Skiltron (acústico):
Apenas les había escuchado, pero bien merecía la pena darles una oportunidad, sobre todo en este formato que, según ellos, hacía 14 años ya que no practicaban. Y desde luego, les quedó de maravilla. Mejor escenario imposible, como digo, que ese telón de fondo con la majestuosa catedral para echarse unos bailes con temas como On the Trail of David Ross, que entretuvieron de lo lindo al personal. La formación en ese momento estaba constituida por el guitarrista Emilio Souto, el voceras Paolo Ribaldini, el bajista Ignacio López, y a la gaita, Pereg Ar Bagol. Se les veía muy contentos de tocar en nuestro país, aunque tuviesen que hacerlo bajo el ardiente sol y sin ningún tipo de telón superior. This Battle Is My Own y The Beheading volvieron a levantar unas cuantas palmas del público que les animaba constantemente. Especialmente en esta última, me molaron mucho los punteos acústicos de Emilio, que le dieron un rollo muy guapo y clásico al tema, junto a sus coros, y las gaitas de Ar Bagol, que sonaban bastante bien pese a las humildes condiciones. The Taste of Victory fue la que más me gusto. Gran curro de Ar Bagol en las gaitas, que le insuflaron mucha vida al tema, y con Paolo tocando también la guitarra para reforzar las melodías. Sorprendieron a todos con una versión inesperada (también en acústico, claro) del Rainbow in the Dark de Dio, dedicada a su recuerdo. Las gaitas aportaron ese punto personal, y hay que decir que Paolo Ribaldini lo hizo fenomenal cantando esas partes más jodidas. No vi mucho más, porque en ese momento, decidimos ir a llenar el buche. Lástima que no se me ocurriese hacer fotos, porque la panorámica era espectacular.
Y casualidades, acabamos yendo al Bar Casa Pancho, que ya visité el año pasado, donde fue un auténtico lujo probar una exquisitez tras otra de la gastronomía local, y de nuevo, junto a una compañía insuperable. Tras la comilona, Camilo y Eli, a quienes conocí allí mismo, se unieron a nosotros a la hora del café, resultando en más apetitosas conversaciones musicales. Lo dicho, gente de puta madre a cada paso que dábamos.
Temple Balls: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
La gran mayoría de aficionados al Hard Rock melódico disfrutamos de lo lindo en esta edición 2024 del festival, y el sábado, en concreto, era un día muy fuerte dentro de este rollo. Muchos ya teníamos la mirada puesta en las primeras horas de la tarde, cuando se iba a llevar a cabo la actuación de los finlandeses Temple Balls, toda una revelación a nivel personal en este cartel, que se marcaron un directo a la altura de las expectativas. A pesar de la temprana tarde y del calor, contaban delante con un público relativamente numeroso que se encargó de arroparles como se merecieron. Sin introducción, y sin florituras extra en el escenario, salieron a muerte, a hacer lo que mejor saben, temas muy adictivos salpimentados con grandes dosis de chulería. Arde Teronen, al micro, fue la estrella a la hora de subir los ánimos en los primeros temas, con su gorra, sus gafas de sol, y su gran simpatía, correteaba por el escenario, sonando ya Strike Like a Cobra, un tema potente, idóneo para abrir, y también para que la pareja de guitarristas se explayaran a gusto. El solo del guitarrista Jiri Paavonaho y los continuos movimientos de mástil de sus compañeros Niko y Jimi, continuaron calentando el ambiente, y llenando de actitud el escenario en Lonely Stranger, un estribillo que ya cantamos a unas cuantas voces. El vocalista supo conectar rápido, y nos mandaba guiños y sonrisas constantes, especialmente, cuando paraba a saludar, pero también durante temas como Hell and Feelin' Fine.
Sus compañeros a las cuerdas le echaban una mano con las voces, pero hay que decir que por sí solo, cantó bastante bien, y además, fue mejorando con el devenir del show. La aceleración, a mitad de tema, y en particular Jiri, que no dejaba de apuntar al aire con su guitarra, fueron detalles que levantaron también mucho movimiento. Se les vio muy orgullosos de su reciente disco, “Avalanche”, aparecido a finales del año pasado, del cual extrajeron la mayoría de temas que conformaron el setlist. Y he de decir que lo hicieron de lujo, ya que cada tema resultó más celebrado que el anterior, sobre todo, a nivel de colaboración en los estribillos. También iba ‘in crescendo’ la energía sobre el escenario, con el batería Antti Hissa abriendo para la cachonda Dead Weight, y nosotros siguiéndole el ritmo. Niko Vuorela se adelantaba hasta terminar apoyado en los monitores, chuleándose y marcándose el solo con su guitarra bien elevada. Continuaba la fiesta con otra de su “Avalanche”, Prisioner in Time, con mucho acento escandinavo en sus melodías, y muy buenos coros, tanto, que tengo dudas de si fueron cantados o disparados. Sea como sea, lo cierto es que cayó fenomenal entre el público, perfecta para encarar el final, que fue la mejor parte del concierto. Hubo también un solo, el que se marcaron a pachas entre Paavonaho y Vuorela, acompañados por Antti en la batería.
