
Ahora sí que sí, y malditas las ganas que tenía de decir esto… ¡¡AL FIN llegó el Lion Rock Fest 2025!! Por una parte, daba la sensación de que fuese hace dos días cuando, con gran tristeza, abandonábamos mirando atrás el recinto que tantos momentazos de jolgorio y desenfreno nos había dado en aquella segunda edición, pero por otra, la impaciencia hizo que los últimos días antes de la llegada de tan imprescindible fecha pasasen demasiado lentos. Mientras los festivales generalistas cada vez me dejan más frío e indiferente, apostando siempre por el mismo A B C de siempre (salvo honrosas excepciones), mi creciente pasión por el Hard Rock y los estilos más melódicos, año tras año, hacen que citas tan exclusivamente dedicadas a ellos como esta representen un auténtico tesoro. Junto al nuevo Rock the Sun, esta era sin duda la ocasión más esperada del 2025, y con la casa ya reservada desde hace muchos meses, y una cuadrilla tan de puta madre para compartir el fin de semana, las ganas eran ya casi incontenibles. Me da igual que tenga que recorrerme 1500 kilómetros en más de 14 horas (entre ida y vuelta), porque sé que voy a ser inmensamente feliz nada más poner un pie en la ciudad de León, que lleva ya tres años convirtiéndose en ese templo de la melodía que tan bien cuida a los fans de estos sonidos. Un fin de semana absolutamente increíble y casi perfecto desde el principio (bueno, quitando el viaje, que nos dio bastante por saco), con conciertos previos al festival tan inolvidables como el de Jolly Joker o el de WildHärd. Poco más se podía pedir, y ahora sí, es momento de ponernos al turrón con lo que fue el gran festival, el plato fuerte, la principal razón de tanto kilómetro y expectación.
Como digo, el viaje resultó una turra de las gordas. Todo fue más o menos bien, salida a la hora convenida, buen tiempo, buen ritmo… hasta que llegamos a las inmediaciones de Madrid. Debido a no sé qué coño de festividad, las carreteras estaban ridículamente abarrotadas (malditos domingueros de m…), y nos tuvimos que chupar una retención de dos putas horas, hasta tal punto, que al borde ya de perder los papeles al volante, decidimos tirar por autopista de pago para sortear el mogollón, aunque igualmente aquello nos desbarató completamente los planes. De haber podido llegar perfectamente sobre las 19:00 a León, finalmente la hora prevista eran más de las 21:30, lo cual implicaba llegar demasiado al límite de los conciertos de aquella noche. Lo que no pensaba permitir bajo ningún concepto era perderme el bolo de mis Jolly Joker, aun si ello implicaba recorrer el resto del trayecto a 140 / 150 km/h. Vamos, ¡por encima de mi puto cadáver! Finalmente, aunque tuve que perderme casi todo el concierto de 1945, llegamos a tiempo para la siguiente actuación, y a partir de ahí, todo salió rodado.
A las 18:00 del sábado, aproximadamente, ya nos plantábamos con muchos nervios ante las puertas del Palacio de Exposiciones y Congresos de León, un recinto masivo, gigantesco, y perfecto para un evento de estas características. La distribución era idéntica a otros años. Zona exterior para echarse unos filtros, dos escenarios enfrentados, puestos de comida y bebida (que ni toqué, dados los abusivos precios), mucho espacio y buena visibilidad (aunque, igual soy yo, pero me dio la impresión de que los escenarios estaban más bajos que otros años). Todos los elementos preparados y a punto, y lo más importante, muchísimas ganas y emoción, para que aquella gran fiesta diese comienzo.
Chez Kane:
El primer plato (aunque no por ello menos importante), fue inmejorable para mi gusto. Música netamente ochentera, melodías fáciles y bailables, y un gran ambiente para recibir a la primera artista de la noche, ¡la gran Chez Kane! Y en este caso, mi motivación era especialmente grande, ya que después de aquel memorable concierto que nos dio en el Rock Imperium 2023, canceló la última gira que tenía prevista en nuestro país por motivos de salud, tal como me contó en persona cuando conversé con ella en el Monsters of Rock Cruise del año pasado. Así pues, me iba a saciar a lo grande con esta actuación.
Con un público bastante crecido, las letras de neón en el fondo, y presentada por Jason Cenador, la artista atravesaba el backstage recibiendo una calurosa acogida, y arremetiendo triunfal de primeras con Too Late for Love. Sonido a buen volumen, y un James Ready a la guitarra solista que en seguida cogió las riendas del concierto, pletórico, dando coros y patadas en el aire sin parar, saltando y moviéndose como un huracán por todo el escenario. Estaba claro que íbamos a pasar gran parte del concierto cantando aquellos estribillos tan deliciosamente accesibles y All of It fue de las mejores para ello. Apoyado por los coros del teclista Oscar Charlton, que además, hizo su gran debut en este Lion Rock Fest, Chez se tiraba por el suelo, dando mil vueltas y piruetas, deleitándonos con sus mejores poses, y siempre con una sonrisa en el rostro. Más teclas para I Just Want You, con un arranque de lo más contundente, sobre todo, por el sonido de la batería de Jay Royston, que sonaba de cojones… con un pero. Tal vez su volumen era demasiado elevado, y muy concretamente, el plato sonaba fatal, saturadísimo y doloroso para los oídos. Genial en esos tonos elevados, dando el Do de pecho, la frontwoman dejaba claro que su potencia vocal sigue al 100%. Los problemas técnicos fueron rápidamente solventados, quedando a medias la presentación de la banda que la cantante había iniciado.
Más tarde seguiría, pero ahora era el momento de Nationwide. Los neones, el humo, las melodías, la actitud de Chez Kane… todo aquello era un maravilloso y ensoñador viaje de vuelta a los años 80. La artista mostraba un dominio absoluto del escenario, corriendo e insinuando, y cantando de puta madre. Por su parte, ambos guitarristas lo pasaban teta, acercándose entre ellos, pateando, riendo, dando carreras… coordinándose de perlas entre ellos y la propia vocalista, con quien se apoyaban cada dos por tres. El caramelazo que terminó de ponerlo todo de vuelta y media fue esa gloriosa Ball n' Chain, tema ‘desmondchildiano’ donde los haya que nos atrapó a lo bestia con su genial melodía, vibrando a muerte, obligándonos a cantar ese ‘nanana’ como si no hubiese mañana, y viendo como James se paseaba a saltitos hasta su compañero Harry Scott Elliott, volviendo a formar una pareja imparable. Los coros de ambos, por cierto, me parecieron naturales, y solo en determinados momentos creí percibir alguna voz doblada de la propia cantante, quien por cierto, se esforzó hasta el límite de su resistencia para sacar adelante la última parte del tema. Una más que ganada ovación dio paso, mientras Chez recordaba sus primeras experiencias junto a Danny Rexon (compositor de ambos discos), a Better Than Love.
