lunes, 3 de noviembre de 2025

La Prestidigitación Entrópica (Leprous + Gåte + Royal Sorrow, Sábado 01/11/25, Sala Mamba!, Murcia)


Para quienes nos sería imposible vivir sin ella, en ocasiones es la música, y solamente la música, el medio capaz de mostrarnos las puertas hacia mundos tan introspectivos y sensoriales, que van más allá de notas y pentagramas. Esas vivencias se convierten en algo de un valor incalculable, despertando emociones latentes, abriendo la mente por encima de lo imaginable, y ya empleando palabras más terrenales, haciendo que una simple noche de sábado se transforme en una experiencia de las que se quedan marcadas a fuego por mucho tiempo. Este fin de semana, puedo decir que tuve la inmensa suerte de formar parte de una de ellas. El camino del aprendizaje musical es infinito, y creo que ampliar fronteras en cuanto a géneros y sonidos (y sobre todo, disfrutarlos en directo), nos puede brindar sorpresas que nunca hubiésemos imaginado. En lo personal, la afición por lo progresivo y lo extremadamente técnico me viene de bastante lejos, pero en el caso de Leprous, hablamos de una banda que, si me veo a mí mismo escuchándola 20 años atrás, me habría dado cabezazos contra la pared. No voy a mentir: me costó dedicación y muchos intentos conseguir apreciar su particular estilo, tan avant-garde y moderno. No me considero, ni mucho menos, fan desde sus comienzos, pero cuando conseguí sumergirme al fin en su universo de sufrimiento y oscuridad (concretamente, con “Pitfalls”), fue tal la fuerza de la revelación, que aunque en este caso suene de lo más contradictorio, vi la luz. No es, desde luego, una banda que se preste a todos los oídos, pero precisamente por ese hecho, me alegró enormemente comprobar con mis propios ojos el masivo apoyo que tuvo esta nueva visita a nuestro país. De hecho, me sorprendió bastante que el mismo día aún quedasen anticipadas a la venta.

Reitero desde aquí, y amplió todavía más, mis impresiones sobre la sala Mamba!. Salvo por tema de aforo (que es superior en la Gamma, cuando está completamente abierta), me parece hoy por hoy, y sin duda, la mejor sala de conciertos de toda Murcia. Ya lo pensé en mi primera visita, el año pasado ante Eclipse y Remedy, pero en esta segunda creo, al menos en mi opinión, que puedo corroborarlo de pleno. El espacio para los asistentes es ancho y centrado, diáfano y sin obstáculos de por medio como mesas de sonido o columnas. La iluminación es realmente buena (aparte del espectacular equipo que trajeron los propios Leprous), el sonido demostró ser prácticamente perfecto en este último concierto, cuenta con varios baños y una parte superior, y para colmo, está alejada del núcleo urbano, por lo que es tremendamente fácil llegar a ella, y no ofrece demasiados problemas para aparcar por la zona. Esperemos que, tal como están haciendo últimamente, amplíen su oferta de Rock y Metal en vivo.

Aunque tampoco me desgañité intentándolo (no me importa en absoluto ir así a los conciertos, salvo por el gasto de combustible), finalmente tuve que plantarme solo ante la Mamba!. Por suerte, pude dejar el coche a dos minutos a pie, y llegué justo antes de la apertura de puertas, donde ya se formaba una larguísima cola a la entrada de la sala. Y eso ya me sorprendió muy positivamente. Tampoco puedo dejar a un lado las actuaciones de Royal Sorrow y Gåte, bandas finlandesa y noruega respectivamente, que pusieron los cimientos musicales de aquella noche para ir creando un ambiente fantástico a medida que avanzaba. Siguiendo el orden, vamos a por ellos.

Royal Sorrow:

La sala todavía presentaba grandes claros, y debido a ello, la primera banda de la tarde tuvo una acogida inicial algo fría, que se iría disimulando conforme acudía el personal. Sin embargo, los finlandeses saltaron con mucha determinación sobre las tablas, decididos a exprimir la escueta media hora de la que disponían para actuar. Empuñando sus instrumentos, y vistiendo los más estrafalarios atuendos (en especial, su vocalista, guitarrista y fundador Markus Hentunen), nos dieron a probar con Release Your Shadow su personal estilo, que en principio me chocó bastante, ya que no había escuchado nada de ellos con anterioridad. Rock (muy) alternativo, con una gran carga progresiva en sus estructuras, una voz variada en tesituras, y unos músicos de una notable calidad que ya saltó a la vista en este primer corte. El sonido, por su parte, no les acompañó de momento. Faltaba mucha potencia, volumen y garra en bajo y guitarras, sonando todo demasiado seco. Por suerte, la cosa fue rodando hacia mejor con Evergreen, su segundo cartucho. El bajista Eero Maijala fue quien se hizo cargo de sus primeras teclas, y cuando entraron el resto de instrumentos, ya se apreciaba una mejor compactación en el sonido. El tema fue de los que más me gustó, y también en lo que respecta a la actuación, con Eero y el guitarrista Juha Rapanen apoyándose entre ellos y cruzando sus mástiles. Los detalles técnicos no dejaron de incrementarse, y por ende, también mi atención hacia ellos.

Muy suelto sobre el escenario, abarcando todo lo que podía, el vocalista cogía y dejaba la guitarra a su antojo, dedicándose a veces solo a cantar y a intentar meterse al público en el bolsillo con sus gestos. Bloodflower, que estrenaron en directo en este tour, nos mostró también a un muy buen batería como Janne Mieskonen, muy entregado con sus ritmos quebrados y sus precisas maneras, destacando especialmente junto a los registros altísimos del cantante y ese bajón de intensidad en el que Juha abandonaba el escenario temporalmente. Y es que si de algo no estuvo carente la noche, fue de cambios, con los músicos ‘prestándose’ instrumentos, o desapareciendo para volver acto seguido. El apasionado solo de Markus en primera posición nos llevó, rato después, hacia Looking Glass, no sin antes dirigirnos unas palabras y preguntarnos si lo estábamos pasando bien. Lo cierto es que sí, y cada vez más, conforme la sala se iba llenando, y la peña respondiendo con palmas y manos en alto, siguiendo los temas, y animando al conjunto. Las punteos sutiles se daban la mano con los riffs más bestiajos, los ritmos más etéreos, con aquellos más contundentes, partes atmosféricas, otras de una intensidad ardiente… la banda demostraba a cada paso que lo suyo no se rige por demasiados esquemas, y al mismo tiempo, que la exactitud es parte imprescindible en su estilo.

Al tiempo que Juha daba sus coros (muy bien, por cierto, dominando varios registros), Eero alternaba las cuerdas de su bajo con las teclas, sin separarse de ninguno de los dos instrumentos. Cosas de un nivel de virtuosismo bastante elevado, del que íbamos a empaparnos bien aquella noche. El humo nos hacía borrosa la visión del escenario, pero también ponía su granito de arena en el clima. Para subir un escalón de caña llegaba ahora Give In, que levantó unas buenas dosis de headbanging sobre el escenario, con todos a una. Transmitiéndonos su ánimo, nosotros hicimos lo propio a base de palmas al final del tema, tras quedar encantados con esos cambios vocales entre limpios y guturales. Era su primer tour por Europa, y su primer concierto en España, y lo estaban gozando al máximo. Las palmas continuaron, acompañando el inicio del último tema (mi favorito, de hecho), Metrograve, en el que nos brindaron una colección de sus mejores habilidades: guitarras tremendamente técnicas, voces muy bien interpretadas, y una sección rítmica de auténtico lujo, siguiendo a la cual, el bajista Eero se dejó el lomo en la última parte. Los contrastes de intensidad fueron especialmente flipantes, de los que tan pronto te descolocan repentinamente como te vuelven a enganchar al ritmo, algo en lo que la banda, sin duda, tiene uno de sus mejores baluartes. Seis temas que rondan los cinco minutos en media hora de concierto. ¡Eso sí que es aprovechar el tiempo!

Salí a tomar el aire y a echar un cigarrito, porque tras la siguiente actuación, no pensaba moverme de mi sitio hasta el final. Cuando entré, la sala parecía otra. La afluencia de gente había crecido muchísimo, hasta el punto de que no pude avanzar hasta mucho más allá de la mitad. Por suerte, como digo, la Mamba! tiene una visibilidad estupenda.