Fue entretenido y corto, y sin más preámbulos, reprendieron la marcha con Let's Get It On, de las más triunfales del concierto, en donde vimos la mejor versión de Arde Teronen, la más gamberra, y al mismo tiempo, la que mejor cantó, ayudado de nuevo por los coros de sus compañeros. Prolongaron el final para conectar todavía más con la peña, con un solo espectacular de Jiri, durante el cual, el vocalista nos provocaba y animaba hasta dar el estallido final. Más Hard Rock de influencia ochentera (para nuestro deleite), con Trap, de las más representativas del último trabajo, melodías facilonas y muchísimos cánticos desde abajo del escenario en uno de los grandes momentos del show, que también incluyó grandes sesiones de headbanging. Y no se detendría ahí el asunto porque con Bad Bad Bad, el fuego se avivó aún más, sobre todo en las primeras filas, que saltábamos y gozábamos a tope de cada riff y de su simplón estribillo. Ambos guitarristas hacían suyo el escenario en ella, sacando a relucir todo su catálogo de poses y movimientos, y claro, esos coros 100% ochenteros. Lo que faltaba ya, para terminar bien a gusto, era que las nubes taparan el sol, y un trallazo de su “Pyromide” llamado Thunder From the North. Tanto Jiri, como Niko y Jimi, se acercaban hasta el borde para lucir palmito, y con gran actitud, nos regalaron esos últimos riffs y solos. También decir que Arde Teronen apretó más que nunca con esos agudos, y le quedaron de perilla. Un concierto divertidísimo, de los que no te dejan parar un solo segundo aunque quieras, muy enérgico y con mucho descaro por parte de sus músicos, que se me hizo terriblemente corto. Así pues, habrá que repetir lo antes posible con ellos.
Como ya vi un fragmento del concierto acústico que dieron Skiltron bajo el amparo de la catedral, y tampoco es que su estilo me vuelva loco, hice aquí un pequeño descanso para refrescarme la garganta y buscar a unos cuantos colegas que a buen seguro andarían por allí. Me encontré, y fue un verdadero placer, con dos grandes como Diego Sixx y Ana, con quienes tuve el placer de charlar un ratito, y ya de paso, quedar en vernos en el próximo Lion Rock Fest. También me crucé con el omnipresente José de Vallecas (siempre una alegría), y Raúl, un colega con el que compartí también parte del Rock Imperium.
Vhäldemar:
No por haberles visto ya en incontables ocasiones, los de Barakaldo dejaron de ser uno de los principales atractivos de aquel segundo día. Precisamente por ello, la confianza que me inspiran es total, sabiendo de antemano que van a reventar cualquier escenario que se les ponga por delante. Pero incluso teniendo esto en cuenta, lo que hicieron en este Zurbarán fue de otra puta galaxia. En el escenario había paneles con iconografía de la banda adornando el escenario, y la pantalla bien grande de fondo para recibirles por todo lo alto. Puntuales, saltaron ya muy, pero que muy venidos arriba, siendo conscientes del escaso tiempo del que iban a disponer, y dispararon a matar con Dreambreaker. Y fue como un chorrazo de adrenalina sin control que nos enajenó a todos inmediatamente. El volumen era extremadamente agresivo (de los más altos de todo el festival), y la potencia con la que sonaban todos los instrumentos era un buen presagio. Carlos Escudero, como él dice, iba literalmente a muerte. Ataviado con la chupa y las gafas de sol, y con su habitual arrogancia encima del escenario, no dejó piedra sobre piedra ya desde el primer tema, y los fogonazos que emergían tras ellos no hicieron sino calentar todavía más el ambiente. A piñón fijo, arremetían con Devil’s Child, también de su aclamadísimo “Sanctuary of Death”, que nos enganchó a cantar ese estribillo heredado del Power europeo. Raúl fue uno de los músicos que más envalentonados salieron a escena, y mientras nos flipaba con sus constantes punteos, su velocidad y gran técnica, se dejaba el cuello a base de headbanging, denostando una pasión y unas ganas infinitas.