Esas teclas, sonando cristalinas, fueron un verdadero regalo para los oídos, y ahora que los platos ya se escuchaban bien, podría asegurar que el sonido fue uno de los mejores de todo el evento. Harry nos dio una buena lección de tapping en el solo, mientras apoyaba el pie en los monitores, y aunque la banda se mostró ya un poco más asentada, no descendió en absoluto la pasión. Para sorpresa de propios y extraños, C. Kane reaparecía sobre el escenario cargando una guitarra, y según nos dijo, era la primera vez que lo hacía. Para mayor alegría, con ella nos presentaría otra primicia en vivo, Reckless, tan adictiva como es costumbre, con un buen curro de Jay Royston, quien además, dibujaba figuras en el aire con sus baquetas (cosa que me flipa). Tuvo una buena acogida, pero más aún la siguiente Love Gone Wild, en la que la atractiva vocalista volvió a salir a escena, ante los gritos del gentío, con unas gafas cantidad de ochenteras. Destacando los tremendos porrazos de Jay a la batería, y los consistentes bajos de Lewis Watkins (en sustitución del habitual Keiran Ready), lo mejor fueron esos tonos extremos a los que Chez Kane logró llegar, no sin esfuerzo, pero niquelando el tema. Empalmaban Get it On para que el tiempo no se les echaba encima.
Personalmente nunca he terminado de conectar del todo con esta canción pero, ¿sabéis que os digo? que entre las palmas, el escenario cubierto de humo, y ese sonido Hammond de Oscar asomándose, me divirtió mucho en directo. Ahora sí, hechas las pertinentes presentaciones de todos los músicos, continuaban con Rocket on the Radio, prácticamente sinónimo de fiesta, cánticos y saltos. James Ready continuaba hecho un salvaje por el escenario, sin dejar de correr, adelantándose en su solo, y sin descuidar el buen humor, que salió a flote en esa tronchante conversación entre él y Kane al final de tema. Justo entonces, la peña cantó de forma ensordecedora, lo que no me impidió fijarme en que, en estos momentos, había una gran diferencia de volumen entre ambas guitarras, sonando la de James muy arriba, y casi escondida la de Harry Scott Elliott (quien, por cierto, también milita en Tyketto). Sea como fuere, Powerzone fue todo un hostiazo para terminar el concierto, poderosa, rápida y contundente. Otra vez Jay se salía con sus baquetas, y Chez se lució a piñón con unas voces impresionantemente altas, rematando la jugada ese virtuoso solo, cara a cara, entre James y Harry, aunque no se escuchase todo lo bien que hubiésemos deseado. Nos dijeron adiós, dejando tras de sí una estela de sensaciones tremendamente positivas, muchísima energía liberada, y en general, un regreso triunfal de la artista británica a España, que dio lo mejor de sí misma, tanto en la parte vocal como en la escénica.
Desde luego, si el comienzo de esta tercera edición del Lion Rock Fest había tenido esta envergadura… podíamos ir frotándonos las manos ya con todo lo que quedaba por llegar.
Care of Night: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Tras el concierto de aires festivos, temas refrescantes y descaradamente ochenteros que nos ofreció Chez Kane (y que tan bien nos lo hizo pasar), el LION ROCK FEST entraba ahora en su faceta más suave e intimista. Los suecos Care of Night fueron, para muchos, una de las grandes alegrías del cartel, y con sus sofisticadas y armoniosas melodías, consiguieron que el festival cobrase una nueva dimensión de profundidad.
Aunque contaron con una menor cantidad de público que la artista británica, captaron la atención de la mayoría, y terminaron ganándose a todo el que se quedó a disfrutar de su actuación. Saltaron al escenario con gran puntualidad, dándonos a catar esa primera Love Equals War que da título a su segundo disco. El volumen y la saturación se antojaban más comedidos que en el anterior concierto, y si bien el sonido fue algo embarullado en ciertos instrumentos, pudimos disfrutar sin mayores problemas de cada uno de los cortes. Unas luces muy tupidas vestían el escenario, y con sus elegantes atuendos (como el sombrero que lucía el bajista Niklas Svensson), ya levantaban las primeras palmas. La pantalla lateral permitía una buena visibilidad para quienes estaban más lejos, y Contact fue, a continuación, su segunda apuesta. La destapaban con gran coordinación el teclista Victor Berg y Niklas, estableciendo una sólida atmósfera en la que solo se echó en falta un mayor protagonismo en la guitarra de Viktor Öström. Asimismo, fantásticos coros a cuatro bandas, destacando la voz de Calle Schöngerg, una de las más nítidas y bien perfiladas que escuchamos en todo el festival. La gente, algo estática, iba poco a poco entrando en calor con Tonight, con una interpretación vocal en la que no falló ni una sola nota, al tiempo que el guitarrista Viktor sonreía y nos apuntaba con su mástil. También el movimiento sobre el escenario fue a más, pero no sin antes pararse a dedicarnos un efusivo ‘¡Hola, León!’ a través del vocalista.
