
A eso de las 12:00, cogí lo justo y salí pitando de casa hacia Aspe, para poco minutos después, encontrarme con mis colegas, que fueron la compañía perfecta para disfrutar de aquel acontecimiento entre fans. Bebimos y papeamos a gusto, charlamos, escuchamos música, y sobre las 18:00 de la tarde, entramos a la sala La Fábrica para el concierto a cargo del grupo de versiones Oración, que nos alegraron la tarde tocando temas de todas las épocas de los Héroes, incluidas algunas poco habituales en los repertorios de antaño como Rueda Fortuna, La Apariencia no es Sincera, o Los Placeres de la Pobreza. Lo hicieron realmente bien, y subieron a varios invitados, en las aproximadamente dos horas de actuación que pude presenciar. Ya medio afónico (me reservé la voz justa para el siguiente concierto, jeje), me despedí de mis amigas y fui tirando hacia Platja de Sant Joan, buscando la sala Confetti donde tendría lugar el bolo de Corazones Eléctricos.
Aparcar fue una jodida odisea, no pensaba yo que a estas alturas del año todavía habría tanta gente de fiesta por esa zona. Una movida a saco de pija, que esquivé con la mayor prisa posible hasta llegar al garito (que tampoco se quedaba atrás…). Lamentablemente, con todo el rollo de aparcar -como 20 minutos dando vueltas-, me perdí la mayor parte del concierto de Malditería, la banda que actuaba en calidad de teloneros. Una verdadera lástima, porque me estuve ‘trabajando’ sus dos álbumes toda esta semana, y me acabaron gustando bastante, con mucho estilo propio a caballo entre el Rock clásico de los 70, el punk (tanto extranjero como estatal) y algún retazo de british pop.
Malditería:
Al menos, pude catar sus ganas y su empuje encima del escenario, y cuando llegué, tenían a la peña bastante entusiasmada, cantando las últimas estrofas (si no recuerdo mal) de Contratos de Viernes Noche, el tema que da nombre a su último trabajo de estudio hasta la fecha. El vocalista y rítmica ostentaba una guitarra de lo más clásica, guapísima y espectacular, que me encantó. Pidiendo colaboración en este último tramo, se sacaron de la manga un cover que me sorprendió mucho, tanto por elección como por interpretación, que casaba perfectamente con el sonido y espíritu alborotado de la banda, esa Are You Gonna Be My Girl de los australianos Jet, a toda pastilla y con la distorsión muy bien medida, empleándose a fondo su batería Joan Bernabéu con los distintos registros del tema. Los ánimos se veían muy crecidos, y Arturo Bornay, su frontman, pedía dar el resto con la siguiente y última canción, la cañera y gamberra Solo quería jugar. Junto a los constantes punteos de Raúl Egido a la guitarra solista, y el acompañamiento de graves por parte del bajista Nando, dieron un buen acelerón a esa parte final para alimentar aún más el frenesí entre la peña, que les estaba disfrutando a tope. Tras despedirse de nosotros, sonaba disparada Apuesta por el Rock & Roll en versión Héroes del Silencio, en clara referencia a aquel Día H.
Parecía que la cosa iba bastante rápida, y pasados unos minutos, los Corazones Eléctricos se afanaban por ir colocando y ecualizando sus instrumentos sobre el escenario. Con inmensas ganas de volver a verles, salí del lugar antes de que arrancasen para echar un pitillo bajo la todavía templada noche de Sant Joan, cuando debían ser alrededor de las 22:00. Todavía más gente empezaba a reunirse frente al escenario para la ocasión, un ambiente algo distinto a lo que habitualmente suelo ver en un concierto, pero muy buen clima y mucha ilusión de verles en acción, en términos generales. El local, pijo a más no poder, iba a caer por segunda vez aquella noche en las garras del más afilado Rock’n’Roll, y por suerte, no tuve que soportar demasiado mi propia impaciencia.