Y con esa energía tan arrasadora, también escuchábamos las ostentosidades del gigantesco Pedro J. Monge, y la atronadora batería de esa mala bestia llamada Jandro Tukutake, que pusieron el resto. Solo os digo que, tras el segundo tema, todo el Zurbarán se deshacía en gritos, oes, y reverencias hacia la banda, con un estruendo y un ambientazo que daba miedo verlo. Carlos esta vez contuvo su humor corrosivo (en la medida de lo posible jeje) para centrarse en el concierto, en tirar de esa infinita chulería natural que posee, y en cantar de auténtico lujo, desmangándose a lo bruto antes de ponerse a gritar con Metalizer. Absolutamente todo el parque se convirtió en una marea de headbanging, sudando la gota gorda, al tiempo que el vocalista se nos acercaba hasta el límite del escenario, bravucón, intimidante y siempre 100% auténtico. Pedro Monge no necesita más presentación que decir que es uno de los mejores guitarristas de este puto país, y se salió de madre con sus fastuosos solos y su actitud de acero. Agradecimiento, a continuación, por parte de Carlos que, botella de Jack Daniels en mano, ya levantaba algunas carcajadas, y daba algunas hostias con el palo de su micro, como seguiría haciendo en Death to the Wizard. Uno de los aspectos que más han ido mejorando en sus discos son los coros, y a cuatro voces, aquí sonaron de escándalo, épicos y altivos. Más fogonazos, esas cuidadas armonías entre Pedro y Jonkol a las teclas, y el bajo de Raúl por los aires, dieron paso, tras un contundente ¡¡A MUERTE!! exclamado por Carlos, a la séptima parte de la saga Old King´s Visions.
El doble pedal de Jandro fue pura aniquilación para nuestros tímpanos, y la guitarra de Pedro nos ametrallaba a destajo, nos estaban volviendo locos, y sabedor de ello, el vocalista esgrimía en su rostro esa sonrisa tan mordaz que le caracteriza, daba vueltas, se arrodillaba, gritaba como un poseso... Y lo mejor de todo es que nada es fingido ni artificial, ni en sus gestos ni en sus poses, todos ellos disfrutan con lo que hacen, lo viven al 100%, y como tal, lo transmiten. Y así no se puede fallar. Continuaban con la favorita del Sr. Escudero, The Old Man (“Shadows of Combat”, 2013), en donde se le adivinó una implicación muy especial. Sin pensarlo dos veces, bajó al foso, y luego fuera de este, se dio un garbeo entre nosotros mientras cantaba, y se encaramó a la plataforma frente al escenario, aprovechando para presentar a la banda con sus clásicas locuras y barbaridades que casi me descuajaringan de risa. La hostia, pero qué tío más animal. El concierto se me estaba pasando rapidísimo, y más teniendo el placer de compartirlo con mi amigo Popi, codo con codo. La intensidad de este crecía hasta límites insospechados, y casi en su clímax, las miradas se centraron en el gran Jonkol Tera, que no solamente marcó las teclas de Vulcano, épica intro que precede a la descomunal Howling at the Moon, sino que también salió a cantarla con una calidad vocal admirable. Jandro no daba tregua con sus ritmos asesinos y ese desquiciante doble pedal.
Pedro recogió también miradas y vítores por su increíble solo, y Raúl se empleaba a fondo con su molinillo, antes de cantar él mismo las últimas estrofas. ¡Y cómo gritaban esas guitarras en Dusty Road!… ¡acojonantes! con mil detalles en ellas, al tiempo que Carlos grababa con el móvil el desmadre que habían desencadenado. La sacada de polla de Pedro con ese virtuosísimo solo final… de órdago. Ver para creer cómo toca este tío, ya sea en solitario, o marcándose una carrera de notas a toda pastilla con su compañero Jonkol, que no le va a la zaga precisamente, como sucedió en 1366 Old King's Visions (Part V). En medio del frenesí, Carlos lanzaba a tomar por culo el soporte del micrófono, arrasando con todo lo que pillaba a su paso, y gritando como una bestia. Con el Zurbarán a punto de explotar, solo faltaba el chispazo que supuso esa Energy, y los buenos lingotazos que el cantante repartía entre las primeras filas, guardándose uno para echárselo sobre la cabeza, para a continuación, volverse completamente loco. Loco, como todos nosotros lo estábamos: headbanging, gritos, palmas, saltos… y por si fuese poco, Pedro y Raúl intercambiaron sus instrumentos, marcándose el bajista un solo de guitarra que nos dejó con la boca abierta. Carlos empuñaba el bajo, no con tanta maestría, pero eso sí, con cachondeo a raudales, que puso un punto y final de lo más descacharrante a un fiestón que nos voló la puta cabeza. De nunca olvidarlo, vaya nivel, damas y caballeros. HEAVY METAL en su más puro significado.