Desde este momento, las revoluciones subieron considerable gracias a los temas venideros, comenzando por una de las más celebradas, Street Runner. El currazo de ritmos y cambios por parte de Linus Svensson a la batería, y los distintos matices armónicos, fueron muestras de la gran calidad que ostentan sus músicos, y además, la guitarra ya se escuchaba algo mejor, con lo que el sonido ganaba en consistencia. Mástil de bajo en alto, y un solo de guitarra de lo más inquieto fueron algunos de los momentos clave en Hit, que continuaba acelerando el ritmo del show, y haciendo participar cada vez más al público. Parte de la motivación nos llegaba por su frontman. Aunque no fue el más empático ni el más impetuoso, sí logró conectar con nosotros gracias a una labor impecable al micro y una elegancia suprema, reforzada por su cálido y personal timbre, una de las principales señas del conjunto. Dedicada a David y a Sarah, y desde su primer álbum “Connected”, Those Words fue una de mis grandes preferidas, empapándome por completo de esa fabulosa melodía, y disfrutando de esos intercambios de posición entre el bajista Niklas y el seis cuerdas Viktor. El punto meloso y dulzón de su estribillo, y esos constantes detalles de cuerdas, nos llevaron hasta la balada Half of my Heart, arrancada por unos no menos emotivos teclados que cargaban con gran parte de la esencia de la banda.
Ahora sí, esas guitarras limpias se hicieron escuchar, y con las manos levantadas, todo el mundo coreo partes del tema, muy bien recibido, pero no tanto como la siguiente You Perfection. Uno de los grandes hits del grupo, que animó mucho al personal, empezando con Calle Schöngerg como el único músico iluminado, y prosiguiendo con gran energía escénica hasta el final, incluido un constante soporte de palmas. Me gustó mucho el punto de volumen del teclado, justo en su sitio, aportando el necesario colorido musical, pero sin enmudecer a ningún otro instrumento. Stay With Me trajo más bailes entre el respetable, acercándonos cada vez más a ellos, sintiendo cada vez más la melodía, que alcanzó otro de sus puntos álgidos en Melanie. Más que nunca, el vocalista se empleó a fondo pateando el escenario, asomándose hacia el público a distintas alturas, incitándonos a cantar, y dedicándonos gestos que respondimos con mucho entusiasmo en forma de coros, junto a los de Victor y Linus. Y todavía más celebrada fue Cassandra, con la que nos conquistaron definitivamente y por completo. Nuestras voces estaban ya a la par en volumen que las de Calle, y desde sus respectivas posiciones, Niklas y Viktor nos observaban con visible alegría, pero eso sí, sin parar de moverse y tocar de fábula. Como último regalo a nuestro paladar melódico, nos dejaron Hearts Belong, que no pudo ser más triunfal, quedando esto patente en los ademanes y bailes del cantante, en los cruces de músicos, y por supuesto, en las palmas por nuestra parte mientras nos dejábamos la voz cantándola.
Sin ser excesivamente fiesteros, ni demasiado espectaculares en el escenario (otra cosa ya es a nivel técnico), Care of Night encajaron de maravilla con el espíritu del evento, regalándonos melodías muy trabajadas, emocionantes y cautivadoras. Además, era la primera vez en su carrera que visitaban nuestro país, lo cual supuso un extra de interés, tanto para ellos, como para sus seguidores. La gran calidad de sus discos quedó bien plasmada en vivo, si acaso, con cierta falta de definición y volumen en la ecualización que no llegó a empañar en absoluto el concierto. Como digo, uno de los mejores caramelitos del cartel.
SteelHeart:
De primeras, fueron también uno de los grandes anzuelos de esta edición. La confirmación de los míticos SteelHeart en la que, además, era su primera visita a nuestro país en sus 35 años de carrera, generó unas expectativas absolutamente descomunales, y seguramente, un nivel de asistencia general que no habría sido el mismo sin ellos. Sin embargo, y por desgracia, su actuación de hora y cuarto no iba a ser precisamente lo que la gran mayoría esperábamos…
Un concierto que debido a varias carencias relativas al sonido, al ritmo, a la empatía, a la pésima elección de los temas… tuvo algunos momentos puntuales intensos, pero en su mayoría, estuvo muy falto de cohesión y equilibrio. Y que conste que SteelHeart es una banda a la que le tengo un gran cariño. Curiosamente, junto a Skid Row y Guns N' Roses, fue la primera banda de Hard Rock (o más bien, Hard & Heavy) que escuché, y eso siempre permanece ahí, pero las cosas hay que tratar de decirlas como son, dejando al margen favoritismos personales.
Poco a poco, y ante una audiencia bastante tupida, el escenario se iba llenando de humo. El logo de SteelHeart, con su simple visión, nos emocionaba, y nos creaba tensión y deseo de que aquello estallara de repente. La cosa prometía, sin duda. Una banda que, por lógica, vendría con ganas de triunfar en su primera presentación ante los fans españoles. O al menos, eso pensábamos todos. Sin embargo, con el primer tema llegaron también las primeras dudas. Blood Pollution, extraído de la banda sonora de RockStar (mediocre producción hollywoodiense de espantoso final), me dejó bastante frío, y no solo porque me parezca un tema algo descafeinado (en realidad, toda esa BSO me lo parece), sino porque además, tuvo todo aquello que sobró en el concierto. Partes excesivamente alargadas, sonido petardeante, guitarra prácticamente inexistente… no representó, ni de lejos, esa explosión que todos estábamos esperando, y comenzar así ya puede condicionar el apoyo y entrega del público para el resto del concierto. A mi entender, sí destacó al frente el legendario Miljenko Matijevic, que si bien ha perdido con el tiempo el 90% de su rango, conserva su profundidad vocal, y nos regaló algunos gritos que me sorprendieron.
Livin' the Life pisó el pedal más a fondo, la guitarra comenzaba a sonar, y el bajista, con mucho nervio, y buenos coros, le aportó un punto de dinamismo extra. Los registros más rasgados de Matijevic también resaltaron en un tema más macarra que, por otra parte, tampoco levantó demasiada algarabía. Sin salirse de la susodicha banda sonora, llegaba una tercera seguida (a mi entender, ya excesivo). Eso sí, con esos ecos tan prominentes, la batería atronaba con ella, a la que se unían las potentes bases creadas por el bajista Kevin Chown, como ya he dicho, uno de los músicos más activos de todo el show. Ambos llevaron la dirección de este tema, y ahora sí, sonaba realmente gordo ese riff casi metálico, bien interpretado por Joe Pessia. My Dirty Girl fue la única representante caída del “Through Worlds of Stardust”, último disco de la banda hasta el momento. Pero una vez más, las partes alargadas la hicieron demasiado pastosa. Además, sospecho que, o Kevin y Joe lo hacían extremadamente bien con los coros, o estos últimos estaban pregrabados. El volumen, por otra parte, iba tornándose cada vez más constante y mejor compensado, y la voz de Miljenko sonaba alta y con matices.
