viernes, 31 de mayo de 2024

Hell Ain't a Bad Place to Be (The Hellacopters + The Peawees, Miércoles 29/05/2024, sala Canal, Valencia)

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que una parte de las giras internacionales de peso tenía en Valencia una de sus paradas. De unos años a esta parte, la cosa, por desgracia, ha flaqueado bastante, y aunque sigue siendo una provincia con mucho movimiento underground en casi todos los estilos, a veces se echan en falta nombres de esos cuyo rótulo y caché deslumbren por sí solos. Si bien el próximo 11 de Julio llegarán allí los Scorpions, y unos pocos días después tendremos también a The Cult, este miércoles se celebraba otra cita obligatoria para todos los amantes del buen Rock’n’Roll, como lo era el aterrizaje de los míticos The Hellacopters, un concierto que, para gusto de un servidor, está como mínimo a la misma altura que las bandas antes citadas. Personalmente llevaba meses esperando con ansia este gran acontecimiento, pero dicha espera no fue nada comparada con la cantidad de años y años queriendo descubrir cómo se las gastan sobre un escenario. Mis expectativas, debo decirlo, estaban por las nubes, casi al mismo nivel que mis ganas de verles en directo. ¿Harían honor a esa energía desatada y vibrante que se percibe en sus discos? ¿Qué setlist tocarían? (no quise mirar nada de nada por Internet hasta la fecha) ¿Les acompañaría Dregen? ¿Tendrían el sonido que merecen? Todas esas preguntas y muchas más tuvieron respuesta aquella noche para el recuerdo, pero no en la Repvblicca de Mislata, como inicialmente estaba previsto, sino en una sala completamente desconocida para mí como era la Canal, situada muy cerca de Pinedo, en las inmediaciones de la capital. Este mayo ha sido un mes criminal para mi ya de por sí paupérrima economía (y eso que me quedé sin ver a Gun...). Pero aquella velada iba a compensar hasta el último puto céntimo.

Parece que este mes, precisamente, también sea el de descubrir nuevas salas. Concretamente, a tres de ellas he ido por primera vez en tres conciertos distintos: la Zulu Klub de Aldaia, la Marearock de Alicante (aunque sigue siendo idéntica a la Babel), y por último, esta sala Canal, como poco, un lugar pintoresco, y a primera vista, nada afín para este tipo de conciertos. De hecho, varias personas me comentaron que allí había habido de todo menos Rock’n’Roll (y me ahorraré los detalles jeje). En verdad, el primer contacto no estuvo mal. Una sala de dimensiones considerables, relativamente amplia, con sus barras, su servicio de tickets, unos baños grandes y más o menos cuidados y lo mejor, una buena zona de aparcamiento, y un área extensa para tomar el aire y hacer el ganso. Eso sí, la decoración y en general la estética eran tan extremadamente ‘kitsch’, entre burdel y salón de bailes para la tercera edad, que casi llegaba a intimidar jejeje, con esas lámparas de cristales, su techo pintado a cuadros, sus espejos desfasados, los detalles en su escenario… pero en fin, dejando al margen estos aspectos visuales, si cumplía técnicamente, le daríamos el visto bueno… aunque hubo algo que me escamó bastante desde un principio: la bajísima altura del escenario, que junto a otras deficiencias técnicas, iba a poner la parte negativa a la jornada.

De puertas hacia afuera, un gran ambiente. Llegué unos 15 minutos antes de que la sala abriese puertas, y la concentración de peña ya era considerable, algunos ya haciendo cola, otros echándose unas birras y charlando. Hacía bastante fresquito, más del que había previsto, pero no tardaríamos demasiado en entrar en calor. Fui hasta allí más solo que la una (para variar), pero por suerte, apenas tardé en encontrarme con peña de puta madre, también deseosa de darlo todo con los escandinavos.

Pero antes, tocaba ir calentando motores con la banda que les teloneaba, nada menos que los italianos The Peawees, una banda con una trayectoria que alcanza casi las tres décadas, y que con cierta asiduidad han pasado por diversos escenarios de nuestro país en sus muchas giras. Esta era, sin duda, una de sus grandes oportunidades para lucirse a lo grande. Reconozco que hasta hace pocos días, ni siquiera les conocía, pero me puse las pilas para resarcirme, y la verdad, sus temas y el rollo que llevan me han parecido un pasote, Rock’n’Roll, Garaje, Punk añejo, un puntito de Surf, Rockabilly… Así que, en verdad, para mí pasaron rápidamente a ser otro gran aliciente en este concierto.