Crashdïet: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Si tuviese que mencionar una banda por la cual este Zurbarán Rock lucía irresistible para mí, sin duda mencionaría a los suecos Crashdïet. No es una banda que se deje caer excesivamente por nuestro país (aunque lo han pisado ya en varias ocasiones), y además, sus directos son sinónimo de fiesta y desparrame, y con esas credenciales, a ver quién es el guapo que desprecia un buen concierto de puro Sleaze Rock, del que tampoco abunda demasiado en los festivales nacionales. Los suecos fueron, junto a otras bandas como Hardcore Superstar, Crazy Lixx o Babylon Bombs, una de las cabezas más visibles de los inicios de la llamada “New Wave Of Swedish Sleaze”, a raíz de la cual llegaron muchísimas más. Su apariencia cercana al punk, sus letras socialmente incorrectas, y su música, que tomaba inspiración entre el Punk, el Rock’n’Roll y el Hard Rock americano de los 80, crearon una verdadera escuela que sigue siendo muy fructífera a día de hoy. Así que, entre otras cosas, fue un gustazo para mí tenerles delante una vez más. Con la mitad de la formación casi recién estrenada, se presentaban con una introducción disparada que ya atraía tanto a curiosos como a fans, y desde luego, atacaron muy fuerte desde el principio, con Knokk 'em Down, y con toneladas de descaro.
John Elliot, que tan solo lleva unos meses en la banda, comenzó algo frío, pero a base de manejar el palo del micro, acercarse hasta nosotros, y subir las pulsaciones en esa recta final acelerada, consiguió ir metiéndonos en cintura poco a poco, aunque tengo que decir que todavía no le termino de encajar del todo en la banda. Riot in Everyone sonó, quizá, demasiado pronto, tratándose de uno de los grandes himnos de la banda, y no resultó tan triunfal como esperaba, a pesar de tener una buena ejecución. Elliot no consiguió bordarla del todo, costándole demasiado algunas notas, y aunque nos robaron las primeras palmas, y los hermanos Martin y Michael Sweet sí estuvieron magníficos, aquello no terminaba de reventar. Tal vez se debiera al sonido, bastante inestable y poco compacto, que apagaba un poco los temas. La suculenta Cocaine Cowboys ya fue otro cantar, enganchando más a todo el mundo, y con un nivel superior en todos sus músicos, mostrándose Elliot ya más metido en el show y más solvente en lo vocal. Afortunadamente, salvo el tema de la ecualización, a partir de entonces todo fue hacia arriba, y lo tuvieron casi todo a su favor. Había bastante gente viéndoles, y era la hora perfecta para disfrutar de su rollo. El cantante saludaba con un simple, breve y directo ‘Hola’, para presentar Together Whatever, que funcionó en directo como la seda, enaltecida aún más por esas poses del bajista Peter London, que lleva con ellos desde sus inicios.
John salía y entraba del escenario en las partes instrumentales, pero volvió hasta nosotros para hacernos gritar a su son, justo antes de Rust. Aquí los coros (una parte muy importante del tema), quedaron bastante bien, y el guitarrista Martin Sweet acaparó muchas de nuestras miradas por su energía y su descocada actitud. Este mismo abría con sus cuerdas para Native Nature, de uno de mis discos favoritos como es el “Generation Wild”, clavando el solo, e interactuando con su amigo Peter en medio del escenario. El bajista, por su parte, se acercaba a la batería de Michael Sweet (también nuevo en la banda) para lanzarse unas miradas de complicidad, antes de volver a primera línea para seguir pisando las cuerdas en It's a Miracle, cuyo estribillo tan melódico descolocó un poco. Con el escenario a media luz, era el turno de Chemical, tras la cual, las luces se apagaron del todo y el escenario se vació. Pero todavía quedaba cosa gorda antes de concluir. Con todos los músicos mirando hacia el batería, hicieron estallar el escenario con un temón de la talla de Breakin' the Chainz, con la que me volví loco gritando el estribillo, y viendo cómo Elliot pateaba los monitores, ya completamente sumergido en el concierto.