Aunque aún no se había desatado del todo, sí nos obsequiaba con esas poses de estrella cada vez que gritaba, o esos gestos con un público que todavía estaba muy lejos de entregarse por completo. En cualquier caso, y a riesgo de sonar demasiado ‘pacote’, la realidad es que todos estábamos ansiosos por escuchar temas de los dos primeros discos, que son los que realmente dieron categoría mundial a SteelHeart. No tardaría en llegar Gimme Gimme, y con ella, el primer subidón del público, y una mucha mayor soltura del vocalista, que ahora recorría con fluidez el escenario, y además, mostraba unos tonos más elevados y limpios. A este respecto, no tengo excesivas quejas. El tiempo pasa inevitablemente para todos, y creo que dentro su tono y sus posibilidades actuales, Miljenko lo hizo bastante bien, y aunque le costó la vida conectar con su público, nos ofreció numerosos destellos de calidad. La elegancia de Joe Pessia, y su innegable calidad como guitarrista, compensaban su estatismo, y el solo del tema en cuestión, fue uno de sus grandes momentos de lucimiento. Parecía que todo se venía arriba… pero Cabernet volvió a arruinar el ritmo. Todo y que disfruté mucho de su parte instrumental (impresionante Kevin Chown con sus virtuosísimos ‘slaps’ de bajo), el exagerado dilatamiento de esta no le hizo ningún bien al concierto.
Mucha gente se estaba cansando ya, e incluso llegué a ver hastiados bostezos a mi alrededor. Que con solo seis temas hubiésemos traspasado ya el ecuador del concierto… tampoco era buena señal. Pero hay que reconocer que a partir de aquí, sin llegar a ser la repanocha, vino lo mejor. Con teclas muy emotivas, y con retazos orquestales pregrabados, caía la muy deseada She’s Gone, primero en su versión suave del “SteelHeart 30”, y más tarde en la que todos conocemos de sobra. Aquí, Miljenko sacó a relucir su verdadero potencial actual, que no fue poco, con tonos imposibles que me dejaron atónito, incluso con partes a capela muy bien afinadas, y respaldadas por cientos de cánticos desde el público. Chapeau, por cierto, el solo de Joe Pessia, idéntico al disco. El vocalista aun nos reservaba alguna sorpresa, y seguidamente, apareció cargando con su guitarra para interpretar con ella la melódica Everybody Loves Eileen. Además, con su voz ya muy caliente, ofreció un buen espectáculo de gritos y tonos altísimos que animaron considerablemente a cantar su estribillo. Con su gorro calzado, Kevin aportaba coros, al tiempo que Mike Humbert a la batería nos daba una buena dosis de virtuosismo… pero de nuevo, demasiado alargada.
Miljenko presentaba a continuación I'll Never Let You Go, tema que según él, escribió en 15 minutos. A veces las más simples son también las mejores, y de hecho, fue una de las partes más participadas y activas del show, con ambos guitarristas encarándose en el comienzo acústico. Pero sin duda, fue su reinicio, ya con la electricidad de vuelta, y concretamente al escuchar ese ‘Angel eyes…’ el momento que más me emocionó del concierto, aquel en el que, sinceramente, puedo decir que me lo pasé en grande cantando y bailando. Mientras tanto el vocalista se gozaba su parte viéndonos cantar desde arriba, pero sin descuidar unos agudos que no le creía capaz de seguir dando. Lástima que el discutible ritmo del show, y por cierto, la ausencia total del “Tangled in Reins” en el repertorio, ya pesaran demasiado como para llegar a volvernos locos. Incluso creo que esos ‘oes’ estuvieron de más. Podrían haber dejado un buen sabor de boca con la gran We All Die Young, pero en lugar de ello… insistieron en repetir su inicio durante 5 minutos. A pesar de las buenas actitudes, maneras, y afiladas líneas vocales de Miljenko (con su sombrero en plan cowboy), no consiguieron darle todo el brillo deseado al final del concierto, dejando más caras largas que expresiones de satisfacción.
Para muchos, era la banda más esperada del festival, y quizá por ello, junto a todo lo dicho, fue también la mayor decepción. Y creedme, de verdad que me duele decirlo.
Be For You: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Teniendo en cuenta que eran los únicos representantes nacionales del cartel principal, y que dieron su concierto a unas horas que mucha gente aprovechó para cenar o descansar, los locales Be For You (B4U) lograron congregar una más que aceptable parroquia ante el escenario. Son unos habituales en el cartel del Lion Rock Fest, y no sin razón, empezando por el hecho de que es Jesús “Chuspy” Marcos, su batería, uno de los grandes responsables de que este festival de ensueño se convierta en realidad.
En las tres veces que les he visto ya en directo, nunca les han faltado las ganas de gustar y hacer disfrutar, y desde luego, esta no fue la excepción. Entre una gran cantidad de humo, y una iluminación muy densa, Nothing Lasts Forever supuso el punto de partida del show. Un tema algo difuminado por el horrible y doloroso sonido de los bajos (que tuvimos que padecer hasta el final), en el que por primera vez Alfredo Arold alternaba entre su guitarra y los teclados. Tras una ovación de bienvenida, con mucha energía de parte de su bajista Eduardo Vázquez, y un ritmo que nos atrapó de pleno, The Lesson iba atrayendo a más gente. Su vocalista, Ángel A. Díez, ponía toda la carne en el asador desde el principio, recorriéndose la primera línea de escenario, y tratando de meterse a la peña en el bolsillo. Los bajos se comían parte de ella, pero su voz nos llegaba lo suficientemente clara y cargada de feeling. Pronto haría acto de presencia la que es mi canción favorita de la banda, una muy emotiva y especial Those Sundays are Gone. Alfredo ponía las primeras teclas, para pasar a hacerse cargo después, junto a sus compañeros, de los coros, aunque aquí si eché en falta mucha más presencia de estos. Ángel seguía dando la cara, acercándose a nosotros, simpático y motivado, pero sin perder demasiado del escueto tiempo de actuación en hablar.