The Peawees:

En la sala todavía se podía respirar cómodamente y coger un buen sitio, algo que aproveché para inmiscuirme entre las primeras filas. Desde luego, hacía falta algo muy enérgico para ponerse a la altura de lo que vendría después, y creo que el tema con el que decidieron abrir fue sencillamente ideal. Road to Rock’n’Roll rompió el hielo con mucha, mucha caña, y aunque la gente estuvo algo fría al principio, sus integrantes se mostraron ávidos de Rock’n’Roll y de escenario, y pronto comenzaron a soltarse bien a gusto. Hervé Peroncini, liderando la banda, y su mano derecha el guitarrista Dario Persi ya se encargaban de ir acercándose a reclamar esa atención, tocando con muchísima energía y desenvolviéndose cada vez mejor. Y si alguno quería que le pisasen todavía más al acelerador, tras ese final ‘bluesero’ llegó la feroz Christine, que desató ya los primeros, aunque tímidos, bailes en la sala, con unos buenos coros por parte de Persi y una pegada muy enérgica (y cada vez más) de su compañero a la batería, el tejano Tommy González, que con su particular aspecto tan rockero, le metía que daba gusto y transmitía buen rollo al mismo tiempo. Hervé bordaba ese solo, para pasar seguidamente a uno de mis temas favoritos, Memories are Gone, que el mismo vocalista abrió con otro pequeño solo, antes de arrancar todos a una (aunque se echó de menos la armónica).

Guapísimo ese estribillo, con Fabio Clemente elevando su mástil de su bajo vez en cuando, y animando con su actitud y su buena presencia escénica al público frente a él. Los coros también fueron una constante, y Hervé se separaba de su micro siempre que podía para echarse unos bailes. Paraban unos segundos para dar las gracias y pedir un sonoro aplauso para sus anfitriones, los gigantescos The Hellacopters (además, en español). Pero este fue el único descanso. Eran conscientes de que tenían poco tiempo por delante, y lo exprimieron a base de bien. El ritmo se fue volviendo más y más frenético, y con Wild About You alcanzó su cenit, dejándonos muy buen sabor de boca con esa actitud y ese ritmo tan clásico, con Hervé metiendo el solo a toda pastilla y el guitarrista Dario Persi volviéndose loco, desatándose a cabezazos y movimientos erráticos. Por su parte, Clemente destapaba una birrita, antes de volver con The Wolf, un tema nuevo, anticipo de su próximo e inminente trabajo que llevará por título “One Ride”. Por lo visto, ha tenido un gran éxito, y la verdad es que encajó de perlas en el set. Fabio Clemente se acercaba peligrosamente al límite del escenario para volver a encararse con su público, algo que repitió en varias ocasiones. Al fin se fueron encendiendo más luces en el escenario… aunque visto lo visto, no sé si fue buena idea.

Continuaban bien cargados de ganas e ilusión por lo suyo, más Rock’n’Roll de primera clase, buenos riffs y melodías con Bleeding for you, y con una pegada magnífica por parte de Tommy, que se salió especialmente en la siguiente Walking Through my Hell. La buena sintonía ya con el público era indiscutible, y todos nos movíamos mucho más al son de sus pegadizos estribillos, que seguían bordando con toda la pasión del mundo y dedicándonos la mejor de sus sonrisas, especialmente en el caso de Persi. By my side es otra de mis favoritas de la banda, otro temazo (y otro exquisito estribillo) que gozó de una inmaculada interpretación, tal vez perdiendo algunos matices respecto al disco, pero por otra parte, más fluida e improvisada, que también mola. El sonido fue realmente bueno de principio a fin, escuchándose bastante bien todos los instrumentos y a un volumen adecuado, en general, una ecualización mejor y más compacta que la que tuvieron The Hellacopters. Finalmente, en Freedom for my Soul, los bailes a los pies de la banda eran casi continuos, al son de los redobles tan guapos que se marcaba el batería, se veía disfrutar a todo el mundo, y tanto el ‘capo’ Hervé, como Persi, como Clemente, haciendo gala de su simpatía, se acercaron a primera línea, gesto que les devolvimos con una gran ovación general.