Sin duda, el gran clímax del concierto, que continuaría rodando con dos temas del “The Unattractive Revolution”, In the Raw, y Falling Rain. Peter y Elliot se convertían en los amos absolutos del escenario, uno dando bandazos a su melena, y el otro acercándose cara a cara con nosotros, mucho más confiado que al principio. Por su parte, Michael lo pasaba en grande, disfrutando más y más de cada tema, y haciendo numeritos con el bajista. John arrojaba una botella al público (con poco cuidado), y en ese momento empezaban Queen Obscene / 69 Shots, otra con la que todos lo pasamos de miedo, y la potente We Die Hard, aunque esta última quedó deslucida por unos coros pobremente ejecutados, que sonaron de pena. Algún problemilla tuvieron con la guitarra, pero nada grave, porque en la bestial Generation Wild sonó realmente eléctrica y potente. Puede que le faltara más grosor en las voces, o un sonido de batería más contundente, pero lo que no se puede negar es el desmadre que levantó John Elliot bajándose al foso para cantarla con nosotros. Otra gran triunfal del show, y la que le puso el punto y final. No podría decir que fuese exactamente el gran show que deseaba… pero igualmente, lo pasé de lujo, y me dejó muy grandes momentos con su fogoso setlist.
Supremacy: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
En países sudamericanos como Colombia, abundan géneros como el Heavy clásico o el Metal extremo en general, pero si indagamos en otros como el Rock melódico, ahí la cosa ya se presenta más escasa. Supremacy es, sin duda, una de las bandas más representativas en su país dentro de estas tesituras musicales, y en este caso, al menos para el que suscribe, uno de los caramelos más apetitosos de todo el cartel. Aquella noche, aterrizaban en Burgos para cubrirlo todo de terciopelo y luces de neón. Lo cierto es que sufrí una decepción cuando vi en los horarios que actuarían en el escenario pequeño, y pensaba que eso llegaría a arruinar su actuación. Sin embargo, al final, es un detalle que no ha hecho sino aumentar mi respeto por esta banda, al ver lo maravillosamente bien que defendieron sus temas, sin dejar de lado su increíble técnica musical y su infinita elegancia, en un espacio tan reducido. Tanto por el setlist que tocaron, como por su porte en el escenario, la compenetración que demostraron, o por cómo supieron engatusar a los asistentes a base de calidad pura y dura, para mí este concierto fue un tesoro, y sin duda, uno de los cinco mejores de todo el festival. Desde el principio ya vimos grandes muestras de afecto entre ellos con esos abrazos, como si no hubiese nadie alrededor. Y una vez se pusieron en acción… brillaron con la luz más cegadora, hasta el mismo final.
El año pasado lanzaron su tercer trabajo, “Influence” (sin duda, el mejor de su carrera), y en él basaron mayormente su repertorio, abriendo fuego con Passing Through. Sorprendentemente, el sonido era muy superior a lo que imaginaba. Aun con algún pitido al principio, los instrumentos se escuchaban muy claros, las voces con mucha calidad, y la batería contundente y limpia. Mucho mejor que muchos de los grupos del escenario principal, de hecho. Con ella, empezaba a desatarse la bestia Pauls Saint-Lyonne, ofreciéndonos ya unas virguerías que nos dejaron impresionados. Y solo era el principio, que continuaron con un temazo descomunal llamado Sirius, uno de los singles del “Influence”, que me tiene enamorado. La gente andaba algo despistada y estática, a pesar de que la calidad musical de la banda era incontestable, pero poco a poco se ganaron a más ‘creyentes’. La elegancia en las guitarras de Dani Acosta, sus movimientos, su forma de tocar… fueron sublimes, pero también su enorme pasión a la hora de interpretar los temas, dejándose la melena en cada compás junto a Pauls. Y a pesar de que a su instrumento le faltó algo de definición sonora en algunos momentos, esto no deslució el conjunto en absoluto, y mejoraría con cada tema. Y si bien al vocalista Gus Monsanto se le vio un pelín forzado en las partes más altas, en unos minutos ya daría el 100%.
