II”, esa Come Clean que me transmite mil y una sensaciones en su letra y su melodía, muy exigente para la voz de Kenny, que se vio incluso algo lleno con ella. Por suerte, consiguió sacarla con creces gracias a su gran habilidad y cantidad de recursos. Los coros de Jimmy Jay fueron fantásticos, y necesarios para redondearla. El bueno de Kenny tiene un magnetismo que salta a la vista, y además, cada vez chapurrea mejor nuestro idioma. En varias ocasiones nos incitó a colaborar con él, y es que ni entre tema y tema es capaz de estarse quietecito. Un verdadero portento físico y vocal, y como frontman, un 10. Volvían a la carga con ese impresionante rollo que tiene Breaking the Silence, desplegando la banda sus mejores armas, un gran curro de batería, con cambios y redobles, y una gran coordinación entre Dalone y el teclista Jona Tee, quien se encarga de ejecutar las armonías de guitarra que faltan en directo respecto al disco. Antes de lo esperado, recibimos clamorosamente, sudando ya como cerdos, ese pedazo de hit llamado Living on the Run, otra de las grandes triunfadoras de la noche. Y es que solo hacía falta mirar alrededor para ver el nivel de pasión y calor que desprendía la peña, dejándose la garganta y el cuello… esa energía en bruto, esa fuerza del momento… es muy difícil de describir con palabras, había que estar allí para sentirla. Y en un concierto de los suecos, hay muchísimos de estos momentos, sin ir más lejos, la puta locura que desató Beg Beg Beg, único exponente de su “Freedom Rock” en sonar aquella noche… ¡pero qué bien nos entró! En su parte media nos dejó teclas guapísimas, mucho soul, sendos lucimientos de guitarra, choques de hombros entre Jimmy y Kenny… para acabar este último en el foso, provocando y animando todavía más a la peña, que estallaba en una algarabía generalizada de las que dejan huella en la memoria.

Con Cry, el escenario se oscureció y los tonos se relajaron para volvernos a dejar inmersos en otro corte puramente AOR de esos que tan bien se les dan, teclas con mucho encanto, y contrastando con tanta suavidad, unos agudos de Kenny impresionantes en la parte final. Todo ello nos llevó a los bises, que llegaron anticipados, pero fueron más numerosos que de costumbre. Los músicos volvían al escenario bajo una introducción grabada que hacía bastante que no escuchaba, nada menos que la de Point of no Return, un tema al que le tengo un cariño muy especial, ya que fue el primero que tocaron la primera vez que les vi en aquel ya lejano primer Rock Fest Barcelona del 2014… cuando definitivamente me enamoré de ellos para siempre. Y aquí las sensaciones volvieron a ser muy, pero que muy potentes. Kenny volvió a comportarse como la fuerza de la naturaleza que es, tirándose por el suelo para rematar el desmadre, y tan pronto se recompuso, lo hizo dispuesto a saltar hasta la extenuación con otro de sus más recientes singles, Back to the Rhythm, que nos arrastró a todos por su impetuosidad y ese subidón que propiciaron las teclas de Jona. Ya me estaba temiendo que no la fuesen a tocar, pero de repente… metían contacto y arrancaban los motores del desmesurado trallazo que es Dangerous Ground, con la batería de Don Crash, a pesar de ese pequeño desliz rítmico inicial, golpeando durísimo y potente hasta dejarnos fritos, unas guitarras que tiraban de culo y cómo no, Kenny saliéndose de madre, y demostrando que su reserva de energía es prácticamente ilimitada. A Shot of Redemption puso el punto final a la actuación, y aunque no es precisamente uno de mis temas favoritos, su interpretación, pero sobre todo, la respuesta del público, trajeron otro de esos momentos que te ponen los pelos de punta: las casi 4000 personas allí presentes cantando casi a capela el estribillo. Al tiempo que el guitarrista nos flipaba con su último solo, Kenny se despedía de nosotros con su enorme simpatía, ante multitud de rostros impregnados de felicidad por aquella inmejorable culminación de este gran festival. WEEEW!!

A lo tonto, se marcaron hora y pico larga de actuación, que como normalmente sucede con ellos, se me pasó en un suspiro. De hecho, a pesar de que el cansancio ya picaba bastante, no me habría importado que el show se hubiese alargado todavía más, y es que eché de menos bastantes temas que, de haber durado más, podrían haber caído, como Late Night Lady, Emergency, In and Out of Trouble, Nationwide... En cualquier caso, realmente impresionantes H.E.A.T, insuperables en su terreno, demostrando de qué pasta están hechos. Cada vez que les veo me dejan más estupefacto. Una banda que, sencillamente, no tiene puntos débiles.

La marabunta comenzó a disiparse tras aquel fiestón final, abandonando el pabellón sin incidentes. Me alegré al recordar que nuestro alojamiento se encontraba tan solo a unos 15 minutos a pie, porque me encontraba realmente triturado, después de haberme empleado a fondo en todos y cada uno de los conciertazos que disfruté aquella noche, a cada uno más inolvidable que el anterior. De nuevo, mi más sentido aplauso y felicitación para todas las personas y entidades implicadas en la organización y llevada a cabo de este evento. Espero que haya sido una experiencia que les merezca la pena continuar, porque si es así, y deciden seguir en la misma línea musical, al fin podremos afirmar a viva voz que tenemos un gran festival íntegramente dedicado al Hard Rock melódico en este país. El primer paso ya se ha dado… y ha sido acojonante. Espero que nos volvamos a ver pronto, León.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


Lion Rock Fest 2023 (Sábado 04-11-2023, Palacio de Exposiciones y Congresos de León)

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