El concierto se pasó en un suspiro, pero claro, media hora… no daba para mucho más. Y la verdad, eso es algo que me repateó un poco. Por supuesto, la banda se empleó a fondo, y fueron descargando cada uno de los temas con muy pocos parones, pero me parece casi una falta de respeto hacia una banda con casi 30 años de carrera a sus espaldas y un séptimo disco en camino concederles tan solo 30 ridículos minutos (y más cuando la entrada tampoco era barata…) dejándonos a muchos con ganas de más, como fue mi caso. Quienes fuesen responsables de esto, podrían habérselo currado un poco más con ellos, darles como mínimo quince minutos extra. Por cierto, además de los restantes conciertos de esta gira, tienen tres fechas programadas para más adelante en nuestro país. El 28 de junio tocarán en Leganés, el 29 junio en Vega de Espinareda (León) y el 7 septiembre en Mijas (Málaga), así que si tenéis la ocasión, aprovechadla.

Charlando con unos y con otros, echando unos cigarritos al fresquillo de esa noche (aunque parecía que había achantado bastante) en la zona de las palmeras que había justo al salir… se encontraba uno como en casa con tan buena gente, y en tan buena terreta. Gente habitual, prácticamente de todos los conciertos, y otros a los que hacía mucho, demasiado tiempo que no veía. Pero a la vez, también tenía unas ganas locas de que la marcha empezara. No podía ver el momento de estar frente a frente con una banda que tantos años se me ha resistido. Y es que lo de los Hellacopters es otro nivel. Una banda que fue la punta de lanza del renacimiento de ese sonido sucio, garagero y gamberro en tierras escandinavas, y que tras tanto tiempo, siguen siendo posiblemente los más grandes en su estilo. De las huestes del inconmensurable Nicke “Royale” Andersson nunca ha salido nada malo en estas casi tres décadas de existencia, y su regreso en el 2016 les volvió a encumbrar al estatus de las leyendas que, en verdad, nunca dejaron de ser. En septiembre del pasado año finalizaron una extensa gira, y unos meses después, ya les tenemos otra vez dando guerra, con la suerte de que hayan pasado por nuestro país, y concretamente, con el inmenso privilegio de tenerles aquí, en Valencia (segundo concierto de gira 2024), una cita que nadie en su sano juicio debería haberse perdido.

The Hellacopters:

No esperé mucho para entrar, pero fue demasiado. Mucha gente no se había movido del sitio, y ahora la zona del escenario estaba abarrotada hasta los topes. Peleé por encontrar un buen hueco… y a frotarme las manos esperando. En unos minutos, el escenario se teñía de profundas luces rojas para preparar el gran advenimiento de sus señorías The Hellacopters. La introducción, con el sonido de las aspas de un helicóptero, iba ganando en volumen, como presagiando la gran batalla que se iba a librar allí mismo, y de entre el impenetrable telón de humo que se había formado, los músicos salieron atacando sin piedad con Action de Grace, completamente enfurecidos, con muchísima hambre, y sobre todo, actitud, una actitud descomunal que fue la gran constante durante todo el concierto. Las teclas de Anders Lindström, desde el lateral del escenario, ya nos deleitaban las orejas, y ambas guitarras sonaban como un puto tifón, desgarradas, lacerantes, imponentes… aunque por desgracia, no todo estuvo ni mucho menos a ese nivel, y eso, aunque me pese decirlo, también fue una constante en el concierto. De hecho, la voz de su ilustrísimo Nicke ‘Royale’ Andersson se llevó la peor parte, junto al bajista Dolf DeBorst, cuyo instrumento llegué a escuchar con claridad en contadas ocasiones. Sea como fuere, aquello ya era imparable. Toneladas de Rock’n’Roll sin freno nos llegaban desde el escenario con The Devil Stole the Beat From the Lord, que a estas alturas, ya fue el primer subidón importante de la noche, con las primeras filas viniéndose arriba ante la desafiante mirada y actitud de Nicke, que se acercaba y alejaba del borde constantemente mientras escupía poderosísimos riffs junto a su compañero de armas LG Valeta.