Corazones Eléctricos:
El conjunto se posicionaba ya sobre las tablas, y al grito de ¡adelante!, empezaron a toda mecha con Por ti, con la fuerza y la inmediatez habitual con que la banda se hace siempre dueña del escenario. Por desgracia, faltaba mucho volumen y potencia en la guitarra. El concierto no estuvo exento de ciertos problemillas técnicos en su inicio, pero se fueron solventando sobre la marcha. Los detalles en los platos a la batería de la nueva incorporación al conjunto, Joan Chilet, ya me pusieron sobre aviso de que estaba ante un batería de muy alto nivel, quien a golpetazo limpio, arrancaba seguidamente Cama de Faquir. Pese a que el micro todavía no sonaba con el volumen adecuado, pude apreciar cómo la voz se iba calentando poco a poco, eludiendo tan solo algunos tonos difíciles con la gracia y maestría de alguien de su estatus. Cimarrón fue el primer tiro en sonar de ese grandioso “De Amor y Rabia”, un trabajo que después de muchos meses, todavía no puedo dejar de escuchar, y cada vez me atrapa más. En ella se hizo patente ese camino más directo y visceral que el artista ha tomado en este último disco. Un corte que me toca la patata pero a lo bestia, y que se ganó un clamoroso aplauso, aunque el sonido seguía sin ser perfecto. Mostrando su malestar por ello, y cansado de llamar la atención al técnico, el cantante decidió tomarse la justicia por su mano dándole un buen pellizco al volumen de su ampli… ¡y joder, ahora sí!
Como por arte de magia, a partir de ese momento todo empezó a sonar realmente bien, con una mezcla homogénea de pura contundencia y electricidad que se nos metió hasta los huesos. En las Estrellas, por tanto, fue como un nuevo inicio, con todo en su sitio, y Pau soltando cada vez más ese nervio incontenible, acercándose y saludando a sus compañeros con la mirada, y continuando con esa clase salvaje marca de la casa. Más gente entraba y se quedaba a disfrutar del concierto, incluso aquellos que por atuendos no parecían tener demasiado vínculo con el Rock. Siguiendo por esa senda más intimista, Sueño de una Noche de Verano presentó en todo su esplendor contrates entre sonidos más acústicos y ruidosos, así como una destacable sección de bajos que fue perfectamente llevada por otro músico que recientemente subió al barco, Juan Fortea. Su relativo estatismo en la primera parte del concierto fue sobradamente compensado por una técnica fenomenal, donde también salta a la vista que es otro músico de primera división, ideal para completar la formación. Corazones Eléctricos siempre tuvieron en su seno auténticos musicazos, y esta no iba a ser la excepción. ¡Vamos a bailar un poco!, gritaba el vocalista, antes de emprenderla a guitarrazo limpio con Fuera de Sí. Y creo no errar si digo que ese fue uno de los momentos clave de la noche, un punto de inflexión a partir del cual, literalmente, toda la sala se soltó la melena, con mucho movimiento y jolgorio, enaltecido también por esa magnífica sección rítmica.
En especial, lo de Joan Chilet fue una barbaridad, absolutamente espectacular en esos redobles y contratiempos, mientras Pau zarandeaba su instrumento, y Juan iba cogiendo cada vez más presencia. Temazo fulgurante que, tras un cambio de guitarra, tuvo continuación en A Contraluz. Rugían esas cuerdas al máximo nivel, cantando Pau de puta madre, y contagiándonos a todos con ese tono tan melancólico pero a la vez tan aguerrido del tema. Guitarrista y bajista se encaraban en medio del escenario, intercambiando miradas, y volvían a sus puestos, sin dejar de coordinarse a la perfección. La peña se mostraba volcadísima, cantando y animando a piñón, respondiendo a cada gesto del grupo, y aumentando el calor a cada segundo que pasaba. Ante esta situación, el líder valenciano hacía la gran pregunta, ¿Quién Salvará al Rock’n’Roll?, cada vez más necesaria e incierta en los tiempos que corren. Uno de mis cortes favoritos de aquel primer “Corazones Eléctricos” que me calentó la sangre al mismo compás con el que el frontman nos regalaba sus poses y sus ráfagas de energía. Aún más cabreada (y con un mensaje no menos necesario), Todo por el Aire continuó con la intención de hacer realidad su título, y la banda no se paró más que para presentarla brevemente. Ahora sí, el frontman tomaba un pequeño respiro para saludar a los músicos de Malditería (todo un detalle), y pasaba a levantar más y más bailes por medio de Contra las Cuerdas, esta vez extraída del maravilloso “Arte y Oficio”, su segundo disco.