Gåte:

Los noruegos contaban con una base de fans mucho más nutrida, y eso se notó desde el primer momento. No es de extrañar, pues se han cumplido ya 25 años desde su fundación, pero ojo, eso no fue óbice para que también suscitaran muchísima sorpresa y revelación. Ramas de árboles adornaban cada uno de los micrófonos, entre humo y oscuridad, segundos antes de la salida del grupo. Y lo hicieron a lo grande, sin demasiadas prisas, pero arropados por un caluroso aplauso de bienvenida. Con las luces al mínimo, su cantante se situó en el centro, y ya de primeras, nos regaló un recital vocal absolutamente delicioso, destacando un timbre muy bonito, y una gran amplitud y versatilidad de registros con inconfundible sabor folclórico. El resto de músicos, tampoco se quedó atrás en espectacularidad. El guitarrista Magnus Børmark, y su compañero al bajo Mats Paulsen invadieron el escenario hechos una auténtica furia, pateando el suelo, dando vueltas, maltratando sus instrumentos, y dejándose la espalda pletóricos de energía, en aquel primer tema llamado Skarvane, conformando un inicio de concierto que nos dejó literalmente noqueados. La luz blanca convertía en siluetas a los músicos, imagen que encajaba a la perfección en aquel bosque místico en el que habían transformado el escenario con sus atrezos y su música.

También nos enfrentábamos a un concierto muy variado en cuanto a ritmos y cambios radicales de tensión. Si el final del anterior fue movidito, Svarteboka volvió a traer paz, y una atmósfera de lo más profundo, en la que no podíamos dejar de disfrutar los constantes bailes y gestos de su vocalista Gunnhild Sundli, que indudablemente se erigió como la gran protagonista del show. También me llamó mucho la atención el instrumento de cuerda que le daba ese sonido tan característico a los temas, una nyckelharpa. Arn Andersson es quien actualmente se hace cargo de ella, en sustitución de John Stenersen por incompatibilidad con su otra banda, Wardruna. La completa oscuridad volvió a inundar el escenario, ante un dilatado aplauso. Después de saludar y agradecer, volvieron al ruedo con Oskorsreia, un tema nuevo todavía no registrado, muy cañero en su inicio, con riffs notablemente técnicos y entrecortados, más bailes exóticos, y unas poses casi contorsionistas de Mats y Magnus, que se estaban tomando muy en serio la actuación. A parte de ese fuerte aroma nórdico / folclórico, una de las cosas que más disfruté fue la gran técnica de sus integrantes, de escuela marcadamente progresiva, lo cual implicaba calidad musical a raudales.

Con mucho nervio, muchas ganas y entusiasmo, prosiguieron con Jomfruva, de la mano de Arn Andersson, que ocupaba casi siempre un lugar secundario en escena, y sin embargo, una presencia musical imprescindible. Las baterías de Jon Even Schärer sonaron especialmente virtuosas y dominantes en ella, siendo una de las canciones más cañeras de su setlist, pero sin abandonar cierto clima espiritual. Magnus se acercaba a las primeras filas, y su sonrisa era un indicativo de cuánto se lo estaba gozando. Tremenda, a todos los niveles, Gunnhild Sundli. Su voz desprendió una fuerza y un sentimiento que no dejó a nadie indiferente, ni sus cánticos, sus gritos, o sus extenuantes y continuos movimientos. Muy suave, arrancaba a continuación Førnesbrunen, en la que Mats hacía sonar sus cuerdas con un arco, y tanto él como Magnus, se pasaron también a tocarse unas notas al teclado, ostentando de nuevo su valía como músicos. A muchos todavía nos invadía la sorpresa e incredulidad de lo que estábamos presenciando. Un espectáculo con letras mayúsculas que prosiguió con Sannsiger, otro corte inédito. No cesaban los cambios, y ahora era Magnus Børmark quien cogía la Nyckelharpa, mientras Andersson tocaba un violín más convencional. Todo ello, claro está, le daba un aire muy dinámico y cambiante al show que fue muy de agradecer.