Presentaba, eso sí, su flamante versión del Heart Turns to Stone de los Foreigner, que llevan ya tiempo tocando en directo, pero que han registrado en estudio hace pocos días. Llenos de complicidad, Eduardo y David Aira a la guitarra solista juntaban hombros, uno luciendo su técnica en los punteos, y otro brindándonos el solo del tema, que el impecable ritmo de Chuspy tras los parches terminó de rematar. Huelga decir que fue una de las más cantadas por un público que, sin ser realmente muy numeroso, se mostraba fiel y participativo. Al grito de ¡sois luz! arrancaba precisamente Light. La iluminación verde oscuro proyectaba las sombras de los músicos, cuyas siluetas se veían en perpetuo movimiento, esforzándose al máximo Ángel por llegar a sus tonos. Si bien le he visto cantar mejor en cuanto a afinación, no hay duda de que su voz logró transmitir, especialmente, en melodías tan evocadoras como las de este tema. Llegados a este punto, nos presentaron una buena retahíla de temas de su nuevo trabajo, que el año que viene verá la luz bajo el título de “Waking the Fire”. Y promete, ya lo creo que sí. El primer corte fue This Distance Between Us, y lució unas baterías muy sólidas por parte de Chuspy, aunque por otra parte, el sonido de los tambores se hacía insoportable por lo distorsionados y retumbantes que sonaban.
Y es que a estas alturas, el problema con los graves (al menos, en las primeras filas), aún persistía. En cualquier caso, sobre todo por parte de sus fans declarados, los temas tuvieron una recepción estupenda, como también fue el caso de Phoenix, presentada por el vocalista como un tema sobre resurrección en los malos momentos. Ángel, incombustible en sus movimientos, no permitía que nadie se durmiera en los laureles, cantando y paseándose de un lado para el otro, invitando a colaborar y entregándose a tope. Estos temas nuevos le pusieron muy arriba, como también nos hizo ver en Shadow of Me, el más reciente de todos. Las luces contribuyeron a la ambientación, al igual que esas notas magníficamente integradas de Alfredo Arold, que seguía haciendo las veces de guitarra rítmica y teclista a partes casi iguales. Anunciando que solamente restaba un tema para concluir, Love & Compassion requirió de toda nuestra pasión, con manos en alto y coros constantes. En esta recta final noté a Ángel un poco tocado de la voz, pero todavía pletórico de ilusión por darlo todo, prosiguiendo con la (ahora sí) última canción, la más cañera The Things I Never Told You. Muy apoyada en las bases rítmicas de Chuspy y Eduardo, y con ambos guitarristas coordinados al máximo (excelente ese solo de David), cada uno de los músicos mostró sus mejores habilidades para que la despedida fuese lo más satisfactoria posible.
Un placer enorme volver a ver en acción a esta gente. Su pasión, y su gran gusto por el Hard Rock melódico siempre quedan reflejados sobre el escenario, y a lo que se ve, con perspectivas de seguir creciendo y ganando adeptos. El regulero sonido del que adoleció el concierto no es sino una excusa más para volver a verles en mejores condiciones, y seguir disfrutando de esas magníficas melodías que tan bien saben cocinar.
Pretty Maids:
En todo festival que se precie, siempre llegan momentos que marcan muy profundamente. Recuerdos que uno se lleva de vuelta a casa, que se quedan para siempre ahí, y que, por sí solos, compensan sobradamente el precio, la barbaridad de kilómetros, y cualquier sinsabor que uno pueda padecer durante el viaje. Dichos momentos pueden venir en forma de un tema, puede ser la presentación escénica, o quizá algún despunte técnico en particular. Pero en el caso de Pretty Maids, ese ‘momentum’ sagrado fue, literalmente, toda su actuación, de principio a fin. Si queréis, coged todo lo comentado en la reseña de SteelHeart, invertidla, y solo os podréis formar una ligerísima idea de lo que vivimos a continuación.
Con el volumen a tope, se disparaba la introducción, señal de inminente arranque de un esperadísimo concierto. Los daneses hacía ya 7 años que no pisaban nuestras tierras (aunque su vocalista sí ha venido en solitario), y el recinto estaba a reventar de gente con el ojo puesto en el escenario. La tensión se podía palpar en el ambiente. Con la pantalla iluminada, y la batería erigida a la parte derecha, caía súbitamente, como una bomba, esa primera Mother of All Lies. Y joder… ¡¡así SÍ se arranca un concierto!! Con feeling, con ritmo, con contundencia, con comunión absoluta entre banda y público desde la primera nota. Con el bajista René Shades luciendo un elegante sombrero, Chris Laney encargándose de las teclas, y el inconmensurable Ronnie Atkins corriendo de punta a punta, y posteriormente, absorbiendo nuestros aplausos con los brazos en cruz… aquello estaba que ardía. Con no menos regocijo recibíamos Kingmaker. Mucha gente, que había aprovechado el concierto anterior para descansar, se encontraba más fresca, y eso se notaba. Con constantes ademanes y gestos, Ronnie nos había ganado ya de pleno, por no hablar de su sublime actitud, su grandiosa voz, o su carisma arrollador. Ahora Chris cogía su guitarra, y con el doble bombo a toda hostia, los ¡’eh eh’! entre el público sonaban prácticamente enlazados, buscando cualquier excusa para subir la temperatura.
Hell on High Heels fue una deliciosa sorpresa, melódica, con teclados guapísimos a cargo de C. Laney, y una voz de Ronnie por la que parece que no hayan pasado los años. Impresionante verle ahí arriba, en todas sus facetas. Un verdadero temazo para batirse el cuello a gusto, que dio paso a otra no menos cañera como fue Back to Back, en registros más heavys, donde la brutal batería Allan Tschicaja sonó y fue ejecutada de puto miedo, una pegada y precisión que nos hacía llegar hasta el último detalle, fruto de un sonido que no se puede describir de otra forma que rotundamente perfecto. Con semejantes condiciones, con tal grado de energía, no creo que quedase nadie aún que no estuviese sudando a chorros. ¿Que no habíamos tenido aún bastante cera? Pues dos tazas, con la devastadora Red, Hot and Heavy, definición misma del auténtico Hard & Heavy. Tremendos castañazos por parte de Allan que nos ponían la sangre a hervir y hasta el mismísimo Ken Hammer, que hasta ahora se había mostrado un pelín distante, empezaba a dar muestras de pasión al regalarnos sus solos. Absolutamente todo el recinto se vino arriba con las manos en alto, formando un estruendo que flipas, imposible de describir si no estuviste allí. La forma vocal de Ronnie, una vez más, quedó más que patente en ese alarido final.