Unas bromas entre Pau y Juan distendieron todavía más el ambiente. Viéndoles tocar a los tres, parece mentira que lleven tan poco tiempos juntos en esta nueva andadura, porque su coordinación es prácticamente perfecta, todos a una y desprendiendo la máxima pasión. Fue algo que quedó más que patente, tras hacernos ulular un poco a todos, en Aullar Contigo. No podía faltar ni fallar, siendo además uno de mis temas favoritos en directo. Las guitarras más limpias sonaban impecables. La innata habilidad y carisma de Pau para cautivar sin remedio a su público es innegable, y a estas alturas ya nos tenía comiendo de su mano, con cada gesto, con cada movimiento, ya despreocupado de los problemas de sonido. Pisaba y gritaba cada vez más fuerte, transmitiendo toda la rabia de temas como Érase una y otra vez, retorciéndose y agitando la melena… aunque no era el único. Tras los parches, Joan se crecía como una bestia, estrellando sus baquetas con una precisión y contundencia más que evidentes, y al final, armando un poco de ruido gratuito con el mástil de la guitarra sobre su batería. Otro cambio de guitarra nos llevaba ya de camino a la recta final. Arrancando de nuevo con Tú, y su adictivo estribillo, Pau jugaba con el pedal de distorsión a voluntad, y esos dibujos finales de Juan al bajo me parecieron soberbios. Pero algo extraño pasaba, y el vocalista nos comentó que tenían que ir acelerando, saltándose incluso algunos temas de su setlist.
Una lástima, la verdad, aunque no hay mal que por bien no venga, porque esa prisa nos trajo una recta final de verdadero infarto, prosiguiendo, muy acertadamente, con Canción Urgente. Otro pico de intensidad entre el público, que elevaba su voz ante la satisfecha mirada de los músicos, quienes a su vez, aprovechaban el subidón para venirse aún más arriba. Entrando en esa imparable dinámica de realimentación, continuaron sin pestañear con Camino al Sur, y con ella llegó otro auténtico aluvión de caña. Un tema que huele a libertad y a desenfreno, y así quedó reflejado en directo, haciéndonos sudar hasta la última gota. Juan Fortea, por su parte, se adelantaba al borde del escenario para seguir punteando con mucho aplomo (por cierto, no dejéis de escuchar a Junior Mackenzie, su banda propia, porque suenan de la hostia). Nos estaban dejando exhaustos… pero no podíamos detenernos ahora. Ya no había vuelta atrás, y menos cuando empezaron a bramar los primeros acordes de Valentina. La sala patas arriba, la gente enloquecida, y el cantante dándolo todo, machacándose el cuello y dejándose la garganta en cada estrofa. Mano a mano con su compañero Juan, ese frenético solo, que supo a diablo y a Rock’n’Roll, elevó la temperatura hasta el punto de ebullición, reventándolo todo, definitivamente, con un guantazo de la talla de La Destilería. Sin duda, la mejor declaración de intenciones para poner el más escandaloso punto y final.
Tanto para aquellos que les disfrutaron por primera vez, como para quienes les hemos visto ya en casi incontables ocasiones, no fue sino otra aplastante demostración de la arrolladora fuerza y alma que poseen los directos de los valencianos Corazones Eléctricos. Han sido muchas las trabas y los cambios de formación a los que han tenido que adaptarse en muy poco tiempo, pero la llama sigue bien encendida, y una noche más, se despedían de su público entre sonoros gritos que pedían ‘otra, otra’. Solo los valientes se convierten en canción, dice el tema, y el incombustible Pau Monteagudo estuvo destinado a ello desde el primer intento.
Y así, con la tensión aun en el cuerpo, y los oídos pidiendo clemencia, terminó esta insuperable jornada. Bastante hecho polvo, pero con la ilusión del momento aún vibrante, anduve los casi mil metros que tenía hasta el coche, y fui haciéndome la hora de camino hasta casa con música a toda hostia, que es como debe terminar por ley una noche de Rock.
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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