Fue este último quien se dirigió a nosotros, y pese a que no es su idioma nativo (es brasileño), habla español con bastante soltura. Su presencia se fue haciendo más grande conforme caían cortes como No One Like You, cada vez más teatral y más poderoso vocalmente, luciéndose con un rango y un timbre maravillosos. Las ostentosidades de Pauls también cogían vuelo, tocando las cuerdas por delante y detrás del mástil, golpeándolo, metiendo un tapping súper fluido… Otro de los grandes regalos del show fue My Time. Su melodía nos elevó muy alto, destacando especialmente las partes de Dani Acosta y su pulida técnica. Tras ella, llegaron los primeros aplausos ‘serios’, y muchos de los que no les conocían empezaban a darse cuenta realmente de la bandaza que tenían delante. En lo que a los músicos respecta, el entusiasmo que ponían era más que evidente, tirando continuamente de headbanging, y detrás del todo, un batería como Diego Acevedo, con una pegada considerable. Pauls se quitaba las mangas a continuación para darle cancha a Mr. Big Shot, que en su disco grabaron con el mismísimo Bruce Kulick. Se agachaba, se nos arrimaba, golpeaba su bajo… un verdadero torbellino que nos metió el fuego en el cuerpo. Puesto que iban algo escasos de tiempo (por desgracia…), no lo desperdiciaron en absoluto, aprovechando Sin Paradise para presentarse a través de Gus, y seguir dejándonos atónitos, con ese solo rebosante de pasión.
En este punto, ya se puede decir que la gente estaba mucho más animada que al principio. Y más que lo estaría. Su música bebe, fundamentalmente, del AOR y el Hard Rock más sedosos, con influencias que van desde Journey a FM, pasando por Mr. Big o Mark Free. Por ello, nadie esperaba que se saliesen de ese marco para rendir homenaje al gran Dio con su versión del Rainbow in the Dark, que Gus, con un tono de voz perfecto para ella, bordó hasta los topes, mereciéndose hasta el último de los aplausos que le brindamos. Incluso la batería de Acevedo sonó más dura que nunca, y más virtuosa, si cabe. Ahora era Pauls quien se dirigía a nosotros en español, agradeciendo a la organización y al público el calor recibido. Tanto este como su compañero fundador, Dani Acosta, terminaron deslumbrándonos en Indigo Children, con unos punteos frenéticos, arrimando hombros por primera y última vez en el concierto, dejándonos pasmados ante tanto virtuosismo y elegancia, y culminando la faena con un solo prolongado que dejó el pabellón altísimo. Obviamente, lo peor de este concierto fue su duración, y la chatarrera iluminación, aunque no se pudo hacer más con los medios de los que se disponían. Por mi parte, mil gracias Zurbarán Rock por acercárnoslos por primera vez a España. Fue un privilegio inmenso poder verles en directo.
Sonata Arctica:
Otra banda que he visto en varias ocasiones ya, con la diferencia que estos nunca me han llegado a convencer en directo. Y francamente, si no lo hicieron a mediados del 2000 cuando les vi por primera vez, en la que para mí fue su mejor época… difícilmente lo iban a lograr en esta. De hecho, ni siquiera pensaba verles, y aprovechar ese ratito para descansar y cenar tranquilo. La cosa es que, escuchándoles a cierta distancia, los temas me fueron enganchando, y me fueron levantando la moral de nuevo. La happylonga First in Line (que sí me recuerda a sus primeros tiempos, aunque pertenezca a su nuevo “Clear Cold Beyond”), seguida de otras como Dark Empath o la menos agraciada I Have a Right, sonaron bastante bien, y congregaron a toda una multitud que se apretujaba para verles. En este sentido, desde luego, fue uno de los conciertos más queridos del festival. Así pues, me acerqué ya con The Wolves Die Young, y busqué un sitio para verles bien pero sin agobios. Desde allí confirmé que el sonido era bueno y sólido, bastante Heavy, aunque con puntualizaciones. Los finlandeses fueron cogiendo carrerilla ante tanto apoyo por parte del respetable, y su eterno vocalista, Tony Kakko, nos brindaba unas frases arrodillado en Broken. Justo arriba, en las plataformas, Henrik Klingenberg empuñaba su keytar, lo que siempre mola, y le daba libertad para moverse a gusto.