Con unos pocos temas, solo cinco, ya se les adivinaba como a los grandes ganadores (y por goleada, además) del festival… y aún quedaba muchísimo por delante. Tras el buen paseo por el “Red, Hot and Heavy”, llegaba el turno de su “Pandemonium”, un disco mucho más moderno con el que reinventaron su sonido, y que personalmente me encanta. Y es que la misma Pandemonium, con las pinceladas progresivas de sus ritmos y esas imprescindibles teclas, y sobre todo, I.N.V.U., con una melodía que enamora y te transporta muy lejos, fueron algunos de sus mejores exponentes, y además, empalmadas, sin perder ni un segundo. Los ecos tan potentes de la batería eran gloria bendita, y los enfrentamientos entre Ronnie y Ken, las cálidas bases de teclados, los paseos de René Shades con toda su elegancia… absolutamente todo, cualquier movimiento, cada nota, parecía estar en perfecta conjunción, formando momentos irrepetibles a cada minuto del show. También hubo varios juegos de voces a los que nos incitó el vocalista, y que todos respondimos con mucha naturalidad, señal de que nos tenía ya cautivados por completo. Tampoco respiraron a la hora de arremeter con Serpentine, aliñada con unos formidables coros de René y Ken, y un solo de este último para quitarse el sombrero. Repito, hay que encajar todo esto dentro de un sonido que rozó la total perfección en todo momento.
Tan solo unas palabras bastaron para presentar el siguiente tema, y Please Don’t Leave Me… me pegó un patadón en el corazón que se me saltaron las lágrimas. No solo porque tenga un millón de recuerdos junto a ella (pura y sangrante nostalgia), o porque sea una de mis baladas favoritas de todos los tiempos, sino porque además, nunca la había visto tan bien interpretada, con la melodía inicial de Ken, el tempo milimetrado, sin prisas, y el solo clavado hasta la última nota. Pelos como escarpias durante cinco minutos tan intensos, que en mi cabeza hice todo lo posible por ralentizar el tiempo para que no terminara nunca. Ni que decir tiene, que esos últimos estribillos los cantamos a capela y dejándonos las amígdalas con ellos. Ken y Ronnie se enzarzaron en una conversación de lo más hilarante, solo para continuar, nada menos, que con Rodeo que puso el recinto literalmente patas arriba. Fuego en el ambiente, con un empaste impecable entre guitarra y teclas, y un Ronnie desbordante de energía que no paraba quieto, transmitiéndonos a raudales, cantando de alucine, asomándose al público, teatralizando los temas… El lugar entero se volvió a llenar de escandalosos ‘oes’ que solo se detuvieron cuando Ronnie nos anunciaba un pequeño regalo. De vuelta al “Pandemonium”, Little Drops of Heaven, otro de mis cortes favoritos de toda su discografía, me volvió a reventar las emociones hasta el límite. Poesía divina para los oídos. Momentos que me dan la vida. Ecos, teclas, muralla de guitarras, melodías ensoñadoras… gotas celestiales, como dice el propio tema, que me elevaron hasta el mismísimo Paraíso.
Nunca sonó tan dulce, y a la vez tan amarga, una despedida, pero afortunadamente, volverían en seguida para meternos el envite final entre pecho y espalda. Con el escenario casi totalmente a oscuras, no se anduvieron con chiquitas ni preámbulos a la hora de volver a mover con Future World, enloqueciendo a todos los allí presentes con esos duelos entre Ken Hammer y Chris Laney, a todo trapo, al mismo nivel que retumbaba la poderosísima batería de Allan. Hasta René al bajo se liaba a cabezazos. El vocalista, con fuerza y voz aún intactas, nos hacía seguirle en sus coreos, y como gran despedida por todo lo alto (ahora sí), nos obsequiaban con Love Games. No hicieron falta más que un par de acordes de teclas para poner a todo el Palacio a saltar hasta el techo, y a cantar a tal volumen, que nuestras voces eclipsaban a las del propio Mr. Atkins. Los cruces de mástil entre René y Ken, el empeño de Allan por destrozar los parches, o la inmaculada demostración de resistencia vocal, bordaron el concierto con hilo de oro, en una fugaz hora y cuarto que nos dejó a todos con la boca abierta de incredulidad. Lo podéis creer o no, pero hasta escribir esta crónica me ha hecho sudar.
Lo que acabábamos de presenciar fue sencillamente algo que no se podía superar, porque era imposible. Y sin embargo, ni la fiesta, ni las ganas de ella, habían terminado. Todavía quedaban un par de bandazas de primera, que iban a dar mucha candela. Hasta ahora, no me había perdido ni un solo tema de ninguna banda. Pero después del acelerón con Pretty Maids, necesitaba salir a echar un pito, y por desgracia, falté a la apertura de los finlandeses Shiraz Lane. Ya puestos, me gustaría hacer desde aquí una sugerencia al festival. Creo no ser el único al que le gustaría tener un pequeño descanso, nada, 10 o 15 minutos, entre banda y banda, o como mínimo, en algunos momentos del festival. Y es que ir empalmando bandas sin parar puede ser un placer y una maratón de lo más satisfactoria, pero también hace que sea imposible parar para poder atender otras necesidades, como salir unos minutos a tomar el fresco, comer, o ir al baño.
Shiraz Lane:
En cualquier caso, hice todo lo que pude para llegar lo antes posible al bolo de Shiraz Lane, que agrupaba ya a unos cuantos cientos de fans, muy moviditos, y echándose unos headbangings con Stone Cold Lover. El encuentro allí mismo con mi amiga Inma, y mi colega Pedro de Madrid, hizo que el concierto me supiera mejor todavía. Y con esa cadencia tan pegajosa, y las trabajadas e inspiradas melodías, no me costó nada coger el ritmo y ponerme a bailar hasta caer de rodillas. Esa subida gradual de intensidad que tan bien reflejaron en Broken Into Pieces, con unos excelentes coros de ambos guitarras y bajista, nos ponían el motor en marcha, al mismo ritmo al que Hannes Kett se pavoneaba en primera línea de escenario, o el batería Ana Willman iba ganando en espectacularidad con cada golpe. Breve saludo a sus fans impregnado de buen humor (como es esencia de la banda), y al turrón de nuevo con Keep it Alive, donde ambos hachas, Jani Laine y Miki Kalske con su sombrero, se adelantaban a la altura de Hannet, quien a su vez, lo hizo realmente bien cantando en todos sus registros.