Efectivamente, una verdadera lástima que al final el grandísimo Andreas ‘Dregen’ no pudiese estar allí, debido a que aún no se ha recuperado totalmente de su accidente. Una putada enorme, pensarán algunos, como yo mismo hice... aunque os voy a confesar algo: pronto se mitigó el dolor al ver en acción al barcelonés Valeta, una auténtica fuerza indomable de la naturaleza que ya había colaborado anteriormente con la banda en directo, y cuyo rodaje durante todo el concierto rozó la perfección más absoluta. Con Anders Lindström empuñando su aro, sacaban a la palestra Carry Me Home, otra triunfadora de esta primera parte gracias a esos demoledores riffs, en la que Andersson se lució cantando realmente bien (y vacilando que daba gusto verle). Ya desde el inicio, también pudimos comprobar que la coordinación con LG Valeta era total, apoyándose entre ellos, levantando sus mástiles al unísono, metiendo coreografías… Por primera vez, paraban el carro y Nicke nos dedicaba unas escuetas palabras con mucha chulería, presentando el nuevo single, Stay With You, que estalló triunfal, y no es para menos. A mí me parece todo un temazo, e incluso se vio a más de uno cantándola, al tiempo que sobre el escenario, predominaba la gran energía de Nicke y Valeta, codo con codo, desgranando ese ardiente solo y agitándose ambos como fieras. Lástima, repito, que la voz del sr. Andersson sonara tan rematadamente mal. Las guitarras, aunque muy potentes, también carecían del brillo que merecían. De hecho, muchas veces, incluso me costaba reconocer los temas hasta pasado un buen rato… Afortunadamente, al ser más pausada (y con una personalidad arrolladora), en So Sorry I Could Die, a Nicke sí se le escuchó bastante bien, y hay que decir que su performance fue pura pasión, desde su cantar, hasta su forma de tocar, un feeling acojonante para un tema que en absoluto me esperaba aquella noche. Fue, para mí, uno de los momentos más vibrantes y ensoñadores del show, con el teclista sin dar tregua en ese blues descarnado, y Valeta retorciéndose de gusto en su rincón. Para subir el pulso, nos tenían preparado uno de los grandes hits de su carrera.

Marcada inicialmente por las cuerdas de Dolf DeBorst, Toys and Flavors solo necesitó de unos segundos para enloquecer, literalmente, a toda la sala, que quemaba de intensidad, de saltos, de voces y de ganas de disfrutar a piñón fijo. Robert Eriksson a los palos hizo en ella una de sus mejores actuaciones de la noche, bordando cada compás y tocando con mucha rabia y entrega. A pesar del nefasto sonido, la verdad es que el ambiente era inmejorable, como también lo era el comportamiento de la banda. A esto, desde luego, no se le puede poner ninguna pega. Y para subir todavía más la tensión, al borde del infarto, nos estampaban en toda la cara ese Born Broke de su ópera prima. Nicke estuvo un buen rato pegado al público, provocando a gritos, y el resultado a esto fue otro fiestón de la hostia. Además, para más inri, el tema sonó ligeramente acelerado, marcándose Nicke y Valeta más coreografías con sus instrumentos, en una sincronía más que evidente, levantando palmas desde abajo, e incluso alargando el tema con una parte instrumental y tempos más espaciados, para finalmente rematarlo por todo lo grande. Pero a mí personalmente, si hubo un tema, aparte de So Sorry I Could Die, que me llegó directo al alma, ese fue Rainy Days Revisited. Las palmas constantes palmas del público, la figura de Andersson imponiéndose en primera línea de ataque, esa atmósfera tan increíble que consiguió crear gracias a los coros armónicos de Valeta y DeBorst… fue un momento realmente mágico y envolvente… pero poco después, The Electric Index Eel, nos haría cambiar de realidad con su tralla implacable, sucia, obscena y guitarrera como mandan los cánones, subiendo la temperatura hasta el infinito el guitarrista Valeta, que reventaba su guitarra sin dejar de retorcerse, desmelenarse y sudar hasta la última puta gota.

La sala entera ardía, y todo el mundo estaba volcadísimo con ellos, momento ideal para descargar uno de los grandes éxitos del, hasta ahora, último disco de estudio, esa Eyes of Oblivion que volvió a ponernos calientes como perros. Las estruendosas palmas de toda la sala acompañaban esa sublime melodía interpretada por Andersson (y bien acompañada también por las teclas), que empalmaron sin respiro, si no me falla la memoria, con Crimson Ballroom, en todo un alarde de energía desbordante, sobresaliendo aquí también las teclas de Lindström, que a ratos sí se escuchaban bastante decentes, y un final de escándalo, con Eriksson desquitándose a lo bestia con sus parches. Una pena que las luces fuesen tan inapropiadas (a lo que la altura del escenario tampoco ayudó), privándonos de muchísimos detalles si uno no estaba en la primera fila o tenía vista de águila. Tan solo los arpegios de Nicke dieron una pequeña tregua antes de la siguiente embestida, protagonizada por Everything's on T.V., cantándola este mismo con mucha entrega, doblando el lomo y apuntando alto con el mástil de su guitarra, en una muestra más de su inigualable actitud escénica. Valeta, que tampoco podía parar quieto, se dejaba el cuello en cada riff, y acompañaba con unos coros magníficos que le daban mucha vida a cada tema. En mitad de Soulseller vivimos una de las partes más salvajemente frenéticas del concierto, en particular, la del solo, con las luces parpadeando a toda hostia, el volumen a tope, y todos y cada uno de los músicos quemando el escenario, acercándose a nosotros, y haciéndonos vibrar con total intensidad, desmadre absoluto que no decayó ni un ápice en By The Grace Of God, otra de las más coreadas por el respetable, que a estas alturas, estaba completamente inmerso en la vorágine eléctrica que estos titanes estaban descargando sin piedad alguna, acompañándoles con gritos de ‘¡eh! ¡eh!’, con el puño en alto, y con una algarabía ensordecedora que llegaba a escucharse tanto como los propios instrumentos.