Otra del último disco (vaya, tampoco estuvo mal) como California, con batería a saco a cargo de Tommy Portimo, un buen duelo de cuerdas y teclas, y luces parpadeantes, continuó haciendo las delicias de sus mejores fans, y empalmó con otra nueva, Angel Defiled. Y si bien el tema no me dijo mucho, dio de sobra para que el público participase con sus cánticos, y el bueno de Elias Viljanen se marcase un solo muy acelerado que subiría la temperatura. Aunque para mí, el bajón de Tallulah supuso un excesivo contraste. Bonita, con unas teclas que brillaron con luz propia, y mucho feeling en la voz de Kakko y en el solo de Viljanen, pero no muy adecuada para esas horas de la noche (al menos, en mi opinión). Por otra parte, si atendemos a la ovación que recibieron, parece que en general gustó mucho. Estaba a punto de volver a retirarme, cuando las primeras guitarras limpias de Replica me pararon los pies de golpe. El humo del escenario, y la cadencia del tema conjuntaron perfectamente, ganando fuerza a mitad con un gran trabajo por parte de la base rítmica, formada por Tommy Portimo y Pasi Kauppinen. No perdió ni un ápice de emotividad en directo, pero mejor todavía fue esa cabalgante FullMoon, casi empalmada sin respiro. Tony se comportó genial a nivel vocal, y Elias estaba atento a todos nuestros gestos, asomándose desde el escenario. Por supuesto, fue un rotundo triunfo. La peña cantaba tanto que hasta la banda paraba de tocar en seco para escucharnos gritar aquello de ‘runaway, runaway, runaway!’.
La cosa se había puesto muy interesante en la recta final. Antes de proseguir, el cantante se entonaba con nosotros unos fraseos, con unos tonos casi operísticos, para que le siguiésemos en ellos. No esperaba sorpresas… y sin embargo… The Cage fue, sin duda, una de las más grandes, y no solo del concierto, sino de todo el festival. Hablamos de mi tema favorito de toda la discografía de los Sonata, y hacía, concretamente, 16 años que no la veía en directo, así que como podréis imaginaros, de repente me emocioné con el headbanging como si me hubiesen enchufado a la corriente alterna. La excelente coordinación y virtuosismo de Henrik y Elias nos hicieron vibrar a lo grande, y en la parte negativa, me sonó un poco bajada de tono, con un Kakko justito en los agudos, falta de volumen en los coros y con el final cambiado, saltándose ese subidón final, algo que la desgració un poco… pero aun así… ¡¡me alegó muchísimo volver a escucharla :D!! Ya atisbándose el final del concierto, Kakko se dirigía al público, en un gesto muy honrado y humilde, para pedir todo el apoyo posible a los conciertos, tanto de bandas pequeñas como grandes. A todos los presentes, nos dedicaban Don’t Say a Word, que puso a todo el recinto inmediatamente a botar (también lo hacía Kakko), alentados por un solo impecable y el bajista Pasi Kauppinen dejándose la melena como nunca. La despedida fue más o menos original, buscando la interacción con el público, pero me resultó un tanto pesada, y me fui con la música a otra parte.
Jenner: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
A parte de los colombianos Supremacy, había otra banda que aquella misma noche haría su estelar debut en nuestro país. Desde Serbia, con su Thrash lleno de mala hostia y mucha hambre de escenario, se presentaban por primera vez, en formato power trío, Jenner, una formación que ya ha empezado a resonar fuerte en los circuitos del género, y cuyos trabajos de estudio han suscitado críticas realmente positivas. Además, para el último de ellos, han firmado con Fighter Records (sello que dirige el gran Dave Rotten), lo cual probablemente ha sido uno de los desencadenantes para acercarse por estas tierras. Mucho antes de empezar el concierto, estando todavía la actuación de Daeria en marcha, hicieron una pequeña pero estruendosa prueba de sonido. La cosa pintaba pero que muy bien, y casi a las 2 de la madrugada, siendo esta ya la última actuación de la noche y del festival, estas tres diablesas con mirada angelical se encargarían de que nos fuésemos a dormir con el cuello desencajado. Arrancaron a destajo con Prove Them Wrong, con las tres músicos trasladándonos su entrega y toda la furia de su música. Buen comienzo en el que faltaron por pulir algunos detalles, pero fue una buena muestra de su ‘medicina’. Aleksandra Stamenković, guitarrista y voz cantante de la banda en todos los sentidos, estuvo tan simpática y encantadora al comunicarse con nosotros, como letal cuando empuñaba y zarandeaba su guitarra, y es algo que continuó demostrando en Factory of Death, mientras su compañera Marija Dragićević machacaba a gusto la batería. Lo cierto es que Aleksandra canta de miedo, dominando multitud de registros que, además, son poco habituales dentro del Thrash espitoso que practican, desde aquellos más ásperos hasta gritos extremos o tonos mucho más melódicos, incluso suaves.