Arropado por una envolvente luz roja, Jon Even empleaba mazos en sus platos y tambores para aportar mayor resonancia, entre cánticos ancestrales y cambios de lo más complejo. El grito final de Gunnhild… ¡ufff! ¡Estremecedor! Hacía rato ya que se habían ganado a su público, no cabía duda, y no tardaron en sonar palmas generales para animar el comienzo de Ulveham, el tema con el que el año pasado formaron parte de esa patraña llamada Eurovisión, que de siglo en siglo, presenta alguna banda realmente buena como esta. Con gran sensualidad y alma, la vocalista nos hipnotizaba con bailes y melodías de su tierra, con letras que están basadas en la poesía y mitología nórdica, y con una voz potente y rebosante de matices. Entre los tajantes vaivenes rítmicos, veíamos a su bajista hacer virguerías con el bajo, girándolo alrededor de su cuello, sin dejar de saltar o meter coros. ¡Una energía admirable, desde luego! Escogieron Bannlyst para cerrar el concierto, y muy acertadamente. El tema nos puso a muchos a bailar casi de forma instantánea gracias a su ardiente cadencia, y a dar palmas al ritmo al que Jon Even nos arrastraba con sus baquetas. Andersson, como para despedirse, se subía a la plataforma que segundos después ocuparía la increíble Gunnhild, lanzando esos últimos alaridos de guerra con los puños en alto.

Fijaos, que en un principio llegué a tener dudas sobre si encajarían o no en aquel cartel… y sin embargo, la respuesta del público resultó ser fulminante. Su propuesta nos hizo sentir y movernos casi a partes iguales, con una calidad irrefutable en cada uno sus componentes, y una empatía que supieron contagiarnos desde el mismo arranque. Tal fue la conexión, que incluso cuando los propios músicos desmontaban el escenario, les regalamos una segunda ronda de estridentes aplausos, gritos, y oes.

Lo dicho, no pensaba moverme de allí ni para tomar aire, y mientras parte de la sala se vaciaba, fui adelantando posiciones para contemplar de cerca la razón real que me había llevado aquella noche hasta la capital murciana. Como digo, en su momento Leprous me acabaron gustando muchísimo en estudio tras unos cuantos intentos… pero fue la primera vez que les vi en directo cuando definitivamente me enamoraron hasta el tuétano. Les disfruté a muerte en este pasado Rock Imperium, y tal vez alguno podría pensar que no había necesidad de gastarse un pastizal volviéndoles a ver tan solo cinco meses después… pero el impulso y las ganas eran demasiado irresistibles. Y antes de seguir, ya os adelanto que aquel concierto valió cada puto euro que me dejé entre viaje y entrada.

Leprous:

Como cabría esperar, la sala volvió a llenarse rápida y completamente, y ahora sí, la expectación era tal que se podía cortar. Cuando uno se enfrenta a un concierto de unos titanes de la música y la técnica como Leprous, sabe ya de antemano que lo que le espera en la próxima hora y media es un torbellino imparable de aquello en lo que son maestros: incontables emociones. Nubes de humo y una luz mortecina se fundían con introducción inicial, que a su vez, se fue transformando en los samples del primer tema. Y al fin, hacían aparición los noruegos con Silently Walking Alone. La compenetración y ejecución por parte de los músicos fue tan asombrosamente pulida ya desde el segundo cero, que parecía que estabas escuchando el tema desde el mismo disco de estudio. Comenzaban también los primeros destellos de bailes y teatralidad sobre el escenario, algo que no dejaría de ir a más, porque lo de Leprous no es un simple concierto, es un show, una performance en el sentido más estricto de la palabra. Sonido pulcro, cristalino e inmaculado, solamente eché en falta un mayor volumen en esas bases llenas de amargura y angustia que respaldan el tema.

Baterías muy progresivas, comandadas por el infalible Baard Kolstad, abrían Illuminate, y con el bajista Simen Daniel Børven acercándose cada vez más al público. Las luces jugaron aquí (y en todo el show) un papel de peso, infundiendo esa atmósfera densa gracias al rojo predominante que dibujaba solo los perfiles de los músicos. Einar no necesitó periodo de calentamiento. Su voz fue absolutamente per-fec-ta desde la primera nota, casi tanto como los coros que daba Tor Oddmund, quien para mí, fue otra de las grandes estrellas del show. Einar se dirigía a nosotros con un español más que decente, que fue muy apreciado por el público. Y anunciaba la que para mí fue una de las mayores alegrías del setlist: Out of Here. Pensaba que la habían descartado ya, y cuando sonaron esos primeros samples… se me pusieron los pelos como escarpias. Las partes vocales fueron increíbles, y ese paso de la sensibilidad más armoniosa, a la brutalidad y el virtuosismo más contundentes, me habrían roto el pescuezo de no ser porque estábamos tan apretujados que uno apenas podía moverse. Asimismo, las bases disparadas sonaron en su justa medida, sin comerse ningún instrumento ni sobresalir en exceso. Sobre las tablas, la fluidez iba cogiendo carrerilla. Los paseos, vueltas y cruces entre los músicos se iban envalentonando, y el público estaba cada vez más absorto en aquella demostración bruta de poderío técnico, pero también en las partes más ensoñadoras y ambientales, como la que llegó con My Specter.