A pesar de que muchos ya lo conocemos, anunciaban a bombo y platillo su nuevo disco, llamado “In Vertigo”, con el que han dado un paso más en su constante evolución musical, y guste o no, han añadido más matices que nunca de otros estilos a sus temas. No pueden negar que están muy orgullosos de él, cuando fue con diferencia el más representado en el setlist. Con muchos ramalazos de pop moderno que me recordaron a los últimos Reckless Love, melodías bien curiosas, y un ritmo extremadamente bailable, Hannes Kett desplegó su gracia por todo el escenario en Come Alive, apoyándose en sus compañeros y dando giros. No quedaban atrás el resto de músicos, metiendo headbanging y chuleándose a saco, unos a pecho descubierto, otros luciendo atuendos de lo más ‘macarrónico’, pero eso sí, yendo todos a una y a por todas. Para chuleras, el guitarrista Jani Laine, que delante del todo, lanzaba un pequeño solo antes de arrancar a piñón con Tidal Wave que cayó entre el público precisamente así, como un verdadero tsunami. Ahí veíamos al bajista Joel Alex, dejándose el lomo en ella, pero por encima incluso, a Ana Willman lanzando unos golpes mortíferos de necesidad a sus parches. Como fan incondicional del “Carnival Days”, decir que me flipó a lo bestia, pero no tanto como el otro exponente que sonaría más adelante.
De momento, bajaban el pulso con Live a Little More, andando de nuevo por terrenos más alejados del Rock clásico, pero que tienen un magnetismo extrañamente irresistible para quien pueda tolerarlos sin problemas ni complejos. No sería la más trallera, pero los molinos de Miki Kalske, o los puñetazos que propinaba Joel Alex a su instrumento, parecían no decir lo mismo. Muy cachondo y comunicativo, Hannes Kett nos enseñó unos pasos que había que seguir para bailar el siguiente tema, en plan coña, claro. Se trataba de Do You, extraído de su EP “Vibration I”. Y ya lo creo que levantó bailes. No sé vosotros, pero yo a estas alturas del concierto me lo estaba pasando de putísima madre, completamente sumergido, sin poder parar de moverme y cantar, como hipnotizado por ese ritmo que marcaba Ana Willman con sus palos, o viendo como Jani se venía arriba con sus ostentosidades físicas, tocando de lujo, o levantando el mástil en su solo. El final fue un absoluto desmadre, con todos saltando y correteando por el escenario, ganándose a pulso unos sentidos ‘oes’ por parte del respetable, que no hicieron sino envalentonarlos aún más. Así, le dieron con más energía todavía a su Dangerous, con ese ‘groovy’ adictivo del tema que volvió a atraparnos sin remedio.
No podemos hablar, desde luego, de Rock ortodoxo, pero tan grande era la fiestaca que había allí abajo montada, que Hannes cantaba (muy bien, por cierto) mientras nos grababa con su móvil, metiendo cizaña y provocando para armarla todavía más. Tras la batería, solo se veían pelos y baquetas volando por el aire, espejo de la habilidad y pasión con las que el músico vivía cada tema. Su protagonismo fue todavía mayor en la siguiente, una Harder to Breathe que, definitivamente… me voló la puta quijotera, ¡casi me vuelvo loco con ella! Por momentos, cualquier resquicio de cansancio parecía desaparecer por completo, de repente, dejando paso al desmelene más salvaje, con esa batería martilleando a muerte, guitarras ahora mucho más incisivas de Miki y Jani, y Hannes dando la nota y dedicándonos sus mejores poses. ¡De locura! Bromeando entre ellos, y diciéndonos que nos querían de aquí a la Luna, nos dejaron, como cabía esperar, con su particular versión de To the Moon & Back, de los australianos Savage Garden. Una última ocasión para echarnos unos meneos con ellos, que todo el mundo recibió de mil amores, coreando y descojonándonos con los gestos y idas de olla de sus músicos. Y es que, como digo, si algo tuvo este concierto, es que fue extremadamente divertido.
Reconozco que, en cierto momento, ya con el cansancio llamando a la puerta, llegué a tener mis dudas de que Remedy fuesen la mejor elección para dar carpetazo al festival. Su singular estilo, su Hard Rock tan vanguardista, no es para todos los oídos. Y sin embargo, al final me alegré de estar diametralmente equivocado. No solo reunieron a una audiencia mucho más nutrida de la que esperaba, sino que además, salvando el de Pretty Maids, gozaron del mejor sonido de todo el festival, y con diferencia.
Remedy: (crónica también disponible en RAFABASA.COM)
Su apuesta, desde luego, es sólida, y es evidente que van a por todas. En un intervalo de un año aproximadamente, han visitado ya tres veces nuestro país, dejando constancia de su calidad como formación, y de que no todo el Hard Rock sueco se rige por los mismos esquemas compositivos. Todos ellos han sido buenos conciertos… pero el del pasado sábado, pese a su brevedad, me gustó más que ninguno. Tenían clara su responsabilidad a la hora de cerrar este Lion Rock Fest, y en consecuencia, se dejaron la piel en el escenario, convenciendo incluso a los más reticentes a su estilo.
Ya su bajista Jonas Dicklo nos recibía con saltos muy enérgicos en el inicio de Living on the Edge, destacando, a parte del excelente sonido, una gran voz por parte de Robert Van der Zwan a tope de potencia. Con estribillos como este, no tardarían en ganarse a un público que también era consciente de que la fiesta estaba llegando a su fin. Así, las voces desde abajo siguieron elevándose a ritmo exponencial durante la no menos pegadiza Marilyn. La nítida voz de Robert, la contundente batería de Fredrik, y por descontado, la elegante presencia del guitarrista y líder Roland Forsman, tiraban de las riendas para que aquello no decayese ni un segundo, ya fuesen temas más relajados o moviditos. Y más gente se iba uniendo a aquella despedida por todo lo alto. Al tiempo que el gran Roland seguía con sus posturas y sus ostentosidades en primera línea de escenario, pocas veces había visto a Robert tan animado. ‘Colgándose’ de su palo de micro iluminado, se agachaba casi hasta el suelo mientras cantaba, incluso si tenía que dejar por unos momentos su guitarra, tal como le vimos hacer en Sin For Me. Gracias al portentoso sonido, los detalles en las cuerdas brillaban, algo imprescindible en temas tan llenos de estos. Por primera vez, hacían un pequeño alto en el camino para saludar y presentarse, muy orgullosos de su nombre, por cierto.