Y teniendo en cuenta que no es la cantante nativa en la banda (puesto que ocupó Anđelina Mitić hasta 2019), la cosa tiene más mérito todavía. Presentaba ella misma su último CD, del que descargarían unos cuantos cortes, incluyendo la siguiente Not Even You. El castigo a parches y platos seguía subiendo de intensidad, y cuando la batería se quedó sola, lanzamos al aire unos cuantos ‘eh, eh’ para seguirles la fiesta. Por suerte, contaron con un sonido bastante bueno, si acaso, con la voz principal algo difuminada. Las no menos tralleras Hear the Thunder Roar, de su primer disco “To Live Is to Suffer”, y The Test of Time, consiguieron que todo el mundo despertase definitivamente, gracias a una ejecución tan mortífera como apasionada. Les costó un poco, y no sería por falta de agresividad o ímpetu, sino por las intempestivas horas y el cansancio que llevábamos encima. Pero doy fe de que lo consiguieron, y en un momento, ya tenían mil manos en el aire apoyándoles, y otras mil cabezas que no paraban con el headbanging. Aleksandra, por cierto, se dirigía a nosotros en todo momento con un español más que aceptable, que fortaleció aún más la relación público / banda. Para dar un toque de variedad, invitaron a un amigo a cantar este último tema, y si no me equivoco, fue Emil Ivošević, vocalista de la banda Sigma Epsilon. Lo que sí me rompió los esquemas es que la dedicasen…¿al modelo de Volkswagen de un amigo? Sea como sea, la buena combinación de voces entre Emil y Aleksandra, y una humareda asfixiante que invadió el escenario, dieron paso a la mala leche de Eye for an Eye, con esos riffs tan a lo Exodus.
No sé si fue cosa mía, pero noté que el volumen del bajo subió una barbaridad en ella. Hablando de esto, me gustó también la forma de tocar de Anja Mirković. No es una bajista especialmente técnica, pero sí muy pródiga en punteos. Con su mejor sonrisa, Aleksandra seguía presentando los temas, ganándose nuestro afecto y nuestro headbanging con la más pesada Down in the Pit o On the Judgement Day, que arrancaba con un grito desgarrador, y nos trajo varios solos en el mismo tema, breves interacciones entre sus componentes, buenos coros por parte de Anja y sobre todo, matraca por un tubo. Night Without Dawn fue una de mis grandes favoritas del setlist, sobre todo debido a esa melodía vocal perfectamente interpretada por Aleksandra, que ostentó una gran facilidad a la hora de cambiar de registro. Se acercaba el final del concierto (¿¡ya!?), y para no perder el calor, la frontwoman nos ponía a prueba, haciéndonos corear el estribillo de Never Say Die antes de emprenderla con sus riffs, acercándose hasta el borde del escenario y apoyando el pie en los monitores con mucha actitud. También vimos aquí a una entregadísima Anja, que cogía carrerilla para el gran final, y a Marija, metiendo multitud de detalles y cambios en los ritmos. Llegaba el momento de saludar a todo el mundo, y de despedir el festival por todo lo alto. Y de hecho, así lo hicieron con una bestialidad de tema llamada Demon’s Call, el más rápido y brutal de la noche, que nos dejó las vértebras derretidas, mientras Aleksandra, de rodillas con su guitarra, se regocijaba en aquellos momentos finales de pura devastación sonora. Fueron aclamadas con una gran ovación, mientras las tres en línea se echaban la clásica fotofinish con nosotros.
Y de esta forma, a tralla viva, y con la despedida de las de Serbia por la puerta grande, la séptima edición del Zurbarán Rock tocaba a su fin. Una edición que he disfrutado con muchísima intensidad en todos los aspectos, y que no ha hecho sino enamorarme todavía más de este entrañable y hermoso festival. Muchísimas gracias a mis amigos Popi, Alan y Pedro por su compañía, bondad y comprensión, a la gente que estuvo día y noche currando tras las barras y en la zona de prensa, y que tan bien nos trataron, y especialmente a la organización y asociación Metal Castellae por montar algo de tan enorme envergadura, tan bien hecho, y de carácter gratuito.
P.D. Mil gracias también a Pedro y a Alan por sus fabulosas fotos, que son la mayoría de las que podéis ver aquí abajo.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
Zurbarán Rock (Sábado, 13-07-24, Parque de San Agustín, Burgos)
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