El cantante fue puro sentimiento en ella. Su concentración en pulir cada nota era absoluta, pero su mirada casi perdida parecía surcar otra dimensión distinta a la nuestra. No hay duda de que es un vocalista con una sensibilidad extraordinaria, y una voz que se sale de toda comparación, como demostró con ese estremecedor alarido final. El guitarrista Robin Ognedal, por primera vez, hacía uso del slider, idóneo para crear esos sonidos tan extraños y desquiciantes que nos atormentaban, cada vez más, en aquella deliciosa y subyugante pesadilla que iban tejiendo las canciones. Con tan solo unas pocas, los gritos de ¡Leprous! ¡Leprous! se levantaron ensordecedores desde el respetable, y el cantante, de nuevo, nos dedicaba unas palabras en nuestro idioma. Y creo que lo que vino a continuación, muy pocos lo esperaban. Una versión que grabaron hace poco y que, a priori, no pega demasiado con el estilo de la banda, aunque Einar ya nos dijo que la habían llevado a su terreno, haciéndola lo más deprimente posible. No fue otra que el clasicazo ochentero Take on Me, que ayudada por los coros de ambos guitarristas, sentó como un guante a la voz principal. Los bajos de Simen sonaron crudos, gobernantes, y bordaron el tema con sus dibujos, así como las teclas que Einar cogió durante unos instantes junto a su colega de instrumento Harrison White.

Fue como un pequeño paréntesis antes de volver a meternos de lleno en la oscuridad y asfixia que destilan sus temas. El frontman nos hizo una presentación, con palabras muy sabias, personales y filosóficas, de Alleviate, una auténtica montaña rusa de tempos, estructuras y cambios de intensidad de los que te revuelven por dentro. Lo más notorio fueron las combinaciones de músicos / instrumentos, con el bajista interpretando a un pequeño teclado que tenía a la parte derecha, y el rubio guitarrista Tor Oddmund poniéndose a las teclas principales, dejando otra indiscutible muestra de su grandeza y talento como músicos. En lugar de armar un escándalo, la gente callaba, enmudecía ante tan enorme sensibilidad y habilidad. Llegaba Below, tal vez uno de los puntos álgidos del concierto, y los contrastes se hicieron más marcados que nunca, entre esos movimientos violentos y decadentes de sus guitarristas, Einar soltando las tripas (a nivel sensitivo) en cada verso, y sobre todo, esa monstruosa batería de Baard Kolstad, ardiente en detalles, y con unos ecos casi intimidantes. Fue una de las más coreadas de la noche, y otra de las que me puso los pelos como agujas. Puesto que desde el principio el sonido ya fue tan perfecto en volumen y claridad como lo son técnicamente los músicos, estábamos disfrutando de un concierto de verdadero ensueño, de esos que deseas que no termine nunca. Pasado el ecuador del concierto, llegaba otra de las grandes sorpresas del show.

Muy cachondo, Einar entrevistó en directo a sus compañeros para saber cuándo y cómo conocieron el tema, lo que levantó unas cuantas carcajadas, y es que no es habitual ver tantos signos de buen humor en el líder del grupo. Se podría pensar que cortó demasiado el espectáculo, pero lo cierto es que conectó de una forma muy cercana con su público, y así, nos presentaba Passing, ¡de su primer álbum!, aquel ya casi olvidado en directo “Tall Poppy Syndrome”. La peña respondió con devoción absoluta a los furiosos guturales de Einar, a los múltiples solos del impresionante Robin Ognedal, y a unos contratiempos y polirritmias acojonantes que a mí me volaron la cabeza. Mención especial para esa parte final de la actuación de Baard Kolstad, que casi hace saltar la maldita batería por los aires. Menuda bestia salvaje. Uno de los mejores baterías de Europa en cualquier género, y eso es algo que no admite discusión. Tras aquel brutal estruendo, proseguían con la no menos celebrada The Price, en donde la contundencia se volvió a sobreponer, alimentada por una impecable ejecución rítmica, y esas luces parpadeando a toda hostia como una tempestad. Me fliparon especialmente (entre otras cosas, por la velocidad y pulcritud con la que sonaban), los punteos progresivos entre Tor y Robin. Qué jodida barbaridad. Like a Sunken Ship nos devolvía a su último trabajo, “Melodies of Atonement”, que si bien no me convenció del todo en las primeras escuchas, en las subsiguientes me terminó encantando.