Una interpretación chapeau, teclas en su sitio, comportamiento de 10, guitarras furiosas… que nos dejaron exhaustos, aun a sabiendas que todavía quedaba una recta final por delante, que iba a ser de aúpa. Abandonaron, entre vítores, el escenario durante unos minutos, que se hicieron largos hasta la vuelta al ataque, radiantes de nuevo y directos a la yugular con la rotundamente triunfadora Hopeless Case of a Kid in Denial, el primero de los bises. Valeta y Andersson, para variar, dando el espectáculo, tirando de headbanging como si fuese el último día en la Tierra, molinillos con los brazos, zarandeando sus instrumentos como animales… una puta locura que muy acertadamente enlazaron con I’m in the Band, poniendo literalmente la sala patas arriba. Con la gente empapada en sudor y completamente enloquecida, ya os podéis imaginar el impacto que tuvo este tema, un hostiazo sonoro lanzado a matar. La Canal se inundaba de energía y pasión, el movimiento era perpetuo, tanto arriba como debajo del escenario, y además, la banda seguía en su empeño de hacernos colaborar, subiendo con ello los humos generales, como sucedió en la no menos brutal Reap a Hurricane, bordada por un inspiradísimo Robert Eriksson que no falló un solo golpe, y por esos teclados de Lindström que fueron un puntazo entre tanta electricidad cruda y primitiva. Hacían explotar el último cartucho de dinamita con la agresiva y guarrona (Gotta Get Some Action) Now, con la que nos dejaron la espalda molida. Me adentré casi a empujones hacia las primeras filas para vivir a muerte este momentazo, mientras el bajista DeBorst alzaba el vuelo junto a su compañero a las teclas, aportando también coros, la voz de Andersson sonaba más canalla que nunca, y los devastadores golpetazos de Eriksson ponían el resto. Incluso me quedé un buen rato frente al escenario, con la vana ilusión de que todavía volverían (tales eran mis ganas de continuar la fiesta), pero el adiós, esta vez, fue definitivo.

Nunca olvidaré esta, mi primera vez, frente a los grandiosos Hellacopters. Tras la descarga, escuché opiniones de todo tipo, sobre todo refiriéndose al sonido. A algunos incluso les gustó, supongo que dependiendo de dónde estuviesen situados, otros me dijeron que de las muchas veces que les habían visto, esta fue la peor… las luces, francamente, fueron un fastidio enorme, restaron muchísima visibilidad y detalle, y el escenario estaba tan bajo que si estabas un poco detrás, prácticamente solo podías ver a los músicos de cintura para arriba. Pero eso sí, en cuanto a comportamiento, modales y ACTITUD sobre el escenario, a mí me dejaron impresionado, y al final, eso es un aspecto clave en cualquier concierto, y más tratándose de una banda como esta. Respecto al setlist, también me encantó. Obviamente, dejaron muchíiiiisimos temas en el tintero, pero es que en una hora y cuarto de actuación tampoco cabía mucho más.

Así que, en términos generales, enormemente satisfecho, fue una noche que perdurará en mi cabeza durante mucho tiempo, y una espina del tamaño de un elefante que me quité, por fin. Además, una noche en la que no solamente pude disfrutar de dos conciertos de altísimo standing, sino que también me brindó el privilegio de ver a un puñado de colegas, nuevos y viejos. Nando y Marta, Yannick y Manu (dos de mis astros favoritos), Judith, Vicent, Félix, Mauricio, Paco Muñoz, la siempre espectacular Marta y su colega Borja (a quien tuve el placer de conocer allí), y a todos esos que siempre estáis en todas las movidas habidas y por haber ¡Se os quiere un puñao!

P.D. Gracias mil a Marta por traficarme algunas fotos para esta crónica.

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


The Hellacopters + The Peawees (Miercoles 29-05-2024, Sala Canal, Valencia)

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