Sundays at Nine llegaba envuelta en un halo de melancolía, pero no disminuyó un ápice los ánimos del personal. Arpegios limpios que sonaban de lujo, y una ejecución vocal muy pulida de Robert, contrastaban con el único ‘pero’ que le vi al concierto: el micrófono del bajista Jonas Dicklo apenas sonaba, y debido a ello, se perdieron demasiados coros. El vocalista continuaba cogiendo y soltando su guitarra para concentrarse en cantar a conveniencia, y marcando poses junto a su compañero de instrumento para fomentar el espectáculo visual. Este se complementaba con la gran pantalla iluminada de fondo. Seguidamente, I Wanna Have It All fue todo un subidón. Jonas volvía a sus saltos e inquietudes mientras todos gritábamos a pleno pulmón los coros del tema. ¡Y menos mal! Porque, como digo, el micro destinado a estos no se escuchaba casi nada. Se podría decir que en ese sentido, también nuestras voces fueron imprescindibles. Una verdadera lástima que en esta ocasión el teclista Jonas Öijvall no pudiera unirse a filas, llevando sus partes disparadas. Con su toque más oscuro, Scream in Silence siguió calentando el show. La plataforma de la batería estuvo muy solicitada en ella, y vimos sentarse a Jonas unos segundos, a Robert dando un salto desde ahí, y a Roland apoyando el pie. No podían estar quietos ni un segundo, especialmente su vocalista, y esa deliciosa pastelada que es Angelina no hizo más que corroborarlo. Mostró constante coordinación con el guitarrista principal (y este, a su vez, con el bajista), saltando y elevando el mástil de su guitarra sin perder ni una sola nota al cantar.
Una actuación estupenda, sin duda, que daría un paso más con una de mis grandes favoritas como es Thunder in the Dark. Un detalle sin importancia es que se equivocó al presentarla como una canción que no suelen tocar, cualidad que correspondía a la siguiente. Sea como fuere, el cantante llevó su voz hasta el límite en esta, bordando esos registros más agudos, y dando junto a sus compañeros unas coreografías muy vistosas al inicio. La gocé a muerte, sobre todo, ese estribillo rabiosamente épico, pero sin duda, la gran sorpresa del set llegó con My Devil Within. El guitarrista y fundador (Remedy itself, como anunciaba el vocalista) Roland Forsman, no dejó de pavonearse ante las primeras filas, siempre con su mástil erguido, y engatusándonos con su impecable técnica y velocidad a la hora de ejecutar los solos. Únicamente dos temas nos separaban ya del final, aunque a tenor de lo que se percibía en el ánimo general, hubiésemos querido escuchar muchos más.
En Crying Heart, relució con especial intensidad Fredrik Karlberg, que castigó los parches con una furia incontenible y sin parar de hacer figuras en el aire, añadiendo aún más contundencia a la pieza. Una de las más coreadas, en la que también Robert dio la nota escénica, sosteniendo el palo del micro desde el suelo. El trío formado por Roland, Jonas y Robert avanzaba desafiante por el escenario, haciendo vibrar Moon Has the Night, uno de los temas en los que más se aprecian esas originales melodías marca de la casa. A su vez, dio para mucha participación por parte del público, que ya cantaba, ya se debatía entre bailes y manos elevadas hasta el reprís final, cuya imagen de Roland, tocando de espaldas su guitarra, nos dejó con un sabor de boca inmejorable. Lo dicho, ¡cada vez me gustan más!
De este modo, con una muy notable actuación, entre vítores y despedidas, concluía la tercera edición del que ya se ha consolidado como el festival del Hard Rock y el AOR por excelencia en nuestro país. Pero incluso más allá de ser un ‘simple’ evento, el Lion Rock Fest es un sueño cumplido, tanto para sus organizadores, como para quienes llevábamos media vida deseando con ansia un evento grande y en condiciones centrado exclusivamente en estos estilos musicales. Así pues, no podemos sino desear que León siga siendo, aunque sea por un fin de semana, aunque algunos nos tengamos que cruzar media geografía para acudir, el templo de la melodía por muchos, muchos años.
Es verdad que sigue habiendo cosas por limar, sobre todo en aspectos relativos al sonido, a los descansos, a las colas para coger ‘lions’ o al mantenimiento de algunos baños (y ya por pedir, a los precios). Quiero pensar que sus organizadores van, al menos, a tener en cuenta las sugerencias que año tras año les hacemos los fans, y no por criticar negativamente, sino porque si ya de por sí este festival es una auténtica bendición para quienes vibramos con el Rock melódico, solo queremos que llegue a ser más perfecto todavía. De momento, solo nos queda el consuelo de que queda menos para vivir otra noche tan ensoñadora como esta… y mientras tanto, difundir la palabra, y gritar bien fuerte: ¡Larga vida al Lion Rock Fest!
Ya para finalizar estas kilométricas crónicas, mandar desde aquí, con todo mi cariño, un abrazo GIGANTESCO a toda esa peña guapa que mejoró lo inmejorable con su compañía: a Inma, Bolilla, Pablo, Ángela, Roge, por descontado a mi chica, y a cualquiera con el que pude compartir ni que fuese unos breves instantes, grandes como Aitor, Armero, Diego, Camilo, Pedro, Eli, los Jolly Joker, mi querido Nando (mil gracias por el regalo, esto no quedará así, jeje), David, Suni, Carlos, Jose, Mary McGun… y seguro que me dejo a alguien olvidado, igual que se me quedó tanta gente por encontrar, pero de verdad, muchas gracias a tod@s... ¡¡y nos vemos en el Lion 2026!!
_|,,| JaviMetal (Is The Law) |,,|_
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CARE OF NIGHT
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STEELHEART
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