Con Einar a las teclas, y los músicos reducidos a siluetas gracias a la iluminación, se alternaron constantemente momentos de cánticos desde el público, con otros en los que nos quedábamos literalmente pasmados ante la actuación, ante esa maravillosa e infalible maestría que hubo en cada nota. Los movimientos, excelentemente acompasados entre sus músicos, iban ganando cada vez más presencia, entre bailes, cabeceos, giros, carreras… esas danzas tan artísticas a las que nos tienen acostumbrados, llegando a uno de sus momentos álgidos en The Flood. Ni queriendo daban un mal paso, ni en lo escénico, ni en lo musical. Muy inteligente el mezclar tonalidades frías y cálidas en las luces para darle un tono más especial, si cabe, al tema, que acabó con Robin, Tor y Simen (que también hizo sus pinitos al teclado), encima de las plataformas, mientras Einar nos animaba más y más a continuar la fiesta con From the Flame. Una auténtica delicatesen poder ver cosas así en directo, donde los esquemas rítmicos te hacen perderte en otro mundo, donde los músicos se convierten en auténticos magos de sus instrumentos, y donde la emotividad brilla tanto que deslumbra más que los propios focos. Un largo y sentido aplauso separó esta última de Slave, que siguió por la senda más oscura e intimista que había tomado el concierto. Su ambientación de pesadilla malsana no fue necesariamente sinónimo de quietud, y volvieron de nuevo esos bailes serpenteantes y teatrales, cada vez más enérgicos y desatados.

El que afirme que el progresivo es solo estatismo y aburrida concentración, no ha visto en acción a Leprous. A través de sus múltiples registros (meticulosamente idénticos al disco), Einar brilló con luz propia en este ‘último’ corte, justo antes de darnos las gracias y un adiós que, por suerte, no sería terminante. Y aun sabiéndolo, les cayó encima una lluvia de ‘oes’ que les dejó estupefactos. Sin demorarse mucho, volvían a la palestra con Atonement. La impecable modulación en las voces de Einar, esas danzas a muerte entre los dos guitarras, y la mastodóntica pegada de la bestia Baard Kolstad pusieron la sala patas arriba. Imposible apartar la vista del escenario, preparándonos ya para el envite final… y no creo que se pudiera cerrar mejor algo tan vibrante y extraordinario que con la caótica The Sky is Red, aunque fuese solamente su última parte. Las luces rojas se convirtieron en todo un telón de láseres y formas tridimensionales, y mientras Einar se hacía cargo de los teclados, el resto de músicos llenaban el escenario de contoneos y carreras, y todo ello, sin fallar una sola nota, sin perder esos complicadísimos tempos, sin abandonar la exactitud matemática. Cómo es posible mantener tal virtuosismo en perpetuo movimiento… eso es algo que no tiene explicación. Definitivamente, esta gente es de otro planeta.

Tras semejante espectáculo, uno no puede hacer sino tomar aire e intentar reflexionar y asimilar poco a poco lo que acaba de ver, ese chorreo imparable de sensaciones y prestidigitación musical. “El mejor concierto que he visto este año”, comentaba a mi alrededor uno de los asistentes, y desde luego, razones no faltaban para tal afirmación. Siempre pensé que era imposible que, dentro del Metal extremadamente técnico, hubiese alguna banda capaz de desbancar a Dream Theater en mi clasificación de gustos personales… pero me toca reconocer que Leprous se están acercando mucho.

Y dejo de dar la lata ya con una última reflexión. Por mucho que siga afirmando que cada ‘perra’ gastada aquel sábado tuvo su recompensa… creo que los precios de las entradas se están desfasando hasta límites grotescos e inasumibles. Pagar por un único evento una cantidad que hace no tantos años pagabas por un festival entero… no sé… entiendo que todo en la vida ha subido de forma exponencial en la última década, pero aun así, me parece algo abusivo, y más con los ‘gastos de robo’ cada vez más exagerados.

En fin. Nos leemos en la próxima. ¡Salud!

_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_


ROYAL SORROW


GÅTE


LEPROUS

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